84. Superé la ansiedad que sentía por mi enfermedad
En junio de 2022, el Partido Comunista Chino allanó varias iglesias cercanas. Arrestaron a casi todos los líderes y obreros, y al personal encargado del trabajo relacionado con textos. Como no quedó personal adecuado para el trabajo relacionado con textos, me transfirieron allí. Menos de un mes más tarde, me contagié con el virus COVID-19. Tuve episodios febriles intermitentes y a menudo sentía una opresión en el pecho y dificultad para respirar. La medicación y las inyecciones aliviaron mucho los síntomas, pero me aparecieron bultos dolorosos en las axilas y el lado interno de los brazos, se me acumuló líquido en los muslos y me dolían muchísimo las piernas y la cadera. También me salieron pequeñas úlceras en los pies, las cuales exudaban líquido. Antes había tenido cáncer de cuello uterino, por lo que, cuando aparecieron esos síntomas, me puse muy nerviosa, sobre todo porque mi madre también había muerto de cáncer y, en los seis meses previos a su muerte, le habían salido úlceras en los pies, las cuales exudaban líquido. Además, el área cancerosa a veces me dolía, lo que me preocupó aún más y pensé: “Mi cáncer ya estaba en una etapa entre intermedia y avanzada. ¿Son estos síntomas una señal de que se ha extendido? Si es así, no me queda mucho tiempo… He creído en Dios durante muchos años, pero mi carácter corrupto no ha cambiado demasiado. Si me muero, ¿no me perderé la oportunidad de salvarme?”. También pensé en la agonía que atraviesan algunos pacientes oncológicos antes de morir y me preocupé mucho, ya que temía sufrir como ellos, lo que me daba aún más miedo a la muerte. Más tarde, fui al hospital para un chequeo de rutina. El médico me dijo que mis síntomas estaban relacionados con haber contraído COVID-19 y que tenía débiles los riñones. Me aconsejaron que descansara más y que evitara trasnochar. Pensé: “Me paso todos los días, de la mañana a la noche, frente a la computadora haciendo mi deber. Si mi estado empeora y me desplomo, ¿no seré incapaz de hacer mi deber? ¿No retrasará eso mi entrada en la vida? ¿Podré salvarme aún?”. A partir de entonces, me recostaba para descansar apenas sentía cualquier malestar. Debido a que me centraba en cuidar mi cuerpo y no en hacer mi deber, mi trabajo se vio retrasado. Más tarde, mi estado empezó a mejorar gracias al tratamiento, pero aún estaba preocupada y pensé: “El trabajo relacionado con textos requiere esfuerzo mental y estar sentada frente a la computadora todos los días consume energía. ¿No será perjudicial para mi recuperación a largo plazo? ¿Por qué no le pido al líder que me asigne un trabajo más ligero para que pueda cuidar mi cuerpo, mientras sigo haciendo mi deber lo mejor que pueda?”. Por ese entonces, se me seguían viniendo a la cabeza esos pensamientos, pero luego pensé: “Me transfirieron aquí porque no había personal adecuado para el trabajo relacionado con textos, por lo que, si renuncio, ¿no afectaría dicho trabajo? Si solo pienso en mí misma y no en la obra de la iglesia, ¿no estoy actuando sin conciencia?”. Así que descarté la idea de renunciar. Tras eso, aunque parecía que seguía haciendo mi deber, estaba constantemente preocupada y temía que, si mi estado empeoraba y me moría de súbito, ya no experimentaría la obra de Dios y me perdería la oportunidad de salvarme. Con todos esos pensamientos en la cabeza, no lograba concentrarme en mi deber. A veces incluso tenía la siguiente esperanza: “¡Sería genial si Dios pudiera quitarme esta enfermedad!”.
