81. Las consecuencias de codiciar la comodidad

Por Bai Lu, China

Querida Lin Yi:

Recibí tu carta. Cómo pasa el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, hace casi un año que no nos vemos. En tu carta, me preguntaste qué he aprendido hasta ahora cumpliendo con mi deber. Por un momento, ni siquiera supe por dónde empezar, pero la experiencia más memorable fue la reasignación de mis deberes, que me hizo comprender mi naturaleza de disfrutar de la comodidad y la facilidad. En este punto, te estarás preguntando cómo fue mi experiencia. Te contaré todo.

En enero de este año, estaba a cargo de trabajo relacionado con textos. Como era nueva en esa función, no había dominado muchos de los principios ni sabía cómo cumplirla. Por eso, aprendí y me entrené con una hermana con quien me asignaron trabajar. Por lo general, también tomaba la iniciativa de revisar el trabajo de los distintos grupos. Después, cada grupo pedía consejos sobre muchas cuestiones. Yo tenía que escribir cartas para compartir y resolver sus estados y las desviaciones en sus tareas. Estaba ocupada desde la mañana hasta altas horas de la noche todos los días. Después de un tiempo, me quejé un poco en mi corazón: “Para resolver estos estados, tengo que analizar con cuidado la causa de cada problema y encontrar las palabras de Dios y los principios relevantes. Eso requiere pensar mucho. ¡Es tan agotador!”. No quería que mi mente estuviera tan tensa todo el tiempo, por eso esperaba que los hermanos y hermanas hicieran menos preguntas. Así podría sentirme un poco más aliviada. Luego, pusieron a otras dos hermanas a trabajar con nosotras. Me sentí feliz porque pensé que así reduciría mi carga de trabajo y no tendría que preocuparme ni cansarme tanto. A veces, cuando veía que un hermano o una hermana estaba mal y los resultados de su trabajo empeoraban, pensaba que debía hablar con ellos cuanto antes para resolverlo. Pero luego también pensaba: “Tampoco entiendo bien estos problemas. Tendré que dedicar tiempo a meditar y encontrar las palabras de Dios y los principios relevantes. ¡Eso será demasiado complicado! Mejor dejaré que lo resuelvan las hermanas con las que trabajo”. Entonces dejé de preocuparme por eso. Así, cada vez que se me presentaba un problema complicado, me resultaba molesto y se lo pasaba a mis compañeras para que lo resolvieran. Cada vez tenía menos carga en mis deberes, y solo seguía la rutina y me ocupaba de las tareas cotidianas. Si me asignaban un poco más de trabajo o era un poco más difícil, me molestaba. Solo me enfocaba en hacer tareas simples y no me esforzaba en buscar la verdad, por lo que no progresaba. Mis compañeras señalaron que no tenía un sentido de carga en mi deber y me aconsejaron reflexionar sobre esto y resolverlo. Pero no me lo tomé en serio. Poco a poco, me costaba más ver los problemas con claridad y siempre me quedaba dormida. Mi eficiencia en el trabajo disminuyó mucho.

