23. Reflexiones sobre rechazar la supervisión

Por Li Guo, China

En los últimos años, me he ocupado de las tareas de depuración de la iglesia. Como he hecho este deber durante un largo tiempo y he entendido algunos principios, por lo general, no me sentía presionada en mi deber y podía hacerlo con facilidad. Inconscientemente, empecé a cumplir con mi deber según mis caprichos y mi ritmo de trabajo era relajado. Poco después, los líderes solicitaron una investigación exhaustiva para identificar a las personas a las que debía echarse. Entregué a los líderes la lista de nombres de las personas identificadas. Después, me pidieron muchas veces datos específicos de las personas que estaban en la lista y me preguntaron cuándo podía terminar de clasificar los materiales para la depuración, y cosas así. Al tener que enfrentarme a la supervisión y el seguimiento de los líderes, pensé: “¿No estoy ya trabajando en eso? Ni que estuviera aquí sentada sin hacer nada. ¿No confían en mí? ¿Cómo puede complementarse y verificarse la información tan rápidamente? ¿Por qué hacen un seguimiento tan exhaustivo? ¿No pueden darme un poco de libertad?”. Pero luego me di cuenta de que, si no me daba prisa en hacer el trabajo, los líderes podrían decir que carecía de una carga, así que no tuve más remedio que verificar y complementar la información lo más rápido posible. Después de eso, ocupé todo mi tiempo todos los días. Eso me hacía sentir restringida y reprimida mientras cumplía con mi deber. Luego, cuando declaré mi trabajo, no proporcioné la lista de nombres de ciertas personas sobre las que investigaba. Los líderes pensaron que yo ya casi había terminado la tarea y dejaron de seguirme y supervisar mi trabajo con la frecuencia de antes. Así, perdí mi sentido de la urgencia. A veces, me demoraba en llegar a la iglesia para complementar los materiales hasta el mediodía, aunque, obviamente, podría haber terminado esa tarea por la mañana. Tampoco tenía un plan claro, sino que hacía las cosas según mi capricho. Después, los líderes descubrieron que yo no había presentado la lista de nombres de algunas personas a las que debía echarse. Me podaron por hacer mi deber según mi capricho, no aceptar la supervisión y no considerar el trabajo de la iglesia en absoluto. En ese momento, sentí mucha reticencia. Pensaba que, aunque no les había entregado la lista completa de nombres, eso no significaba que yo no estaba trabajando en la tarea. Además, no me había retrasado en mi deber.

Más tarde, leí las palabras de Dios: “Los anticristos prohíben a otros intervenir, hacer indagaciones o supervisarlos en el trabajo. Cualesquiera sean las disposiciones de la casa de Dios para investigar su trabajo, saber más sobre este o supervisarlo, emplearán todo tipo de técnicas para boicotearlas y rechazarlas. A modo de ejemplo, cuando lo Alto asigna un proyecto a algunas personas, pasa un tiempo y no hay avance alguno. No le dicen a lo Alto si están trabajando en ello, ni cómo va, ni si ha habido dificultades o problemas entre medias. No dan retroalimentación. Parte del trabajo es urgente y no se puede retrasar, sin embargo, se lo toman con calma y lo prolongan durante mucho tiempo sin terminarlo. Entonces, lo Alto debe hacer indagaciones. Cuando esto ocurre, les resulta insoportablemente bochornoso y se oponen en su corazón: ‘Solo han pasado unos diez días desde que me asignaron este trabajo. Apenas me he instalado todavía y lo Alto ya está haciendo indagaciones. ¡Sus requisitos para la gente son, simplemente, demasiado exigentes!’