Un día, durante mis prácticas devocionales espirituales, leí las palabras de Dios: “Si la enfermedad recae sobre ti, y por mucha doctrina que entiendas sigues siendo incapaz de superarla, tu corazón se seguirá sintiendo angustiado, ansioso y preocupado, y no solo serás incapaz de afrontar el asunto con calma, sino que tu corazón también se llenará de quejas. Te estarás preguntando constantemente: ‘¿Por qué no está enferma el resto de la gente? ¿Por qué me ha hecho contraer esta enfermedad? ¿Cómo ha podido pasarme esto? Es porque tengo mala suerte y un mal sino. Nunca he ofendido a nadie, ni he cometido ningún pecado, así que ¿por qué me ha pasado esto a mí? Dios me está tratando de manera muy injusta’. Mira, aparte de la angustia, ansiedad y preocupación, caes también en la depresión, con una emoción negativa que sigue a otra y sin manera de escaparse de ellas por mucho que puedas querer hacerlo. Dado que es una enfermedad real, no es fácil quitártela o curarte, entonces ¿qué debes hacer? Quieres someterte pero no puedes, y si un día lo haces, al siguiente tu estado empeora y duele mucho, y entonces ya no quieres volver a someterte y empiezas de nuevo a quejarte. Vas y vienes así todo el tiempo, ¿qué debes hacer? Déjame que te cuente el secreto del éxito. Tanto si te enfrentas a una enfermedad grave como a una leve, en el momento en que esta empeore o te enfrentes a la muerte, recuerda una cosa: no temas a la muerte. Aunque estés en la fase final de un cáncer, aunque la tasa de mortalidad de tu enfermedad concreta sea muy alta, no temas a la muerte. Por grande que sea tu sufrimiento, si temes a la muerte, no te someterás. […] ¿Cuál es la actitud adecuada que debes adoptar para no temer a la muerte? Si tu enfermedad se vuelve tan grave que puedes morir, y la tasa de mortalidad que tiene es alta, sin que importe la edad de la persona que la contrae, y además el tiempo desde que se contrae hasta la muerte es muy corto, ¿qué debes pensar en tus adentros? ‘No debo temer a la muerte, al final todo el mundo muere. Sin embargo, someterse a Dios es algo que la mayoría de la gente no es capaz de hacer, y puedo utilizar esta enfermedad para practicar la sumisión a Dios. Debo tener el pensamiento y la actitud de someterme a las instrumentaciones y arreglos de Dios, y no debo temer a la muerte’. Morir es fácil, mucho más que vivir. Puedes estar sufriendo un dolor extremo y no ser consciente de ello, y en cuanto tus ojos se cierren, tu respiración cesará, tu alma abandonará el cuerpo y tu vida terminará. Así es la muerte, así de simple. No temer a la muerte es una actitud que hay que adoptar. Además de esto, no debes preocuparte por si tu enfermedad va a empeorar o no, ni por si morirás si no tienes cura, ni por cuánto tiempo pasará hasta que mueras, ni por el dolor que sentirás cuando llegue el momento de morir. Nada de eso debe preocuparte; no son cosas por las que debas preocuparte. Esto es porque el momento debe llegar, y lo hará algún año, algún mes y algún día concreto. No puedes esconderte de ello ni escapar: es tu sino. El denominado sino ha sido predestinado por Dios y Él ya lo ha dispuesto. Tu esperanza de vida y la edad y el momento en que mueres ya los ha fijado Dios, así que ¿de qué te preocupas? Te puedes preocupar por ello, pero eso no cambiará nada, no puedes evitar que ocurra, no puedes evitar que llegue ese día. Por consiguiente, tu preocupación es superflua, y lo único que consigue es hacer aún más pesada la carga de tu enfermedad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que, independientemente de la enfermedad que suframos, aunque empeore o ponga en riesgo nuestra vida, no debemos temer a la muerte ni al sufrimiento que puede conllevar. Esas no son cosas de las que debamos