21. ¿Es prudente callar las faltas de los demás?
En abril de 2023, vi sin querer la evaluación que el líder hacía sobre mí. Decía que era una complaciente y que carecía de sentido de la rectitud. Mencionaba que yo había visto que algunos compañeros de trabajo vivían con actitudes corruptas que afectaban a su trabajo, pero que no había hablado de estas ni se las había señalado. Decía que no protegía los intereses de la iglesia, y que mi humanidad no era muy buena. Al ver la evaluación del líder me sentí un poco agraviada. “Siempre me he llevado de forma armoniosa con mis compañeros” —pensé— “y no he hecho nada para atormentar y reprimir a nadie. En algunas ocasiones sí compartía y señalaba los problemas que observaba en mis compañeros de trabajo. Aunque mi humanidad no fuera perfecta, seguro que, por lo menos, era media. Ellos vivían con actitudes corruptas, y no lograban reconocerlas ellos mismos porque no se esforzaban por la verdad. ¿Cómo iba a ser mi responsabilidad? ¿Cómo puede el líder decir que tengo poca humanidad?”. Es difícil describir lo profundamente herida que me sentí. Fue como derramar una jarra de multifruta: no podía especificar qué era lo que sentía. A pesar de mis numerosos años de fe en Dios, el líder había evaluado mi desempeño constante como el de una complaciente que no protegía los intereses de la casa de Dios y que tenía poca humanidad. En ese caso, ¿todavía podría cambiar mi carácter? Durante esos días, cada vez que pensaba en las palabras del líder era como si un cuchillo me atravesara el corazón. No podía evitar que se me saltaran las lágrimas y perdí la motivación para hacer cualquier cosa. Pero me di cuenta de que todavía había muchos problemas en mi trabajo; ¿retirarme a la negatividad en este momento no revelaría aun más mi falta de humanidad? Así que, me obligué a cumplir con mi deber y oré a Dios, decidida a someterme primero a las situaciones de este tipo a las que me enfrenté, y a reflexionar sobre mí misma para aprender lecciones de ellas.
Más tarde, reflexioné sobre por qué los demás decían que yo era una complaciente que no protegía los intereses de la casa de Dios. Mis pensamientos volvieron a las escenas de hace unos años cuando interactué con varios compañeros. En 2019, fui compañera de Xiaozhen, responsable del trabajo relacionado con textos. Durante ese tiempo, Xiaozhen vivía a la defensiva, y ella sentía que su carácter arrogante era grave. Si ella seguía trastornando y perturbando el trabajo según su carácter corrupto, su resultado y destino no serían buenos. Como resultado, fue muy pasiva en el cumplimiento de su deber y casi nunca participaba en nuestros debates. Sabía que Xiaozhen estaba en un estado de defensa e incomprensión. De hecho, ella tenía ciertas habilidades de trabajo y podía realizar algunas tareas cuando su estado era normal. Quería señalar sus problemas. Pero pensaba que, como ella acababa de empezar a practicar, ¿no me haría parecer desconsiderada y exigente señalar sus problemas? Si tenía pensamientos negativos sobre mí, ¿cómo nos llevaríamos en el futuro? Así que, solo le di una simple exhortación: “No vivamos siempre con nuestras actitudes corruptas; debemos aprender de forma activa y proactiva sobre nuestras habilidades profesionales y esforzarnos por mejorar”. Más tarde, al ver que su estado no había mejorado demasiado, pensé: “Te lo he recordado, pero si no entras, no hay nada que yo pueda hacer”. Por eso, no compartí nada más. Finalmente, el estado de Xiaozhen no mejoró y la despidieron por ser ineficaz en su deber. Había otra hermana, Lin Lin, que al ver que su nuevo compañero, el hermano Yang Zhi, era más hábil en la profesión y captaba algunos principios, se sentía inferior y era menos proactiva en su deber. Durante una reunión, se sinceró sobre su estado e incluso lloró. Al ver que se preocupaba demasiado por la reputación y el estatus, en un principio, quise diseccionar la naturaleza y las consecuencias de buscar estas cosas para ella. Sin embargo, pensé que ya estaba muy angustiada y que señalar sus problemas directamente podría avergonzarla y hacer que pensara que yo era poco compasiva. ¿Cómo nos llevaríamos en el futuro? Así que, ligeramente, dije: “No te fijes siempre en la reputación y el estatus; intenta aprender de los méritos de los demás cuando colaboras”. Más tarde, Lin Lin seguía sin comprender demasiado la naturaleza y las consecuencias de perseguir la reputación y el estatus. En ocasiones, su estado era bueno, y en otras, malo. Era muy pasiva en su deber, y al final también la despidieron.
