83. Finalmente puedo discernir a las personas malvadas
En marzo de 2020, recibí una carta de mi madre. Descubrí que la habían echado de la iglesia por ser una persona malvada hacía más de un año. La noticia inesperada me dejó en shock. No pude terminar de leer la carta antes de que se me empezaran a caer las lágrimas. ¡La obra de salvación de Dios en los últimos días es una oportunidad única en la vida! Si habían echado a mi madre de la iglesia, ¿no habría perdido la esperanza de salvarse? En ese momento, lo único que se me vino a la cabeza fue lo buena que mi madre había sido conmigo. Desde que era niña, mi madre me había guiado en la lectura de la palabra de Dios y me había enseñado a orar. Mi padre quería que estudiara y progresara, pero fue mi madre la que insistió en que creyera en Dios y cumpliera un deber, lo que me permitió transitar la senda correcta de la vida. Más tarde, la policía persiguió a mi madre por difundir el evangelio y tuvo que fugarse. Cada vez que me escribía, me animaba a hacer mi deber con sinceridad y a perseguir la verdad… Esos recuerdos se me pasaban todo el tiempo por la cabeza como las escenas de una película. Mi madre había creído en Dios durante dieciséis años y, aunque la habían arrestado dos veces, nunca había traicionado a Dios y había seguido cumpliendo con sus deberes lejos de casa, lo que me hacía creer que realmente tenía fe en Dios. Entonces, ¿cómo la podían haber echado? ¿Acaso el líder se había equivocado? ¿No le podían dar otra oportunidad de arrepentirse por todos sus años de sacrificio y esfuerzo? En su carta, ella contaba que había hecho sus deberes de forma superficial y sin control, y que había sembrado la discordia y formado camarillas entre los hermanos y hermanas, lo que había causado pérdidas al trabajo de la iglesia. Decía que cada vez que la podaban, no reflexionaba ni se reconocía a sí misma, y siempre pensaba que el problema no era suyo, sino de los demás. Decía que había cometido demasiadas maldades y que estaba justificado que la echaran, que no había dado testimonio en más de una década de fe y que, en su lugar, había cometido muchas maldades y había perjudicado el trabajo de la iglesia. Decía que era un viejo diablo, un lacayo de Satanás y un demonio maligno, que era una vergüenza que siguiera con vida y que sufría tanto que quería suicidarse. Entonces pensé en cómo, aun después de que la hubieran echado, mi madre seguía enviándome el dinero que ganaba trabajando para ayudarme a hacer mis deberes. El comportamiento de mi madre me tenía confundida: ¿acaso era solo que la corrupción de su carácter era demasiado grave, y no que hubiera algo malo en su esencia? Si tuviera otra oportunidad, ¿sería capaz de arrepentirse y evitar que la echaran? Dios salva a las personas en la mayor medida posible y la casa de Dios permite que aquellos a quienes los echaron puedan regresar si se arrepienten de verdad. Dado que mi madre mostró ciertos buenos comportamientos después de que la hubieran echado, ¿quizás la iglesia podría darle otra oportunidad? Entonces le escribí una carta para ayudarla y le pedí que se arrepintiera sinceramente, ya que, si realmente se arrepentía, la iglesia podría aceptarla de nuevo.
Durante una reunión, compartí lo que pensaba y una hermana me dijo que carecía de discernimiento sobre la esencia de mi madre, razón por la cual siempre quería que la aceptaran de nuevo en la iglesia, y me dijo que debía buscar la verdad al respecto. Me di cuenta de que Dios estaba usando a esa hermana para advertirme que debía aprender una lección, así que oré a Dios: “Dios mío, que hayan echado a mi madre me tiene confundida. Te ruego que me esclarezcas para entender la verdad y que me permitas aprender a discernir la esencia-naturaleza de mi madre y liberarme de los lazos sentimentales”.
Un día, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Aquellos que dan rienda suelta a su conversación venenosa y maliciosa dentro de la iglesia, que difunden rumores, fomentan la desarmonía y forman grupitos entre los hermanos y hermanas deberían haber sido expulsados de la iglesia. Sin embargo, como esta es una era diferente de la obra de Dios, estas personas son restringidas, pues sin duda serán descartadas. Todos los que han sido corrompidos por Satanás tienen un carácter corrupto. Algunos no tienen nada más que un carácter corrupto, mientras que otros son diferentes: no solo tienen un carácter satánico corrupto, sino que su naturaleza también es extremadamente malévola. No solo sus palabras