preocuparnos, ya que, de acuerdo con la ordenación de Dios, todos debemos morir. Sin embargo, Dios ya ha predeterminado el momento y la manera en los que muere cada persona. Nadie puede escapar de eso ni evitarlo. La verdad en la que debemos entrar frente al sufrimiento y la muerte es someternos a las orquestaciones y arreglos de Dios. Pero yo no entendía de verdad la soberanía y los arreglos de Dios, y siempre quería escaparme de esa situación. Como mi cáncer ya estaba en una etapa entre intermedia y avanzada y mi cuerpo tenía algunos síntomas graves, me preocupaba que mi estado empeorara y que falleciera de súbito, así que seguía queriendo cambiar mi deber por otro más fácil. En realidad, que el deber sea agotador o fácil y que consuma o no la energía que uno tiene no determinan la vida o la muerte de una persona. Todo eso lo determinan la ordenación y los arreglos de Dios. Por ejemplo, conozco a ciertas personas que parecían fuertes y saludables, no tenían ninguna enfermedad y trabajaban en empleos fáciles que no los agotaban, pero murieron jóvenes. Hay personas que, aunque son débiles, enfermizas y viven en condiciones difíciles llegan hasta los ochenta o noventa años. Eso demuestra que la vida y la muerte de una persona no están relacionadas con esas condiciones objetivas. Cuando una persona alcanza la esperanza de vida que Dios ha ordenado, es inevitable que fallezca. Ningún cuidado humano puede alargar la vida de uno ni siquiera por un instante. Sobre todo cuando vi las palabras de Dios que decían: “Morir es fácil, mucho más que vivir. Puedes estar sufriendo un dolor extremo y no ser consciente de ello, y en cuanto tus ojos se cierren, tu respiración cesará, tu alma abandonará el cuerpo y tu vida terminará. Así es la muerte, así de simple. No temer a la muerte es una actitud que hay que adoptar”, mi mente se aclaró de repente. No debía preocuparme de que mi cuerpo pudiera soportar la muerte. La muerte no es tan aterradora como pensaba. Como Dios había ordenado que pasara por ese tipo de situación, debía someterme durante la enfermedad y esforzarme al máximo para cumplir con mi deber. Si algún día mi enfermedad empeora y mi muerte llega finalmente, la enfrentaré con calma y me someteré a la soberanía y los arreglos de Dios.
Leí dos pasajes más de las palabras de Dios y entendí mejor Sus buenas intenciones. Dios Todopoderoso dice: “Cuando Dios dispone que alguien contraiga una enfermedad, ya sea grave o leve, Su propósito al hacerlo no es que aprecies los pormenores de estar enfermo, el daño que la enfermedad te hace, las molestias y dificultades que la enfermedad te causa, y todo el catálogo de sentimientos que te hace sentir; Su propósito no es que aprecies la enfermedad por el hecho de estar enfermo. Más bien, Su propósito es que adquieras lecciones a partir de la enfermedad, que aprendas a captar las intenciones de Dios, que conozcas las actitudes corruptas que revelas y las posturas erróneas que adoptas hacia Él cuando estás enfermo, y que aprendas a someterte a la soberanía y a los arreglos de Dios, para que puedas lograr la verdadera sumisión a Él y seas capaz de mantenerte firme en tu testimonio; esto es absolutamente clave. Dios desea salvarte y purificarte mediante la enfermedad. ¿Qué desea purificar en ti? Desea purificar todos tus deseos y exigencias extravagantes hacia Dios, e incluso las diversas calculaciones, juicios y planes que elaboras para sobrevivir y vivir a cualquier precio. Dios no te pide que hagas planes, no te pide que juzgues, y no te permite que tengas deseos extravagantes hacia Él; solo te pide que te sometas a Él y que, en tu práctica y experiencia de someterte, conozcas tu propia actitud hacia la enfermedad, y hacia estas condiciones corporales que Él te da, así