Qué significa perseguir la verdad (9)
Llevamos un tiempo hablando sobre la conducta moral. La última vez compartimos un dicho: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Hoy vamos a hablar sobre el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, otra de las exigencias de la cultura tradicional respecto a la conducta moral del ser humano. ¿A qué aspectos de la conducta moral de las personas afecta este dicho? ¿Les exige ser generosas y tolerantes? (Sí). Se trata de una exigencia relacionada con la generosidad de la naturaleza humana. ¿Cuál es el criterio de esta exigencia? ¿Dónde se halla el punto clave? (En “Sé indulgente siempre que puedas”). Exacto, en que debes ser indulgente siempre que puedas y no tan agresivo como para dejar a la gente sin escapatoria. Este dicho sobre conducta moral exige que la gente sea generosa y no guarde resentimientos. Cuando te relaciones con la gente o te ocupes de tus cosas, si surge una disputa, un conflicto o un rencor, no seas demasiado exigente, excesivo o duro con el que te ofenda. Sé indulgente y generoso cuando sea preciso, y ten presentes el mundo y la humanidad. ¿Es así de generosa la gente? (No). La gente no es tan generosa. La gente no sabe lo grande que es la capacidad del instinto humano para soportar este tipo de cosas y hasta qué punto es normal. ¿Cuál es la actitud básica de la gente normal hacia alguien que le ha hecho daño, le ha mirado con hostilidad o ha atentado contra sus intereses? El odio. Cuando el odio surge en el corazón de las personas, ¿son capaces de “ser indulgentes siempre que puedan”? No es fácil, y la mayoría no es capaz. ¿Puede la mayoría de la gente apoyarse en la conciencia y el sentido que tiene en su humanidad para ser indulgente con la otra persona y hacer borrón y cuenta nueva? (No). No obstante, no es del todo exacto decir que no se puede conseguir. ¿Por qué no es del todo exacto? Porque todo depende de cuál sea el problema y de lo trivial o importante que sea. Además, como los problemas tienen distintos niveles de gravedad, depende de lo grave que sea. Si alguien te hiere de palabra solo de vez en cuando, si tú eres alguien con conciencia y sentido, pensarás: “No es que tenga malicia. No lo dice en serio, sino que actúa directamente sin pensar. Por todos los años que llevamos juntos, por esto o por aquello, no se lo voy a reprochar. Como dice el refrán, ‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’. Fue solo un comentario, no hirió mi orgullo ni perjudicó mis intereses en absoluto, ni mucho menos afectó a mi estatus o a mis perspectivas de futuro, así que lo pasaré por alto”. Ante estos asuntos triviales, la gente puede atenerse al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Sin embargo, si alguien perjudica realmente tus intereses vitales o a tu familia, o si el daño que te hace repercute en tu vida entera, ¿puedes seguir ateniéndote al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? Por ejemplo, si alguien matara a tus padres y quisiera masacrar al resto de tu familia, ¿podrías aplicar el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” a alguien así? (No). Ninguna persona normal de carne y hueso podría hacerlo. Este dicho no puede refrenar en absoluto el odio profundamente arraigado en la gente y, por supuesto, menos aún puede influir en las actitudes y opiniones que tiene al respecto. Si alguien perjudica tus intereses, afecta a tus perspectivas de futuro o atenta contra tu integridad física, deliberadamente o no, dejándote discapacitado o traumatizado, o ensombrece tu psique y lo más hondo de tu corazón, ¿puedes atenerte al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? (No). No puedes. Así pues, la cultura tradicional exige que la gente sea tolerante y magnánima en su conducta moral, pero ¿puede hacer eso la gente? No es fácil. Depende de cuánto haya dañado y afectado el asunto a la persona implicada y de si su conciencia y su sentido pueden soportarlo o no. Si no se ha infligido un gran daño, si la persona puede soportarlo y si no sobrepasa lo que su humanidad puede soportar —es decir, si como adulto normal puede aguantar estas cosas, si el resentimiento y el odio pueden desvanecerse y si es relativamente fácil olvidarlo—, entonces, uno puede ser tolerante e indulgente con la otra persona. Puedes hacerlo sin necesidad de que ningún dicho sobre conducta moral de la cultura tradicional te frene, te enseñe o te guíe en cuanto a qué hacer, ya que esto es algo que tiene la humanidad normal y es alcanzable. Si este asunto no te ha hecho demasiado daño ni ha tenido un gran impacto sobre ti física, mental y espiritualmente, puedes hacerlo fácilmente. Ahora bien, si ha tenido un gran impacto sobre ti física, mental y espiritualmente, de modo que te perturba toda la vida, a menudo te deprime e indigna y sueles sentirte triste y abatido por ello; si te hace mirar a esta especie humana y este mundo con hostilidad y no tienes paz ni felicidad en tu interior y vives prácticamente toda tu vida con odio —es decir, si este asunto ha sobrepasado lo que la humanidad normal puede soportar—, entonces, para ti, una persona con conciencia y sentido, es muy difícil ser indulgente siempre que puedas. Si algunas personas pueden hacerlo, son casos excepcionales, pero ¿en qué debe basarse esto? ¿Qué condiciones deben cumplirse? Algunos dicen: “Entonces, deben aceptar el budismo y renunciar al odio para alcanzar la budeidad”. Puede que esta sea una senda hacia la liberación entre la gente normal, pero no es más que liberación. ¿Y qué implica el término “liberación”? Implica mantenerse al margen de las disputas, el odio y el homicidio terrenales; y equivale al dicho “ojos que no ven, corazón que no siente”. Si te mantienes al margen de esos asuntos y no los ves, tendrán poca repercusión en tus sentimientos más íntimos y se desvanecerán progresivamente de tu memoria con el paso del tiempo. No obstante, eso no es atenerse al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. La gente es incapaz de ser indulgente, o de perdonar y tolerar este asunto y dejarlo atrás de una vez por todas. Tan solo estos asuntos se han desvanecido en lo más profundo del corazón de la gente, y esta ya no se preocupa por ellos. O, simplemente a raíz de algunas enseñanzas budistas, la gente deja a regañadientes de vivir con odio y de obsesionarse con estos sentimientos mundanos de amor y odio. Esto no es más que forzarse pasivamente a mantenerse alejado de estos lugares de conflicto y lucha plagados de amor y odio, pero no por ello se puede aplicar el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. ¿Por qué? En lo que respecta a la humanidad normal, si a una persona le ocurre algo que le provoca graves daños en el cuerpo, la mente y el alma, como una presión o una lesión insoportables, entonces, sean cuales sean sus capacidades, no podrá soportarlo. ¿Qué quiero decir con que “no podrá soportarlo”? Que la humanidad normal, las ideas y los puntos de vista de la gente no pueden resistir o disipar estas cosas. En el lenguaje del género humano, puede decirse que no lo soporta, que va más allá de los límites de la tolerancia humana. En el lenguaje de los creyentes, se puede decir que simplemente no entiende este asunto, no lo comprende ni lo acepta. Por tanto, como es imposible disipar estos sentimientos de odio o resistirse a ellos, ¿es posible atenerse al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? (No). ¿Qué implica no poder conseguirlo? En concreto, que la humanidad normal no tiene este tipo de generosidad. Por ejemplo, si alguien matara a tus padres y aniquilara a toda tu familia, ¿podrías dejar pasar algo así? ¿Es posible disipar ese odio? ¿Podrías considerar a tu enemigo o pensar en él como si fuera gente normal, sin ningún sentimiento en tu cuerpo, mente o espíritu? (No). Nadie puede hacerlo a menos que crea en el budismo y presencie el karma con sus propios ojos, de forma que pueda renunciar a la idea de matar por venganza. Algunos dicen: “Como soy bondadoso, si alguien matara a mis padres, podría ser indulgente con él y no me vengaría porque creo mucho en el karma. El dicho ‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’ lo resume a la perfección: si la venganza genera venganza, ¿se acabará alguna vez? Además, ya ha admitido su error y hasta se ha arrodillado y me ha suplicado perdón. La cuenta ya está saldada, ¡seré indulgente con él!”. ¿Puede ser así de magnánima la gente? (No). No puede. Dejando de lado lo que puedas hacer una vez que lo agarres, incluso antes, lo único en lo que puedes pensar constantemente todos los días es en vengarte. Dado que este asunto te ha hecho mucho daño y te ha afectado enormemente, seguro que tú, una persona normal, nunca lo olvidarás mientras vivas. Hasta en sueños verás imágenes de tu familia siendo asesinada y de ti vengándote. Este asunto podría afectarte el resto de tu vida, hasta tu último aliento. Un odio así, sencillamente, no se puede dejar atrás. Naturalmente, hay casos algo menos graves que este. Por ejemplo, supongamos que alguien te abofetea en público, con lo que te avergüenza y humilla delante de todo el mundo, y te insulta sin motivo. Desde entonces, mucha gente te lanza miradas discriminatorias e incluso se burla de ti, por lo que te da vergüenza estar con gente. Esto es mucho menos grave que el asesinato de tus padres y familiares. Aun así, es difícil atenerse al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” porque estas cosas que te han ocurrido ya exceden el rango de la tolerancia de la humanidad normal. Te han ocasionado grandes daños físicos y mentales y han perjudicado enormemente tu dignidad y tu personalidad. Es imposible que los olvides o los dejes pasar, por lo que te cuesta mucho atenerte al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, lo cual es normal.
