8. Nunca lamentaré haber tomado esta decisión

Por Xiaoyuan, China

Desde pequeña, siempre saqué buenas notas y solía obtener las puntuaciones más altas de mi clase en los exámenes. Siempre que salían las notas de un examen, mi nombre y mi foto aparecían en el cuadro de honor de la escuela. Al ver que mis profesores me dirigían miradas risueñas, llenas de satisfacción y reconocimiento, y al escuchar los elogios de mis compañeros, mi corazón explotaba de felicidad y me sentía muy honrada. Al llegar a casa, los vecinos que me encontraba por la calle me saludaban diciendo: “Esta niña es una gran estudiante. Tus padres están muy orgullosos. ¡En el futuro seguro que irás a la universidad de Pekín o a la de Tshinghua!”. Yo les sonreía tímidamente, pero, por dentro, a mi ego lo habían alimentado enormemente. Más adelante, superé la prueba de admisión de una universidad importante de mi provincia y salí número uno de mi especialidad en primer año. Estaba contentísima; todos mis compañeros elogiaban mi talento, me admiraban y me envidiaban y mis profesores tenían muchas esperanzas puestas en mí. Sentí que destacaba por encima de la gente de mi edad. No obstante, la vida universitaria no era tan ajetreada como la del instituto y a menudo resultaba francamente fácil y despreocupada. En clase, a menudo teníamos que estudiar algunas teorías de ciencias sociales y memorizarlas al pie de la letra junto con su terminología. A veces me preguntaba: “¿Qué sentido tiene aprender y memorizar todas estas teorías?”. La mayor parte del tiempo estudiaba únicamente para poder superar los exámenes. Fuera de clase y en su tiempo libre, mis compañeros se dedicaban a holgazanear y a pasarla bien, mientras yo me sentaba a desplazarme por la pantalla de mi teléfono, muerta de aburrimiento. A menudo pensaba: “¿De verdad nos han puesto en la Tierra para matar el tiempo así? Como humanos ¿no deberíamos tener algún objetivo o dirección en la vida?”. Sin embargo, no sabía cómo responder a estas preguntas.

El verano de mi primer curso, una hermana me divulgó el evangelio de Dios de los últimos días. Al comer y beber las palabras de Dios, descubrí que Dios llevaba a cabo tres etapas de Su obra para salvar a la humanidad. Vi cómo el Señor Jesús fue crucificado para redimir a la humanidad de sus pecados y, en los últimos días, Dios se encarnó de nuevo para salvar totalmente a la humanidad, expresó muchas verdades para juzgar y purificar a la humanidad y permitir que se liberara completamente de los grilletes del pecado y entrara en el reino de Dios. Sentí profundamente la sinceridad y la amabilidad con las que Dios salvó a la humanidad y también Su amor por esta. Estaba profundamente conmovida y resolví poner mi fe en Dios y perseguir la verdad. Más adelante, mis hermanos y hermanas compartieron sobre que era un momento crucial para la difusión del evangelio del reino. Dijeron que era increíblemente valioso poder contribuir a la difusión del evangelio y traer a más personas ante Dios para que recibieran Su salvación. Entonces, una hermana me preguntó si estaría dispuesta a cumplir un deber. Dudé un poco: “Se necesita tiempo y energía para cumplir un deber. La competencia en la universidad es bastante dura y ¿qué haré si esto afecta a mis notas? ¿Debería optar por poner mi fe en Dios y cumplir mi deber como ser creado o dedicar tiempo a mis estudios para sacar buenas notas y asegurarme un buen futuro y el respeto y la admiración de los demás?”. No sabía qué camino escoger, así que le dije a la hermana que me lo pensaría. Durante las siguientes noches, a menudo me encontraba perdida mientras caminaba sola por la universidad. Veía cómo otros estudiantes trabajaban duro hasta tarde para sacar buenas notas y me preguntaba: “¿Debería optar por seguir mis estudios y labrarme un buen futuro como la mayoría de mis compañeros o seguir a Dios y cumplir un deber?”.

