15. Hacer mi deber es mi responsabilidad ineludible
Cuando era pequeña, mi familia era bastante pobre. Mis padres trabajaban duro para ganar dinero y solventar mi educación. No invertían en sus necesidades médicas cuando estaban enfermos y, en su lugar, me proporcionaban buena comida y ropa de calidad. Cuando egresé de la escuela primaria, mi abuelo le dijo a mi papá: “Deja de pagar los estudios de tu hija”. Pero mi papá contestó: “Nosotros tratamos a nuestros hijos por igual, sean hombre o mujer”. También dijo que, como mi salud no era buena, no podría hacer un trabjajo extenuante y tenía que centrarme en estudiar. Esto me llenó de gratitud hacia mis padres y sentí que no podía fallarles después de sus esmerados esfuerzos. De ahí en adelante, estudié duro. Siempre que obtenía una beca y veía la expresión de felicidad de mis padres, sentía que no los había defraudado. Me dije a mí misma: “En el futuro, cuando sea alguien en la vida, seré una buena hija y les retribuiré la bondad que tuvieron al criarme”.
Cuando yo tenía 19 años, mi familia aceptó la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al comer y beber las palabras de Dios, comprendí que únicamente perseguir la verdad y tener un buen desempeño en el deber conducen a una vida con sentido. Así que abandoné mis estudios y me dediqué a mis deberes. Un día, poco después de que una hermana llegara a nuestra casa, la policía irrumpió con violencia y se la llevó. También nos llevaron a la estación de policía a mi papá y a mí para interrogarnos. Aunque luego nos liberaron, vinieron a casa representantes de la Agencia Local de Asuntos Religiosos y de la estación de policía y nos advirtieron que dejáramos de creer en Dios. Para poder hacer mi deber, tuve que abandonar mi hogar. Mientras cumplía mis deberes en otra región, cada vez que veía a los hijos e hijas de la hermana de la casa de acogida demostrarle devoción filial, se despertaban emociones en lo más profundo de mi ser y no podía evitar pensar en mis padres. Habían trabajado mucho para criarme y, sin embargo, no podía estar ahí para cuidarlos. Me sentía muy en deuda con ellos.
En 2019, las detenciones del gran dragón rojo se agravaron mucho en la ciudad donde cumplía mi deber y, como no podíamos encontrar casas de acogida seguras para quedarnos por el momento, los líderes nos pidieron que regresáramos a nuestros hogares de origen, si podíamos. En ese tiempo, mis padres no estaban en casa porque alquilaban otro lugar, así que decidí ir allí primero. Cuando los vi, me percaté de que la mirada de mi mamá estaba un poco perdida y que no dejaba de hacerme las mismas preguntas. Mi hermano menor me dijo que mi mamá había sufrido una apoplejía con atrofia cerebelar y que había recibido el alta del hospital hacia apenas unos días. Recordé haber notado algunos síntomas en mi mamá años antes, pero nunca les había prestado atención. Me pregunté: “Si hubiera estado a su lado para cuidarla y recordarle que cuidara su salud, ¿se habría agravado tanto su condición?”. Durante ese tiempo, pasé los días centrada en mi mamá, le cociné comidas buenas para su salud, la llevé a hacer ejercicio y le enseñé a cuidar su salud. Dediqué toda mi energía a cuidar a mi mamá y no pensé en mis deberes para nada. En un abrir y cerrar de ojos, pasaron dos meses y, un día, recibí una carta de los líderes: en ella, me decían que debía ir a hacer mis deberes a otra región. Ese día, mi tía y mi tío vinieron a mi casa. Al principio, vieron que estaba en casa cuidando de mi mamá y no dijeron nada, pero luego me preguntaron de repente: “¿Vas a irte después haber estado tan pocos días?”. Al ver que no les respondía, me regañaron: “No puedes irte de nuevo. Tienes que quedarte y cuidar a tus padres. Ellos te mantuvieron cuando eras pequeña y ahora ya tienen más de setenta años. ¿No crees que deberías hacer algo por ellos? ¿Dónde estarías hoy si no fuera por la crianza y los cuidados de tus padres? ¡No deberías ser tan egoísta!”. Sus palabras me atravesaron el corazón como un cuchillo y, por un momento, no tuve palabras. Sin el cuidado de mis padres, no estaría donde estoy. Si disfruté de sus cuidados y no los retribuyo, ¿no estoy siendo una ingrata? Cuando era joven, veía que mi primo solo se preocupaba por sus placeres físicos y que no cuidaba a sus padres cuando estaban enfermos. Yo pensaba que él carecía totalmente de humanidad y que yo no podría ser esa clase de persona. Ahora que mis padres eran ancianos, pensaba que, si no podía hacerme cargo de la responsabilidad de cuidarlos, sería una mala hija. En esa época, me sentía muy dolida y en conflicto, así que oré a Dios: “¡Dios! Sé que hacer mis deberes es mi responsabilidad, pero, cuando veo que mis padres envejecen y tienen mala salud, no puedo evitar preocuparme por ellos y así no puedo ir a hacer mis deberes a otro lugar. Por favor, guíame y esclaréceme para salir de este estado”.
Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Además del nacimiento y la crianza, la responsabilidad de los padres en la vida de sus hijos es simplemente proveerle un entorno formal para que crezca en él, porque nada excepto la predestinación del Creador tiene influencia sobre el porvenir de la persona. Nadie puede controlar qué clase de futuro tendrá una persona; se ha predeterminado con mucha antelación, y ni siquiera los padres de uno pueden cambiar su porvenir. En lo que respecta a este, todo el mundo es independiente, y tiene el suyo propio. Por tanto, los padres no pueden evitar el porvenir de uno ni ejercer la más mínima influencia sobre el papel que uno desempeña en la vida. Podría decirse que la familia en la que uno está destinado a nacer, y el entorno en el que crece, no son nada más que las condiciones previas para cumplir su misión en la vida. No determinan en modo alguno el sino de la persona en la vida ni la clase de sino en el que cumplirá su misión. Y, por tanto, los padres no pueden ayudarle en el cumplimiento de su misión en la vida ni tampoco puede ningún familiar ayudarle a asumir su papel en la vida. Cómo cumple uno su misión y en qué tipo de entorno desempeña su papel está totalmente determinado por el sino de uno en la vida. En otras palabras, ninguna otra condición objetiva puede influenciar la misión de una persona, que es predestinada por el Creador. Todas las personas maduran en el entorno particular en el que crecen, y después poco a poco, paso a paso, emprenden sus propios caminos en la vida y cumplen los sinos planeados para ellas por el Creador. De manera natural e involuntaria entran en el inmenso mar de la humanidad y asumen sus propios puestos en la vida, donde comienzan a cumplir con sus responsabilidades como seres creados en aras de la predestinación y la soberanía del Creador” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que mis padres solo me trajeron al mundo, me criaron y me dieron un entorno dónde crecer. Pero fue Dios quien me dio la vida. Es Dios quien me ha otorgado el aliento de vida que me permite vivir. Y, lo que es más, nuestro porvenir está en manos del Creador y ninguna persona puede determinarlo. Mis padres no pueden controlar mi porvenir, como yo tampoco puedo controlar el suyo. Pensé en cómo mi madre había enfermado de repente y en que mi tía pudo llevarla al hospital para que la trataran a tiempo. ¿Esto no era también parte de la soberanía y los arreglos de Dios? Yo no podía decidir cuándo enfermaría mi mamá ni cuán grave sería su condición y, por mucho que me preocupara, no podría aliviar su sufrimiento para nada. Aunque estuviera en casa con ella, no resolvería ningún problema. Durante los últimos dos meses, dediqué mi corazón y mi alma a cuidarla, e incluso desatendí mis deberes. Sin embargo, la enfermedad de mi mamá no solo no mejoró, sino que empeoró. Hasta había llegado a pensar que, si hubiera estado en casa con ella, tal vez no habría enfermado. ¿No pensaban así los incrédulos? Leí que la palabra de Dios dice: “Independientemente de lo que hagas, pienses o planees, esas cosas no son importantes. Lo