Considerando estos aspectos sobre los que acabamos de hablar, el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, al que alude la cultura tradicional china, es una doctrina que restringe y esclarece a la gente. Solo puede resolver disputas menores y conflictos triviales, pero no produce efecto alguno en personas que albergan un odio profundo. ¿Las personas que proponen esta exigencia comprenden realmente la humanidad del hombre? Podría decirse que quienes proponen esta exigencia no ignoran en absoluto el amplio margen de tolerancia de la conciencia y el sentido humanos. Lo que ocurre es que, al proponer esta teoría, pueden parecer sofisticados y nobles y ganarse el visto bueno y la adulación de la gente. El caso es que saben muy bien que, si alguien hiere la dignidad o la personalidad de una persona, perjudica sus intereses o incluso repercute en sus perspectivas de futuro y en toda su vida, entonces, desde la perspectiva de la naturaleza humana, la parte ofendida debe tomar represalias. Por mucha conciencia y sentido que tenga, no lo dejará pasar. A lo sumo, lo único que diferirá será la intensidad y el método de su venganza. En esta sociedad real, en este entorno y contexto sociales sumamente oscuros y malvados en los que vive la gente y donde no existen los derechos humanos, las personas nunca han dejado de pelearse y matarse nada más que porque pueden vengarse siempre que les hacen daño. Cuanto más se las hiere, más fuerte es su deseo de venganza y más crueles los métodos con que se vengan. ¿Y cuáles serán las tendencias predominantes en esta sociedad? ¿Qué ocurrirá con las relaciones entre las personas? ¿No estará esta sociedad plagada de asesinatos y represalias? Por consiguiente, la persona que propuso esta exigencia le está diciendo a la gente, de forma muy velada, que no tome represalias empleando este dicho de conducta moral —“Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”— para refrenar su conducta. Cuando una persona sufre un trato injusto, se ofende su personalidad o se hiere su dignidad, este dicho sobre conducta moral influye en ella haciendo que se lo piense dos veces antes de actuar, y evita que sea impulsiva y reaccione de forma desproporcionada. Si los miembros de esta sociedad quisieran vengarse cada vez que sufrieran un trato injusto, ya fuera por parte del Estado, de la sociedad o de las personas con las que mantienen contacto, ¿no sería difícil gobernar esta especie humana y esta sociedad? Allá donde hubiera multitudes, las peleas serían inevitables, y las venganzas, habituales. ¿Y no serían un caos esta especie humana y esta sociedad? (Sí). ¿Es fácilmente gobernable una sociedad en caos, o no? (No, no es fácilmente gobernable). Por ese motivo, estos presuntos pedagogos sociales y pensadores propusieron el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” para exhortar y esclarecer a la gente, para que, cada vez que sea objeto de cualquier trato injusto, discriminación o insultos, o que incluso sea maltratada o pisoteada, y sin importar cuánto sea su sufrimiento espiritual o físico, lo primero en lo que piense no sea en tomar represalias, sino en esta máxima moral clásica, “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, haciendo que acepte inconscientemente las restricciones de estos dichos sobre conducta moral de la cultura tradicional, limitando eficazmente con ello sus pensamientos y conductas y disipando su odio hacia los demás, hacia el Estado y hacia la sociedad. Cuando se desvanezcan esta hostilidad y esta rabia que necesariamente pertenecen a la naturaleza humana, así como estas ideas instintivas de defensa de la propia dignidad, ¿se reducirán en gran medida las luchas y venganzas entre personas en esta sociedad? (Sí). Por ejemplo, algunas personas dicen: “Vamos a dejarlo, ceder facilita mucho la resolución de un conflicto. Como suele decirse: ‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’. Él tenía sus motivos para matar a mi familia. Dos no riñen si uno no quiere, y cada parte se aferra a su lógica. Además, mi familia lleva años muerta; ¿qué sentido tiene volver a sacar el tema? Hay que ser indulgente siempre que puedas: la gente debe aprender a ser magnánima para poder desprenderse del odio, y hasta que no se desprenda de él no podrá ser feliz en la vida”. Otros dicen: “Lo pasado, pasado está. Si ya no me guarda rencor ni me mira con hostilidad como antes, yo tampoco me pelearé con él y pasaremos página. Como dice el refrán, ‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’”. Si esas personas, quienes sean, se reprimen súbitamente justo cuando están a punto de tomar represalias, ¿acaso sus palabras, sus actos y su base teórica no se derivan, básicamente, de la influencia de ideas y puntos de vista como “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? (Sí). Hay incluso quienes señalan: “¿Por qué tantas discusiones? ¡Menudo ejemplo de hombre eres tú, que ni siquiera puedes dejar atrás un asunto tan trivial! Algunos grandes hombres tienen un corazón tan grande que no les cabe en el pecho. ¡Al menos haz sitio para un poco de generosidad! ¿No debería ser la gente un poco magnánima en la vida? Tomar distancia y ver las cosas con perspectiva, en vez de tener resentimiento. Todas estas discusiones dan risa”. Estos dichos e ideas sintetizan un tipo de actitud humana hacia los asuntos mundanos, una actitud que simplemente proviene del dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” y otros parecidos que vienen de máximas morales clásicas. A las personas les inculcan estos dichos, que les influyen, y perciben que les sirven de exhortación y esclarecimiento, por lo que consideran estas palabras correctas y adecuadas.
¿Por qué es capaz la gente de dejar atrás el odio? ¿Cuáles son los principales motivos? Por un lado, le influye el siguiente dicho de conducta moral: “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Por otro, le preocupa la idea de que, si guarda rencor, odia constantemente a otros y es intolerante con los demás, no podrá hacerse un hueco en la sociedad y será condenada por la opinión pública y objeto de burla por parte de otras personas, por lo que debe tragarse su ira a regañadientes y siendo reacia. Por una parte, considerando el instinto humano, la gente que vive en este mundo no puede soportar toda esta opresión, dolor sin sentido y trato injusto; es decir, no está en la humanidad de la gente la capacidad de soportar estas cosas. Por eso es injusto e inhumano imponer a alguien la exigencia de que “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Por otra parte, es obvio que dichas ideas y opiniones también afectan o distorsionan las opiniones y perspectivas de la gente sobre estos asuntos, de modo que no puede abordarlos adecuadamente y, en cambio, considera correctos y positivos dichos como “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Cuando las personas son objeto de un trato injusto, para eludir la condena de la opinión pública no tienen más remedio que reprimir los insultos y el trato desigual que han sufrido y esperar la ocasión de vengarse. Aunque en voz alta digan cosas que suenan bien como: “‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’. No importa, no tiene sentido tomar represalias, es agua pasada”, el instinto humano les impide olvidar jamás el daño que este incidente les ha causado; es decir, el daño que ha provocado a su cuerpo y a su mente nunca podrá borrarse ni desaparecer. Cuando la gente dice: “Olvídate del odio, este asunto ya está superado, es agua pasada”, eso no es más que una fachada formada únicamente por la represión y la influencia de ideas y opiniones como “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Por supuesto, las personas también se ven limitadas por esas ideas y opiniones en la medida en que piensan que, si no consiguen ponerlas en práctica, si no tienen el valor o la generosidad de ser indulgentes siempre que puedan, serán menospreciadas y condenadas por todo el mundo y discriminadas todavía más en la sociedad o en su comunidad. ¿Cuál es la consecuencia de ser discriminado? Que, cuando te relaciones con la gente y te estés ocupando de tus cosas, la gente dirá: “Este tipo es mezquino y vengativo. ¡Cuidado al tratar con él!”. En la práctica, esto llega a ser un obstáculo adicional cuando te ocupas de tus cosas dentro de la comunidad. ¿Por qué existe este obstáculo adicional? Porque la sociedad en su conjunto está influida por ideas y opiniones como “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Las costumbres de la sociedad en su conjunto veneran este tipo de pensamiento y toda la sociedad se ve confinada, influenciada y controlada por él, por lo que, si no eres capaz de ponerlo en práctica, te costará hacerte un hueco en la sociedad y sobrevivir en tu comunidad. Por consiguiente, algunas personas no tienen otra alternativa que someterse a esas costumbres sociales y obedecer dichos y opiniones como “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, con lo que llevan una vida lamentable. A la luz de estos fenómenos, ¿no tenían los supuestos moralistas determinados objetivos e intenciones al proponer estos dichos sobre ideas y opiniones morales? ¿Lo hicieron para que los seres humanos pudieran vivir más libremente y su cuerpo, mente y espíritu estuvieran más liberados? ¿Para que la gente viviera más feliz? Es evidente que no. Estos dichos sobre conducta moral no sirven en absoluto a las necesidades de la humanidad normal de la gente, y ni mucho menos se propusieron para que la gente viviera una humanidad normal. Más bien sirven exclusivamente a la ambición de la clase dirigente de controlar al pueblo y asentar su propio poder. Están al servicio de la clase dirigente y se propusieron para que esta pudiera mantener el orden y las costumbres sociales bajo control, constriñendo con estas cosas a toda persona, familia, individuo, comunidad y colectivo y a la sociedad formada por los diversos grupos. Es en esas sociedades, sometidas al adoctrinamiento, la influencia y la inculcación de esas ideas y opiniones morales, donde surgen y toman forma las ideas y opiniones morales dominantes de la sociedad. Esta conformación de la moral y costumbres sociales no es más propicia para la supervivencia de la especie humana, ni para el progreso y la purificación del pensamiento humano, ni para la mejora de la humanidad. Al contrario, por la aparición de estas ideas y opiniones morales, el pensamiento humano se ve limitado a un abanico controlable. ¿Y quién se beneficia al final? ¿La especie humana? ¿O acaso la clase dirigente? (La clase dirigente). Así es, es la clase dirigente la que se beneficia al final. Con estas leyes morales como fundamento de su pensamiento y su conducta moral, los seres humanos son más fáciles de gobernar, más propensos a ser ciudadanos obedientes, más fáciles de manipular y más fácilmente regidos por los diversos enunciados de las leyes morales en todo lo que hacen, así como por los sistemas, costumbres y moral sociales y la opinión pública. De este modo, hasta cierto punto, las personas subordinadas al mismo entorno moral y a los mismos sistemas y costumbres sociales tienen unas ideas y opiniones básicamente unánimes y unos mínimos unánimes sobre cómo comportarse, pues sus ideas y opiniones han sido procesadas y normalizadas por los supuestos moralistas, pensadores y pedagogos. ¿Qué significa el término “unánime”? Que todos los gobernados, incluidos sus pensamientos y su humanidad normal, se han visto asimilados y confinados por estos enunciados de las leyes morales. Los pensamientos de la gente están restringidos, a la vez que también lo están sus bocas y cerebros. Todo el mundo se ve obligado a aceptar estas ideas y opiniones morales de la cultura tradicional para juzgar y limitar su propia conducta por un lado, y para juzgar a los demás y esta sociedad por otro. Por supuesto, al mismo tiempo también los controla la opinión pública, centrada en estos enunciados de las leyes morales. Si crees que tu forma de actuar incumple el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, te sientes muy molesto e incómodo y enseguida piensas: “Si no consigo ser indulgente siempre que pueda, si soy tan despreciable y mezquino como un liliputiense estrecho de miras y no puedo dejar atrás ni el más mínimo odio, sino que lo llevo siempre conmigo, ¿se reirán de mí? ¿Me discriminarán mis compañeros y amigos?”. Así que debes fingir ser especialmente magnánimo. Si la gente tiene estas conductas, ¿significa eso que está controlada por la opinión pública? (Sí). Objetivamente, en el fondo de tu corazón hay unos grilletes invisibles; es decir, la opinión pública y la condena de toda la sociedad son como unos grilletes invisibles para ti. Por ejemplo, algunas personas saben que es bueno creer en Dios, que creyendo en Dios pueden alcanzar la salvación y que creer en Dios implica seguir la senda correcta y no hacer cosas malas, pero, cuando empiezan a creer en Dios, no se atreven a hacerlo abiertamente ni a admitir su fe, hasta el punto de no atreverse a difundir el evangelio. ¿Por qué no se atreven a decirlo abiertamente y que la gente lo sepa? ¿Acaso les afecta el entorno general? (Sí). ¿Y cuáles son los efectos y las limitaciones de este entorno general sobre ti? ¿Por qué no te atreves a admitir que crees en Dios? ¿Por qué ni siquiera te atreves a difundir el evangelio? Aparte de casos especiales, como los países autoritarios, donde se persigue a las gentes de fe, otro motivo es que los diversos dichos de la opinión pública te resultan imposibles de soportar. Por ejemplo, hay quien dice que, cuando comienzas a creer en la religión, te despreocupas de tu familia; hay quienes te demonizan diciendo que los creyentes de la religión quieren ser inmortales y que se aíslan de la sociedad; según otros, los creyentes pueden estar sin comer y sin dormir durante días sin sentirse cansados; y otros alegan cosas aún peores. Al principio, ¿no te atrevías a admitir que creías en Dios porque te afectaban estas opiniones? ¿Tienen efecto sobre ti estas opiniones del entorno social general? (Sí). Hasta cierto punto, afectan a tu estado de ánimo y hieren tu orgullo, por lo que no te atreves a admitir abiertamente que crees en Dios. Como esta sociedad es hostil y agresiva con las gentes de fe y quienes creen en Dios, y algunas personas incluso profieren insultos viles y comentarios difamatorios que te resultan imposibles de soportar, no te atreves a admitir abiertamente que crees en Dios y tienes que escabullirte a escondidas a las reuniones, como un ladrón. Como temes que los demás te difamen si se enteran, lo único que puedes hacer es reprimir tu indignación. De este modo has soportado mucha angustia en silencio, pero sufrir toda esta angustia es enormemente edificante y has obtenido una visión clara de muchas cosas y comprendido algunas verdades.
