47. Ahora sé cómo tratar el matrimonio

Por Song Xiao, China

Mi abuela me predicó el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días cuando tenía 18 años. A través de la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso, entendí que Dios expresa la verdad y lleva a cabo la obra del juicio en los últimos días para purificar y salvar a las personas, clasificarlas según su tipo y, en última instancia, poner fin a esta era. Nunca antes había creído en el Señor Jesús y tuve la suerte de alcanzar la etapa final de la obra de Dios. Esto fue la gracia que Dios me dio. Debo creer en Dios con sinceridad y cumplir mi deber para retribuir Su amor. Desde entonces, busqué con entusiasmo y leí a menudo las palabras de Dios, y me reuní con mis padres y mi abuela. También cumplí con mis deberes activamente. Tras seis meses, dejé mi hogar para cumplir mi deber, ya que era lo que el trabajo necesitaba. De vez en cuando, buscaba un momento para volver a casa cuando pasaba por mi ciudad natal.

En 2019, tenía 25 años. Una vez, cuando regresé a casa, mi padre me dijo: “Hijo, ya tienes edad para casarte y deberías formar tu propia familia. Mira a tu primo y su esposa. Después de casarse, pudieron seguir cumpliendo sus deberes en la iglesia y les fue bien”. Me dio otro par de ejemplos de hermanos y hermanas jóvenes que se habían casado y trató de persuadirme para que hiciera lo mismo. Le dije: “Estoy ocupado cumpliendo mi deber. Realmente no tengo ganas de casarme y tener una vida de familia. En esta vida, solo quiero dedicar todo mi tiempo a creer en Dios y cumplir mi deber. Solo al perseguir la verdad y cumplir bien con nuestros deberes pueden tener sentido nuestras vidas. Dios dice: ‘Las familias de algunas personas las oprimen de tal modo que no pueden creer en Dios a no ser que se casen. De esta manera, paradójicamente, el matrimonio les resulta de ayuda. A otras personas el matrimonio no les reporta beneficios, sino que les cuesta lo que alguna vez tuvieron(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (7)). Nadie en nuestra familia me persigue, así que quiero dedicar todo mi tiempo a cumplir mi deber. Esto beneficiará mi búsqueda en la vida”. Mientras hablaba, vi que mi padre estaba acostado en la cama y parecía decepcionado. Con voz baja, murmuró: “Dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber es recorrer la senda correcta. Si decides no casarte, es tu elección y no me interpondré en tu camino. Pero, cuando pienso en nuestra familia, que se ha mantenido por medio de un solo hijo varón durante tres generaciones, y en que nuestro linaje familiar terminará contigo si no te casas, se me entristece el corazón. Por eso pensé en hablar contigo acerca de si considerarías casarte, como tu primo”. Luego, mi padre nunca más volvió a intentar persuadirme del tema.

Después del festival de primavera de 2024, arrestaron a algunos hermanos y hermanas en la zona donde yo cumplía mi deber. Me quedé por un tiempo sin una casa de acogida adecuada donde vivir, así que propuse a los líderes que regresaría a casa temporalmente. Mientras estaba en casa, mi madre me hablaba de vez en cuando sobre casarme. Una vez, me presentó a las hijas de un par de hermanas. Pensó que una de ellas era bastante agradable y me preguntó qué pensaba al respecto. Apenas la oí, pensé: “El asunto de mi matrimonio ha sido un peso constante en la mente de mis padres y ahora han tomado medidas. Si me niego directamente, le haré demasiado daño a mi madre”. Así que llevé la conversación hacia otro tema y traté de evitarlo a propósito. Una noche, estaba charlando con mi madre. Mi madre dijo con solemnidad: “Hijo, ¿sabes por qué ahorré todo este dinero? Una razón es para pagar la atención médica de tu abuela; la otra es para que tú te cases. Ahora que tu abuela ha fallecido, el único asunto importante que queda en nuestra familia es tu matrimonio. Si conoces a una persona apropiada, ¡deberías casarte! No se será un estorbo para tu fe en Dios. Ya tienes treinta años y los años siguen pasando. Si no te casas, no tendrás a nadie para hacerte compañía y acabarás solo. Tu padre y yo también nos estamos haciendo