7. “Preparándome” para una reunión
En febrero de 2023, me eligieron líder de iglesia, me encargaba principalmente del trabajo de riego. Al principio, también podía hacerme cargo de parte del trabajo del que era responsable la hermana con la que colaboraba. Más tarde, los resultados del trabajo de riego decayeron seriamente y me preocupé un poco. Pensé: “Yo soy responsable del trabajo de riego. Estos malos resultados están directamente relacionados conmigo. ¿Los líderes superiores pensarán que carezco de capacidad de trabajo, que no puedo hacer nada bien y que soy incapaz de comprometerme con el trabajo?”. Para evitar que los líderes me menospreciaran, dediqué todos mis pensamientos y mi energía al trabajo de riego y no me involucré demasiado en el trabajo que era responsabilidad de mi hermana. También me di cuenta de que, actuando de esa manera, estaba trabajando de forma independiente, sin cooperación armoniosa. Sin embargo, cuando pensé que yo principalmente era responsable del trabajo de riego y que unos resultados pobres afectarían mi reputación y mi estado, dejé de preocuparme por todo lo demás.
Un día, recibí de repente una carta de los líderes superiores en la que me pedían que asistiera a una reunión al día siguiente. Me puse nerviosa y pensé: “Esto es malo. Los líderes de seguro me preguntarán por los distintos trabajos de la iglesia. Este mes, aparte de hacer el seguimiento del trabajo de riego, no he indagado para nada sobre ninguno de los otros trabajos. No tengo ni idea de qué problemas hay en las distintas tareas ni cómo están progresando. Si los líderes hacen preguntas que yo no puedo responder, ¿qué pensarán de mí? ¿Pensarán que carezco de sentido de la carga en mis deberes y se formarán una mala imagen de mí? Si descubren que solo hice el seguimiento de mi propio trabajo de riego y que ignoré las otras tareas, sin dudas dirán que soy extremadamente egoísta y despreciable, que solo me importan mis intereses personales y no la obra de la iglesia como un todo y que solo persigo reputación y estatus. Si acaban por podarme o destituirme, ¿no sería vergonzoso?”. Pensé que, en la reunión del día siguiente, los líderes de seguro comenzarían preguntando sobre el trabajo evangélico, así que rápidamente me dirigí a la hermana con la que trabajaba para interiorizarme sobre el progreso del trabajo evangélico; de esa manera, no estaría tan perdida cuando los líderes me preguntaran al día siguiente. Pero el trabajo evangélico involucra muchos detalles que no pueden explicarse claramente en unas pocas palabras y, con el tiempo tan justo, no aprendí demasiado. Estaba nerviosa y me quedé tumbada en la cama sin poder dormir durante largo rato. Mi mente se llenó de pensamientos sobre la reunión del día siguiente. El día de la reunión, llegué temprano y me alegré al ver que los líderes aún no habían llegado, debido a otros asuntos. Pensé que podría usar ese tiempo para mirar los reportes de cada grupo, entender cómo iba cada tarea y descifrar dónde podían estar los problemas; de esa manera, sería capaz de contestar algunas de las preguntas que me hicieran los líderes. Así que, rápidamente, hojeé los informes de trabajo de cada grupo y, aunque obtuve una idea general de cómo iba el trabajo, aún había muchos detalles que se me escapaban. También pensé que, en la reunión, los líderes no solo preguntarían sobre el trabajo, sino que seguramente también querrían indagar sobre nuestras experiencias y ganancias recientes y el conocimiento que habíamos obtenido de nosotros mismos. Yo ya era incapaz de hablar mucho de los detalles del trabajo y, si no podía hablar correctamente sobre mi entrada en la vida, ni compartir nada, los líderes seguramente pensarían que había tenido un desempeño pobre tanto en el trabajo como en la entrada en la vida. Dirían algo así como: “No puedes hacer nada bien; ¿cómo puede ser líder de iglesia alguien como tú?”, y me menospreciarían. Entonces, leí con rapidez las palabras de Dios y reflexioné sobre mi estado, buscando pasajes para comer y beber a fin de resolver mi carácter corrupto; temía que, cuando llegara el momento, si no podía compartir bien, los líderes me calarían de inmediato. Pero, simplemente, no podía calmarme ni enfocarme en las palabras de Dios. Cuanto más intentaba reflexionar sobre mí misma y conocerme, más se nublaba mi mente y no podía percibir el esclarecimiento ni la guía del Espíritu Santo. Me di cuenta de que mi estado era malo. ¿No estaba siendo falsa? Después me calmé y oré a Dios: “Dios, mi estado es terrible, me siento ansiosa y preocupada y mis pensamientos no están para nada claros. Sé que estoy en un estado incorrecto y quiero sosegar mi corazón ante Ti, buscar Tu intención y salir de este estado incorrecto”.