Luego, los líderes notaron que carecía de un sentido de carga en mi deber y que no estaba obteniendo resultados. Por eso, me despidieron. Recién entonces empecé a reflexionar sobre mí. Un día, leí estas palabras de Dios: “Las personas perezosas no son capaces de hacer nada. Resumido en dos palabras, son personas inútiles; tienen una discapacidad de segunda clase. Por muy bueno que sea el calibre de los perezosos, no es más que una fachada; aunque tienen buen calibre, no sirve para nada. Son demasiado perezosos, saben lo que deben hacer, pero no lo hacen y, aunque tengan conocimiento de que algo supone un problema, no buscan la verdad para resolverlo, y si bien saben qué dificultades deben sufrir para que el trabajo sea efectivo, no están dispuestos a soportar ese sufrimiento aunque merezca la pena, así que no pueden obtener ninguna verdad ni realizar ningún trabajo real. No desean soportar las penurias que a las personas les toca soportar; solo saben disfrutar de la comodidad, de los momentos de alegría y ocio, y de una vida libre y relajada. ¿Acaso no son inútiles? Las personas que no pueden soportar la adversidad no merecen vivir. Aquellos que siempre desean vivir la vida de un parásito son personas sin conciencia ni razón, bestias, y tales personas no son aptas siquiera para ser mano de obra. Como no pueden soportar la adversidad, ni siquiera cuando son mano de obra son capaces de hacerlo bien y, si desean obtener la verdad, hay incluso menos esperanzas de ello. Alguien que no puede sufrir y no ama la verdad es una persona inútil, no es apta ni siquiera para ser mano de obra. Es una bestia sin pizca de humanidad. A tales personas se las debe descartar, solo esto concuerda con las intenciones de Dios(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Cuando vi estos términos en las palabras de Dios: “personas inútiles”, “una discapacidad de segunda clase”, “bestia”, “no son aptas siquiera para ser mano de obra” y “no merecen vivir”, me perforaron el corazón. Sentí el disgusto de Dios hacia las personas perezosas. Dios me había exaltado y concedido la gracia de permitirme llevar a cabo un deber de supervisora, para que me entrenara en el uso de la verdad para resolver problemas. Más allá de cuánto pudiera hablar y resolver, debería haber hecho todo lo posible por lograrlo. Esta era la responsabilidad que debería haber llevado a cabo. Pero cuando veía que los hermanos y hermanas estaban mal y que los resultados de su trabajo disminuían, sentía que resolverlo era muy problemático y agotador mentalmente, así que les pasaba ese trabajo a otras personas. Ni siquiera hacía lo que estaba a mi alcance. Cuando surgían problemas más complicados, podía resolver algunos si reflexionaba con detenimiento, pero no quería esforzarme ni pagar el precio. Por eso, usaba excusas como “No lo comprendí” o “No sé cómo” para pasárselo a mis compañeras. Solo hacía tareas simples todos los días y no asumía ninguna responsabilidad hacia mi deber. Pasaba los días sin ningún propósito. ¿No era un parásito en la casa de Dios? Pensé que algunos hermanos y hermanas no tenían muy buen calibre, pero se esforzaban para cumplir con su deber. Daban todo de sí, y su actitud hacia el deber era agradable a Dios. Mi calibre no era malo, podía resolver algunos problemas, pero siempre atesoraba la carne y disfrutaba la comodidad. Ni siquiera estaba dispuesta a esforzarme ni a enfrentar dificultades en el cumplimiento de mi deber. Verdaderamente, no tenía conciencia ni razón. ¡No era apta para ser supervisora! Dios aborrecía y odiaba mi actitud hacia mi deber. Si seguía así, ni siquiera podría hacer bien mi trabajo, y Dios me desdeñaría y me descartaría. Al darme cuenta de esto, oré con el deseo de reflexionar realmente sobre mí.