fundamental es si puedes entender y creer verdaderamente que todos los seres creados están en manos de Dios. Algunos padres tienen la bendición y el sino de poder disfrutar de la alegría doméstica y de la felicidad de una familia numerosa y próspera. Esto es la soberanía de Dios y una bendición que Él les concede. Otros padres no tienen este sino: Dios no lo ha dispuesto para ellos. No tienen la bendición de disfrutar de una familia feliz ni de que sus hijos estén a su lado. Esto es la instrumentación de Dios y la gente no puede forzarla” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Pensé en cuántos padres envejecen sin la compañia de sus hijos. Simplemente ese es su sino. Para atender a mis padres, tenía que someterme a la soberanía y los arreglos de Dios y no podía tratar de imponer mi voluntad. Recordé que a mi mamá le habían diagnosticado una enfermedad coronaria cuando era joven. Sin embargo, siguió trabajando duro para ganar dinero y nunca cuidó su salud. Después de encontrar a Dios, se dio cuenta de que las cosas más importantes son perseguir la verdad y hacer bien los deberes; cuando encontró el objetivo de vida correcto, dejó de romperse la espalda trabajando como solía hacer y su salud mejoró de a poco. Que viviera hasta ese momento ya se debía a la gracia de Dios. Ahora que mis padres eran ancianos, aunque yo no pudiera cuidarlos, mis tías y tíos los visitarían y se encargarían de sus necesidades materiales. ¿No era esto la soberanía de Dios? Al pensar en estas cosas, el dolor de mi corazón disminuyó y recobré la voluntad para salir a hacer mis deberes. Cerca de dos meses después, recibí una carta de mi papá que decía que la salud de mi mamá había mejorado mucho. Decía que ahora podía cocinar y salir a hacer compras, y que se estaba recuperando muy bien.
Un día de junio de 2021, recibí una carta de la iglesia que decía que el gran dragón rojo había localizado y vigilado a mi hermano menor. Poco después de que llegara a su casa, la policía lo detuvo junto con mis padres y también preguntó sobre mi paradero. En la carta, la iglesia me advertía que no regresara a la casa. Después de recibirla, me preocupé todavía más por la salud de mis padres. Mi mamá, que ya tenía problemas de salud, no podía soportar el miedo y la ansiedad. El corazón de mi papá no andaba bien, y yo me preguntaba si sería capaz de soportar la intimidación y las amenazas de la policía. ¿Qué pasaría si tuviera un ataque? Realmente quería volver y verlos, pero la policía seguía tras de mí; si regresaba, caería directamente en su trampa. Entonces, oré a Dios y le pedí que fortaleciera su fe para que, sin importar el sufrimiento que hubieran de enfrentar, no traicionaran a la iglesia y fueran capaces de mantenerse firmes en sus testimonios de Dios. Mantuvieron detenidos a mis padres durante dos semanas y luego los liberaron, pero no tuve noticias de mi hermano. Aunque mis padres estaban en libertad, la policía los hostigaba a menudo y los amenazaba para que me apresurara a volver y me entregara. Durante ese tiempo, cuando no tenía nada por hacer, pensaba en mis padres y me preocupaba mucho por ellos.
