22. Por fin sé cómo abordar la amabilidad de mis padres

Por Wang Tao, China

Cuando tenía tres años, mis padres se divorciaron porque eran incompatibles emocionalmente y, a los cuatro años, tuve una madrastra. En mis recuerdos, que parecen muy lejanos, recuerdo que muchas señoras mayores del barrio solían decirme: “Pobre niño, más adelante vas a sufrir. ¡Las madrastras nunca se preocupan por sus hijos! No la enojes, pequeño, tienes que ser obediente y trabajador para que no te peguen y te den de comer”. En ese momento, entendí a medias lo que querían decir y me asusté un poco, así que nunca me atreví a enfadar a mi madrastra. Pero, para mi sorpresa, ella me trataba muy bien, como si fuese su propio hijo. Más tarde, tuve un hermanito y mi madrastra siguió cuidando de mí y queriéndome igual. De hecho, era incluso más cariñosa que mi madre biológica. Mi madrastra nos decía a menudo a mi hermano y a mí: “Su padre y yo trabajamos duro y sufrimos para ganar dinero, y todo lo que hacemos es para construir casas nuevas para ustedes y prepararlos para cuando se casen. Cuando crezcan y empiecen sus propias familias, tendrán que ser buenos hijos con nosotros. Da igual lo mal que lo pasemos, ¡todo merecerá la pena!”. Cada vez, prometía solemnemente: “Mamá, cuando crezca, de seguro cuidaré de ambos”. Mi madrastra siempre mostraba una sonrisa de alivio y asentía todo el rato con la cabeza al oír esto. Sufrió mucho para criarme y me ayudó a casarme y a empezar una familia y una carrera profesional. Siempre recordé las palabras de mi abuela: “Dar a luz no es tan importante como criar un hijo” y “De la gente recibes lo que das, como dicen, cuatro onzas por media libra”. Pensé que este era el principio de la conducta humana y que, si una persona no tiene conciencia y es ingrata, no se merece ser llamada “humana”.

En 1994, toda nuestra familia empezó a creer en el Señor Jesús. Mi esposa y yo solíamos ir a ocuparnos de la iglesia y, a veces, no volvíamos en uno o dos días, incluso cuando nuestro hijo de dos años y los trabajos en el campo requerían de tiempo y atención. Mi madre tomó la iniciativa de ocuparse de esas tareas para que pudiésemos servir bien al Señor. En 2002, toda la familia aceptó la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Mis padres me apoyaron totalmente en mis deberes. Como me había vuelto conocido en la zona por mi fe en el Señor, tras aceptar esta etapa de la obra, mi trabajo evangélico en la zona atrajo la atención de la policía. Para evitar que me arrestaran, me fui de casa y pasé muchos años cumpliendo mis deberes en otra parte. Durante las vacaciones, ver que otros estuviesen reunidos con sus familias me hizo preocuparme de verdad por mi propia familia y echar de menos a mis padres. Sobre todo durante el ajetreo de la campaña agrícola, pensaba en los problemas de espalda y piernas que sufría mi madre y en su reumatismo, y en que el clima lluvioso contribuía muy negativamente a su dolor, y por ello normalmente intentaba evitar que ellos trabajasen duro en el campo. Pero ahora, mi esposa y yo estábamos lejos cumpliendo nuestros deberes y mis padres no solo estaban cuidando de nuestro hijo, sino también trabajando en los campos. Trabajaban muy duro y pensé en arriesgarme a volver a casa para ayudar con el trabajo agrícola para que no tuviesen que hacerlo ellos nunca más. Pero, si volvía, seguramente me arrestaría la policía y no podría ayudar mucho a mis padres. Además, estaba ocupado con mis deberes y no podía abandonar la obra de la iglesia para volver a casa. Mientras caminaba junto a la carretera, veía a los campesinos cosechando trigo en los campos y fue como ver a mi propia madre levantando la cabeza para secarse el sudor de las cejas. Me empezaron a caer las lágrimas y no pude evitar quejarme: “Si no fuese por mi fe en Dios y el riesgo de que me detengan por mi trabajo evangélico, ¡habría vuelto a casa para ayudar a mis padres durante la temporada de más trabajo!”. Cuanto más lo pensaba, más en deuda me sentía con mis padres. Esa noche, me vino a la cabeza la imagen de mis padres trabajando incansablemente en los campos y no pude evitar llorar en secreto. Así que a menudo le oraba a Dios y ponía a mis padres en Sus manos.