y acciones revelan su carácter corrupto y satánico; además, estas personas son los auténticos diablos y satanases. Su comportamiento trastorna y perturba la obra de Dios, perturba la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y daña la vida normal de iglesia. Tarde o temprano, estos lobos con piel de oveja deben ser depurados; debe adoptarse una actitud despiadada, una actitud de rechazo hacia estos sirvientes de Satanás. Solo esto es estar del lado de Dios y aquellos que no lo hagan se están revolcando en el fango con Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). “Las personas que auténticamente creen en Dios son aquellas que están dispuestas a poner en práctica la palabra de Dios y a practicar la verdad. Las personas que verdaderamente son capaces de mantenerse firmes en su testimonio de Dios son, también, aquellas que están dispuestas a poner Su palabra en práctica y auténticamente pueden ponerse del lado de la verdad. Todas las personas que recurren a la tortuosidad y a la injusticia carecen de la verdad y avergüenzan a Dios. Aquellas que provocan disputas en la iglesia son sirvientes de Satanás, son la personificación de Satanás. Esas personas son sumamente malévolas. Todas aquellas que carecen de discernimiento y son incapaces de ponerse de parte de la verdad albergan intenciones malignas y manchan la verdad. Más que eso, son los representantes arquetípicos de Satanás. Están más allá de la redención y, de manera natural, serán descartadas. La casa de Dios no permite que aquellos que no practican la verdad permanezcan y tampoco que lo hagan aquellos que deliberadamente desmantelan a la iglesia. Sin embargo, este no es el momento de llevar a cabo la obra de expulsión; esas personas simplemente serán reveladas y descartadas al final. No debe gastarse más obra inútil en estas personas; aquellos que pertenecen a Satanás son incapaces de ponerse del lado de la verdad, mientras que aquellos que buscan la verdad sí pueden hacerlo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Las palabras de Dios de desenmascaramiento me hicieron entender que solo los que pueden aceptar y practicar la verdad realmente creen en Dios, mientras que los que se niegan a aceptar la verdad, cometen maldades y perturban la obra de la iglesia sin cesar y nunca se arrepienten son verdaderos diablos y satanases. Ellos son a quienes Dios revelará y descartará, por lo que la iglesia debe echarlos. Ese es un decreto administrativo de la iglesia. Me enteré por mis hermanos y hermanas del comportamiento constante de mi madre, que hacía el mal sin mostrar arrepentimiento. Había aprovechado la corrupción que una hermana había revelado para atacarla y juzgarla, y había convencido a otras personas para que la ayudaran a juzgarla y excluirla, lo que empeoró el estado de esa hermana. Mi madre no obtenía ningún resultado en sus deberes y, cuando su líder de equipo la presionaba sobre los avances que había conseguido, ella lo criticaba a sus espaldas por no ser nada afectuoso. Un supervisor habló con ella y puso al descubierto sus problemas, pero ella dijo que la estaban reprimiendo y que no la dejaban hablar. También expresó su descontento con el supervisor a sus espaldas, lo que hizo que otras personas se predispusieran contra él, y trastornó y perturbó gravemente el trabajo. El líder diseccionó sus actos y su conducta, le advirtió sobre ellas y dispuso que reflexionara de forma aislada. Pero mi madre no reflexionó y, en su lugar, asistió a varias reuniones a su antojo en las que sembró la discordia entre los hermanos, hermanas y líderes. Los hechos me dejaron atónita. ¡Mi madre tenía una naturaleza tan cruel! Si alguien hacía algo que iba apenas en contra de sus deseos, le guardaba rencor, lo criticaba a sus espaldas y sembraba el descontento y la discordia entre los hermanos y hermanas, lo que trastornaba el trabajo de la iglesia. Los demás se lo habían advertido una y otra vez, pero ella había sido totalmente impenitente, había cometido maldades sin cesar y había perturbado el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Eso no era una revelación normal de corrupción ni un problema de un carácter corrupto grave, como yo había pensado. Más bien, tenía una naturaleza cruel y se había revelado su esencia de persona malvada. No se arrepentiría, aunque le dieran otra oportunidad. La iglesia la había echado de acuerdo con los principios para proteger de mayores perturbaciones al trabajo de la iglesia y a los hermanos y hermanas. Gestionar las