90. Cuando enfrentamos nuevamente la enfermedad

Por Yang Yi, China

En 1998, acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días y recibí el regreso del Señor. Leyendo las palabras de Dios aprendí cómo Dios expresa la verdad y realiza la obra del juicio en los últimos días para purificar y salvar a la humanidad, con lo que guía a la gente a un hermoso destino. Creía que debía entregarme, sufrir, pagar un precio y preparar buenas obras si quería Sus bendiciones y alcanzar un buen destino. Así, comencé a difundir el evangelio y, ocasionalmente, a dar acogida a hermanos y hermanas, y me esmeraba por hacer todo lo que podía. Incluso donaba el dinero que me sobrara a hermanos y hermanas en dificultades. Una vez, mientras difundía el evangelio, la policía me detuvo, me torturó y hasta me condenó a ir a la cárcel. Ni siquiera entonces traicioné a Dios, y nunca fui una judas. Creía que había hecho tantas buenas obras que, sin duda, Dios me bendeciría. Luego, en 2018, recaí súbitamente en una cardiopatía de 20 años atrás, tuve hipertensión e ingresé dos veces en el hospital. Pensaba para mis adentros: “Pase lo que pase, no puedo quejarme. Debo someterme a las instrumentaciones y disposiciones de Dios”. Para mi sorpresa, tan solo dos semanas después, me recuperé y me dieron el alta del hospital. Se lo agradecí hondamente a Dios. Creía que, como no me había quejado pese a haber enfermado tanto y hasta había seguido haciendo mi deber tras el alta, era verdaderamente leal y sumisa a Dios. Después, en febrero de 2019, de nuevo recaí repentinamente en la cardiopatía y la hipertensión, y fue mucho peor que antes. Al poco tiempo, también me diagnosticaron diabetes y tenía una hernia discal muy severa. No podía valerme por mí misma: tenía que comer acostada y necesitaba a mi nuera para que me llevara al baño. Estaba acostada todo el día y apenas tenía fuerzas para hablar o pestañear.

Una noche, mi estado empeoró súbitamente y me dolía tanto el corazón que me daba miedo hasta respirar, como si, al tomar aire, se fuera a terminar todo. Me dolió aproximadamente media hora y sentía que podía morirme en cualquier momento. Estaba muy dolorida y solo pensaba: “Estoy tan enferma que apenas tengo fuerzas para pestañear; ¿esto es el final? Si muero, ¿cómo entraré en el reino? Nunca participaré de las bendiciones del reino ni vislumbraré su precioso paisaje. ¿Se ha terminado todo para mí?…”. Cuanto más lo pensaba, peor me sentía. Oraba, pero no comprendía la intención de Dios. Conforme pasaba el tiempo, la tenaz agonía de mi enfermedad me quitaba las ganas de vivir, pero también sabía que la intención de Dios no era mi muerte. No sabía qué hacer e, inconscientemente, me puse a exigirle a Dios: “¿Cuándo voy a mejorarme? Todas las hermanas de mi edad que conozco están más sanas, pero yo no me he entregado ni he contribuido menos que ellas. Le he dado mucho a Dios mientras gastaba con austeridad para poder donar a los hermanos y hermanas necesitados. Cumplí activamente con todo deber que pude. Incluso estando detenida, encarcelada y sufriendo tanto, jamás negué ni traicioné a Dios. ¿No hice suficientes buenas obras? ¿Por qué Dios no me bendijo, ni me protegió, ni me dio un cuerpo fuerte?”. Me quejaba constantemente y tenía el corazón en tinieblas. Luego, cuando empezó a dolerme aún más el corazón, fue cuando me presenté ante Dios a orar y buscar. Le oré diciendo: “Oh, Dios mío, de pronto ha empeorado mi cardiopatía. No comprendo Tu intención y no sé cómo debo experimentar esto. Amado Dios, no quiero rebelarme ni oponerme contra Ti. Te pido esclarecimiento y guía para poder aprender de esta experiencia”. Después de orar, recordé un pasaje de la palabra de Dios: “¿Cómo debes vivir la enfermedad cuando llegue? Debes presentarte ante Dios a orar, buscar y averiguar Su intención; debes examinarte para descubrir qué has hecho contra la verdad y qué corrupción no se ha corregido en ti. No puede corregirse tu carácter corrupto sin pasar por el sufrimiento. La gente solo puede evitar ser disoluta y vivir ante Dios en todo momento si es atemperada por el sufrimiento. Cuando alguien sufre, está siempre en oración. No piensa en los placeres de la comida, la vestimenta y demás deleites; ora constantemente en su interior, mientras se examina para descubrir si ha hecho algo mal o en qué se ha opuesto a la verdad. Normalmente, cuando te enfrentas a una enfermedad grave o a una dolencia rara que te hace sufrir mucho, esto no sucede por casualidad. Tanto si estás enfermo como si gozas de buena salud, la intención de Dios está presente(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad). Tras meditar las palabras de Dios, tuve más clara Su intención. Dios no estaba utilizando esta enfermedad para quitarme la vida ni me hacía sufrir sin motivo. Por el contrario, la enfermedad era Su forma de revelar mi carácter corrupto y ayudarme a aprender una lección; era Su manera de salvarme. No debía malinterpretar ni quejarme de Dios. Tenía que hacer mucha introspección.