En diciembre de 2012, me detuvo la policía mientras predicaba el evangelio. Durante el interrogatorio, la policía utilizó métodos crueles para torturarme y, mientras estaba aturdido, el jefe de policía me hizo ver un video en su teléfono. Vi a mi abuela de 90 años con los ojos hundidos y la mirada vacía, y parecía que fuese a morir en cualquier momento. También vi a mi madre, con el pelo gris y la cara cubierta de lágrimas. Sus labios temblaban como si estuviese discutiendo sobre algo y parecía muy agitada. Mientras veía la grabación, empecé a llorar. El jefe del equipo de seguridad nacional aprovechó este momento para decirme: “También hemos consultado con la gente de tu aldea y todo el mundo habla bien de ti. Dicen que eres un hijo responsable. Tu abuela se acerca a los 100 años y tus padres ya pasan de los 70. ¡Todos están deseando que vuelvas a casa para reunirse en familia! A tu abuela no le queda mucho tiempo. ¿No quieres verla por última vez? Como dice el dicho: ‘En la vida, lo primero es la devoción filial’. ¿No te criaron tus padres para poder depender de ti y disfrutar de la vejez? ¿Eres capaz de soportar que pasen sus últimos años en soledad? Ambos son mayores. No sabes cuándo podría ser la última vez que los veas. Si te condenan a una pena de entre 8 y 10 años por tu fe, puede que no vuelvas a verlos y te arrepentirás el resto de tu vida. Solo tienes que contarnos lo que sabes y te enviaré a casa para que los veas. ¡Piénsalo!”. Al escuchar esto, me inundaron los recuerdos de mi abuela y de mi madre cuidándome y dándome amor y no pude evitar romper a llorar. Mi madre esperaba que pudiese cuidarlos cuando fuesen mayores y, ahora que ambos estaban tan mayores y tenían tan mala salud y era el momento en que más me necesitaban, yo no estaba ahí para cumplir mis responsabilidades como hijo. En vez de eso, hice que viviesen con miedo por culpa de mi detención. Si me condenaban a una pena de entre 8 y 10 años, quizás no volvería a verlos. Cuanto más lo pensaba, más negativo me volvía y comencé a albergar quejas y a pensar: “Si no hubiese venido aquí a predicar el evangelio y no me hubiesen arrestado, ¿acaso no habría cuidado de ellos? ¿Qué debo hacer ahora? ¿Debería prepararme para ir a la cárcel o ceder ante Satanás y los diablos para devolver a mis padres su amabilidad? Si traiciono a mis hermanos y hermanas o los intereses de la casa de Dios, seré un Judas infame, mi conciencia nunca estará en paz ¡y Dios me maldecirá e iré al infierno!”. Tenía el corazón agitado, la cabeza parecía que me iba a explotar y yo estaba a punto de colapsar. Clamé a Dios en oración: “¡Dios, por favor, sálvame! ¿Qué debo hacer?”. En ese momento, me vino a la cabeza un fragmento de la palabra de Dios: “En todo momento, Mi pueblo debe estar en guardia contra las astutas maquinaciones de Satanás, protegiendo la puerta de Mi casa para Mí; deben ser capaces de apoyarse unos a otros y de proveerse unos a otros para evitar caer en la trampa de Satanás, momento en el que sería demasiado tarde para lamentarse(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 3). Las palabras de Dios me apaciguaron el corazón. Satanás estaba utilizando estratagemas para usar mi afecto para destruirme y hacerme traicionar a Dios. No podía caer en su trampa. ¡Tenía que permanecer firme en el testimonio! Así que dije: “No sé nada. ¡Hagan lo que quieran conmigo!”. La policía agotó sus esfuerzos, pero no obtuvo información útil y, finalmente, el tribunal me condenó a tres años y medio en prisión.

