9. Ya no me preocuparé ni sentiré ansiedad por hacerme mayor
Llevo cumpliendo mi deber en la iglesia desde que acepté la obra de Dios en los últimos días. Ya entrada en los 50, empecé a cumplir deberes relacionados con textos y descubrí que mi velocidad de reacción y mi memoria no eran mucho peores que las de hermanos y hermanas más jóvenes, y que mi eficiencia y eficacia en mi deber eran casi iguales a las de ellos. Estaba bastante contenta y muy motivada con mi deber. Pero, a medida que me hacía mayor, mi cuerpo empezó a deteriorarse y además desarrollé tensión alta. Mi fuerza física y mi energía también empezaron a decaer poco a poco y mi cabeza era más lenta. A veces, cuando comía y bebía las palabras de Dios un poco más rápido, mi cabeza no podía seguir el ritmo, y en ocasiones me olvidaba de lo que acababa de leer y tenía que volver atrás a leerlo de nuevo. Mi memoria empeoró y me volví muy olvidadiza. Con frecuencia, las palabras se me quedaban en la punta de la lengua, pero no conseguía recordar lo que quería decir. Entonces, miraba a mi compañera, una hermana que estaba en la treintena, ingeniosa y llena de energía. Tenía buen ojo y trabajaba de forma rápida y eficiente, y, lo que ella podía terminar en media hora, a mí me costaba hora y media. Solía envidiarla por su juventud y energía y, al mismo tiempo, estaba preocupada por mí misma, y pensaba: “¿Qué pasaría si, dentro de unos años, mi cabeza se vuelve aún más lenta? Me temo que, para entonces, no podré cumplir ningún deber y no serviré para nada. Entonces, ¿cómo podré alcanzar la salvación?”. A veces, incluso me quejaba internamente: “¿Por qué acepté la obra de Dios en los últimos días siendo tan mayor y no antes? Ojalá tuviese 20 años menos, ¡sería increíble! Ahora que soy mayor, ya no valgo para nada”. La verdad es que quería cumplir mi deber lo mejor posible, pero ya tenía 60 años. Mi cabeza y mi vista ya no eran las de antes y tenía la tensión alta. Si trabajaba hasta un poco más tarde por la noche, me sentía muy cansada y tenía que irme a descansar temprano. Ver la gran diferencia de eficiencia en los deberes que había entre la gente más joven y yo me hizo sentirme abatida e inferior, y terminé viviendo en un estado de negatividad. Ya no quería pagar un precio en mi deber ni centrarme en mejorar mis habilidades. Ni siquiera quería reflexionar sobre mis desviaciones para mejorar los resultados de mi trabajo. Pensaba para mí: “Soy vieja e inútil. Da igual cuánto lo intente, no podré cumplir bien mi deber. Quizás algún día me convierta en un estorbo y me descarten”.
En plena ansiedad y preocupación, leí las palabras de Dios: “También hay gente anciana entre los hermanos y hermanas, de edades comprendidas entre los 60 y los 80 o 90 años, y que debido a su avanzada edad, también experimentan algunas dificultades. A pesar de su edad, su pensamiento no es necesariamente correcto o racional, y sus ideas y puntos de vista no tienen por qué conformarse a la verdad. Estas personas ancianas también tienen problemas, y siempre se preocupan: ‘Mi salud ya no es buena y los deberes que puedo cumplir son limitados. Si solo cumplo con ese pequeño deber, ¿me recordará Dios? A veces me pongo enfermo y necesito que alguien cuide de mí. Cuando no hay nadie que me cuide, no puedo desempeñar mi deber, entonces ¿qué puedo hacer? Soy viejo y no recuerdo las palabras de Dios cuando las leo, y me resulta difícil entender la verdad. Al comunicar la verdad, hablo de un modo confuso e ilógico, y no tengo ninguna experiencia que merezca ser compartida. Soy viejo y no tengo suficiente energía, mi vista no es muy buena y ya no soy fuerte. Todo me resulta difícil. No solo no puedo cumplir con mi deber, sino que olvido fácilmente las cosas y las confundo. A veces me despisto y causo problemas para la iglesia y para mis hermanos y hermanas. Quiero lograr la salvación y perseguir la verdad, pero es muy complicado. ¿Qué puedo hacer?’