90. De nuevo ante la enfermedad

Por Yang Yi, China

Empecé a creer en el Señor Jesús en el 95. Después, milagrosamente me curé de una cardiopatía que sufrí por años. Estaba muy agradecida al Señor y daba limosna a menudo. Tres años después, recibí una bendición aún mayor de Dios, cuando acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días y recibí el regreso del Señor. Leyendo las palabras de Dios aprendí cómo Dios expresa la verdad y realiza la obra del juicio en los últimos días para purificar y salvar a la humanidad, con lo que guía a la gente a un hermoso destino. Creía que debía entregarme, sufrir, sacrificarme y hacer buenas obras por Dios si quería Sus bendiciones y alcanzar un buen destino. Así, comencé a difundir el evangelio y a ser anfitriona ocasional y me esmeraba por hacer todo lo que podía. Incluso donaba el dinero que me sobrara a hermanos y hermanas en dificultades. Una vez, mientras difundía el evangelio, fui arrestada, torturada y hasta condenada a ir a la cárcel. Ni siquiera entonces traicioné a Dios, nunca fui una judas. Creía que había hecho tantas buenas obras que, sin duda, Dios me bendeciría. Luego, en 2018, recaí súbitamente en la cardiopatía de 20 años antes, tuve hipertensión e ingresé dos veces en el hospital. Pensaba dentro de mí: Pase lo que pase, no debo quejarme. Debo someterme a lo que Dios orquesta y dispone. Para mi sorpresa, solo dos semanas después, me recuperé y salí del hospital. Se lo agradecí profundamente a Dios. Como no me quejé a pesar de enfermar tanto y hasta seguí cumpliendo con mi deber tras salir del hospital, creía que yo era verdaderamente leal y obediente a Dios.

Después, en febrero de 2019, de nuevo recaí repentinamente en la cardiopatía y la hipertensión. Fue mucho peor de lo que había sido antes. Poco tiempo después, también me diagnosticaron diabetes y tenía una hernia discal muy severa. No podía valerme por mí misma: tenía que comer acostada y necesitaba a mi nuera para que me llevara al baño. Estaba acostada todo el día y apenas tenía fuerzas para hablar o pestañear. Una noche, empeoré de la nada, me dolía tanto el pecho que temía respirar, como si, al tomar aire, se fuera a terminar todo. Me dolió aproximadamente media hora y sentía que podía morirme en cualquier momento. Mhm. Estaba muy dolorida y solo pensaba: “Estoy muy enferma y apenas tengo fuerzas para pestañear; ¿será éste mi final? Si muero, ¿cómo entraré en el reino? Nunca participaré de las bendiciones del reino ni vislumbraré su precioso paisaje. ¿Se terminó todo para mí?”. Me sentía peor al pensarlo. Oraba, pero no captaba cuál era el propósito de Dios. Con el paso del tiempo, la tenaz agonía de mi enfermedad me quitaba las ganas de vivir, pero sabía que el propósito de Dios no era mi muerte. No sabía qué hacer y, sin querer, le exigí a Dios: “¿Cuándo voy a mejorarme? Todas las hermanas que conozco de mi edad están más sanas, pero yo no me he entregado ni he contribuido menos que todas ellas. Le he dado mucho a Dios, gastando con austeridad para poder donar a los hermanos en necesidad. Cumplía activamente con todo deber que podía. Incluso estando encarcelada y sufriendo tanto, jamás negué ni traicioné a Dios. ¿No hice suficientes buenas acciones? ¿Por qué Dios no me bendice, me protege y me da un cuerpo fuerte?”. Me quejaba constantemente y tenía el corazón en tinieblas.