En julio de 2016, terminó mi condena en ese infierno en la tierra. Cuando llegué a casa, mi madre me rodeó la cabeza con sus brazos y empezó a llorar amargamente. La consolé y le limpié las lágrimas de la cara. Pensé: “Por culpa de los arrestos y la persecución del Partido Comunista Chino, llevo más de 10 años lejos de casa. Mis padres han estado preocupados por mi seguridad todo el tiempo, especialmente durante los años en prisión, que incluso estaban más preocupados. Ahora ya han superado los 70 años y realmente no quiero preocuparlos nunca más. Ahora que he vuelto, quiero pasar más tiempo con ellos y cumplir mis responsabilidades como hijo”. Unos días más tarde, mi tío vino a verme y se me quejó: “No volviste en todos estos años, tu madre estuvo internada varias veces y no diste señales de vida, ¡todo el mundo dice que eres un hijo pésimo! Tus padres ya son muy mayores, han estado cuidando de tu hijo y trabajando en los campos por ti y están los dos enfermos. ¿Crees que esto ha sido fácil para ellos? Ahora que has vuelto, ¡tienes que pasarte los días en casa viviendo correctamente y asegurarte de que estén bien cuidados para que la gente deje de chismorrear sobre ti!”. Al ver marcharse a mi tío, sentí una punzada de incomodidad. A sus ojos, realmente me había convertido en un hijo ingrato. Pensé que quizás podría simplemente cumplir mis deberes en la iglesia local, lo cual me permitiría cuidar de mis padres. Pero, según lo pensaba, me encontré a mí mismo hundiéndome en un estado mental oscuro sin darme cuenta, así que le oré a Dios conscientemente buscando Sus intenciones. Me di cuenta de que, en mi situación actual, no podía cumplir mis deberes en casa, podían arrestarme en cualquier momento y no podía dejar que la devoción filial me impidiese cumplir mis deberes. Durante esos años, disfruté de mucha gracia y del riego y la provisión de la verdad de Dios, así que ahora no podía perder mi conciencia y tenía que cumplir mis deberes para retribuir el amor de Dios. Así que me fui a predicar el evangelio de nuevo.

Aun así, en el fondo, perduraba mi apego emocional hacia mi madre y, en determinadas situaciones, me encontraba perturbado. La hermana mayor de la casa que me acogía solía sentirse mareada. En una ocasión, se puso enferma y estuvo en el hospital durante más de 10 días. Pensé en mi madre: “Ya casi tiene 80 años, tiene la tensión alta y un problema de corazón y se marea a menudo. ¿Qué ocurriría si se enferma y tiene que ser hospitalizada? Como dicen los dichos: ‘Dar a luz no es tan importante como criar un hijo’ y ‘En la vida, lo primero es la devoción filial’. Como hijo suyo, ni siquiera soy capaz de estar ahí para mis padres y servirlos. ¿Acaso no dirán mis parientes y vecinos que soy un mal hijo, un ingrato y que carezco de conciencia?”. Durante esa época, no podía dejar de echar de menos a mi madre y preocuparme muchísimo por ella. La imagen de su mirada esperanzada se me ancló en los pensamientos y la burla de mis parientes y vecinos me resonaba en los oídos. Sentía el corazón reprimido y me pasaba días funcionando por inercia en mis deberes, sin obtener resultados. Me di cuenta de que mi estado estaba afectando a mi capacidad para cumplir mis deberes, así que le oré a Dios en busca de ayuda. Más adelante, leí estas palabras de Dios: “Si crees que tus padres son las personas más cercanas a ti en el mundo, que son tus jefes y líderes, que son quienes te dieron la vida y te criaron, quienes te alimentaron, te vistieron, te dieron un hogar, transporte, te educaron, y que son tus benefactores, ¿te resultará fácil desprenderte de sus expectativas? (No). Si crees en tales cosas, es muy probable que abordes sus expectativas desde una perspectiva carnal, y te será difícil desprenderte de cualquiera de sus expectativas inapropiadas e irrazonables. Sus expectativas te atarán y reprimirán. Aunque por dentro te sientas insatisfecho y renuente, no tendrás el poder de liberarte de ellas, y no tendrás más alternativa que dejar que tomen su rumbo natural. ¿Por qué tendrás que hacer eso? Porque, si te desprendieras de las expectativas de tus padres e ignoraras