18. Aferrarme a mi deber en una situación peligrosa

Por Li Fang, China

Un día de julio de 2023, después de volver de una reunión, vino corriendo una hermana y me dijo que una diaconisa de asuntos generales llamada Qiu Ling y un líder de iglesia habían sido detenidos. También me urgió a ser extremadamente cuidadosa cada vez que saliera para ir a reuniones. Me alarmó bastante y pensé: “Me reúno con Qiu Ling todo el tiempo y, a menudo, voy a su casa. ¿Ya se habrá fijado en mí la policía? Hace dos años, me denunciaron por creer en Dios, y la policía en ese momento me filmó. Si me detienen de nuevo, será una ofensa recurrente y, si no me matan, de seguro me dejarán gravemente herida”. Poco después, vino otra líder de iglesia y me dijo que se encargaría de las consecuencias de las detenciones. Me pidió que regara y brindara apoyo a los nuevos fieles para que pudieran mantenerse firmes ante la persecución y la adversidad. Cuando me dio esa tarea, de repente sentí pánico y pensé: “Con las cosas así de peligrosas como están, ¿no me está mandando a la línea de fuego?”. Imágenes de mis hermanos y hermanas sufriendo todo tipo de torturas se repetían una y otra vez en mi mente. Comencé a preocuparme y pensaba: “La policía tiene un video mío. En cuanto me atrapen, no se tomarán las cosas con calma conmigo, de seguro. Si no puedo soportar la tortura y me convierto en una Judas, no sólo no alcanzaré la salvación, sino que descenderé al infierno para ser castigada. Todo lo que he hecho en mi fe estos años, abandonar a mi familia, dejar mi carrera, entregarme, soportar sufrimiento, pagar un precio… ¿no habrá sido todo en vano?”. Al darme cuenta de esto, solo quería esconderme en mi casa de acogida y evitar salir. Me parecía que esta sería una forma más segura de manejar las cosas. Sin embargo, luego me percaté de que pensar de esta manera era equivocado: ¿No sería egoísta de mi parte ser cobarde, temerosa y sólo proteger mis propios intereses en un momento tan crítico? La líder se estaba poniendo en peligro para manejar las consecuencias… si ella fuera como yo, y se encogiera a la más mínima señal de peligro, ¿quién se encargaría de las consecuencias? Al darme cuenta de esto, a pesar de sentir cobardía y miedo, de todas formas acepté la tarea.