Cuando empezó a dolerme aún más el corazón, entonces me presenté ante Dios para orar y buscarlo. Le oré diciendo: “Oh, Dios mío, de pronto ha empeorado mi cardiopatía. No capto Tu propósito y no sé cómo debo experimentar esto. No quiero rebelarme ni oponerme contra Ti. Dame esclarecimiento y guía para aprender de esta experiencia”. Después de orar, recordé un pasaje de la palabra de Dios: “¿Cómo se debe experimentar el comienzo de una enfermedad? Debes acudir ante Dios para orar y tratar de captar Su voluntad, y examinar qué hiciste mal o qué actitudes corruptas hay dentro de ti que eres incapaz de resolver. No puedes resolver tus actitudes corruptas sin dolor. La gente debe ser atemperada mediante el dolor; solo entonces dejarán de ser disolutos y vivirán ante Dios en todo momento. Cuando se enfrentan al sufrimiento, las personas siempre oran. No piensan en comida, ropa o diversión; oran en su corazón y examinan si han hecho algo malo durante este tiempo. La mayoría de las veces, cuando les sobreviene una enfermedad grave o inusual y esta les causa un gran dolor, esto no es algo que les suceda por accidente; tanto si estás enfermo como si estás sano, la voluntad de Dios está detrás de todo(‘Mira todas las cosas a través de los ojos de la verdad’ en “Registro de las charlas de Cristo de los últimos días”). Tras meditar Sus palabras, tuve más claro el propósito de Dios. Dios no utilizaba esta enfermedad para quitarme la vida ni me hacía sufrir sin razón alguna. Al contrario, usó la enfermedad para exponer mi carácter corrupto y darme una lección, Era Su manera de salvarme. No debía malinterpretarlo ni culparlo. Debía hacer mucha introspección.

Algunos pasajes de la palabra de Dios me ayudaron a comprender mejor mi estado de entonces. “Muchos creen en Mí solo para que pueda sanarlos. Muchos creen en Mí solo para que use Mis poderes para expulsar espíritus inmundos de sus cuerpos, y muchos creen en Mí simplemente para poder recibir de Mí paz y gozo. Muchos creen en Mí solo para exigir de Mí una mayor riqueza material. Muchos creen en Mí solo para pasar esta vida en paz y estar sanos y salvos en el mundo por venir. Muchos creen en Mí para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones del cielo. Muchos creen en Mí solo por una comodidad temporal, sin embargo no buscan obtener nada en el mundo venidero. Cuando hice descender Mi furia sobre el hombre y le quité todo el gozo y la paz que antes poseía, el hombre se volvió confuso. Cuando le di al hombre el sufrimiento del infierno y recuperé las bendiciones del cielo, la vergüenza del hombre se convirtió en ira. Cuando el hombre me pidió que lo sanara, Yo no le presté atención y sentí aborrecimiento hacia él; el hombre se alejó de Mí para en su lugar buscar el camino de la medicina maligna y la hechicería. Cuando le quité al hombre todo lo que me había exigido, todos desaparecieron sin dejar rastro. Así, digo que el hombre tiene fe en Mí porque doy demasiada gracia y tiene demasiado que ganar(‘¿Qué sabes de la fe?’ en “La Palabra manifestada en carne”). “La relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es similar a la relación entre empleado y empleador. El primero solo trabaja para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación como esta, no hay afecto; solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y reprimida indignación. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar(‘El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). “He impuesto al hombre un estándar muy estricto todo este tiempo. Si tu lealtad viene acompañada de intenciones y condiciones, entonces preferiría no tener tu supuesta lealtad, porque Yo aborrezco a los que me engañan por medio de sus intenciones y me chantajean con condiciones. Solo deseo que el hombre me sea absolutamente leal y que haga todas las cosas en aras de una sola frase, la fe, y para demostrar esa fe(‘¿Eres un verdadero creyente en Dios?’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de juicio de Dios fueron como un cuchillo que me atravesó el corazón. Estaba muy avergonzada y entré en razón al instante. Me puse a hacer introspección: ¿cuál era mi auténtico objetivo en todos mis años de fe? Recordé que, tras hacerme creyente, ayudaba siempre que veía a mis hermanos y hermanas en dificultades, que me esforzaba por cumplir con todo deber necesario en la iglesa. y que no traicioné a Dios ni aun cuando fui encerrada y torturada por el PCCh. Pensaba que realmente había hecho muchas buenas obras. Sin embargo, con la revelación de las palabras de Dios y de los hechos, comprendí que no me entregaba ni daba para someterme y satisfacer a Dios, sino para recibir Su gracia y Sus bendiciones, mantener la salud física y, finalmente, alcanzar un buen destino. Por eso, la primera vez que enfermé, creí que, al haberme entregado tanto por Dios, Él no permitiría que yo muriera, así que no lo culpé. La segunda vez, cuando mi estado empeoró aún más y no podía valerme por mí misma, mientras lidiaba con el sufrimiento prolongado y la amenaza de la muerte, vi que recibir las bendiciones del reino de los cielos era una posibilidad remota. y lamenté haberme entregado antes. Incluso llegué a razonar y discutir con Dios por mis sacrificios y esfuerzos previos. Estaba negociando con Dios, engañándolo y utilizándolo; ¡nada que ver con la auténtica entrega por Él! Recapacité acerca de por qué había sido tan irracional. Como lo revelaron las palabras de Dios, erróneamente yo pensaba que, por haberme entregado y haber dado por Dios, Él debía bendecirme y darme un cuerpo sano y un buen destino, al igual que en el mundo laico se considera justo compensar en función de cuánto trabaje una persona. Para mí, mis sufrimientos y sacrificios eran un capital con el que negociar un buen destino con Dios y, al no haberlo logrado, mi corazón rebosaba culpa y queja. ¡Vaya que era irracional! Dios es santo y justo: quiere que demos sinceramente. Sin embargo, con mis motivaciones despreciables, quería hacer un trato con Dios. Estaba engañándolo y oponiéndome a Él. Si no me arrepentía pronto, Dios se enojaría conmigo y me eliminaría.