o rechazaras alguna de ellas, sentirías que fuiste un mal hijo, un ingrato, que los decepcionarías y que no fuiste una buena persona. Si adoptas una perspectiva carnal, harás todo lo posible por utilizar tu conciencia, para retribuir la amabilidad de tus padres, para asegurarte de que el sufrimiento que ellos soportaron por tu causa no fue en vano, y también querrás concretar sus expectativas. Te esforzarás por cumplir todo lo que te pidan, por evitar decepcionarlos, por ser justo con ellos, y tomarás la decisión de cuidarlos en la vejez, para garantizar que sus últimos años sean felices. Incluso llegarás un poco más lejos, y pensarás en cómo organizar sus funerales, con lo cual los complacerás, al tiempo que también satisfarás tu propio deseo de ser un buen hijo. Mientras vive en este mundo, la gente se ve influenciada por diversos tipos de opinión pública y clima social, así como por diferentes pensamientos y puntos de vista que son populares en la sociedad. Si las personas no entienden la verdad, solo pueden contemplar estas cosas desde la perspectiva de los sentimientos carnales y, a su vez, solo pueden lidiar con estas cosas desde tal perspectiva(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Lo que las palabras de Dios ponían al descubierto era exactamente mi estado. Había estado viendo las cosas desde la perspectiva del afecto carnal. Creía que todo lo que tenía provenía de mis padres y que, como persona, debía ser agradecido y retribuirles por haberme criado, que debía esforzarme por cumplir sus expectativas y exigencias y que eso era lo que una persona con conciencia debía hacer. Mis padres se divorciaron cuando era pequeño y mucha gente decía que era un niño digno de compasión que sería maltratado por su madrastra, pero ella me trató como a un hijo. En mi corazón de niño, ella fue mucho más cercana conmigo que mi madre biológica. Sentía que había trabajado duro, escatimado en gastos y ahorrado para criarnos a mi hermano y a mí, que me ayudó con mi educación y a la hora de empezar mi propia familia y carrera profesional y que era la persona que yo más respetaba y apreciaba en mi vida. Así que me juré en secreto que sería bueno con ella y que la cuidaría cuando fuese mayor. Mi madre me pedía pocas cosas y solo esperaba que, cuando mi padre y ella fuesen mayores, los cuidase y me asegurase de que tuviesen de quién depender. Esta era la única expectativa que tenía. Pensé: “Como persona con conciencia que soy, debería hacer lo posible por cumplir los deseos de mis padres y ser buen hijo con ellos. Si no, seré un mal hijo y un ingrato sin conciencia y me mereceré que la sociedad me condene”. Como estaba cumpliendo mis deberes en otra parte, solía estar muy preocupado durante las vacaciones y el ajetreo de las campañas agrícolas, ya que me daba miedo que mis padres trabajasen demasiado y se enfermasen, así que quería volver a casa a ayudarlos. Parecía que estaba cumpliendo mis deberes, pero mi corazón no encontraba la paz y solo actuaba por inercia. Tras mi arresto, la policía utilizó el afecto que les tengo a mis padres para tentarme a fin de que traicionase a mis hermanos y hermanas y, si no fuera porque las palabras de Dios me esclarecieron y guiaron, lo habría traicionado por el afecto. Cuando vi que la hermana mayor de la casa que me acogía se enfermó y la internaron, me acordé de mi madre y pensé en lo débil y enferma que estaba y en que no podía volver para cuidarla. Me sentía culpable y angustiado y me volví negativo y débil. Por dentro, en silencio albergué quejas sobre Dios y pensaba que no podía cumplir las expectativas de mis padres ni ser un buen hijo, y que eso era por mi fe en Dios y mis deberes. Vi que, tras tantos años creyendo en Dios, no había conseguido ninguna verdad y que aún no era capaz de ver las cosas según Sus palabras. Cuando las cosas tenían que ver con mi familia, siempre me encontraba gobernado por mi afecto carnal, lo cual significaba que todavía conservaba los puntos de vista de un no creyente. Así que le oré a Dios para que me esclareciera y me guiara a fin de comprender la verdad y resolver mis problemas.

