33. Ya no compito por el liderazgo

Por Fengxian, China

En 2016, era responsable del trabajo relacionado con textos en la iglesia. En aquel entonces, una tarea en particular llevaba tiempo arrojando malos resultados, así que la líder me pidió que me ocupara directamente de hacer un seguimiento. Al confiar en Dios y esforzarme realmente por estudiar los principios, pronto vi una mejora en el trabajo. Más adelante, otra tarea tuvo problemas, y la líder me pidió de nuevo que me encargara de resolverlos. Oír eso me puso muy contenta. Ver que la líder me confiaba todas las tareas difíciles a mí me hizo sentir una persona con un talento excepcional y un pilar de nuestra iglesia.

Más adelante, nuestra iglesia elegiría un líder, y pensé: “¿Me elegirán como líder esta vez? Ahora estoy cumpliendo el deber relacionado con textos, que no me permite sobresalir o tener algún estatus. Si me eligieran como líder, sería diferente. Tendría el poder de llevar la batuta y tomar decisiones, y los hermanos y hermanas acudirían a mí con sus problemas y dificultades. ¡¿No sería glorioso?! Cuando iba a la escuela, quería ser la delegada de la clase, pero ese deseo nunca se cumplió. Que me eligieran como líder en la iglesia demostraría mis capacidades y cumpliría mi sueño”. Después de eso, cumplía mi deber con especial esmero y hablaba activamente con los hermanos y hermanas para resolver cualquier estado que tuvieran. Cuando recibía su aprobación, me ponía muy feliz, y esperaba que me votaran en la elección. Pero, al final, no salí electa. Me sentí muy decepcionada. Luego, me enteré de que los hermanos y hermanas decían que no me habían elegido porque sentían que era inmadura y me faltaba ser más profunda en mi entrada en la vida. Entonces, reflexioné de inmediato sobre cómo podía parecer más madura y estable. En cuanto a la entrada en la vida, leí más palabras de Dios que juzgan y exponen la esencia-naturaleza de las personas, con la esperanza de aprender y equiparme más, mientras estaba atenta a practicar la verdad en la vida diaria, para que todos pudieran ver mi progreso y mis cambios y me votaran en la próxima elección.

Sin embargo, después volví a fracasar varias veces en mis intentos de salir electa. En una elección en particular, resultó electa como líder la hermana Siyu. Al enterarme de esto, me sorprendí mucho y pensé: “Su calibre y sus capacidades de trabajo son mediocres. ¿Cómo es posible que la mayoría de los hermanos y hermanas hayan votado por ella? ¿En qué es mejor que yo?”. Me sentí celosa y desafiante, y dejé escapar: “¿Es capaz?”. Por curiosidad, todas las hermanas me preguntaron: “¿La conoces bien?”. Sin pensar, dije: “He trabajado con ella. Creo que su calibre y sus capacidades de trabajo son mediocres, y no la he visto escribir ningún buen artículo de testimonio experiencial. Incluso dudo de si tiene alguna entrada en la vida”. Después de oír eso, todas las hermanas dijeron: “Si la conoces bien y crees que no es apta, deberías hablar. El liderazgo de la iglesia es especialmente importante; debemos elegir a las personas correctas”. Todos los hermanos y hermanas se pusieron a discutir el asunto. Al día siguiente, la hermana con quien trabajaba me podó rigurosamente diciendo: “Lo que dijiste ayer equivale a juzgar a los líderes y obreros. Si bien la entrada en la vida de Siyu es poco profunda, tiene buen calibre, un corazón justo, se esfuerza por alcanzar la verdad y tiene una carga por el trabajo. No la mediste basándote en los principios ni tomaste en cuenta su rendimiento actual, sino que, en cambio, te agarraste de sus deficiencias del pasado. Que hablaras con segundas intenciones de esa manera provocó que los hermanos y hermanas tengan prejuicios contra Siyu, como si la iglesia hubiera elegido a la persona incorrecta. La naturaleza de esto es bastante grave y equivale a poner en desorden las elecciones. ¡Debes reflexionar sobre esto adecuadamente y entenderlo!”. Tras las palabras de la hermana, sentí que me ardía el rostro. Pensar en que la naturaleza de juzgar a los líderes y obreros estaba creando una perturbación y desautorizándolos, y que era una acción malvada, me hizo sentir cierto temor. No me atreví más a juzgar con palabras, pero, aun así, me negaba a someterme de corazón.