Más adelante, me topé con estos pasajes de las palabras de Dios: “Debido a la soberanía y la predestinación del Creador, un alma solitaria que empezó con absolutamente nada consigue unos padres y una familia, la oportunidad de ser miembro de la raza humana y de experimentar la vida humana y el viaje a través del mundo humano; también consigue la oportunidad de experimentar la soberanía del Creador, de llegar a conocer las maravillas de Su creación y, sobre todo, la oportunidad de conocer y rendirse a la autoridad del Creador. Sin embargo, la mayoría de las personas no aprovecha realmente esta oportunidad excepcional y fugaz. La gente agota toda una vida de energía luchando contra el sino, y se pasa toda su vida ajetreada intentando proveer para sus familias y yendo y viniendo apresuradamente en aras del prestigio y el beneficio. Las cosas que las personas valoran son el amor familiar, el dinero, la fama y la ganancia, y consideran que son las cosas más valiosas en la vida. Todas las personas se quejan de su mal sino, pero relegan en sus mentes las cuestiones que la gente debería entender y explorar más: por qué está vivo el hombre, cómo debería vivir y cuál es el valor y el sentido de la vida humana. Pasan toda su vida, por muy larga que esta sea, corriendo de acá para allá buscando fama y ganancia simplemente, hasta que su juventud se ha ido y se llenan de canas y arrugas, hasta que se dan cuenta de que la fama y la ganancia no pueden impedir que envejezcan, que el dinero no puede llenar el vacío de sus corazones, y hasta que entienden que nadie puede escapar de las leyes del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, y que nadie puede despojarse de los arreglos del sino. Solo cuando tienen que hacer frente a la coyuntura final de la vida comprenden verdaderamente que, aunque uno tenga una fortuna inmensa y muchos bienes, aunque uno sea un privilegiado y de alto rango, nadie puede escapar de la muerte y debe volver a su posición original: un alma solitaria, con nada a su nombre(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). “Todo en la vida del hombre es vacío e indigno de recuerdo, excepto creer en Dios, perseguir la verdad y llevar a cabo su deber como ser creado. Incluso si has consumado las proezas más trascendentales; incluso si has ido al infinito y más allá; incluso si has logrado avances científicos que resultaron beneficiosos o útiles para la humanidad, todo eso es fútil y pasajero. ¿Qué es lo único que no será pasajero? (La palabra de Dios). Solo perdurarán la palabra y los testimonios de Dios, así como todos los testimonios y obras que atestigüen a favor del Creador y las buenas acciones de las personas. Esas cosas durarán para siempre y poseen un valor excepcional(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La vida solo tiene valor si se cumple bien con el deber de un ser creado). Las palabras de Dios me impactaron profundamente. Dios dispone que cada persona que venga a este mundo reconozca Su soberanía, comprenda Su sabiduría y autoridad y aprenda a someterse y a rendirle culto a Él. Si la gente no se da cuenta de la intención de Dios, su tiempo en este mundo estará vacío. No sabrán para qué han nacido, por qué deben pasar o para qué deben vivir. A menudo veía noticias sobre famosos que, a pesar de recibir adulación, ganar mucho dinero y vivir a todo lujo, se deprimían y acababan suicidándose. Otras historias relataban cómo la gente rica y con estatus de pronto se enfermaba y fallecía. También observé cómo mis propios abuelos, que eran intelectuales con títulos superiores, que habían trabajado duro toda la vida y que en algún momento tuvieron sus momentos de gloria, ahora pasaban su jubilación charlando, matando el tiempo y dejando pasar los días insustancialmente sin saber el significado de la vida y esperando sin rumbo la muerte. Vi que daba igual lo mucho que uno estudiase o los increíbles logros que alcanzase; todo es pasajero y provisional. En última instancia, cuando el viejo y malvado mundo sea destruido, todo quedará arrasado. Los logros científicos y personales no pueden guiar a las personas hacia la comprensión de Dios, a presentarse ante Él y llegar a conocer el sentido de la vida. Tampoco permiten a las personas despojarse de su corrupción y vivir con una apariencia humana. Incluso después de todos estos logros, siguen siendo tan corruptas como siempre. Además, el conocimiento es totalmente incapaz de cambiar el triste estado de la sociedad y no consigue poner a la gente en la senda y la dirección correctas. El conocimiento y los logros personales simplemente no tienen sentido. Solo son eternos el testimonio de Dios dado por el pueblo escogido de Dios y lo que este pueblo gana experimentando Su obra. Si tuviese que dedicarme a buscar el conocimiento, perseguir los frutos de este mundo mortal y apresurarme por conseguir fama y ganancia, familia, estudios y una carrera y no consiguiera perseguir la verdad y conocer a Dios y, en última instancia, tampoco comprendiera ninguna verdad ni ganara conocimiento de Dios y mi carácter no se transformara, ¿no habría perdido una oportunidad de oro de experimentar la obra de Dios? Dios me había guiado para encontrar mi camino en la vida: me di cuenta de que, en la vida, debemos perseguir la verdad y el conocimiento de Dios. Solo cumpliendo bien mi deber como ser creado sería digna de la salvación de Dios y solo esa vida sería valiosa y significativa. Era mi responsabilidad y una exaltación de Dios poder poner mis esfuerzos en la expansión del evangelio y traer a más personas ante Dios. Tuve que dejar de malgastar el tiempo en mis estudios y decidí priorizar mi fe. Después de aquello, renuncié a la oportunidad de mi admisión garantizada en los estudios de posgrado y decidí cumplir con mi deber.