mayores y no podremos acompañarte toda la vida”. Al escuchar estas palabras de mi madre, sentí un leve dolor en el corazón. A lo largo de los años, mi postura sobre el matrimonio siempre había sido muy firme, pero ahora estaba vacilando de verdad. Recordé cuando mi abuela había fallecido el año anterior. Sentí que, con un pariente menos en el mundo, había una persona menos que pudiera hacerme compañía y sentí una especie de escalofrío en el corazón. “Si no me caso, cuando mis padres fallezcan, viviré mi vejez en soledad”. Además, mis padres nunca me habían hecho exigencias desde que era niño. Me habían apoyado todos estos años mientras estuve fuera de casa cumpliendo mi deber. No había logrado satisfacer esta mínima expectativa, la única que habían puesto en mí en la vida. Sentí que había decepcionado a mis padres. Pero luego tuve otro pensamiento: “Si me caso y tengo hijos, tendré más enredos en mi vida y tendré menos tiempo y energía para mi deber. Hasta es posible que no sea capaz de cumplir mi deber. Este es el caso de un hermano, cuya vida lo obligó a volver al mundo a ganar dinero después de casarse. Ni siquiera podía asistir a las reuniones con frecuencia. Recibí la gracia de Dios de venir a Su casa a cumplir mi deber y, a lo largo de estos años, Dios me ha dado muchísimo. Si no cumpliera mi deber y, en cambio, eligiera llevar una vida de casado, ¡estaría defraudando a Dios!”. Así que le dije a mi mamá: “No quiero formar una familia. Una vez que forme una familia, tendré demasiados enredos, y mi deber se verá afectado. Estoy bien solo. Solo disfruta de tu vida y no te preocupes por mí”. Cuando mi madre me oyó decir esto, se puso tan triste que bajó la cabeza y no dijo nada más. Esto me hizo pensar en la imagen de mi padre unos años antes, triste y decepcionado, y se me ablandó el corazón de repente. Pensé: “Si ni siquiera puedo satisfacer a mis padres con esto y, además, los avergüenzo frente a nuestros familiares y amigos, y los demás se burlan y los juzgan, ¿no sería demasiado egoísta de mi parte? Soy el único hijo que mis padres han traído al mundo y han criado, así que mi familia no tendrá descendencia si no me caso y tengo hijos. Habré defraudado a mis padres y antepasados. ¿No es esto ser mal hijo? Mis familiares y amigos siempre me preguntan cuándo me voy a casar. Algunos de ellos dicen que mis padres no están asumiendo la responsabilidad que deben. Dicen que, aunque ya soy lo suficientemente mayor, ni siquiera tengo esposa, mucho menos hijos, y que estoy poniendo fin al linaje familiar. Si sigo sin darme prisa para formar una familia y hacer carrera, ¡quién sabe qué más dirán a mis espaldas!”. Durante esa época, este asunto me perturbaba y a veces no podía dormir ni siquiera pasada la medianoche. Pensé: “He estado cumpliendo mi deber fuera de casa todos estos años y he visto a algunos hermanos y hermanas de mi edad que se han casado y han tenido hijos. Aunque tienen muchos enredos, todavía pueden cumplir algunos deberes. ¿Qué pasaría si encontrara a alguien apropiado, me casara y creyera en Dios al mismo tiempo que viviera esa vida? No debería dejar que mis parientes y amigos digan que estoy poniendo fin al linaje familiar, ya que eso avergonzaría a mis padres ante ellos. Pero casarme y tener hijos me traerá enormes enredos y pondrá grandes limitaciones a mi capacidad de cumplir mi deber, sin beneficiar en lo más mínimo mi fe en Dios ni mi búsqueda de la verdad…”. Tenía un dilema. Luego, los líderes me encontraron una familia de acogida adecuada y me enviaron una carta pidiéndome que fuera a cumplir mi deber. Mi madre lloró cuando nos despedimos. Me sentí extremadamente triste y me obligué a contener las lágrimas para que mi madre no las viera. Sentí que había decepcionado a mis padres en la vida. Ni hablar de que, como su hijo, no había podido hacerles compañía, también había hecho que se preocuparan por mí y que los demás chismosearan a sus espaldas. Al vivir en este estado, me sentía atormentado y el desempeño de mi deber también se veía afectado. Sabía que mi estado no era correcto, así que leí conscientemente las palabras de Dios para corregir el problema.