. Cuando meditan sobre estas cosas, empiezan a inquietarse, pensando: ‘¿Por qué empecé a creer en Dios a esta edad? ¿Por qué no soy igual que los de 20, 30 o incluso 40 o 50 años? ¿Por qué me he encontrado con la obra de Dios ahora que soy tan viejo? No es que mi sino sea malo, al menos no ahora que me he encontrado con la obra de Dios. Mi sino es bueno, y Dios ha sido bueno conmigo. Solo hay una cosa con la que no estoy contento, y es que soy demasiado viejo. Mi memoria no es muy buena, mi salud no anda muy allá, pero tengo mucha fuerza interior. Es solo que mi cuerpo no me obedece, y me entra sueño tras un rato de escucha en las reuniones. A veces cierro los ojos para orar y me quedo dormido, y mi mente vaga cuando leo las palabras de Dios. Tras leer un poco, me entra sueño y me quedo traspuesto, y las palabras no me llegan. ¿Qué puedo hacer? Con esas dificultades prácticas, ¿sigo siendo capaz de perseguir y entender la verdad? Si no, y si no soy capaz de practicar conforme a los principios-verdad, entonces ¿no será toda mi fe en vano? ¿No fracasaré en obtener la salvación? ¿Qué puedo hacer? Estoy muy preocupado. […]’ […] Estos ancianos caen en una profunda angustia, ansiedad y preocupación debido a su edad. Cada vez que encuentran alguna dificultad, contratiempo, adversidad u obstáculo, culpan a su edad, e incluso se odian y se desagradan a sí mismos. Pero en cualquier caso, es en vano, no hay solución, y no tienen forma de avanzar. ¿Será que realmente no hallan una salida? ¿Existe alguna solución? (Las personas mayores también deben cumplir con su deber en la medida de sus posibilidades). Es aceptable que las personas mayores cumplan con sus deberes en la medida de sus posibilidades, ¿verdad? ¿Acaso los ancianos ya no pueden perseguir la verdad debido a su edad? ¿No son capaces de comprenderla? (Sí, lo son). ¿Pueden los ancianos comprender la verdad? Pueden entender un poco, y ni siquiera los jóvenes pueden entenderla toda. Los ancianos siempre tienen una idea equivocada, creen que están confundidos, que su memoria es mala y que por eso no pueden entender la verdad. ¿Tienen razón? (No). Aunque los jóvenes tienen mucha más energía que los ancianos y son más fuertes físicamente, en realidad su capacidad de entender, comprender y saber es la misma que la de los ancianos. ¿Acaso los ancianos no fueron jóvenes una vez? No nacieron viejos, y los jóvenes también envejecerán algún día. Los ancianos no deben pensar siempre que, por ser viejos, estar físicamente débiles, enfermos y tener mala memoria, son diferentes de los jóvenes. De hecho, no hay ninguna diferencia. […] no es que los ancianos no tengan nada que hacer, ni que sean incapaces de cumplir con sus deberes, ni mucho menos que sean incapaces de perseguir la verdad; hay muchas cosas que pueden hacer. Las diversas herejías y falacias que has acumulado durante tu vida, así como las varias ideas y nociones tradicionales, las cosas ignorantes y obstinadas, las conservadoras, las irracionales y las distorsionadas que has acumulado se han amontonado en tu corazón, y debes dedicar aún más tiempo que los jóvenes a desenterrarlas, diseccionarlas y reconocerlas. No es el caso que no haya nada que puedas hacer, o que debas sentirte angustiado, ansioso y preocupado cuando te encuentres en un callejón sin salida; esa no es ni tu tarea ni tu responsabilidad. En primer lugar, las personas mayores deben tener la mentalidad correcta. Aunque