. Ahí los tienes, buscándoles fallas a las indagaciones. ¿Cuál es el problema aquí? Decidme, ¿no es bastante normal que lo Alto haga indagaciones? Por un lado, está el deseo de saber más sobre el estado de los avances de la obra, así como sobre qué dificultades quedan por resolver; por otro, está el deseo de saber más sobre qué tipo de calibre tienen las personas asignadas a la obra y si serán realmente capaces de resolver los problemas y de llevarlo a cabo adecuadamente. Lo Alto quiere conocer los hechos tal y como son y, la mayoría de las veces, hace indagaciones en tales circunstancias. ¿No es algo que se debería hacer? A lo Alto le preocupa que no sepas resolver problemas y no puedas ocuparte del trabajo. Por eso hace indagaciones. Algunas personas se resisten bastante a dichas indagaciones y sienten repulsión hacia ellas. No están dispuestas a permitir que la gente las haga, y en cuanto eso sucede, se oponen y desconfían, rumiando todo el tiempo: ‘¿Por qué siempre están haciendo indagaciones y queriendo saber más? ¿Es porque no confían en mí y me menosprecian? Si no confían en mí, ¡no deberían usarme!’. Nunca entienden las indagaciones ni la supervisión de lo Alto, sino que se resisten a ellas. ¿Tienen razón esas personas? ¿Por qué no permiten que lo Alto haga indagaciones y las supervise? ¿Por qué, además, se resisten y rebelan? ¿Cuál es el problema aquí? No les importa si el cumplimiento de su deber es efectivo o si obstaculizará el avance de la obra. No buscan los principios-verdad cuando cumplen su deber, sino que hacen lo que quieren. No piensan en los resultados o la eficiencia de la obra y definitivamente no piensan en los intereses de la casa de Dios, mucho menos en las intenciones de Dios y en Sus requisitos. Su pensamiento es: ‘Yo tengo mis propias formas y rutinas al llevar a cabo mi deber. No me exijáis demasiado ni me pidáis cosas de manera demasiado detallada. Ya está bastante bien que sea capaz de cumplir con mi deber. No puedo fatigarme o sufrir demasiado’. No comprenden las indagaciones de lo Alto y sus intentos de saber más sobre la obra. ¿De qué carece esta falta de comprensión que tienen? ¿No carece de sumisión? ¿No carece de sentido de la responsabilidad? ¿De lealtad? Si fuesen realmente responsables y leales en el cumplimiento de su deber, ¿rechazarían las indagaciones de lo Alto sobre su trabajo? (No). Podrían comprenderlo. Si de verdad no lo pueden comprender, hay una sola posibilidad: ven su deber como una vocación y un sustento y sacan provecho de él, lo consideran una condición y una baza con la que obtener una recompensa todo el tiempo. Solo realizarán un poco de trabajo de prestigio para apañárselas con lo Alto, sin siquiera hacer el intento de tomar la comisión de Dios como su deber y obligación. Por eso, cuando lo Alto hace indagaciones sobre su trabajo o lo supervisa, entran en un estado mental de repulsión y resistencia. ¿No es así? (Sí). ¿De dónde viene este problema? ¿Cuál es su esencia? Es que su actitud hacia el proyecto de trabajo no es la correcta. Solo piensan en la tranquilidad y la comodidad carnales, en su propio estatus y dignidad, en lugar de pensar en la efectividad del trabajo y en los intereses de la casa de Dios. De ninguna manera buscan actuar de acuerdo con los principios-verdad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Dios deja en evidencia que los anticristos no quieren que la gente supervise su trabajo. Cuando los líderes revisan y consultan su trabajo, se sienten reticentes y hacen las cosas como quieren, sin importarles la efectividad de su trabajo. Reflexioné sobre mi caso y me di cuenta de que había mostrado una conducta similar. Cuando los líderes preguntaron por el progreso de mi trabajo, sentí una gran reticencia. Pensaba que yo no había estado sin hacer nada, y que ellos me habían estado presionando mucho. Aunque yo había seguido trabajando, lo hice de mala gana. Incluso los había engañado al no informar honestamente los datos específicos de las personas identificadas en la investigación, lo que hacía que los líderes no pudieran supervisar mi trabajo, y yo cumpliera con mi deber como quisiera y según mis planes. A simple vista, yo no había estado sin hacer nada, pero mi actitud relajada de hacer las cosas según mi rutina había afectado directamente el progreso del trabajo. Me di cuenta de que carecía del sentido de la responsabilidad en mi deber y de que no era digna de confianza.

