49. Cómo considerar la bondad de nuestra familia por habernos criado

Por Chen Li, China

Nací en un condado que era bastante pequeño, con una economía relativamente poco desarrollada. Mis padres y abuelos eran todos granjeros y las condiciones de mi familia no eran muy buenas. Sin embargo, me querían mucho y siempre encontraban las maneras de satisfacer mis deseos. Más tarde, me di cuenta de que todo eso lo conseguían a través de su frugalidad. Más adelante, mis padres pidieron prestado dinero para comenzar una empresa agrícola para lograr una mejor vida para mí. Vi a mis padres trabajar día y noche todos los días, agotándose hasta el punto de caer enfermos, así que los insté a que pararan. Mi papá dijo que él realmente no quería hacer todo esto, pero como yo necesitaría tener mi propia vida en el futuro, él quería ahorrar un poco más de dinero para mí, porque no quería que yo sufriera las mismas dificultades que él. Escuchar las palabras de mi papá me hizo sentir afligido y agradecido a la vez. Al ver todo lo que mis padres se sacrificaron por mí, sentí que les debía muchísimo. En cuanto a mis abuelos, ambos tenían más de setenta años y cada vez estaban más frágiles, pero aun así, no querían gastar en comida y ropa, y cuando se enfermaban, no querían ir al hospital, por miedo a tener más gastos. Luego, mi abuela me dijo que había ahorrado un dinero a lo largo de los años para mí. Enterarme de eso me hizo sentir incómodo. Eran ancianos, y sin embargo, eligieron soportar dificultades para ahorrar dinero por mí. Frente a la bondad de mis padres y mis abuelos hacia mí, sentí que no había manera en que pudiera devolverles todo. Me prometí que cuando creciera, los cuidaría bien y los honraría.

En 2012, mi mamá me predicaba la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, y comencé a ir a las reuniones y a cumplir con mis deberes. Inesperadamente, en otoño de 2018, mi papá sufrió un derrame cerebral y falleció. Sentí un dolor y una culpa inmensos, porque creía que mi padre había trabajado tanto para ganar dinero para mí, y que, si no hubiera trabajado día y noche, no habría desgastado su cuerpo y sufrido el derrame cerebral. Pensé: “Mi papá hizo un trabajo físico arduo toda su vida, sin embargo, se fue sin que yo pudiera devolverle toda su bondad. Ahora, mis abuelos, con más de setenta años, aún viven frugalmente, y no han disfrutado los beneficios de sus descendientes. Ahora que mi padre no está, yo debo asumir la responsabilidad de cuidarlos y permitirles que disfruten sus últimos años en paz. De este modo, no tendré remordimientos”. Luego, mi mamá fue a otro lugar a cumplir con sus deberes y yo me quedé en casa para cuidar a mis abuelos. Siempre hacía lo posible por hacerles ricas comidas y comprarles linda ropa, y cuando no se sentían bien, buscaba ayuda médica donde pudiera, con la esperanza de que pudieran mantenerse sanos. Un día, mi abuelo de repente tuvo dificultad para respirar, y después de un control en el hospital, el médico dijo que era una insuficiencia cardíaca grave y que necesitaba quedar hospitalizado inmediatamente. El médico también me dijo que me preparara mentalmente porque estaba en un periodo crítico y su vida podía estar en peligro en cualquier momento. Si sobrevivía a este periodo crítico, el funcionamiento de su corazón seguiría empeorando. Con buenos cuidados, podría vivir dos años más. Cuando escuché al médico decir esto, me sentí muy culpable. Pensé que, por no haber cuidado bien a mi abuelo, ahora estaba en este estado grave. Sobre todo cuando escuché al médico decir que solo podría vivir dos años más con buenos cuidados, comencé a atesorar este corto tiempo aún más. Pensaba que tenía que cuidar muy bien a mi abuelo a partir de ese momento y luchar para ayudarlo a vivir uno o dos años más. Luego, después de un tratamiento, el estado de mi abuelo mejoró un poco. Salimos del hospital y nos fuimos a casa.