Una tarde, de repente, recordé un himno de las palabras de Dios que había escuchado antes: Lo que los jóvenes deben buscar. Entonces, busqué este pasaje de las palabras de Dios y lo leí. Dios Todopoderoso dice: “Los jóvenes no deberían carecer de aspiraciones, motivación ni de un deseo entusiasta por superarse; no deberían desanimarse respecto a sus perspectivas ni perder la esperanza en la vida ni la confianza en el futuro; deberían tener la perseverancia de seguir el camino de la verdad que han escogido ahora para hacer realidad su deseo de dedicar toda su vida a Mí. No deberían carecer de la verdad ni albergar hipocresía e injusticia, sino mantenerse firmes en la postura apropiada. No deberían simplemente dejarse llevar, sino tener el espíritu de atreverse a hacer sacrificios y luchar por la rectitud y la verdad. Las personas jóvenes deberían tener la valentía de no sucumbir ante la opresión de las fuerzas de la oscuridad y de transformar el sentido de su existencia. Las personas jóvenes no deberían resignarse a la adversidad, sino ser abiertos y francos, con un espíritu de perdón hacia sus hermanos y hermanas. Por supuesto, estas son Mis exigencias para todos y Mi consejo para todos. Más aún, son Mis palabras tranquilizadoras para todas las personas jóvenes. Deberíais practicar conforme a Mis palabras. Las personas jóvenes, en particular, no deberían carecer de la determinación para ejercer el discernimiento en los asuntos ni para buscar la rectitud y la verdad. Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera. Las personas vienen a la tierra y es raro que Me encuentren; también es raro tener la oportunidad de buscar y obtener la verdad. ¿Por qué no habríais de valorar este hermoso tiempo como la senda correcta de búsqueda en esta vida? ¿Y por qué sois siempre tan despectivos hacia la verdad y la rectitud? ¿Por qué estáis siempre pisoteándoos y destruyéndoos por la injusticia y la inmundicia que juega con las personas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Al leer las palabras de Dios, sentí como si Dios me estuviera guiando en persona. Me sentí extremadamente motivado. Vi que Dios tiene grandes expectativas en que los jóvenes persigan la verdad. Como joven, creer en Dios no solo requiere que tenga los ideales y objetivos de perseguir para ganar la verdad, sino que también tenga una postura: no puedo dejarme llevar por la corriente, sino que debo ser capaz de discernir las cosas. Pensé en Pedro. Él comenzó a creer en Dios cuando era joven. Anhelaba la justicia y tenía sed de la verdad. Sus padres le exigían que fuera a la escuela para que pudiera conseguir algún tipo de cargo oficial cuando fuera más grande, pero Pedro sabía que eso iba en contra de perseguir la senda correcta y que era una vida vacía. No se vio limitado por sus padres y siguió eligiendo recorrer la senda de la fe en Dios. Pedro podía distinguir lo correcto de lo incorrecto y tomó una postura firme. Fue capaz de detestar, rechazar y negarse a seguir lo que venía del hombre, así como de soportar la humillación y hasta dar su vida para seguir lo que venía de Dios. Al final, Dios lo perfeccionó y Pedro vivió la más significativa de las vidas. Al compararme con la experiencia de Pedro, me sentí profundamente avergonzado. Cuando los no creyentes me condenaron por el asunto del matrimonio y tuve que soportar cierta humillación y dolor, cambié mi postura. Pensé que casarme y tener hijos para cumplir mis deberes filiales hacia mis padres era tan importante como hacer los deberes de un ser creado. Estaba parado en dos botes al mismo tiempo, con un pie en cada uno: ambos lados eran inestables porque no había elegido ninguno. Ahora estamos en el período crítico en el que Dios obra para salvar a la gente. Si me casara y tuviera hijos en este momento, tendría que trabajar duro para mantenerlos y no tendría mucho tiempo y energía para cumplir mi deber ni para perseguir la verdad. Si perdiera las condiciones favorables que tengo ahora, me arrepentiría de por vida. Cuando lo entendí, vi que mi deseo de formar una familia mientras creía en Dios y hacía mi deber de forma adecuada al mismo tiempo simplemente no era realista. Una vez que me casara, es posible que ya no dependiera de mí. No podía dejarme influenciar por mis padres. Debía persistir en mi búsqueda. Al darme cuenta de esto, mi corazón ya no se sintió tan atormentado ni en conflicto. Sin embargo, después, cada vez que se presentaba un entorno adecuado, seguía con la idea de querer casarme y llevar ese tipo de vida. Una vez, oré con sinceridad a Dios: “Querido Dios, el día que regresé a Tu lado, decidí que te seguiría durante toda mi vida, me esforzaría por Ti y haría los deberes de un ser creado. Pero, últimamente, he estado pensando sin cesar en encontrar una pareja, formar una familia y llevar una vida de familia, mientras creo en Dios. No quiero caer de esta manera, pero no tengo la fortaleza para afianzar mi determinación. Te ruego que me guíes para salir de este estado incorrecto”.