91. Cómo me libré de la envidia

Por Melvin, Corea del Sur

Yo hacía videos en la iglesia y, por lo general, los videos que realizaba tenían algunos aspectos destacados nuevos. Los hermanos y hermanas me apoyaban mucho al verlos y, a menudo, acudían a mí para que los ayudara cuando tenían problemas. Sentía que me estaba yendo bien y que tenía algunos dones y algo de aptitud. En 2016 me eligieron supervisor y me sentí muy feliz. Pensaba que tener la capacidad para ser supervisor significaba que poseía buenas habilidades técnicas y que era algo mejor que los hermanos y hermanas. Para demostrar a todo el mundo que era capaz de hacer mi trabajo, estudié aún más a fondo los conocimientos profesionales. Más tarde, el líder dispuso que la hermana Diane colaborara conmigo. Ella tenía un buen calibre y buenas habilidades técnicas, así que estaba feliz de colaborar con ella. A menudo hablábamos sobre innovaciones para el vídeo y sobre cómo mejorar juntos nuestras técnicas y gracias a nuestros diálogos y debates, siempre obteníamos algo de luz. Sentía que era magnífico tener de compañera a una hermana tan genial. Después de un tiempo, la calidad de los videos que producíamos mejoró notoriamente. A menudo, Diane reunía a todos para aprender habilidades técnicas y, cuando los hermanos y hermanas encontraban dificultades, ella podía compartir y solucionarlas a la luz de las palabras de Dios. Gradualmente, me empecé a sentir un poco celoso de ella. Especialmente al discutir sobre el trabajo, cuando los hermanos y hermanas se reunían a su alrededor para hacer preguntas, me sentía muy molesto y pensaba que me estaban abandonando. Pensé: “Si esto sigue así, ¿no me convertiré en un supervisor de adorno? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas? ¿Pensarán que no soy tan bueno como Diane?”. Entonces, me exigí al máximo en secreto porque pensé: “No puede ser, tengo que trabajar el doble, ¡no puedo quedarme por detrás de ella!”.

Después de esto, dediqué más tiempo a meditar las palabras de Dios, con la esperanza de obtener algo de esclarecimiento en ellas. Así, durante las reuniones, podía compartir conocimientos que el resto no había obtenido. Quería demostrarles a todos que comprendía las cosas mejor que Diane. Cuando aprendía habilidades profesionales, estudiaba con diligencia y a menudo hacía horas extra y me quedaba despierto hasta tarde para buscar información. Sin embargo, los resultados no eran muy buenos y algunas dificultades técnicas seguían sin resolverse. La verdad era que yo sabía que Diane tenía algunos buenos métodos para estudiar habilidades técnicas, pero no estaba dispuesto a preguntarle porque pensaba: “Antes de que ella llegara, era yo quien reunía a los hermanos y hermanas para aprender, y los resultados eran bastante buenos. Si voy y le pregunto, ¿eso no demostrará que no soy tan bueno como ella? Si los hermanos y hermanas se enteran, seguramente dirán que, aunque estuve haciendo mi deber durante mucho tiempo, mi aptitud no es tan buena como la de la hermana recién llegada”. Con esto en mente, me inclinaba todavía menos a pedirle a ayuda. Durante varios días seguidos, no solo no aprendí nada, sino que malgasté mucho tiempo y energía. Era como si una roca pesada me aplastara el corazón, me sentía muy cansado. Luego, mi envidia empeoró. Recuerdo una reunión en particular. Había meditado sobre las palabras de Dios por adelantado, porque pensaba que debía compartir algún nuevo esclarecimiento en esta reunión. Sin embargo, cuando fue mi turno de hablar, me quedé en blanco y no pude compartir lo que ya tenía preparado. Al ver que Diane compartía de forma clara y práctica y que los hermanos y hermanas asentían con la cabeza, me sentí muy disgustado y pensé: “¿No puedes hablar menos y dejarme un poco de imagen? Después de tu plática, ¿cómo me verán todos en comparación? ¿Pensarán que no soy tan bueno como tú?”