52. Aprender a aceptar la guía y la supervisión
En junio de 2022, me eligieron líder del equipo de trabajo de vídeo. Después de un tiempo, le agarré la mano al trabajo y podía estar al tanto de los estados de los miembros del equipo y el progreso del trabajo y entenderlos. Aunque todavía me faltaba habilidad, sentía que era capaz de llevar adelante el trabajo.
Un día, la líder vino a conocer la situación de trabajo del equipo. Casualmente, yo había entendido hacía poco las razones del progreso lento del trabajo como la falta de colaboración cercana entre los miembros del equipo, desacuerdos donde faltaba comunicación y no se llegaba a un consenso, lo que luego llevaba a rehacer el trabajo y demorar el avance, y a algunos procesos complicados que también provocaban demoras. Después de comprender estas situaciones, las había comunicado y corregido, y se las había informado a la líder. Pensaba que, como había hecho un trabajo real, la líder me felicitaría. Pero, para mi sorpresa, en cuanto terminé de hablar, la líder me preguntó: “¿Por qué los miembros del equipo no pueden colaborar armoniosamente? ¿Cuáles son sus problemas principales?”. Ante esta pregunta, no supe qué responder, porque realmente no entendía las razones. No sabía bien dónde estaban trabados; solamente veía por fuera que no podían colaborar estrechamente. Luego, la líder me hizo más preguntas, que tampoco pude responder. Entonces la líder me dijo: “¿Solo estás escuchando lo que te dicen los hermanos y las hermanas sin descubrir la raíz de los problemas de lo que informan? ¿Realmente puedes resolver los problemas así?”. Cuando escuché a la líder decir esto, me sentí avergonzada. No pude evitar pensar: “¿Acaso estás insinuando que no sé resolver problemas? Suena a que no sé cómo manejar el trabajo”. Luego, la líder señaló que yo solo abordaba los problemas superficialmente y no podía resolverlos de raíz, e incorporó unos principios en su charla conmigo, para ayudarme a comprender que al hacer el trabajo, uno debe aprender a captar los problemas principales y fundamentales. No me sentí muy convencida: había hecho todo lo posible por descubrir los problemas y comunicarme con los miembros del equipo, y no era que no sabía manejar el trabajo. Me quedé mirando fijo a la computadora en silencio, porque no quería decirle nada a la líder. Tipeaba golpeando las teclas a propósito para desahogar mi insatisfacción, y pensaba: “La líder dijo esto frente a mis dos compañeros. ¿Cómo me verán los demás? ¿Por qué solo señaló mis problemas? ¿Mis compañeros están haciendo un trabajo perfecto?”. Sentí que las palabras de la líder parecían negar todos mis esfuerzos. Cuanto más lo pensaba, más me enojaba. Sentía que la líder era demasiado dura conmigo.
Después de la reunión, cuando recordé las críticas de la líder, me sentí muy humillada. Supuse que mis compañeros sin dudas iban a pensar que no era buena en mi trabajo, así que me sentí molesta y pensé: “De ahora en más, no me esforzaré tanto en mi deber, ya que igual nadie lo ve. La próxima vez que la líder me haga preguntas, no estaré tan activa por responder”. Me sentía muy mal, llena de enojo y agraviada, y quería llorar. Por la noche, leí una oración de una carta escrita por un compañero de trabajo: “Si los hermanos y hermanas genuinamente quieren cumplir con su deber bien, deben estar dispuestos a aceptar cuando sus líderes hacen un seguimiento para supervisar el trabajo y señalan sus problemas y desviaciones rápidamente”. Al leer esta oración, me sentí muy avergonzada. Frente a la supervisión y las indicaciones de la líder, yo no me puse triste por no cumplir con mi deber bien, sino que me enojé porque la líder habló sin considerar mi orgullo. ¿De qué manera yo era una persona que estaba cumpliendo con mi deber sinceramente? Acudí ante Dios y oré: “Dios, hoy la líder señaló mis problemas, y sentí resistencia. Sé que esta no es una actitud conforme a Tu intención, pero ¿qué lecciones debo aprender y cómo debo reflexionar sobre mí y conocerme? Esclaréceme y guíame”.