A principios de 2020, llegó la pandemia cuando estaba pasando el Año Nuevo chino en casa y terminé confinada allí y sin poder contactar con mi iglesia. Durante medio año, no pude asistir a las reuniones ni comer y beber las palabras de Dios. Ya estaba en último año y preparándome para graduarme. Algunos de mis compañeros de clase ya habían sido aceptados en programas de posgrado y otros habían encontrado buenos trabajos. En cuanto a mí, todavía no había encontrado trabajo. Mi padre a menudo me exhortaba duramente diciendo: “Al hijo de fulanito y menganita lo acaban de aceptar en un programa de posgrado en una universidad famosa. Hoy en día, la tendencia es hacer un posgrado y eso te hará más competitiva en el mercado laboral. Deberías haber decidido hacer estudios de posgrado, pero no nos hiciste caso. Si no consigues trabajo pronto, ¿qué planes tienes para cuando termines de estudiar?”. Al escuchar lo que me decía mi padre y al ver a mis compañeros trabajar duro por un futuro mejor, pensé para mí: “Tiene razón. Estoy a punto de terminar mis estudios. ¿De verdad quiero estar sin trabajo cuando acabe? ¿Qué pensará la gente de mí? ¿Pensará que no valgo para nada?”. Me sentí absolutamente miserable. Una vez, en una reunión con antiguos compañeros de clase, todo el mundo empezó a hablar de sus planes para el futuro: algunos contaban emocionados que los habían aceptado en tal o cual programa de posgrado de una universidad famosa, otros habían conseguido trabajo en empresas públicas y otros, como funcionarios. Todos se prodigaban abundantes alabanzas y hablaban sobre sus experiencias antes y después de ser aceptados, pero yo no tenía nada que decir. Al ver el prestigio de mis compañeros y sus caras iluminadas de sonrisas y orgullo, no pude evitar bajar la cabeza con silenciosa tristeza y pensar: “Solía tener mejores notas que ellos y todos me respetaban y admiraban, pero ahora son estudiantes de posgrado en las mejores universidades y yo solo tengo una licenciatura. Están muy por delante de mí, ¿cómo voy a ir con la cabeza alta ante ellos a partir de ahora? ¿No han caído ya en picado la imagen que tienen de mí y su estima?”. Me sentí presa del pesimismo. Cuando mis compañeros me preguntaron mis planes para el futuro, tartamudeé y me escabullí torpemente de sus preguntas, con miedo a ver sus miradas de desprecio. Durante toda la reunión, me sentí increíblemente reprimida, pensaba que no había conseguido nada y que mis compañeros de seguro me mirarían por encima del hombro. Al volver a casa, rompí a llorar. Desde pequeña, los demás siempre me habían admirado y elogiado, pero ahora estaba muy por detrás de ellos y esa tremenda brecha entre cómo me sentía en aquel momento y cómo me había sentido antes fue un golpe duro. No estaba segura de qué camino tomar a partir de ese momento. Dadas mis credenciales académicas, no había forma de que consiguiera un trabajo respetable. ¿Tenía que resignarme a estar por debajo de esos estudiantes de posgrado? No podía aceptar eso, así que decidí que haría el examen de acceso para estudios de posgrado.

Más adelante, me puse en contacto con mi iglesia y les dije a los hermanos y hermanas que estaba preparándome para ir a casa a hacer el examen de acceso a posgrado, pero que seguiría yendo a las reuniones cuando pudiese. Los hermanos y hermanas me dijeron que necesitaban más gente para hacer un deber concreto y me preguntaron si me plantearía hacerlo. En ese momento, sabía que creer en Dios y perseguir la verdad era algo bueno y que, si no cumplía mi deber, defraudaría a Dios, que tanto me había provisto, pero luego pensé en que quedaban pocos meses para preparar el examen de acceso y era mi última oportunidad de salvar mi reputación. Que me aceptasen en un programa de posgrado era la única forma de poder mantenerme al mismo nivel que mis compañeros de clase con notas altas, cumplir las expectativas de mi familia, y poder ir con la cabeza alta ante mis amigos y familiares. Si abandonaba la opción de hacer el examen de acceso para estudios de posgrado, ¿no perdería toda esperanza de destacar entre mis compañeros? Sencillamente, no estaba dispuesta a hacer eso. Por tanto, les dije a mis hermanos y hermanas que no podía cumplir un deber a tiempo completo y que solo podría intentar hacer lo que pudiera del deber mientras me preparaba para el examen. Estuve bajo mucha presión y estrés durante los meses siguientes. Durante el día, cumplía mi deber o asistía a las reuniones y por la noche volvía a casa y me ponía a preparar el examen con enormes montañas de material. Estaba muy cansada, pero me obligaba a tener los ojos abiertos y me ponía a estudiar lo que yo misma me hubiese asignado para ese día. Cada mañana al amanecer, me levantaba enseguida, independientemente de lo cansada que estuviera, y me zambullía directamente en ese profundo océano de conocimiento. No me atrevía a darme ni el más mínimo respiro para descansar, incluso cuando salía a comprar comida, cocinaba o lavaba los platos; me ponía grabaciones de audio para seguir estudiando. Luego, finalmente, tras varios meses difíciles de preparación, superé el examen para el programa de posgrado. Cuando vi mis resultados sentí una gran emoción, ahora podía, por fin, recuperar parte del prestigio que tenía en el pasado, ir con la cabeza bien alta ante mis familiares y amigos y dejar de preocuparme por que los demás me mirasen por encima del hombro. Cuando mis compañeros supieron que había superado el examen, todos me felicitaron. Mi padre estaba tan contento que sonreía de oreja a oreja y estaba deseando contarles las buenas noticias a todos los vecinos y familiares. Cuando volví a casa, mis vecinos me dieron el pulgar hacia arriba, me elogiaron y dijeron: “¡Has entrado en el programa de posgrado, así se hace! Siempre has sido muy buena estudiante, desde pequeña. ¡Tu padre debe estar muy orgulloso de ti!”. Estaba muy satisfecha de mí misma y por fin podía ir con la cabeza alta.