Tiempo después, leí estas palabras de Dios: “Un líder que supervisa tu trabajo es algo bueno. ¿Por qué? Porque significa que se responsabiliza del trabajo de la iglesia; este es su deber, su responsabilidad. Ser capaz de cumplir bien esta responsabilidad prueba que es un líder competente, un buen líder. Si se te concedieran completa libertad y derechos humanos y pudieras hacer lo que quisieras, seguir tus deseos y disfrutar de total libertad y democracia y, con independencia de lo que hicieras o de cómo lo hicieras, el líder no se preocupara ni supervisara, nunca te cuestionara, no comprobara tu trabajo, no hablara cuando se detectaran problemas y solo te engatusara o negociara contigo, ¿sería un buen líder? Claro que no. Un líder así te perjudica. Consiente tus maldades, permite que vayas en contra de los principios y hagas lo que desees: te empuja al abismo de fuego. No es un líder que sea responsable ni acorde al estándar. Por otro lado, si un líder es capaz de supervisarte con regularidad, de identificar los problemas en tu trabajo y recordártelos con prontitud o de reprenderte y dejarte en evidencia enseguida, así como de corregirte y ayudarte a tiempo en lo que respecta a tus búsquedas incorrectas y tus desvíos a la hora de desempeñar tu deber; si además, bajo su supervisión, reprobación, provisión y ayuda, cambia tu actitud errónea hacia tu deber, eres capaz de desechar algunos puntos de vista absurdos, se reducen poco a poco tus propias ideas y los inconvenientes surgidos de la impetuosidad, y eres capaz de aceptar con calma las afirmaciones y puntos de vista que son correctos y se ajustan a los principios-verdad, ¿acaso no te resulta beneficioso? ¡No cabe duda de que los beneficios son inmensos!(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (7)). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que es responsabilidad de los líderes supervisar y hacer un seguimiento del trabajo. Esto también indica que ellos son responsables de sus deberes y que su objetivo es hacer bien el trabajo de la iglesia. Quienes realmente tienen consciencia y razón frecuentemente reflexionarán sobre sí mismos cuando se enfrenten con la supervisión de los líderes, y resumirán y corregirán las desviaciones y los problemas que surjan en sus deberes de manera oportuna para lograr mejores resultados. Recordé que, cuando comencé a hacer el trabajo de depuración, no entendía ninguno de los principios. Solo después de que los hermanos y hermanas me los explicaron y me ayudaron muchas veces, pude entender algunos de ellos y discernir un poco las conductas de las diferentes personas. Fue un favor muy especial que he ganado por cumplir con este deber y fue por la gracia de Dios. La iglesia me había asignado esta tarea, así que debería haberme hecho cargo de este deber y hacer lo mejor posible con todo mi corazón y esfuerzo para asegurarme un progreso fluido en el trabajo. Esto demuestra tener conciencia y razón. Sin embargo, había estado haciendo mi deber relajadamente y estaba satisfecha con tener tareas que hacer, sin tener en cuenta el progreso del trabajo. Incluso, había engañado a los líderes al no informar detalles específicos para impedir que revisaran y supervisaran mi trabajo. ¿Cómo podía decir que yo tenía conciencia o humanidad al llevar a cabo mi deber de esa manera? Constantemente, había evitado la supervisión y no quería que me limitaran. Eso era cómodo para mi carne, pero retrasaba el trabajo y hacía que cometiera transgresiones. ¡Había sido muy estúpida!

Luego, leí más palabras de Dios: “¿Qué es pues el deber? Es una comisión que Dios les ha confiado a las personas, es parte de la obra de la casa de Dios, y es una responsabilidad y obligación que debería estar a cargo de cada uno de los escogidos de Dios. ¿Es el deber tu carrera? ¿Es un asunto familiar personal? ¿Es acertado decir que una vez que te han encargado un deber, este se convierte en tu asunto personal? No es así en absoluto. Entonces, ¿cómo debes cumplir con tu deber? Actuando en concordancia con las exigencias, las palabras y los estándares de Dios, y basando tu comportamiento en los principios-verdad en lugar de en unos deseos humanos subjetivos. Algunas personas dicen: ‘Una vez que se me ha encargado un deber, ¿acaso no es asunto mío? Mi deber es mi responsabilidad, ¿no es entonces asunto mío ese encargo? Si gestiono mi deber como un asunto propio, ¿no significa eso que lo haré bien? ¿Lo haría bien si no lo tratara como un asunto propio?’