Más adelante, leí estas palabras de Dios: “Debido al condicionamiento de la cultura tradicional china, según sus nociones tradicionales, el pueblo chino cree que se debe observar una devoción filial hacia los padres. Aquel que no cumple con la devoción filial es mal hijo. Al pueblo le han inculcado estas ideas desde la infancia y se enseñan en prácticamente todos los hogares, así como en todas las escuelas y en la sociedad en general. Cuando a una persona le han llenado la cabeza de esas cosas, piensa: ‘La devoción filial es más importante que nada. Si no cumpliera con ella, no sería buena persona; sería mal hijo y la sociedad me criticaría. Sería una persona carente de conciencia’. ¿Es correcto este punto de vista? La gente ha visto muchas verdades expresadas por Dios; ¿acaso Él ha exigido que uno demuestre devoción filial hacia sus padres? ¿Es esta una de las verdades que los creyentes en Dios deben comprender? No, no lo es. Dios solo ha hablado sobre ciertos principios. ¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Satanás usa ese tipo de cultura tradicional y esas nociones de moralidad para atar tus pensamientos, tu mente y tu corazón, lo que te vuelve incapaz de aceptar las palabras de Dios; tales cosas de Satanás te han poseído y te han hecho incapaz de aceptar Sus palabras. Cuando quieres practicar las palabras de Dios, estas cosas te perturban en tu interior, hacen que te opongas a la verdad y a Sus requisitos, y te vuelven impotente para librarte del yugo de la cultura tradicional. Tras luchar durante un tiempo, cedes: prefieres creer que las nociones tradicionales de moralidad son correctas y conformes a la verdad, así que rechazas o abandonas las palabras de Dios. No aceptas Sus palabras como la verdad y no piensas en absoluto en ser salvado, pues sientes que aún vives en este mundo, y solo puedes sobrevivir apoyándote en estas personas. Incapaz de soportar el rechazo social, preferirías renunciar a la verdad y a las palabras de Dios, abandonarte a las nociones tradicionales de moralidad y a la influencia de Satanás, y optarías por ofender a Dios en lugar de practicar la verdad. Decidme, ¿acaso no es el hombre digno de pena? ¿No tiene necesidad de la salvación de Dios?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). A partir de las palabras de Dios, comprendí que, ya que fui influenciado por la cultura tradicional desde pequeño y también por mi crianza, veía ideas tradicionales como “De bien nacidos es ser agradecidos”, “La devoción filial es la principal virtud” y “No viajes muy lejos mientras aún vivan tus padres” como principios de comportamiento. Veía a mis padres como benefactores y acreedores de por vida y creía que si no podía ser buen hijo y permitir a mis padres disfrutar de su vejez, sería un mal hijo carente de conciencia y merecería la condena y el desprecio de la sociedad. Bajo la influencia de los valores culturales tradicionales, durante las vacaciones y el ajetreo de las campañas agrícolas, o cuando veía que los hermanos y hermanas mayores se enfermaban y tenían que ser hospitalizados, me volvían a inundar los recuerdos de mis padres y, como no podía volver para cuidarlos, mi estado de ánimo decaía durante varios días, lo cual afectaba al desempeño de mis deberes. Las expectativas que mi madre tenía de mí se convirtieron en una deuda emocional en mi corazón que jamás podría devolver. Cuando la policía me detuvo y me interrogó, para desorientarme, utilizaron dichos como “En la vida, lo primero es la devoción filial”. Si no hubiera sido porque las palabras de Dios me esclarecieron y guiaron, podría haber sucumbido a mi afecto carnal y haber traicionado a Dios. Al reflexionar sobre quienes traicionaron a Dios por afecto tras ser arrestados, me di cuenta de que, aunque satisfacían a sus familias y sus deseos carnales, habían perdido la salvación de Dios. Vi que, sin resolver las cuestiones de afecto, uno podía traicionar a Dios en cualquier momento. A través de mi fe en Dios y el desempeño de mis deberes, llegué a comprender algunas verdades. Conseguí comprender el sentido de la vida y mi carácter corrupto cambió un poco. Que yo pueda recorrer la senda correcta en la vida es por gracia de Dios. No obstante, en vez de ser agradecido, albergaba quejas contra Él y pensaba que, si no fuera por mi fe y por la persecución del Partido Comunista Chino, no habría tenido que dar la espalda a mi hogar y seguiría pudiendo cumplir bien mi deber filial para con mis padres. El hecho de que no pudiese ser buen hijo con ellos se debía claramente a los arrestos y la persecución del Partido Comunista, y aun así culpaba a Dios. Vi que, debido a la desorientación de Satanás, estaba confundido y no era capaz de discernir lo correcto de lo incorrecto y que me estaba rebelando contra Dios y oponiéndome a Él sin siquiera darme cuenta. Al darme cuenta de esto, sentí un arrepentimiento profundo en el corazón y le oré a Dios: “Dios, sé que vivir en este estado es una rebelión contra Ti y no quiero vivir según estas ideas que Satanás ha infundido en mí. Por favor, esclaréceme y guíame para comprender la verdad y ganar discernimiento”.