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios y obtuve cierta comprensión sobre mi problema. Dios Todopoderoso dice: “Hay quienes no soportan el agobio de sus padres. Al principio piensan que es una maravilla ser solteros y tener solo que cuidarse a sí mismos. En especial tras empezar a creer en Dios, como están muy ocupados cumpliendo todos los días con su deber, carecen de tiempo para pensar en tales cosas y no tienen citas ni planes futuros de casarse. Sin embargo, no pueden escapar del escrutinio de sus padres. Ellos no están de acuerdo, siempre les meten prisa y los presionan. Cada vez que ven a sus hijos, empiezan a agobiarles: ‘¿Estás saliendo con alguien? ¿Hay alguien que te guste? Date prisa y tráelo a casa para que podamos echarle un vistazo. Si es adecuado, sienta la cabeza de una vez. ¡Ya no eres joven! Las mujeres tienen treinta años y no se han casado, y los hombres tienen treinta y cinco y no buscan pareja; ¿qué es esto? ¿Es un intento de poner el mundo patas arriba? ¿Quién va a cuidar de ti cuando seas vieja si no te casas?’. Los padres siempre se preocupan y se afanan en este asunto, quieren que busques a esta o aquella persona, te presionan para que te cases y encuentres una pareja. Y después de casarte, siguen fastidiando: ‘Date prisa y ten un niño mientras todavía soy joven. Yo te lo cuidaré’. Dices: ‘No me hace falta que cuides de mis hijos. No te preocupes’. Responden: ‘¿Qué quieres decir con que no me preocupe? ¡Date prisa y ten un hijo! Cuando nazca, te lo cuidaré yo. Cuando sea un poco mayor, entonces te encargas tú’. No importa si las actitudes o expectativas de los padres son las correctas, sean cuales sean, siempre suponen una carga para los hijos. Si escuchan a sus padres, se sienten incómodos e infelices. Si no lo hacen, tienen cargo de conciencia: ‘A mis padres no les falta razón. Son muy mayores y no me han visto casarme ni tener hijos. Están apesadumbrados, así que me meten prisa para que lo haga. Esa es también su responsabilidad’. Entonces, en lo que respecta a lidiar con las expectativas de sus padres sobre esto, la gente en el fondo siempre tiene la vaga sensación de que supone una carga. Tanto si los escuchan como si no, parece un error, y en cualquier caso opinan que desobedecer las exigencias o los deseos de sus padres es muy deshonroso e inmoral. Es un asunto que les pesa en la conciencia. Algunos padres llegan incluso a interferir en las vidas de sus hijos: ‘Date prisa y cásate y ten niños. Dame primero un nieto grande y saludable’. De este modo, llegan incluso a intentar entrometerse en el género de su bebé. Ciertos padres también dicen: ‘Ya tienes una hija, date prisa y dame un nieto varón, quiero un nieto y una nieta. Tú y tu esposa estáis ocupados con vuestra fe en Dios y cumpliendo con vuestro deber todo el día. No estáis haciendo el trabajo que os corresponde, tener hijos es muy importante. ¿No sabes que: “De los tres tipos de desamor filial, el peor es no tener heredero”? ¿Crees que solo con tener una hija es suficiente? ¡Será mejor que te apresures y me des también un nieto! Eres el único hijo varón en nuestra familia, si no me das un nieto, ¿acaso no terminará nuestro linaje?’. Lo consideras: ‘Es cierto, si el linaje acaba conmigo, ¿no estaré defraudando a mis antepasados?’. Así que no casarse está mal, y casarse y no tener hijos también lo está, pero tampoco está bien del todo tener una hija, has de tener un hijo. Otros tienen primero al hijo varón, pero sus padres dicen: ‘Con uno no es suficiente. ¿Y si sucede cualquier cosa? Ten a otro para que se hagan compañía’. En lo que respecta a sus hijos, la palabra de los padres es ley y pueden ser del todo irracionales, capaces de articular la lógica más sesgada; los hijos se sienten perdidos a la hora de lidiar con ellos. Interfieren y critican las vidas, el trabajo, el matrimonio y las actitudes que tienen sus hijos respecto a muchas cosas. Estos solo pueden tragarse su rabia. No pueden esconderse de sus padres ni quitárselos de encima. No pueden regañar o educar a sus propios padres; ¿qué pueden hacer entonces? Se aguantan, tratan de verlos con la menor frecuencia posible y evitan sacar estos temas si no tienen más remedio que encontrarse. Y si acaban saliendo estas cuestiones, las cortan enseguida y se esconden donde pueden. Sin embargo, a fin de no decepcionarlos y de cumplir las expectativas de sus padres, hay quienes se muestran de acuerdo con sus exigencias. Tal vez te apresures de mala gana a salir con alguien, casarte y tener hijos. Pero con uno no basta, has de tener varios. Lo haces para satisfacer las demandas de tus padres, a fin de que se pongan contentos y se alegren. Al margen de que puedas o no satisfacer sus deseos, tales exigencias le resultarían problemáticas a cualquier hijo o hija. Tus padres no hacen nada en contra de la ley, y no puedes criticarlos, ni hablar sobre el tema con nadie, ni tampoco razonar con ellos. Con tantas idas y venidas, el asunto se convierte en una carga para ti. Siempre te parece que mientras no satisfagas las exigencias de tus padres con respecto al matrimonio y los hijos, no podrás enfrentarte a ellos ni a tus antepasados con la conciencia tranquila. Si no has cumplido con las demandas de tus padres, es decir, si no has salido con nadie, no te has casado, no has tenido hijos y no has continuado el linaje familiar como te pidieron, te sentirás presionado en tu interior. Solamente te podrás relajar un poco si tus padres te dicen que no van a interferir en estos temas y te dan libertad para afrontar las cosas tal y como vengan. Sin embargo, si los comentarios de la sociedad, representada por el resto de parientes, amigos, compañeros de clase, colegas y todos los demás, te condenan y se habla de ti a tus espaldas, eso también supone una carga para ti. A los 25 años, no le das mucha importancia a no haberte casado, pero al llegar a los 30 empiezas a sentir que no es tan bueno, así que evitas a esos parientes y familiares y no sacas el tema. Y si sigues sin casarte a los 35, la gente te dirá: ‘¿Por qué no te has casado? ¿Qué tienes de malo? Eres una especie de bicho raro, ¿verdad?’