En poco tiempo, comenzó el curso escolar y yo compaginaba mis estudios con el deber, pero los alumnos de posgrado tenían que asistir a varias clases al día y hacer tareas en su tiempo libre, así que no tenía tiempo de practicar devociones ni de leer las palabras de Dios. A veces me daba cuenta de que estaba revelando corrupción en mi deber, pero no tenía tiempo de hacer autorreflexión y me sentía agitada y miserable. A veces, pensaba: “¿Cómo va a avanzar mi vida si no tengo tiempo de leer las palabras de Dios ni de buscar la verdad? No obstante, seguía teniendo más y más tareas y tenía que hacerlas. Además, mis compañeros estaban estudiando e investigando aún más, esforzándose al máximo para mejorar sus habilidades y su nivel. Si no encontraba tiempo para estudiar, ¿me quedaría atrás y ya no destacaría?”. Esto me preocupaba y me atormentaba. ¿Por qué seguía sin estar contenta tras haber superado el examen para el programa de posgrado de mis sueños?

Una noche, mi facultad anunció que iban a cerrar el campus por la pandemia, de modo que, en unos días, los alumnos que entraran en el campus no podrían salir cuando quisieran. Me di cuenta de que tenía que tomar una decisión. Si decidía seguir con mis estudios, no podría practicar la fe ni cumplir mi deber. Si dejaba mi deber de lado y no podía asistir a las reuniones en un momento tan importante, mi vida se vería realmente dañada. Además, si me pasaba todo el tiempo en la facultad y no podía asistir a las reuniones, sin duda pondría todo mi empeño en buscar un futuro en el mundo secular y me sería difícil abandonarlo. Si no alcanzaba la verdad, si mi opinión de las cosas no se transformaba y acababa revolcándome en el lodo con otros no creyentes y persiguiendo tendencias malvadas, terminaría siendo la viva imagen de Satanás y acabaría condenada a la perdición y la destrucción. Los desastres ya habían comenzado y también era un momento crucial para la expansión del evangelio. Si seguía buscando cosas mundanas y no cumplía mi deber y preparaba buenas obras, seguramente no recibiría el cuidado y la protección de Dios y los desastres me arrastrarían como a los no creyentes. Aun así, tampoco podía abandonar mis estudios; no había sido cosa fácil entrar en el programa, así que ¿cómo iba a dejarlo como si tal cosa? Si lo dejaba, ¿no perdería de nuevo mi fama y mi prestigio? Y entonces, ¿no estaría por debajo de mis compañeros, viviría una vida reprimida y sería incapaz de alzar la cabeza con orgullo? Cuando me planteé dejarlo, me sentí tan desdichada que no tenía ganas de hacer nada. Cada mañana al despertar, pensaba en las opciones que tenía ante mí y me sumía en la angustia.