En ese momento, recordé algunas palabras de Dios: “¿Estableces tus metas e intenciones teniéndome en mente? ¿Dices todas tus palabras y llevas a cabo todas tus acciones en Mi presencia? Yo examino todos tus pensamientos e ideas. ¿No te sientes culpable? Presentas una fachada falsa a la vista de los demás y adoptas tranquilamente un aire de sentenciosidad; lo haces para protegerte. Actúas así para ocultar tu maldad, e incluso buscas formas de empujar esa maldad sobre otros. ¡Qué falsedad hay en tu corazón!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Luego, también leí estas palabras de Dios: “Los anticristos son especialmente traicioneros y astutos. Consideran todo lo que dicen de manera concienzuda, a nadie se le da tan bien fingir. Sin embargo, una vez que salta la liebre, una vez que la gente los ha visto tal y como son, se emplean a fondo para justificarse y piensan en maneras de remediar la situación y se marcan faroles para salvar su imagen y su reputación. Los anticristos viven su día a día solo por la reputación y el estatus, solo para deleitarse con los beneficios del estatus, eso es en lo único que piensan. Incluso cuando ocasionalmente sufren alguna dificultad menor o pagan algún precio trivial, lo hacen en aras de obtener estatus y reputación. Buscar el estatus, mantener el poder y tener una vida fácil son las cuestiones fundamentales que los anticristos siempre maquinan una vez que creen en Dios, y no se dan por vencidos hasta que logran sus objetivos. Si sus malas acciones son expuestas, les entra el pánico, como si el cielo estuviera a punto de caer sobre ellos. No pueden comer ni dormir, y parecen estar en trance, como si sufrieran una depresión. Cuando la gente les pregunta qué les pasa, se inventan mentiras y dicen: ‘Ayer estuve tan ocupado que no dormí en toda la noche, así que estoy muy cansado’. Pero en realidad, nada de esto es cierto, es todo un engaño. Se sienten así porque reflexionan constantemente: ‘Lo malo que hice ha quedado al descubierto, así que ¿cómo voy a recuperar mi reputación y mi estatus? ¿Qué recursos puedo utilizar para redimirme? ¿Qué tono puedo usar cuando le explique esto a todo el mundo? ¿Qué puedo decir para impedir que nadie me descubra?’. Durante mucho tiempo no saben qué hacer, y por eso se deprimen. A veces se quedan con la mirada fija en un solo punto, y nadie sabe lo que están mirando. El problema hace que se devanen los sesos, que agoten todas sus ideas y que no quieran comer ni beber. A pesar de ello, siguen aparentando que se preocupan por la obra de la iglesia y preguntan a la gente: ‘¿Cómo va la obra del evangelio? ¿Cómo de eficaz es la predicación? ¿Han ganado los hermanos y hermanas alguna entrada en la vida recientemente? ¿Ha habido alguien que haya causado algún trastorno o perturbación?’. Estas preguntas suyas sobre la obra de la iglesia pretenden ser una exhibición para los demás. Si de veras se percataran de los problemas, no tendrían forma de resolverlos, por lo que sus preguntas son una mera formalidad que los demás tienden a ver como una preocupación por la obra de la iglesia” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). El juicio de las palabras de Dios me angustió y me afligió. Vi simplemente cuán falsa era. Había sido de veras egoísta en mi deber, me había centrado solamente en mi propio trabajo en pos de la reputación y el estatus, y casi nunca preguntaba sobre otros trabajos. No había hecho un trabajo real para nada. Sabía que mis acciones no se ajustaban a las intenciones de Dios y que no estaba jugando en equipo, pero no busqué los principios-verdad para resolver estos problemas. Además, sabía que por lo general no prestaba mucha atención a mi entrada en la vida y que no podía compartir mucho sobre conocimiento vivencial real. Cuando los líderes aún no me habían convocado a una reunión, no pensaba mucho en ello y sentía que, aunque tuviera problemas, los líderes no se enterarían, así que no tenía prisa para resolverlos. Pero en cuanto oí que los líderes me convocarían a una reunión, me puse nerviosa de inmediato, con miedo a que mis problemas fueran expuestos en una reunión y que, una vez que los líderes se enteraran de ellos, seguramente pensarían que carecía de sentido de carga en mis deberes, que no hacía un trabajo real y que tanto mi calibre como mi entrada en la vida eran pobres. Como había comenzado mi deber como