Al recordar todos estos momentos de cooperación y asociación con varias hermanas y reflexionar sobre mí misma según las palabras de Dios, gané algo de comprensión sobre mi propio estado. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “La mayoría de las personas desean perseguir y practicar la verdad, pero gran parte del tiempo simplemente tienen la determinación y el deseo de hacerlo; la verdad no se ha convertido en su vida. Como resultado, cuando se topan con las fuerzas de la perversidad o se encuentran con personas malvadas y malas que cometen actos malvados o con falsos líderes y anticristos que hacen las cosas de una forma que viola los principios —con lo que perturban el trabajo de la iglesia y perjudican a los escogidos de Dios— pierden el coraje de plantarse y decir lo que piensan. ¿Qué significa cuando no tienes coraje? ¿Significa que eres tímido o poco elocuente? ¿O que no tienes un entendimiento profundo y, por tanto, no tienes la confianza necesaria para decir lo que piensas? Ninguna de las dos cosas; esto es principalmente la consecuencia de estar limitado por actitudes corruptas. Una de las actitudes corruptas que revelas es un carácter falso; cuando te sucede algo, lo primero que piensas es en tus propios intereses, lo primero que consideras son las consecuencias, si te beneficiará. Este es un carácter falso, ¿verdad? Otro es un carácter egoísta y vil. Piensas: ‘¿Qué tiene que ver conmigo una pérdida para los intereses de la casa de Dios? Si no soy líder, ¿por qué debería importarme? No tiene nada que ver conmigo. No es responsabilidad mía’. No piensas de manera consciente estos pensamientos y palabras, estos representan el carácter corrupto que se revela cuando la gente se topa con un problema, son una creación de tu subconsciente. Tales actitudes corruptas gobiernan tu forma de pensar, te atan de manos y pies, y controlan lo que dices. En tu interior, quieres levantarte y hablar, pero tienes reticencias, e incluso cuando llegas a hablar, te vas por las ramas y dejas un margen de maniobra, o bien vacilas y no cuentas la verdad. La gente perspicaz lo ve; de hecho, en el fondo sabes que no has dicho todo lo que debías, que lo que has dicho no ha tenido efecto alguno, que simplemente actuabas sin convicción y que no se ha resuelto el problema. No has cumplido con tu responsabilidad, pero dices abiertamente que has cumplido con ella o que no tenías claro lo que estaba sucediendo. ¿Es eso cierto? ¿Y de verdad es lo que piensas? ¿No estás entonces completamente bajo el control de tu carácter satánico?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, sentí que Él realmente escruta lo más profundo del corazón de la gente y que había expuesto mis intenciones más íntimas. Recordé que, al colaborar con varios compañeros de trabajo, realmente no había señalado sus problemas. A veces, incluso al compartir, tan solo había ofrecido simples exhortaciones o restado importancia a sus problemas. No me había atrevido a señalar que sus problemas se debían, en realidad, a vivir con actitudes falsas, por miedo a hacer algo que pudiera arruinar nuestra relación y complicar nuestra convivencia en el futuro. Por ejemplo, cuando había colaborado con Xiaozhen y Lin Lin había visto que Xiaozhen siempre se preocupaba por sus propias perspectivas y su propio porvenir, y no podía dedicarse a su deber. Por otro lado, Lin Lin se preocupaba por su reputación y estatus, y no tenía ninguna disposición para cumplir con su deber. Me había dado cuenta de los problemas que tenían, pero al considerar que pasábamos todo el día juntas, de la mañana a la noche, y nos veíamos a todas horas, ¿señalar sus problemas no les haría pensar que yo era insensible, demasiado dura y poco compasiva con sus dificultades, lo que les crearía un prejuicio contra mí? Al temer que podría ser difícil llevarse bien con ellas en el futuro, no había señalado la naturaleza y las consecuencias de sus problemas. De hecho, es normal que los demás señalen los problemas de otros. Aquellos que realmente aceptan la verdad reflexionarán sobre ellos mismos a la luz de tales correcciones, reconocerán sus problemas y serán capaces de sentir remordimiento y darse la vuelta; es una verdadera ayuda. Pero yo había estado viviendo en un carácter falso y, cuando había descubierto problemas en sus deberes que afectaban a la obra de la iglesia, lo único que había hecho era mencionarlos brevemente. Cuando finalmente las despidieron, había llegado a pensar con la conciencia tranquila que se debía a su propia falta de búsqueda y esfuerzo por la verdad y, en absoluto, había reflexionado sobre mis propios problemas. ¡Sí que había sido demasiado egoísta y falsa!