Más adelante, me topé con un pasaje de las palabras de Dios: “Dios no se limita a pagar un precio por cada persona en las décadas que van desde su nacimiento hasta el presente. Según lo ve Dios, has venido a este mundo innumerables veces y te has reencarnado infinitas veces. ¿Quién se encarga de ello? Dios es el responsable. Tú no puedes saber estas cosas. Cada vez que vienes a este mundo, Dios se ocupa personalmente de hacer los arreglos para ti: Él dispone cuántos años vivirás, el tipo de familia en la que nacerás, cuándo construirás un hogar y una carrera, así como lo que vas a hacer en este mundo y cómo te ganarás la vida. Dios dispone para ti una manera de ganarte la vida, para que puedas cumplir sin obstáculos tu misión en esta vida. Y en cuanto a lo que debes hacer en tu próxima encarnación, Dios dispone y te concede esa vida según lo que debes tener y lo que se te debe dar… Dios ha dispuesto estos arreglos para ti muchas veces, y por fin has nacido en la era de los últimos días, en tu familia actual. Dios dispuso para ti un entorno en el que pudieras creer en Él, te permitió oír Su voz y volver ante Él, y que fueras capaz de seguirle y cumplir un deber en Su casa. Gracias a esta guía de Dios, has vivido hasta hoy. No sabes cuántas veces has nacido entre los hombres, ni cuántas ha cambiado tu apariencia, ni cuántas familias has tenido, ni cuántas épocas y dinastías has vivido, pero la mano de Dios te ha estado apoyando todo el tiempo y Él ha estado velando siempre por ti. ¡Cuánto se esfuerza Dios por el bien de una persona! Algunos dicen: ‘Tengo sesenta años. Durante este tiempo, Dios me ha estado cuidando, protegiendo y guiando. Si, cuando sea viejo, no puedo cumplir un deber y no puedo hacer nada, ¿se seguirá preocupando Dios por mí?’. ¿Acaso no es esto decir una tontería? Dios tiene soberanía sobre el porvenir de una persona, y la vigila y protege no solo durante una única vida. Si fuera cuestión de tiempo de vida, de una sola vida, eso no demostraría que Dios es todopoderoso y tiene soberanía sobre todo. La labor que Dios realiza y el precio que paga por una persona no es simplemente disponer lo que hace en esta vida, sino disponer para ella un número incontable de vidas. Dios se hace plenamente responsable de cada alma que se reencarna. Él trabaja cuidadosamente, pagando el precio de Su vida, para guiar a cada persona y organizar cada una de sus vidas. Dios se esfuerza y paga un precio de esta manera por el bien del hombre, y le otorga todas estas verdades y esta vida. Si las personas no cumplen con el deber de los seres creados en estos últimos días, y no regresan ante el Creador; si al final, por muchas vidas y generaciones que hayan vivido, no cumplen bien con sus deberes y no satisfacen las exigencias de Dios, ¿no sería entonces demasiado grande la deuda de las personas con Dios? ¿No serían indignos de todos los precios que ha pagado Dios? Su carencia de conciencia sería tal que no merecerían ser llamados personas, ya que su deuda con Dios sería demasiado grande. Por tanto, en esta vida —y no me refiero a tus vidas anteriores, sino a esta—, si no eres capaz de renunciar a las cosas que amas o a cosas externas por el bien de tu misión, como a los placeres materiales y al amor y la alegría de la familia, si no renuncias a los placeres de la carne en aras de los precios que Dios paga por ti o para corresponder a Su amor, entonces eres realmente malvado. De hecho, cualquier precio que pagues por Dios vale la pena. Comparado con el precio que Dios paga por ti, ¿qué representa la pequeña cantidad que ofreces o gastas tú? ¿A cuánto asciende lo poco que sufres? ¿Sabes cuánto ha sufrido Dios? Lo poco que tú sufres ni siquiera es digno de mención cuando se compara con lo que Dios ha sufrido. Además, al cumplir ahora con tu deber, estás recibiendo la verdad y la vida, y al final sobrevivirás y entrarás en el reino de Dios. ¡Qué gran bendición es esa! Mientras sigues a Dios, no importa si sufres o pagas un precio, en realidad estás obrando con Dios. Sea lo que sea lo que Él nos pida que hagamos, escuchamos las palabras de Dios y practicamos de acuerdo con ellas. No te rebeles contra Dios ni hagas nada que le cause dolor. Para obrar con Dios, debes sufrir un poco y renunciar a algunas cosas y dejarlas de lado. Debes renunciar a la fama, la ganancia, al estatus, al dinero y a los placeres mundanos; incluso debes renunciar a cosas como el matrimonio, el trabajo y tus expectativas sobre el mundo. ¿Sabe Dios si has renunciado