Acabamos de hablar ampliamente sobre el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Desde la perspectiva de la naturaleza humana, este dicho especifica la conducta moral mínima que se debe tener en cuestión de generosidad y amplitud de miras. El caso es que, a la luz del perjuicio y el efecto sobre los derechos humanos, la dignidad, la integridad y la humanidad de las personas, emplear únicamente el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” —que es como la jerga de los ladrones y bandidos del hampa— para consolar y limitar a la gente es un grave insulto a las personas con conciencia y sentido, además de inhumano e inmoral. La alegría, la ira, la tristeza y la felicidad son inherentes a la humanidad normal. Voy a dejar a un lado la alegría, la tristeza y la felicidad. La ira también es una emoción de la humanidad normal. ¿En qué circunstancias surge y se manifiesta la ira normalmente? Cuando se manifiesta la ira de la humanidad normal —o sea, cuando la integridad, la dignidad, los intereses y el espíritu y la mente de las personas se ven heridos, pisoteados e insultados—, la gente se enoja de forma natural e instintiva, lo que da lugar a la indignación o incluso al odio; este es el motivo por el que surge la ira y esta es su manifestación específica. Algunas personas se enojan sin motivo. Un asunto trivial puede incitar su ira, o alguien puede decir sin querer algo que les hiera y eso puede hacer que se les inyecten los ojos en sangre. Son demasiado temperamentales, ¿no? Ninguna de estas cosas guarda relación con su espíritu, su integridad, su dignidad, sus derechos humanos o su mundo espiritual, pero pueden montar en cólera de un momento a otro, lo cual puede deberse a que son así de temperamentales. No es normal mostrar sentimientos de ira por todo. De lo que estamos hablando aquí es de la indignación, la ira, la rabia y el odio manifestados por la humanidad normal. Estas son algunas reacciones instintivas de las personas. Cuando la integridad, la dignidad, los derechos humanos y el espíritu de una persona se ven pisoteados, insultados o heridos, esa persona se indigna. Esta indignación no es un ataque de ira ni un arrebato momentáneo, sino una reacción humana normal cada vez que quedan traumatizados la integridad, la dignidad y el espíritu de una persona. Dado que es una reacción humana normal, puede afirmarse que esta reacción está justificada y es racional, así que no es delito y no hace falta contenerla. En cuanto a los problemas que hieren a las personas hasta ese punto, deben resolverse y abordarse con justicia. Si el asunto no puede resolverse de forma razonable ni abordarse con justicia y se espera injustamente que la gente ponga en práctica el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, esto es inmoral e inhumano para la víctima y algo de lo que la gente debe ser consciente.
¿Qué puntos hemos debatido en relación con el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? Resumamos. Su esencia es la misma que la de otros dichos de conducta moral. Todas sirven a la clase dirigente y a las costumbres sociales, no se plantean desde la perspectiva de la naturaleza humana. Afirmar que estas leyes morales sirven a la clase dirigente y a las costumbres sociales puede ir un poco más allá de lo que deberíais entender y ser capaces de alcanzar con vuestra fe en Dios, aunque es algo alcanzable para aquellos que saben algo de política, ciencias sociales y pensamiento humano. Desde el punto de vista de la naturaleza humana —o sea, desde tu perspectiva—, ¿cómo deberías abordar estas cosas? Por ejemplo, supongamos que te detuvieron, encarcelaron y torturaron por tu fe. Durante varios días y noches, el gran dragón rojo no te dejó dormir y te torturó hasta dejarte medio muerto. Seas hombre o mujer, tu cuerpo y tu mente padecieron todo tipo de malos tratos y torturas y además fuiste insultado, ridiculizado y atacado por esos diablos con todo tipo de lenguaje soez y blasfemo. Después de padecer esta tortura, ¿qué sientes por este país y este Gobierno? (Odio). Eso genera odio, odio por este sistema social, odio por este partido gobernante y odio por este país. Antes sentías un inmenso respeto cuando veías a la policía estatal, pero, tras haber sido sometido a su persecución, tortura y deshonra, ese otrora sentimiento de respeto se ha desvanecido y tu corazón rebosa una palabra: odio. Odio por su falta de humanidad, odio por su consumada falta de escrúpulos y odio porque son animales y diablos y satanases. Aunque hayas sufrido enormemente siendo torturado, deshonrado e insultado por la policía estatal, has contemplado su auténtico rostro y has visto que todos ellos son bestias revestidas de piel humana y unos diablos que odian la verdad y a Dios, por lo que te embarga el odio hacia ellos. No es un odio ni un agravio personal, sino la consecuencia de haber visto claramente su esencia maligna. No es algo que hayas imaginado, deducido ni concluido, sino que son todos esos recuerdos en los que te insultan, deshonran y persiguen —incluidos cada uno de sus gestos, actos y palabras— los que llenan tu corazón de odio. ¿Es normal? (Sí). Una vez que te embarga el odio, si alguien te dijera: “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas. No vivas con odio. Eliminar el odio es la mejor forma de afrontarlo”, ¿qué sentirías al oírlo? (Asco). ¿Qué otra cosa podrías sentir sino asco? Entonces, dime, ¿es posible disipar este odio? (No). No se puede disipar. ¿Cómo puede disiparse el odio irreconciliable? Si alguien utilizara el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” para convencerte de que dejes atrás el odio, ¿podrías dejarlo atrás? ¿Cómo reaccionarías? Tu primera reacción sería: “¡Todo esto de que ‘es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’ son palabras endiabladas y comentarios irresponsables de gente que mira desde la barrera! Los que difunden las ideas y opiniones de la cultura tradicional persiguen a los cristianos y a la buena gente a diario; ¿se ven limitados y afectados por estas palabras? ¡No pararán hasta ahuyentar o exterminar hasta al último! Son diablos y satanases encubiertos. Tratan cruelmente a la gente mientras esta aún vive, y una vez muerta dicen palabras de condolencia para desorientar al resto. ¿No es terriblemente perverso?”. ¿No reaccionarías y te sentirías así? (Sí). Seguro que te sentirías así, y odiarías tanto a quien intentara convencerte que hasta querrías maldecirlo. Sin embargo, hay gente que no lo entiende, que dice: “¿Por qué lo haces? ¿No es odio? ¿No es malicia?”. Comentarios irresponsables de gente que mira desde la barrera. Tú contestarías: “Soy un ser humano, tengo dignidad e integridad, pero no me trataron como a un ser humano. Por el contrario, me trataron como a un animal o una bestia, lo que ofendió enormemente mi integridad y dignidad. ¿No son ellos los maliciosos? Tú aceptas tácitamente su malevolencia, pero, cuando nosotros nos resistimos y los odiamos, nos condenas por ello. ¿En qué te convierte eso? ¿No eres tú el malvado? No nos tratan como a seres humanos, nos torturan, pese a lo cual tú nos dices que defendamos la conducta moral humana y que devolvamos el bien por mal. ¿No estás diciendo puros sinsentidos? ¿Es normal tu humanidad? Eres un farsante y un hipócrita. ¡No solo eres sumamente malicioso, sino también perverso y desvergonzado!”. Así pues, si alguien te consuela diciéndote: “Olvídalo, ya pasó, no guardes rencor. Si siempre eres así de mezquino, al final serás tú el perjudicado. La gente tiene que aprender a dejar atrás el odio y ser indulgente siempre que pueda”, ¿qué te parecería? Pensarías: “Toda esta cultura tradicional china no es más que un instrumento de la clase dirigente para desorientar y controlar al pueblo. Ellos nunca se ven limitados por estas ideas y opiniones, sino que desorientan y perjudican cruelmente al pueblo todos los días. Yo soy una persona con dignidad e integridad, con la que han jugado y de la que han abusado gratuitamente como si fuera un animal o una bestia. Sufrí multitud de insultos y degradaciones en su presencia, y me torturaron y privaron tanto de mi dignidad e integridad que ni siquiera parecía humano. Y, pese a todo, ¿me hablas de moralidad? ¿Quién eres tú para decir unas cosas tan altisonantes? ¿No bastó con que me humillaran una vez, que quieres que me humillen otra? ¡Imposible que deje atrás este odio!”. ¿Es esta una manifestación de humanidad normal? (Sí). Es una manifestación de humanidad normal. Algunos señalan: “No es una manifestación de humanidad normal, es incitación al odio”. En ese caso, ¿quién provocó la conducta de esta persona y este odio? ¿Lo sabes? Si no hubiera sido brutalmente perseguida por el gran dragón rojo, ¿se comportaría así? Fue perseguida y solo dice lo que piensa; ¿qué tiene eso de incitación al odio? Los regímenes satánicos persiguen al pueblo de esta manera, ¿y aun así no permiten que diga lo que piensa? Satanás persigue a la gente, pero quiere mantenerla con la boca cerrada. No le permite odiar ni resistirse. ¿Qué forma de razonar es esa? ¿No deben oponerse las personas de humanidad normal a la opresión y la explotación? ¿Deberían someterse mansamente sin más? Satanás ha corrompido y perjudicado al género humano durante milenios. Una vez que los creyentes comprenden la verdad, deben despertar, resistirse a Satanás, desenmascararlo, odiarlo y rebelarse contra él. Esta es la humanidad normal, perfectamente natural y justificada. Es la acción buena y recta de la que debe ser capaz la humanidad normal, y Dios la elogia.