Una vez, en una reunión, cuando una líder hablaba, advertí que la atención de todos estaba puesta sobre la líder. En ese momento, sentí que la líder parecía irradiar luz y fantaseé sobre lo grandioso que sería ser líder. Miré por la ventana, sentí un cosquilleo en la nariz y casi se me cae una lágrima. Pensé: “Desde que empecé a creer en Dios, nunca he sido líder. ¿Por qué no he tenido la oportunidad? Me ha ido muy bien, pero, aún así, no puedo ser líder. ¡Dios es injusto conmigo! ¿Cuál es el punto de seguir mi búsqueda de esta manera?”. Durante ese período, me sentí muy triste y abatida, y no estaba dispuesta a acercarme a Dios o decirle lo que sentía en mi corazón. Al ver a los hermanos y hermanas en mal estado, ya no quería hablar con ellos ni ayudarles. Seguía menospreciando a Siyu. Sentía que su inteligencia, calibre y capacidades de trabajo eran inferiores a los míos. “¿Por qué no pueden elegirme como líder?”, me preguntaba. Sin darme cuenta, expresé mi insatisfacción delante de mi familia. Al ver que no me conocía a mí misma para nada, me podaron diciendo: “¡Estás persiguiendo un estatus y, cuanto más vayas detrás, más se te escapará!”. Les dije, desafiante: “¿En qué se basan?”. Después de decirlo, tuve miedo: ¿Acaso no estaba vociferando abiertamente contra Dios? No me atreví a decir nada más.

En una reunión, expuse abiertamente mi estado de tener la ambición y el deseo de siempre ser líder. Una hermana me compartió su experiencia para ayudarme, y dijo: “Solemos pensar que somos mejores que otros, y nos preguntamos por qué ellos pueden ser líderes y nosotros no. Nos sentimos desafiantes e insatisfechos, e incluso los juzgamos a sus espaldas. La naturaleza de esto es oponerse a Dios y vociferar en Su contra”. Después de escuchar la charla de la hermana, reflexioné sobre mí misma. No me habían elegido como líder en todo ese tiempo, y permanecía desafiante en mi interior y discutía con Dios: “¿En qué te basas para no dejarme ser líder?”. Ese “en qué te basas” era yo negándome a someterme a la soberanía y los arreglos de Dios, oponiéndome a Él y vociferando en Su contra. Como persona corrupta, merecía cualquier trato que recibiera de Dios. Además, eran los hermanos y hermanas quienes elegían a los líderes. En lugar de reflexionar sobre mí misma por mi constante fracaso en las elecciones, me oponía a Dios y discutía con Él. ¡Realmente carecía de razón! La líder también señaló mi problema: “Cumples tu deber para perseguir un estatus y te vuelves negativa y reacia cuando no lo obtienes. Estás recorriendo la senda de un anticristo, así que nadie se atreve a elegirte como líder”. Cada palabra de la líder perforó mi corazón. Me sentí angustiada y contrita. Oré a Dios: “Dios, estoy muy asustada en este momento. Mi búsqueda de estatus te desagrada. Te pido que tengas misericordia de mí. Muéstrame mi carácter corrupto para que ya no discuta contigo ni me oponga a Ti”. Cuando volví a casa, busqué las palabras de Dios que exponen la búsqueda de estatus. Leí estas palabras de Dios: “Quienes albergan malentendidos o figuraciones acerca de Dios, o le plantean deseos o exigencias extravagantes, se encuentran sumamente contaminados a la hora de cumplir con su deber. Quieren prestigio, estatus y recompensas, y si se hallan lejos de conseguir un gran premio y aún no lo tienen a la vista, cavilan: ‘Como no voy a lograrlo de inmediato, tendré que esperar y aguantar. Pero debería obtener algún pequeño beneficio ahora, o al menos un cierto estatus. Lucharé primero por ser líder de la iglesia, por tener a decenas de personas a mi cargo. Tiene su encanto eso de estar siempre rodeado de gente’. Y así es como aparece esta impureza en su fe en Dios. Cuando no has cumplido ningún deber, o cuando no has hecho nada práctico para la casa de Dios, tendrás la sensación de no estar capacitado y no surgirán estas ideas en tu interior. Pero cuando tienes la capacidad de hacer algo y te sientes un poco