te estés haciendo mayor y estés relativamente envejecido físicamente, debes tener una mentalidad joven. Aunque estés envejeciendo, tu pensamiento se haya ralentizado y tu memoria sea deficiente, si todavía puedes conocerte a ti mismo, entender las palabras que digo y la verdad, eso demuestra que no eres viejo y que no te falta calibre” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Las palabras de Dios exponían exactamente mi estado. Veía que la hermana que era mi compañera era joven y cumplía su deber de manera eficiente, pero yo era mayor, tenía la tensión alta, la cabeza, lenta, y mi eficiencia en el deber era muy inferior a la suya. Pensé que, como era vieja e inútil, de seguro Dios me rechazaría y no me salvaría. Vivía en un estado en el que malinterpretaba a Dios. Me preocupaba que mi cuerpo se deteriorase más en unos años y que, para entonces, ya no pudiera cumplir ningún deber y que me descartaran. Pensar en eso me entristeció. Pero tras leer las palabras de Dios, comprendí que Él trata a jóvenes y ancianos por igual. Cuando Dios expresa la verdad, no solo es para los jóvenes ni solo es para los ancianos. Él nunca ha dividido a Su pueblo escogido en rangos distintos en función de su edad, ni ha dicho nunca que las personas mayores tengan que ser depuradas de la iglesia. Dios no tiene favoritismos y no importa la edad que tenga una persona, se la puede regar y nutrir con Sus palabras. Dios da las mismas oportunidades de salvación a todos. Si una persona no persigue la verdad y siente aversión por esta, no tiene salvación, independientemente de su edad. Dios no determina el desenlace y el destino de una persona en función de su edad, sino fundamentalmente de si la persona alcanza la verdad. Da igual la edad que tenga una persona, si entiende las palabras de Dios y practica la verdad, podrá lograr un cambio de carácter y recibir la salvación de Dios. Aunque ya tenía 60 años y aprendía lentamente habilidades nuevas, mi cabeza aún estaba despejada y aún comprendía las palabras de Dios cuando las comía y bebía. También podía reconocer mis deficiencias y carácter corrupto a través de Sus palabras. Dios no había dejado de esclarecerme y de guiarme por mi edad y Él espera que pueda pasarme más tiempo comiendo y bebiendo Sus palabras. Dios quiere que logre discernir las toxinas y leyes de supervivencia de Satanás y la cultura tradicional. Quiere que deseche estas cosas negativas y que me comporte y actúe en base a la verdad. Esto es lo que Dios espera ver. Aún tengo una mente sana y racional y sigo pudiendo cumplir mis deberes, así que debo apreciar el tiempo que tengo en estos momentos, cumplir mis deberes lo mejor posible y perseguir un cambio de carácter. Ya no podía usar más mi edad como excusa para no perseguir la verdad. Si vivo con ansiedad y preocupación, sin sentimiento de carga por mi deber y no persigo un cambio de carácter, sí que me volveré inútil y Dios me descartará en última instancia.
Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “Los anticristos creen en Dios solo con el propósito de obtener beneficios y bendiciones. Incluso si soportan un poco de sufrimiento o pagan algún precio, todo tiene la finalidad de hacer un trato con Dios. Su intención y su deseo de obtener bendiciones y recompensas son inmensos y se aferran a ellos con fuerza. No aceptan ninguna de las muchas verdades que Dios ha expresado, siempre piensan en el corazón que creer en Dios consiste en obtener bendiciones y procurarse un buen destino, que este es el principio más elevado y que nada puede sobrepasarlo. Piensan que la gente no debería creer en Dios, salvo por ganar bendiciones y que si no fuera por estas, creer en Él no