En mayo de 2023, de repente recibí una carta de los líderes donde me decían que había que ocuparse de una tarea con urgencia y que yo era la persona adecuada para eso. Me preguntaban si podía irme de la casa para cumplir con este deber. Al ver esta carta, supe que debería elegir mi deber, pero cuando pensé en la delicada salud de mis abuelos, y que no había nadie más para cuidarlos, no podía sentirme tranquilo. Al final, rechacé el deber, pero me sentía incómodo en mi interior. Luego, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “¿Dónde está vuestra devoción? ¿Dónde está vuestra sumisión? […] Abraham ofreció a Isaac, ¿qué habéis ofrecido vosotros? Job lo ofreció todo, ¿qué habéis ofrecido vosotros? Muchas personas se han sacrificado a sí mismas, han entregado su vida y derramado sangre con el fin de buscar el camino verdadero. ¿Habéis pagado ese precio?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La relevancia de salvar a los descendientes de Moab). “Lo que deseo ahora es tu lealtad y sumisión, tu amor y tu testimonio. Incluso si en este momento no sabes lo que es el testimonio o lo que es el amor, debes entregarte por entero a Mí y entregarme los únicos tesoros que tienes: tu lealtad y tu sumisión. Debes saber que el testimonio de Mi derrota de Satanás está en la lealtad y la sumisión del hombre, del mismo modo que lo hace Mi testimonio de Mi conquista completa del hombre. El deber de tu fe en Mí es dar testimonio de Mí, ser leal a Mí y a ningún otro, y ser sumiso hasta el final. Antes de que Yo comience el siguiente paso de Mi obra, ¿cómo darás testimonio de Mí? ¿Cómo serás leal y sumiso a Mí? ¿Dedicas toda tu lealtad a tu función o simplemente te rendirás? ¿Preferirías someterte a cada arreglo mío (aunque sea muerte o destrucción) o huir a mitad de camino para evitar Mi castigo?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Al enfrentarme con las palabras de reproche de Dios, sentí un profundo dolor. Cuando Job se enfrentó a sus pruebas, perdió su vasta riqueza y a todos sus hijos, y todo su cuerpo estaba cubierto de llagas dolorosas. Sin embargo, Job no se quejó en absoluto, sino que alabó el nombre de Dios. Job tuvo una verdadera fe y una sumisión genuina a Dios. También está Abraham, que obedeció la orden de Dios y ofreció a su único hijo Isaac en el altar levantando el cuchillo. Abraham también tuvo verdadera sumisión a Dios. Al ver que Job y Abraham pudieron ofrecerle todo a Dios, me sentí avergonzado y apenado. Hacía más de diez años que creía en Dios y disfrutaba mucho el riego y el sostén de las palabras de Dios. Sin embargo, nunca había pensado en devolverle a Dios. Solo sabía disfrutar la gracia y las bendiciones de Dios. Cuando la iglesia me dio oportunidades para cumplir con mi deber, incluso puse excusas para eludirlas. ¡Verdaderamente carecía de humanidad! Ahora el trabajo de la iglesia necesitaba colaboración urgentemente. No podía seguir viviendo de manera egoísta y despreciable según mi afecto. Tenía que cumplir con mi deber y vivir para Dios de una vez. Así que me fui de casa para cumplir con mi deber.

Pero lo que no esperaba es que solo dos meses después de irme de casa para cumplir con mi deber, los líderes de la iglesia me informaron que la persona con la que cumplía el deber había sido arrestada y me había traicionado como un Judas, y que varios de mis familiares creyentes también habían sido arrestados por la policía. Más de diez oficiales de policía fueron a mi casa para arrestarnos a mi madre y a mí. La policía se llevó nuestra comida y nuestro dinero y empezaron a perseguirme. También me enteré de que mi abuelo había sido hospitalizado poco después de que yo me fui. Escuchar esto me hizo sentirme muy angustiado. Pensé en que la policía había allanado nuestra casa y dado vuelta todo el lugar, y que mis abuelos debían haber estado aterrados. A su edad, debían estar disfrutando sus últimos años y tener a alguien con quien contar, pero habían quedado metidos en esta experiencia dolorosa por mi culpa. Cuanto más lo pensaba, más culpa sentía por ellos y mi estado empeoró. Incluso pensé en irme a mi casa en secreto para cuidarlos. En mi dolor, oré a Dios: “Dios, me siento un tanto débil en esta situación. Por favor, guíame y ayúdame a salir de este estado malo”.

Después de orar, busqué a conciencia las palabras de Dios sobre esto. Leí algunas de las palabras de Dios: “En el mundo de los no creyentes existe este dicho: ‘Los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres’. También este otro: ‘Una persona no filial es peor que un animal’. ¡Qué grandilocuentes suenan estos dichos! En realidad, el fenómeno que se menciona en el primero se da en la realidad, es un hecho, los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres. Sin embargo, son simplemente fenómenos dentro del mundo animal. Forman parte de una especie de ley que Dios ha establecido para las diversas criaturas vivientes, y a la que se atienen todo tipo de seres vivos, incluidos los humanos. El hecho de que toda clase de criaturas vivientes acaten esta ley demuestra aún más que Dios las creó. Ninguna puede infringir la ley ni tampoco trascenderla. Incluso carnívoros relativamente feroces como los leones y los tigres alimentan a sus crías y no las muerden antes de que alcancen la edad adulta. Es el instinto animal. Da igual la especie a la que pertenezcan, ya sean feroces o amables y mansos, todos los animales poseen este instinto. La única manera que tienen todas estas criaturas de multiplicarse y sobrevivir es acatar este instinto y esta ley, y eso incluye a los seres humanos. Si no acataran o no tuvieran esta ley y este instinto, se extinguirían. No existiría la cadena biológica ni tampoco este mundo. ¿No es así? (Sí). El hecho de que los cuervos retribuyan a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillen para recibir la leche de ellas, evidencia justamente que el mundo animal acata esta clase de ley. Este instinto lo poseen todo tipo de criaturas vivientes. Una vez que nace su descendencia, las hembras o los machos de la especie la cuidan y alimentan hasta que se hace adulta. Todas estas criaturas son capaces de cumplir con sus responsabilidades y obligaciones hacia sus retoños, y crían de forma concienzuda y dedicada a la nueva generación. Esto debería ser más patente si cabe en los seres humanos. La humanidad los considera animales superiores, pero, si no pueden acatar esta ley y carecen de tal instinto, entonces son inferiores a los animales, ¿verdad? Por tanto, más allá de cuánto te alimentaron tus padres durante tu crianza y cuánto cumplieron con sus responsabilidades hacia ti, solo estaban haciendo lo que les correspondía en el ámbito de las capacidades de un ser humano creado: era por instinto. […] Criaturas vivientes y animales de toda índole poseen estos instintos y leyes, se atienen a ellos muy bien y los desempeñan a la perfección. Ninguna persona puede destruir tal cosa. También existen algunos animales especiales, como los tigres y los leones. Al alcanzar la edad adulta, estos felinos abandonan a sus padres y algunos machos se convierten incluso en rivales que llegan a morderse, enfrentarse y luchar si es necesario. Esto es normal, es una ley. No los gobiernan sus sentimientos ni viven enfrascados en sus sentimientos como las personas, que dicen: ‘Tengo que retribuir su amabilidad, debo recompensarlos; he de obedecer a mis padres. Los demás me condenarán si no les muestro piedad filial, me reprenderán y me criticarán por la espalda. ¡No podría soportarlo!’. En el mundo animal no se tienen esas consideraciones. ¿Por qué dicen tales cosas las personas? Porque en la sociedad y entre los grupos de gente existen diversas ideas y consensos incorrectos. Una vez que la gente se ha visto influida, corroída y podrida por estas cosas, surgen en ella diferentes maneras de interpretar y lidiar con esta relación paternofilial, y acaba por tratar a sus padres como unos acreedores a los que nunca podrá retribuir su vida entera. Cuando sus padres mueren, algunos hijos incluso se sienten culpables durante toda su vida y se creen indignos de la gentileza con la que sus padres los trataron, a causa de algo que hicieron y les causó infelicidad a estos o no resultó de la manera que ellos hubieran querido. Decidme, ¿no es esto excesivo? Viven enfrascados en sus sentimientos, de tal modo que no queda otro remedio que los invadan y perturben diversas ideas que proceden de estos. La gente vive en un entorno caracterizado por la ideología de la humanidad corrupta; por tanto, se ve invadida y perturbada por diversas ideas falaces, lo cual vuelve sus vidas más agotadoras y menos simples que las de otras criaturas vivientes. Sin embargo, dado que ahora mismo Dios está obrando y expresando la verdad a fin de contarle a la gente la verdad de todos esos hechos y ayudarla a conocer la verdad; una vez que alcances a entenderla, estas ideas y puntos de vista falaces ya no te supondrán una carga ni te servirán de guía para manejar la relación con tus padres. Llegado este punto, tu vida se volverá más relajada. Eso no significa que desconozcas cuáles son tus responsabilidades y obligaciones, eso lo seguirás sabiendo. Todo depende de qué perspectiva y métodos elijas para abordarlas. Una senda es seguir la ruta de los sentimientos y lidiar con estas cosas a partir de los recursos emocionales y los métodos, ideas y puntos de vista hacia los cuales Satanás guía al hombre. La otra senda es lidiar con estos aspectos en función de las palabras que le ha enseñado Dios. Cuando la gente se ocupa de estos asuntos a partir de las ideas y puntos de vista falaces de Satanás, solo puede vivir entre los enredos de sus sentimientos y nunca es capaz de distinguir lo correcto de lo incorrecto. En estas circunstancias, no le queda elección que vivir atrapada, enredada siempre en asuntos como: ‘Tienes razón. Yo estoy equivocado. Tú me has dado más; yo te he dado menos. Eres un desagradecido. Te has pasado de la raya’. Por consiguiente, tales personas no hablan claro en ningún momento. Sin embargo, cuando entienden la verdad y escapan de las ideas y puntos de vista falaces y de la maraña de sentimientos, estas cuestiones se tornan simples para ellos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Al contemplar las palabras de Dios, comprendí que mis padres y mis abuelos me criaron, me cuidaron y me atendieron simplemente porque estaban cumpliendo con sus responsabilidades y obligaciones. Estaban siguiendo las leyes y reglas establecidas por Dios, y esto también era un instinto humano. Al igual que todas las creaturas creadas por Dios, vivieron de acuerdo a las leyes y reglas dispuestas por Dios. Independientemente de la naturaleza feroz o mansa de un animal, alimentar a sus crías es tanto su instinto como su responsabilidad y obligación. Los humanos son iguales. Sin embargo, yo consideraba que la crianza y el cuidado de mis padres y abuelos era por bondad, y al ver que yo no podría devolverles sus sacrificios y su sufrimiento, siempre viví con culpa y reproche. Ahora comprendía que esto se debía a que había aceptado muchas ideas falaces impuestas por la sociedad, la escuela y la familia, por ejemplo: “La devoción filial es la principal virtud” y “No viajes muy lejos mientras aún vivan tus padres”. Había un dicho que me afectaba profundamente, que era: “El árbol anhela la calma, pero el viento nunca cesará; el niño quiere cuidar de sus padres, pero sus padres ya no están”. Estas ideas falaces se arraigaron en lo profundo de mi corazón y se convirtieron en mi estándar de comportamiento. Después de que mi padre falleció debido a su enfermedad, siempre sentí que había trabajado mucho toda su vida, pero que yo no pude cuidarlo cuando envejeció y cumplir con mi deber filial mientras estaba vivo. Entonces, para evitar el arrepentimiento con mis abuelos, pensé que tenía que asumir la responsabilidad de cuidarlos y devolverles su bondad. Cuando no pude asegurarme de que disfrutaran sus últimos años, me sentí muy mal hijo y vivía sintiéndome en deuda con ellos. Las ideas falaces que Satanás inculcó en mí siempre me hacían pensar en devolverles la bondad a mis padres y abuelos. Incluso me hacían considerar que ser buen hijo con ellos era más importante que cumplir con los deberes de un ser creado. Vi que estas ideas culturales tradicionales eran el medio que Satanás usaba para desorientar y corromper a las personas, y que vivir según ellas solo lleva a oponerse y traicionar a Dios.

Luego, encontré un pasaje de las palabras de Dios y aprendí a juzgar la conducta de un buen hijo y un mal hijo. Dios Todopoderoso dice: “Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí esclarecido. En el pasado, siempre viví según las ideas de: “No viajes muy lejos mientras aún vivan tus padres” y “Cría a tus hijos para que te cuiden cuando seas anciano”. Yo creía que como mis padres y mis abuelos me criaron, cuando ellos envejecieran, yo debía estar a su lado para cuidarlos y ser un buen hijo con ellos, y que, si no podía hacer eso, significaba que era un mal hijo y no tenía humanidad. Igual que antes, cuando no podía estar con mis abuelos para cuidarlos, mi conciencia siempre me estaba condenando y sentía que estaba en deuda con ellos, culpable, como si los hubiera defraudado. En realidad, mi incapacidad para acompañarlos, cuidarlos y ser un buen hijo con ellos no se debía a mi falta de deseo de ser un buen hijo o cumplir con mi responsabilidad, sino que las circunstancias objetivas me imposibilitaron hacerlo. Por un lado, estaba ocupado con mis deberes y por el otro lado, la policía me estaba persiguiendo para atraparme, lo cual me impedía volver a mi casa para cuidar a mi familia. Eso no era ser un mal hijo. Si hubiera tenido los medios y hubiera elegido no cuidar a mis abuelos, eso verdaderamente habría sido ser un mal hijo y carecer de humanidad.

Un día, durante mis devocionales, encontré dos pasajes de las palabras de Dios que me aportaron aún más claridad. Dios Todopoderoso dice: “Si de verdad crees que todo está en manos de Dios, debes creer que la cuestión de las adversidades que sufren y de cuánta felicidad disfrutan a lo largo de la vida también está en manos de Dios. No va a cambiar nada que seas o no un buen hijo, tus padres no sufrirán ni más ni menos porque lo seas o no. Dios predestinó su suerte hace mucho, y nada cambiará en función de tu actitud hacia ellos o de la profundidad de los sentimientos que haya entre vosotros. Ellos tienen su propio porvenir. Al margen de que sean pobres o ricos a lo largo de su vida, de que las cosas entre ellos marchen bien o de la calidad de vida que tengan, los beneficios materiales, el estatus social y las condiciones de vida que disfruten, nada de eso tiene mucho que ver contigo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). “Que la gente nazca, se haga mayor, enferme, muera y se encuentre con diversos asuntos grandes y pequeños en la vida es de lo más normal. Si eres adulto, tu manera de pensar ha de ser madura, y deberías abordar este tema con calma y corrección. ‘Mis padres están enfermos. Algunos dicen que es porque me echaban mucho de menos, ¿es eso posible? Desde luego que me han echado de menos, ¿cómo iba una persona a no echar de menos a su propio hijo? Yo también a ellos, ¿por qué no me he puesto enfermo entonces?’. ¿Enferma la gente por echar de menos a sus hijos? No. Entonces, ¿qué sucede cuando tus padres se encuentran con estas cuestiones tan significativas? Lo único que se puede decir es que Dios ha instrumentado esto en sus vidas. Ha sido la mano de Dios; no te puedes centrar en razones ni causas objetivas, tus padres se iban a encontrar con esta situación cuando llegaran a esta edad, la enfermedad iba a afectarles, así estaba previsto. ¿Lo habrían evitado si hubieras estado allí? Si Dios no hubiera dispuesto que enfermar fuera parte de su porvenir, entonces nada les habría ocurrido, aunque no hubieras estado con ellos. Si su sino era verse en esta clase de gran infortunio en sus vidas, ¿qué efecto habría tenido tu presencia junto a ellos? No hubieran podido evitarlo de todos modos, ¿verdad? (Cierto). Piensa en aquellos que no creen en Dios, ¿acaso no están esas familias siempre juntas, año tras año? Cuando los padres se topan con un gran infortunio, los miembros de su extensa familia y sus hijos están todos junto a ellos, ¿verdad? Cuando enferman o empeoran de sus dolencias, ¿se debe a que sus hijos los han abandonado? No, es algo que está destinado a ocurrir(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que el porvenir de una persona está en manos de Dios. El nacimiento y la muerte, la enfermedad o la buena salud, la riqueza o la pobreza, los altibajos: nadie puede controlar nada de eso. Todas estas cosas están determinadas por la soberanía y la ordenación de Dios. De hecho, aunque yo me quedara junto a mis padres y abuelos y los cuidara y fuera un buen hijo con ellos de todas las formas posibles, eso no cambiaría su porvenir. Igual se enfermarían si fuera su momento e igual morirían cuando les llegara la hora. Igual que cuando mi padre tuvo el derrame cerebral, yo lo llevé al hospital en solo diez minutos, pero los médicos no pudieron hacer nada y al final, solo pude observar a mi padre morir. Pensándolo, siempre sentí que la muerte de mi padre se debió a que trabajaba mucho para ganar dinero para mí, y creía que la frágil salud de mis abuelos se debía a una malnutrición por su frugalidad. Estos pensamientos provenían de mi falta de creencia en la soberanía y ordenación de Dios. Yo solía profesar que Dios es soberano sobre todo, pero llegado el momento, actué como un incrédulo. Simplemente no creía que Dios tiene soberanía sobre el porvenir de las personas y que decide sus vidas y fortunas. ¿De qué manera tenía una fe genuina en Dios? Al comprender estas cosas, sentí más paz en mi corazón y estuve dispuesto a encomendar a mis abuelos en las manos de Dios y permitir que Él se encargue de todo lo relativo a ellos.

Luego, encontré dos pasajes de las palabras de Dios: “Dios le dijo a la gente que honrara a sus padres en primer lugar y, después, enunció unas exigencias más elevadas para que practicara la verdad, cumpliera con el deber y siguiera el camino de Dios. ¿Cuáles debes cumplir? (Las exigencias más elevadas). ¿Está bien practicar de acuerdo con las exigencias más elevadas? ¿Puede dividirse la verdad en verdades más y menos elevadas, o más antiguas y más recientes? (No). Entonces, cuando practicas la verdad, ¿conforme a qué debes practicar? ¿Qué significa practicar la verdad? (Abordar los asuntos según los principios). Lo principal es abordar los asuntos según los principios. Practicar la verdad implica practicar las palabras de Dios en diferentes momentos, lugares, ambientes y contextos; no se trata de aplicar obstinadamente preceptos con respecto a las cosas, sino de cumplir los principios-verdad. Ese es el significado de practicar la verdad. Por tanto, sencillamente, no hay conflicto alguno entre la práctica de las palabras de Dios y el cumplimiento de las exigencias enunciadas por Él. Más concretamente, no hay conflicto alguno entre honrar a tus padres y cumplir con la comisión y el deber que Dios te ha encomendado. ¿Cuáles de estas son las palabras y exigencias actuales de Dios? Deberías contemplar esta pregunta en primer lugar. Dios le exige cosas distintas a cada persona; tiene requisitos distintos para cada una. Quienes sirven como líderes y obreros han sido llamados por Dios, por lo que deben renunciar y no pueden quedarse con sus padres y honrarlos. Deben aceptar la comisión de Dios y renunciar a todo para seguirlo. Esta es una situación. Los seguidores regulares no han sido llamados por Dios, por lo que pueden quedarse con sus padres y honrarlos. No hay recompensa alguna por hacerlo y no recibirán ninguna bendición por ello, pero, si no demuestran piedad filial, carecen de humanidad. En realidad, honrar a los padres no es más que una especie de responsabilidad y no llega a la categoría de práctica de la verdad. Someterse a Dios es practicar la verdad, aceptar la comisión de Dios es una manifestación de sumisión a Él, y quienes renuncian a todo para cumplir con el deber son los seguidores de Dios. En resumen, la tarea más importante que tienes ante ti es la de cumplir bien con tu deber. Eso es practicar la verdad y una manifestación de sumisión a Dios. ¿Y qué verdad debe practicar ahora la gente ante todo? (Cumplir con su deber). Exacto, cumplir lealmente con el deber es practicar la verdad. Si una persona no cumple sinceramente con su deber, tan solo está siendo mano de obra(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (4)). “Eres un ser creado en presencia del Creador. En esta vida, no solo has de cumplir con las responsabilidades hacia tus padres, sino también con las que tienes como ser creado y con tus deberes como tal. Solo puedes cumplir con tus responsabilidades hacia tus padres con base en las palabras de Dios y los principios-verdad, no haciendo cualquier cosa por ellos en función de tus necesidades emocionales o las de tu conciencia(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que ser un buen hijo con los padres es meramente una responsabilidad que las personas deberían cumplir, y que no es considerado la práctica de la verdad. Solo abandonar todo para seguir a Dios y cumplir nuestro deber como seres creados según los principios-verdad es lo que Dios verdaderamente recuerda. Pensé en los discípulos del Señor Jesús, como Pedro, Juan y Santiago, que abandonaron a sus familias y dejaron a sus padres para predicar el evangelio del Señor. Aunque no cumplieron con la responsabilidad de ser buenos hijos con sus padres, todo lo que hicieron sirvió como testimonio de Dios y tuvo la aprobación de Dios. Hoy, soy afortunado de seguir a Dios, de comer y beber Sus palabras y comprender la verdad, así que debería cumplir con mi deber como un ser creado. Solo esta es mi misión.

Aunque a veces sigo pensando en mis abuelos, ya no afecta mi estado, porque sé que todo está en manos de Dios. Mis abuelos tienen su propio porvenir, y yo tengo mi propia misión. Yo debo hacer bien mi deber para satisfacer a Dios. Solo así es como puedo vivir una vida de valor y significado.

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