Se mire como se mire, el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” es muy inhumano y repugnante. Le dice a la clase dominada que no se resista a ningún trato injusto —sean cuales sean los ataques, la degradación o los perjuicios que padezca contra su integridad, su dignidad y sus derechos humanos—, sino que se someta mansamente a él. No debe vengarse ni tener pensamientos de odio, ni mucho menos pensar en represalias, sino ser indulgente siempre que pueda. ¿No es inhumano? Es evidente que sí. Dado que se exige que la clase dominada, la gente normal, haga todo esto y actúe con esta conducta moral, ¿no debería la conducta moral de la clase dirigente cumplir con creces esta exigencia? ¿No es algo a lo que esta debería estar incluso más obligada? ¿Lo ha hecho ya? ¿Podría hacerlo? ¿Se ha limitado y evaluado a sí misma por medio de este dicho? ¿Lo ha aplicado a cómo trata a su pueblo, al pueblo que gobierna? (No). Nunca lo ha hecho. Tan solo le dice a su pueblo que no mire con hostilidad a esta sociedad, a este país ni a la clase dirigente y que, sin importar el trato injusto que sufra en la sociedad o en su comunidad ni cuánto sufra física, mental y espiritualmente, debe aprender a ser indulgente siempre que pueda. Por el contrario, si la gente normal —para ellos, la plebe— les dice “no” o tiene opiniones y voces discrepantes sobre el estatus, el dominio y la autoridad de la clase dirigente, será controlada estrictamente, e incluso se le castigará con severidad. ¿Es esta la conducta moral que debe tener hacia el pueblo la clase dirigente, que defiende que “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? Si entre la gente normal de la clase dominada se produce la más mínima perturbación o cambio, o si en los pensamientos de la gente hay la más mínima oposición a ellos, se corta de raíz. Ellos controlan el corazón y la mente de la gente y la obligan a someterse a ellos sin concesiones. Es como en los refranes “Cuando el emperador manda a sus oficiales a morir, no tienen más remedio que morir” y “Todo territorio bajo el cielo pertenece al rey, todos los pueblos del mundo son vasallos del rey”. En resumidas cuentas, todo lo que hace el gobernante es correcto y el pueblo debe dejarse desorientar, controlar, insultar, jugar, pisotear y finalmente devorar por él; y la clase dirigente tiene razón haga lo que haga, y, mientras el pueblo viva, deben ser ciudadanos obedientes y no ser desleales al rey. Por muy malo que sea el rey, por muy malo que sea su reinado, la gente normal no debe decir “no” ni albergar pensamientos de resistencia, y debe obedecer incondicionalmente. Ya que “todos los pueblos del mundo son vasallos del rey”, que implica que la gente normal gobernada por el rey son sus vasallos, ¿no debería el rey dar ejemplo del dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” hacia la gente normal? Como la gente normal es necia, ignorante, desinformada y desconocedora de la ley, a menudo hace cosas ilegales y delictivas. Por ello, ¿no debería ser el rey el primero en aplicar el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? ¿No debería ser un rey tan indulgente con la gente normal como lo es con sus propios hijos? ¿No debería tener también un rey esa magnanimidad? (Sí). ¿Y se la exige a sí mismo? (No). Cuando los reyes ordenaron la represión de los credos religiosos, ¿se exigieron a sí mismos obedecer el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? Cuando su ejército y sus fuerzas policiales persiguieron y torturaron brutalmente a los cristianos, ¿pidieron a su gobierno que obedeciera el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”? Nunca se lo pidieron ni a su gobierno ni a sus fuerzas policiales. Por el contrario, instaron y obligaron al gobierno y a las fuerzas policiales a reprimir estrictamente los credos religiosos y llegaron a dictar órdenes del tipo “matadlos a golpes impunemente” y “aniquiladlos sin hacer ruido”, lo que viene a demostrar que los reyes de este malvado mundo son diablos, reyes diabólicos y satanases. A las autoridades se lo permiten todo, pero al pueblo no le permiten nada. Utilizan estos dichos tradicionales sobre conducta moral para constreñir y cohibir al pueblo por miedo a que este se levante contra ellos. De ahí que la clase dirigente utilice todo tipo de dichos sobre conducta moral para desorientar al pueblo. Tiene un único propósito, el de cohibir y atar de pies y manos al pueblo para que se someta a su dominio, y no admite resistencia. Utiliza estas teorías sobre conducta moral para idiotizar y engañar al pueblo, al que engatusa para que se doblegue y sean ciudadanos obedientes. Por mucho que la clase dirigente se salga con la suya y pisotee al pueblo, por mucho que lo oprima y explote, el pueblo solo puede someterse dócilmente y no puede resistirse en modo alguno. Incluso ante la muerte, el pueblo solo puede optar por huir. No puede resistirse, ni siquiera atreverse a pensar en ello. Ni siquiera puede mirar o tener cerca azadas y hoces, ni llevar navajas ni cortaúñas encima, con el fin de demostrar que son ciudadanos obedientes y que siempre se someterán al dominio del rey y le serán leales por siempre. ¿Hasta dónde debe llegar su lealtad? Nadie se atreve a decir: “Como pueblo, debemos supervisar y limitar a nuestro rey por medio de las ideas y puntos de vista de la cultura tradicional”, y nadie se atreve a exponer opiniones mínimamente divergentes cuando descubre que el rey comete el mal, pues de lo contrario acabaría muerto. Es evidente que el gobernante no solo se considera rey del pueblo, sino también su soberano y controlador. En la historia china, estos emperadores se llamaban a sí mismos “tianzi”. ¿Qué significa “tianzi”? Significa hijo del paraíso celestial, o “hijo del cielo”, para abreviar. ¿Por qué no se llamaban a sí mismos “hijos de la tierra”? Si nacieron en la tierra, deberían ser hijos de la tierra y, como es obvio que nacieron en la tierra, ¿por qué se llamaban a sí mismos “hijos del cielo”? ¿Con qué propósito? ¿Querían mirar por encima del hombro a todos los seres vivos y a los plebeyos? Su forma de gobernar consistía en controlar al pueblo con el poder y el estatus por encima de todo. Es decir, cuando asumían el poder y se convertían en emperadores, no dudaban en atropellar al pueblo, y este corría el riesgo de ser ejecutado por mostrar la más mínima reticencia. Así surgió el título de “hijo del cielo”. Si el emperador decía que era hijo de la tierra, parecería de condición humilde y no tendría la majestad que, según él, debía tener un rey, ni podría intimidar a la clase dominada. Así pues, insistía en afirmar que era hijo del cielo y que quería representar al cielo. ¿Podía representar al cielo? ¿Tenía esa esencia? Si uno se empeña en representar al cielo sin tener la esencia para ello, eso supone fingir. Por un lado, estos gobernantes contemplan el cielo y a Dios con hostilidad, pero, por otro, fingen ser hijos del cielo y haber recibido el mandato del cielo para propiciar su régimen. ¿No es una desvergüenza? A la luz de estos hechos, el objetivo de estos diversos dichos sobre conducta moral que se propagan entre el género humano es restringir el pensamiento normal de la gente, atarla de pies y manos, restringir su conducta y hasta sus diversos pensamientos, opiniones y manifestaciones dentro del ámbito de la humanidad normal. En el fondo, su propósito es conformar buenas costumbres y moral sociales. Por supuesto, con este resultado sirven a la ambición de la clase dirigente de gobernar mucho tiempo. Sin embargo, gobierne como gobierne esta, la víctima, en última instancia, es el género humano. El género humano se ve limitado e influido por estas diversas ideas y puntos de vista de la cultura tradicional. La gente no solo ha perdido la oportunidad de oír el evangelio y recibir la salvación de Dios, sino también la de buscar la verdad y caminar por la senda correcta en la vida. Además, bajo el control de los gobernantes, el pueblo no tiene más remedio que aceptar muchos tipos de venenos, herejías, falacias y otras cosas negativas que provienen de Satanás. Durante los últimos milenios de la larga historia de la humanidad, Satanás ha educado, inculcado y desorientado al género humano mediante la difusión de conocimiento y de diversas teorías ideológicas, con lo que muchas generaciones de personas se han visto profundamente influidas y confinadas por estas ideas y puntos de vista. Naturalmente, bajo la influencia de estas ideas y puntos de vista de Satanás, el carácter corrupto de la gente se intensifica y agrava. Es decir, sobre esta base se ha fomentado y “sublimado” el carácter corrupto de la gente, el cual ha arraigado en el fondo de su corazón, con lo que la gente reniega de Dios, se resiste a Él y se sume en las profundidades del pecado, de donde no puede salir. En cuanto a la creación de este dicho de conducta moral —“Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”—, así como en cuanto a los objetivos de postular dicha exigencia, el daño ocasionado a las personas desde que se creó este dicho de conducta moral y demás aspectos, no hablaremos de estas cosas ahora, y podéis tomaros más adelante un tiempo para continuar meditándolas vosotros solos.
Los chinos no son ajenos a los dichos sobre conducta moral de la cultura tradicional, pero estas cosas no influyen en la gente de la noche a la mañana. Tú vives en este tipo de entorno social, has recibido este tipo de educación ideológica sobre aspectos de la cultura y la moral tradicionales y estás familiarizado con estas cosas, pero nunca se te ha ocurrido pensar que pudieran tener un efecto tremendamente negativo. ¿Hasta qué punto te impedirán estas cosas creer en Dios, perseguir la verdad y entrar en las realidades-verdad, o hasta qué punto serán una influencia o un obstáculo en la senda que sigas en un futuro? ¿Sois conscientes de estas cuestiones? Deberíais seguir meditando y discerniendo el tema sobre el que hemos hablado hoy para tener una comprensión profunda del papel que desempeña la cultura tradicional en la educación del género humano, cuál es exactamente y cómo debería abordarlo correctamente la gente. Estas palabras que hemos compartido antes son útiles y beneficiosas para que comprendáis las cosas de la cultura tradicional. Desde luego, esta comprensión no es solo de la cultura tradicional, sino también de la corrupción de Satanás al género humano y de las diversas maneras en que lo corrompe, e incluso, en concreto, de los diversos puntos de vista que le inculca a la gente, así como de las diversas maneras, medios, opiniones, perspectivas, puntos de vista y demás con los que trata al mundo y al género humano. Tras alcanzar una comprensión profunda de los elementos de la cultura tradicional, lo que debéis hacer es no limitaros a evitar y rechazar los diversos dichos y puntos de vista de la cultura tradicional. Por el contrario, debes entender y diseccionar más en concreto qué perjuicios, restricciones y ataduras te han infligido los dichos sobre conducta moral que acatas y defiendes, y cómo han afectado, perturbado y obstaculizado tus pensamientos y puntos de vista sobre tu conducta, así como tu aceptación de las palabras de Dios y tu búsqueda de la verdad, con lo cual has tardado en aceptarla, comprenderla y practicarla y en someterte a Dios total y absolutamente. Estas cosas son precisamente aquellas sobre las que la gente debería reflexionar y de las que debería ser consciente. No puedes limitarle a eludirlas o rechazarlas, debes ser capaz de discernirlas y comprenderlas a fondo para que puedas liberar por completo tu mente de estas cosas falaces y desorientadoras de la cultura tradicional. Incluso aunque algunos dichos sobre conducta moral no estén profundamente arraigados en ti, pero se manifiestan de vez en cuando en tus pensamientos y nociones, todavía pueden perturbarte durante algún tiempo o en el transcurso de un solo incidente. Si no sabes discernirlos con claridad, es posible que sigas considerando algunos dichos y puntos de vista como cosas bastante positivas o cercanas a la verdad, lo cual es muy problemático. Hay ciertos dichos sobre conducta moral que te agradan bastante para tus adentros. No solo estás de acuerdo con ellos en el fondo de tu corazón, sino que, además, crees que pueden airearse públicamente, que a la gente le interesarán y que los aceptará como cosas positivas. Estos dichos son, sin duda, aquellos a los que más te cuesta renunciar. Aunque no los hayas admitido como verdad, interiormente los reconoces como positivos en tu corazón, e inconscientemente arraigan en ti y se convierten en tu vida. Una vez que creas en Dios y aceptes la verdad expresada por Dios, estas cosas surgirán de forma natural para perturbarte e impedirte aceptar la verdad. Estas son todas las cosas que impiden que la gente persiga la verdad. Si no se pueden discernir claramente, es fácil confundirlas con la verdad y concederles el mismo estatus, lo que puede tener efectos negativos sobre las personas. Puede que no hayas considerado como la verdad los dichos “No te quedes el dinero que te encuentres”, “Disfruta ayudando a otros” y “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, que no los consideres la vara de medir de tu propia conducta moral y que no los persigas como objetivos de conducta, pero esto no quiere decir que la cultura tradicional no te haya influido y corrompido. También es posible que seas una persona indiferente a los detalles triviales, por cuanto no te importa si te quedas el dinero que te encuentras ni si disfrutas ayudando a otros. No obstante, has de entender y tener clara una cosa: como vives en este tipo de entorno social, influido por una educación tradicional, tanto cultural como ideológica, es inevitable que obedezcas estos dichos que propugna el género humano y adoptes al menos algunos de ellos como vara de medir de la conducta moral. Sobre esto deberías reflexionar detenidamente. También puede ocurrir que no adoptes dichos como “No te quedes el dinero que te encuentres” o “Disfruta ayudando a otros” como vara de medir de la conducta moral, sino que en el fondo de tu corazón pienses que otros dichos, como “Daría la vida por un amigo”, son especialmente nobles, y que se hayan convertido en dogmas que influyen en tu vida o en el criterio más elevado por el que contemplas a las personas y las cosas, te comportas y actúas. ¿Qué demuestra esto? Que, aunque en el fondo de tu corazón no veneres ni obedezcas deliberadamente la cultura tradicional, tus dogmas de conducta, la manera en que te comportas y tus objetivos vitales, así como los principios, los mínimos y los dogmas de tus objetivos vitales, no están en absoluto libres de la cultura tradicional. No se han librado de los valores de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad que defiende el género humano, ni de algún dogma de conducta moral promovido por este; en absoluto se han librado de estos confines. Por decirlo claramente, mientras seas un ser humano corrupto y viviente y comas los alimentos del mundo humano, los principios de conducta y vida que sigas no serán sino estos principios y dogmas de conducta moral de la cultura tradicional. Debéis comprender estas palabras que digo y estos problemas que expongo. Sin embargo, tal vez tú creas que no tienes estos problemas, por lo que no te importa lo que digo. La realidad es que toda persona tiene estos problemas en mayor o menor medida, te des cuenta de ello o no, y esto es algo sobre lo que deberían reflexionar detenidamente y comprender aquellos que creen en Dios y persiguen la verdad.