Al siguiente día, cerca del mediodía, oí que una hermana de la casa de acogida y su hermana menor fueron detenidas por la policía. Pensé para mis adentros: “Hace no mucho estuve con ellas en una reunión y ahora han sido detenidas. Si salgo, ¿no me detendrán a mí también?”. Me sentía muy conflictuada; si salía, podían detenerme, pero si me quedaba, los otros hermanos y hermanas no se enterarían de las detenciones de estas dos hermanas. Si no les avisaba de inmediato, ellos también estarían en peligro de ser detenidos. Cuando comprendí esto, decidí ir a informarles lo sucedido, pedirles que de momento suspendan las reuniones y que escondan todos sus libros de las palabras de Dios. Cuando regresé, pensé: “De ninguna manera puedo volver a salir. ¡Es muy peligroso!”. Para mi sorpresa, ese día a la noche temprano, vino el hermano Wang Bin y me dijo que los líderes en principio habían organizado una reunión en su casa para debatir el trabajo, pero que su esposa acababa de ser detenida y él había escapado saltando una pared. El hermano Wang dijo que teníamos que informar de inmediato a los líderes que no fueran a su casa. Me sentí todavía más asustada y entré en pánico y se me aflojaron las piernas. Pensé: “Si la policía te ha estado siguiendo y monitoreando, en cuanto salga, ¡seguro me detendrán! Estos policías son en extremo crueles para con el pueblo escogido de Dios y me tienen en la mira para detenerme. Si me detienen y me matan a golpes, ¡nunca más veré a mi esposo y a mi hijo de nuevo!”. Pero, además de Wang Bin, quien acababa de escaparse de la policía por un pelo, la otra única persona que estaba disponible era una hermana anciana. Esa hermana tenía casi 80 años de edad y no tenía mucha movilidad. Es más, ya estaba oscuro afuera, así que dependía de mí hacer llegar la carta a los líderes. Me apresuré a orar a Dios y luego recordé un pasaje de las palabras de Dios que había leído: “La deslealtad de las personas se pone de manifiesto en la manera en la que siempre se resguardan a sí mismas, se esconden como una tortuga en su caparazón cada vez que afrontan algo y esperan hasta que pase antes de volver a sacar la cabeza. Da igual con qué se encuentren, siempre caminan sobre brasas calientes, tienen mucha ansiedad, preocupación y aprensión, y son incapaces de alzarse y defender la obra de la iglesia. ¿Cuál es el problema? ¿Acaso no es la falta de fe? No tienes auténtica fe en Dios, no crees que sea soberano sobre todas las cosas y tampoco que tu vida, tu todo, se encuentre en Sus manos. No crees lo que Él asegura: ‘Sin el permiso de Dios, Satanás no se atreve a tocar ni un pelo de tu cuerpo’. Confías en tus propios ojos y juzgas los hechos, emites juicios sobre la base de tus propios cálculos y te proteges a ti mismo en todo momento. […] ¿Por qué no existe la verdadera fe en Dios? ¿Acaso es porque las experiencias de la gente son demasiado superficiales y no puede desentrañar tales aspectos o porque aquello que comprende acerca de la verdad es muy limitado? ¿Cuál es la razón? ¿Tiene algo que ver con las actitudes corruptas de la gente? ¿Se debe a que es extremadamente falsa? (Sí). Por mucho que experimente, por numerosos que sean los hechos que le pongan delante, no cree que esta sea la obra de Dios o que el porvenir de una persona esté en Sus manos. Ese es un aspecto. Otra cuestión capital es que la gente se preocupa demasiado de sí misma. No está dispuesta a pagar ningún precio ni a realizar ningún sacrificio por Dios, por Su obra, por los intereses de la casa de Dios, por Su nombre ni por Su gloria. No está dispuesta a hacer nada que involucre siquiera el menor peligro. ¡Se preocupa demasiado de sí misma! Debido a su miedo a la muerte, a la humillación o a que la atrapen las personas malvadas y verse en algún tipo de apuro, la gente se esfuerza mucho por preservar su propia carne y evitar involucrarse en situaciones peligrosas. Por una parte, semejante conducta evidencia la excesiva malicia de las personas, mientras que, por otra, revela su deseo de autopreservación y su egoísmo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (19)). El juicio y la exposición de las palabras de Dios calaron en lo más hondo. Me sentía tan avergonzada: estaba actuando justo como Dios describía. Cuando no había peligro y todo andaba sobre ruedas, siempre decía que Dios es soberano sobre todas las cosas, que controla todo, que el destino del hombre está en las manos de Dios, y que, sin importar cuán difícil sea una situación, debemos cumplir bien nuestro deber y mantenernos firmes como testigos de Dios. Ahora veía que solo estaba recitando eslóganes y que cumplir bien mi deber y satisfacer a Dios sólo eran aspiraciones mías. Los líderes corrían peligro de ser detenidos y Wang Bin me había pedido que les entregara una carta… cualquier con una mínima pizca de humanidad consideraría los intereses de la iglesia y entregaría la carta de inmediato, pero yo era egoísta y falsa y sólo consideraba mi propia seguridad. No quería ir porque temía que, si enviaba la carta, me seguirían y detendrían y me preocupaba que, si me detenían, sería torturada. Vi que era realmente egoísta y falsa. En este momento peligroso, no había pensado ni un poco en los intereses de la casa de Dios ni en la seguridad de mis hermanos y hermanas. Me aferraba a la vida y temía la muerte, y sólo hacía lo que fuera necesario para sobrevivir. ¡No merecía ser creyente! Al comprender esto, dejé de dudar y de inmediato llevé la carta a los líderes en mi scooter. Después de recibir la carta, los líderes no fueron a la casa de Wang Bin.