Cerca de diciembre de 2022, me enteré de que mi papá había enfermado y estaba internado. En casa, los familiares incitaban a mis padres a que me hicieran regresar. Comencé a sentirme perturbada nuevamente y pensé: “Mis famiilares seguramente dirán que soy una ingrata. Mis padres pasaron muchos años criándome y no se los he retribuido en absoluto. ¿Es que no tengo nada de conciencia?”. En ese momento, acababa de asumir una tarea nueva y no estaba familiarizada con las habilidades que se requerían. Mi trabajo siempre tenía desviaciones y fallas, pero yo no buscaba soluciones ni resumía los problemas. En cambio, siempre me daba excusas y pensaba que, aunque mi estado era malo, todavía no había abandonado mis deberes. Como mi estado no cambió, no logré resultados en mis deberes y terminaron destituyéndome. Después de mi destitución, quise volver con mis padres lo más pronto posible; sin embargo, la policía seguía buscándome y no podía regresar. Fue una época muy dolorosa para mí, así que oré a Dios y le pedí que me esclareciera y guiara para poder escapar de este estado incorrecto. Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios y mi estado comenzó a cambiar. Dios Todopoderoso dice: “Así pues, en cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. Independientemente de la razón por la cual te criaron, era su responsabilidad; como te trajeron al mundo, debían hacerse responsables de ti. Sobre esta base, ¿se puede considerar como amabilidad todo lo que tus padres hicieron por ti? No, ¿verdad? (Así es). Que tus padres cumplieran con su responsabilidad contigo no constituye un acto de amabilidad. Si cumplen con su responsabilidad respecto a una flor o una planta, regándola y fertilizándola, ¿es eso amabilidad? (No). Eso dista aún más de ser amabilidad. Las flores y las plantas crecen mejor en el exterior; si se las planta en la tierra, con viento, sol y agua de lluvia, prosperan. No crecen tan bien cuando se las planta en macetas de interior, comparado con el exterior, pero, estén donde estén, igualmente viven, ¿no es así? Sin importar dónde estén, eso lo ha predestinado Dios. Eres una persona viva, y Dios se responsabiliza de cada vida, le permite sobrevivir y observar la ley que rige a todos los seres creados. Pero, como eres una persona, tú vives en el entorno en el que te crían tus padres, de manera que debes crecer y existir en él. Que vivas en ese entorno, en mayor medida, se debe a que Dios lo ha predestinado; en menor medida, se debe a la crianza de tus padres, ¿verdad? En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero no muchas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánto esfuerzo y dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Es decir, ellos pueden tener expectativas; tú cuentas con tus elecciones y con la senda vital y el porvenir que Dios ha dispuesto para ti, lo cual no tiene nada que ver con tus padres” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que cualquier especie que se reproduzca hará todo lo posible para criar y cuidar a la siguiente generación. Esta es la ley y la regla que Dios estableció para todos los seres vivos; es un tipo de responsabilidad y obligación, pero no se puede considerar bondad. En el reino animal, tanto un feroz tigre o un león como un dócil ciervo o un antílope, después de reproducirse cuidan a sus crías y las alimentan; a veces, incluso optan por pasar hambre para poder nutrir a los pequeños hasta que sean capaces de sobrevivir por su cuenta. Es instintivo. También pensé en las aves de corral que criábamos en casa. Cuando nacían los pollitos, la gallina siempre los protegía, los cuidaba y, cuando conseguía alimento, les daba de comer a ellos primero; si había peligro, se adelantaba para cubrirlos; si no tenían refugio los días lluviosos o de mucho calor, la gallina soportaba el sufrimiento y resguardaba a los pollitos debajo de sus alas. Cuando los pollitos crecían y eran capaces de sobrevivir por su cuenta, de forma natural dejaban a la gallina, ella había cumplido con su responsabilidad. Me di cuenta de que criar a los descendientes es una ley de supervivencia que Dios dispuso tanto para los animales y para los humanos. Es una responsabilidad y una obligación desinteresadas que no esperan retribución. Cuando comprendí todo esto, mi corazón se liberó de la carga de sentirme constantemente en deuda con mis padres. Siempre había considerado que la crianza de mis padres era fruto de la bondad y sentía que era una deuda que tenía que saldar a lo largo de mi vida. Esto me pesaba mucho y me causaba dolor y agotamiento. Después de leer las palabras de Dios, experimente una sensación de libertad en mi corazón. Criarme era la responsabilidad de mis padres. No se podía considerar un acto de bondad y no había necesidad de retribuirlo. Es más, mis padres me cuidaron y criaron, pero fue Dios quien me dio la vida. Si Dios no me hubiera dado la vida, no habría sobrevivido. Recordé mi infancia, cuando tenía las defensas bajas. A menudo me resfriaba, tenía fiebre e incluso llegué a padecer neumonía. El doctor dijo a mis padres que debían asegurarse de que yo no volviera a tomar frío, ya que si padecía otra fiebre podría convertirse en tuberculosis, pero mis padres no podían hacer nada. Sin embargo, extrañamente, después de eso nunca más me resfrié ni tuve fiebre. A mis padres les pareció increíble. Mi salud fue mejorando de a poco y mis defensas se fortalecieron. Si no hubiera sido por el cuidado y la protección de Dios, aunque mis padres me hubieran atendido bien, podría seguir teniendo problemas de salud. Dios es quien me ha dado todo, y es a Él a quien debo retribuírselo. Sin embargo, no solo no mostré mi gratitud a Dios, sino que me opuse a Él y discutí por no poder cuidar a mis padres. No tenía en absoluto corazón para someterme a Dios. ¡Era verdaderamente rebelde!