Acabamos de afirmar que el dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” es una exigencia impuesta sobre la conducta moral del género humano. También hemos diseccionado algunos problemas de este dicho y algunos de sus efectos sobre los humanos. Ha introducido ideas y puntos de vista malsanos en el género humano y ha tenido ciertos efectos negativos en los objetivos y la supervivencia de las personas de los que la gente debería ser consciente. ¿Y cómo deben entender los creyentes los problemas relacionados con la magnanimidad y amplitud de miras en la humanidad? ¿Cómo entenderlos de parte de Dios de forma correcta y positiva? ¿No se ha de entender también esto? (Sí). En realidad, no es difícil comprender estas cosas. No es preciso adivinar ni investigar ninguna información. Con solo aprender algo de las cosas que Dios ha dicho, de la obra que ha llevado a cabo entre la gente y de Su carácter tal como se muestra en las distintas formas en que trata a todo tipo de personas, podemos saber exactamente cuál es la opinión de Dios sobre estos dichos y puntos de vista de la cultura tradicional y cuáles exactamente Sus intenciones. Observando las intenciones y opiniones de Dios, la gente debería tener una senda por la que perseguir la verdad. El dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto”, que la gente obedece, significa que, cuando a una persona se le corta la cabeza y esta cae al suelo, ahí se acaba el asunto y no hay que hacer más. ¿Esto no es un punto de vista? ¿No es un punto de vista que suele tener la gente? Significa que, una vez que una persona llega al final de su vida física, esa vida se acaba. Todas las cosas malas que esa persona ha hecho en vida y todo el amor, el odio, la pasión y la enemistad que ha experimentado, se declaran terminados en ese momento, y se considera que esa vida ha concluido. La gente cree esto, pero, observando las palabras de Dios y las diversas señales de Sus actos, ¿es este el principio de actuación de Dios? (No). ¿Y cuál es el principio de actuación de Dios? ¿En qué se basa Dios para hacer esas cosas? Algunos dicen que Dios las hace en función de Sus decretos administrativos, lo cual es correcto, pero no es la historia completa. Por un lado, las hace en función de Sus decretos administrativos, pero, por otro, trata a todo tipo de personas en función de Su carácter y esencia; esa es la historia completa. A ojos de Dios, si matan a una persona y su cabeza cae al suelo, ¿termina su vida? (No). ¿Y de qué manera pone fin Dios a la vida de una persona? ¿Así se ocupa Dios de una persona? (No). La forma en que Dios se ocupa de cualquier persona no consiste en matarla cortándole la cabeza, y ya. Hay un principio y un final, una coherencia y una perseverancia en la forma en que Dios se ocupa del género humano. Desde el momento en que un alma se reencarna en un ser humano hasta que regresa al reino espiritual al término de la vida física de la persona, siga el derrotero que siga, ya sea en el reino espiritual o en el mundo material, el alma debe someterse a la gestión de Dios. Al final, que sea premiada o castigada depende de los decretos administrativos de Dios, y hay unas reglas celestiales. Esto significa que la manera en que Dios trata a una persona depende del destino de toda la vida que Él ha decretado para cada persona. Concluido el destino de una persona, esta se somete a la gestión de Dios en función de la ley ordenada por Él y de las reglas celestiales, que castigan el mal y premian el bien. Si esta persona ha cometido un mal considerable en el mundo, debe someterse a un castigo considerable; si no ha cometido mucho mal y hasta ha hecho algunas buenas acciones, ha de ser premiada. Que pueda continuar reencarnándose y que renazca como ser humano o animal depende de su desempeño en esta vida. ¿Por qué hablo sobre estas cosas? Porque al dicho “Es inútil decapitar a un hombre muerto” se le une otro: “sé indulgente siempre que puedas”. Dios no habla ni actúa intentando suavizar las cosas sin principios. Los actos de Dios se revelan en la forma en que Él se ocupa de todo ser creado de principio a fin, gracias a lo cual la gente aprecia claramente que Dios es quien tiene la soberanía del destino de los seres humanos, el cual Él instrumenta y dispone, y que luego castiga el mal y premia el bien según la conducta de una persona e impone castigos cuando es preciso. Según lo estipulado por Dios, una persona debe ser castigada durante tantos años y tantas reencarnaciones en función de cuántas maldades haya cometido, y el reino espiritual aplica esto según las reglas establecidas y sin la más mínima divergencia. Esto no se puede cambiar, y quien lo haga vulnera las reglas celestiales ordenadas por Dios y será castigado sin excepción. A ojos de Dios, estas reglas celestiales no pueden vulnerarse. ¿Qué significa esto? Que cualquier persona, sin importar qué mal haya cometido ni qué reglas y regulaciones celestiales haya vulnerado, será finalmente tratada sin concesiones. A diferencia de las leyes del mundo —en que hay libertad condicional, o alguien puede interceder, o el juez puede obedecer sus inclinaciones y hacer un acto de bondad siendo indulgente siempre que pueda para que la persona no sea condenada por el delito y no sea castigada en consecuencia—, las cosas en el reino espiritual no funcionan así. Dios trata las vidas pasadas y presentes de cada ser creado exclusivamente según las leyes fijadas por Él; es decir, según las reglas del cielo. Da igual lo graves o nimias que sean las transgresiones de una persona, lo grandes o insignificantes que sean sus buenas acciones, cuánto hayan durado sus transgresiones o sus buenas acciones o hace cuánto tiempo ocurrieran. Nada de esto cambia la forma en que el Señor de la creación trata a los seres humanos que Él ha creado. En otras palabras, las reglas celestiales creadas por Dios nunca cambian. Este es el principio subyacente a los actos de Dios y Su modo de hacer las cosas. Desde que comenzaron a existir los seres humanos y Dios empezó a obrar entre ellos, los decretos administrativos creados por Él —o sea, las reglas del cielo— no han variado. Por tanto, en última instancia, Dios tiene maneras de abordar las transgresiones y las buenas y malas acciones de todo tipo del género humano. Todos y cada uno de los seres creados deben pagar el precio correspondiente por sus actos y conductas. Ahora bien, cada ser creado es castigado por Dios por rebelarse contra Él, por las acciones malvadas que ha cometido y por las transgresiones que ha dejado tras de sí, no porque Dios haya comenzado a odiar a la gente. Dios no forma parte de la especie humana. Dios es Dios, Señor de la creación. Todos y cada uno de los seres creados son castigados no porque el Señor de la creación odie a las personas, sino porque estas han vulnerado las reglas, reglamentos, leyes y mandamientos celestiales fijados por Dios, y nadie puede cambiar esto. Desde este punto de vista, a ojos de Dios nunca existe eso de “ser indulgente siempre que puedas”. Puede que no entendáis del todo lo que digo, pero, en cualquier caso, el objetivo último es que sepáis que Dios no tiene odio, sino únicamente las reglas del cielo, los decretos administrativos, las leyes, Su carácter y Su ira y majestad, que no toleran ofensa. Por consiguiente, a ojos de Dios no existe eso de “ser indulgente siempre que puedas”. No deberías medir a Dios por la exigencia de ser indulgente siempre que se pueda, ni someter a Dios a escrutinio por ella. ¿Qué significa “someter a escrutinio a Dios”? Significa que, a veces, cuando Dios muestra misericordia y tolerancia a la gente, algunos dirán: “¡Mirad, Dios es bueno, Dios ama a la gente, es indulgente siempre que puede y verdaderamente tolerante con los seres humanos! ¡Dios es más abierto de mente que nadie, mucho más que los seres humanos, incluso que los primeros ministros!”. ¿Es correcto? (No). Si alabas a Dios de esta manera, ¿procede decir esto? (No, no procede). Esta manera de hablar es un error y no puede aplicarse a Dios. Los seres humanos se esfuerzan por ser indulgentes siempre que pueden para mostrar generosidad y tolerancia y hacer alarde de que son personas tolerantes, magnánimas y de virtudes nobles. En cuanto a Dios, en Su esencia hay misericordia y tolerancia. La misericordia y la tolerancia son la esencia de Dios. Sin embargo, la esencia de Dios no es lo mismo que la magnanimidad y tolerancia que los seres humanos muestran al ser indulgentes siempre que pueden. Son dos cosas distintas. Al ser indulgentes siempre que pueden, el objetivo de los seres humanos es que la gente diga cosas buenas de ellos, que tienen generosidad y gracia y que son buenas personas. Eso también obedece a presiones sociales, por supervivencia. La gente solo muestra algo de generosidad y de apertura de mente hacia los demás para lograr un objetivo, no para obedecer o cumplir criterios de conciencia, sino para que otros la admiren e idolatren, o como parte de alguna motivación oculta o algún ardid. No actúa con pureza. ¿Y hace Dios cosas como, por ejemplo, ser indulgente siempre que puede? Dios no hace cosas así. Algunos preguntan: “¿No muestra Dios también indulgencia hacia las personas? Y, cuando lo hace, ¿no está siendo indulgente siempre que puede?”. No, aquí hay una diferencia que la gente debe entender. ¿Qué debe entender la gente? Que, cuando las personas aplican el dicho “sé indulgente siempre que puedas”, lo hacen sin principios. Lo hacen porque sucumben a las presiones sociales y a la opinión pública y para fingir que son buenas personas. Con estos objetivos impuros, y tras una máscara de hipocresía para alardear de buenas personas, la gente lo hace a regañadientes. O tal vez se ve obligada por las circunstancias y quiere vengarse, pero no puede, y, en esta situación sin más opción, obedece este dogma a regañadientes. No es una manifestación de su esencia interior. Las personas capaces de hacer esto no son verdaderamente buenas ni personas que realmente amen las cosas positivas. ¿Y cuál es la diferencia entre la tolerancia y misericordia de Dios hacia la gente, y las personas que ponen en práctica el dicho “sé indulgente siempre que puedas”? Decidme cuáles son las diferencias. (Que Dios actúa según principios. Por ejemplo, el pueblo de Nínive recibió la tolerancia de Dios tras arrepentirse sinceramente. Por esto sabemos que Dios actúa según principios y, asimismo, que en la esencia de Dios hay misericordia y tolerancia hacia las personas). Muy bien. Aquí hay dos diferencias principales. Lo que acabáis de mencionar es crucial: Dios actúa según principios. Todo lo que hace Dios tiene un límite y un alcance claros, y estos son cosas que la gente puede comprender. Es decir, hay ciertos principios en todo lo que hace Dios. Por ejemplo, Dios mostró indulgencia al pueblo de Nínive por sus transgresiones. Cuando el pueblo de Nínive dejó atrás la maldad y se arrepintió sinceramente, Dios lo perdonó y prometió no arrasar la ciudad. Este fue el principio subyacente a los actos de Dios. ¿Cómo se puede entender este principio aquí? Como que era el mínimo. A tenor de la comprensión y la forma de hablar de los seres humanos, se puede afirmar que esto era el mínimo para Dios. Siempre y cuando el pueblo de Nínive abandonara el mal en sus manos, dejara de vivir en pecado y de renegar de Dios como antes, y fuera capaz de arrepentirse sinceramente ante Él, este arrepentimiento sincero era, para Dios, el mínimo que les pedía. Si eran capaces de alcanzar el arrepentimiento sincero, Dios sería indulgente con ellos. Si, por el