cosas de esa manera era completamente recto y estaba de acuerdo con los principios-verdad. Siempre pensé que, tras dieciséis años de fe, muchos años lejos de casa haciendo sus deberes, haber seguido creyendo aun después de que la hubieran arrestado dos veces, haber renunciado a su familia y su carrera, y haber realizado todos esos esfuerzos y sacrificios, todo eso significaba que era una verdadera creyente. Pero ahora veía con claridad que mi madre solo creía en Dios para infiltrarse en la iglesia y obtener bendiciones, y que quería intercambiar su renuncia y sacrificios aparentes por las bendiciones del cielo. Dios Todopoderoso ha expresado tantas verdades, pero ella no aceptó ni practicó ninguna. En cambio, cometió maldades, causó perturbaciones en la iglesia y se negó con obstinación a arrepentirse. Eso es una persona malvada. ¿En qué se diferencia eso de los fariseos, que se negaron a aceptar las verdades que el Señor Jesús expresó y que crucificaron al Señor Jesús, a pesar de que viajaban por el mundo para convertir a la gente? Recordé algo que dijo el Señor Jesús: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’” (Mateo 7:21-23). Las palabras de Dios me hicieron entender que una persona puede aparentar hacer sacrificios y esfuerzos, pero eso no significa que sea un verdadero creyente, y Dios no reconoce ese tipo de fe. Solo aquellos que aceptan y practican la verdad son verdaderos creyentes. Esas personas tienen esperanza de despojarse de sus actitudes corruptas, alcanzar la salvación de Dios y entrar en Su reino. También me pregunté si el hecho de que mi madre reconociera sus acciones malvadas y que ella misma era un diablo y un satanás, luego de que la hubieran echado, constituía un verdadero arrepentimiento y si bastaba para que la iglesia la volviera a admitir.
En mi búsqueda, leí estas palabras de Dios: “Independientemente de cuán airado había estado Dios con los ninivitas, en cuanto declararon un ayuno y vistieron de cilicio y cenizas, Su corazón comenzó a ablandarse y Su opinión a cambiar. El momento previo a que Él les proclamara que destruiría su ciudad —el momento anterior a su confesión y arrepentimiento de sus pecados— Dios seguía airado con ellos. Una vez que hubieron llevado a cabo una serie de actos de arrepentimiento, el enojo de Dios por los habitantes de Nínive se transformó gradualmente en misericordia y tolerancia hacia ellos. No hay nada contradictorio acerca de la revelación coincidente de estos dos aspectos del carácter de Dios en el mismo acontecimiento. Entonces, ¿cómo debería uno entender y conocer esta ausencia de contradicción? Dios expresó y reveló sucesivamente cada una de estas esencias de los dos polos opuestos antes y después de que el pueblo de Nínive se arrepintiera, con lo que la gente pudo ver la realidad de la esencia de Dios y que esta no se puede ofender. Dios utilizó Su actitud para decirle a la gente: no es que Dios no tolere a las personas o que no quiera mostrarles misericordia; más bien es que las personas raramente se arrepienten verdaderamente ante Dios, y es raro que las personas se vuelvan verdaderamente de sus malos caminos y abandonen la violencia de sus manos. En otras palabras, cuando Dios está airado con el hombre, espera que este sea capaz de arrepentirse sinceramente y, en efecto, espera ver el arrepentimiento verdadero del hombre, en cuyo caso continuará concediendo entonces con liberalidad Su misericordia y tolerancia al hombre. Es decir, la conducta malvada del hombre provoca la ira de Dios, mientras que la misericordia y tolerancia de Dios se conceden a aquellos que escuchan a Dios y se arrepienten sinceramente delante de Él, a aquellos que pueden volverse de sus caminos malvados y abandonar la violencia de sus manos. La actitud de Dios se reveló muy claramente en Su trato con los ninivitas: la misericordia y la tolerancia de Dios no son en absoluto difíciles de conseguir, y lo que Él exige es el arrepentimiento sincero de uno. Siempre y cuando las personas se vuelvan de sus caminos malvados y abandonen la violencia de sus manos, Dios cambiará Su opinión y Su actitud hacia ellas” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). “Cuando ves a los diablos y a Satanás en el mundo desafiar a Dios, estás presenciando cómo desafían a Dios en el reino espiritual; no hay ninguna diferencia. Proceden de la misma fuente y poseen la misma esencia-naturaleza, y por eso hacen las mismas cosas. Con independencia de la forma que adopten, todos hacen lo mismo. […] Si atacan a