a estas cosas? ¿Es Él capaz de ver todo esto? (Sí). ¿Qué hará Dios cuando vea que has renunciado a estas cosas? (Él se sentirá reconfortado y complacido). Dios no solo estará complacido y dirá: ‘Los precios que pagué han dado fruto. La gente está dispuesta a obrar junto a Mí, tienen esa determinación, y Yo los he ganado’. Ya sea que Dios esté contento o feliz, satisfecho o reconfortado, esa no es Su única actitud. Él también actúa, y quiere ver los resultados que logra Su obra, pues de lo contrario lo que les exige a las personas no tendría sentido. La gracia, el amor y la misericordia que Dios le muestra al hombre no son meramente una clase de actitud; son también un hecho. ¿Qué hecho es ese? Que Dios pone Sus palabras en ti, esclareciéndote, para que veas lo que es hermoso en Él y en qué consiste este mundo, para que tu corazón se llene de luz, y te permite así entender Sus palabras y la verdad. De esta manera, sin saberlo, obtienes la verdad. Dios hace mucho trabajo en ti de una manera muy real, permitiéndote ganar la verdad. Cuando ganas la verdad, cuando ganas esa cosa tan preciosa que es la vida eterna, las intenciones de Dios quedan satisfechas. Cuando Dios ve que las personas persiguen la verdad y están dispuestas a cooperar con Él, se siente feliz y contento. Entonces tiene una actitud, y mientras tiene esa actitud, se pone a obrar y aprueba y bendice al hombre. Dice: ‘Te recompensaré con las bendiciones que mereces’. Y entonces habrás ganado la verdad y la vida. Cuando conozcas al Creador y te hayas ganado Su aprecio, ¿seguirás sintiendo un vacío en tu corazón? No. Te sentirás realizado y tendrás una sensación de disfrute. ¿No es esto lo que significa que la vida de uno tenga valor? Es la vida más valiosa y significativa(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Es de gran importancia pagar el precio por alcanzar la verdad). A través de las palabras de Dios, me di cuenta de que era Él quien me había guiado y protegido en cada paso del camino hasta aquel momento. Dios me había permitido nacer en los últimos días y tener la fortuna de aceptar Su obra de los últimos días. No fue para que yo persiguiera un futuro y una carrera profesional. Sino que Él quería que recibiese Sus palabras, llegase a comprender la verdad y cumpliese mi deber como ser creado. La familia y el trabajo que Dios dispone para las personas es solo temporal. Si rechazaba la salvación de Dios y no aceptaba cumplir mi deber como ser creado solo para poder vivir de acuerdo a las expectativas de mi familia o alcanzar un nivel de disfrute material, fama y ganancia, ¿no sería indigna de la provisión de Dios y no perdería una oportunidad maravillosa de salvación? Si decidía cumplir mi deber, renunciaría a ciertos intereses personales, pero alcanzaría la verdad más preciada y finalmente alcanzaría la salvación de Dios y sobreviviría… ¡Estos eran los beneficios más tangibles de todos! Tras darme cuenta de esto, me sentí muy conmovida y motivada y sentí que Dios me estaba alentando y guiando cara a cara. Luego, vi el testimonio vivencial en un video llamado “Una elección sin remordimientos”, en el que una hermana abandona resolutivamente una oportunidad de estudiar en la Universidad de Tsinghua para practicar la fe y divulgar el evangelio. En el video, cuando la hermana divulga el evangelio a su profesor, él se emociona increíblemente y se echa a llorar de alegría. Porque llevaba una eternidad esperando dolorosamente la llegada del Señor y finalmente encontró el evangelio de Dios que tanto había estado esperando. Este video me impactó especialmente. Pensé en mis compañeros de clase y mis amigos, que no comprendían el verdadero significado de la vida y aún vivían en miseria bajo el poder de Satanás. Tuve la suerte de haber aceptado el evangelio de Dios de los últimos días, así que debía asumir la responsabilidad, perseguir la verdad lo mejor que pudiese, equiparme con la verdad y divulgar el evangelio para llevar a todavía más personas ante Dios para recibir Su juicio, ser purificados, alcanzar la salvación y vivir con las bendiciones y la guía de Dios. ¿No sería maravilloso? Al darme cuenta de esto, decidí abandonar mis estudios y centrarme en creer en Dios. No obstante, cuando llegó el momento de tomar una decisión, todavía me resultó un poco difícil. Pensé: “Si no sigo estudiando, nunca tendré la oportunidad de sobresalir en el futuro”. Los elogios de mi familia, parientes, amigos y vecinos eran un tipo de prestigio que me costaba abandonar.