contrario, no hubieran alcanzado el arrepentimiento sincero, ¿habría recapacitado Dios? ¿Habrían variado la decisión y el plan previos de Dios de arrasar dicha ciudad? (No). Dios les dio dos opciones: la primera, continuar con sus comportamientos malvados y afrontar la aniquilación, en cuyo caso toda la ciudad sería arrasada; la segunda, dejar atrás la maldad, arrepentirse sinceramente ante Él con cilicio y ceniza y confesarle los pecados desde lo más hondo del corazón, en cuyo caso Él sería indulgente con ellos y, sin importar qué mal hubieran cometido anteriormente ni lo grave que fuera el alcance de su maldad, Él decidiría no arrasar la ciudad por su arrepentimiento. Dios les dio dos opciones y, en vez de elegir la primera, eligieron la segunda: arrepentirse sinceramente ante Dios con cilicio y ceniza. ¿Cuál fue el resultado final? Lograron que Dios cambiara de idea; es decir, que recapacitara, cambiara de planes, les mostrara indulgencia y no arrasara la ciudad. ¿No es este el principio según el cual obra Dios? (Sí). Este es el principio según el cual obra Dios. Además, hay otro punto crucial: en la esencia de Dios hay amor y misericordia, pero, naturalmente, también intolerancia hacia las ofensas del hombre e ira. En el caso de la inminente destrucción de Nínive, se revelaron ambos aspectos de la esencia de Dios. Cuando Dios vio las acciones malvadas de ese pueblo, la esencia de Su ira se manifestó y se reveló. ¿Tiene algún principio la ira de Dios? (Sí). En pocas palabras, este principio afirma que la ira de Dios tiene un fundamento. No se trata de enojo ni de furia indiscriminada, y ni mucho menos de un tipo de sentimiento. Más bien es un carácter que surge y se revela de forma natural en un contexto determinado. La ira y majestad de Dios no toleran ofensa. En lenguaje humano, esto significa que Dios se enojó y enfureció por las acciones malvadas de los ninivitas. Para ser precisos, Dios se enojó porque tiene una faceta intolerante a las ofensas de las personas, por lo que, ante las acciones perversas de aquellas y la aparición y el surgimiento de cosas negativas, Dios, naturalmente, reveló Su ira. Entonces, si se reveló la ira de Dios, ¿arrasaría inmediatamente la ciudad? (No). Así puede apreciarse que Dios actúa según principios. No es que, una vez que Dios está enojado, diga: “Yo tengo la autoridad. ¡Te aniquilaré! ¡Sea cual sea tu problema, no te voy a dar una oportunidad!”. No es así. ¿Qué hizo Dios? Dios hizo una serie de cosas. ¿Cómo debe interpretarlas la gente? La serie de cosas que hizo Dios se fundamentan en Su carácter. No surgieron meramente de Su ira. Esto quiere decir que la ira de Dios no es impetuosidad. No es como la impetuosidad de los seres humanos, que impulsivamente dicen: “Tengo el poder, te mataré, te ajustaré las cuentas”, o, como dice el gran dragón rojo: “Si te atrapo, te mataré y te golpearé hasta la muerte sin consecuencias”. Esta es la forma en que actúan Satanás y los diablos. La impetuosidad proviene de Satanás y los diablos. No hay impetuosidad en la ira de Dios. ¿Cómo se manifiesta Su ausencia de impetuosidad? Cuando Dios vio lo corrompidos que estaban los ninivitas, se enojó y enfureció. No obstante, tras enojarse, no los arrasó sin mediar palabra a consecuencia de la esencia de Su ira. Por el contrario, envió a Jonás a que informara al pueblo de Nínive de lo que iba a hacer, le comunicara lo que iba a hacer y por qué, para que lo tuviera claro y para darle un rayo de esperanza. Este hecho les enseña a los seres humanos que la ira de Dios se revela a raíz de la aparición de cosas negativas y malas, pero es distinta de la impetuosidad del género humano y de los sentimientos del mismo. Algunos dicen: “La ira de Dios es distinta de la impetuosidad y los sentimientos humanos. ¿Es controlable?”. No, controlable no es la palabra adecuada, no procede. Para ser precisos, la ira de Dios tiene unos principios. En Su ira, Dios hizo una serie de cosas que demuestran aún más que Sus actos contienen unas verdades y unos principios y, al mismo tiempo, también informa al género humano de que, aparte de Su ira, Dios también tiene misericordia y amor. Cuando Dios dedica Su misericordia y amor al género humano, ¿qué beneficios recibe este? Es decir, si la gente confiesa sus pecados y se arrepiente como lo enseña Dios, puede recibir de Él una oportunidad de vivir y la esperanza y la posibilidad de sobrevivir. Esto significa que la gente puede seguir viviendo con el permiso de Dios, a condición de que se haya confesado y arrepentido sinceramente, y entonces podrá recibir la promesa que Dios le da. ¿No hay unos principios en toda esta serie de afirmaciones? Verás, detrás de cada cosa y cada obra que lleva a cabo Dios hay, en lenguaje humano, un razonamiento y una exigencia o, en palabras de Dios, verdades y principios. Eso difiere de la forma de actuar de los seres humanos, y ni mucho menos está viciado por la impetuosidad de estos. Algunos exclaman: “¡El carácter de Dios es tranquilo, no impulsivo!”. ¿Es así? No, no se puede decir que el carácter de Dios sea tranquilo, comedido y no impulsivo; esa es la manera de evaluarlo y describirlo que tiene el género humano. Hay unas verdades y unos principios en lo que Dios hace. Haga lo que haga, tiene un fundamento, y este fundamento es la verdad y Su carácter.
Para tratar con el pueblo de Nínive, Dios hizo una serie de cosas. Primero envió a Jonás a que advirtiera al pueblo de Nínive: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada” (Jonás 3:4). ¿Es mucho cuarenta días? Exactamente un mes y diez días, bastante, suficiente para que la gente piense y recapacite durante un tiempo y alcance el arrepentimiento sincero. Si hubieran sido cuatro horas o cuatro días, no habría sido suficiente para arrepentirse. Sin embargo, Dios concedió cuarenta días, mucho tiempo, más que suficiente. ¿Qué tamaño puede tener una ciudad? Jonás recorrió la ciudad de punta a punta e informó a todo el mundo en pocos días, de modo que todos los ciudadanos y hogares recibieron el mensaje. Esos cuarenta días fueron más que suficientes para preparar cilicio o ceniza y para cualquier otro preparativo necesario. ¿Qué se desprende de estas cosas? Que Dios concedió al pueblo de Nínive tiempo suficiente para que supiera que iba a arrasar su ciudad y para que se preparara, recapacitara y se examinara a sí mismo. En lenguaje humano, Dios hizo todo lo que podía y debía. Ese período de cuarenta días fue suficiente en la medida en que les dio a todos, del rey al pueblo llano, tiempo suficiente para recapacitar y prepararse. Esto evidencia, por un lado, que lo que Dios hace por la gente es mostrar tolerancia y, por otro, que Dios se preocupa de corazón por las personas y siente verdadero amor por ellas. Efectivamente, la misericordia y el amor de Dios existen y Su corazón es fiel, sin fingimiento alguno. Para dar a la gente la oportunidad de arrepentirse, le concedió cuarenta días. Esos cuarenta días condensaron la tolerancia y el amor de Dios. Esos cuarenta días fueron suficientes para dejarle comprobar y demostrarle a la gente que Dios tiene una preocupación y un amor sinceros por ella y que la misericordia y el amor de Dios realmente existen sin fingimiento alguno. Alguno dirá: “¿No dijiste antes que Dios no ama a la gente, que la odia? ¿No es contradictorio con lo que acabas de explicar?”. ¿Es contradictorio? (No, no lo es). Dios se preocupa de corazón por la gente, tiene la esencia del amor. ¿Esto difiere de la afirmación de que Dios ama a la gente? (Sí). ¿En qué difiere? ¿Ama Dios realmente a las personas o las odia? (Ama a las personas). ¿Por qué, entonces, Dios sigue maldiciendo, castigando y juzgando a las personas? Si no tenéis claro algo tan importante, debéis de haberlo malinterpretado. ¿Es esto una contradicción entre Dios y tú? Si no lo tienes claro, ¿no es probable que surja un abismo entre Dios y tú? Dime, si Dios ama a las personas, ¿también las odia? ¿Influye el amor de Dios hacia la gente en Su odio hacia ella? ¿Influye el odio de Dios hacia la gente en Su amor hacia ella? (No, no lo hace). Entonces, ¿por qué ama Dios a las personas? Dios se hizo carne para salvar a la gente; ¿no es este Su máximo amor? ¡Qué lamentable que no lo sepáis! Si ni siquiera sabéis por qué ama Dios a la gente, eso es ridículo. Decidme, ¿de dónde deriva el amor de una madre hacia su hijo? (Del instinto). Así es. El amor maternal deriva del instinto. ¿Y se basa dicho amor en si el hijo es bueno o perverso? (No, no se basa en eso). Por ejemplo, aunque el niño sea muy travieso y a veces exaspere a su madre, al final ella lo sigue queriendo. ¿Por qué? La forma en que trata a su hijo se deriva del instinto de su papel de madre. Por este amor maternal instintivo que tiene, su amor por el niño no se basa en si este es bueno o perverso. Algunas personas alegan: “Si una madre ama instintivamente a su hijo, ¿por qué, no obstante, le pega una bofetada? ¿Por qué, no obstante, lo odia? ¿Por qué a veces se enoja y lo regaña? ¿Y por qué a veces se enoja tanto que no quiere saber más de él? ¿No decías que una madre tiene amor y ama a su hijo? Entonces, ¿cómo puede ser tan despiadada?”. ¿Es una contradicción? No, no es una contradicción. La forma en que una madre trata a su hijo depende de la actitud del hijo hacia la madre y de la conducta del hijo. Sin embargo, trate como trate a su hijo, aunque le pegue una bofetada y lo odie, esto no tiene que ver con la existencia de su amor maternal. Del mismo modo, ¿de dónde deriva el amor de Dios hacia las personas? (De que Dios tiene la esencia del amor). Exacto. Por fin lo habéis dejado claro. El quid de la cuestión es que Dios tiene la esencia del amor. Dios ama a la gente y se preocupa por ella porque, por un lado, Él tiene la esencia del amor. En dicho amor hay misericordia, bondad, tolerancia y paciencia. Por supuesto, también hay manifestaciones de preocupación, y a veces inquietud, tristeza, etc. Todo esto viene determinado por la esencia de Dios. Esta es una observación desde un punto de vista subjetivo. Desde un punto de vista objetivo, los seres humanos son creados por Dios, al igual que un niño nace de su madre, y esta, naturalmente, se preocupa por él y hay unos lazos de sangre inseparables entre ellos. Aunque Dios y los seres humanos no tienen estos lazos de sangre, como los llamarían ellos, estos son, no obstante, creación de Dios, y Él se preocupa y siente afecto por ellos. Dios quiere que los seres humanos sean buenos y caminen por la senda correcta, pero ver que los corrompe Satanás, caminan por la senda del mal y sufren es algo que entristece y angustia a Dios. Normal, ¿no? Dios tiene estas reacciones, estos sentimientos y estas manifestaciones, que surgen a raíz de Su esencia y son inseparables de la relación constituida por la creación del hombre por parte de Dios. Todos estos son hechos objetivos. Algunos dicen: “Puesto que la esencia de Dios tiene amor, ¿por qué aun así Dios odia a la gente? ¿No se preocupa Dios por las personas? ¿Por qué aun así las odia?”. Aquí también hay un hecho objetivo: que el carácter, la esencia y otros aspectos de las personas son incompatibles con Dios y con la verdad, de manera que lo que las personas manifiestan y revelan ante Dios le resulta repugnante y abominable. Conforme pasa el tiempo, el carácter corrupto de las personas se agrava cada vez más, sus pecados son cada vez más graves y, asimismo, la gente es sumamente intransigente, categóricamente impenitente, y no admite la más mínima verdad. Está en total desacuerdo con Dios; de ahí que se despierte Su odio. ¿Y de dónde viene el odio de Dios? ¿Por qué surge? Surge porque el carácter de Dios es justo y santo, y Su odio lo provoca Su esencia. Dios aborrece el mal, detesta lo negativo y abomina las fuerzas y cosas malignas. Por tanto, Dios abomina esta especie humana corrupta. Así pues, el amor y el odio que Dios revela por los seres creados son normales y vienen determinados por Su esencia. No existe contradicción alguna. Algunos preguntan: “Entonces, en realidad, ¿Dios ama u odia a las personas?”