tendría ningún significado ni valor, perdería ambas cosas. ¿Alguna otra persona inculcó estas ideas en los anticristos? ¿Se derivan de la formación o la influencia de otra persona? No, estas ideas vienen determinadas por la esencia-naturaleza inherente de los anticristos, que nadie puede cambiar. A pesar de que el Dios encarnado pronuncia muchas palabras hoy en día, los anticristos no aceptan ninguna de ellas y, por el contrario, se resisten a ellas y las condenan. Su naturaleza de sentir aversión por la verdad y de odiarla nunca puede cambiar. Si no pueden cambiar, ¿qué indica esto? Que su naturaleza es perversa. Esto no es una cuestión de perseguir o no la verdad; es un carácter perverso, es clamar y contrariar a Dios de forma descarada. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos; es su verdadera cara” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). Dios expone que los anticristos, por mucho sufrimiento que soporten o qué precio paguen por creer en Dios, siempre están intentando negociar bendiciones con Él. Valoran más las bendiciones que la búsqueda de la verdad para la salvación. Si no consiguen bendiciones, no están dispuestos a cumplir ningún deber ni a pagar ningún precio. Incluso se oponen a Dios y se quejan de que es injusto. Así es el carácter perverso de un anticristo. Haciendo autorreflexión tras aceptar la obra de Dios en los últimos días, me di cuenta de que creer en Dios me aportó bendiciones y la oportunidad de salvación y de entrar en el reino de los cielos, y estaba contenta con eso, así que cumplía mis deberes sin importar las dificultades. Cuando veía que mi trabajo producía resultados decentes, sentía que estaba contribuyendo a la iglesia, así que pensaba que Dios de seguro me concedería un buen destino. Pero ahora que soy mayor y que tengo problemas de salud, mi eficiencia y resultados en mis deberes ya no eran comparables a los de las personas más jóvenes, así que me preocupaba ya no poder cumplir ningún deber al hacerme mayor y que entonces Dios me descartara. Al sentir que había perdido toda esperanza de recibir bendiciones, me hundí en emociones negativas y vivía con dolor, preocupación y resistencia negativa. Afirmaba que mis esfuerzos y mi dedicación eran en beneficio de mis deberes, pero, en el fondo, siempre estaba haciendo cálculos en beneficio de mi desenlace y destino. Intentaba usar mis deberes para negociar con Dios. En esencia, trataba de manipular y engañar a Dios. ¡Vi lo increíblemente egoísta y despreciable que había sido! Pensé en cómo Dios ha expresado millones de palabras para salvar a la humanidad, en lo afortunada que soy por haber venido ante Él y haber disfrutado tanto de nutrirme de la palabra de Dios y haber ganado discernimiento sobre las cosas negativas. Alcancé a comprender el valor y el significado de la vida como ser creado y conseguí la oportunidad de salvación. Ya no vivía en el vacío de luchar por la ganancia y los caprichos placenteros, como los no creyentes. Por mi deber, puedo vivir ante Dios y eso me ha librado de mucho daño de Satanás. Ahora, aunque soy mayor y tengo la tensión alta, no tengo ningún síntoma grave y, mientras mantenga una rutina regular, no necesito medicación para cumplir mis deberes con normalidad. ¿Acaso no me ampara la gracia de Dios? Aun así, incluso tras disfrutar del amor de Dios, no se lo devolví y en vez de eso utilicé mis deberes para intentar negociar con Él. ¡Verdaderamente me faltaba conciencia y razón! Me presenté ante Dios y me arrepentí: “Oh, Dios, siempre he intentado negociar contigo en mis deberes, buscando bendiciones y haciendo que me desprecies y me detestes. Estoy dispuesta a arrepentirme de verdad ante Ti”.
Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Además de cumplir bien con su deber en la medida de sus posibilidades, hay muchas cosas que los ancianos pueden hacer. A menos que seas estúpido, demente y no puedas entender la verdad, y a menos que seas incapaz de cuidar de ti mismo, hay muchas cosas que debes hacer. Al igual que los jóvenes, puedes perseguir la verdad, buscarla, y debes acudir a menudo ante Dios para orar, buscar los principios-verdad, esforzarte por contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Esta es la senda que debes seguir, y no debes sentirte angustiado, ansioso o preocupado porque seas viejo, porque tengas muchas dolencias o porque tu cuerpo esté envejeciendo. Sentir angustia, ansiedad y preocupación no es lo correcto: son manifestaciones irracionales” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). De las palabras de Dios, comprendí que, además de enfrentarme correctamente a las leyes naturales del envejecimiento, la enfermedad y la muerte establecidas por Dios, las personas mayores deben presentarse ante Dios con frecuencia para orarle y buscarle, tratando a las personas, acontecimientos y cosas que surjan en base a los principios-verdad, y centrándose en practicar la verdad para satisfacer a Dios. No deberían sentirse inferiores por ser mayores y menos capaces que los jóvenes ni tampoco sentirse limitados por su edad. Deben cumplir sus deberes lo mejor posible teniendo en cuenta su energía y condición física. Esta es la actitud que deben tener las personas mayores. Al darme cuenta de esto, también conseguí enfrentarme adecuadamente a mi edad y defectos. Teniendo en cuenta que era mayor y que tendía a olvidarme de cosas, tomaba notas por adelantado del trabajo que tenía que hacer para no retrasar mi trabajo. En cuanto a habilidades especializadas, los más jóvenes pueden recordar cosas tras aprenderlas una vez, mientras que yo tengo mala memoria y tardo más en entender las cosas. Por este motivo, me esforzaba más y, si no podía aprender las cosas al momento, las estudiaba tres veces más. No debía seguir comparándome con los jóvenes; en su lugar, tenía que perseguir la verdad y esforzarme por cumplir mis deberes lo mejor posible. Luego pensé en las palabras de Dios: “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Esto es algo que nadie puede cambiar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). De las palabras de Dios, comprendí que Su determinación del desenlace y destino de una persona no viene dada por su edad ni por cuánto sufrimiento haya experimentado, sino de si ha alcanzado la verdad y si su carácter ha cambiado. Si no persigo la verdad y no renuncio a mi deseo de bendiciones y mi carácter corrupto no cambia, aunque tuviese 20 años menos, me descartarían. Ya no quiero seguir aferrándome a mis puntos de vista falaces, solo deseo buscar someterme a la soberanía y arreglos de Dios para cumplir bien mis deberes mientras viva y para buscar cambiar de carácter, y al final, aunque mi desenlace no sea bueno, debo seguir cumpliendo bien mis deberes. Esta es la conciencia y razón que uno debe tener y la dirección que debo seguir.
Recuerdo que una vez nos reunimos para estudiar habilidades relacionadas con la obra con respecto a los problemas en cuestión, pero había algunas cuestiones que yo todavía no entendía bien del todo. Cuando mi compañera empezó a compartir sus conocimientos, y su charla fue bastante buena, resurgieron mis emociones negativas y pensé: “Ya soy mayor y me lleva mucho tiempo comprender las cosas. Si dentro de dos años estoy aún más torpe, no podré cumplir ningún deber en absoluto”. Esos pensamientos me hicieron sentir incómoda. Pero, en aquel momento, recordé las palabras de Dios: “Tanto si eres físicamente capaz de cumplir con tu deber como si no, tanto si puedes asumir cualquier trabajo como si no, tanto si tu salud te permite cumplir con tu deber como si no, tu corazón no debe alejarse de Dios, y no debes abandonar tu deber en tu corazón. De tal modo, cumplirás con tus responsabilidades, tus obligaciones y tu deber. Esta es la fidelidad a la que debes aferrarte” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Las palabras de Dios disiparon mis preocupaciones al instante. En el futuro, si cuando tenga más años no puedo comprender las cosas rápidamente ni cumplir deberes relacionados con textos, seguiré pudiendo cumplir otros deberes que se adapten a mis capacidades. Incluso si llega el día en que mi estado físico me impida cumplir mis deberes, siempre y cuando mi corazón no se aleje de Dios y pueda clamar a Él, comer y beber Sus palabras y reflexionar sobre mí misma, Dios no me rechazará. Lo que Dios desprecia es mi falta de fe genuina en Él, ya que siempre persigo bendiciones. Al pensar en esto, sentí liberación en mi corazón y dejé de sentirme pasiva y negativa. En vez de eso, empecé a meditar profundamente las cosas y a estudiar, lo que me llevó a hacer algunos progresos en el aprendizaje de las habilidades en cuestión. Le doy gracias a Dios por Su guía desde lo más profundo de mi corazón. No importa mi condición física ni qué tipo de desenlace o destino me espera, estoy dispuesta a someterme a la soberanía y arreglos de Dios y a cumplir bien mis deberes.