Más tarde, me pregunté: “Cuando hacer mis deberes entra en conflicto con ser buena hija, ¿cuál es la práctica correcta?”. Leí dos pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a comprender los principios de la práctica con respecto a este tema. Dios Todopoderoso dice: “En realidad, honrar a los padres no es más que una especie de responsabilidad y no llega a la categoría de práctica de la verdad. Someterse a Dios es practicar la verdad, aceptar la comisión de Dios es una manifestación de sumisión a Él, y quienes renuncian a todo para cumplir con el deber son los seguidores de Dios. En resumen, la tarea más importante que tienes ante ti es la de cumplir bien con tu deber. Eso es practicar la verdad y una manifestación de sumisión a Dios. ¿Y qué verdad debe practicar ahora la gente ante todo? (Cumplir con su deber). Exacto, cumplir lealmente con el deber es practicar la verdad. Si una persona no cumple sinceramente con su deber, tan solo está siendo mano de obra” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). “Si, a tenor de tu entorno vital y del contexto en que te encuentras, honrar a tus padres no está reñido con el cumplimiento de la comisión de Dios y del deber —o sea, si el hecho de honrar a tus padres no afecta a tu leal cumplimiento del deber—, puedes practicar ambas cosas al mismo tiempo. No es necesario que en apariencia te separes de tus padres ni que muestres que renuncias a ellos o los rechaces. ¿Qué situación se rige por esto? (Cuando honrar a los padres no entra en conflicto con el cumplimiento del deber). Exactamente. Es decir, si tus padres no tratan de impedirte creer en Dios, también son creyentes y realmente te apoyan y animan a cumplir con tu deber lealmente y a llevar a cabo la comisión de Dios, entonces tu relación con ellos no es una relación carnal entre familiares en el sentido habitual del término, sino una relación entre hermanos y hermanas de la iglesia. En ese caso, aparte de relacionarte con ellos como hermanos y hermanas de la iglesia, también debes cumplir con algunas de tus responsabilidades filiales para con ellos. Debes demostrarles algo más de preocupación. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber —mientras tu corazón no esté atado a ellos—, puedes llamar a tus padres para preguntarles cómo están y demostrar algo de preocupación por ellos, puedes ayudarlos a resolver algunas dificultades y ocuparte de algunos de sus problemas en la vida, y hasta puedes ayudarlos a resolver algunas de sus dificultades en cuanto a su entrada en la vida; puedes hacer todas estas cosas. En otras palabras, si tus padres no te impiden creer en Dios, debes mantener la relación y cumplir con tus responsabilidades hacia ellos. ¿Y por qué deberías preocuparte por ellos, cuidarlos y preguntarles cómo están? Porque, ya que eres su hijo y tienes esta relación con ellos, tienes otro tipo de responsabilidad y, a raíz de esta, debes preguntar por ellos un poco más y brindarles una ayuda más sustancial. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber y tus padres no obstaculicen ni perturben tu fe en Dios y tu cumplimiento del deber ni te refrenen, es natural y adecuado que cumplas con tus responsabilidades para con ellos, y debes hacerlo hasta el extremo de que no te remuerda la conciencia; esta es la norma mínima que debes cumplir. Si no puedes honrar a tus padres en casa debido a que tus circunstancias lo afectan o lo impiden, no tienes que atenerte a este precepto. Debes ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios y someterte a Sus disposiciones, y no es preciso que te empeñes en honrar a tus padres. ¿Condena Dios esto? Dios no lo condena ni obliga a nadie a hacerlo. […] Si honras a tus padres mientras vives inmerso tus emociones, no estás cumpliendo con tus responsabilidades ni acatando las palabras de Dios, pues has abandonado Su comisión y no eres un seguidor del camino de Dios. Cuando te encuentres en este tipo de situación, si no demora tu deber ni afecta a tu leal cumplimiento de él, puedes hacer algunas cosas que seas capaz de hacer para demostrar piedad filial a tus padres y cumplir con las responsabilidades que seas capaz de cumplir. En resumen, esto es lo que la gente debe y puede hacer en el ámbito de la humanidad. Si te dejas atrapar por tus sentimientos y esto impide tu cumplimiento del deber, eso contraviene totalmente las intenciones de Dios. Dios nunca te exigió que hicieras eso, Dios solo te exige que cumplas con tus responsabilidades para con tus padres y nada más. Eso es lo que implica la piedad filial” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). Dios explica claramente los principios para tratar a nuestros padres, en especial cuando dice: “Honrar a los padres no es más que una especie de responsabilidad y no llega a la categoría de práctica de la verdad. Someterse a Dios es practicar la verdad, aceptar la comisión de Dios es una manifestación de sumisión a Él, y quienes renuncian a todo para cumplir con el deber son los seguidores de Dios”. Las palabras de Dios me hicieron comprender que cumplir el deber de un ser creado es lo más importante, más que cualquier otra cosa. Puedo honrar a mis padres siempre y cuando no perjudique mi deber. Sin embargo, no importa cuánto los honre, es simplemente cumplir mi responsabilidad de hija, no puede considerarse practicar la verdad. Mis padres creen en Dios y me apoyan en mi deber, y mi preocupación y afecto por ellos están dentro de la humanidad y la conciencia. Si las circunstancias son apropiadas, debo cuidarlos todo lo que pueda, y, también, cuando regrese a casa, encargarme de las tareas domésticas lo mejor que pueda. Si mis padres enferman, también debo estar a su lado para cuidarlos. Pero, cuando las condiciones no lo permiten, debo someterme a las orquestaciones y arreglos de Dios y no tratar de imponer mi voluntad. Pensé en los misioneros de Occidente, que abandonaron a sus familias, padres e hijos, para viajar grandes distancias hasta China y propagar el evangelio del Señor Jesús. Ellos no pensaron ni en sus padres ni en sus hijos, sino en cómo cumplir bien la comisión de Dios y ayudar a que más personas reciban la redención de Dios. Fueron capaces de considerar las intenciones de Dios y cumplir bien sus deberes. Esto es lo que significa tener conciencia y razón. También pensé en que nuestra familia había podido aceptar la obra de Dios de los últimos días y tenía la oportunidad de salvarse. Si no hubiera habido hermanos y hermanas para predicarnos el evangelio, ¿cómo habríamos podido recibir la salvación de Dios? Si me conformara con los afectos físicos y no hiciera mi deber, sería una persona realmente egoísta, carente de humanidad, y Dios me condenaría y desdeñaría.