superior a la mayoría de la gente, y te crees que puedes predicar ciertas doctrinas, entonces surgen estas cosas. Por ejemplo, a la hora de elegir a un líder, si solo hace uno o dos años que crees en Dios, te sentirás pequeño de estatura, incapaz de dar sermones y poco capacitado, por lo que te mantendrás al margen de la elección. Al cabo de tres o cinco años, serás capaz de predicar algunas doctrinas espirituales, de modo que, cuando llegue el momento de volver a elegir a un líder, intentarás proactivamente alcanzar ese puesto y orarás: ‘¡Oh, Dios! Soporto una carga, estoy dispuesto a ser líder de la iglesia y a ser considerado para con Tus intenciones. Pero, tanto si resulto elegido como si no, siempre estaré dispuesto a someterme a Tus designios’. Aseguras estar dispuesto a someterte, aunque en tu fuero interno piensas: ‘¡Pero sería genial que me concedieras la oportunidad de ser líder!’. ¿Dios satisfará esa exigencia tuya? Desde luego que no, porque no se trata de una petición legítima, sino de un deseo extravagante. Aunque afirmes que quieres convertirte en líder a fin de mostrar consideración hacia la carga de Dios, justificándolo con tales excusas y creyendo que está en consonancia con la verdad, ¿qué pensarás cuando Dios no satisfaga tu exigencia? ¿Cómo lo manifestarás? (Malinterpretaré a Dios y me preguntaré por qué no me complace cuando lo único que quiero es mostrar consideración hacia Su carga. Me volveré negativo y reticente, y protestaré). Te volverás negativo y pensarás: ‘La persona que han elegido cree en Dios desde hace menos tiempo que yo, tengo más educación que ella y mayor calibre. Además, yo sé dar sermones, así que ¿en qué es mejor que yo?’. Le darás vueltas y vueltas, pero no lograrás entenderlo, de modo que en tu interior surgirán nociones y tacharás a Dios de injusto. ¿Acaso no es este un carácter corrupto? ¿Serás aún capaz de someterte? No. Si no albergaras el deseo de ser líder, si supieras perseguir la verdad y te conocieras a ti mismo, dirías: ‘Me vale con ser un seguidor normal y corriente. No estoy en posesión de la realidad-verdad, soy de una humanidad promedio y carezco de elocuencia. Cuento con cierta experiencia, pero en realidad me cuesta hablar de ello. Me gustaría hacerlo más, pero no sé explicarme con claridad. Si hablara más, es probable que la gente se hartara de escucharme. El puesto me queda demasiado grande. No tengo madera de líder, así que me limitaré a seguir aprendiendo de los demás, a cumplir con mi deber en la medida de mis posibilidades y a perseguir la verdad con los pies en el suelo. Un día, cuando adquiera una cierta estatura y esté preparado para liderar, si mis hermanos y hermanas me eligen, no me negaré’. Esta es la mentalidad correcta. […] Da igual lo que hagas, debes reflexionar y llegar a comprender tus motivos, tu punto de partida, tus intenciones, tus metas y todos tus pensamientos, conforme a la verdad, y determinar si son correctos o incorrectos. Todo ello ha de fundamentarse y basarse en las palabras de Dios, para que no tomes la senda equivocada. Independientemente de lo que quieras hacer, o lo que sea que busques, por lo que ores o ruegues ante Dios, debe ser legítimo y razonable, debe ser algo que se pueda poner sobre el tapete para que lo aprueben todos. No tiene sentido buscar y orar por cosas que no puedan sacarse a la luz. Por mucho que ores, no servirá de nada(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con la búsqueda de la verdad se pueden corregir las nociones y los malentendidos propios acerca de Dios). Lo que Dios exponía era exactamente mi verdadero estado. Cuando empecé a creer en Dios, no deseaba ser líder, porque sentía que mi estatura era pequeña y que no estaba cualificada. A medida que cumplía con mi deber a lo largo del tiempo, pude comunicar algunas doctrinas espirituales y vi algunos resultados en mi trabajo, así que pensé que tenía un buen calibre y capital, que era una