A la mañana siguiente, leí estas palabras de Dios: “Es maravilloso que puedas aceptar que la casa de Dios te supervise, te observe e intente entenderte. Te ayuda a cumplir bien tu deber, a ser capaz de hacerlo de una manera que cumpla con el estándar y de satisfacer las intenciones de Dios. Te beneficia y te ayuda sin que esto suponga ningún inconveniente en absoluto. Una vez que has comprendido este principio, ¿acaso no deberías dejar de tener entonces algún sentimiento de resistencia o cautela contra la supervisión de los líderes, los obreros y el pueblo escogido de Dios? Aunque a veces alguien trate de comprenderte, observarte y supervisar tu trabajo, no te lo debes tomar como algo personal. ¿Por qué digo esto? Porque las tareas que ahora son tuyas, el deber que desempeñas y cualquier trabajo que hagas no son asuntos privados o un trabajo personal de cualquiera; todo ello atañe a la obra de la casa de Dios y tiene relación con una parte de la obra de Dios. Por lo tanto, cuando alguien dedica algo de tiempo a supervisarte u observarte, o logra entenderte a un nivel profundo, trata de conversar contigo de corazón a corazón y averiguar tu estado durante este tiempo; e incluso a veces, cuando su actitud es algo más dura y te poda, disciplina y te reprueba un poco, hace todo esto porque tiene una actitud meticulosa y responsable hacia el trabajo de la casa de Dios. No deberías albergar ningunos pensamientos ni emociones negativos al respecto. ¿Qué significa que puedas aceptar que otros te supervisen, te observen y traten de entenderte? Que, en tu interior, aceptas el escrutinio de Dios. Si no aceptas la supervisión, la observación ni los intentos por entenderte de la gente, si te resistes a todo esto, ¿puedes aceptar el escrutinio de Dios? El escrutinio de Dios es más detallado, profundo y preciso que cuando la gente trata de entenderte; los requisitos de Dios son más específicos, exigentes y profundos. Si no eres capaz de aceptar que el pueblo escogido de Dios te supervise, ¿no son vacías tus afirmaciones de que puedes aceptar el escrutinio de Dios? Para que puedas aceptar el escrutinio y el examen de Dios, primero debes aceptar que la casa de Dios, los líderes y obreros o los hermanos y las hermanas te supervisen. […] Un líder que supervisa tu trabajo es algo bueno. ¿Por qué? Porque significa que se responsabiliza del trabajo de la iglesia; este es su deber, su responsabilidad. Ser capaz de cumplir bien esta responsabilidad prueba que es un líder competente, un buen líder. Si se te concedieran completa libertad y derechos humanos y pudieras hacer lo que quisieras, seguir tus deseos y disfrutar de total libertad y democracia y, con independencia de lo que hicieras o de cómo lo hicieras, el líder no se preocupara ni supervisara, nunca te cuestionara, no comprobara tu trabajo, no hablara cuando se detectaran problemas y solo te engatusara o negociara contigo, ¿sería un buen líder? Claro que no. Un líder así te perjudica. Consiente tus maldades, permite que vayas en contra de los principios y hagas lo que desees: te empuja al abismo de fuego. No es un líder que sea responsable ni acorde al estándar. Por otro lado, si un líder es capaz de supervisarte con regularidad, de identificar los problemas en tu trabajo y recordártelos con prontitud o de reprenderte y dejarte en evidencia enseguida, así como de corregirte y ayudarte a tiempo en lo que respecta a tus búsquedas incorrectas y tus desvíos a la hora de desempeñar tu deber; si además, bajo su supervisión, reprobación, provisión y ayuda, cambia tu actitud errónea hacia tu deber, eres capaz de desechar algunos puntos de vista absurdos, se reducen poco a poco tus propias ideas y los inconvenientes surgidos de la impetuosidad, y eres capaz de aceptar con calma las afirmaciones y puntos de vista que son correctos y se ajustan a los principios-verdad, ¿acaso no te resulta beneficioso? ¡No cabe duda de que los beneficios son inmensos!” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (7)). Las palabras de Dios calmaron mi corazón. Me di cuenta de que a Dios no le gusta que yo guarde tanto resentimiento. En cambio, Él espera que yo pueda calmarme, reflexionar sobre las desviaciones y los problemas en mi trabajo y aceptar la supervisión y guía de la líder. Leí que Dios dijo que los líderes y obreros responsables hacen un seguimiento del trabajo de cada persona y lo comprenden, identifican los problemas y desviaciones y brindan guía y corrección oportunas. A veces, su actitud puede ser un poco estricta e incluso puede estar acompañada de criticismo y poda. En realidad, es que están asumiendo la responsabilidad del trabajo, y se aseguran de que se haga bien. Esto es lo que debería hacer un líder que cumple con el estándar. Ante la supervisión y la guía de un líder, una