Después pensé: “¿Por qué siempre disfrutaba la comodidad y no quería esforzarme ni enfrentar dificultades?”. Luego, vi estas palabras de Dios: “Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse astutas, cobardes y despreciables. No solo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y caprichosos. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aún, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están tan podridos que sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente horribles, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, oírlas es sencillamente insufrible. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables y frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que se esfuerzan al máximo por expulsarlas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). “¿Estás contento de vivir bajo la influencia de Satanás, en paz y disfrutando y con un poco de comodidad carnal? ¿No eres la más vil de todas las personas? Nadie es más insensato que los que han contemplado la salvación, pero no buscan ganarla; estas son personas que codician la carne y disfrutan a Satanás. Esperas que tu fe en Dios no acarree ningún reto o tribulación ni la más mínima dificultad. Siempre buscas aquellas cosas que no tienen valor y no le otorgas ningún valor a la vida, poniendo en cambio tus propios pensamientos extravagantes antes que la verdad. ¡Eres tan despreciable! Vives como un cerdo, ¿qué diferencia hay entre tú y los cerdos y los perros? ¿No son bestias todos los que no persiguen la verdad y, en cambio, aman la carne? ¿No son cadáveres vivientes todos esos muertos sin espíritu? ¿Cuántas palabras se han hablado entre vosotros? ¿Se ha hecho solo un poco de obra entre vosotros? ¿Cuánto he provisto entre vosotros? ¿Y por qué no lo has obtenido? ¿De qué tienes que quejarte? ¿No será que no has obtenido nada porque estás demasiado enamorado de la carne? ¿Y no es porque tus pensamientos son muy extravagantes? ¿No es porque eres muy estúpido? Si no puedes obtener estas bendiciones, ¿puedes culpar a Dios por no salvarte? Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). A raíz de las palabras de Dios, comprendí que mi búsqueda constante de la comodidad de la carne se debía a que seguía pensamientos como: “La vida solo consiste en comer rico y vestirse bien”, “La vida es breve; disfruta mientras puedas”, “Trátate bien a ti mismo”, “Vive hoy sin preocuparte por el mañana” y “La vida es corta, ¿para qué complicártela?” y otras filosofías satánicas parecidas, que ven la comodidad física como el mayor objetivo en la vida. Bajo el control de estas opiniones erróneas, siempre busqué la comodidad, pensando que uno debe ser bueno consigo mismo y no esforzarse demasiado. Recordando el pasado, mis padres siempre me consintieron desde que era pequeña en casa. Hacían todo por mí para que no tuviera que preocuparme por nada, y crecí protegida, como una flor de invernadero. Como estaba acostumbrada a una vida cómoda, siempre temía esforzarme y cansarme. Cuando estaba en la universidad, veía a algunos compañeros esforzarse y estudiar hasta tarde para prepararse para el posgrado, pero yo menospreciaba eso. Pensaba: “La vida dura solo unas pocas décadas. ¿Por qué cansarse tanto? Con un título de grado basta. Solo hay que encontrar un trabajo que pague bien y no sea tan demandante”. Cuando llegué a la iglesia a cumplir con mi deber, seguía teniendo esta opinión. Siempre disfrutaba la comodidad y no estaba dispuesta a esforzarme ni a complicarme. Cuando me enfrentaba a tareas complejas o difíciles, las pasaba a otros. Elegía las tareas fáciles y evitaba las difíciles. De esa manera progresaba muy lentamente. Era un gran honor que la casa de Dios me cultivara para un deber de liderazgo, pero yo no lo valoré y solo prioricé mi carne. Cuando veía que los hermanos y hermanas se sentían negativos y la efectividad de su trabajo disminuía, no me importaba. Incluso les pasaba las tareas difíciles a otros. No estaba cumpliendo con mis responsabilidades en absoluto. ¡Era tan egoísta y despreciable! Siempre disfrutaba la comodidad, elegía los deberes fáciles en lugar de los difíciles y era evasiva y falsa. Como no me esforzaba, tampoco progresaba. Cada vez me costaba más ver los problemas con claridad, y ni siquiera podía ocuparme de lo que antes hacía bien. Como dijo el Señor Jesús: “A cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará(Mateo 13:12). Pensé que Dios quiere que los adultos asuman responsabilidades, se enfoquen en lo correcto y cumplan con sus deberes, pero mi corazón solo se enfocaba en la comodidad física. La valoraba por sobre cualquier otra cosa, y me volvía cada vez más decadente y degenerada. Cada día perdía más mi semejanza humana. No podía seguir por esta senda errónea. Tenía que buscar la verdad para resolver mi carácter corrupto y llevar a cabo mi deber correctamente.