Luego, leí estas palabras de Dios: “Analicemos el asunto de que tus padres te trajeran al mundo. ¿Quién eligió que te trajeran al mundo, tú o tus padres? ¿Quién eligió a quién? Si lo analizas desde la perspectiva de Dios, la respuesta es: ninguno de los dos. Ni tú ni tus padres elegisteis que ellos te trajeran al mundo. Si analizas de raíz esta cuestión, esto lo dispuso Dios. Dejaremos este tema de lado por ahora, ya que es algo fácil de entender. Desde tu punto de vista, naciste pasivamente de tus padres, sin tener otra opción al respecto. Desde la perspectiva de tus padres, te trajeron al mundo por su propia voluntad independiente, ¿verdad? En otras palabras, dejando de lado la disposición de Dios, en lo relativo a tu nacimiento, fueron tus padres quienes detentaron todo el poder. Eligieron traerte al mundo y lo decidieron todo. Tú no elegiste que ellos te dieran la vida, naciste de ellos pasivamente y no tuviste elección alguna al respecto. Así pues, dado que tus padres tuvieron todo el poder y optaron por hacer que nacieras, tienen la obligación y la responsabilidad de educarte, criarte hasta la vida adulta, proveerte de educación, alimento, vestimenta y dinero; esta es su responsabilidad y obligación, y es lo que les corresponde hacer. En tanto que tu postura fue siempre pasiva durante el tiempo que te criaron, no tuviste derecho a elegir: debían criarte ellos. Como eras pequeño, no tenías la capacidad de criarte solo, no te quedó más alternativa que recibir pasivamente la crianza de tus padres. Ellos te criaron tal como quisieron; si te daban buena comida y bebida, tú comías y bebías bien. Si te ofrecían un entorno vital en el que sobrevivías alimentándote de cizaña y plantas silvestres, así es como sobrevivías. En cualquier caso, durante tu crianza, tú eras pasivo y tus padres cumplían con su responsabilidad. Es igual que si tus padres cuidaran una flor. Si quieren cuidarla, deben fertilizarla, regarla y asegurarse de que reciba la luz del sol. Así pues, en cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. Independientemente de la razón por la cual te criaron, era su responsabilidad; como te trajeron al mundo, debían hacerse responsables de ti. […] En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). A partir de las palabras de Dios, comprendí que Su decreto y Su soberanía es que los padres críen a sus hijos. Independientemente de lo mal que lo pasen o los esfuerzos que hagan para cuidar de los hijos, esa es, sencillamente, su responsabilidad y obligación y no puede considerarse amabilidad. Crecer en una familia así también fue el arreglo de Dios para mí y daba igual el sufrimiento que mis padres hubieran soportado o el precio que hubieran pagado para criarme: sencillamente estaban cumpliendo sus responsabilidades y obligaciones. Dios ya había predeterminado esto y no debería verse como amabilidad, y no tenía que devolverles nada. Dios dispuso que tuviese una madrastra que me cuidase y me quisiese, y esto fue por Su gracia, así que debía estarle agradecido a Él y no atribuir todo el mérito a mis padres. Pero no comprendía la verdad y creía que, sin mis padres, no tenía nada, que fue el amor de mi madre lo que cambió mi desafortunada vida. No era mi madre biológica, pero era incluso más cercana conmigo de lo que nunca fue ella, así que la consideraba la persona más importante de mi vida y siempre quise pagarle la deuda que tenía con ella por su amor y sus cuidados, pero no consideré cómo cumplir mis deberes para satisfacer a Dios. ¿Acaso no era una total falta de humanidad? Es como cuando los padres contratan a una niñera: le confían el cuidado de su hijo durante un tiempo y le ofrecen al niño todo lo que necesita. Pero, si el niño la reconoce como su madre, solo ve los cuidados de la niñera y no agradece todo lo que sus padres han hecho por él, ¿acaso no rompería el corazón de sus padres? ¿No sería una verdadera ingratitud y se invertiría lo que es importante y lo que no? Mi vida proviene de Dios y