como tus propios deseos personales. Cuando llegas a conocer estas cosas, puedes apreciar lo beneficioso que te resulta que Dios haya dispuesto las circunstancias de la enfermedad para ti o que te haya dado estas condiciones corporales; y puedes apreciar lo útiles que son para cambiar tu carácter, para que alcances la salvación y para tu entrada en la vida. Por eso, cuando la enfermedad te llama, no debes preguntarte siempre cómo escapar, huir de ella o rechazarla” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). “Sea cual sea la prueba que te sobrevenga, debes considerarla una carga que te da Dios. Por ejemplo, hay personas que padecen graves enfermedades y un sufrimiento insoportable; algunas incluso se enfrentan a la muerte. ¿Cómo deberían plantearse esta situación? En muchos casos, las pruebas de Dios son cargas que Él les da a las personas. Por muy grande que sea la carga que Dios te haya dado, ese es el peso que debes asumir, pues Dios te comprende y sabe que podrás soportarlo. La carga que Dios te ha dado no superará tu estatura ni los límites de tu resistencia, por lo que no hay duda de que podrás soportarla. Sea cual sea el tipo de carga, la clase de prueba, que Dios te dé, recuerda: tanto si comprendes las intenciones de Dios como si no, tanto si recibes esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo después de orar como si no la recibes, tanto si esta prueba es que Dios te está disciplinando como si es que te está advirtiendo, da igual que no lo entiendas. Mientras no te demores en cumplir tu deber y puedas atenerte a él con lealtad, Dios estará satisfecho y te mantendrás firme en tu testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad). Después de leer las palabras de Dios, entendí que el propósito de la enfermedad, según la intención de Dios, es purificar y transformar a las personas, lo que beneficia la vida de cada uno. Dios espera que las personas puedan someterse, reflexionar sobre su propia corrupción y rebeldía, buscar la verdad para resolverlo y también hacer su deber con lealtad durante la enfermedad. Eso es lo que las personas deben hacer. Al reflexionar sobre mí misma, me di cuenta de que no me había sometido durante mi enfermedad ni había aprendido ninguna lección de ella, sino que siempre quería evitar la situación. Pensaba que el trabajo relacionado con textos me consumía demasiada energía y me preocupaba que, si la enfermedad empeoraba y fallecía, me perdería la oportunidad de salvarme, por lo que pensaba todo el tiempo en cambiar mi deber por uno más fácil. Una persona con conciencia y razón seguiría siendo leal en su deber, incluso estando enferma, sobre todo cuando el trabajo de la iglesia más la necesita. Sin embargo, al enfrentar la enfermedad, demostré ser tanto reticente como evasiva. Carecía de toda lealtad y sumisión a Dios, y solo pensaba en mis propios intereses. Al reflexionar sobre esto, quise arrepentirme. Independientemente de la enfermedad que tuviera o lo grave que fuera, mientras aún tuviera aliento, me sometería a las orquestaciones y arreglos de Dios, experimentaría plenamente ese entorno y me esforzaría al máximo para cumplir bien con mi deber. Me quité de la cabeza la idea de cambiar de deber y comencé a dedicarme de todo corazón a cumplirlo bien. A veces, cuando sentía malestar en el cuerpo y era realmente insoportable, me recostaba, descansaba un poco y, cuando me sentía mejor, seguía haciendo mi deber. Durante esa época, además de tomar medicina tradicional china para el tratamiento, también hice fisioterapia para paliar el dolor. Pasaron cuatro meses y todavía sentía dolor en la zona de la enfermedad, pero el resto de los síntomas de malestar habían disminuido considerablemente y tenía un estado mental bastante bueno.