En medio de mi sufrimiento, me encontré con este pasaje de las palabras de Dios: “Durante el proceso en que el hombre adquiere el conocimiento, Satanás emplea todo tipo de método, ya sea explicar historias, darle simplemente un poco de conocimiento individual o permitirle satisfacer sus propios deseos o ambiciones. ¿Por qué camino quiere conducirte Satanás? Las personas creen que no hay nada malo en aprender conocimiento, que es completamente natural. Para decirlo de manera que suene bien, fomentar nobles ideales o tener ambiciones es tener motivación, y esta debería ser la senda correcta en la vida. ¿No es una forma más gloriosa de vivir para las personas poder realizar sus propios ideales, establecer una carrera con éxito? Al hacer todas estas cosas, uno no solo puede honrar a los antepasados, sino que también tiene la oportunidad de dejar una marca en la historia, ¿no es una cosa buena? Esto es algo bueno a los ojos de las personas mundanas y para ellas esto debe ser apropiado y positivo. Sin embargo, ¿acaso Satanás, con sus motivos siniestros, lleva a las personas a este tipo de camino y eso es todo? Por supuesto que no. En realidad, independientemente de lo nobles que sean los ideales del hombre, de lo realistas que sean sus deseos o de lo adecuados que puedan ser, todo lo que el hombre quiere lograr, todo lo que busca está inextricablemente vinculado a dos palabras. Ambas son de vital importancia para la vida de cada persona y son cosas que Satanás pretende infundir en el hombre. ¿Qué dos palabras son? Son ‘fama’ y ‘ganancia’. Satanás usa un tipo de método muy suave, un método muy de acuerdo con las nociones de las personas, que no es radical en absoluto, a través del cual hace que las personas acepten sin querer su forma de vivir, sus normas de vida, y para establecer metas y una dirección en la vida y, sin saberlo, también llegan a tener ambiciones en la vida. Independientemente de lo grandes que estas ambiciones parezcan, están inextricablemente vinculadas a la ‘fama’ y la ‘ganancia’. Todo lo que cualquier persona importante o famosa y, en realidad, todas las personas, siguen en la vida solo se relaciona con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘ganancia’. Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Piensan que la fama y ganancia son un tipo de capital que pueden usar para obtener una vida de búsqueda del placer y disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y ganancia que tanto codicia la humanidad, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su sino a Satanás. Lo hacen de manera sincera y sin dudarlo ni un momento, ignorando siempre la necesidad de recuperar todo lo que han entregado. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han refugiado en Satanás de esta manera y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). A través de las palabras de Dios, comprendí poco a poco que esas visiones, ideas y principios de supervivencia como “Destácate del resto”, “honra a tus antepasados” y “Los libros son superiores a todo afán”, algo en lo que siempre había confiado, venían de Satanás. Pensaba que estudiar duro para conseguir una titulación superior y destacar por encima del resto era un objetivo positivo que perseguir. Para alcanzar mi objetivo, me esforcé mucho en mis estudios y estaba dispuesta a perseverar ante cualquier sufrimiento. Cuando veía que algunos de mis compañeros obtenían titulaciones superiores o trabajos excelentes, me sentía inferior a ellos y me preocupaba que me mirasen por encima del hombro. Para guardar las apariencias y poder ir con la cabeza alta ante mis compañeros, dejé pasar la oportunidad de cumplir mi deber a tiempo completo y elegí dedicar todo mi tiempo y energías a preparar el examen de acceso para graduados. No me planteé ni lo más mínimo la obra de la iglesia ni la intención urgente de Dios de salvar a la humanidad y temí que cumplir mi deber retrasase la preparación del examen. Cuando preparaba el examen, me pasaba día y noche estudiando, no me daba ni el más mínimo descanso y no podía evitar sentirme ansiosa y desdichada. ¡Fue absolutamente agotador! Vi a gente en línea hablando de cómo, después de fracasar en los exámenes para los programas de posgrado o en la búsqueda de trabajo, empezaron a sufrir ansiedad y depresión. Un amigo también me habló de un alumno que se graduó en nuestra facultad. Suspendió el examen para entrar en un programa y terminó en un psiquiátrico por el tormento psicológico que le causó la experiencia. Cada día se le escuchaba gritando en el psiquiátrico: “¡Quiero ir a la escuela de posgrado! ¡Quiero ir a la escuela de posgrado!”. También había mucha gente que fracasó en las pruebas para la universidad o los posgrados y que terminaron suicidándose porque pensaban que no tenían futuro ni posibilidades de alcanzar fama y ganancia y que vivir no tenía sentido. ¿No eran todos estos vívidos ejemplos los resultados del tormento de Satanás? Mi caso era igual: Me consagré a procurarme un futuro, fama y ganancias, me zambullí en el profundo abismo de la fama y la ganancia y sin motivación alguna para practicar la fe, perseguir la verdad y perseguir la transformación del carácter. Hasta ese momento no me había percatado realmente de los motivos siniestros de Satanás. Utilizaba la fama y las ganancias para tentarme y no solo me hizo sufrir física y mentalmente, sino que también intentó evitar que me presentase ante Dios para perseguir la verdad y alcanzar la salvación. Pensé en este pasaje de las palabras de Dios: “Si alguien tiene un estatus social muy bajo, una familia muy pobre y un bajo nivel de educación, pero cree en Dios de manera sensata, ama la verdad y las cosas positivas, a los ojos de Dios, ¿es su valor alto o bajo, es noble o humilde? Es valioso. Viéndolo desde esta perspectiva, ¿de qué depende el valor de alguien, independientemente de que este sea alto o bajo, noble o humilde? Depende de cómo te ve Dios. Si Dios te ve como alguien que persigue la verdad, entonces tienes valía y eres valioso: eres un recipiente valioso. Si Dios ve que no persigues la verdad y que no te entregas sinceramente a Él, eres despreciable y careces de valor: eres un recipiente insignificante. No importa cuán educado seas o cuán alto sea tu estatus en la sociedad, si no persigues ni entiendes la verdad, tu valía nunca podrá ser alta; incluso si muchas personas te apoyan, te alaban y te adoran, sigues siendo un desgraciado deleznable. Entonces, ¿por qué ve Dios a las personas de esta manera? ¿Por qué a una persona tan ‘noble’, con un estatus tan alto en la sociedad, con tantas personas que la alaban y la admiran, e incluso con un prestigio tan elevado, Dios la considera insignificante? ¿Por qué la forma en que Dios ve a las personas es totalmente contraria a la opinión que estas tienen de los demás? ¿Acaso Dios se pone a sí mismo en contra de la gente adrede? En absoluto. Es porque Dios es verdad, Dios es justicia, mientras que el hombre es corrupto y no tiene ni verdad ni justicia, y Dios mide al hombre según Su propio criterio y Su criterio para medir al hombre es la verdad. Decir esto puede sonar un poco abstracto, así que, para decirlo de otra manera, el criterio de medida de Dios se basa en la actitud de una persona hacia Él, hacia la verdad y hacia las cosas positivas; esto ya no es abstracto(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (I)). A través de las palabras de Dios, descubrí que Dios no mide a las personas basándose en sus credenciales académicas o su estatus social, sino según la actitud que tengan en su aproximación a la verdad y a Él. Dios valora a quienes realmente creen en Él, persiguen la verdad y aman las cosas positivas. Por el contrario, aunque alguien tenga un estatus social alto y sea venerado por los demás, si no acepta la verdad, no respeta a Dios y persigue cosas malvadas y corruptas, Dios lo considerará de escaso valor. Tras llegar a comprender la intención de Dios y Su estándar para medir a las personas, me sentí liberada y me di cuenta de lo ridículo e incoherente con la verdad que era que yo midiese a las personas según sus credenciales académicas. También me sentí motivada y dejé de querer perseguir de manera obsesiva el título superior y las buenas notas. Quería convertirme en una persona que persiguiese la verdad y fuese firme y tuviera los pies en la tierra en sus deberes.