Oré a Dios y en Sus palabras procuré entender el origen del problema. Y luego leí dos pasajes de Sus palabras. Dios Todopoderoso dice: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí mismos; abandonan las cosas, se esfuerzan por Él y le son fieles, pero aun así, todo lo que hacen es para sí mismos. En resumen, su único propósito es ganarse bendiciones para sí mismos. En la sociedad, todo se hace para beneficio personal; se cree en Dios solamente para lograr bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. Todo esto es una prueba empírica de la naturaleza corrupta del hombre(‘La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter’ en “Registro de las charlas de Cristo de los últimos días”). “En cuanto a qué es el veneno de Satanás, se puede expresar por completo con palabras. Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La lógica de Satanás se ha convertido en la vida de las personas. Pase lo que pase, la gente solo va a lo suyo. Por lo tanto, solo viven para sí mismos. ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’: esta es la vida y la filosofía del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras de Satanás son precisamente el veneno de Satanás, y cuando la gente lo internaliza, se convierte en su naturaleza. La naturaleza de Satanás queda expuesta a través de estas palabras; lo representan por completo. Este veneno se convierte en la vida de las personas y en el fundamento de su existencia, y la humanidad corrompida ha sido sistemáticamente dominada por este veneno durante miles de años(‘Cómo caminar por la senda de Pedro’ en “Registro de las charlas de Cristo de los últimos días”). Las palabras de Dios revelaban la esencia real de mi naturaleza. Negocié con Dios, lo engañé y utilicé porque Satanás me había corrompido a fondo. El veneno de Satanás influyó en todas mis ideas y nociones. Vivía según la lógica y los principios satánicos, como “cada quien sálvese como pueda” y “nunca te lleves la peor parte”, siempre de forma interesada y entregándome por Dios sólo para hacer tratos con Él. Siempre esperaba recibir algo de Dios y Sus bendiciones a cambio de mis pequeños esfuerzos. Envenenada por Satanás, era egoísta y despreciable y sólo quería mi ganancia. Cuando no recibía bendiciones ni réditos, llegaba a culpar a Dios. ¡No tenía la más mínima humanidad! Recordé que Dios, a fin de salvar a la humanidad, padeció la crucifixión para redimirla entera en Su primera encarnación, y que, en Su segunda encarnación, vino al país del gran dragón rojo y el PCCh lo perseguía y el mundo religioso lo condenaba y rechazaba. Dios soportaba un sufrimiento y una humillación enormes, pese a ello, expresaba la verdad para regarnos y proveernos. Dios jamás nos ha pedido que le demos nada, pero siempre se entrega en silencio por la humanidad. Pero yo no pensaba compensarle Su amor y hasta le exigía Sus bendiciones y un buen destino. Al no conseguir lo que quería, le echaba la culpa a Dios. ¿Dónde estaba mi conciencia? Apenas era digna de ser considerada humana, y aún menos merecía entrar en Su reino. Cuando me percaté de todo esto, me odié tremendamente y también di gracias a Dios. De no haber estado enferma, postrada y amenazada por la muerte, nunca habría hecho introspección y habría seguido por la misma senda equivocada, abandonada y eliminada por Dios sin ni siquiera saber qué pasó. Dios me tuvo piedad y no soportaba dejarme en esa senda equivocada, así que usó el juicio y castigo de Sus palabras y me refinó con la enfermedad para despertarme y para que hiciera introspección y me volviera hacia Él. Todo formaba parte de Su salvación y amor hacia mí. Yo me sentí muy conmovida y oré a Dios: “¡Amado Dios! Ya veo que esta enfermedad forma parte de Tu salvación y amor hacia mí. Estoy dispuesta a someterme. Esta clase de juicio, castigo, prueba y refinación es la única vía para detectar mis motivaciones impropias de una creyente y comenzar a transformar mi carácter corrupto. Estoy dispuesta a cambiar mis metas y nociones erráticas y a cumplir con mi deber de criatura de Dios”.