Luego, seguí buscando las razones por las que no había podido someterme durante la enfermedad. Un día, durante una práctica devocional espiritual, leí dos pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a entender mejor mis problemas. Dios Todopoderoso dice: “¿Cuál es el resultado cuando las personas solo tienen en cuenta sus propias perspectivas, sinos e intereses? No les resulta fácil someterse a Dios, y no pueden hacerlo ni tan siquiera cuando lo desean. Las personas que dan un valor especial a sus propios futuros, sinos e intereses escrutan siempre si la obra de Dios es beneficiosa para sus futuros y sinos y para obtener bendiciones. En definitiva, ¿cuál es el resultado de su escrutinio? Lo único que hacen es rebelarse contra Dios y oponerse a Él. Incluso cuando se empeñan en cumplir sus deberes, lo hacen de forma superficial, con un ánimo negativo; en su corazón, no dejan de pensar en cómo sacar provecho y no verse en el lado perdedor. Tales son sus motivos cuando cumplen sus deberes, y de esta forma están intentando hacer un trato con Dios. […] Nunca piensan en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, siempre traman para su propio beneficio, siempre hacen planes para sus propios intereses, orgullo y estatus, y no solo cumplen mal sus deberes, sino que también retrasan y afectan a la obra de la iglesia. ¿Acaso no es esto ir por el mal camino y descuidar sus deberes? Si alguien siempre está haciendo planes para sus propios intereses y futuro cuando cumple su deber y no piensa en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, entonces esto no es cumplir un deber. Eso es oportunismo, es hacer cosas para su propio beneficio y para obtener bendiciones para sí mismo. De este modo, la naturaleza tras el cumplimiento del deber cambia. No es más que hacer un trato con Dios y querer utilizar el cumplimiento de su deber para alcanzar sus propios objetivos. Esta manera de hacer las cosas muy probablemente perturba el trabajo de la casa de Dios. Si solo causa pérdidas menores al trabajo de la iglesia, entonces todavía existe la posibilidad de redención y se le puede dar una oportunidad de cumplir su deber en vez de que lo echen; pero, si causa grandes pérdidas a la obra de la iglesia e incurre por igual en la ira de Dios y de la gente, entonces será puesto en evidencia y descartado, sin otra oportunidad de cumplir su deber. A algunas personas se las despide y descarta de esta manera. ¿Por qué son descartadas? ¿Habéis encontrado la causa raíz? La causa raíz es que siempre consideran sus propias ganancias y pérdidas, se dejan llevar por sus propios intereses, no pueden rebelarse contra la carne ni tienen en absoluto una actitud sumisa hacia Dios, por lo que tienden a comportarse de manera imprudente. Creen en Dios solo para obtener provecho, gracia y bendiciones, en absoluto para ganar la verdad, por lo que su creencia en Dios fracasa. Esta es la raíz del problema. ¿Creéis que es injusto para ellos ser revelados y descartados? No es injusto en lo más mínimo, viene totalmente determinado por su naturaleza. Cualquiera que no ame la verdad o no la persiga acabará siendo revelado y descartado” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber). “No es casualidad que los anticristos sean capaces de desempeñar su deber; sin duda, lo hacen con sus propias intenciones y propósitos y con el deseo de obtener bendiciones. Sea cual sea el deber que realicen, su propósito y actitud no se pueden separar, por supuesto, del afán de lograr bendiciones, un buen destino y buenas expectativas y un buen porvenir. Piensan en esto y se preocupan día y noche. Son como empresarios que no hablan sobre nada que no sea su trabajo. Hagan lo que hagan los anticristos, todo está vinculado a la fama, las ganancias y el estatus; todo guarda relación con obtener bendiciones y expectativas y un porvenir. En el fondo, su corazón está lleno de estas cosas; esta es la esencia-naturaleza de los anticristos. Precisamente debido a esta clase de esencia-naturaleza, los demás pueden ver con claridad que al final van a acabar descartados” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Dios pone al descubierto que los anticristos