. Si estás casado pero no quieres tener hijos, te dirán: ‘¿Por qué no has tenido hijos después de casarte? Otros se casan y tienen una hija y luego un hijo, o al revés. ¿Tú por qué no quieres tenerlos? ¿Qué te pasa? ¿No tienes ningún sentimiento humano? ¿Eres siquiera una persona normal?’. Ya vengan de los padres o de la sociedad, estas cuestiones se convierten en una carga para ti en diferentes entornos y contextos. Te da la sensación de que te equivocas, sobre todo con la edad que tienes. Por ejemplo, si tienes entre treinta y cincuenta años y sigues sin casarte, no te atreves a relacionarte con otra gente. Dicen: ‘Esa mujer jamás en su vida se ha casado, es una vieja solterona, nadie la quiere, nadie se va a casar con ella’. ‘Ese tipo nunca ha tenido una esposa’. ‘¿Por qué no se ha casado?’, ‘Quién sabe, tal vez tienen algo de malo’. Reflexionas sobre ello: ‘No tengo nada de malo. ¿Por qué no me he casado entonces? Estoy defraudando a mis padres por no haberlos escuchado’. Hay quien dice: ‘Este tipo no se ha casado, esa chica no se ha casado. Fíjate en lo desgraciados que son ahora sus padres. Otros tienen nietos y bisnietos, pero sus hijos siguen solteros. Sus antepasados debieron hacer algo espantoso, ¿verdad? ¿Acaso esto no deja a la familia sin herederos? No van a tener descendientes que continúen el linaje. ¿Qué le pasa a esa familia?’. Por muy firme que sea tu actitud actual, mientras seas mortal, una persona corriente, y no poseas suficiente verdad para comprender este asunto, tarde o temprano te sentirás atribulado y perturbado al respecto(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Lo que la palabra de Dios exponía era exactamente mi estado. Sabía que casarme era un enredo muy grande y no me beneficiaba nada en perseguir la verdad ni cumplir mi deber, así que no quería casarme. Pero, cuando llegué a los treinta años sin haberme casado ni haber tenido hijos, mis familiares y amigos se burlaban de mí y me criticaban. Ni mis padres ni yo sentíamos que podíamos mantener la cabeza en alto. Esto llevó a que mis padres me instaran de forma reiterada a casarme para no poner fin al linaje familiar. Hasta me presentaron enérgicamente a posibles parejas. Todo esto era el resultado de estar atados por las nociones tradicionales: “De los tres tipos de desamor filial, el peor es no tener heredero” y “Cuando los hombres alcanzan la mayoría de edad, deben casarse; cuando las mujeres alcanzan la mayoría de edad, deben casarse”. Habíamos tratado estas ideas falaces que Satanás nos había infundido como principios para guiar nuestra conducta y actos. Creíamos que los padres deben preocuparse por que sus hijos se casen y hagan carrera para que haya descendencia que continúe el linaje familiar, mientras que los hijos deben someterse a esto y tener sus propios hijos para asegurarse de tener muchos descendientes y que sus padres puedan disfrutar de los placeres de una casa llena de hijos y nietos. Si los hijos no lo conseguían, se los consideraba gravemente rebeldes y malos hijos. No pude cumplir con las expectativas de mis padres, hice que se preocuparan y entristecieran y los desprestigié. Sentí que era demasiado egoísta y mal hijo. No podía soportar que mis familiares y amigos me condenaran y pensé en casarme para retribuir mi deuda con mis padres. Sin embargo, no quería perder mis condiciones favorables para perseguir la verdad y cumplir mi deber. Como consecuencia, no podía comer ni dormir bien y vivía angustiado. Dios ha dado a las personas el derecho a decidir si se reproducen o no, e, independientemente de lo que las personas elijan, su elección está justificada. Pero Satanás usa nociones tradicionales, como: “De los tres tipos de desamor filial, el peor es no tener heredero” y “Cuando los hombres alcanzan la mayoría de edad, deben casarse; cuando las mujeres alcanzan la mayoría de edad, deben casarse” para atar a las personas de forma que su humanidad o devoción filial se evalúen en función de si están casados y tienen hijos, y no en función de su carácter, y mucho menos en función de las palabras de Dios. De esta manera, no solo las personas no pueden evaluar a alguien de forma imparcial, sino que todos se ven obligados a vivir para casarse y continuar el linaje familiar por miedo a que los demás los condenen y desdeñen. En verdad, no casarse no significa ser mal hijo. Algunas personas no quieren tener relaciones serias porque están ocupadas con sus carreras. Otras no se casan debido a las presiones de la vida. Yo elegí no casarme para poder cumplir bien con los deberes de un ser creado. Soy libre de decidirlo, y es la elección más correcta. Sin embargo, no tenía la verdad y no podía ver las cosas con claridad, así que me ataban las nociones tradicionales y no podía liberarme. Solo podía soportar con impotencia la presión de mi familia y la condena de la opinión de la gente. Mi padre y yo habíamos creído en Dios durante muchos años y, aun así, seguíamos viendo las cosas basándonos en estas perspectivas falaces y seguíamos atados y encadenados por estas nociones tradicionales. ¡Éramos realmente demasiado estúpidos!