. ¿Son estas palabras acertadas o equivocadas? Son equivocadas, no están en consonancia con la verdad. El deber no es un asunto tuyo particular, es asunto de Dios, pertenece a Su obra, y debes hacerlo como Dios te pide; solo cumpliendo con tu deber con un corazón sumiso a Dios puedes estar a la altura del estándar. Si siempre cumples con tu deber según tus propias nociones y figuraciones, y según tus propias inclinaciones, así nunca vas a estar a la altura del estándar. Cumplir siempre con tu deber como te da la gana no es cumplir con tu deber, porque eso que haces no está en el ámbito de gestión de Dios, no es la obra de la casa de Dios. En vez de eso, vas por tu cuenta, haces tus propias tareas, y por tanto no es algo que Dios recuerde(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber). Gracias a las palabras de Dios, entendí que los deberes provienen de Dios; son la responsabilidad y la obligación de cada seguidor de Dios. No es como manejar los asuntos domésticos, donde las personas pueden hacer lo que les parezca. En lugar de esto, deben buscar la verdad y cumplir con sus deberes según los principios. Yo era responsable del trabajo de depuración en la iglesia. El requisito de Dios para este deber era depurar de la iglesia a los anticristos, a las personas malvadas y a los incrédulos lo más pronto posible para darles una buena vida de iglesia a los hermanos y las hermanas. Sin embargo, yo no había tenido en cuenta las intenciones de Dios. No había tenido en cuenta cómo llevar a cabo este trabajo rápidamente según los principios. En cambio, todos los días, había pensado en cómo mi carne podía estar cómoda y evitarme dificultades y fatiga. Había ejecutado mi deber caprichosamente, con tranquilidad y sin prisas. No había sacado adelante las tareas que podrían haberse completado antes y no había tenido la voluntad de hacer más cuando podía e, intencionalmente, había ocultado la lista de nombres de personas que cumplían con los criterios para ser echadas. Les había ocultado a los líderes el progreso específico del trabajo para que no pudieran supervisarme y para que yo no estuviera tan ocupada ni cansada. Por mi comodidad carnal, había mentido y engañado. ¡Realmente no era digna de este deber!

Más tarde, reflexioné. ¿Por qué no quería aceptar la supervisión y siempre quería hacer las cosas a mi manera? Luego leí este pasaje de las palabras de Dios: “¿Cómo son los que se ocupan del trabajo que les corresponde? Son personas que consideran de manera sencilla sus necesidades básicas, como la comida, la ropa, la vivienda y el transporte. Mientras estas cosas cumplan un estándar normal, con eso les basta. Les importa más su senda en la vida, su misión como seres humanos, su perspectiva vital y sus valores. ¿En qué piensan todo el tiempo las personas poco prometedoras? Siempre están pensando en cómo holgazanear, en trucos para eludir sus responsabilidades, en cómo comer bien y divertirse, en su tranquilidad y comodidad física, sin tener en cuenta los asuntos importantes. Por tanto, se sienten reprimidas en el entorno y el ambiente del cumplimiento de su deber en la casa de Dios. […] Estas personas que no se ocupan del trabajo que les corresponde y hacen lo que les apetece no desean hacer tales cosas pertinentes. El objetivo final que desean alcanzar al hacer lo que les viene en gana es su comodidad física, su placer y tranquilidad, y que no se les restrinja ni se les agravie de ninguna manera; es poder comer lo suficiente de lo que quieran, y hacer lo que les plazca. El motivo por el que a menudo se sienten reprimidas es la calidad de su humanidad y de su afán interior. Por mucho que les hables sobre la verdad, nada cambia en ellas y su represión no se resuelve. Esa es la clase de personas que son; no son más que cosas que no se ocupan del trabajo que les corresponde. Aunque en apariencia no hayan cometido ninguna maldad importante ni sean malas personas, y aunque parezca que solo han fracasado a la hora de cumplir los principios y preceptos, en realidad, su esencia-naturaleza es que no se ocupan del trabajo que les corresponde ni siguen la senda correcta. Esta clase de personas carecen de la conciencia y la razón de la humanidad normal, y no pueden alcanzar la inteligencia de esta. No piensan, reflexionan ni buscan los objetivos que las personas con humanidad normal deberían perseguir, ni las actitudes vitales y los métodos de existencia que dichas personas deberían adoptar. Cada día llenan sus mentes de pensamientos sobre cómo encontrar la tranquilidad física y el placer. Sin embargo, en el entorno de vida de la iglesia, no pueden satisfacer sus preferencias físicas, por lo que se sienten incómodas y reprimidas. Así es como surgen sus emociones. Decidme, ¿acaso no son agotadoras las vidas de estas personas? (Lo son). ¿Son