. Cuanto más pensaba en ello, más crecían mis prejuicios contra Diane. Creía que colaborar con ella me hacía parecer inútil. ¡Me sentía completamente humillado! Después de su plática, no quise decir ni una palabra ni levantar la cabeza, ya que temía que los hermanos y hermanas vieran mi expresión de incomodidad. Diane me preguntó: “¿Tienes algo que agregar?”. Recién ahí reaccioné y, con aparente calma, dije: “No”. Lo único que quería era que la reunión terminara. Después de eso, siempre buscaba excusas para evitarla cuando colaborábamos y, a veces, cuando me enviaba mensajes sobre temas del trabajo, los veía pero no quería responder. En ocasiones, aunque interiormente estuviera de acuerdo con sus opiniones, decía con frialdad cosas como: “Lo que dices aborda un solo aspecto”, lo que implicaba: “No estás siendo exhaustiva, ¡así que deja de intentar destacar!”. Cuando revisábamos los videos que realizaban los hermanos y hermanas, ella ofrecía algunas sugerencias que yo creía que eran apropiadas, pero aun así le buscaba tres pies al gato y señalaba problemas. Después de eso, Diane se tornó muy cuidadosa al hablar conmigo, como si temiera decir algo equivocado. Comenzó a dudar al hablar sobre el trabajo y, a menudo, me preguntaba cosas como: “¿Esto está bien? ¿Qué tal esto otro?”. Cuando compartía en las reuniones, cada tanto me echaba vistazos; me di cuenta de que la estaba limitando y me sentí algo culpable. Percibía que era inapropiado tratarla de esta manera, pero no sabía cómo enfrentarla. A veces, pensaba: “Ojalá no hubiera venido a este equipo; así, aún podría tomar la iniciativa”.

Durante este tiempo, viví en un estado de envidia, constantemente pensaba cómo superar a Diane y mi mente no estaba en mis deberes para nada. Ni siquiera podía encontrar problemas cuando revisaba los videos que hacían los hermanos y hermanas. Un día, vino el líder y me dijo que yo estaba compitiendo por reputación y ganancia, que envidiaba a las personas talentosas, que no estaba colaborando en armonía con los demás y que esto había afectado al trabajo de video y que me destituirían, por lo que debía hacer una profunda introspección. Cuando el líder dijo, esto quedé anonadado; me quedé en blanco y no escuché nada más de lo que compartió conmigo. Al día siguiente, el líder quiso asignarme a realizar diseño gráfico por mis dotes de dibujante, pero la hermana que estaba a cargo del equipo de arte dijo que ya tenía miembros suficientes y no necesitaban a nadie más. Esto fue como una chachetada y sentí que era un inútil que nadie quería y que estaba completamente revelado y descartado. Vivía en un estado de abandono de mí mismo y no quería orar ni leer las palabras de Dios, ni me atrevía a enfrentar a los hermanos y hermanas. Estaba muy dolido. Una noche, me desperté de una pesadilla bañado en sudor, lleno de miedo y ansiedad, y me di cuenta de que, si seguía tan abatido y corrupto, verdaderamente sería revelado y descartado. Me arrodillé y oré a Dios: “Dios, quiero resolver mis problemas, por favor esclaréceme e ilumíname para poder comprenderme y revertir mi estado equivocado”.

Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Como líder de la iglesia no solo has de aprender a usar la verdad para resolver los problemas, también tienes que descubrir y cultivar a la gente de talento, a quienes de ninguna manera debes envidiar ni reprimir. Practicar de esta manera es beneficioso para la obra de la iglesia. Si puedes formar a algunos que persigan la verdad para que cooperen contigo y realicen bien todo el trabajo y, al final, todos vosotros tengáis testimonios vivenciales, entonces eres un líder u obrero cualificado. Si eres capaz de manejar todas las cosas según los principios, entonces estás comprometido con tu lealtad. Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama. Si realmente puedes mostrar consideración con las intenciones de Dios, podrás tratar a otras personas de manera justa. Si recomiendas a una buena persona y permites que reciba formación y cumpla un deber, con lo que la casa de Dios gana así a una persona talentosa, ¿no facilitará eso tu trabajo? ¿No estarás mostrando lealtad en tu deber? Se trata de una buena obra ante Dios, es el mínimo de conciencia y razón que debe poseer alguien que sirve como líder. Aquellos capaces de poner en práctica la verdad pueden aceptar el escrutinio de Dios en las cosas que hacen. Cuando aceptes el escrutinio de Dios, tu corazón se enderezará(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Dios deja en evidencia que las personas siempre temen que los demás sean mejores o estén por encima de ellas, y esto las lleva a atacar y excluir a otros. Esas personas poseen un carácter malévolo y envidian a quienes tienen talento. En ese estado me encontraba yo. Al ver que Diane tenía buena aptitud y buenas habilidades técnicas, y que los hermanos y hermanas la admiraban y le hacían preguntas, me sentí en crisis y temí que ella fuera a superarme. A fin de consolidar mi posición, estudiaba duro para mejorar mis conocimientos profesionales y meditaba sobre las palabras de Dios e incluso durante las reuniones pensaba en cómo compartir para poder superar a Diane. Al ver que ella compartía de forma práctica, sentía envidia y resentimiento, e incluso esperaba que se equivocara para que los hermanos y hermanas dejaran de admirarla. En lo único que pensaba era en proteger mi reputación y mi estatus. ¡Era algo absolutamente egoísta y despreciable por mi parte! El hecho de que Diane tuviera una buena aptitud y que su trabajo rindiera buenos resultados era algo bueno, ya que ayudaba a los hermanos y hermanas y beneficiaba a la obra de la iglesia. Esto era reconfortante para Dios y yo debería haberme alegrado por ello. Pero no consideraba estas cosas y, en cambio, siempre estaba pensando en formas de superar a Diane. Hasta llegué a excluirla a propósito, buscaba los tres pies al gato y mostraba una mala actitud, y esto la había limitado y dañado. Vi que carecía de humanidad y que mi carácter era malévolo. Al darme cuenta de esto, me sonrojé violentamente. ¡Nunca había imaginado ser esta clase de persona!

Luego, lo pensé de nuevo: Siempre había tenido envidia de mi hermana. ¿Qué carácter revelaba yo? ¿Qué lo había causado? Leí las palabras de Dios: “A fin de obtener poder y estatus, lo primero que hacen los anticristos en la iglesia es tratar de ganarse la confianza y la estima de otros, de modo que puedan convencer a más gente y hacer que más personas los admiren e idolatren, para así lograr su meta de tener la última palabra en la iglesia y ostentar el poder. En lo que se refiere a obtener poder, son los más diestros a la hora de competir y luchar contra otras personas. Su competencia principal son aquellos que persiguen la verdad, que tienen prestigio en la iglesia y que son amados por los hermanos y hermanas. Cualquier persona que suponga una amenaza para su estatus es su oposición. Compiten con determinación contra aquellos más fuertes que ellos y, también, contra los más débiles sin sentir lástima alguna. Su corazón está lleno de filosofías de batalla. Creen que nadie podrá obtener ningún beneficio si no compite y lucha, y que solo si lo hacen les será posible conseguir lo que quieren. Con el fin de obtener estatus y lograr una posición destacada entre un grupo de personas, hacen todo lo que sea necesario para competir con los demás y no se apiadan de nadie que suponga una amenaza para su estatus. Se relacionen con quien se relacionen, rebosan de ganas de batallar y siguen luchando incluso cuando llegan a viejos. A menudo dicen: ‘¿Podría ganarle a esa persona si compitiera contra ella?’