Un día, leí las palabras de Dios: “¿Qué importa si se pone fin al linaje familiar? ¿No es solo una cuestión de apellidos de la carne? Las almas no tienen parentesco las unas con las otras, entre ellas no se puede hablar de legado ni de continuación. La humanidad comparte un único predecesor, del cual todo el mundo desciende, así que el fin del linaje de la humanidad queda fuera de toda discusión. Continuarlo no es responsabilidad tuya. Lo que ha de perseguir la gente es caminar por la senda correcta de la vida, llevar una vida libre y liberada y ser un auténtico ser creado. No debes asumir la carga de ser una máquina para propagar la humanidad. Tampoco es tu responsabilidad reproducirte ni continuar un linaje para beneficio de cualquier familia. Dios no te ha asignado esa responsabilidad. Quien quiera procrear, que lo haga; el que quiera continuar con su linaje, puede hacerlo; el que esté dispuesto a asumir tal responsabilidad, adelante; eso no tiene nada que ver contigo. Si no estás dispuesto a asumirla ni a cumplir con esa obligación, está bien, es tu derecho. ¿Acaso no es lo adecuado? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Las palabras de Dios trajeron gran claridad y esclarecimiento a mi corazón, como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Entendí que las personas no tienen ninguna responsabilidad de continuar el linaje familiar. Al principio, Dios creó a Adán y Eva, los ancestros de la humanidad, y la humanidad creó clanes y familias a través de la reproducción continua, pero el alma de una persona no pertenece exclusivamente a ningún clan o familia. Dios es soberano y dispone quién va a cuál familia. En esta vida, puede que nazcas en la familia Li; en la próxima, puede que nazcas en la familia Zhao y, en la vida siguiente, Dios puede disponer que nazcas en otro país. Un apellido es un identificador para una persona e, independientemente del apellido que tenga alguien, en última instancia, todos somos humanidad creada y Dios es la fuente de nuestras vidas. Antes, no había visto este asunto con claridad. Siempre había creído que, como tres generaciones de mi familia habían continuado solo a través de hijos varones, si yo, en mi generación, no me casaba ni tenía hijos, cortaría el linaje familiar y decepcionaría a mis padres y antepasados. Como consecuencia, me condenaba a mí mismo en mi corazón. Las palabras de Dios me hicieron entender que las almas de las personas no tienen relación entre sí. Si elijo no casarme ni tener hijos, eso no tiene nada que ver con ser buen hijo. Mis padres y yo vinimos a este mundo con nuestras propias misiones. Dios me concedió la gracia de permitirme llegar a Su casa para hacer mi deber y yo elegí desprenderme de los enredos mundanos para centrarme en cumplirlo. Esto es recorrer la senda correcta y ocuparse de los deberes adecuados, y Dios lo aprueba.