Dios y blasfeman contra Él, entonces son diablos y no humanos. En la piel humana, por muy bien que suenen las cosas que dicen o por correctas que sean, su esencia-naturaleza es la de los diablos. Los diablos pueden decir cosas que suenan bien para desorientar a la gente, pero no aceptan la verdad en absoluto, y mucho menos la ponen en práctica; no cabe duda de que esto es así. Fijaos en esas personas malvadas y anticristos y en los que desafían y traicionan a Dios: ¿acaso no pertenecen a ese tipo de personas? […] Decidme, ¿es apropiado permitir que estas personas que pertenecen a los diablos, o que tienen la esencia-naturaleza de los diablos, permanezcan en la casa de Dios? (No). No lo es. No son lo mismo que el pueblo escogido de Dios. El pueblo escogido de Dios le pertenece a Dios, mientras que estas personas pertenecen a los diablos y a Satanás” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (4)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, entendí que el pueblo de Nínive había desatado la ira de Dios y enfrentó la destrucción debido a sus acciones malvadas. Pero, debido a que pudieron “volverse verdaderamente de sus malos caminos y abandonar la violencia de sus manos” y arrepentirse de verdad, pudieron recibir la misericordia y el perdón de Dios. Solo puedes obtener la misericordia y el perdón de Dios cuando realmente reflexionas, reconoces y aborreces la senda del mal que transitabas y te arrepientes de ella, y cuando eres capaz de escuchar la palabra de Dios, empezar de nuevo y dejar de recorrer esa senda del mal. Decir palabras que suenan bien sin aceptar o practicar la verdad no constituye un verdadero arrepentimiento, y Dios no será misericordioso con esas personas ni las perdonará. Estudié el comportamiento de mi madre y vi que aún no reconocía todas las graves maldades que había cometido. En cambio, culpaba a los demás y decía que, por ese entonces, una hermana despreciaba al supervisor, lo solía criticar y chismorreaba sobre sus defectos, y que ella, al carecer de discernimiento, se había puesto de parte de esa hermana para hacer el mal. Mi madre aún no comprendía en absoluto todo el mal que había hecho ni su insidiosa y malévola naturaleza satánica, y no sentía ningún arrepentimiento real de esas cosas ni las odiaba. Por lo tanto, ¿cómo podría arrepentirse de verdad? Si la aceptaran de nuevo, seguiría haciendo el mal y perturbando el trabajo de la iglesia como antes. Además, aunque se reconocía a sí misma como un diablo viejo, un lacayo de Satanás y un demonio malvado, no tenía una reflexión ni comprensión real sobre maldades específicas que había cometido, la razón por la que las había hecho, las intenciones que la controlaban, los venenos satánicos que seguía y el carácter satánico que tenía. Pensé en todas las cosas correctas que mi madre me había dicho cuando era niña, como lo valiosa que es la obra de salvación de Dios en los últimos días y que cumplir un deber con sinceridad y perseguir la verdad es la senda correcta de la vida, pero, aunque había estado diciendo todo eso desde hace más de una década, no había aceptado ni practicado ninguna verdad. Reconocía de palabra sus acciones malvadas y era capaz de decir lo correcto, pero eso no significaba que se hubiera arrepentido de verdad. La iglesia permite que las personas que han demostrado arrepentirse de verdad regresen, pero no aquellas como mi madre, que solo hacen reconocimientos de palabra y no cambian de verdad.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Independientemente de si eres un anticristo o una persona malvada, o de si se te ha echado o expulsado, deberías cumplir tus responsabilidades como persona. ¿Por qué digo que es algo que deberías hacer? Has recibido una gran provisión de verdad por parte de Dios, y estos son también Sus arduos esfuerzos. La casa de Dios te ha regado y te ha provisto durante muchos años, pero ¿te exige algo Dios? No. Los diversos libros distribuidos por la casa de Dios son todos gratis, nadie tiene que gastarse ni un céntimo. Del mismo modo, el camino verdadero de la vida eterna y las palabras de vida que Dios concede a la gente son gratis. Igualmente, la gente puede escuchar los sermones y charlas de la casa de Dios sin coste. Así, ya seas una persona corriente o un miembro de un grupo especial, has recibido muchas verdades de Dios gratis, por lo que lo correcto es que propagues las palabras de Dios y Su evangelio a las personas y las lleves a la presencia de Dios, ¿verdad? Él ha concedido todas las verdades