no cumplen con su deber para experimentar la obra de Dios y ganar la verdad, sino que aprovechan la oportunidad en aras de sus propios intereses y para exigir bendiciones del reino de los cielos. Debido a que los anticristos tienen intenciones incorrectas al cumplir sus deberes, les resulta difícil someterse cuando se encuentran con entornos que piensan que son perjudiciales para sus perspectivas y destino. Aunque pueda parecer que están cumpliendo con su deber, solo lo hacen de manera superficial, le causan pérdidas al trabajo de la iglesia y crean obstáculos y trastornos. Además, constantemente carecen de un corazón arrepentido y, en última instancia, Dios los revela y descarta. Durante mi enfermedad, yo también pensaba en mis propias perspectivas y destino, sin tener en consideración en absoluto el trabajo de la iglesia. En esas iglesias, yo era la única que hacía trabajo relacionado con textos, pero me preocupaba que el esfuerzo fuera perjudicial para mi salud y temía que, si mi estado empeoraba y me moría, me perdería la oportunidad de salvarme, por lo que quería rehuir mi deber y cambiarlo por uno más fácil. La verdad era que mi enfermedad no era especialmente grave y que, después de contraer COVID-19, tenía el cuerpo algo débil y algunos síntomas adversos, pero me ayudaba descansar un poco cuando sentía cierto malestar. Sin embargo, no paraba de pensar en mi propio cuerpo, lo que retrasaba el trabajo. Era verdaderamente egoísta y despreciable, y carecía de toda conciencia y razón. Pensé en las personas que habían sido reveladas y descartadas. Al principio, algunas habían sido muy fervorosas y se habían entregado, pero no habían perseguido la verdad y solo buscaban bendiciones. Cuando enfrentaron la enfermedad y la muerte, y vieron que sus esperanzas de recibir bendiciones se hacían añicos, se convirtieron en quejumbrosas, negativas y negligentes, e incluso dejaron de lado sus deberes y abandonaron y traicionaron a Dios. Mis opiniones sobre la búsqueda eran similares a las de ellas y, si no me arrepentía, me acabarían descartando como a ellas.
Un día, empecé a sentir que el dolor en el sitio del cáncer empeoraba y comencé a tener pensamientos descabellados otra vez: “¿Se habrá extendido el cáncer por todo mi cuerpo?”. Estaba realmente asustada y me dije a mí misma: “Aunque el cáncer se haya extendido, aún me someteré a los arreglos soberanos de Dios”. Fui al hospital a hacerme un chequeo y el médico me dijo que solo había una ligera inflamación en la zona del cáncer, pero que no había células cancerosas, por lo que me sugirió que siguiera tomando medicina tradicional china para el tratamiento. Al ver los resultados de las pruebas, supe que Dios estaba siendo misericordioso y dándome una oportunidad para vivir, con el fin de que pudiera arrepentirme y cambiar. Durante mis prácticas devocionales espirituales, leí un pasaje de las palabras de Dios que realmente me conmovió el corazón. Dios Todopoderoso dice: “En esta vida, la gente cuenta con un tiempo limitado para pasar de entender las cosas a tener esta oportunidad, poseer este calibre y satisfacer las condiciones para entablar diálogo con el Creador, a fin de alcanzar un auténtico entendimiento, conocimiento y temor del Creador, y tomar el camino de temer a Dios y evitar el mal. Si ahora quieres que Dios te lleve enseguida, no estás siendo responsable con tu propia vida. Para ser responsable, debes trabajar más duro para dotarte de la verdad, reflexionar más sobre ti mismo cuando te ocurren cosas y compensar rápidamente tus propios defectos. Debes llegar a practicar la verdad, actuar según los principios, entrar en la realidad-verdad, saber más de Dios, ser capaz de conocer y entender Sus intenciones y no vivir tu vida en vano. Debes llegar a saber dónde está el Creador, cuáles son Sus intenciones y cómo expresa alegría, rabia, pena y felicidad; aunque no puedas alcanzar una conciencia más profunda o un conocimiento completo, debes al menos poseer un entendimiento básico de Dios, nunca traicionarle, ser compatible con Él en lo fundamental, mostrarle consideración, ofrecerle un consuelo básico y hacer lo que para un ser creado es adecuado y alcanzable de