Más tarde, seguí reflexionando sobre mí misma. ¿Por qué siempre hablaba en voz baja de los problemas que veía en mis compañeros y no podía exponerlos directamente? Leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Hay un dogma en las filosofías para los asuntos mundanos que dice: ‘Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena’. Esto significa que, para preservar una relación amistosa, uno debe guardar silencio sobre los problemas de su amigo, incluso si los percibe claramente, que debe respetar los principios de no pegarle a la gente en la cara ni llamarle la atención por sus defectos. Han de engañarse mutuamente, ocultarse el uno del otro, intrigar contra el otro; y aunque sepan con claridad absoluta qué clase de persona es el otro, no lo dicen abiertamente, sino que emplean métodos taimados para preservar su relación amistosa. ¿Por qué querría uno preservar esas relaciones? Se trata de no querer hacer enemigos en esta sociedad, dentro del propio grupo, lo cual significaría someterse a menudo a situaciones peligrosas. Al saber que alguien se convertirá en tu enemigo y te perjudicará después de que le hayas llamado la atención por sus defectos o le hayas hecho daño, y al no desear colocarte en esa situación, empleas el dogma de las filosofías para los asuntos mundanos que dice que ‘Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’. A la luz de esto, si dos personas mantienen una relación de este tipo, ¿consideran que son verdaderos amigos? (No). No son verdaderos amigos, y mucho menos el confidente del otro. Entonces, ¿de qué tipo de relación se trata exactamente? ¿No es una relación social fundamental? (Sí). En este tipo de relaciones sociales, las personas no pueden expresar sus sentimientos, tener intercambios profundos ni hablar sobre lo que les venga en gana. No pueden decir en voz alta lo que hay en su corazón o los problemas que perciben en el otro, ni tampoco palabras que puedan beneficiar al otro. En cambio, optan por decir cosas agradables para conservar el favor del otro. No se atreven a decir la verdad ni a defender los principios por temor a suscitar la animadversión de los demás hacia ellos. Cuando nadie amenaza a una persona, ¿acaso esta no vive en relativa tranquilidad y paz? ¿No es este el objetivo de las personas que promueven el dicho ‘Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’? (Así es). Es evidente que se trata de una forma de existencia taimada y engañosa, con un elemento defensivo, cuyo objetivo es la propia preservación. Las personas que viven así no tienen confidentes, ni amigos íntimos a los que puedan decirles lo que quieran. Están a la defensiva unos con otros, se explotan mutuamente y se superan en astucia unos a otros, y cada uno toma de la relación lo que le conviene. ¿No es así? En el fondo, el objetivo de ‘Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’ es evitar ofender a otros y ganarse así enemigos, protegerse no causando daño a nadie. Se trata de una técnica y un método que uno adopta para evitar ser lastimado” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (8)). Las palabras de Dios me hicieron ver con claridad que mi colaboración y mis interacciones con los demás estaban atadas por la filosofía satánica para los asuntos mundanos: “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Había creído que, al interactuar con los demás, debía aprender a protegerme. También había pensado que exponer los problemas de los demás era ofensivo para ellos y podía fácilmente hacer que desarrollaran una predisposición contra mí, se enemistaran y yo acabara en una posición incómoda. Como consecuencia, no me había atrevido a exponer los problemas de los demás. Al pensarlo, me di cuenta de que había vivido bajo estas filosofías para los asuntos mundanos desde mi infancia. Nunca había señalado directamente los problemas que veía en los demás por miedo a ofenderlos. Superficialmente, parecería que me llevo bien con la gente, manteniendo relaciones entre ellas. Interactuar con los demás de esta forma no ofendía a nadie a primera vista, pero impedía una comunicación real con los demás y creaba una especie de barrera constante entre nosotras. Como resultado, no tenía confidentes reales. En la iglesia había seguido viviendo según estas filosofías. Al cooperar con Xiaozhen y Lin Lin había visto que vivían con actitudes corruptas y carecían de carga en sus deberes. Me preocupaba que señalar sus problemas pudiera herir sus orgullos y hacerme ver poco compasiva, así que guardé