a la humanidad; ¿quién puede permitirse retribuir un amor tan grande? La gracia de Dios, Sus palabras y Su vida no tienen precio, ¡y ningún ser humano se puede permitir pagarlas! ¿Es tan preciada la vida del ser humano? ¿Puede valer tanto como la verdad? Por tanto, nadie puede permitirse retribuir el amor y la gracia de Dios, y eso incluye a aquellos que la iglesia ha echado, expulsado y descartado; no son una excepción. Mientras tengas algo de conciencia, razón y humanidad, no importa cómo te trate la casa de Dios, debes cumplir tu obligación de propagar Sus palabras y dar testimonio de Su obra. Esta es la responsabilidad ineludible de la gente. Así pues, por muchas personas a las que prediques las palabras de Dios y Su evangelio, o por muchas personas que obtengas, no hay nada por lo que felicitarte. Dios ha expresado multitud de verdades y todavía no las escuchas ni las aceptas. Seguramente, lo que deberías hacer es rendir un poco de servicio y predicar el evangelio a otros, ¿verdad? Dado que hoy has llegado hasta aquí, ¿acaso no deberías arrepentirte? ¿No deberías buscar oportunidades para retribuir el amor de Dios? ¡Sin duda deberías! La casa de Dios tiene decretos administrativos y echar a la gente, expulsarla y descartarla son cosas que se hacen de acuerdo con los decretos administrativos y con los requerimientos de Dios; es lo correcto. Algunos pueden decir: ‘Es un tanto bochornoso aceptar en la iglesia a personas ganadas gracias a la predicación del evangelio por parte de aquellos a los que se echó o expulsó’. En realidad, este es el deber que deberían hacer las personas y no hay nada de lo que avergonzarse. Todos son seres creados. Aunque te hayan echado o expulsado, se te condenara como persona malvada o anticristo o fueras un objetivo que descartar, ¿acaso no eres todavía un ser creado? Una vez que se te ha echado, ¿no es Dios todavía tu Dios? ¿Se borran de un plumazo las palabras que Él te ha dicho y las cosas que te ha proporcionado? ¿Dejan de existir? Todavía existen, es solo que no las has apreciado. Todas las personas conversas, sin importar quién las convirtiera, son seres creados y deberían someterse ante el Creador. Por tanto, si estas personas a las que se ha echado o descartado están dispuestas a predicar el evangelio, no vamos a impedírselo; prediquen como prediquen, los principios de la casa de Dios para usar a las personas y los decretos administrativos de la casa de Dios son inalterables y esto no cambiará nunca, jamás” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (6)). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que Dios ha expresado muchas palabras y siempre ha estado haciendo la obra de salvar a las personas. Nos da esta salvación de forma gratuita, y es natural que cumplamos con nuestros deberes. Aunque habían echado a mi madre, seguía siendo un ser creado y dependía de Dios cada día para tener comida, agua y aire para vivir. Dios no le había quitado su derecho a comer y beber Su palabra. Ella había estado dispuesta a difundir el evangelio y me enviaba dinero para ayudarme con mis deberes, lo que era simplemente cumplir algunas de sus responsabilidades, pero no se había arrepentido de verdad, por lo que, teniendo en consideración los principios, no era apta para regresar. Yo solía ser atolondrada, no buscaba la verdad y no entendía el carácter de Dios. Veía que mi madre tenía ciertos buenos comportamientos y que era capaz de decir algunas cosas correctas, así que siempre tuve la esperanza de que la iglesia la pudiera volver a aceptar. ¡Qué atolondrada era! También me pregunté, si hubieran echado a otra persona, ¿habría tenido esperanzas de que la aceptaran de vuelta? No. ¿Por qué, entonces, tenía esperanzas de que mi madre tuviera otra oportunidad y la aceptaran de nuevo luego de que la echaron? ¿Cuál era la raíz del problema? Leí un pasaje de las palabras de Dios: “La parte final de las palabras de Dios deja expuesta la mayor debilidad de la humanidad —todos viven en un estado sentimental— y, por ello, Dios no evita ni a uno solo de ellos y expone los secretos escondidos en el corazón de todos los seres humanos. ¿Por qué a las personas les es tan difícil separarse de sus sentimientos? ¿Acaso hacer esto sobrepasa los estándares de la conciencia? ¿Puede la conciencia cumplir la voluntad de Dios? ¿Pueden los sentimientos ayudar a las personas durante la adversidad? A los ojos de Dios, los sentimientos son Su enemigo. ¿No se ha expuesto esto claramente en las palabras