líder hacía poco y los líderes superiores no estaban muy familiarizados conmigo, si les daba una mala impresión en nuestra primera reunión de seguro no me valorarían en el futuro e incluso podrían destituirme. Para proteger mi reputación y mi estatus, intenté ocultar mis problemas de todas las maneras posibles. Antes de la reunión, me apresuré a buscar a la hermana con la que colaboraba para conocer los detalles del trabajo y, también, quise disimular y engañar a los líderes hojeando antes los reportes para familiarizarme con el trabajo. Quería crear la falsa impresión de que poseía buenas capacidades de trabajo y prestaba mucha atención a mi entrada en la vida, para que los otros me dieran una buena evaluación. Además, carecía de sentido de carga en mi deber y no perseguía la verdad. Al mismo tiempo temía constantemente que los demás me calaran, así que construí una falsa imagen para camuflarme. ¿Acaso no se trataba de un engaño descarado y sin vergüenza? Vi que era verdaderamente falsa. Actuaba como un anticristo. Los anticristos son particularmente arteros y hacen todo lo que está a su alcance para proteger su reputación y su estatus cuando los ven amenazados. ¿No estaba haciendo yo lo mismo? Cuando las cosas no interferían en mi reputación o estatus, ignoraba los otros trabajos de la iglesia y no prestaba atención a mi entrada en la vida. Pero cuando algo afectaba mi estatus y reputación, me ponía frenética, leía las palabras de Dios y trataba de comprender el trabajo; parecía diligente en mi búsqueda, pero en verdad era astuta y falsa. ¿No había revelado el carácter de un anticristo?
Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Debéis caminar por la senda correcta al creer en Dios y comportaros y que no os enfrasquéis en prácticas torcidas y malvadas. ¿Qué son las prácticas torcidas y malvadas? Los creyentes en Dios quieren siempre apoyarse en pequeñas artimañas, en juegos engañosos y astutos, en hacer trucos para encubrir su propia corrupción, sus defectos y faltas y problemas como su propio escaso calibre; siempre tratan los asuntos de acuerdo con filosofías satánicas, lo cual piensan que no es tan malo. En los asuntos superficiales, adulan a Dios y a sus líderes, pero no practican la verdad ni actúan según los principios. Sopesan con cuidado las palabras y expresiones de los demás, y siempre reflexionan: ‘¿Cómo han sido mis actuaciones últimamente? ¿Me apoya todo el mundo? ¿Sabe Dios todo lo bueno que he hecho? Si lo sabe, ¿me elogiará? ¿Qué lugar ocupo en el corazón de Dios? ¿Soy importante en él?’. Lo que implica es que, como alguien que cree en Dios, ¿obtendrá bendiciones o será descartado? ¿Pensar siempre en estos asuntos no es acaso un camino torcido y malvado? De hecho, lo es; no es el camino correcto. Entonces, ¿cuál es el camino correcto? (Perseguir la verdad y un cambio de carácter). Así es. Para los que creen en Dios, el único camino correcto es perseguir la verdad, obtenerla y lograr un cambio de carácter. Solo el camino por el que Dios conduce a las personas a alcanzar la salvación es el camino verdadero, el camino correcto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Después de leer las palabras de Dios, me sentí totalmente juzgada. Vi que siempre intentaba usar trucos para ocultar los problemas en mis deberes. Esta era una forma retorcida y malvada de hacer las cosas y yo no transitaba por la senda correcta. En realidad, era perfectamente normal que los líderes me invitaran a una reunión para informarse sobre el trabajo. Solo debería contar cómo actuaba normalmente. Si ellos señalan que soy deficiente o que no estoy a la altura en algunas áreas, tendré que arreglarlo en mis futuros deberes e, incluso si me podan, esto me ayudará a reflexionar y a entrar para poder desempeñar mejor mi deber. Sin embargo, yo decidí engañar e hice lo que pude para encubrir mis problemas tratando de salir del paso para engañar a los líderes. No estaba dispuesta a dejarles ver mi corrupción y mis deficiencias. ¿Hacer esto no era involucrarme en prácticas retorcidas y malvadas? Cuando una persona que realmente persigue la verdad se da cuenta de que está siendo egoísta y despreciable y que solo le preocupan sus propias tareas en su deber, es capaz de buscar rápidamente la verdad para resolver su estado. Cuando los líderes le preguntan sobre su trabajo, puede afrontarlo con calma y corregir sus desviaciones. Es más, la gente que se enfoca genuinamente en la entrada en la vida debe prestar atención a sus pensamientos e ideas en la vida cotidiana y buscar la verdad para resolverlos a tiempo, en lugar de equiparse con las palabras de Dios solo cuando es inminente una reunión con los líderes. Pero yo intenté crear una fachada para engañar a los líderes. Al hacerlo, estaba siendo falsa y engañosa. ¿No estaba intentando engañar a Dios y ganarme el favor de los líderes? Vi que yo no era para nada una persona que practica o persigue la verdad.