silencio sobre mis percepciones y dejé que vivieran con sus actitudes corruptas y se retrasaran en sus deberes, lo que llevó finalmente a sus despidos. Solía considerar estas filosofías para los asuntos mundanos: “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” como cosas positivas y pensaba que aplicarlas me podía proteger de enemistarme con los demás, y que era una decisión inteligente. Solo ahora me di cuenta de que al vivir según estas filosofías para los asuntos mundanos, aunque aparentara no ofender a nadie y mantuviera buenas relaciones con mis compañeras de trabajo, había sido muy egoísta y falsa, y mis colaboraciones e interacciones con los demás habían sido bastante frías. No aportaron beneficios a su entrada en la vida y además causaron daños a la obra de la iglesia. Al ver que vivir según estas filosofías para los asuntos mundanos, además de hacer daño a los demás y a mí misma, daña la obra de la iglesia, me di cuenta de que realmente no es una buena senda para recorrer.
Más tarde, seguí reflexionando y descubrí que tenía otra perspectiva errónea cuando intentaba ser una complaciente. Pensaba que los despidos de algunas compañeras de trabajo se debían a su propia falta de búsqueda de la verdad y no tenían nada que ver conmigo, así que no me sentí culpable por sus despidos. Después, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué es la colaboración? Debéis ser capaces de conversar de las cosas unos con otros y de expresar vuestros puntos de vista y opiniones; debéis complementaros y supervisaros unos a otros, pedir ayuda unos a otros, hacer indagaciones y recordaros asuntos unos a otros. De eso se trata colaborar en armonía. Pongamos, por ejemplo, que manejas un tema de acuerdo con tu propia voluntad y alguien dice: ‘Lo has hecho mal, completamente en contra de los principios. ¿Por qué lo manejaste como quisiste, sin buscar la verdad?’. A eso respondes: ‘Es verdad, ¡me alegra que me lo hayas advertido! Si no lo hubieses hecho, ¡hubiera sido un desastre!’. Eso es que se recuerden cosas mutuamente. ¿Qué es, entonces, supervisarse unos a otros? Todo el mundo tiene un carácter corrupto y puede ser superficial al llevar a cabo su deber, protegiendo solo su propio estatus y su orgullo y no los intereses de la casa de Dios. Esos estados se encuentran en cada una de las personas. Si te enteras de que una persona tiene un problema, deberías tomar la iniciativa de compartir con ella y recordarle que debe cumplir su deber de acuerdo con los principios, al tiempo que permites que te sirva de advertencia a ti también. Eso es supervisión mutua. ¿Qué función cumple la supervisión mutua? Está destinada a salvaguardar los intereses de la casa de Dios y también a evitar que la gente tome la ruta incorrecta” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Las palabras de Dios me hicieron comprender que la iglesia dispone que varias personas trabajen juntas para complementar los méritos y defectos de cada una, y para recordarse y supervisarse mutuamente. Sobre todo, cuando vemos que alguien vive en un estado erróneo que afecta al trabajo, debemos recordárselo, ayudarle o incluso podarle para evitar que camine por la senda equivocada, lo que puede causar pérdidas en la obra de la iglesia. Hacerlo también es proteger los intereses de la iglesia y es nuestra responsabilidad. Cuando había colaborado con algunas hermanas y las había visto vivir con actitudes corruptas que afectaban su trabajo, debería haber dado un paso adelante y ofrecerles enseñanza y ayuda y, en caso necesario, exponerlas y podarlas. Si eran personas que aceptaban la verdad a través de esta charla y exposición, habrían reconocido sus problemas, dado la vuelta a tiempo y no habrían sufrido pérdidas en su vida. Tras cambiar su estado, también podrían haber cumplido mejor con sus deberes. Si no aceptaban la verdad, mi consciencia habría quedado tranquila porque había cumplido con mi responsabilidad al hablarles y ayudarlas. Más tarde, supe que después de su despido, Xiaozhen y Lin Lin habían reflexionado y reconocido sus problemas y habían vuelto a cumplir con sus deberes posteriormente. Esto mostraba que no eran personas que no aceptaban la verdad, sino que solo habían estado viviendo en un estado corrupto y caminando por la senda equivocada durante un tiempo. Pero yo me había limitado a observar cómo estaban atadas por sus actitudes corruptas, lo que afectó a la obra de la iglesia, y no les ofrecí enseñanza ni ayuda. ¡Había sido realmente irresponsable!