. Cualquiera que sea elocuente y sea capaz de hablar de manera lógica, estructurada y metódica, se convierte en el objetivo de su envidia y de su imitación. Más aún, se convierte en su competencia. Cualquiera que persiga la verdad y posea fe, que sea capaz de ayudar y apoyar a los hermanos y hermanas con frecuencia, y les permita resurgir de la negatividad y la debilidad, se convierte también en su competencia, igual que cualquiera que sea un experto en cierta profesión y cuente de algún modo con la estima de los hermanos y hermanas. Quien consigue resultados en su trabajo y obtiene el reconocimiento de lo Alto, se convierte naturalmente en una fuente incluso más grande de rivalidad para ellos. ¿Cuáles son los lemas de los anticristos, sea cual sea el grupo en el que se encuentren? Compartid vuestros pensamientos. (Luchar contra otras personas y contra el cielo es una fuente de infinita diversión). ¿Acaso no es esto una locura? Sí. ¿Alguno más? (Dios, ¿acaso no piensan: ‘Yo soy el único soberano del universo’? Es decir, quieren ser los más grandes y, estén con quien estén, siempre quieren superarlo). Esta es una de sus ideas. ¿Alguna otra? (Dios, he pensado en cinco palabras: ‘El ganador es el rey’. Creo que siempre quieren ser superiores a los demás y destacar, estén donde estén, y se esfuerzan por ser los más grandes). La mayoría de lo que habéis dicho son tipos de ideas; tratad de emplear un tipo de comportamiento para describirlos. Los anticristos no quieren necesariamente ocupar el mejor puesto independientemente de donde se encuentren. Cada vez que van a alguna parte, tienen un carácter y una mentalidad que los incitan a actuar. ¿Qué mentalidad es esta? La de ‘¡Debo competir! ¡Competir! ¡Competir!’. ¿Por qué ‘competir’ tres veces y no solo una? (La competición se ha convertido en su vida, viven para ello). Este es su carácter. Nacieron con un carácter salvajemente arrogante y difícil de contener, es decir, se ven a sí mismos como mejores que el resto y son extremadamente egoístas. Nadie puede limitar su carácter increíblemente arrogante, ni ellos mismos son tampoco capaces de controlarlo. Así que su vida es lucha y competición. ¿Por qué luchan y compiten? Naturalmente, compiten por fama, ganancias, estatus, imagen y por sus propios intereses. No importa qué métodos tengan que utilizar, mientras todo el mundo se someta a ellos y siempre que obtengan beneficios y estatus para sí mismos, habrán alcanzado su objetivo. Su voluntad de competir no es un entretenimiento temporal, es un tipo de carácter que viene de una naturaleza satánica. Es igual que el carácter del gran dragón rojo que lucha contra el Cielo, lucha contra la tierra y contra la gente. Así, cuando los anticristos luchan y compiten con otros en la iglesia, ¿qué quieren? Sin duda, compiten por reputación y estatus(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). A partir de las palabras de Dios, comprendí que los anticristos tienen un carácter de: “¡Compite! ¡Compite!”. Creen que solo por medio de la competencia y la lucha uno puede obtener lo que desea. Por ello, no importa entre qué grupo de personas se encuentren, lucharán con uñas y dientes para llegar a la cima. Esta esta la esencia-naturaleza de un anticristo. Al hacer introspección a la luz de las palabras de Dios, comprendí que yo también había revelado este tipo de carácter. Cuando vi que Diane recibía la aprobación y admiración de los hermanos y hermanas, mi corazón se llenó de resentimiento. Sentía que, como yo ya había estado haciendo videos y tenía algo de experiencia y habilidades profesionales, no era peor que ella. Antes de su llegada, los hermanos y hermanas solían discutir todos sus problemas y dificultades conmigo y todos me tenían gran estima. Pero ahora, todos se apiñaban alrededor de ella para hacerle preguntas y esto era algo que no podía aceptar. Sentía que me había robado el protagonismo y quería recuperar mi corona. Por tanto, trabajé duro entre bambalinas, dedicando horas extra a aprender habilidades técnicas e, incluso cuando leía las palabras de Dios, no lo hacía para comprender la verdad ni resolver mis propios problemas, sino para captar teorías profundas a fin de alardear y ganar la admiración de los demás. En mi corazón, siempre pensaba cómo superar a Diane, cómo menospreciarla y cómo consolidar mi posición. También consideraba que mi experiencia pasada era un capital y pensaba que, como tenía algo de conocimiento profesional, era excepcional y que debía ser mejor que los demás y no podía quedarme atrás. Así pues, cuando veía que una persona era mejor que yo, sentía resentimiento y quería competir y luchar contra ella. ¡Me había vuelto verdaderamente arrogante y carente de razón! Vi que: “¡Compite! ¡Compite! ¡Compite!” se había convertido en mi naturaleza. ¡Lo que revelaba era el carácter de un anticristo! Al darme cuenta de esto, sentí arrepentimiento y culpa en mi corazón, y me odiaba por tener un deseo tan abrumador de reputación y estatus, y por trastornar y perturbar la obra de la iglesia y por dañar a mis hermanos y hermanas para consolidar mi posición. ¡Realmente carecía de humanidad!