Más tarde, reflexioné sobre por qué podía engañar sin pudor y no era capaz de aceptar el escrutinio de Dios. En muchas ocasiones, también sabía que debía ser honesta y vivir ante Dios aceptando su escrutinio, pero aún así, cuando me enfrentaba a las situaciones, involuntariamente recurría al engaño. ¿Por qué? Más tarde, leí estas palabras de Dios: “¿Acaso no es agotadora la vida de los falsos? Se pasan todo el tiempo mintiendo, luego diciendo más mentiras para encubrir las anteriores y participando en artimañas. Ellos mismos se provocan este agotamiento. Saben que es agotador vivir así; entonces, ¿por qué siguen queriendo ser falsos y no desean ser honestos? ¿Habéis considerado alguna vez esta cuestión? Esta es una consecuencia de que la gente se vea engañada por sus naturalezas satánicas; eso les impide deshacerse de este tipo de vida, de esta clase de carácter. La gente está dispuesta a aceptar que los engañen y vivir en esto; no quiere practicar la verdad e ir por la senda de la luz. Para ti, vivir así es agotador, y actuar así, innecesario, pero las personas falsas lo consideran absolutamente necesario. Creen que no hacerlo les causaría humillación, que perjudicaría su imagen, su reputación y también sus intereses, y que perderían demasiado. Aprecian estas cosas, aprecian su propia imagen, su propia reputación y estatus. Esta es la verdadera cara de la gente que no ama la verdad. En resumen, cuando la gente no está dispuesta a ser honesta o practicar la verdad, es porque no ama la verdad. En su interior, aprecian cosas como la reputación y el estatus, les gusta seguir las tendencias mundanas y viven bajo el poder de Satanás. Esto es un problema de su naturaleza. Ahora hay gente que cree en Dios desde hace años, que ha oído muchos sermones y sabe de qué va la fe en Dios. Sin embargo, siguen sin practicar la verdad, y no han cambiado ni un ápice. ¿A qué se debe esto? A que no aman la verdad. Incluso si comprenden un poco de la verdad, siguen sin ser capaces de practicarla. En lo que respecta a tales personas, por muchos años que lleven creyendo en Dios, eso no servirá de nada” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica más fundamental de ser una persona honesta). Gracias a la exposición de las palabras de Dios, comprendí que mi rechazo a ser una persona honesta provenía de mi naturaleza, que no amaba la verdad y valoraba demasiado la reputación y el estatus. Aunque sabía que era agotador vivir falsamente, cuando pensaba que ser una persona honesta podía dañar mi reputación y mi estatus, sentía rechazo a practicar la verdad y Satanás me engañaba y dañaba sin yo quererlo. Durante este período, no hice nada de trabajo real ni me enfoqué en la entrada en la vida. Cuando los líderes me invitaron a una reunión, debería haber sido una persona honesta y afrontarlo con calma, admitir que no estaba haciendo trabajo real y aceptar la guía y la ayuda de los líderes. Pero yo temía que, si hacía eso, los líderes pensaran que carecía de sentido de carga en mis deberes, tuvieran una mala impresión de mí y no me valoraran, o incluso me reemplazaran. Al pensar en estas cosas, perdí el coraje para ser una persona honesta porque sentía que ser honesta me provocaría demasiadas pérdidas. No practicaba la verdad ni me comportaba como una persona honesta y constantemente intentaba proteger mi reputación y mi estatus; vivía de acuerdo a venenos satánicos como: “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” y “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. Estos venenos se habían arraigado profundamente en mi corazón, convirtiéndose en mi ley de supervivencia. Con el fin de evitar dar una mala impresión a los líderes, creé una fachada para disimular. Sabía que estaba siendo negligente y falsa con los líderes y me sentía intranquila; pero para evitar quedar