Solía pensar que podía llevarme bien con los demás y que no había hecho nada evidente para reprimir o atormentar a la gente, así que creía que mi humanidad era relativamente buena. Pero tras compararme con las palabras de Dios, empecé a ganar algo de comprensión sobre mí misma. Leí más palabras de Dios: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior. Además, Dios escruta el corazón de la gente y conoce su situación, a todos y cada uno; sean quienes sean, nadie puede engañar a Dios. Algunas personas alardean de poseer buena humanidad, de jamás hablar mal de los demás, jamás perjudicar los intereses de otros, y sostienen que jamás han codiciado los bienes del prójimo. Cuando hay una disputa sobre los intereses, incluso prefieren perder a aprovecharse de los demás, y todos piensan que son buenas personas. Sin embargo, cuando llevan a cabo sus deberes en la casa de Dios, son maliciosos y escurridizos, siempre maquinando para sí mismas. Nunca piensan en los intereses de la casa de Dios, nunca tratan como urgentes las cosas que Dios considera urgentes ni piensan como Dios piensa, y nunca pueden dejar a un lado sus propios intereses a fin de llevar a cabo su deber. Nunca abandonan sus propios intereses. Aunque ven a las personas malvadas hacer el mal, no las exponen; no tienen principio alguno. ¿Qué clase de humanidad es esta? No es humanidad buena” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). De las palabras de Dios, me di cuenta de que una persona con una humanidad realmente buena tiene un corazón sincero para Dios, es cariñosa con sus hermanos y hermanas, colabora con los demás según los principios y adopta una postura. Además, cuando ve que alguien trastorna o afecta la obra de la iglesia, puede alzarse y exponerlo y proteger los intereses de la casa de Dios. Sin embargo, para mantener las relaciones con la gente vi que otros vivían con actitudes corruptas y tomaban la senda equivocada, pero no compartí con ellos para ayudarlos, lo que causó algunas pérdidas en la obra. Recién ahora veía con claridad que mi humanidad no era buena y acepté de corazón la evaluación que el líder hizo de mí.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios que proporcionaba una senda de práctica para resolver el problema de ser una complaciente. Dios dice: “Si tienes las motivaciones y la perspectiva de una ‘complaciente’, entonces, en todos los asuntos, serás incapaz de practicar la verdad y acatar los principios, y fracasarás y caerás siempre. Si no despiertas y no buscas nunca la verdad, entonces eres un incrédulo, y nunca obtendrás la verdad y vida. Así pues, ¿qué deberías hacer? Cuando te enfrentes con esas cosas, debes orar a Dios y llamarle, suplicando salvación y pidiéndole que te otorgue más fe y fuerza, y te permita acatar los principios, hacer lo que debas hacer, manejar las cosas de acuerdo con los principios, mantenerte firme en la posición que debes defender, proteger los intereses de la casa de Dios y evitar que entre algo perjudicial en la obra de la casa de Dios. Si puedes rebelarte contra tus propios intereses, tu orgullo y tu punto de vista de complaciente y si haces lo que debes hacer con un corazón honesto e íntegro, entonces habrás derrotado a Satanás y habrás ganado este aspecto de la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que, siempre que tenga la mentalidad y la intención de ser una complaciente, debo orar más a Dios, y pedirle que me dé fuerza para rebelarme contra mí misma. En lugar de mantener las relaciones con los demás, debería practicar la verdad, seguir los principios y ser una persona que defiende la obra de la iglesia. De esta forma, puedo de a poco entrar en la realidad-verdad de este aspecto.