vidas lastimosas? (No). Así es, no son lastimosas. Por decirlo suavemente, son el tipo de personas que no se ocupan del trabajo que les corresponde. En la sociedad, ¿quiénes son los que no se ocupan de su trabajo? Los holgazanes, necios, vagos, gamberros, rufianes y vividores, la gente de ese tipo. No desean aprender ninguna habilidad o destreza nueva, y no quieren emprender carreras serias o encontrar un trabajo para salir adelante. Son los holgazanes y vividores de la sociedad. Se infiltran en la iglesia, y luego quieren conseguir algo a cambio de nada, obtener las bendiciones que les corresponden. Son unos oportunistas. Estos oportunistas nunca están dispuestos a desempeñar sus deberes. Si las cosas no salen como ellos quieren, aunque sea solo un poco, se sienten reprimidos. Desean siempre vivir con libertad, sin realizar ningún tipo de trabajo, y aun así quieren comer bien y vestir ropa buena, comer lo que les venga en gana y dormir cuando lo deseen. Piensan que cuando se dé un día como ese, sin duda será maravilloso. No quieren soportar siquiera unas pocas adversidades y desean una vida complaciente. A estas personas incluso vivir les resulta agotador; las emociones negativas las limitan. A menudo se sienten cansadas y confusas porque no pueden hacer lo que les apetece. No quieren ocuparse del trabajo que les corresponde ni de sus propios asuntos. No quieren dedicarse a un trabajo y ser constantes en él de principio a fin, tratándolo como su propia profesión y deber, como su obligación y responsabilidad; no quieren acabarlo y conseguir resultados, ni llevarlo a cabo según el mejor estándar posible. Nunca han pensado así. Lo único que quieren es actuar de manera superficial y utilizar su deber como un medio para ganarse la vida. Cuando se enfrentan a un poco de presión o a alguna forma de control, o cuando se les exige un estándar ligeramente superior o se les hace cargar con un poco de responsabilidad, se sienten incómodas y reprimidas. Estas emociones negativas surgen en su interior, la vida les resulta agotadora y se sienten desgraciadas. Una razón fundamental por la que a estas personas les resulta agotador vivir es que carecen de razón. Su razón está deteriorada, se pasan el día fantaseando, viviendo en un sueño, en las nubes, imaginando siempre las cosas más descabelladas. Por eso su represión es muy difícil de resolver. No les interesa la verdad, son incrédulos. Lo único que podemos hacer es pedirles que abandonen la casa de Dios, que vuelvan al mundo y encuentren su propio lugar de tranquilidad y comodidad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Gracias a las palabras de Dios, vi que quienes cumplen con su deber como les parece y no se ocupan de su trabajo adecuadamente nunca piensan en los asuntos correctos. Solo piensan todos los días en cómo hacer que su carne esté cómoda. No importa cuántos años hayan estado cumpliendo con sus deberes, siempre mantienen una actitud de hacer las cosas de manera superficial, al igual que los holgazanes y los perezosos del mundo secular. Esas personas sienten aversión por la verdad y no aman las cosas positivas, lo que las convierte en incrédulas típicas. Si no se arrepienten, están condenadas a quedar en evidencia y ser descartadas. Estaba acostumbrada a despreciar a los holgazanes y a los perezosos, ya que pensaba que esas personas no se ocupaban adecuadamente de su trabajo y que solo daban vueltas. Al compararme con las palabras de Dios, vi que yo era como esas personas. No quería que me supervisaran ni que me instaran a cumplir con mi deber; solo quería libertad y no tener restricciones, sin mostrar responsabilidad hacia mi trabajo principal. No me ocupaba correctamente de mi trabajo y disfrutaba de la comodidad. ¿Tenía el más mínimo sentido de integridad y dignidad? Aunque parecía que hacía mi trabajo, no había sido sincera con Dios, ya que había sido evasiva y escurridiza en mi deber. Pensaba que podía estar a la altura engañando a Dios para recibir Sus bendiciones. Había cumplido con algunos de mis deberes solo por mis perspectivas y mi destino. ¿No era una oportunista descarada? Dios escruta todo, y quien no sea sincero en sus deberes quedará en evidencia y será descartado. Me había engañado a mí misma al pensar que podía obtener la bendición de Dios a través de medios engañosos. ¿No era una tontería absoluta? ¿En qué se diferenciaban mis manifestaciones de las de los incrédulos que habían sido echados? Si seguía de esta manera, arruinaría mis resultados y mi destino. Cuanto más lo pensaba, más temía. Así que oré a Dios arrepentida y estuve dispuesta a buscar la verdad para resolver mis problemas.