mal, no podía más que recurrir al engaño. Estos venenos satánicos eran como grilletes que me sujetaban con fuerza y dificultaban mi liberación. Aunque era muy consciente de la verdad, no podía ponerla en práctica. Vi que a menudo practicaba el engaño en mis deberes en pos de la reputación y el estatus. A veces, cuando los líderes superiores preguntaban sobre el trabajo, aún cuando no había hecho ciertas tareas, mentía diciendo que las había hecho para mantener una buena imagen en sus corazones y luego hacía lo posible para compensarlo. Otras veces, cuando no llegaba a comprender los detalles del trabajo, si los líderes preguntaban cambiaba rápido de tema y hablaba de los planes a futuro para ocultar que no hacía un trabajo real. Vi que, aunque creía en Dios desde hacía muchos años y había comido y bebido muchas de Sus palabras, aún valoraba la reputación y el estatus sobre todo lo demás. Aunque sabía que perseguir estas cosas disgustaba a Dios, no podía evitarlo. En mi naturaleza no tengo verdaderamente amor por la verdad y siento aversión por ella. También me di cuenta de que, para practicar la verdad y ser una persona honesta, uno debe abandonar sus intereses y dejar de perseguir la reputación y el estatus. Vivir dependiendo de un carácter falso significa que uno no puede vivir abiertamente o con integridad y que, en última instancia, uno pierde su dignidad y su integridad y termina siendo aborrecido por Dios y resultándole repugnante. Al darme cuenta de esto, me desprecié de veras a mí misma y ya no quería vivir más por la reputación y el estatus.
Luego, leí estas palabras de Dios: “Hoy en día, la mayoría de las personas tienen demasiado temor a presentar sus acciones delante de Dios; aunque puedes engañar a Su carne, no puedes engañar a Su Espíritu. Cualquier asunto que no pueda resistir el escrutinio de Dios está en conflicto con la verdad y debe hacerse a un lado; no hacerlo así es cometer un pecado contra Dios. Así pues, debes poner tu corazón delante de Dios en todo momento: cuando oras, cuando hablas y te comunicas con tus hermanos y hermanas, y cuando llevas a cabo tu deber y te dedicas a tus asuntos. Cuando cumples con tus funciones, Dios está contigo y, siempre que tu intención sea correcta y sea para la obra de la casa de Dios, Él aceptará todo lo que hagas; debes dedicarte sinceramente a cumplir con tus funciones” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios perfecciona a quienes son conformes a Sus intenciones). Por las palabras de Dios, entendí que aquellos que creen en Dios deben aceptar Su escrutinio y vivir ante Él. Pero, en mi fe y en mi deber, yo había sido incapaz de aceptar el escrutinio de Dios. Siempre quise recurrir a medios humanos para embaucar y engañar a los líderes y pensé que, mientras la gente no se enterara de mis problemas, todo iría bien, como si engañar a las personas significara que Dios no lo sabría y que, haciendo esto, sería capaz de proteger tanto mi estatus como mis deberes. ¿No estaba intentando engañarme a mí misma y a los demás? Podría parecer que solo intentaba engañar a los líderes, pero, en esencia, estaba intentando engañar a Dios y no había un lugar para Él en mi corazón, para nada. Lo cierto es que Dios escruta todo. Él escruta cada uno de mis pensamientos, ideas y acciones, y mientras yo trataba descaradamente de engañar a Dios y a la gente y me dedicaba en secreto a actividades turbias, Dios veía todo con claridad. Dios sabía cómo hacía mis deberes y si perseguía la verdad. Si yo hubiera tenido un lugar para Dios en mi corazón, me habría centrado en vivir ante Él y aceptar Su escrutinio en todas las cosas. Cuando mi trabajo no estaba a la altura, debía haberlo corregido de inmediato y enfrentar mis deficiencias con honestidad. Pero, al hacer mis deberes de la forma en que los hacía, descuidando varios aspectos del trabajo y tratando constantemente de ocultarlo con engaños, ¿de qué servía la buena opinión que la gente tuviera de mí? Los problemas en mis deberes seguían sin resolverse y mi carácter falso permanecía sin cambios. Esto disgustaba y desagradaba a Dios. ¿No era una pérdida enorme y una completa estupidez? No hacía un trabajo real en mis deberes, mi entrada en la vida era pobre y revelaba muchas actitudes corruptas. Debería haberme centrado en arrepentirme ante Dios y en hacer bien mis deberes. ¡Esa es la actitud que debía haber tenido!