Posteriormente, me asignaron supervisar el trabajo en otra iglesia. Unos días después de llegar, me di cuenta de que los hermanos y hermanas con los que cooperaba estaban muy ocupados con diversos trabajos cada día, y a veces estaban tan ocupados que no tenían charlas. Su vida de iglesia no era normal. Pensé: “La responsabilidad primordial de ser un líder y un obrero es asegurar una buena vida de iglesia, y guiar a los hermanos y hermanas a comer, beber y comprender las palabras de Dios para entrar en la realidad-verdad. Pero si todos están ocupados con su trabajo diario y no se centran en su propia entrada en la vida, ¿cómo van a guiar a los hermanos y hermanas a vivir una buena vida de iglesia?”. Quería realmente señalar este problema a todos, pero dudé: “Acabo de llegar y, si señalo el problema ahora, podría parecer que intento demostrar cuánta diligencia tengo al perseguir la verdad. Además, hay mucho trabajo que manejar cada día; eso es un problema real. Si lo menciono ahora, ¿pensarán que soy desconsiderada y que solo busco defectos, y tendrán una mala impresión de mí? ¡Esto hará nuestra colaboración e interacción en el futuro muy incómodas!”. Al pensar de esta forma, no pude pronunciar palabra, pero no hablar también me hacía sentir culpable. Sentí que, aunque estábamos ocupados a diario, con una planificación adecuada, podríamos encontrar tiempo para tener reuniones. Además, como líderes y obreros, si no prestamos atención a vivir la vida de iglesia y no nos esforzamos por la verdad, es fácil desviarse. No podía seguir manteniendo relaciones con los demás como solía hacerlo, sin señalar los problemas que descubría. Esto dañaría a los demás y a mí misma, y también retrasaría la obra de la iglesia. Entonces pensé en las palabras de Dios: “Si puedes rebelarte contra tus propios intereses, tu orgullo y tu punto de vista de complaciente y si haces lo que debes hacer con un corazón honesto e íntegro, entonces habrás derrotado a Satanás y habrás ganado este aspecto de la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al pensar en esto, señalé los problemas que descubrí delante de todos y compartí las consecuencias de no centrarse en vivir la vida de iglesia. Varios compañeros de trabajo también mencionaron que últimamente no habían prestado atención a vivir la vida de iglesia. Aunque todos los días estaban ocupados, se sentían vacíos por dentro y no podían calar sus propios estados o los problemas de su trabajo. Estaban dispuestos a dar la vuelta. Después de esto, organizamos el tiempo de forma razonable, nos reuníamos para hablar de forma regular y reflexionábamos sobre nuestros propios estados a la luz de las palabras de Dios. Rápidamente, compartíamos y resumíamos cualquier problema o desviación en nuestro trabajo. Al practicar de esta forma, todos ganamos algunos beneficios. Aparte de ganar discernimiento sobre nuestras propias actitudes corruptas y opiniones falaces sobre las cosas, vimos con más claridad los problemas y desviaciones en nuestro trabajo.
Tras pasar por esta experiencia, he adquirido una comprensión correcta sobre el significado de la buena humanidad. La buena humanidad no solo consiste en aparentar no pelear, discutir, reprimir o atormentar a los demás. La buena humanidad implica ser capaz de señalar y hablar sobre los problemas que alguien ve en los demás, ayudar a la gente en el cumplimiento de sus deberes y en su entrada en la vida, enfrentarse a las cosas que ve que no están de acuerdo con la verdad y defender los principios para señalarlas y salvaguardar la obra de la iglesia. Mientras tanto, también he llegado a ver con más claridad la naturaleza y las consecuencias de ser una complaciente, y soy capaz de rebelarme de forma consciente contra mí misma y conducirme según las palabras de Dios. Esta pequeña transformación y comprensión que gané fue por la salvación de Dios. ¡Gracias a Dios!