Luego, leí otro pasaje de la palabra de Dios que iluminó aún más mi corazón. Dios dice: “La relación parental es la más difícil de todas las que uno tiene que manejar emocionalmente, pero, de hecho, no es imposible de gestionar. Este asunto solo puede abordarse de forma correcta y racional partiendo de la base de entender la verdad. No partas desde la perspectiva de los sentimientos ni tampoco desde las ideas o los puntos de vista de la gente mundana. En su lugar, trata a tus padres de la manera adecuada según las palabras de Dios. En realidad, ¿qué rol representan los padres, qué significan los hijos para ellos? ¿Qué actitud deben tener los hijos hacia sus padres y cómo debe lidiar la gente con la relación entre padres e hijos y resolverla? Nadie debe contemplar estas cosas en función de sus sentimientos ni dejarse influir por cualquier idea errónea o sentimiento predominante; se han de abordar correctamente conforme a las palabras de Dios. Si omites cumplir alguna de tus responsabilidades hacia tus padres en el entorno que ha ordenado Dios, o si no desempeñas ningún papel en absoluto en sus vidas, ¿supone eso no ser buen hijo? ¿Tendrás remordimientos de conciencia? Tus vecinos, compañeros de clase y parientes te increparán y criticarán a tus espaldas. Te catalogarán de mal hijo, dirán: ‘Tus padres se sacrificaron mucho, invirtieron un enorme esfuerzo e hicieron tanto por ti desde que eras pequeño y tú, como el hijo desagradecido que eres, desapareces sin dejar rastro, sin siquiera avisar de que estás bien. No solo no vienes en Año Nuevo, es que ni siquiera llamas ni les mandas un saludo a tus padres’. Cada vez que oyes tales palabras, se desangra y llora tu conciencia, y te sientes condenado. ‘Ay, tienen razón’. Se te enrojece la cara y te tiembla el corazón, como si te pincharan en él con unas agujas. ¿Has albergado esa clase de sentimientos? (Sí, los he tenido antes). ¿Tienen razón los vecinos y parientes al decir que no eres buen hijo? (No). […] Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que no había estado viendo a las personas y las cosas de acuerdo con la verdad y las palabras de Dios. La cultura tradicional me había influenciado y consideraba que: “La devoción filial es la principal virtud” y “Una persona no filial es peor que un animal” eran cosas positivas. Había creído que, si no podía regresar a casa para cuidar a mis padres mientras hacía mi deber, carecía de conciencia y humanidad y era una verdadera ingrata. Cuando mis familiares me criticaban, mi corazón se llenaba de una profunda culpa. Por fin vi que no había llegado a la esencia del asunto. En realidad, que no pudiera cuidar a mis padres de debía a que la persecución del PCCh me impedía regresar a casa. Si las condiciones fueran favorables, pero solo me importaran mis propios intereres y descuidara mis responsabilidades hacia mis padres, entonces sí sería una mala hija. Me di cuenta de que no poseía ninguna verdad y de que no podía distinguir lo positivo de lo negativo. ¡Era tan patética!
Luego, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “No importa el deber que desempeñe uno, cumplirlo es lo más correcto, lo más bello y recto que podría hacer entre la especie humana. Como seres creados, las personas deben ejecutar su deber y, solo entonces, pueden recibir la aprobación del Creador. Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. En la tierra, solo el grupo de personas que cumplen verdadera y sinceramente el deber de un ser creado es el que se somete al Creador. Este grupo no sigue las tendencias mundanas; se someten al liderazgo y la guía de Dios, solo escuchan las palabras del Creador, aceptan las verdades expresadas por Él y viven según Sus palabras. Este es el testimonio más auténtico y rotundo y es el mejor testimonio de creencia en Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Al meditar sobre las palabras de Dios, mi corazón se llenó de luz, y comprendí que cumplir nuestros deberes es la responsabilidad más grande que tenemos como seres creados, y que es más importante que cualquier otra cosa que podamos hacer. Hacer nuestros deberes es lo que le da valor y sentido a nuestra vida. Cuando me di cuenta de esto, me sentí en deuda con Dios. Debía cumplir mis deberes con diligencia y ya no podía permitir que la cultura tradicional me coartara. Aunque mis familiares me criticaran, tenía que priorizar mis deberes. Comprendí que Dios había determinado el porvenir de mis padres hacía mucho tiempo y que, aunque yo no estuviera a su lado, mis familiares ayudarían a cuidar de ellos y, algunas veces, los hermanos y hermanas los visitarían. Mis padres tenían que aprender las lecciones que se desprenden de enfrentar la enfermdedad y la persecución del gran dragón rojo, y Dios también quería sus testimonios. Estuve dispuesta a encomendar mis padres a Dios y someterme a Su soberanía y sus arreglos en todas las cosas. Tras darme cuenta de esto, mi corazón se sintió relajado y liberado y, poco a poco, me desprendí de la ansiedad y las preocupaciones por mi padres. ¡Gracias a Dios!