es por Su protección y cuidado que he sobrevivido hasta el día de hoy. Que mis padres me hayan criado fue un mero cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones, y en esto no hay concepto de amabilidad. No debería considerar a mis padres como acreedores, sino que debería dar gracias a Dios, que es soberano sobre todo, y retribuir Su amor. Si yo, por devoción filial, no cumplo mis deberes ante Dios, ¡sería un auténtico miserable ingrato sin conciencia! Buscar cumplir los deberes de un ser creado para satisfacer a Dios es lo que nos hace dignos como seres creados cualificados y personas con conciencia y razón. Si volvía a casa para cuidar de mis padres, aunque me elogiasen los demás por ser buen hijo, ¿qué significaría esto si no recibía la aprobación de Dios?

Más adelante, me presenté de nuevo ante Dios para orar y buscar Su guía y preguntarle cómo debía tratar a mis padres según los principios-verdad. Luego, leí estas palabras de Dios: “Si, a tenor de tu entorno vital y del contexto en que te encuentras, honrar a tus padres no está reñido con el cumplimiento de la comisión de Dios y del deber —o sea, si el hecho de honrar a tus padres no afecta a tu leal cumplimiento del deber—, puedes practicar ambas cosas al mismo tiempo. No es necesario que en apariencia te separes de tus padres ni que muestres que renuncias a ellos o los rechaces. ¿Qué situación se rige por esto? (Cuando honrar a los padres no entra en conflicto con el cumplimiento del deber). Exactamente. Es decir, si tus padres no tratan de impedirte creer en Dios, también son creyentes y realmente te apoyan y animan a cumplir con tu deber lealmente y a llevar a cabo la comisión de Dios, entonces tu relación con ellos no es una relación carnal entre familiares en el sentido habitual del término, sino una relación entre hermanos y hermanas de la iglesia. En ese caso, aparte de relacionarte con ellos como hermanos y hermanas de la iglesia, también debes cumplir con algunas de tus responsabilidades filiales para con ellos. Debes demostrarles algo más de preocupación. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber —mientras tu corazón no esté atado a ellos—, puedes llamar a tus padres para preguntarles cómo están y demostrar algo de preocupación por ellos, puedes ayudarlos a resolver algunas dificultades y ocuparte de algunos de sus problemas en la vida, y hasta puedes ayudarlos a resolver algunas de sus dificultades en cuanto a su entrada en la vida; puedes hacer todas estas cosas. En otras palabras, si tus padres no te impiden creer en Dios, debes mantener la relación y cumplir con tus responsabilidades hacia ellos. ¿Y por qué deberías preocuparte por ellos, cuidarlos y preguntarles cómo están? Porque, ya que eres su hijo y tienes esta relación con ellos, tienes otro tipo de responsabilidad y, a raíz de esta, debes preguntar por ellos un poco más y brindarles una ayuda más sustancial. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber y tus padres no obstaculicen ni perturben tu fe en Dios y tu cumplimiento del deber ni te refrenen, es natural y adecuado que cumplas con tus responsabilidades para con ellos, y debes hacerlo hasta el extremo de que no te remuerda la conciencia; esta es la norma mínima que debes cumplir. Si no puedes honrar a tus padres en casa debido a que tus circunstancias lo afectan o lo impiden, no tienes que atenerte a este precepto. Debes ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios y someterte a Sus disposiciones, y no es preciso que te empeñes en honrar a tus padres. ¿Condena Dios esto? Dios no lo condena ni obliga a nadie a hacerlo. ¿De qué estamos hablando ahora? Estamos hablando sobre cómo debe practicar la gente cuando honrar a sus padres se contrapone con su cumplimiento del deber; estamos hablando de los principios de práctica y de la verdad. Tú tienes la responsabilidad de honrar a tus padres y, si las circunstancias lo permiten, puedes cumplir con esta responsabilidad, pero no debes permitir