La policía continuó haciendo detenciones y prendieron a hermanos y hermanas, uno tras otro. La mayoría de los hermanos y hermanas en la iglesia suspendieron las reuniones temporariamente, pero aún había unos pocos nuevos fieles que necesitaban mi riego y apoyo. Me sentía un poco conflictuada: con todas las detenciones que se habían realizado, los nuevos fieles podían no ser capaces de comprender las intenciones de Dios por no poder asistir a las reuniones y podrían dejar la iglesia en cualquier momento. Pero oí que la policía estaba obligando a hermanos y hermanas que habían sido detenidos a identificar a otros en fotos. Dejarían ir a cualquiera que identificara a tres hermanos y hermanas. Si alguien me delataba, estaría en una situación muy peligrosa. Me acobardé un poco cuando me dí cuenta de esto. Luego recordé las palabras de Dios que dicen: “Las personas deben hacer todo lo posible para lograr lo que son capaces de alcanzar; todo lo demás depende de que Dios lo haga, de que ejerza Su soberanía, lo orqueste y guíe. Esto es lo que menos nos preocupa. Tenemos a Dios detrás de nosotros. No solo tenemos a Dios en nuestro corazón, sino que también poseemos una fe genuina. Esto no es solo apoyo espiritual; de hecho, Dios está en lo secreto, y está junto a las personas, todo el tiempo presente con ellas. Siempre que alguien haga algo o cumpla algún deber, Él está observando; está allí para ayudarte en cualquier momento y lugar, te protege y te cuida. Lo que las personas deben hacer es esforzarse al máximo para cumplir con lo que deben. En tanto tomes consciencia, lo sientas en tu corazón, lo veas en las palabras de Dios, la gente a tu alrededor te lo recuerde, o recibas alguna señal o presagio de parte de Dios que te brinde información —que es algo que deberías hacer, que es lo que Dios te encomienda—, debes cumplir con tu responsabilidad y no quedarte de brazos cruzados sin hacer nada ni observar desde afuera(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (21)). Las palabras de Dios me reconfortaron y motivaron. Experimenté un sentimiento de fe y supe que esta situación peligrosa era la manera que tenía Dios de ponerme a prueba. Dios estaba escrutándome en cada palabra y acción, y sin importar cuánto sufriera, debía permanecer leal sin que me obstruyera ninguna persona, acontecimiento o cosa. Dios era mi roca, y sin importar cuán peligroso pudiera haber sido el ambiente del mundo exterior, o cuán malvado y maníaco fuera el gran dragón rojo, todos estaban en las manos de Dios y sujetos a Sus orquestaciones y Su soberanía. Cuánto más crucial y extrema fuera la situación, más debía cumplir adecuadamente con mi deber, mantenerme firme en mi testimonio de Dios y humillar a Satanás. Al comprender esto, me disfracé y salí de inmediato para regar a los nuevos fieles.

Después de eso, se sucedió una cadena de más de diez detenciones de hermanos y hermanas de la iglesia y ya no quedaban casas de acogida seguras para que yo viviera. Mientras caminaba por la calle, sentí oleadas de tristeza y las lágrimas brotaban de mis ojos. Pensé: “¿Cuándo acabará de una vez esta existencia itinerante y peripatética? Algunos de mis hermanos y hermanas han sido detenidos mientras que a otros los habían vendido. Ninguna casa de acogida es segura ahora, así que, ¿dónde puedo ir?”. Oré a Dios en silencio y le pedí que abriera un camino para mí. Más tarde, recordé este pasaje de Sus palabras: “En todo momento debes recordar que Dios está con la gente, y que esta solo necesita orar y buscar en Dios ante cualquier dificultad, y que con Él nada es difícil. Así debe ser tu fe. Dado que crees que Dios es el Soberano sobre todas las cosas, ¿por qué sigues teniendo miedo cuando te sucede algo, y sientes que no tienes nada en lo que confiar? Esto demuestra que no confías en Dios. Si no le tomas a Él como tu soporte y tu Dios, entonces, no es tu Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me recordaron que Dios reina soberano sobre todas las cosas, y que, siempre y cuando confiemos plenamente en Dios, Él nos guiará. Al darme cuenta de esto, recobré un poco de fe. Seguía pensando mientras caminaba y de repente recordé que la casa de una hermana mayor aún era relativamente segura y me dirigí allí de inmediato. La hermana me aceptó sin dudarlo. Fue entonces cuando verdaderamente sentí cómo Dios es el apoyo firme del hombre, y que depende del hombre confiar en Dios para enfrentar la adversidad cuando surge.