Después vi este pasaje de las palabras de Dios: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él sea bendecido o maldecido. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Ser bendecido es cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Ser maldecido es cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; es cuando alguien no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si son bendecidos o maldecidos, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para ser bendecido y no debes negarte a actuar por temor a ser maldecido. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía(‘La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”). Ahora lo entiendo: soy un ser creado. Dar y entregarme por Dios es lo justo, ese es mi deber. No debía exigirle nada a Dios, pero, con mis motivaciones despreciables, quería que me concediera bendiciones y un buen destino por mis esfuerzos. ¡Estaba siendo irracional! Dios fue quien me dio la vida; tanto si me concedía un cuerpo sano y un buen destino como si no, debía seguirlo y entregarme por Él en el deber de todos modos, como un hijo debe respetar a sus padres, lo traten como lo traten y tanto si tendrá una herencia como si no, porque eso es la responsabilidad y el deber. Aunque aún no me había recuperado y me sentía muy mal, ya no malinterpretaba ni culpaba a Dios. Tanto si me recuperaba como si no, estaba dispuesta a someterme a Sus planes y designios.

En cuanto a qué es una buena obra y con qué clase de entrega se gana el elogio de Dios, antes, lo juzgaba en función de mis nociones y fantasías. Así no se guarda la voluntad de Dios. Luego, al descubrir un estándar de medida en las palabras de Dios, me quedó claro qué es una buena acción. Las palabras de Dios dicen: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones de una persona son juzgadas como buenas o malvadas? Depende de si en tus pensamientos, expresiones y acciones posees o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad de la verdad. Si no tienes esta realidad o no vives esto, entonces, sin duda, eres un hacedor de maldad. ¿Cómo considera Dios a los hacedores de maldad? Tus pensamientos y acciones externos no testifican de Dios, no ponen a Satanás en vergüenza ni lo derrotan; en cambio, todos hacen que Dios se avergüence, en todo son la señal de provocar que Dios se avergüence. No estás testificando para Dios, no te estás entregando a Dios y no estás cumpliendo tu responsabilidad y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Cuál es la implicación de ‘para ti mismo’? Para Satanás. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A los ojos de Dios tus acciones no han sido buenas, sino que tu comportamiento se ha vuelto malvado. En lugar de obtener la aprobación de Dios, serás condenado. ¿Qué busca obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?(‘Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad’ en “Registro de las charlas de Cristo de los últimos días”). “Si estás seguro de que este camino es verdadero, debes seguirlo hasta el final; debes mantener tu devoción a Dios. Si has visto que Dios mismo ha venido a la tierra a perfeccionarte, debes entregarle del todo tu corazón. Si todavía puedes seguir a Dios, haga lo que haga, aunque Él determine un desenlace desfavorable para ti al final, esto es mantener tu pureza ante Dios. Ofrecer un cuerpo espiritual santo y una virgen pura a Dios significa mantener un corazón sincero ante Él. Para la humanidad, la sinceridad es pureza, y la capacidad de ser sincero hacia Dios es mantener la pureza(‘Debes mantener tu lealtad a Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). Tras leer las palabras de Dios, entendí que Él quiere que la gente sea sincera, que se sacrifique gustosa por Él sin pedir compensación y que practique la verdad y dé testimonio de Él en sus deberes. Esas son en verdad las buenas obras. Antes tenía un entendimiento sesgado de las buenas obras. Creía que, siempre que me entregara, sufriera y me sacrificara, estaba forjando buenas obras y Dios las recordaría. Luego me acordé de que, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús elogió a la viuda pobre que hizo un donativo. Para la mayoría, solo había dado un par de monedas de muy poco valor, pero a Dios no le importa cuánto da la gente, sino la intención. La viuda tenía auténtica fe en Dios: no trataba de hacer ningún trato o intercambio, por lo que se ganó el elogio de Dios. Entonces, si yo me entregué y di mucho más de lo que la viuda había dado, ¿por qué no me elogiaba Dios? A Dios no le disgustaban mis esfuerzos, sino mis motivaciones astutas y mi falsedad. No era sincera con Dios; daba a modo de transacción y eso era impuro. Por más que diera de este modo, nunca sería una buena obra. Cuando comprendí la voluntad de Dios, le oré diciéndole que tanto si me recuperaba o tenía un buen destino como si no, me entregaría sinceramente por Él y le compensaría Su amor. Luego, no hacía más que recaer en mi cardiopatía y mi hernia discal no mejoraba, pero ya no me limitaba la enfermedad ni conservaba el deseo de recibir bendiciones: podía comer y beber regularmente de las palabras de Dios, asistir a reuniones y cumplir con el deber dentro de lo posible.

He tenido la oportunidad de aceptar la obra de Dios en los últimos días y la suerte de oír Su voz; Dios ha hecho una excepción para enaltecerme. Con la revelación y el juicio de Sus palabras, ahora veo que Satanás me corrompió tanto que apenas parezco humana. Es ahora cuando he adquirido algo de razón y obediencia ante Dios. Ahora que pasé por estos cambios, aunque sí me muera, no habré vivido en vano. Cuando dejé el deseo de ser bendecida y dejé de estar impedida por la enfermedad, me sentí más asentada. Después, no me traté la enfermedad, y pese a ello, he empezado a mejorar. Ya puedo sentarme a escribir artículos para dar testimonio de Dios. Y ahora, me valgo por mí misma. Doy gracias a Dios de todo corazón por utilizar la enfermedad para darme una lección y para que descubriera Su salvación y amor hacia mí. Recordé un pasaje de las palabras de Dios. “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas. En los aspectos en los que no estás purificado, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir y renunciar a tus planes y deseos, y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la esclavitud de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que sigues sujeto a la esclavitud de Satanás y en los que todavía tienes tus propios deseos y tus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debes sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse la voluntad de Dios(‘Cómo debe uno satisfacer a Dios en medio de las pruebas’ en “Registro de las charlas de Cristo de los últimos días”).

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