Más tarde, comencé a buscar cómo actuar conforme a las intenciones de Dios. Leí estas palabras de Dios: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para la entrada en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y falsedades, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Sean cuales sean los problemas que surjan, uno tiene que buscar la verdad para resolverlos. Para entrar en la verdad, el primer paso es sincerarse y, sin importar qué carácter corrupto se revele, hay que dejar que se exponga, y ser una persona honesta ante Dios y ante los otros. Una persona no debe ocultar nada para mantener su reputación o su estatus. Debe decir la verdad, sin falsedades ni engaños. Solo haciendo esto se puede vivir libremente y ganar la aprobación de Dios. También me di cuenta de que vivir en un carácter corrupto satánico, preocupándome siempre por las opiniones de los demás y mintiendo y engañando constantemente, hacía que la vida fuera agotadora e indigna. Ya no quería vivir en pos de la fama, las ganancias y el estatus. Llegué a estar dispuesta a aceptar el escrutinio de Dios y vivir ante Él. Sin importar la idea que los demás tuvieran de mí o sus opiniones, solo quería hacer mis deberes para satisfacer a Dios. Con esto en mente, mi corazón se llenó de un gran sentimiento de tranquilidad y ya no me preocupé porque los líderes superiores evaluaran mi trabajo, ni tampoco quise seguir tratando de engañar a Dios ni a otras personas.
El día de la reunión, los líderes llegaron tarde y preguntaron cómo había hecho el seguimiento del trabajo evangélico. Mi corazón dio un vuelco; todavía estaba un poco preocupada y temía que los líderes pensaran mal de mí cuando conocieran los datos de la situación. Luego, recordé estas palabras de Dios: “No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Mi corazón se llenó de un gran sentimiento de tranquilidad y ya no quise actuar en pos de la reputación o el estatus. Entonces, hablé honesta y abiertamente con los líderes. Admití que había sido egoísta y despreciable y que no había hecho un seguimiento global del trabajo y que, aun cuando no había hecho el seguimiento de trabajo, intenté engañar a los demás. Al oír lo que tenía para decir, los líderes no me podaron. En cambio, compartieron conmigo cómo cooperar armoniosamente para hacer bien la obra de la iglesia. Al oír su enseñanza, mi corazón se iluminó y gané una senda de práctica. Más tarde, cuando me preguntaron por mi estado, también compartí abiertamente que había estado trabajando por la reputación y el estatus, que vivía en un estado egoísta y despreciable, pero que estaba dispuesta a buscar la verdad para reparar el daño. Después de decir eso, me sentí segura y con el corazón en paz. Me he dado cuenta de que, cuando mis pensamientos están centrados en lo que la gente piensa de mí y en mi estatus en sus corazones, no puedo evitar que Satanás me engañe, recurrir a la falsedad y a la superchería y vivir mi vida de forma dolorosa y agotadora. Pero cuando no considero las opiniones de los demás y solo quiero actuar de acuerdo a las palabras de Dios y ser una persona honesta, mi estado mejora continuamente, siento que estoy viviendo ante Dios y mi corazón se siente verdaderamente liberado.