Un día, después de regar nuevos fieles, me dirigí a una antigua casa de acogida a hacer algunas preguntas. Para mi sorpresa, la hermana anfitriona me dijo que su casa acababa de ser registrada y que debía irme de inmediato. Con prisa salí por un pequeño callejón. Me preocupaba que estuvieran siguiéndome y mi corazón galopaba. Pensé: “La policía ya tiene mi información. Si esta vez caigo en sus manos, ¡de seguro me matarán a golpes!”. Cuanto más pensaba, más me asustaba y tenía el corazón en la boca. Oraba a Dios sin cesar: “¡Oh, Dios! Si esta vez caigo en manos de la policía, será con Tu permiso. Estoy dispuesta a someterme. Por favor, sólo dame fe y fortaleza y la voluntad para soportar el sufrimiento y poder mantenerme firme en mi testimonio de Ti y humillar a Satanás”. Después de orar, recordé estas palabras de Dios: “El asunto de la muerte es de la misma naturaleza que otros. No depende de la gente elegir por sí mismos, y mucho menos se puede cambiar por la voluntad del hombre. La muerte es lo mismo que cualquier otro acontecimiento importante de la vida: se encuentra por entero bajo la predestinación y soberanía del Creador. Si alguien rogara por la muerte, no moriría necesariamente; si rogara por vivir, tampoco viviría necesariamente. Todo esto está bajo la soberanía y predestinación de Dios, y lo cambia y decide la autoridad de Dios, Su carácter justo y Su soberanía y arreglos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (4)). “Si lo único que haces es gritar consignas sobre lo que quieres hacer por Dios, cómo quieres cumplir con tu deber y cuánto quieres gastarte y esforzarte por Él, eso es inútil. Cuando te des de bruces con la realidad, cuando se te pida que sacrifiques la vida, si te quejas en el último momento, si estás dispuesto y te sometes realmente, todo eso es la prueba de tu estatura. Si justo antes de que te vayan a quitar la vida estás tranquilo, dispuesto y te sometes sin quejarte, si sientes que has cumplido con tus responsabilidades, obligaciones y deberes hasta el final, si tu corazón está alegre y en paz; si partes así, entonces, para Dios, no te has ido en absoluto. En cambio, vives en otro reino y en otra forma. Lo único que has hecho es cambiar tu manera de vivir. En ningún caso estás realmente muerto. Tal como lo ve el hombre: ‘Esta persona murió a una edad temprana, ¡qué pena!’. Pero a ojos de Dios, no has muerto ni has partido para sufrir. Por el contrario, has partido para disfrutar de las bendiciones y acercarte más a Dios. Como ser creado, a ojos de Dios ya has alcanzado el nivel requerido en el cumplimiento de tu deber, ahora ya lo has completado. Dios ya no necesita que sigas cumpliendo con tu deber entre las filas de los seres creados. Para Dios, tu ‘partida’ no se llama ‘partida’, sino que eres ‘llevado’, ‘traído’ o ‘conducido’, y eso es algo bueno(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Al meditar las palabras de Dios me di cuenta de que la vida y la muerte del hombre no son elecciones suyas. Ellos no morirán necesariamente porque así lo quieran, ni sobrevivirán porque quieran seguir viviendo. Todo está bajo la soberanía y la predestinación de Dios. También comprendí que hace feliz a Dios que los seres creados sean capaces de difundir el evangelio de la salvación de la humanidad del Creador y que cumplan bien sus responsabilidades y terminen sus deberes aún en un entorno adverso en el que el gran dragón rojo arresta cristianos como un maníaco. Pensé cómo los santos a través del tiempo habían sacrificado sus preciosas vidas para difundir el evangelio del Señor. Algunos fueron lapidados, otros arrastrados por caballos hasta morir… enfrentaron todo tipo de muertes horribles. Las personas pueden pensar que sus muertes fueron brutales y trágicas, pero Dios las ve como significativas y valiosas. En cuanto a mí, al enfrentarme a una situación peligrosa, le temía a la muerte, valoraba mi vida y no podía comprender de qué se trataba en verdad la muerte ni cuál era su significado. Si un día terminaba de veras en manos de la policía, traicionaba a Dios y me convertía en una Judas por mi miedo a la muerte, sería una pecadora por siempre, y mi cuerpo, alma y espíritu se someterían al castigo eterno… esa sería una muerte de verdad. Sin importar cuán cruel y malvado pudiera ser el gran dragón rojo, lo único con lo que puede arrasar es la carne del hombre. Si de veras la policía me detenía y me mataba a golpes, habría soportado la persecución por el bien de la justicia. Aunque mi carne pereciera, mi alma aún estaría en manos de Dios. Al comprender esto, no tuve tanto miedo a la muerte.