Luego, leí las palabras de Dios: “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío. Sin embargo, poco a poco, todos reconoceréis un día que la fama y la ganancia son grilletes enormes que Satanás usa para atar al hombre. Cuando llegue ese día, te resistirás por completo al control de Satanás y a los grilletes que Satanás usa para atarte. Cuando llegue el momento en que desees deshacerte de todas las cosas que Satanás ha inculcado en ti, romperás definitivamente con Satanás y detestarás verdaderamente todo lo que él te ha traído. Sólo entonces la humanidad sentirá verdadero amor y anhelo por Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). A partir de las palabras de Dios, me di cuenta de que la raíz de mis celos hacia los demás era la esclavitud de mi deseo de estatus. En el fondo, me aferraba a las nociones de: “Destácate del resto”, “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, “El hombre siempre debe esforzarse por ser mejor que sus coetáneos”, entre otras. Estos venenos satánicos se habían convertido en mi naturaleza e hicieron que mi carácter fuera cada vez más arrogante. Siempre quería destacar entre la multitud y competía por ser admirado; especialmente desde que creía que tenía algunos dones y calibre, me volví aún más sentencioso y actuaba con superioridad. Cuando veía que otros eran mejores que yo, sentía envidia y no podía evitar competir y compararme con ellos y, si no lograba superarlos, me sumía en el abatimiento y el dolor. La fama, la ganancia y el estatus se habían vuelto como grilletes invisibles que me atrapaban y sujetaban sin control, como si la vida careciera de sentido o valor de no ser por la persecución de la fama y la ganancia. Cuando iba a la escuela, la idea de perseguir la fama, la ganancia y el estatus arraigó en mi joven corazón y quería ser el mejor en todo lo que hiciera. A fin de obtener buenas calificaciones y destacarme, estaba dispuesto a soportar cualquier adversidad entre bambalinas para conseguirlo. Cuando entré en el mercado laboral, estaba decidido a trabajar duro por dinero para ganar la admiración de los demás, incluso a expensas de mi salud. Como resultado, arruiné mi salud desde joven y estuve cerca de perder la vida. Aún después de encontrar a Dios, seguía atado por la fama, la ganancia y el estatus; No era capaz de superar mi envidia hacia los que destacaban más que yo y no podía dejar de competir con ellos, ya que quería probar que era mejor. Cuando veía que ascendían a cualquier hermano o hermana, que le asignaban un rol importante o que compartía la verdad de manera práctica, sentía una profunda envidia. Como cuando colaboraba con Diane, vi que ella era mejor que yo y sentí envidia y resentimiento. Llegué a soñar varias veces que competía y luchaba contra ella; vivía retorciéndome de dolor. Dedicaba casi todos mis pensamientos y mi energía a perseguir la fama y los beneficios, y no deseaba para nada asentarme y buscar la verdad, ni tampoco pensaba en cómo hacer bien mis deberes. Descuidaba mis responsabilidades e iba contra los requerimientos de Dios. Perseguir la fama, la ganancia y el estatus no solo hacía que mi vida fuera dolorosa, sino que también dañaba a mi hermana y retrasaba el progreso del trabajo de video. Si no me arrepentía, al final Dios me revelaría y me descartaría. Darme cuenta de esto me aterrorizó. Me apresuré a orar a Dios para arrepentirme, porque ya no quería seguir viviendo según mi carácter corrupto.