Algunos pasajes de la palabra de Dios me ayudaron a comprender mejor mi estado de entonces. La palabra de Dios dice: “Muchos creen en Mí solo para que pueda sanarlos. Muchos creen en Mí solo para que use Mi poder para expulsar espíritus inmundos de sus cuerpos, y muchos creen en Mí simplemente para poder recibir de Mí paz y gozo. Muchos creen en Mí solo para exigir de Mí una mayor riqueza material. Muchos creen en Mí solo para pasar esta vida en paz y estar sanos y salvos en el mundo por venir. Muchos creen en Mí para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones del cielo. Muchos creen en Mí solo por una comodidad temporal, sin embargo, no buscan obtener nada en el mundo venidero. Cuando descargo Mi furia sobre las personas y les quito todo el gozo y la paz que antes poseían, tienen dudas. Cuando les descargo el sufrimiento del infierno y recupero las bendiciones del cielo, se enfurecen. Cuando las personas me piden que las sane y Yo no les presto atención y siento aborrecimiento hacia ellas, se alejan de Mí para en su lugar buscar el camino de la medicina maligna y la hechicería. Cuando les quito todo lo que me han exigido, todas desaparecen sin dejar rastro. Así, digo que la gente tiene fe en Mí porque Mi gracia es demasiado abundante y porque hay demasiados beneficios que ganar(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). “La relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es la relación entre un empleado y un empleador. El primero solo trabaja duro para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación basada en los intereses no hay afecto, solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y una indignación reprimida e inútil. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). “He impuesto al hombre un estándar muy estricto todo este tiempo. Si tu lealtad viene acompañada de intenciones y condiciones, entonces preferiría no tener tu supuesta lealtad, porque Yo aborrezco a los que me engañan por medio de sus intenciones y me chantajean con condiciones. Solo deseo que el hombre me sea absolutamente leal y que haga todas las cosas en aras de una sola palabra: fe, y para demostrar esa fe(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Eres un verdadero creyente en Dios?). Las palabras de juicio de Dios fueron como un cuchillo afilado que me atravesó el corazón. Estaba muy avergonzada y entré en razón al instante. Me puse a hacer introspección: ¿cuál había sido mi auténtico objetivo en todos mis años de fe? Recordé que, tras hacerme creyente, ayudaba siempre que veía a mis hermanos y hermanas en dificultades, hacía lo mejor que podía todos los deberes que eran necesarios en la iglesia, y no traicioné a Dios ni siquiera cuando me detuvo, encarceló y torturó el PCCh. Pensaba que realmente había hecho muchas buenas obras. Sin embargo, con la exposición de las palabras de Dios y las revelaciones de los hechos, comprendí que no me entregaba ni me sacrificaba para someterme y satisfacer a Dios, sino para recibir Su gracia y Sus bendiciones, mantener la salud física y, finalmente, alcanzar un buen destino. Por eso, la primera vez que enfermé, creí que, al haberme entregado tanto por Dios, Él no me dejaría morir a pesar de mi enfermedad, así que no lo culpé. La segunda vez, cuando mi estado empeoró aún más y no podía valerme por mí misma, mientras lidiaba con el sufrimiento prolongado y la amenaza de la muerte, me percaté de que mis opciones de recibir las bendiciones del reino de los cielos eran remotas y lamenté haberme entregado anteriormente. Llegué a razonar y discutir con Dios por mis sacrificios y esfuerzos previos. Estaba negociando con Dios, engañándolo y utilizándolo; ¡nada que ver con la auténtica entrega por Él! Recapacité acerca de por qué había sido tan irracional. Como habían expuesto las palabras de Dios, yo tenía la idea falaz de que, por haberme entregado y sacrificado por Dios, Él debía bendecirme y darme un cuerpo sano y un buen destino, al igual que en el mundo laico se considera justo compensar en función de cuánto trabaje una persona. Para mí, mis sufrimientos y sacrificios eran un capital con el que negociar un buen destino con Dios y, al no haberlo logrado, mi corazón rebosaba de quejas y oposición. ¡Qué irracional! Dios es santo y justo: Él quiere que nos sacrifiquemos sinceramente. Sin embargo, con mis motivaciones despreciables, quería hacer un trato con Dios. Estaba engañándolo y oponiéndome a Él. Si no me arrepentía pronto, Dios se disgustaría conmigo y me descartaría.