persona con un talento excepcional en la iglesia, y que debían elegirme como líder. Por eso, en cada elección me ponía ansiosa y cumplía mi deber activamente para que me eligieran como líder. Sin embargo, cuando no me elegían, mis despreciables intenciones quedaban totalmente en evidencia. No solo perdí la carga de mi deber al no resolver los problemas, incluso cuando se descubrían, sino que también sentía celos y odio, juzgaba a los líderes recién elegidos, e, incluso, me quejaba de Dios en mi interior y creía que Él era injusto y había sepultado mi talento. Me di cuenta de que no me sometía a Dios ni tenía un corazón temeroso de Él en absoluto, y que la causa de mis acciones malvadas era la búsqueda de estatus. Si mis intenciones hubieran sido salvaguardar la obra de la iglesia, incluso como una creyente común y corriente, habría tenido en cuenta la intención de Dios y, discretamente, habría cumplido bien con mi trabajo principal. Los hechos demostraban que, tanto la fuente como el punto de partida de mis acciones, era obtener estatus. Solo quería ser líder y que la gente girara a mi alrededor y satisfacer mi ambición y deseo de ser una “representante”. Al cumplir mi deber con esa intención, no solo no me elegían como líder, sino que además no hacía bien mi trabajo principal.

Más adelante, leí un pasaje de las palabras de Dios y comprendí un poco mis problemas. Dios dice: “¿Por qué surgen todos los conceptos erróneos del hombre sobre Dios? Porque las personas no pueden medir sus propias capacidades; para ser exactos, no saben qué clase de cosas son a los ojos de Dios. Se valoran demasiado a sí mismas, tienen en muy alta estima su posición a los ojos de Dios y consideran como la verdad aquello que, para ellas, es el valor y el capital de una persona, como los criterios por los que Dios evalúa si aquella se salvará. Esto es un error. Debes saber qué clase de posición ocupas en el corazón de Dios, cómo te ve Él y la posición que te corresponde adoptar al tratar a Dios. Debes conocer este principio; de ese modo, tus opiniones serán conformes a la verdad y compatibles con las de Dios. Debes poseer esa razón y ser capaz de someterte a Él; debes someterte con independencia de cómo te trate. Entonces ya no habrá más contradicciones entre tú y Dios. Más tarde, cuando Dios vuelva a tratarte a Su manera, ¿acaso no serás capaz de someterte? ¿Seguirás enfrentándote a Dios y oponiéndote a Él? No. Aun cuando sientas cierta incomodidad en tu corazón, o pienses que el trato que Dios te dispensa no es el que te gustaría y no entiendas por qué te trata así, a pesar de eso, debido a que ya entiendes algunas verdades y posees algunas realidades, y dado que puedes mantenerte firme en tu posición, ya no lucharás contra Dios, lo que significa que esos actos y esas conductas que iban a ser tu perdición habrán desaparecido. ¿Acaso no estarás a salvo entonces? Una vez que estés a salvo, te sentirás con los pies en la tierra, lo que significa que habrás empezado a recorrer la senda de Pedro(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La actitud que ha de tener el hombre hacia Dios). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que mi malentendido y juicio de Dios y mi grave transgresión se debían a mi naturaleza excesivamente arrogante y a una sobreestimación de mí misma. Pensaba que, aunque había creído en Dios por poco tiempo, tenía calibre y capacidades de trabajo, siempre había sido supervisora y que, cuando había un trabajo importante, los líderes pensaban en mí. Me consideraba una persona con un talento excepcional en la iglesia, y por eso creía que debía estar entre los líderes. Cuando mis ambiciones y deseos no se cumplieron y perdí varias elecciones, me quejé, pensaba que Dios era injusto y me enfrentaba constantemente a Él. Me di cuenta de que me faltaba autoconocimiento y que no podía medir mis propias capacidades. Había creído en Dios por poco tiempo y no tenía experiencia