. ¿Cómo responderías a eso? (Depende de la actitud de la gente hacia Dios o de si la gente se ha arrepentido sinceramente). Esto es básicamente cierto, mas no del todo exacto. ¿Por qué no es exacto? ¿Consideráis necesario que Dios ame a la gente? (No). Las palabras de Dios dirigidas al género humano y toda la obra que lleva a cabo en las personas son manifestaciones naturales de Su carácter y esencia. Dios tiene Sus principios; no necesariamente tiene que amar a las personas, pero tampoco tiene que odiarlas necesariamente. Lo que Dios le pide a la gente es que persiga la verdad, siga Su camino y se comporte y actúe según Sus palabras. Dios no tiene que amar a la gente necesariamente, pero tampoco tiene que odiarla. Esto es así, y la gente ha de entenderlo. Acabáis de decir que Dios ama u odia a las personas por su conducta. ¿Por qué es inexacto esto? Dios no tiene que amarte necesariamente, ni tiene que odiarte en absoluto. Dios puede incluso ignorarte. Tanto si persigues la verdad y te comportas y actúas según las palabras de Dios, como si no aceptas la verdad y hasta te rebelas contra Dios y te resistes a Él, al final Él recompensará a cada persona según lo que haya hecho. Los que hagan el bien serán premiados, mientras que los que hagan el mal serán castigados. A esto se le llama abordar los asuntos con justicia y equidad. Es decir, como ser creado, no tienes motivo para exigir a Dios que te trate de determinada forma. Cuando tratas a Dios y la verdad con anhelo y persigues la verdad, piensas que Él debe amarte, pero, si Dios te ignora y no te ama, sientes que Él no es Dios. O, cuando te rebelas contra Dios, piensas que debe odiarte y castigarte, pero, si te ignora, sientes que Él no es Dios. ¿Es correcto pensar así? (No, no es correcto). Las relaciones entre personas, como la relación entre padres e hijos, pueden evaluarse de este modo —es decir, que el amor u odio de los padres hacia sus hijos se basa a veces en la conducta de estos—, pero la relación entre los seres humanos y Dios no puede evaluarse así. La relación entre los seres humanos y Dios es la relación entre seres creados y Creador, y no hay ningún vínculo de sangre. Es una mera relación entre seres creados y Creador. Por consiguiente, los seres humanos no pueden exigir que Dios los ame o que se posicione respecto a ellos. Son unas exigencias irracionales. Este tipo de punto de vista es erróneo e incorrecto; la gente no puede hacer semejantes exigencias. Por ello, mirándolo ahora, ¿tienen realmente los seres humanos una comprensión exacta del amor de Dios? Su comprensión anterior era inexacta, ¿no? (Sí). Hay unos principios sobre si Dios ama u odia a las personas. Si lo que persiguen los seres humanos o su conducta concuerda con la verdad y es del agrado de Dios, Él le da Su visto bueno. No obstante, la gente tiene una esencia corrupta y puede revelar un carácter corrupto e ir en pos de ideales y deseos que cree correctos o que le gustan. Eso es algo que Dios odia y a lo que no da Su visto bueno. Sin embargo, en contra de lo que la gente piensa —que Dios la colmará de premios cuando le dé Su visto bueno o que la disciplinará y castigará cuando no—, esto no es así. Dios actúa según principios. Esto habla de la esencia de Dios y así ha de entenderlo la gente.
Acabo de plantear una pregunta y de hablar sobre los principios de actuación de Dios y la esencia de Dios. ¿Qué pregunta acabo de hacer? (Dios acaba de preguntar por la diferencia entre Su tolerancia y misericordia hacia las personas y la práctica humana de ser indulgente siempre que se pueda. Luego compartiste que Dios no actúa de acuerdo con esta filosofía para los asuntos mundanos. Dios aborda las transgresiones de las personas principalmente en función de dos aspectos: por un lado, Dios actúa según principios, y, por otro, en la esencia de Dios hay tanto misericordia como ira). Esa es, en efecto, la forma correcta de entenderlo. Los principios de Dios para actuar de este modo se fundamentan en Su esencia y carácter y no tienen nada que ver con ser indulgente siempre que se pueda, lo cual es una filosofía para los asuntos mundanos que sigue el género humano. Los actos de la gente se fundamentan en filosofías satánicas y se rigen por actitudes satánicas. Los actos de Dios son manifestación de Su carácter y esencia. En la esencia de Dios hay amor, misericordia y, por supuesto, odio. Entonces, ¿entiendes ahora cuál es la actitud de Dios hacia las acciones malvadas de los seres humanos y sus diversas formas de rebelión y traición? ¿En qué se basa la actitud de Dios? ¿Es fruto de Su esencia? (Sí). En la esencia de Dios hay misericordia, amor e ira. La esencia de Dios es justicia, y de esta esencia surgen los principios de actuación de Dios. ¿Y cuáles son exactamente estos principios? Otorgar misericordia en abundancia y descargar Su ira intensamente. Esto no tiene absolutamente nada que ver con ser indulgente siempre que se pueda, cosa que se practica entre los seres humanos y tiene apariencia de dogma muy noble, pero que a ojos de Dios no vale nada. Como creyente, por un lado, no puedes juzgar la esencia de Dios, Sus actos y Sus principios de actuación en función de este dogma. Además, desde su propia perspectiva, la gente no debería obedecer esta filosofía para los asuntos mundanos; debería tener un principio para tomar decisiones cuando le sucedan las cosas y para lidiar con ellas. ¿Cuál es ese principio? Las personas no tienen la esencia de Dios y, por supuesto, no pueden hacerlo todo con unos principios claros como lo hace Dios, ni repartir oportunidades desde lo alto y ser indulgentes con todo el mundo. No pueden hacerlo. Entonces, ¿qué debes hacer tú ante cosas que te perturban, te hieren, insultan tu dignidad y tu personalidad, o incluso te lastiman en cuerpo y alma? Si obedeces el dicho sobre conducta moral “sé indulgente siempre que puedas”, entonces tratas de suavizar las cosas sin tener en cuenta los principios, eres complaciente y crees que no es fácil salir adelante en este mundo, que no puedes enemistarte con nadie y que debes procurar ofender menos o nada en absoluto, ser indulgente siempre que puedas, nadar entre dos aguas en toda ocasión, ser totalmente equidistante, no ponerte en peligro y aprender a protegerte. ¿Esto no es una filosofía para los asuntos mundanos? (Sí). Es una filosofía para los asuntos mundanos y no un principio que Dios enseña al género humano. Entonces, ¿cuál es el principio que Dios enseña a la gente? ¿Cuál es la definición de perseguir la verdad? Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Si ocurriera algo que despertara tu odio, ¿cómo lo contemplarías? ¿En qué te basarías para contemplarlo? (En las palabras de Dios). Exacto. Si no sabes cómo contemplar estas cosas según las palabras de Dios, solo puedes ser indulgente siempre que te sea posible, reprimir tu indignación, hacer concesiones y esperar tu momento mientras buscas la ocasión de tomar represalias; esa es la senda que tomarías. Si quieres perseguir la verdad, debes contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios y preguntarte: “¿Por qué me trata así esta persona? ¿Cómo puede ocurrirme esto a mí? ¿Por qué es posible semejante resultado?”. Hay que contemplar esas cosas según las palabras de Dios. Lo primero que hay que hacer es saber aceptar este asunto de parte de Dios y aceptar activamente que viene de Él y que es útil y beneficioso para ti. Para aceptarlo de parte de Dios, primero debes considerarlo como algo que Él instrumenta y rige. Todo lo que sucede bajo el sol, todo lo que puedes sentir, todo lo que puedes ver, todo lo que puedes oír…, todo sucede con el permiso de Dios. Tras aceptar este asunto de parte de Dios, evalúalo según Sus palabras y averigua qué clase de persona hizo esto y cuál es la esencia de este asunto, independientemente de si lo que dijo o hizo te hirió, si tu cuerpo y alma han recibido un duro golpe o si tu talante se ha visto pisoteado. Antes de nada, observa si la persona es malvada o una persona corrupta corriente discerniendo en primer lugar cómo es según las palabras de Dios, y discerniendo y tratando después este asunto de acuerdo con ellas. ¿No son estos los pasos correctos que hay que seguir? (Sí). Primero acepta este asunto de parte de Dios y contempla a las personas implicadas según Sus palabras para determinar si son hermanos y hermanas corrientes, gente malvada, anticristos, incrédulos, espíritus malignos, demonios inmundos o espías del gran dragón rojo, y si lo que hicieron fue una demostración general de corrupción o un acto malvado con la deliberada intención de perturbar y trastornar. Todo esto ha de determinarse comparándolo con las palabras de Dios. Evaluar las cosas según las palabras de Dios es el método más preciso y objetivo. Hay que diferenciar a las personas y abordar los asuntos según las palabras de Dios. Debes reflexionar: “Este incidente ha herido muchísimo mi corazón y mi alma y me ha entristecido. No obstante, ¿en qué sentido me ha edificado este incidente para mi entrada en la vida? ¿Cuál es la intención de Dios?”. Esto te lleva al quid de la cuestión, que debes averiguar y comprender: o sea, seguir la senda correcta. Debes buscar la intención de Dios y pensar: “Este incidente me ha traumatizado en cuerpo y alma. Siento angustia y dolor, pero no puedo ser negativo ni reprochar nada. Lo principal es discernir, diferenciar y decidir si este incidente es realmente beneficioso para mí, o no, según las palabras de Dios. Si es fruto de la disciplina de Dios, y es beneficioso para mi entrada en la vida y para la comprensión de mí mismo, debo aceptarlo y someterme a ello; si es una tentación de Satanás, debo orar a Dios y abordarlo con prudencia”. ¿Supone una entrada positiva buscar y pensar así? ¿Supone contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios? (Sí). A continuación, sea cual sea el asunto con el que estés lidiando o los problemas que surjan en tus relaciones con la gente, debes buscar las palabras pertinentes de Dios para resolverlos. ¿Cuál es el objetivo de toda esta serie de actuaciones? Contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios para que tu perspectiva y tu postura respecto a las personas y las cosas sean completamente distintos. El objetivo no es adquirir una buena reputación y quedar bien para ser muy valorado ni generar armonía en el país y en la sociedad para, con ello, satisfacer a la clase dirigente; sino vivir según las palabras de Dios y la verdad para satisfacerlo a Él y glorificar al Creador. Solo si practicas de esta manera puedes ajustarte completamente a las intenciones de Dios. Por tanto, no has de obedecer los dichos sobre conducta moral de la cultura tradicional. No has de plantearte: “Cuando me ocurra un asunto así, ¿no debería poner en práctica el dicho ‘Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’? Si no puedo hacerlo, ¿qué pensará de mí la opinión pública?”