Después de aquello, fui a la facultad a dejarlo. Mi profesor me regañó repetidamente e incluso se rio de mí por no continuar con mis estudios de posgrado y dijo que tenía que ser idiota para no dedicar solo dos años a conseguir mi titulación. Al enfrentarme con las burlas del profesor, me sentí algo débil. También pensé en el principio de curso, los alumnos estarían rebosantes de entusiasmo y ambición, listos para comenzar su nueva vida como estudiantes de posgrado, mientras que yo abandonaba y me iba en dirección contraria. Si la gente pensaba que yo era rara y no me comprendía, ¿seguiría siendo capaz de mantenerme firme en mi postura cuando los demás me cuestionaran? Le oré a Dios: “Oh, Dios, nunca antes se habían reído así de mí y me he sentido bastante débil. Oh, Dios, por favor, dame fe y permíteme tener confianza y ser valiente en todo este proceso, para poder mantenerme firme en mis creencias”. Más adelante, busqué palabras de Dios relacionadas con mi estado actual y encontré un himno de la palabra de Dios llamado Lo que los jóvenes deben buscar. Este himno me impactó profundamente.

Las personas jóvenes no deberían carecer de aspiraciones, no deberían carecer de la determinación para ejercer el discernimiento en los asuntos ni para buscar la justicia y la verdad. […]

1  Las personas jóvenes no deberían tener los ojos llenos de engaño y de prejuicio hacia los demás, y las personas jóvenes no deberían llevar a cabo actos destructivos y abominables. No deberían carecer de aspiraciones, motivación ni de un deseo entusiasta por superarse; no deberían desanimarse respecto a sus perspectivas ni perder la esperanza en la vida ni la confianza en el futuro; deberían tener la perseverancia de seguir el camino de la verdad que han escogido ahora para hacer realidad su deseo de dedicar toda su vida a Mí.

2  No deberían carecer de la verdad ni albergar hipocresía e injusticia, sino mantenerse firmes en la postura apropiada. No deberían simplemente dejarse llevar, sino tener el espíritu de atreverse a hacer sacrificios y luchar por la rectitud y la verdad. Las personas jóvenes deberían tener la valentía de no sucumbir ante la opresión de las fuerzas de la oscuridad y de transformar el sentido de su existencia. Las personas jóvenes no deberían resignarse a la adversidad, sino ser abiertos y francos, con un espíritu de perdón hacia sus hermanos y hermanas.

3  Las personas jóvenes, no deberían carecer de la determinación para ejercer el discernimiento en los asuntos ni para buscar la rectitud y la verdad. Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos

Al escuchar las palabras de Dios, sentí que Él me estaba motivando cara a cara: No te dejes arrastrar por las tendencias reinantes. Has reconocido que seguir a Dios es la senda adecuada de la luz, así que debes continuar por esta senda con resolución. También me di cuenta de que ¡fue gracias a la increíble gracia de Dios que pude aceptar Su obra y leer la verdad que Él expresa! Todo lo que venga de Dios es positivo, mientras que todo lo que la gente persigue en el mundo secular es negativo. Si me preocupaba que los demás no me entendiesen ni apoyasen y seguía tendencias mundanas para protegerme, ¿no estaría revolcándome en el fango con todos los que viven en el mundo secular? Con la guía de las palabras de Dios, tuve la fe y la valentía de mantenerme fuerte en mis convicciones y abandoné mis estudios.

Al reflexionar sobre mi senda, reconocí que fue la guía de las palabras de Dios la que me permitió ver los traicioneros motivos de Satanás de utilizar la fama y la ganancia para hacer daño a las personas. Además, Sus palabras me ayudaron a liberarme del oscuro abismo de perseguir la fama y las ganancias. Experimenté la felicidad y la paz que me aportaron las palabras de Dios y comprendí las buenas intenciones con las que Dios salva a la humanidad. ¡Tenía que apreciar esta oportunidad única, equiparme lo mejor posible con la verdad, divulgar el evangelio y dar testimonio a Dios para devolverle Su amor! Después de aquello, comencé a cumplir el deber de regar a los recién llegados. Sin las ataduras de mis estudios académicos ni las limitaciones de la preocupación por el futuro, podía dedicarme enteramente a mi deber y tenía más tiempo para leer las palabras de Dios, equiparme con la verdad y aprendí y gané mucho más con mi deber. ¡Gracias a Dios por Su guía y salvación!

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