de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 28). Dios pone al descubierto que los sentimientos son Su enemigo, que son la mayor debilidad de los humanos, que vivir de acuerdo con los sentimientos impedirá que veas las cosas y a las personas conforme a los principios, y que vivir de esa manera te hará propenso a trastornar y perturbar el trabajo de la iglesia. Antes, no era consciente de lo fuertes que eran mis sentimientos. En los últimos años, las personas a mi alrededor habían sido reveladas como personas malvadas y anticristos, y realmente pude evaluar sus problemas y ponerlos al descubierto. Debido a esto, sentía que todavía tenía un sentido de la rectitud, pero el hecho de que echaran a mi madre me reveló por completo. Mi madre había cometido muchas maldades y, aun así, yo no la odiaba. Al contrario, me sentía triste y lloraba cada vez que pensaba que la habían echado y sentía un profundo dolor porque había perdido su oportunidad de salvarse, hasta el punto de que dudaba si los líderes y obreros habían cometido un error al echarla y me sentía agraviada por lo que le hicieron. Al ver que mi madre demostraba ciertos buenos comportamientos y no aparentaba actuar con obstinación ni resistirse a que la echaran, siempre tuve la esperanza de que la iglesia la aceptara de nuevo. Aunque no rogué por clemencia en su nombre, mis pensamientos se oponían a Dios. Si no fuera por el juicio y el desenmascaramiento de las palabras de Dios y la revelación de los hechos, que me permitieron ver la esencia de mi madre con claridad, realmente habría rogado por clemencia en su nombre, habría estado del lado de una persona malvada y me habría resistido a Dios. Al reflexionar, finalmente reconocí que esos venenos satánicos, como “La sangre es más espesa que el agua” y “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?” estaban profundamente arraigados en mi corazón, me hacían vivir conforme a los sentimientos y me impedían distinguir el bien del mal. No importaba qué maldad hubiera cometido mi madre, yo seguía pensando que era una buena persona, la persona más cercana que yo tenía. Sentía que estaría en deuda con ella y no podría vivir con la consciencia tranquila si no me ponía de su lado. Ahora que lo pienso, desde que era pequeña, mi madre había leído la palabra de Dios conmigo, me había enseñado a orar, me había instado a hacer mi deber con sinceridad y a perseguir la verdad, y me había enviado dinero para ayudarme a hacer mi deber lejos de casa. Todo eso y otras cosas más eran solo las responsabilidades que ella había cumplido como madre, y eso también era la soberanía y los arreglos de Dios. Pensé en todos los años en los que creí en Dios, mientras estaba en una fortaleza de demonios gobernada por el PCCh. Muchas veces enfrenté el peligro, pero fue Dios quien me protegió y me ayudó a superar las dificultades. Además, mis hermanos y hermanas, con quienes no compartía ningún lazo de sangre, se arriesgaron para protegerme cuando estaba en peligro de que me arrestaran. Me arrestaron dos veces mientras cumplía mi deber, con lo que me quedaron antecedentes penales, pero fueron mis hermanos y hermanas quienes me acogieron y cuidaron como si fuera de su propia sangre. Todo eso se debió al amor de Dios, ¡así que debo agradecerle y retribuir Su amor! Mi madre es una persona malvada que ya ha perturbado mucho el trabajo de la iglesia y aún no se ha arrepentido de verdad, incluso después de que la echaron. Como no la había discernido, aún quería que la iglesia le diera otra oportunidad y la volviera a aceptar. No tenía ninguna consideración por los intereses de la casa de Dios ni por la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. ¿Acaso no estaba siendo cómplice de una persona malvada y me resistía y oponía a Dios? Estaba siendo cariñosa con una persona malvada y la trataba con equidad, lo que es ser desleal con Dios, cruel con los hermanos y hermanas, y carecer de humanidad. Vi que vivía de acuerdo con venenos satánicos y que era una tonta que carecía de discernimiento y era incapaz de distinguir el bien del mal. ¡Casi me había puesto del lado de Satanás y me había opuesto a Dios! ¡Estaba en un enorme peligro! Al darme cuenta de esas cosas, finalmente entendí de primera mano lo que Dios quiso decir cuando dijo: “Los sentimientos son enemigos de Dios”. ¡Esas palabras son tan prácticas y verdaderas! Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Debes desechar tus sentimientos lo antes que puedas; Yo no actúo de acuerdo con los sentimientos, sino que ejerzo justicia. Si tus padres hacen algo que no es de beneficio para la iglesia, no pueden escapar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 9). Es justamente porque Dios ejerce la justicia, en lugar de actuar según los sentimientos, y porque la verdad y la justicia reinan en la casa de Dios que se puede echar a esos anticristos y personas malvadas que perturban y destrozan la obra de Dios y dañan a los hermanos y hermanas sin ningún arrepentimiento, que todo el trabajo de la iglesia puede avanzar sin contratiempos y que los hermanos y hermanas pueden tener una vida normal en la iglesia y un entorno normal en el que cumplir sus deberes. Dios nos exige que evitemos que nuestros actos y palabras se basen en los sentimientos y que, en su lugar, nos basemos en los principios. Es así como también debemos tratar a nuestros padres. Esa es la verdad que debo poner en práctica. Aunque mi madre me dio a luz físicamente, ella es una persona cuya esencia es malvada, una enemiga de Dios, y Él la odia. Debo tener principios en este asunto, estar del lado de Dios y no basarme en los sentimientos para hablar en nombre de mi madre.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me permitió entender cómo debo tratar a mi madre. Dios dice: “Supongamos que tus padres te impiden creer en Dios, su esencia-naturaleza es la de los incrédulos y los no creyentes, o incluso la de los malvados y los diablos, y no van por la misma senda que tú. En otras palabras, no son para nada el mismo tipo de persona que tú y, aunque viviste muchos años en el mismo hogar que ellos, simplemente no tienen los mismos afanes ni tu mismo talante y, ciertamente, no comparten tus preferencias ni aspiraciones. Tú crees en Dios, y ellos no creen en Él en absoluto, y hasta se resisten a Él. ¿Qué se debe hacer en estos casos? (Rechazarlos). Dios no te ha dicho que los rechaces ni que los maldigas en estas circunstancias. Dios no ha dicho eso. La exigencia de Dios de ‘honrar a los padres’ sigue en pie. Esto quiere decir que, mientras vivas con tus padres, debes seguir cumpliendo la exigencia de honrarlos. No hay ninguna contradicción en este asunto, ¿verdad? (No). No hay contradicción alguna. En otras palabras, cuando consigas volver a casa de visita, puedes prepararles una comida o unos buñuelos y, si es posible, comprarles algunos productos para el cuidado de la salud, y ellos estarán muy a gusto contigo. […] Debe haber principios en tu manera de tratar a todas las personas, incluidos tus padres; crean en Dios o no, sean o no personas malvadas, debes tratarlos con principios. Dios le ha señalado al hombre el siguiente principio: tratar a los demás de forma justa; eso sí, la gente tiene una responsabilidad añadida hacia sus padres. Lo único que tienes que hacer es cumplir con esa responsabilidad. Sin importar si tus padres son creyentes o no, si buscan dentro de su fe o no, si su visión de la vida y su humanidad coinciden con las tuyas o no, has de cumplir con tu responsabilidad para con ellos. No es necesario que los evites, simplemente deja que todo siga su curso natural según las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Si obstaculizan tu fe en Dios, debes cumplir con tus responsabilidades filiales lo mejor que puedas para que, al menos, tu conciencia no se sienta en deuda con ellos. Si no son un obstáculo para ti y respaldan tu fe en Dios, también debes practicar según los principios y tratarlos bien cuando sea lo adecuado” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). Las palabras de Dios me iluminaron el corazón y me hicieron entender los principios para tratar con los miembros de mi familia. Mi madre es una persona cuya esencia es malvada y estamos en sendas diferentes. No debo actuar basándome en los sentimientos, sino en los principios. Sin embargo, ella me crió, compartió el evangelio conmigo y, hasta el día de hoy, me apoya en mi fe, por lo que, siempre que no interfiera con mis deberes, todavía puedo cuidar de ella y cumplir con mis responsabilidades como hija.
El hecho de que echaran a mi madre reveló lo ciega y excesivamente sentimental que yo era. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron para discernir que la esencia de mi madre es la de una persona malvada y me permitieron saber qué postura debía adoptar. También me dejaron totalmente claros los peligros y consecuencias de ser demasiado sentimental, lo que impidió que hiciera algo que trastornara. ¡Le agradezco a Dios Todopoderoso desde lo más profundo de mi corazón!