. No has de limitarte y controlarte con estos dogmas morales. En cambio, debes adoptar la perspectiva de alguien que persigue la verdad y abordar a las personas y las cosas de la forma en que Dios te indica que persigas la verdad. ¿No es un modo de existencia totalmente novedoso? ¿Acaso no son una visión y un objetivo de vida enteramente nuevos? (Sí). Cuando adoptas este modo de contemplar a las personas y las cosas, no es preciso que te digas deliberadamente: “Debo hacer esto o aquello si quiero ser magnánimo y hacerme un hueco entre la gente”, no has de ser tan duro contigo mismo, no hace falta que vivas en contra de tu voluntad, y tu humanidad no ha de desvirtuarse tanto. Por el contrario, aceptarás de forma natural y de buena gana estos ambientes, personas, asuntos y cosas que vienen de Dios. Y no solo eso: también podrás tener beneficios que no esperabas. Al lidiar con esas cosas que despiertan tu odio, habrás aprendido a discernir cómo es realmente la gente según las palabras de Dios y a discernir y abordar dichas cosas de acuerdo con las palabras de Dios. Tras un tiempo de experiencias, vivencias y luchas, habrás descubierto los principios-verdad necesarios para abordar esas cosas y aprendido qué principios-verdad aplicar al lidiar con dichas personas, cuestiones y cosas. ¿No es esto seguir la senda correcta? De este modo, tu humanidad habrá mejorado porque sigues la senda de perseguir la verdad; es decir, ya no vives simplemente de acuerdo con tu conciencia y razón humanas y, cuando suceden las cosas, no las contemplas únicamente con pensamientos y puntos de vista basados en la conciencia y la razón, sino que, como has leído muchas de las palabras de Dios y experimentado realmente Su obra, has comprendido algunas verdades y alcanzado una comprensión real de Dios, el Creador. Es, sin duda, una cosecha abundante, con la cual habrás alcanzado tanto la verdad como la vida. Sobre la base de tu conciencia y razón, habrás aprendido a aplicar las palabras de Dios y la verdad para afrontar y resolver todos los problemas que se te presenten y poco a poco llegarás a vivir según las palabras de Dios. ¿Cómo son esos seres humanos? ¿Se ajustan a las intenciones de Dios? Dichos seres humanos están cada vez más cerca de convertirse en los seres creados aptos que exige Dios y, entretanto, poco a poco son capaces de alcanzar los resultados esperados de la obra de salvación de Dios. Cuando las personas son capaces de aceptar la verdad y de vivir según las palabras de Dios, es muy fácil vivir así, sin la menor angustia. Sin embargo, en el caso de las personas que han recibido una educación cultural tradicional, todo lo que hacen es tremendamente contrario a su voluntad, muy hipócrita, y las cosas que revela su humanidad están sumamente distorsionadas y son anormales. ¿Por qué? Porque no dicen lo que piensan. De boquilla dicen: “Sé indulgente siempre que puedas”, pero en el fondo piensan: “Aún no he acabado contigo. La venganza siempre se sirve en plato frío”. ¿Esto no es contrario a su voluntad? (Sí). ¿Qué significa “distorsionadas”? Que, en apariencia, solamente hablan de benevolencia y moralidad, pero a espaldas de los demás hacen toda clase de cosas malas, como fornicar y robar. Todo este discurso aparente de benevolencia y moralidad es una simple máscara, y su interior rebosa todo tipo de maldad, ideas y puntos de vista infames; es incomparablemente inmundo, despreciable sobremanera, ruin y vergonzoso. Esto es lo que quiere decir “distorsionadas”. En el lenguaje actual, la distorsión se denomina perversión. Todos ellos están muy pervertidos, pese a lo cual fingen ser absolutamente decentes, sofisticados, caballerosos y honorables delante de los demás. A decir verdad, no tienen vergüenza, ¡qué malvados son! La senda que Dios le ha señalado a la gente no es para que tú vivas así, sino para que puedas seguir los principios correctos y la senda de práctica que Dios le ha señalado a la gente en todo lo que hagas, sea ante Dios o ante otras personas. Aunque te topes con cosas que perjudiquen tus intereses o no sean de tu agrado, o que incluso te afecten de por vida, debes abordar estos asuntos con unos principios. Por ejemplo, debes tratar a los auténticos hermanos y hermanas con amor y aprender a ser tolerante, servicial y alentador con ellos. ¿Y qué debes hacer con los enemigos de Dios, los anticristos, las personas malvadas e incrédulos, o con los agentes y espías que se infiltren en la iglesia? Rechazarlos de una vez por todas. El proceso consiste en identificar, desenmascarar, odiar y, finalmente, rechazar. La casa de Dios tiene unos decretos administrativos y reglamentos. Los anticristos, personas malvadas e incrédulos y aquellos que son de la misma calaña que los diablos, Satanás y los espíritus malignos no quieren ser mano de obra, así que hay que separarlos para siempre de la casa de Dios. ¿Cómo debe tratarlos, entonces, el pueblo escogido de Dios? (Rechazándolos). Exacto, debes rechazarlos, rechazarlos para siempre. Algunos dicen: “‘Rechazo’ es una mera palabra. Suponiendo que, teóricamente, los rechaces, ¿cómo lo haces en la vida real?”. ¿Está bien oponerse irreconciliablemente a ellos? No hay necesidad de cansarse innecesariamente de esa manera. No hace falta que te opongas irreconciliablemente a ellos, que luches a muerte contra ellos ni que los maldigas a sus espaldas. No es preciso que hagas nada de eso. Desvincúlate de ellos desde el fondo de tu corazón y no tengas trato con ellos en circunstancias normales. En circunstancias especiales y cuando no tengas otra alternativa puedes hablar normalmente con ellos, pero luego aléjate a la primera ocasión y no te impliques en ninguno de sus asuntos. Eso significa rechazarlos de todo corazón: no tratarlos como a hermanos y hermanas ni como a miembros de la familia de Dios, y no tratarlos como a creyentes. En cuanto a aquellos que odian a Dios y la verdad, que perturban y trastornan adrede la obra de Dios o que tratan de destruirla, no solo debes orar a Dios para que los maldiga, sino también limitarlos y pararlos para siempre y rechazarlos de una vez por todas. ¿Se ajusta esto a las intenciones de Dios? Se ajusta plenamente a las intenciones de Dios. Para lidiar con estas personas, es necesario posicionarse y tener principios. ¿Qué implica posicionarse y tener principios? Tener clara su esencia, no considerarlos nunca creyentes y de ninguna manera considerarlos hermanos ni hermanas. Son diablos, son satanases. No se trata de perdonarlos o no perdonarlos, sino de desvincularte de ellos y rechazarlos de una vez por todas. Eso está totalmente justificado y se ajusta a la verdad. Algunos preguntan: “¿No es muy despiadado que actúe así la gente que cree en Dios?”. (No). Esto es lo que implica posicionarse y tener principios. Hacemos lo que Dios nos manda. Somos indulgentes con quien Dios nos dice que seamos indulgentes y despreciamos lo que Dios nos dice que despreciemos. En la Era de la Ley, los que infringían las leyes y los mandamientos eran lapidados por el pueblo escogido de Dios, pero hoy, en la Era del Reino, Dios tiene unos decretos administrativos y únicamente echa y expulsa a quienes son de la calaña de los diablos y Satanás. El pueblo escogido de Dios debe poner en práctica y obedecer las palabras de Dios y los decretos administrativos que Él dicta sin infringirlos, sin dejarse constreñir ni influir por las nociones humanas y sin temer ser juzgado y condenado por las personas religiosas. El hecho de actuar según las palabras de Dios es perfectamente natural y justificado. Solo hay que creer en todo momento que las palabras de Dios son la verdad y que las palabras del hombre no lo son, por muy bien que suenen. La gente debe tener esta fe. La gente debe tener esta fe en Dios, además de esta actitud de sumisión. Es una cuestión de actitud.
Hemos comentado más o menos lo bastante el dicho sobre conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas” y los principios de actuación de Dios. En cuestiones como, por ejemplo, aquellas que perjudican a las personas, ¿ya comprendéis el principio necesario para abordarlas que Dios le enseña a la gente? (Sí). Se trata de que Dios no permite que las personas sean impetuosas al lidiar con los asuntos que les suceden, ni mucho menos que apliquen códigos morales humanos para abordar nada. ¿Cuál es el principio del que Dios habla a la gente? ¿Qué principio debe seguir esta? (Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios). Exacto, contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios y la verdad. Cualquier cosa que suceda debe abordarse de acuerdo con las palabras de Dios, pues en todos los asuntos y cosas hay una causa fundamental de todo lo que sucede y de cualquier persona, acontecimiento o cosa que surge; Dios dispone todo esto y tiene la soberanía sobre todo ello. Todo lo que sucede puede tener un desenlace final positivo o negativo, y la diferencia entre ellos depende de lo que persiguen las personas y de la senda que aquellas recorran. Si optas por abordar los asuntos de acuerdo con las palabras de Dios, el desenlace final será positivo; si optas por abordarlos con los métodos de la carne, de la impetuosidad y de los diversos dichos, ideas y opiniones procedentes de la gente, el resultado final será, sin duda, de impetuosidad y negatividad. Esos elementos de impetuosidad y negatividad, si implican dañar la dignidad, el cuerpo, el alma, los intereses, etc. de las personas, al final no dejarán nada más que odio y una penumbra sobre las personas de la que estas nunca podrán deshacerse. Solo si se obedecen las palabras de Dios es posible descubrir las causas de las diversas personas, acontecimientos y cosas con que uno se topa, y solo si se obedecen las palabras de Dios es posible tener clara la esencia de dichas personas, acontecimientos y cosas. Naturalmente, solo si se obedecen las palabras de Dios es posible abordar y resolver correctamente los problemas relacionados con las diversas personas, acontecimientos y cosas con que la gente se topa en la realidad. Al final, gracias a esto, la gente podrá beneficiarse de todos los entornos creados por Dios, madurará poco a poco en la vida, se transformará su carácter corrupto y, al mismo tiempo, en ello hallará el rumbo y perspectiva de vida, modo de existencia, objetivo y senda correctos que debe seguir. Prácticamente hemos concluido nuestra charla sobre el dicho de conducta moral “Es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”. Este dicho es algo superficial, pero, cuando se disecciona de acuerdo con la verdad, su esencia no es tan simple. En cuanto a lo que la gente debe hacer al respecto y a cómo lidiar con semejantes situaciones, eso es aún menos sencillo. Esto guarda relación con el hecho de si las personas son capaces de buscar y perseguir la verdad y, por supuesto, también guarda todavía mayor relación con la transformación del carácter y con la salvación de las personas. Por tanto, sean estos problemas simples o complejos, superficiales o profundos, hay que abordarlos de forma correcta y seria. Nada que esté relacionado con la transformación del carácter de las personas o que implique la salvación de aquellas es un asunto trivial, todo es decisivo e importante. Espero que, de ahora en adelante, en vuestra vida diaria, desenterréis de vuestros pensamientos y conciencias los diversos dichos y puntos de vista sobre moralidad de la cultura tradicional, que los diseccionéis y que discernáis lo que son realmente de acuerdo con las palabras de Dios, para que poco a poco los podáis entender y corregir, adoptéis un rumbo y un objetivo totalmente nuevos en la vida y cambiéis por completo de modo de existencia. Bien, dejemos aquí la charla de hoy. ¡Hasta pronto!
23 de abril de 2022