persona razonable debería aceptarlas activamente. Sin embargo, mi primera reacción había sido sentir reticencia y había tratado de justificarme en mi corazón para guardar las apariencias. ¿De qué manera tenía una actitud real de aceptación? Reflexioné que recién había sido elegida como líder de equipo y tenía muchas fallas, y comprendí que la supervisión, las preguntas y la guía de los líderes significaban que se estaban responsabilizando por el trabajo. Igual que cuando la líder había señalado que yo solo abordaba los problemas superficialmente y no comprendía las causas profundas de no tener una colaboración armoniosa entre los miembros del equipo, lo que provocaba que los problemas no se resolvieran por completo. Luego de una reflexión detenida, me di cuenta de que era así realmente. Estaba manejando el trabajo de manera superficial, sin resolver los problemas de raíz, y eso naturalmente llevó a malos resultados. Debería haber aceptado razonablemente la guía de la líder y no sentir reticencia ni justificarme. Al pensar en esto, dejé de sentirme reticente hacia la líder. Luego, recordé que Dios dijo que debemos reflexionar sobre nosotros y conocernos en cada situación que enfrentamos, y que solo de esta manera podemos progresar y cambiar. Entonces, busqué conscientemente palabras relevantes de Dios para meditar y reflexionar sobre mí, mientras le oraba en silencio y le pedía que me esclareciera y me guiara para conocerme.
Una mañana, durante mis prácticas devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando lo Alto asigna un proyecto a algunas personas, pasa un tiempo y no hay avance alguno. No le dicen a lo Alto si están trabajando en ello, ni cómo va, ni si ha habido dificultades o problemas entre medias. No dan retroalimentación. Parte del trabajo es urgente y no se puede retrasar, sin embargo, se lo toman con calma y lo prolongan durante mucho tiempo sin terminarlo. Entonces, lo Alto debe hacer indagaciones. Cuando esto ocurre, les resulta insoportablemente bochornoso y se oponen en su corazón: ‘Solo han pasado unos diez días desde que me asignaron este trabajo. Apenas me he instalado todavía y lo Alto ya está haciendo indagaciones. ¡Sus requisitos para la gente son, simplemente, demasiado exigentes!’. Ahí los tienes, buscándoles fallas a las indagaciones. ¿Cuál es el problema aquí? Decidme, ¿no es bastante normal que lo Alto haga indagaciones? Por un lado, está el deseo de saber más sobre el estado de los avances de la obra, así como sobre qué dificultades quedan por resolver; por otro, está el deseo de saber más sobre qué tipo de calibre tienen las personas asignadas a la obra y si serán realmente capaces de resolver los problemas y de llevarlo a cabo adecuadamente. Lo Alto quiere conocer los hechos tal y como son y, la mayoría de las veces, hace indagaciones en tales circunstancias. ¿No es algo que se debería hacer? A lo Alto le preocupa que no sepas resolver problemas y no puedas ocuparte del trabajo. Por eso hace indagaciones. Algunas personas se resisten bastante a dichas indagaciones y sienten repulsión hacia ellas. No están dispuestas a permitir que la gente las haga, y en cuanto eso sucede, se oponen y desconfían, rumiando todo el tiempo: ‘¿Por qué siempre están haciendo indagaciones y queriendo saber más? ¿Es porque no confían en mí y me menosprecian? Si no confían en mí, ¡no deberían usarme!’. Nunca entienden las indagaciones ni la supervisión de lo Alto, sino que se resisten a ellas. ¿Tienen razón esas personas? ¿Por qué no permiten que lo Alto haga indagaciones y las supervise? ¿Por qué, además, se resisten y rebelan? ¿Cuál es el problema aquí? No les importa si el cumplimiento de su deber es efectivo o si obstaculizará el avance de la obra. No buscan los principios-verdad cuando cumplen su deber, sino que hacen lo que quieren. No piensan en los resultados o la eficiencia de la obra y definitivamente no piensan en los intereses de la casa de Dios, mucho menos en las intenciones de Dios y en Sus requisitos. Su pensamiento es: ‘Yo tengo mis propias formas y rutinas al llevar a cabo mi deber. No me exijáis demasiado ni me pidáis cosas de manera demasiado detallada. Ya está bastante bien que sea capaz de cumplir con mi deber. No puedo fatigarme o sufrir demasiado’. No comprenden las indagaciones de lo Alto y sus intentos de saber más sobre la obra. ¿De qué carece esta falta de comprensión que tienen? ¿No carece de sumisión? ¿No carece de sentido de la responsabilidad? ¿De lealtad? Si fuesen realmente responsables y leales en el cumplimiento de su deber, ¿rechazarían las indagaciones de lo Alto sobre su trabajo? (No). Podrían comprenderlo. Si de verdad no lo pueden comprender, hay una sola posibilidad: ven su deber como una vocación y un sustento y sacan provecho de él, lo consideran una