Un día, durante mis devocionales espirituales, leí las palabras de Dios: “Si Dios te hizo necio, entonces tu necedad tiene sentido; si te hizo brillante, entonces tu brillantez tiene sentido. Cualesquiera que sean los talentos que Dios te conceda, cualesquiera sean tus puntos fuertes, sea cual sea tu coeficiente intelectual, todo tiene un propósito para Dios. Todas estas cosas fueron predestinadas por Dios. Él ordenó hace mucho tiempo el papel que desempeñas en tu vida, el deber que cumples. Hay personas que se dan cuenta de que otros tienen puntos fuertes que ellas no y están insatisfechas. Quieren cambiar las cosas aprendiendo más, viendo más y siendo más aplicadas. Pero lo que pueden lograr con su diligencia tiene un límite y no pueden superar a los que tienen dones y experiencia. Por mucho que te esfuerces, es inútil. Dios ha ordenado lo que vas a ser y nadie puede hacer nada por cambiarlo. Debes esforzarte en aquello en lo que seas bueno. Sea cual sea el deber para el que eres apto, ese es el que debes realizar. No trates de meterte a la fuerza en campos ajenos a tus habilidades y no envidies a los demás. Cada uno tiene su función. No pienses que puedes hacerlo todo bien, o que eres más perfecto o mejor que los demás, ni desees reemplazar a otros y jactarte. Ese es un carácter corrupto. Hay quienes piensan que no saben hacer nada bien y que no tienen ninguna habilidad. Si ese es el caso, limítate a ser una persona que escuche y se someta de manera sensata. Haz lo que puedas y hazlo bien, con todas tus fuerzas. Con eso es suficiente. Dios quedará satisfecho. No pienses siempre en sobrepasar a los demás, en hacerlo todo mejor que el resto y destacar entre la multitud en todas las cosas. ¿Qué clase de carácter es ese? (Un carácter arrogante). La gente siempre tiene un carácter arrogante, e incluso si quiere luchar por la verdad y satisfacer a Dios, se queda corta. Estar controladas por un carácter arrogante vuelve a las personas muy propensas a desviarse. […] Cuando tienes un carácter así, siempre estás tratando de reprimir a los demás, de superarlos, siempre compites, siempre intentas aprovecharte de los demás. Eres muy envidioso, no cedes ante nadie y siempre estás tratando de destacar entre la multitud. Eso augura problemas; así es como actúa Satanás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Gracias a las palabras de Dios, comprendí que la aptitud de una persona está predestinada por Dios y conlleva Sus intenciones. Las personas deben aprender a someterse, ponerse en el sitio que les corresponde como seres creados y emplear sus fortalezas para hacer bien sus deberes. No deben forzarse en materias para las que no tienen capacidad ni competir con los demás, sino que deben saber someterse a las orquestaciones y arreglos de Dios y colaborar en armonía con los hermanos y hermanas para complementarse mutuamente. Esta es la manifestación de las personas con razón. Volviendo a mis relaciones con Diane, al principio, fui capaz de ver sus fortalezas, pero, a medida que mi envidia se acrecentaba, mis deseos me dominaron. No podía ver con claridad, era como si estuviera cegado, y mi envidia se hizo cada vez más fuerte. La verdad era que Diane era bastante meticulosa y consideraba los problemas de forma exhaustiva y era muy cuidadosa, sobre todo cuando se trataba de cuestiones de principios. Yo, en cambio, solía pensar de forma más simple, lo que a menudo obligaba a rehacer el trabajo, y también era incapaz de manejar cuestiones de principios. Además, Diane era buena a la hora de reunir a todos para que aprendieran, era capaz de captar puntos clave cuando estudiaba y comunicaba las cosas de forma ordenada y con pensamientos claros. Siempre que hablábamos sobre el trabajo, su plática complementaba los puntos que yo podía haber pasado por alto, y eso hacía que nuestras discusiones fueran más exhaustivas. Sus fortalezas complementaban mis debilidades y esta colaboración mejoraba los resultados de nuestros deberes. Al comprender esto, tuve una sensación de liberación en mi corazón.