Oré a Dios y en Sus palabras procuré entender el origen del problema. Luego leí dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es leal a Él, lo hace también por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “¿Qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Las palabras de Dios exponían mi esencia-naturaleza. Había negociado con Dios, lo había engañado y utilizado porque Satanás me había corrompido a fondo. El veneno de Satanás había influido en todas mis ideas y nociones. Vivía de acuerdo con la lógica y los principios satánicos, como: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “Nunca te lleves la peor parte”, actuando siempre de forma interesada y entregándome por Dios nada más que para hacer tratos con Él. Siempre esperaba recibir algo de Dios y Sus bendiciones a cambio de mis pequeños esfuerzos. Vivía del veneno de Satanás, era egoísta y despreciable, y solo buscaba mi ganancia. Cuando no recibía bendiciones ni réditos, me quejaba contra Dios. ¡No tenía la más mínima humanidad! Recordé que Dios, a fin de salvar a la humanidad, había padecido la crucifixión para redimirla entera en Su primera encarnación, y que, en Su segunda encarnación, vino al país del gran dragón rojo y el PCCh lo perseguía, y el mundo religioso lo condenaba y lo rechazaba. Dios soportaba un sufrimiento y una humillación enormes, pese a lo cual expresaba la verdad para regarnos y proveernos. Dios jamás nos ha pedido que le demos nada, sino que siempre se entrega en silencio por la humanidad. Yo, por mi parte, no pensaba compensarle Su amor y hasta le exigía que me diera paz, Sus bendiciones y un buen destino. Al no conseguir lo que quería, me quejaba contra Dios. ¿Dónde estaba mi conciencia? Apenas era digna de ser considerada humana, y mucho menos merecía entrar en el reino de Dios. Cuando me percaté de todo esto, me odié tremendamente y también di gracias a Dios. De no haber estado enferma, en cama y amenazada por la muerte, nunca habría hecho introspección y habría seguido por la misma senda equivocada, abandonada y descartada por Dios sin ni siquiera saber qué había pasado. Me emocioné mucho y oré a Dios: “¡Amado Dios! Ya veo que esta enfermedad forma parte de Tu salvación y amor hacia mí. Estoy dispuesta a someterme. Esta clase de juicio, castigo, prueba y refinación es la única vía para detectar mis motivaciones impropias de una creyente y comenzar a transformar mi carácter corrupto. Estoy dispuesta a cambiar mis objetivos y nociones erróneos y a hacer mi deber de ser creado”. Después, leí este pasaje de las palabras de Dios: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere a cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). Entendí que soy un ser creado. Sacrificarme y entregarme por Dios es perfectamente natural, está justificado y es mi deber. No debía exigirle nada a Dios pero, con mis motivaciones despreciables, quería que me concediera bendiciones y un buen destino por mis esfuerzos. ¡Qué irracional! Ya fuera con un cuerpo sano y un buen destino como si no, debía seguirlo y entregarme por Él en el deber de todos modos, al igual que un hijo siempre debe respetar a sus padres, lo traten como lo traten, y tanto si va a heredar propiedades como si no, pues se trata de responsabilidades y obligaciones. Aunque aún no me había recuperado y me sentía muy mal, ya no malinterpretaba a Dios ni me quejaba contra Él. Tanto si me recuperaba como si no, estaba dispuesta a someterme a las instrumentaciones y disposiciones de Dios.