Luego leí más de las palabras de Dios: “¿Qué valor tiene la vida de una persona? ¿Sirve meramente para disfrutar de placeres carnales como comer, beber y divertirse? (No es así). Entonces, ¿qué valor tiene? Compartid vuestros pensamientos. (Para cumplir con el deber de un ser creado, esto es al menos lo que una persona debe lograr en su vida). Así es. […] Por una parte, se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Por otra, se trata de hacer lo mejor que puedas todo aquello que esté dentro de tus posibilidades y de tu capacidad, alcanzando al menos un punto en el que tu conciencia no te acuse, en el que puedas estar en paz con tu propia conciencia y resultes aceptable a ojos de los demás. Si lo llevamos un poco más lejos, a lo largo de tu vida, con independencia de la familia en la que hayas nacido, tu formación académica o tus aptitudes, debes entender los principios que las personas han de comprender en la vida. Por ejemplo, qué tipo de senda han de seguir, cómo deben vivir y la manera de tener una vida con sentido; al menos debes explorar un poco el verdadero valor de la vida. No puede vivirse en vano y uno no puede venir a esta tierra en balde. En otro sentido, durante tu vida, debes cumplir tu misión; esto es lo más importante. No hablamos de completar una gran misión, deber o responsabilidad; pero como mínimo, debes cumplir con algo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)). Por las palabras de Dios llegué a comprender que el valor de la vida no está en comer, beber, divertirse ni disfrutar de la carne. Más bien, está en cumplir con el deber de un ser creado y obtener la aprobación de Dios. Dios ordenó que yo naciera en los últimos días, que escuchara Su voz y cumpliera con mi deber, y esta es una oportunidad única en la vida. Dios no quiere que disfrute la comodidad, que viva en la mediocridad ni que desperdicie mi vida. Dios espera que yo pueda perseguir la verdad y cumplir bien con mi deber, para lograr un cambio de carácter, ser salvada por Él y vivir una verdadera semejanza humana. Me di cuenta de que tendía a no enfocarme en la entrada en la vida, y que leía las palabras de Dios solo por encima. Por eso, mi experiencia de vida era superficial y mi comprensión de la verdad era limitada. No podía ver con claridad los estados y dificultades de mis hermanos y hermanas. Eso demostraba que no comprendía la verdad de este aspecto. Era el momento de buscar y equiparme con la verdad. Si podía desarrollar un verdadero sentido de carga en la búsqueda de la verdad y en encontrar las palabras de Dios, comprendería mejor la verdad y crecería más rápido en la vida. Pero había perdido tantas oportunidades de obtener la verdad por la comodidad y el disfrute temporales, que eso obstaculizó mi entrada en la vida. Había dejado mucho de qué arrepentirme en mi deber. ¡Había sido verdaderamente tonta y estúpida! Ahora por fin me daba cuenta de que, por más comodidad física que pudiera disfrutar, solo sería temporal y no tendría un valor real. También entendí que si no buscaba la verdad correctamente, si seguía siendo superficial en mi deber y tratando de engañar a Dios, terminaría siendo revelada y descartada. Eso llevaría al castigo eterno, y ya no serviría de nada arrepentirme, llorar o rechinar los dientes.