laboral. Si bien entendía algunas de las habilidades profesionales, no comprendía bien muchos principios-verdad. Cada vez que me encontraba con dificultades, oraba a Dios seriamente y buscaba los principios. Cuando tenía las intenciones correctas, podía llegar a entender inconscientemente algunas cosas a partir del esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo. Pero, en vez de agradecerle a Dios, lo consideraba un capital y me jactaba de que tenía un buen calibre y capacidades de trabajo y debía cumplir deberes de liderazgo. Realmente, me faltaba razón y autoconocimiento. Al mismo tiempo, también me di cuenta de que los líderes y obreros electos de la iglesia debían, por lo menos, tener un corazón justo, buena humanidad y perseguir la verdad. Sin embargo, yo perseguía un estatus y, tras varios fracasos en las elecciones, donde Dios no satisfacía mis ambiciones y deseos, me volví negativa, me opuse a Él y perdí la carga de mi deber cuando no logré obtener un puesto. No recorría la senda de la búsqueda de la verdad y realmente no cumplía con las condiciones para ser líder. Estaba bien que los hermanos y hermanas no me eligieran. Esto también me hizo ver que Dios estaba supervisando todo.

Después, leí un pasaje de las palabras de Dios y comprendí mejor mi problema de desear ser líder constantemente. Dios dice: “¿Qué manifestaciones de competir por el estatus se asocian con esta naturaleza de trastornar y perturbar la obra de la casa de Dios? La más común es competir con los líderes de la iglesia por el estatus, que se manifiesta principalmente en que se aprovechan de ciertas cosas sobre los líderes y sus errores para denigrarlos y condenarlos, y poner en evidencia a propósito sus revelaciones de corrupción y los fallos y defectos en su humanidad y calibre, en especial en lo que se refiere a desviaciones y errores que han cometido en su obra o al lidiar con las personas. Esta es la manifestación más común y flagrante de competir con los líderes de la iglesia por estatus. Además, a esta gente no le importa lo bien que realicen su trabajo los líderes de la iglesia, ni si actúan o no según los principios, ni si hay problemas o no con su humanidad; simplemente se muestran desafiantes hacia estos líderes. ¿Por qué? Porque ellos también quieren ser líderes de la iglesia; se trata de su ambición, su deseo y por eso son desafiantes. Da igual cómo trabajen o manejen los problemas los líderes de la iglesia, estas personas siempre se aprovechan de cosas sobre ellos, los juzgan y condenan, e incluso llegan al extremo de inflar las cosas de manera desproporcionada, distorsionar los hechos y exagerar las cosas al máximo. No usan los estándares que requiere la casa de Dios de los líderes y obreros para medir si estos líderes actúan conforme a los principios, si son personas correctas, si son gente que persigue la verdad ni si tienen conciencia y razón. No evalúan a los líderes según estos principios. En cambio, basándose en sus propias intenciones y objetivos, son siempre puntillosos y se inventan quejas, buscan cosas que echar en cara a los líderes u obreros, difunden rumores a sus espaldas sobre que hacen cosas que no se ajustan a la verdad, o ponen al descubierto sus defectos. […] ¿Qué objetivo persiguen al hacer todo esto? No pretenden ayudar a los demás a comprender la verdad y a discernir a los falsos líderes y anticristos, ni guiar a las personas hacia Dios. En su lugar, pretenden derrotar y hundir a los líderes y obreros en aras de que todo el mundo los considere a ellos los candidatos más adecuados para servir como líderes. En este momento, habrán alcanzado su objetivo y solo tendrán que esperar a que los hermanos y hermanas los propongan como líderes. ¿Existen personas así en la iglesia? ¿Cómo es su carácter? Estos individuos tienen un carácter cruel, no aman en absoluto la verdad ni la practican; solo desean detentar el poder(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (14)). Dios