condición y una baza con la que obtener una recompensa todo el tiempo. Solo realizarán un poco de trabajo de prestigio para apañárselas con lo Alto, sin siquiera hacer el intento de tomar la comisión de Dios como su deber y obligación. Por eso, cuando lo Alto hace indagaciones sobre su trabajo o lo supervisa, entran en un estado mental de repulsión y resistencia. ¿No es así? (Sí). ¿De dónde viene este problema? ¿Cuál es su esencia? Es que su actitud hacia el proyecto de trabajo no es la correcta. Solo piensan en la tranquilidad y la comodidad carnales, en su propio estatus y dignidad, en lugar de pensar en la efectividad del trabajo y en los intereses de la casa de Dios. De ninguna manera buscan actuar de acuerdo con los principios-verdad. Si realmente tuviesen un poco de conciencia y razón, serían capaces de comprender las indagaciones y la supervisión de lo Alto. Serían capaces de decir de corazón: ‘Es bueno que lo Alto haga indagaciones. De lo contrario, siempre estaría actuando por mi propia voluntad y eso impediría la efectividad del trabajo o incluso lo estropearía. Lo Alto comparte y verifica las cosas y, de hecho, ha resuelto problemas reales; ¡eso es algo fantástico!’. Eso demostraría que son personas responsables. Les preocupa que, si se encargan del trabajo por su cuenta y surge un error o percance y este provoca una pérdida en la obra de la casa de Dios y no hay manera de remediarlo, sería una responsabilidad que no podrían soportar. ¿No es eso sentido de la responsabilidad? (Sí). Es sentido de la responsabilidad y es una señal de que están cumpliendo con su lealtad” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). A partir de las palabras de Dios, vi que, quienes son verdaderamente responsables y leales en su deber, están felices de aceptar la supervisión y guía de otros para compensar sus fallas y poner su mayor esfuerzo para cumplir con su deber bien. Sin embargo, quienes no son leales a su deber piensan en su apariencia y estatus en cada situación. Cuando otros supervisan o preguntan por su trabajo, piensan que los demás no los valoran ni los consideran, entonces sienten reticencia, se vuelven antagónicos y no muestran ninguna actitud de aceptar la verdad. Al reflexionar sobre cómo había respondido a la supervisión de la líder, ¿eso no indicaba mi falta de lealtad? Cuando había informado mi situación de trabajo a la líder, pensé que había realizado un trabajo real, y que la líder tendría una buena opinión de mí. Pero inesperadamente, la líder había encontrado muchos problemas en el trabajo que yo había seguido, y había señalado que yo solo había visto las cuestiones superficiales y no había captado los problemas profundos para comunicar y resolver. Yo había pensado que la líder estaba negando mi trabajo, y me había sentido reticente y descontenta. Sobre todo al pensar en cómo la líder había cuestionado mi trabajo detenidamente frente a mis compañeros de trabajo y había señalado mis problemas y yo me había sentido humillada, me enojé mucho. Había estado justificándome y defendiéndome en mi corazón, para guardar las apariencias, e incluso me había enfurruñado con rencor. De hecho, la supervisión y la guía de la líder eran para ayudarme a cumplir con mi deber bien, lo cual era beneficioso para el trabajo de la iglesia. Pero yo no tenía ninguna actitud de aceptación e incluso sentía que la líder me denigraba y menospreciaba intencionalmente. Solo me importaban mi apariencia y mi estatus, sin considerar el trabajo de la casa de Dios en absoluto. No había sido una persona leal en el cumplimiento de mi deber. Es más, había sido particularmente arrogante y sentencioso, pensando siempre que el trabajo del que era responsable era bastante bueno, y no tan malo como decía la líder. Por tanto, había sentido mucha reticencia y oposición a la guía y ayuda bienintencionada de la líder, sin tener una actitud de búsqueda ni aceptación. Realmente había sido demasiado sentenciosa e intransigente, y había revelado un carácter satánico de sentir aversión por la verdad. ¿Cómo podía aceptar y obtener la verdad si ni siquiera podía aceptar la guía normal de otras personas mientras cumplía con mi deber? Tras darme cuenta de estas cosas, analicé las cuestiones que señaló la líder, y al hablar del trabajo con los miembros de mi equipo, reflexioné conscientemente sobre la naturaleza y la raíz de los problemas que surgían. Luego señalé soluciones para estos problemas reales. Dijeron que esta clase de enseñanza era eficaz y podía resolver algunos problemas. Me sentí feliz al ver este resultado. A veces seguía habiendo áreas en mi trabajo que no había considerado minuciosamente, y la líder me las señalaba. Las aceptaba a consciencia, las reparaba y tenía cierta entrada, y poco a poco empecé a sentir que estaba ganando algo.