Luego, durante mis prácticas devocionales, me enfoqué en leer las palabras de Dios relacionadas a resolver mi deseo de disfrutar la comodidad, y registré lo que comprendí. Dos meses después, la supervisora dispuso que volviera a cumplir con mi deber, y estuve muy agradecida. Cuando supe que me dieron la tarea de supervisar una iglesia, me quedé atónita. Esta iglesia tenía muchos fieles nuevos y muchos problemas, y resolverlos implicaría mucho esfuerzo. Entonces pensé que en el pasado, yo siempre evitaba las preocupaciones y les delegaba los problemas a otras personas. Ahora veía que ser asignada a supervisar esta iglesia era Dios dándome una oportunidad para entrenarme en enseñar la verdad y resolver problemas. Todo esto era para compensar mis fallas y era beneficioso para mi entrada en la vida. Así que asumí la tarea. Al principio, fui capaz de realizarlo activamente, pero después de unas rondas de enseñanza, cuando no había resultados evidentes, me desanimé. Sentí que todo esto era demasiado difícil y estresante. Cuando pensé así, me di cuenta de que solo estaba considerando mis propios intereses físicos otra vez, así que comí y bebí las palabras de Dios relacionadas con mi estado. Hubo un pasaje de las palabras de Dios que me impactó. Dios dice: “Las personas que de verdad creen en Dios cumplen con su deber de manera voluntaria, sin calcular lo que van a ganar o perder. No importa si eres alguien que persiga la verdad, debes confiar en tu conciencia y razón y esforzarte realmente cuando cumplas con tu deber. ¿Qué significa esforzarse de verdad? Si te conformas simplemente con cierto esfuerzo simbólico y con padecer algunas dificultades físicas, pero no te tomas nada en serio el deber ni buscas los principios-verdad, esto no es más que superficialidad, no un esfuerzo real. La clave para esforzarse implica volcarte en ello, temer a Dios de corazón, ser considerado con Sus intenciones, tener miedo a rebelarte contra Dios y lastimarlo, y padecer cualquier dificultad a fin de cumplir bien con el deber y satisfacer a Dios: si tienes un corazón amante de Dios como este, sabrás cumplir correctamente con el deber. Si no temes a Dios de corazón, no tendrás ninguna carga cuando cumplas con el deber, no tendrás interés por él e, inevitablemente, serás superficial y cumplirás con las formalidades sin producir ningún efecto real, lo cual no supone cumplir con un deber. Si realmente tienes sentido de la carga y crees que cumplir con el deber es responsabilidad personal tuya, que, si no lo haces, no eres apto para vivir y eres una bestia y que solo si cumples correctamente con el deber eres digno de ser calificado de humano, y eres capaz de enfrentarte a tu propia conciencia —si tienes este sentido de la carga cuando cumples con el deber—, entonces podrás hacerlo todo a conciencia y sabrás buscar la verdad y hacer las cosas de acuerdo con los principios, con lo que sabrás cumplir correctamente con el deber y satisfacer a Dios. Si eres digno de la misión que Dios te ha otorgado, de todo lo que Él ha sacrificado por ti y de lo que espera de ti, entonces esto es lo que supone esforzarse de verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón). A partir de las palabras de Dios comprendí que quienes cumplen con sus deberes de manera voluntaria y fiel son las verdaderas personas de la casa de Dios. No consideran sus intereses físicos personales y pagan un precio real al poner todo su esfuerzo. Esas personas son responsables y confiables, y son personas de conciencia y razón. Aunque sufren un poco físicamente, satisfacen a Dios, logran la paz interior y viven una vida significativa. Por el contrario, cuando el trabajo era difícil y los resultados no eran buenos, yo sentía que era demasiado duro y estresante, entonces empezaba a pensar en mi propia comodidad y quería evitarlo. Cuando disfrutaba la comodidad, evitaba los deberes difíciles en favor de los fáciles y actuaba con astucia, aunque mi cuerpo no sufría, mi corazón estaba oscuro. No podía sentir la presencia de Dios, y tampoco tenía paz ni alegría. No quería volver a terminar así. Tenía que encarar mi deber con un corazón honesto, y más allá de cuánto pudiera colaborar, debía hacer todo lo posible por cumplir con mis responsabilidades bien. Entonces, busqué la verdad y hablé para abordar los puntos de vista y las dificultades de mis hermanos y hermanas. Después de un tiempo, hubo un avance en el trabajo, y le agradecí a Dios desde el fondo de mi corazón. Luego, cuando surgían cosas, me rebelaba conscientemente contra mi carne. Aunque había mucho trabajo que hacer todos los días y no tenía tiempo libre, no me sentía agotada. Al practicar de esta manera, me sentí más cerca de Dios que nunca, y encontré nuevos modos de colaborar en mi deber. Encontré paz y tranquilidad en mi corazón actuando de acuerdo a las palabras de Dios.

Bueno, eso es todo por ahora. ¿Tú también lograste mucho este año? No dudes en escribirme y compartir tus logros y aprendizajes.

Atentamente,

Bai Lu

15 de octubre de 2023

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