Después, leí más palabras de Dios: “Todos aquellos que creen realmente en Dios son individuos que se ocupan del trabajo que les corresponde, son los que están dispuestos a desempeñar su deber, son capaces de asumir una labor y la hacen bien, de acuerdo con su calibre y los preceptos de la casa de Dios. Por supuesto, al principio puede ser un desafío adaptarse a esta vida. Puede que te sientas agotado física y mentalmente. Sin embargo, si realmente tienes la determinación de cooperar y la voluntad de convertirte en una persona normal y buena, y de alcanzar la salvación, entonces debes pagar cierto precio y permitir que Dios te discipline. Cuando tengas el impulso de ser obstinado, debes rebelarte contra él y desprenderte de ese impulso, y reducir poco a poco tu obstinación y tus deseos egoístas. Debes buscar la ayuda de Dios en asuntos cruciales, en momentos y en tareas cruciales. Si tienes determinación, entonces debes pedirle a Dios que te reprenda y te discipline, y que te esclarezca para que seas capaz de entender la verdad, de esa manera obtendrás mejores resultados. Si tu determinación es auténtica, si le oras a Dios en Su presencia y le suplicas, Él actuará. Cambiará tu estado y tus pensamientos. Si el Espíritu Santo realiza un poco de obra, te conmueve y te esclarece un poco, tu corazón cambiará y se transformará tu estado. Cuando ocurra esta transformación, sentirás que vivir de esta manera no es represivo. Tu estado y emociones reprimidos se transformarán y aliviarán, y ya no serán como antes. Sentirás que vivir así no resulta agotador. Disfrutarás desempeñando tu deber en la casa de Dios. Sentirás que es bueno vivir, comportarte y llevar a cabo tu deber de esta manera, soportando adversidades y pagando un precio, siguiendo las reglas y haciendo cosas en base a los principios. Sentirás que este es el tipo de vida que la gente normal debería tener. Cuando vivas según la verdad y cumplas bien con tu deber, te parecerá que tu corazón está firme y en paz, que tu vida tiene sentido(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Gracias a las palabras de Dios, entendí que quienes creen en Dios sinceramente se ocupan del trabajo correspondiente y piensan constantemente cómo llevar a cabo sus deberes de manera correcta y cómo lograr los mejores resultados. Están dispuestos a sufrir y pagar un precio, y también pueden aceptar la supervisión de otros. Con frecuencia, reflexionan sobre las desviaciones en su trabajo y corrigen rápidamente los problemas que descubren. También entendí que al considerar más el trabajo de la casa de Dios y tener en cuenta los asuntos adecuados, no se sienten deprimidos o limitados por un poco de sufrimiento. Después de un tiempo, recopilé información sobre una persona malvada. Cuando los líderes se enteraron, preguntaron cuándo podía tener toda esa información organizada. Pensé: “Esta persona acaba de ser transferida de otra iglesia a la nuestra. Por algunas de sus acciones malvadas, debo investigar y verificar con la iglesia anterior, así que no será fácil organizar la información. Además, tengo otros materiales que necesitan complementarse lo antes posible. Parece que mi carne tendrá que soportar un poco de sufrimiento otra vez”. En ese momento, me di cuenta de que estaba pensando en mi carne otra vez. Reflexioné sobre cómo yo había retrasado el progreso del trabajo antes y ahora sabía que no podía volver a pasar. Además, esta persona había estado fomentando la discordia y reprimiendo a los hermanos y a las hermanas de la iglesia. Esta persona debía ser depurada lo más pronto posible. Inmediatamente, me ocupé de encontrar a las personas adecuadas que me ayudarían a entender y verificar la información. Pronto terminé de recopilar todos los datos necesarios. Con el consentimiento del 80 % de los hermanos y hermanas de la iglesia, la persona malvada fue expulsada. Cuando me concentré en mi deber sin tener en cuenta mi carne, me sentí muy segura en mi corazón. A partir de ahí, cuando llevo a cabo mis deberes, hago un reporte del trabajo en tiempo y forma. Cuando los líderes supervisan y hacen un seguimiento de mi trabajo, ya no me siento reticente. En cambio, descubrí cuáles eran las desviaciones en mi trabajo a partir de la supervisión de ellos y pude corregirlas rápidamente. Por ejemplo, cuando me preguntaron por el progreso lento en el trabajo, reflexioné mediante nuestro resumen y me di cuenta de que se debía, principalmente, a mi incapacidad de priorizar las tareas más importantes. Así que rápidamente corregí eso. Cuando lo hago de esta manera, ya no me siento reprimida o reacia. Además, la efectividad de mi deber mejoró significativamente y se duplicó el volumen del material organizado en un mes. ¡Sé que todo esto es el resultado de las palabras de Dios y me siento muy agradecida con Él!

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