Luego recordé las palabras de Dios que dicen: “En el periodo de expansión de la obra de gestión de Dios, todo el mundo que le sigue está cumpliendo con su propio deber, y todos han pasado una y otra vez por la represión y la cruel persecución del gran dragón rojo. La senda de seguir a Dios es abrupta y accidentada, y es excepcionalmente difícil. Cualquiera que haya seguido a Dios durante más de dos o tres años habrá experimentado esto por sí mismo. El deber que desempeña cada uno, ya sea un deber permanente o un arreglo temporal, proviene de la soberanía y los arreglos de Dios. Puede que a menudo se produzcan arrestos, y que el trabajo de la iglesia se perturbe y estropee, y es posible que haya una evidente escasez de gente que cumpla con los deberes, sobre todo de aquellos con buen calibre y experiencia profesional, que son minoría. Sin embargo, debido al liderazgo de Dios, a Su poder y autoridad, la casa de Dios ya ha resurgido de sus momentos más complicados, y toda su obra se ha encaminado por la senda correcta. Para el hombre, esto parece imposible, pero para Dios nada es difícil de conseguir(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me sentí extremadamente esclarecida. Sin importar cuán difíciles fueran las circunstancias, Dios siempre usaba Su autoridad y poder para guiar a las personas un paso a la vez. Por ejemplo, cuando Moisés encabezó el éxodo de los israelitas, el Mar Rojo se extendía ante ellos y un ejército de soldados los perseguía por la retaguardia; las personas creían que los israelitas enfrentaban una muerte segura en sus nociones e imaginaciones, pero Dios no permitió que los soldados los lastimaran. Ordenó a Moisés que señale el Mar Rojo con su bastón y las aguas se abrieron, lo que reveló un camino de tierra seca que permitió que los israelitas cruzaran el mar. Cuando los soldados intentaron cruzarlo, las aguas cubrieron la tierra seca y ahogaron al ejército entero. Esto nos muestra la omnipotencia, la sabiduría y las obras milagrosas de Dios. Si hubiera ido a la casa de mi hermana solo media hora antes, podría haber sido detenida; pero, gracias a la protección milagrosa de Dios, me mantuve sana y salva. Al darme cuenta de esto, tomé ante Dios la resolución de que, si Él permitía que me prendiera la policía, yo estaba dispuesta a someterme a Sus orquestaciones y arreglos. Si me mataran a golpes, sería sufrir la persecución por el bien de la justicia y tendría sentido. Tras comprender todo esto, me sentí bastante en paz. Después de asegurarme de que nadie me seguía, me apresuré a contactar a los hermanos y hermanas que estaban bajo un peligro oculto y les dije que se escondieran.

A través de esta experiencia personal, llegué a ver que el PCCh es un demonio que arrasa y daña a la humanidad. Detenía hermanos y hermanas uno por uno y empleaba todo tipo de tácticas despreciables (amenazarlos, sobornarlos con promesas, torturarlos y tormentarlos), todo para hacerlos traicionar a Dios y venderse unos a otros. ¡Está maldito y es la mismísima encarnación del mal! Lo odiaba desde el fondo de mi corazón y lo rechazaba y me rebelaba contra él. Es más, me sentía aún más firme en mi determinación de seguir a Dios hasta el final. A pesar de sufrir un poco y lidiar con miedo y pánico a lo largo de esta experiencia, atravesarla me ayudó a reconocer mi naturaleza egoísta y despreciable, y me permitió ser testigo de la omnipotencia de Dios, Su soberanía y Sus obras milagrosas. Esto me dio más fe en Dios. Esta es una experiencia que nunca olvidaré y me ha dado una vivencia valiosa.

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