En realidad, en cuanto a qué se considera una buena obra y qué maneras de entregarse y sacrificarse te granjean la aprobación de Dios, antes siempre lo juzgaba en función de mis nociones e imaginaciones, pero eso no concuerda con la intención de Dios. Más adelante, al descubrir un estándar de juicio en las palabras de Dios, fue cuando me quedó claro lo que constituye una buena obra. Las palabras de Dios dicen: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones y el comportamiento de una persona son juzgados como buenos o malvados? Que en sus pensamientos, revelaciones y acciones posean o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad-verdad. Si no tienes esta realidad ni vives esto, entonces, sin duda, eres un malhechor. ¿Cómo considera Dios a los malhechores? Para Dios, tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio para Él, no humillan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, avergüenzan a Dios, están llenas de marcas del deshonor que le has causado a Él. No estás dando testimonio para Dios, no te estás gastando por Él y no estás cumpliendo tus responsabilidades y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa ‘para ti mismo’? Siendo precisos, significa ‘para Satanás’. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A ojos de Dios tus acciones no se verán como buenas, se considerarán actos malvados. No solo no obtendrán la aprobación de Dios, además serán condenadas. ¿Qué espera obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “Si estás seguro de que este camino es verdadero, debes seguirlo hasta el final; debes mantener tu lealtad a Dios. Dado que has visto que Dios Mismo ha venido a la tierra a perfeccionarte, debes entregarle del todo tu corazón. Si todavía puedes seguir a Dios, haga lo que haga, aunque Él determine un desenlace desfavorable para ti al final, esto es mantener tu pureza ante Dios. Ofrecer un cuerpo espiritual santo y una virgen pura a Dios significa mantener un corazón sincero ante Él. Para la humanidad, la sinceridad es pureza, y la capacidad de ser sincero hacia Dios es mantener la pureza(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Debes mantener tu lealtad a Dios). Tras leer las palabras de Dios, entendí que Él quiere que seamos sinceros, que nos sacrifiquemos gustosos por Él sin pedir compensación, que practiquemos la verdad y demos testimonio de Él en el deber. Esto es lo que de verdad significan las buenas obras. Antes tenía un entendimiento unilateral de las buenas obras. Creía que, siempre que me entregara, sufriera y pagara un precio, estaba forjando buenas obras y Dios me recordaría. Luego me acordé de que, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús había dado Su aprobación a la viuda pobre que hizo un donativo. A la mayoría le parecía que solo había ofrecido un par de monedas de muy poco valor, pero a Dios no le importa cuánto ofrece la gente, sino su intención. Si yo me había entregado y había dado muchas más veces de lo que había dado la viuda, ¿por qué Dios no me daba Su aprobación? A Dios no le disgustaban mis esfuerzos, sino mis motivaciones falsas y mi engaño. No era sincera con Dios; me entregaba a modo de transacción y eso era impuro. Por mucho que diera de este modo, nunca sería considerado una buena obra. Cuando comprendí la intención de Dios, le oré diciéndole que, tanto si me recuperaba o tenía un buen destino como si no, igualmente me entregaría sinceramente por Él para retribuir Su amor. Más adelante, mi hernia discal no mejoraba y no hacía más que recaer en mi cardiopatía, pero ya no me limitaba la enfermedad ni me ataba mi deseo de recibir bendiciones: podía comer y beber regularmente de las palabras de Dios, asistir a reuniones y cumplir con mi deber en la medida de lo posible.

En mi vida, he tenido la oportunidad de aceptar la obra de Dios en los últimos días y la suerte de oír Su voz; con todo esto, Dios ha hecho una excepción para enaltecerme. Con la exposición y el juicio de las palabras de Dios, he llegado a ver que Satanás me había corrompido tanto que apenas parecía humana. Es ahora cuando he adquirido algo de razón y sumisión ante Dios. Ahora que he pasado por estos cambios, aunque sí me muera, no habré vivido en vano. Cuando me desprendí del deseo de recibir bendiciones y dejé de estar limitada por mi enfermedad, me sentí mucho más asentada. Después, no me traté la enfermedad, pese a lo cual, poco a poco he empezado a mejorar. Ya puedo sentarme a escribir en una computadora y practico la redacción de artículos para dar testimonio de Dios. Ahora también me valgo por mí misma. Doy gracias a Dios de todo corazón por utilizar la enfermedad para ayudarme a aprender una lección y por permitirme ver Su salvación y amor hacia mí. Recordé un pasaje de las palabras de Dios: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. En los aspectos en los que no estás purificado y revelas corrupción, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir para renunciar a tus planes y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la limitación de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que la gente sigue sujeta a la limitación de su naturaleza satánica y en los que todavía tiene sus propios deseos y sus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debe sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse las intenciones de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte).

Anterior: 89. Por qué siempre busqué destacarme en mi deber

Siguiente: 91. Ya no me desentenderé

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

Contenido relacionado

60. Dios es bastante justo

Por Zhang Lin, JapónEn septiembre de 2012, estaba a cargo del trabajo en la iglesia cuando conocí a la líder, Yan Zhuo. Descubrí que había...

85. Un tiempo de tortura brutal

Por Chen Hui, ChinaCrecí en una familia normal en China. Mi padre era militar y, como me había moldeado e influido desde temprana edad,...

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro