82. Tras ser despedida, me arrepentí

Por Zhuo Jing, China

En noviembre de 2020, estaba sirviendo como líder en la iglesia y la hermana Wang Cheng, a la que acababan de elegir, era mi compañera. En ese momento, el PCCh estaba realizando arrestos en la iglesia, detuvieron a algunos hermanos y hermanas y había que gestionar el trabajo después de lo ocurrido. Por todo ello, estaba muy ocupada todos los días. No tenía muy buenas capacidades de trabajo y no me encontraba muy bien de salud, así que sentía bastante presión y pensaba: “Con la velocidad a la que trabajo y todas estas tareas que tengo que completar cada día, ¿cuánto tiempo y energía me va a llevar todo esto? Mi cuerpo está débil, ¿puedo seguir así a largo plazo?”. Teniendo esto en mente, comencé a cumplir mis deberes de manera superficial y no ponía demasiado esfuerzo en las tareas de las que debía haberme preocupado. Principalmente, era responsable del trabajo de riego y del evangélico y, en ese momento, teníamos que cultivar a los trabajadores evangélicos y regadores. Sabía que debía implementarse este trabajo de manera urgente, pero, como teníamos que encontrar personal adecuado, y también debíamos resolver el modo de compartir y de formar a la gente de manera eficaz, algo que requería mucho esfuerzo y energía, no supervisé los detalles. Simplemente, dejé que los diáconos de riego y del evangelio se encargasen. Una vez, informando sobre el trabajo, detecté algunas desviaciones y problemas, y sabía que debía hablar de ellos y resolverlos rápidamente para evitar retrasar el trabajo. No obstante, cuando pensaba en el tiempo y el esfuerzo que me llevaría buscar principios de práctica y soluciones para cada problema, me sentía abrumada y no quería enfrentarme a ello. Decidí, sencillamente, realizar tareas más fáciles. Más adelante, Wang Chen se dio cuenta de estos problemas y tomó la iniciativa de hablar de ellos para resolverlos, a fin de evitar retrasos. Además, había trabajo de depuración que me requería revisar algunos materiales para echar a algunas personas, pero no quería sufrir, así que, siempre que podía, lo aplazaba. A veces, cuando había muchos materiales, no quería gastar mucha energía ni revisarlos con atención y, en una ocasión, casi eché a una persona que no cumplía los criterios para ello. Cuando vi que había hermanos y hermanas cumpliendo deberes que consistían en tareas únicas y no se sobrecargaban ni se desgastaban, sentí envidia. Pensaba que ser líder era demasiado agotador y que daba mucho trabajo, y me preguntaba qué haría si me desgastase totalmente. Sobre todo, cuando aumentaban las dificultades, me sentía todavía más irritada y quería huir de estas tareas. Cuando vi que a quienes habían despedido podían hacer prácticas devocionales espirituales en casa, me pregunté cuándo podría yo también descansar en casa y, de ese modo, no tendría que pensar en estos problemas ni soportar más sufrimiento. Pero entonces pensé en que solamente éramos dos personas las responsables de la obra de la iglesia, ya que a Wang Chen acababan de elegirla y había muchísimo trabajo que hacer. Decir que no cumpliría mis deberes mostraría mi falta de conciencia. Pensar en esto me hizo sentir un tanto culpable. Pero, cuando la presión del trabajo era mucha, seguía sin poder superar mi carne y no quería cumplir mis deberes. Una hermana vio que estaba siendo muy pasiva en mis deberes, así que señaló que yo no tenía sentido de la responsabilidad y que atendía a mi carne. Me sentí un poco angustiada y pensé que no debería gestionar así mis deberes, pero, después, seguía encontrándome a mí misma viviendo en mi carne de manera involuntaria y sentía que este deber era demasiado doloroso y agotador.

Más adelante, una hermana me denunció y, después de que los líderes superiores verificasen e investigasen la situación, me despidieron basándose en mi comportamiento constante. El líder me leyó un pasaje de las palabras de Dios: “Si al creer en Dios la gente no le entrega su corazón, si no lo tiene puesto en Él, si no consideran la carga de Dios como propia, entonces lo único que hacen es un acto de engaño a Dios, un acto común en las personas religiosas, y no recibirá el elogio de Dios. Él no puede obtener nada de este tipo de personas; solo sirven como contraste de Su obra. Son como un adorno en la casa de Dios, están de relleno, son basura, y Dios no hace uso de ellas. No es solo que no haya oportunidad de que el Espíritu Santo obre en ellas, sino que ni siquiera aporta ningún valor que sean perfeccionadas. Este tipo de persona es un verdadero ‘muerto viviente’. El Espíritu Santo no puede utilizar ningún aspecto de ellas; Satanás las ha dominado totalmente y las ha corrompido profundamente. Dios descartará a tales personas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante establecer una relación normal con Dios). Cuando vi la exposición de Dios, que empleaba los términos “contraste”, “adorno” y “basura”, me sentí muy dolida y angustiada. Desde que me convertí en líder, nunca había aceptado de verdad y de corazón mis deberes. Siempre atendía a mi carne y descuidaba muchas tareas específicas. Solo era una líder decorativa y no valía en absoluto para nada positivo. Vi que era basura, una falsa líder que no se involucraba en el trabajo real. Había aceptado mis deberes, pero era irresponsable, me quejaba siempre de la adversidad y del cansancio, y me mostraba reacia a preocuparme. Cuando la carga de trabajo aumentaba, mostraba resistencia. No cumplí bien ni mis responsabilidades ni mis deberes. Esto retrasó el trabajo. El modo en que trataba mis deberes era una traición a Dios ¡y me estaba oponiendo a Él! Incluso envidiaba a quienes habían sido despedidos y pensaba que, si me despidiesen, no estaría tan ocupada. Ya tenía lo que deseaba y, ahora que me habían despedido, podía quedarme en casa y no sufrir en la carne. Pero mi corazón estaba en la oscuridad. Sentía como si Dios me hubiese apartado y estuviese a punto de abandonarme. Y me sentí muy intranquila. En ese momento, comencé a tener miedo y quería volver a Dios.

Más adelante, busqué palabras de Dios que fuesen pertinentes para comerlas y beberlas a fin de abordar mis problemas. Encontré dos pasajes de Sus palabras que me conmovieron profundamente. Dios Todopoderoso dice: “Si de veras tienes sentido de la responsabilidad, eso prueba que tienes conciencia y razón. No importa lo grande o lo pequeña que sea la tarea, no importa quién te la asigne, si la casa de Dios te la encomienda o un líder u obrero de la iglesia te la asigna, tu actitud debería ser: ‘Dado que se me ha asignado este deber, es la exaltación y la gracia de Dios. Debería hacerlo bien, conforme a los principios-verdad. Pese a tener solo un calibre promedio, quiero asumir esta responsabilidad y dar todo de mí para hacerlo bien. Si hago un trabajo deficiente, debería responsabilizarme de ello, y si hago un buen trabajo, esto no es atribuirme el mérito. Esto es lo que debo hacer’. ¿Por qué digo que la forma en que una persona trata su deber es una cuestión de principios? Si de verdad tienes sentido de la responsabilidad y eres una persona responsable, entonces serás capaz de encargarte del trabajo de la iglesia y cumplir bien el deber que te corresponde. Si te tomas tu deber a la ligera, tu visión sobre la creencia en Dios no es correcta, y tu actitud hacia Él y hacia tu deber es problemática. Tu punto de vista respecto a cumplir tu deber es el de hacerlo de manera superficial y solo por inercia y, ya se trate de algo que estés dispuesto a hacer o no, algo que se te dé bien o no, lo abordas siempre con una actitud de salir del paso, así que no eres apto para ser líder u obrero y no mereces hacer trabajo de iglesia. Es más, dicho sin rodeos, los que son como tú son inútiles destinados a no lograr nada y mera gente inservible(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). “Las personas perezosas no son capaces de hacer nada. Resumido en dos palabras, son personas inútiles; tienen una discapacidad de segunda clase. Por muy bueno que sea el calibre de los perezosos, no es más que una fachada; aunque tienen buen calibre, no sirve para nada. Son demasiado perezosos, saben lo que deben hacer, pero no lo hacen y, aunque tengan conocimiento de que algo supone un problema, no buscan la verdad para resolverlo, y si bien saben qué dificultades deben sufrir para que el trabajo sea efectivo, no están dispuestos a soportar ese sufrimiento aunque merezca la pena, así que no pueden obtener ninguna verdad ni realizar ningún trabajo real. No desean soportar las penurias que a las personas les toca soportar; solo saben disfrutar de la comodidad, de los momentos de alegría y ocio, y de una vida libre y relajada. ¿Acaso no son inútiles? Las personas que no pueden soportar la adversidad no merecen vivir. Aquellos que siempre desean vivir la vida de un parásito son personas sin conciencia ni razón, bestias, y tales personas no son aptas siquiera para ser mano de obra. Como no pueden soportar la adversidad, ni siquiera cuando son mano de obra son capaces de hacerlo bien y, si desean obtener la verdad, hay incluso menos esperanzas de ello. Alguien que no puede sufrir y no ama la verdad es una persona inútil, no es apta ni siquiera para ser mano de obra. Es una bestia sin pizca de humanidad. A tales personas se las debe descartar, solo esto concuerda con las intenciones de Dios(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Las palabras de Dios hacen mención a dos tipos de personas y a sus distintas actitudes de cara a sus deberes: uno de los tipos es indiferente a su calibre; primero, adapta su actitud y pone los deberes en su corazón y lo hace lo mejor posible para cooperar y cumplir su deber según las exigencias de Dios. Este tipo de persona tiene humanidad y razón. El otro tipo solo sabe deleitarse en el confort físico. No quiere sufrir adversidades y, cuando el trabajo se vuelve agotador o hay mucho, quiere huir y holgazanear. Las personas de este tipo no pueden cumplir bien sus deberes, aunque tengan buen calibre. Tienen problemas de calidad humana, son incapaces de hacer nada y son basura, y, en última instancia, terminarán siendo reveladas y descartadas por Dios. Al analizar mi propio comportamiento a la luz de esto, descubrí que era basura y una persona vaga como las que Dios exponía. Desde que me convertí en líder, cuando aumentaba la presión en el trabajo y este requería esfuerzo y sacrificio, me irritaba, me quejaba y me preocupaba agotar mi cuerpo. Adoptaba una actitud superficial en mis deberes y dilataba las cosas todo lo que podía. No tenía sentido de la responsabilidad ni llevaba una carga en el trabajo de riego ni en el evangélico, de los que yo era principalmente responsable. Tampoco supervisaba ni ponía en práctica la tarea de cultivar a los trabajadores evangélicos y a los regadores, lo cual retrasó el progreso del trabajo evangélico. A la hora de informar sobre el trabajo, no me molestaba en buscar los principios de práctica para compartir y resolver los problemas que encontraba. También era irresponsable y atendía a mi carne cuando cooperaba en el trabajo de depuración de la iglesia. Tampoco comprobaba con atención los materiales para echar a gente y estuve a punto de deshacerme de una persona a la que no debíamos echar. Basándome en mi comportamiento constante en mis deberes, yo era, de hecho, el tipo de persona con problemas de calidad humana que Dios expone. No mostraba consideración por las intenciones de Dios, no defendía los intereses de la iglesia y era una falsa líder que no se implicaba en el trabajo real. Independientemente de lo mucho que tuviese que hacer en mis deberes o de la importancia de mi trabajo, solo quería satisfacer mi carne. Si había algo más de trabajo de lo normal, me quejaba y gimoteaba, y a menudo utilizaba mi mala salud como excusa para eludir mis deberes. Al final, no cumplía ninguna de mis responsabilidades y retrasaba el trabajo. Incluso mis esfuerzos de contribuir con mano de obra no cumplían con el estándar. Aunque mi salud no era excelente, no tenía ninguna enfermedad grave y, si ponía mi corazón en el deber, todavía podría llevarlo bien. Antes, cuando tenía la actitud correcta en mis deberes, podía confiar en Dios para cooperar en situaciones difíciles y era capaz de solucionar algunos problemas en mi trabajo y evaluarlos con precisión. Pero luego, vivía en un estado de atención a mi carne y, cuando me encontraba con tareas que requerían esfuerzo y sacrificio, quería evadirlas. No llevaba a cabo las tareas que tenía que hacer y, poco a poco, mi espíritu se fue adormeciendo. No solo no era capaz de identificar los problemas, sino que también retrasaba el trabajo. Dios utilizó a mis hermanos y hermanas para denunciarme y, finalmente, me despidieron. Esto reveló la justicia de Dios. Había perdido por completo mi dignidad y mi integridad; a la gente no le caía bien, Dios no me veía con buenos ojos y ni siquiera podía cumplir los deberes que era capaz de hacer. Era, realmente, basura y una persona poco fiable.

Luego, seguí buscando y preguntándome: “¿Por qué siempre me regodeo en el confort y no logro cumplir mis deberes correctamente? ¿Cuáles serán las consecuencias de considerar demasiado mi carne?”. Un día, leí dos pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a llegar a la raíz de este problema. Dios Todopoderoso dice: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). “Mientras más la satisfaces, más libertades se toma; si la satisfaces esta vez, la próxima pedirá más. A medida que esto continúa, las personas llegan a amarla aún más. La carne siempre tiene deseos extravagantes, siempre pide que la satisfagas, y que la gratifiques en su interior, ya sea con lo que comes, con lo que vistes, perdiendo los estribos o complaciendo tu propia debilidad y pereza… Mientras más satisfaces la carne, mayores se vuelven sus deseos, y más disoluta se vuelve ella, hasta llegar al punto de albergar incluso las nociones más profundas, rebelarse contra Dios, exaltarse a sí misma y dudar de Su obra. Mientras más satisfaces la carne, mayores son sus debilidades; sentirás continuamente que nadie muestra consideración por tus debilidades, creerás que Dios ha ido demasiado lejos y dirás: ‘¿Cómo podría Dios ser tan duro? ¿Por qué no les da un respiro a las personas?’. Cuando los seres humanos satisfacen la carne y la valoran demasiado, acaban por arruinarse. […] Se dice que una vez hubo un campesino que vio una serpiente congelada en la carretera. La recogió y la sostuvo contra su pecho, y después de revivir esta lo mordió mortalmente. La carne del hombre es como la serpiente: su esencia es hacer daño a su vida y cuando consigue completamente lo que quiere, la vida se pierde. La carne pertenece a Satanás. Siempre hay deseos extravagantes dentro de ella; la carne solo piensa en sí misma, siempre desea facilidad y quiere disfrutar de la comodidad, regodeándose en la pereza y la holgazanería. Una vez que la hayas satisfecho hasta un determinado punto, te terminará comiendo. Es decir, si la satisfaces una vez, te pedirá que la vuelvas a satisfacer la próxima vez. La carne siempre tiene deseos extravagantes y nuevas exigencias y se aprovecha de que la complazcas para hacer que la valores aún más y vivas entre sus comodidades y, si no puedes vencerla, con el tiempo, acaba por arruinarte(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que el motivo por el cual vivía de una forma tan depravada y atendiendo a mi carne era porque las toxinas satánicas como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “La vida es breve; disfruta mientras puedas” se habían arraigado en mí profundamente. Veía como objetivo de vida el disfrute del confort de la carne y pensaba que vivir significaba tratarme bien y permitir a mi carne vivir cómodamente. Cuando mis deberes implicaban algo de presión y requerían mayor reflexión, me volvía reacia. También me resistía a sufrir y a las cargas sobre mi carne, y sentía que hacerlo era sufrir una pérdida. Por ejemplo, resumir y resolver problemas requería tiempo y esfuerzo, así que dejaba esas tareas a un lado y elegía hacer otras más sencillas, sin considerar en absoluto si dejar de abordar estos problemas rápidamente afectaría al trabajo. Pasaba lo mismo con la cooperación en el trabajo de depuración. Como estaba atendiendo a mi carne, no era meticulosa a la hora de revisar los materiales para echar a alguna persona, y casi me deshice de una a la que no debíamos echar. ¿De qué manera estaba cumpliendo mis deberes? ¡Sencillamente, estaba haciendo el mal! Pero no reflexioné sobre mis problemas y, cuando había mucho trabajo, me quejaba. Incluso deseaba que me despidieran para no tener que preocuparme o hacer demasiado. Siempre me consentía y tenía en cuenta mi carne en todo momento. Vi cuán profundamente me habían dañado las toxinas satánicas, que me volvieron cada vez más depravada. Me había vuelto egoísta, falsa y carente de humanidad. Tuve la oportunidad de ser líder, lo cual implicaba entrar en contacto con más personas, acontecimientos y cosas, buscar y entrar en más principios-verdad, y también aprender a discernir a las personas. Junto con esto, mi corrupción y mis carencias también se veían reveladas, lo que me instaba a reflexionar sobre mí misma, practicar la verdad y modificar mi carácter corrupto. Pero no perseguía la verdad. Vivía de acuerdo con el carácter egoísta y despreciable de Satanás, me deleitaba en el confort, era irresponsable en mis deberes y atendía constantemente a mi carne, lo cual retrasó el trabajo. Cuando Dios utilizó a los hermanos y hermanas para corregirme y compartir conmigo, me planté y me negué a aceptarlo. En consecuencia, no logré llevar a cabo mi trabajo principal y retrasé las cosas. ¡El modo en que trataba mis deberes desembocó en transgresiones y hechos malvados! En ese momento, me di cuenta de que cumplir mis deberes mientras atiendo a mi carne y me deleito en el confort hace un daño real a los demás, pero también a mí misma y, si no resolvía este carácter corrupto y seguía cumpliendo mis deberes de manera irresponsable y superficial, siempre queriendo vivir cómodamente, terminaría cometiendo más maldades y Dios, en última instancia, me desdeñaría y me descartaría. Tras ver el daño y las consecuencias de deleitarme en el confort en mis deberes, oré a Dios y le expresé mi deseo de dejar de rebelarme así y de arrepentirme ante Él.

Más adelante, mi estado mejoró un poco y me eligieron líder de la iglesia de nuevo. Sabía que esta era la oportunidad que Dios me daba de arrepentirme y le estaba muy agradecida. Resolví tener la actitud adecuada y cumplir bien mis deberes. En ese momento, era responsable del trabajo evangélico, principalmente, y, como acababa de llegar a un lugar nuevo, no estaba familiarizada con todos los aspectos de la situación, así que, para hacer bien el trabajo, tenía que pagar un precio mayor. Tras cooperar un tiempo, me sentí un tanto estresada, sobre todo porque había muchas tareas que supervisar cada día. En lo que respectaba al sufrimiento de mi carne, sentía que sería mejor hacer un trabajo consistente en una sola tarea, ya que así no tendría que dedicar tanto tiempo y esfuerzo. Cuando me surgieron estos pensamientos, me di cuenta de que mi estado no era el correcto, así que oré a Dios conscientemente. Más adelante, leí unas palabras de Dios que dicen así: “Si creéis en Dios y queréis obtener Su salvación, debéis cumplir bien vuestro deber. En primer lugar, en el cumplimiento del deber debéis alimentar un sentido de responsabilidad y esforzaros tanto como podáis. Cuando Dios te ve como una buena persona, ya casi estás ahí. Mientras cumplas tu deber, si eres capaz de buscar la verdad, y no importa hasta qué punto se revele tu carácter corrupto o a cuántas dificultades te enfrentes, todavía puedes buscar la verdad para resolverlas; y si tienes una actitud de aceptación y sumisión cuando te poden, entonces tu esperanza de obtener la salvación de Dios se mantendrá completamente intacta. El hecho de que Dios te vea como alguien que busca la verdad es un requisito elevado que, tal vez, aún no puedas cumplir. Te falta la voluntad y la estatura, y tu fe es demasiado débil. Por tanto, para comenzar, deja que los hermanos y las hermanas que hay a tu alrededor te vean como una buena persona, como alguien justo, que ama relativamente las cosas positivas, la justicia y la rectitud, y que es relativamente honesto. Cuando cometes errores, los corriges. Cuando reconoces tu estado rebelde, rápidamente le das la vuelta. Cuando descubres tu carácter corrupto, buscas prontamente la verdad y la comunicación con otros. Una vez has llegado a comprenderlo, entonces puedes arrepentirte. Si buscas de esta manera, sin duda progresarás. En primer lugar, deja que tus hermanos y hermanas te vean como una buena persona, como alguien justo, que tiene entrada en la vida. Entonces, paso a paso, esfuérzate por convertirte en una persona que ama y persigue la verdad. Si pones en práctica esto, te resultará más fácil conseguir la entrada, y será más práctico para ti plantearte esta clase de exigencias. En primer lugar y, ante todo, debes conseguir que tus hermanos y hermanas te reconozcan como una buena persona. ¿Cuáles son los criterios para ser una buena persona? Primero, debes fijarte en el cumplimiento del deber. ¿Cuántos valores y requisitos se deben cumplir al hacerlo? Debes ser diligente y responsable, estar dispuesto a soportar adversidades y pagar el precio, y ser meticuloso al ocuparte de los asuntos, sin actuar de manera superficial. En un nivel ligeramente superior, debes ser capaz de encontrar los principios correctos en cada asunto y actuar de acuerdo con ellos. Independientemente de quien hable, incluso si un hermano o una hermana por quien sientes muy poca admiración expresa un principio correcto y en línea con la verdad, deberías escucharlo, intentar aceptarlo y tratar de rebelarte contra tus propias opiniones y nociones. ¿Qué piensas de esta actitud? (Es buena). Es sencillo hablar de la necesidad de cumplir bien el deber, es algo que se puede decir fácilmente; pero cuesta cumplir el deber realmente con calidad. Requiere pagar un precio y dejar de lado ciertas cosas. ¿Qué deberías ofrecer? Al nivel más básico, debes dedicar tiempo y energías. Cada día, deberías pasar más tiempo y poner más energías que otras personas. Deberías seguir un poco más de tiempo y esforzarte un poco más. Si quieres alimentar un sentido de responsabilidad y cumplir bien tu deber, debes sopesar constantemente cómo cumplir tu deber de manera adecuada. Debes considerar con qué verdades debes equiparte y qué clase de problemas deberías abordar. Después, busca la verdad a través de la oración, expresa tus aspiraciones a Dios, ruégale en serio y pídele que te esclarezca y te guíe. Mientras otros descansan por la noche, deberías dedicarte más a sopesar los problemas que tuviste al cumplir tu deber ese día y qué clase de corrupción revelaste. Deberías reflexionar sobre estas cosas y no descansar hasta haber descubierto una manera de salir adelante, de modo que ese día haya sido productivo y no estéril. Si no consideras cómo resolver estos problemas, no podrás comer ni dormir bien. Esto es sufrir, es el precio que pagas. Tendrás que soportar más adversidades y pagar un precio más alto que otros, y dedicar más tiempo y energías a luchar por la verdad. ¿Es práctico este precio que se debe pagar? (Sí)” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo aquel que cumple bien con el deber con todo su corazón, su mente y su alma ama a Dios). Tras leer las palabras de Dios, entendí que, para juzgar si una persona es buena, los criterios principales son si esa persona ama y persigue la verdad, si puede buscar la verdad para resolver su carácter corrupto en cuanto lo detecta, y de qué manera trata sus deberes, es decir, si puede cumplir sus deberes de acuerdo con las exigencias de Dios y los principios-verdad, si es meticulosa, responsable y está dispuesta a sufrir y a pagar un precio, y si puede buscar la verdad para resolver problemas cuando surgen dificultades. Si alguien puede contemplar estos asuntos y priorizar sus deberes, si tiene un corazón que tiene en cuenta las intenciones de Dios y puede rebelarse contra su carne para practicar la verdad, entonces, a ojos de Dios, esa persona tiene buena humanidad y es de fiar. Al verme a mí misma a la luz de estos puntos, me di cuenta de que estaba muy alejada de las exigencias de Dios, sobre todo cuando pensaba en que había retrasado el trabajo por atender a mi carne y que había ocasionado transgresiones. Ahora que tenía otra oportunidad para cumplir un deber tan importante, no podía seguir como hasta el momento. Tenía que arrepentirme de verdad. En mis capacidades de trabajo, había ciertas carencias, así que debía dedicar más tiempo, pensamiento y esfuerzo y confiar en Dios para cooperar y buscar enseñanzas cuando no entendiera algo. Durante el transcurso de mi cooperación, había una tarea en la que no era muy buena y que me exigía trabajar más duro en los principios-verdad, así que debía invertir más tiempo y esfuerzo que la hermana que era mi compañera. Cuando detectaba problemas en el trabajo y en la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, también consideraba y buscaba en serio maneras de ayudarlos a resolver estas cuestiones lo mejor que podía. Cuando practicaba de esta manera, me sentía tranquila y en paz en mi corazón.

En el pasado, siempre pensaba que vivir significaba tratarme bien, que vivir cómoda y fácilmente era lo más importante y no comprendía lo que era hacerlo de una manera realmente valiosa. Más adelante, leyendo las palabras de Dios, comencé a comprender más de estas cuestiones. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué valor tiene la vida de una persona? ¿Sirve meramente para disfrutar de placeres carnales como comer, beber y divertirse? (No es así). Entonces, ¿qué valor tiene? Compartid vuestros pensamientos. (Para cumplir con el deber de un ser creado, esto es al menos lo que una persona debe lograr en su vida). Así es. Decidme, si las acciones y pensamientos diarios de una persona a lo largo de toda su vida se centran únicamente en evitar la enfermedad y la muerte, en mantener su cuerpo sano y libre de enfermedades, y en esforzarse por alcanzar la longevidad, ¿es este el valor que debería tener su vida? (No). Ese no es el valor que debe tener la vida de una persona. Entonces, ¿cuál es el valor que debe tener? […] Por una parte, se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Por otra, se trata de hacer lo mejor que puedas todo aquello que esté dentro de tus posibilidades y de tu capacidad, alcanzando al menos un punto en el que tu conciencia no te acuse, en el que puedas estar en paz con tu propia conciencia y resultes aceptable a ojos de los demás. Si lo llevamos un poco más lejos, a lo largo de tu vida, con independencia de la familia en la que hayas nacido, tu formación académica o tus aptitudes, debes entender los principios que las personas han de comprender en la vida. Por ejemplo, qué tipo de senda han de seguir, cómo deben vivir y la manera de tener una vida con sentido; al menos debes explorar un poco el verdadero valor de la vida. No puede vivirse en vano y uno no puede venir a esta tierra en balde. En otro sentido, durante tu vida, debes cumplir tu misión; esto es lo más importante. No hablamos de completar una gran misión, deber o responsabilidad; pero como mínimo, debes cumplir con algo. Por ejemplo, en la iglesia algunas personas ponen todo su empeño en la labor de difundir el evangelio, empleando la energía de toda su vida, pagando un precio enorme y ganando a mucha gente. Por eso, sienten que la vida no ha sido en vano y que tienen valor y consuelo. Cuando se enfrentan a la enfermedad o a la muerte, cuando hacen balance de toda su vida y recuerdan todo lo que han hecho, la senda que han recorrido, hallan consuelo en el corazón. No experimentan acusaciones ni remordimientos. Algunas personas no escatiman esfuerzos cuando son líderes en la iglesia o son responsables de un determinado aspecto del trabajo. Desatan su máximo potencial, empleando todas sus fuerzas, gastando toda su energía y pagando el precio del trabajo que realizan. Mediante su riego, liderazgo, asistencia y apoyo, ayudan a muchos sumidos en sus propias debilidades y negatividad a hacerse fuertes y mantenerse firmes, a no retraerse, sino a volver en su lugar a la presencia de Dios e incluso a dar finalmente testimonio de Él. Además, durante el periodo de su liderazgo, llevan a cabo muchas tareas significativas, eliminando a no pocos malvados, protegiendo a muchos de los escogidos de Dios y recuperando varias pérdidas importantes. Todos estos logros tienen lugar durante su liderazgo. Al volver la vista atrás hacia la senda que recorrieron, recordando el trabajo que hicieron y el precio que pagaron a lo largo de los años, no sienten remordimientos ni acusaciones. No sienten arrepentimiento alguno por hacer esas cosas y creen que han vivido una vida valiosa y tienen firmeza y consuelo en el corazón. Eso es una maravilla. ¿Acaso no son esos los frutos que han obtenido? (Sí). Este sentido de estabilidad y consuelo, esta falta de remordimientos, son el resultado y los frutos por su búsqueda de cosas positivas y de la verdad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)). A partir de las palabras de Dios, comprendí lo que es una vida significativa. Como ser creado, lo que le aporta valor a la vida es vivir para cumplir bien mis deberes a fin de completar la comisión de Dios. Los deberes que cumplimos hoy sirven para expandir el evangelio del reino de Dios, y poder cumplir nuestras responsabilidades y aportar nuestro granito de arena es algo que Dios recuerda, y es lo más significativo. Pensaba en los no creyentes, que viven la vida solo para comer y vestir bien. Aunque disfrutan de su carne y no sufren adversidades y se miman hasta el punto de volverse rollizos y orondos, al vivir en este mundo, no saben para qué sirve la vida realmente o cómo vivir de manera significativa. Esa vida no tiene ningún valor y es vivida en vano. Al recordar los momentos en los que cumplía mis deberes, siempre tenía en cuenta mi carne y, cuando me enfrentaba con problemas y dificultades, quería huir y no hacía lo que podía. Aunque mi carne no sufría mucho, en mi corazón quedaban lamentos y deudas irreversibles. Vi que daba igual lo increíble que fuese el placer o el confort, estas cosas no pueden darnos la verdadera felicidad, y que cumplir bien las responsabilidades y los deberes que uno tiene es la única manera de vivir con paz y seguridad. Teniendo esto en mente, encontré la motivación para cumplir mis deberes. Cuando mi carne tenía que sufrir para cumplir mis deberes, pensaba más en que estos eran mi obligación y mi responsabilidad, y que tenía que hacerlo lo mejor posible para cumplir bien mi deber. A veces, cuando estaba ocupada o cansada, me tomaba los descansos adecuados y hacía todo lo que podía en función de mi condición física, y no sentía que mi deber fuese muy difícil o doloroso. Durante el transcurso de mis deberes, también me di cuenta de que ser líder implica que la persona asuma más preocupaciones, pero, al gestionar varios problemas en el trabajo o al ayudar a los hermanos y hermanas a resolver las dificultades en sus estados, pude comprender y ganar más verdades. Dios me hizo un gran favor en este sentido. Que haya logrado comprender esto y haya experimentado esta transformación se debe enteramente a la gracia de Dios. ¡Gracias a Dios!

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