una manera básica. No son cosas fáciles. En el proceso de llevar a cabo sus deberes, la gente puede llegar a conocerse a sí misma poco a poco, y a partir de ahí conocer a Dios. Este proceso es en realidad una interacción entre el Creador y los seres creados, y debe ser un proceso que merezca la pena recordar a lo largo de la propia vida. Se trata de un proceso que la gente debería ser capaz de disfrutar, en lugar de resultarle doloroso y difícil. Por consiguiente, deberían valorar los días y las noches, los años y los meses que pasan cumpliendo con sus deberes. Deben valorar esta fase de la vida y no considerarla un impedimento o una carga. Han de saborear y obtener conocimiento experiencial de esta etapa de su vida. Entonces, lograrán un entendimiento de la verdad y vivirán la apariencia de un ser humano, poseerán un corazón temeroso de Dios y harán el mal cada vez menos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). En las palabras de Dios encontré una senda para practicar y entrar en la verdad. Para salvarse y perfeccionarse, uno debe perseguir la verdad, valorar los entornos distintos que Dios dispone, usarlos para entender la corrupción y las deficiencias que uno tiene, basar todo en las palabras de Dios, centrarse en practicar la verdad y vivir la realidad de las palabras de Dios. Solo entonces puede uno caminar por la senda de la salvación. Al reflexionar sobre mi enfermedad, me di cuenta de que había fracasado porque solo hice declaraciones vacías para experimentar la obra de Dios, no valoré ese entorno que Dios había dispuesto meticulosamente, y mucho menos contemplé el carácter corrupto que Dios estaba revelando a través de esa enfermedad o los aspectos de la verdad en los que debía entrar. En su lugar, traté la enfermedad como una molestia y una carga. Con esa forma de experimentar las cosas, aunque mi cuerpo estuviera sano y sin enfermedades o problemas, no podría salvarme. Dios aún no me ha quitado la vida y todavía me da una oportunidad para vivir. Debo tener conciencia y razón, dotarme de la verdad y centrarme en vivir la realidad de las palabras de Dios.
Más tarde, contraje COVID-19 dos veces seguidas y el dolor que sentía en el pecho empeoró considerablemente. No pude evitar que se me volvieran a venir pensamientos descabellados a la cabeza, como: “¿Será que el cáncer también se me ha extendido a los pulmones?”. Al pensarlo, sentí un desasosiego indescriptible en el corazón. El día de la reunión con el equipo relacionado con textos para hacer un resumen del trabajo, volví a preocuparme y pensé: “Acabo de recuperarme; ¿y si me contagio de nuevo cuando salga a la calle? Mi cuerpo no puede soportar más sufrimiento”. Quería pedirle al líder que fuera en mi lugar. Pero cuando me surgieron esos pensamientos, recordé este pasaje de las palabras de Dios: “Las personas deberían valorar los días y las noches, los años y los meses que pasan cumpliendo con sus deberes. Deben valorar esta fase de la vida y no considerarla un impedimento o una carga. Han de saborear y obtener conocimiento experiencial de esta etapa de su vida. Entonces, lograrán un entendimiento de la verdad y vivirán la apariencia de un ser humano, poseerán un corazón temeroso de Dios y harán el mal cada vez menos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me tranquilicé de a poco y me di cuenta de que mi enfermedad aún no había puesto mi vida en verdadero peligro, y que solo estaba sintiendo algo de dolor en el pecho. Pensé en mi deseo de evadir mi deber debido a mis malestares físicos. ¿De qué manera había sido leal y sumisa a Dios? ¡Había sido tan egoísta! No me había centrado en buscar la verdad o experimentar la obra de Dios, y había perdido muchas oportunidades de ganar la verdad. Ya no podía permitirme perder más oportunidades como esas. Debía aceptar ese entorno, someterme a él y experimentarlo de verdad. Incluso si me volvía a contagiar de COVID-19, era un sufrimiento que debía soportar, y debía cumplir con mi deber para satisfacer a Dios. Al pensar así, mi corazón se sintió liberado y ya no lo ataban ni limitaban las emociones negativas. Después de dedicarme de lleno a cumplir mi deber, me sentí tranquila y en paz.