que tus sentimientos te aten. Por ejemplo, si uno de tus padres enferma y tiene que ir al hospital, no hay nadie que cuide de él y tú estás demasiado ocupado en el deber como para volver a casa, ¿qué debes hacer? En momentos así, no puedes dejar que tus sentimientos te coarten. Debes entregar el asunto en oración, encomendárselo a Dios y ponerlo a merced de Sus instrumentaciones. Esa es la actitud que debes tener. Si Dios quiere quitarle la vida a tu padre o a tu madre y arrebatártelo, debes someterte igualmente. Algunos dicen: ‘Aunque me he sometido, aún me siento desdichado y llevo días llorando por ello; ¿esto no es un sentimiento carnal?’. No es un sentimiento carnal, sino bondad humana, humanidad, y Dios no la condena. […] Si te dejas atrapar por tus sentimientos y esto impide tu cumplimiento del deber, eso contraviene totalmente las intenciones de Dios. Dios nunca te exigió que hicieras eso, Dios solo te exige que cumplas con tus responsabilidades para con tus padres y nada más. Eso es lo que implica la piedad filial. Cuando Dios habla de ‘honrar a los padres’, lo hace en un contexto determinado. Solamente necesitas cumplir con algunas responsabilidades que se pueden lograr en todo tipo de condiciones, eso es todo. Si tus padres enferman de gravedad o mueren, ¿depende de ti decidirlo? Cómo es su vida, cuándo mueren, qué enfermedad los mata o cómo mueren, ¿tienen algo que ver estas cosas contigo? (No). Nada que ver contigo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). Tras leer las palabras de Dios, gané principios y una senda de práctica. Si puedo cumplir mis deberes en casa bajo unas condiciones adecuadas, podría mostrar devoción filial y cuidar de mis padres, pero, si las condiciones no me permiten cuidar de ellos, Dios no me condenará por ello. Al pensar en esto, no era que yo no quisiera cuidar de mis padres, sino que, como el Partido Comunista Chino me arrestó y estuve bajo vigilancia, si seguía creyendo en Dios y cumpliendo mis deberes en casa, volverían a arrestarme y me enfrentaría a una persecución todavía más brutal. En el futuro, si se presentan las condiciones adecuadas y hay posibilidad de volver a casa, seré un buen hijo con mis padres y les compartiré las palabras de Dios. Pero, sin estas condiciones, seguiré sometiéndome a las orquestaciones y los arreglos de Dios y cumpliendo bien mis deberes. Debería orarle a Dios sobre la salud de mis padres y su cuidado en la vejez y confiarle a Él estas cosas. Dios creó a la humanidad y dispuso las leyes del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte y, a lo largo de la historia, nadie ha podido desafiar esas leyes ni nadie puede escapar de Su soberanía y arreglos. Es ley de vida que los padres desarrollen enfermedades con la edad y es inevitable. Además, aunque estuviese a su lado, ¿qué podría hacer realmente? ¿Podría padecer yo su sufrimiento en lugar de ellos? Además, mi hermano pequeño puede cuidar de ellos. Todos tenemos nuestra propia senda y experiencias que vivir, y nadie puede reemplazarlas ni cambiarlas. La suerte de mis padres está en manos de Dios y lo que puedo hacer es orar por ellos y someterme a Su soberanía y arreglos. Esta es la razón que debo poseer.

A través de esta experiencia, he llegado a comprender que esas ideas de la cultura tradicional y la herencia ancestral que la gente ve como buenas y correctas, y que se ven como conformes con las nociones populares de la ética y la moral, no son la verdad ni las exigencias de Dios para la humanidad, ni son estándares de conducta humana. Solo las palabras de Dios son la verdad y lo que las personas deben seguir. Solo viviendo de acuerdo con las palabras de Dios y la verdad puede considerarse realmente que una persona tiene conciencia y razón. Las palabras de Dios son las que me han permitido comprender cómo abordar la amabilidad de mis padres y ya no estar constreñido ni atado a las ideas tradicionales. ¡Gracias a Dios!

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