expone que el carácter de los que compiten por un estatus es extremadamente cruel, no aman la verdad para nada y tienen poca humanidad. Al reflexionar sobre mi comportamiento, había estado abrumada por mi ambición y deseo de poder, descuidé mi deber y competía continuamente por un estatus, mientras que también juzgué a la líder y perturbé la elección de la iglesia. Al ver que habían elegido como líder a Siyu, en lugar de pensar en cómo colaborar con ella para salvaguardar la obra de la iglesia, me había mostrado desafiante e indignada, la había subestimado y menospreciado y juzgado con segundas intenciones, con la esperanza de que los hermanos y hermanas vieran a Siyu menos capaz que yo e incompetente en el deber de liderazgo, con el fin de tener una oportunidad de salir electa. Eso, finalmente, había llevado a los hermanos y hermanas a tener una impresión negativa de Siyu, lo cual había causado perturbaciones en la elección de la iglesia. Tras la poda de la hermana, si bien ya no me había atrevido más a juzgar de manera casual en la iglesia, no había resuelto mi actitud desafiante interna y seguía desahogándome frente a mi familia, ¡realmente sin una pizca de razón! Cuando reflexioné, me di cuenta de que los elegidos como líderes están en el mismo proceso de perseguir la verdad, y todos tienen sus deficiencias e insuficiencias. Si hubiera tenido un corazón justo y salvaguardado los intereses de la iglesia, no habría subestimado ni menospreciado a una líder al ver sus defectos. En cambio, habría cooperado armoniosamente con ella para complementar las fortalezas y debilidades de cada una. Es lo que habría hecho una persona con humanidad. Pensé en esas personas malvadas a quienes la iglesia había expulsado. En su competencia por obtener estatus, se habían opuesto a los líderes en cada oportunidad, a menudo criticando y sembrando discordia a sus espaldas, lo cual hacía que los hermanos y hermanas adquirieran un prejuicio contra los líderes, lo cual finalmente llevó a trastornos y perturbaciones en la obra de la iglesia y a su expulsión. Al darme cuenta de esto, sentí un profundo temor. Supe que, si no me arrepentía, Dios me pondría en evidencia y me descartaría como a aquellas personas malvadas. Oré a Dios desde mi corazón y le pedí Su misericordia y salvación. Luego, pensé en algunas de las palabras de Dios: “No tener estatus es tu protección. Como seguidor corriente, es posible que nunca tengas la oportunidad de cometer grandes maldades y la probabilidad de que te castiguen podría ser nula. No obstante, en el momento en el que adquieras estatus, la probabilidad de que cometas maldades será del cien por cien, la misma probabilidad de que te castiguen, y todo estará perdido para ti y habrás malogrado por completo cualquier posibilidad que pudieras haber tenido de alcanzar la salvación. Si tienes ambiciones y deseos, deberías apresurarte y orar a Dios, buscar la verdad para resolver el problema, confiar en Él, practicar el autocontrol y no gozar de tu posición; de esta manera, serás capaz de cumplir tu deber con normalidad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). Al reflexionar sobre mis reiterados fracasos en las elecciones, me di cuenta de que había una intención de Dios. Mi deseo de estatus era demasiado fuerte, y mi naturaleza era muy arrogante. Si obtenía un puesto, reprimiría o excluiría a cualquiera que no me prestara atención o amenazara mi estatus. Finalmente, cometería muchas acciones malvadas, quedaría en evidencia y me descartarían como a un anticristo. Sentí que Dios no me daba estatus porque me estaba protegiendo. El amor de Dios estaba escondido detrás de estos acontecimientos, pero yo no lo entendía y me quejaba de Él. No sabía qué era bueno para mí, lo cual realmente lastimó el corazón de Dios. Después de comprender la intención de Dios, me sentí especialmente animada y liberada, y desapareció la barrera entre Dios y yo.