Luego, tomé la iniciativa de acercarme a Diane y hablarle abiertamente de mi reciente estado de envidia y me disculpé con ella. Diane se alegró de ver el entendimiento que había ganado y se sinceró conmigo sobre la corrupción que ella misma también había revelado y las lecciones que había aprendido. Practicar de esta forma me hizo sentir liberado. Luego, cada vez que la iglesia necesitaba que hiciera un trabajo, colaboraba activamente y mi estado mejoró mucho. Después de un tiempo, los líderes me asignaron para supervisar nuevamente el trabajo de video y agradecí a Dios con sinceridad. Una vez, colaboraba con Diane en un video, ella principalmente se ocupaba de informar el progreso y comunicar los problemas a los líderes. A veces, los líderes le pedían actualizaciones y yo me sentía un poco incómodo porque pensaba: “Me esfuerzo mucho entre bambalinas para hacer este video pero, al final, la que informa el trabajo y recibe atención es Diane. ¿Pensarán los líderes que no soy tan bueno como ella?”. En ese momento, me di cuenta de que la envidia afloraba de nuevo, así que oré a Dios rápidamente en mi corazón para tratar de rebelarme en contra de mí mismo. Pensé en las palabras de Dios: “Debes aprender a dejar ir estas cosas y hacerlas a un lado, a recomendar a otros y permitirles sobresalir. No luches ni te apresures a sacar ventaja de oportunidades para sobresalir y destacar. Debes ser capaz de dejar de lado tales cosas, pero además no debes demorar el desempeño de tu deber. Sé una persona que trabaja en silencio y anonimato y que no alardea delante de los demás mientras lleva a cabo su deber con lealtad. Cuanto más dejes ir tu orgullo y estatus y más hagas a un lado tus intereses, más en paz te vas a sentir, más luz habrá en tu corazón y más mejorará tu estado. Cuanto más luches y compitas, más oscura se volverá tu condición. Si no me crees, ¡prueba a ver! Si quieres darle la vuelta a esta clase de estado corrupto y que estas cosas no te controlen, debes buscar la verdad y comprender claramente la esencia de tales cosas, y dejarlas de lado y abandonarlas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me brindaron principios de práctica. Cuando se trata de situaciones que involucran destacar o ser el centro de atención, tengo que aprender a desprenderme de mi deseo y hacerlo a un lado. Esto es lo que exige Dios y lo que las personas deberían practicar. Esta vez, quería satisfacer a Dios en este aspecto, así que, independientemente de cómo me vieran los líderes o de lo que pensaran de mí los hermanos y hermanas, tenía que hacer todo lo posible por cumplir bien con mis responsabilidades. Aunque los demás no me vieran, debía aceptar el escrutinio de Dios y hacer bien mis deberes. Además, que Diane informara proactivamente el trabajo a los líderes no estaba mal, ya que mostraba que tenía una actitud honesta y responsable hacia el trabajo. Diane hablaba de forma relativamente clara, era buena en eso, y que fuera capaz de informar claramente beneficiaba al trabajo. Al entender esto, sentí un alivio enorme.

Luego, pude colaborar normalmente con Diane. A menudo debatíamos sobre el trabajo y resumíamos los problemas juntos y, con frecuencia, le pedía consejo sobre problemas técnicos y aprendía mucho de ella. Comprendí que colaborar en armonía es muy beneficioso para hacer bien nuestros deberes. ¡Gracias a Dios!

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