Más tarde, leí más palabras de Dios: “Vamos primero a dejar de lado el hecho de que Dios ordena el matrimonio y así es como funciona. La actitud de Dios hacia esta cuestión es la de otorgarle a la gente el derecho a elegir. Puedes optar por ser soltero o casarte; puedes vivir en pareja o tener familia numerosa. Es tu libertad. No importa en qué se funden estas elecciones o qué propósito o resultado quieras lograr, en pocas palabras, este derecho a elegir te lo ha otorgado Dios y te corresponde. […] Aunque Dios te haya concedido tal derecho, cuando lo ejerzas, tienes que considerar con cautela la decisión que estás a punto de tomar y qué consecuencias puede acarrear. Al margen de cuáles conlleve, no deberías culpar a los demás ni a Dios. Debes responsabilizarte de las consecuencias de tus propias elecciones. […] Por un lado, optar por casarte no significa que así les hayas devuelto a tus padres su gentileza ni que hayas cumplido con tu deber filial. Desde luego, tu decisión de ser soltero tampoco implica un desafío hacia ellos. Por otro lado, elegir casarte o tener muchos retoños no es rebelarse contra Dios ni desafiarle. No se te condenará por ello. El haber decidido permanecer soltero tampoco será la razón por la que Dios te acabe concediendo la salvación. En resumen, ya estés soltero, casado o tengas muchos hijos, Dios no determinará si al final te vas a salvar en función de esos factores. Él no se fija en tus antecedentes maritales ni en tu situación matrimonial; solo en si estás persiguiendo la verdad, en tu actitud hacia el cumplimiento del deber, cuánta verdad has aceptado y a cuánta te has sometido, y en si actúas conforme a los principios-verdad. En definitiva, para determinar si te vas a salvar, Dios también se olvidará de tu estado civil a la hora de examinar la senda en la vida, los principios según los que vives y las reglas que has elegido para sobrevivir. Por supuesto, hay un hecho que debemos mencionar. Hay algo que sucede con los solteros o divorciados, y asimismo con los que no se han casado o los que han abandonado una unión, y es que no tienen que ser responsables de nadie o de nada dentro del marco del matrimonio. No tienen que asumir esas responsabilidades y obligaciones, así que son relativamente más libres. Cuentan con más libertad en lo que se refiere a su tiempo, mayor cantidad de energía y, hasta cierto punto, más libertad personal. Por ejemplo, como adulto, cuando sales a cumplir con tu deber, nadie puede limitarte, ni siquiera tus padres tienen ese derecho. Le oras tú mismo a Dios, Él dispone arreglos para ti y tú haces las maletas y te marchas sin más. No obstante, cuando estás casado y tienes familia, tu libertad es más acotada. Has de responsabilizarte de ellos. Ante todo, en cuanto a las condiciones de vida y los recursos financieros, al menos tienes que proporcionarles comida y ropa, y cuando los hijos son pequeños debes llevarlos a la escuela. Debes hacerte cargo de esas responsabilidades. En tales situaciones, los casados no son libres porque tienen obligaciones sociales y familiares que deben cumplir. Es más simple para los que no están casados ni tienen hijos. Al cumplir con su deber en la casa de Dios no pasarán hambre ni frío; tendrán comida y refugio. No les hace falta correr de un lado a otro para ganar dinero y trabajar por las necesidades de su vida familiar. Esa es la diferencia. Al final, en lo que respecta al matrimonio, acaba por ser lo mismo: no debes acarrear ninguna carga. Ya se trate de las expectativas de tus padres, los puntos de vista tradicionales de la sociedad o tus propios deseos extravagantes, no debes soportar ninguna carga(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Las palabras de Dios me permitieron entender que las personas no deben cargar con ningún peso a la hora de decidir si casarse o no. Dios nos ha dado el derecho de elegir libremente. Dios no me condenará si elijo el matrimonio, ni tampoco determinará que puedo obtener la salvación solo porque no lo elijo. Dios no decide el final de las personas en función de su estado civil. Él se fija en si las personas han entrado en la verdad en su fe en Dios y si han cumplido bien con sus deberes. Todos somos iguales en la búsqueda de la verdad. De hecho, también me di cuenta de que los hermanos y hermanas solteros tienen algunas ventajas al perseguir la verdad y cumplir sus deberes. Sin los enredos de una familia, tienen más tiempo y energía para dedicarse a cumplir sus deberes y meditar en las palabras de Dios. Esto beneficia la entrada en la verdad de las personas. Cuando vi que muchos nuevos fieles por todo el mundo habían comenzado a predicar el evangelio para dar testimonio de Dios, pensé en lo que Él dijo: “La prueba del colapso progresivo del gran dragón rojo se puede ver en la maduración continua del pueblo de Dios; esto es evidente y visible para el hombre. La maduración del pueblo de Dios es una señal de la caída del enemigo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 10). La obra de Dios está a punto de terminar y, ahora, los desastres son cada vez más graves. Si ahora no dedicamos más tiempo y energía a nuestros deberes, puede que más adelante no tengamos oportunidad de perseguir la verdad ni de cumplir nuestros deberes, incluso si tenemos el deseo de hacerlo. Ahora hay hermanos y hermanas por todo el mundo que están cumpliendo activamente con sus deberes y propagan la obra de Dios y dan testimonio de ella. Estas son buenas obras que Dios recuerda. Hoy elijo no casarme. Debo cumplir con mi deber de forma adecuada, meditar con frecuencia en las palabras de Dios para resolver mis actitudes corruptas y dedicar mi tiempo a perseguir la verdad. Esta vida no habrá sido en vano solo si puedo dar testimonio de Dios y cumplir bien con mi deber. Después de entender esto, oré a Dios: “Querido Dios, me he desprendido del matrimonio y he elegido de manera voluntaria dedicar todo mi tiempo a cumplir mis deberes. Te ruego que me guíes para recorrer la senda de la búsqueda de la verdad y practicar y experimentar Tus palabras para corregir mis actitudes corruptas”.