Después, leí estas palabras de Dios: “Cuando hagas algo, y en cualquier contexto, debes buscar la verdad, practicar ser alguien que es honesto y obediente a Dios, y dejar de lado la búsqueda de estatus y reputación. Cuando tienes el pensamiento y el deseo constantes de competir por el estatus, debes darte cuenta de las consecuencias adversas a las que te llevará este tipo de estado si no lo resuelves. Así que debes buscar la verdad lo antes posible, supera tu deseo de competir por el estatus mientras está en una etapa incipiente, y reemplázalo con la práctica de la verdad. Cuando practiques la verdad, tu deseo y ambición de competir por el estatus disminuirán y no perturbarás el trabajo de la iglesia. De esta manera, Dios recordará tus acciones y las aprobará. ¿Qué es lo que estoy tratando de enfatizar? Es lo siguiente: debes deshacerte de tus deseos y ambiciones antes de que florezcan, fructifiquen y te conduzcan a una gran calamidad. Si no te ocupas de ellos cuando todavía están en su fase inicial, perderás una gran oportunidad; y una vez que te hayan llevado a una gran calamidad, será demasiado tarde para solucionarlos. Si no tienes ni siquiera la voluntad de rebelarte contra la carne, te será muy difícil encaminar tus pasos por la senda de la búsqueda de la verdad; si te topas con contratiempos y fracasos en tu búsqueda de fama, ganancias y estatus y no entras en razón, resultará peligroso. Existe la posibilidad de que seas descartado(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios me dieron un camino de práctica. Entendí que desprenderme del estatus requería buscar la verdad. Cuando tenía ambiciones y deseos, necesitaba reemplazarlos practicando la verdad. Debía rebelarme de inmediato contra mis pensamientos e ideas incorrectos y buscar la verdad rápidamente para resolver mis problemas. Además, me di cuenta de que Dios determina nuestro desenlace no basándose en el estatus o la identidad, sino en la medida en que entramos en la realidad-verdad, y en si estamos genuinamente sometidos a Él y podemos vivir de acuerdo a Sus palabras cuando ocurren cosas. Después de entender la intención de Dios, estaba dispuesta a someterme. Dado que me habían asignado el trabajo relacionado con textos, debía aceptar, obedecer y cumplir mi deber bien y de manera práctica.

En marzo de 2023, la iglesia llevó a cabo otra elección para cubrir puestos de liderazgo. Si bien todavía tenía ambiciones y deseos, al pensar que esa era otra oportunidad para postularme y esperar que me eligieran, supe que mi deseo de estatus era demasiado fuerte, lo que fácilmente podría llevarme a recorrer la senda de un anticristo. No podía seguir persiguiendo el estatus. Tenía que contenerme y rebelarme contra mí misma. Oré a Dios para que me protegiera de la limitación del estatus. Si me elegían, cumpliría con mi deber adecuadamente. Si no lo hacían, no me volvería negativa ni dejaría que afectara mi deber. Sin importar si obtenía un puesto o no, estaba dispuesta a someterme y cumplir bien con mi deber. El día de la elección, me mentalicé para no luchar desesperadamente por un puesto de liderazgo. Hablé sobre mi experiencia de búsqueda de estatus y expresé repulsión y desprecio por mis acciones anteriores que se oponían a Dios debido a mi búsqueda de estatus. Después de mi charla, tomé asiento y me sentí muy tranquila. Inesperadamente, cuando se anunciaron los resultados de las elecciones, obtuve la mayoría de los votos y fui elegida como una líder de la iglesia. En el pasado, habría estado muy feliz, pero, ahora, sabía que este deber conllevaba una gran responsabilidad. Lo acepté como una gran responsabilidad, en vez de gozar del prestigio que venía con el puesto. Supe que ese pequeño cambio en mí se debió completamente a la salvación de Dios. ¡Gracias a Dios!

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