Luego, me pusieron a cargo del trabajo de varios equipos más. Unos meses después, un día la líder me preguntó sobre la situación del trabajo. Había algunos detalles que no podía explicar claramente. Entonces, la líder me dijo con severidad: “Ya hace un tiempo que eres responsable de estos equipos, pero ni siquiera sabes estos detalles. ¿Eso no es ser irresponsable y no hacer el trabajo real?”. Al escuchar las palabras de la líder, sentí que me ardía la cara de vergüenza. Aunque sabía que la líder decía la verdad, igual me costaba aceptarlo, porque me preocupaba que tuviera una mala opinión de mí y lo que mis compañeros pensaran de mí. Pero luego pensé en las palabras de Dios que había leído un tiempo antes: “Si realmente tuviesen un poco de conciencia y razón, serían capaces de comprender las indagaciones y la supervisión de lo Alto. Serían capaces de decir de corazón: ‘Es bueno que lo Alto haga indagaciones. De lo contrario, siempre estaría actuando por mi propia voluntad y eso impediría la efectividad del trabajo o incluso lo estropearía. Lo Alto comparte y verifica las cosas y, de hecho, ha resuelto problemas reales; ¡eso es algo fantástico!’. Eso demostraría que son personas responsables” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Al meditar sobre las palabras de Dios, mi corazón se fue calmando de a poco. Las preguntas de la líder sobre mi trabajo se debían a su responsabilidad por el trabajo. Era yo quien no había hecho el trabajo real. ¿Qué razón tenía para resistirme a las críticas y la poda de otros? Me preocupaba guardar mi propia apariencia. ¿Era que seguía tratando de defenderme? ¿Era que seguía priorizando mi apariencia, en vez del trabajo de la casa de Dios? Pensándolo bien, como yo estaba a cargo del trabajo de estos equipos, debería haber tenido la responsabilidad de cargar con el trabajo. Pero ahora que la líder estaba cuestionando el trabajo en detalle, me quedó claro que no entendía los detalles de estas tareas y no había hecho un trabajo real. Sin embargo, quería salvar las apariencias y no quería que otros me expusieran ni me criticaran. ¿Era que seguía sin aceptar la verdad? Al darme cuenta de esto, sentí remordimiento y me dispuse a aceptar la guía de la líder para corregir mis problemas. Después, comencé a tomar la iniciativa de involucrarme en el trabajo del equipo y de comprender las circunstancias específicas de cada aspecto de este. Les comunicaba a los miembros del equipo los problemas que identificaba, y ellos también expresaban una voluntad de resolver estas cuestiones rápidamente. Al participar realmente en el trabajo, gané mucho. Reflexionaba detenidamente sobre los problemas que existían en el trabajo y luego pensaba algunas ideas. Practicar de esta manera me hizo sentir más tranquila.
A través de esta experiencia, me di cuenta de que aceptar la supervisión y la guía durante el cumplimiento de nuestro deber es ser responsable del trabajo de la iglesia. Todavía hay muchas desviaciones y fallas en mi deber que requieren la supervisión y la guía de la líder. Si confío solamente en mí, no puedo hacer muchas tareas bien e incluso se puede demorar el trabajo de la iglesia. La supervisión y la guía que hacía la líder de mi trabajo no son para dificultarme las cosas. Al contrario, son beneficiosas para que yo cumpla bien con mi deber y reflexione y conozca mis fallas y deficiencias. Ahora, puedo manejar bien la supervisión y la guía de mis hermanos y hermanas y estoy dispuesta a aceptarlas, reflexionar sobre mí y rectificar mis desviaciones.