Más tarde, leí más palabras de Dios: “Al tratar con tus padres, primero deberías dejar a un lado este vínculo de sangre de forma racional y discernir sobre ellos utilizando las verdades que ya has aceptado y comprendido. Discierne sobre tus padres sobre la base de sus pensamientos, puntos de vista y motivaciones con relación a la conducta y sobre sus principios y formas de comportarse, lo que confirmará que ellos también son personas corrompidas por Satanás. Contémplalos y discierne sobre ellos desde la perspectiva de la verdad, en lugar de pensar siempre que son nobles, desinteresados y amables contigo; si los observas así, jamás descubrirás qué problemas tienen. No contemples a tus padres desde la perspectiva de los lazos familiares o tu papel de hijo o hija. Apártate de esta esfera y observa cómo lidian con el mundo, con la verdad y con las personas, los acontecimientos y las cosas. Además, más en concreto, fíjate en las ideas y los puntos de vista con los que tus padres te han condicionado en cuanto a cómo deberías contemplar a las personas y las cosas, y comportarte y actuar; así es como debes reconocerlos y discernir sobre ellos. De esta manera, sus cualidades humanas y el hecho de que han sido corrompidos por Satanás se aclararán poco a poco. ¿Qué clase de personas son? Si no son creyentes, ¿qué actitud tienen hacia las personas que sí creen en Dios? Si lo son, ¿cuál es su actitud hacia la verdad? ¿Son gente que persigue la verdad? ¿La aman? ¿Les agradan las cosas positivas? ¿Cuál es su perspectiva sobre la vida y el mundo? Etcétera. Si puedes discernir sobre tus padres en función de estas cosas, tendrás una idea clara. Una vez que estas cuestiones estén claras, el estatus de elevados, nobles e inquebrantables que tienes en mente sobre tus padres cambiará. Y cuando eso suceda, el afecto maternal y paternal que ellos demuestran, junto con sus palabras y actos concretos y esa imagen elevada que tienes de ellos, ya no estarán tan profundamente arraigados en tu mente. El desinterés y la grandeza del amor que te tienen tus padres, así como su devoción al cuidarte, protegerte e incluso consentirte, de manera imperceptible dejará de ocupar un lugar importante en tu mente(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (13)). Las palabras de Dios desencadenaron un despertar en mí. Recordé cómo mis padres me habían instado a casarme, una y otra vez. En apariencia, mis padres pensaban en mí y les preocupaba que me sintiera solo, pero, en esencia, vivían aferrados a nociones tradicionales, lo que me haría quedar atrapado en una vida familiar de la carne y me haría perder las condiciones favorables que tenía para perseguir la verdad. Esto proviene de las perturbaciones de Satanás. Antes, siempre había visto las cosas desde la perspectiva de la carne y el afecto familiar; no había discernido las cosas de acuerdo con la verdad. Siempre había pensado que mis padres me instaban a casarme porque creían que era lo mejor para mí y me sentía culpable por rechazarlos. Si no hubiera sido por las palabras de Dios que me guiaban, una y otra vez, no habría podido discernir en absoluto estos valores culturales tradicionales. Ahora debo seguir las palabras de Dios en cuanto a creer en Él y elegir mi senda. No puedo dejarme influenciar por mis padres. Si lo que dicen está de acuerdo con las palabras de Dios, puedo obedecerlo; pero si va en contra de la verdad y no beneficia mi vida, entonces debo rechazarlo. Cuando lo entendí, ya no sentí ninguna presión en mi corazón por decidir no casarme.

Después, busqué el momento para escribirle a mi padre y compartir con él mi comprensión vivencial para que él también pudiera entender la verdad a partir de las palabras de Dios y dejar atrás el daño que causan las nociones tradicionales. Más tarde, mi padre me respondió en una carta: “Has escrito muy bien tu experiencia. En aquel entonces, quería pedirte que encontraras una pareja debido a que tenía pensamientos tradicionales. Después de leer tu carta, realmente admiré tu elección. Tras leer las palabras de Dios que me has mostrado, también pude cambiar mi opinión. En el pasado, te perturbé basándome en el afecto carnal, pero ahora entiendo que estás dispuesto a renunciar al matrimonio para dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber. ¡Eso es lo que tiene más sentido!”. Al ver la respuesta de mi padre, me sentí muy gratificado. Las palabras de Dios son la verdad. Cambiaron nuestros pensamientos y puntos de vista erróneos. Nos liberaron de las ataduras de las nociones tradicionales para que pudiéramos cumplir con nuestros deberes en libertad y liberados. Experimenté vívidamente la salvación y el amor de Dios. ¡Demos gracias y alabanzas a Dios Todopoderoso!

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Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

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