77. La cosecha obtenida a través de la enfermedad
El 2007 fue un gran punto de inflexión en mi vida. Ese año, mi esposo se vio involucrado en un accidente automovilístico y quedó postrado en cama. Nuestros dos hijos aún eran pequeños y fue un momento difícil para nuestra familia. Fue muy duro para mí y no tenía idea de cómo lo superaríamos. Entonces acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Aprendí leyendo las palabras de Dios que todos le debemos nuestra vida a Dios, que nuestro destino está en Sus manos, y que tenemos que adorar y creer en Dios para tener un buen destino. Encontré algo en lo que podía confiar. Comencé a asistir a reuniones con frecuencia y llevé a mis hijos para leer las palabras de Dios y orar. Al poco tiempo, estaba cumpliendo con mi deber en la iglesia.
Fui elegida como líder de la iglesia y le di gracias a Dios por Su gracia. Pensé: “Me eligieron como líder de la iglesia a pesar de que, en realidad, soy nueva en la fe. Debo ser buena en la búsqueda de la verdad. Tengo que cumplir bien con mi deber y hacer lo que sea necesario, así estaré destinada a ser salva”. Este pensamiento me impulsó a cumplir con mi deber de verdad. Pasé la mayor parte de mi tiempo predicando el evangelio y cumpliendo con mi deber. Mis amigos y parientes se opusieron a mi fe, y mis vecinos me calumniaron y se burlaron de mí. Comencé a debilitarme un poco en ese punto, pero eso no me impidió cumplir con mi deber. Mi esposo también aceptó la obra de Dios de los últimos días y comenzó a cumplir con su deber más tarde. Esto me hizo tan feliz. Pensé: “Mientras cumplamos bien con nuestro deber y hagamos sacrificios por Dios, seremos bendecidos por Él”. Especialmente cuando escuché a los hermanos y las hermanas decir que sufrí y pagué un precio, y que seguramente sería salva por Dios, estaba tan feliz y tenía mucho más impulso para trabajar para Dios.
Un día, en 2012, encontré un bulto en mi pecho que me dolía un poco. Comencé a preocuparme de que pudiera ser algo serio. Pero luego pensé: “No, no puede ser. Cumplo con mi deber en la iglesia todos los días. Dios no le haría eso a alguien que hace verdaderos sacrificios por Él. Con la protección de Dios, no me enfermaré de gravedad”. Pensando en esto, mis ansiedades desaparecieron y seguí cumpliendo con mi deber como antes. La persecución de los creyentes por parte del PCCh empeoró cada vez más en 2013. Mi esposo y yo éramos conocidos en el área por difundir el evangelio y estábamos constantemente en peligro de ser arrestados. Dejamos nuestra casa y nos mudamos lejos para poder seguir cumpliendo con nuestros deberes. Más tarde descubrí que el bulto en mi pecho estaba creciendo y me preocupé de que pudiera ser algún tipo de enfermedad. Pero pensé en que nada malo había pasado en años y que Dios seguramente me estaba protegiendo. Mientras cumpliera bien con mi deber y me sacrificara más, pensaba que Dios tendría misericordia de mí y que no me enfermaría de gravedad.
En 2018, comencé a sentirme mal y mi esposo me llevó a un chequeo. La doctora dijo que el bulto en mi pecho había crecido y era grande como un huevo de ganso, y que no se veía bien. Dijo que someterse a una operación de inmediato sería muy arriesgado y que primero tenía que hacer quimioterapia para reducir el bulto antes de que pudieran operar. Escuchar las palabras “no se ve bien” y “quimioterapia” me hicieron entrar en pánico. Pensé: “Solo las personas con cáncer reciben quimioterapia. ¿Tengo cáncer? ¿Voy a morir tan joven?”. Simplemente no podía creerlo. Me dejé caer en un banco en el pasillo del hospital y rompí en llanto.
Mi esposo trataba de consolarme diciendo: “Este estudio inicial no tiene por qué ser correcto. Mañana vamos a ir a otro hospital”.
Al día siguiente fuimos a otro hospital y me hicieron una biopsia. El doctor le dijo a mi esposo que la situación era grave y que podía ser cáncer. Dijo que no podíamos esperar más y que me tenían que operar en dos días.
Se me aflojaron las piernas cuando lo escuché decir eso y mi corazón se convirtió en hielo. Pensé: “¿De verdad es cáncer? ¡La gente se muere de algo así! ¿Cómo pudo pasarme esto a mí?”. Pero luego pensé: “De ninguna manera. Siempre cumplí con mi deber, hice sacrificios, sufrí y pagué un precio desde que me convertí en creyente. He soportado las burlas y las calumnias, fui perseguida y acosada por el PCCh. Nunca dejé que nada interfiriera con mi deber. ¿Cómo puedo tener cáncer? ¿Eso significa que no tengo ninguna esperanza de ser salva y de entrar en el reino de los cielos? ¿Todos mis sacrificios durante todos estos años han sido en vano?”. Estaba terriblemente molesta.
Esa noche me acosté y daba vueltas y vueltas en la cama, sin poder pegar un ojo. Simplemente no podía entenderlo. Había dado todo de mí, ¿cómo podía haberme enfermado así? ¿Por qué Dios no me había protegido? Luego pensé en la operación que me iban a hacer dos días después. No tenía idea de si saldría bien o no… Estaba atormentada, así que oré a Dios en silencio: “Querido Dios, estoy tan angustiada. No sé cómo superar esta situación. Por favor, ilumíname y guíame…”. Luego leí en los últimos once requisitos del hombre de Dios: “5. Si siempre has sido muy leal y amoroso conmigo, pero sufres el tormento de la enfermedad, la pobreza y el abandono de tus amigos y parientes, o soportas cualquier otra desgracia en la vida, ¿aun así continuarán tu lealtad y amor por Mí? 6. Si nada de lo que has imaginado en tu corazón concuerda con lo que he hecho, ¿cómo caminarás tu senda futura? 7. Si no recibes nada de lo que esperabas recibir, ¿puedes seguir siendo Mi seguidor?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (2)). Al contemplar estos requisitos, me di cuenta de que esta enfermedad era Dios poniéndome a prueba para ver si realmente le era leal y si realmente lo amaba. Pensé en cuando Job pasó por sus pruebas. Perdió su propiedad, sus hijos, y todo su cuerpo se llenó de forúnculos. Aunque no entendió la voluntad de Dios, prefirió maldecirse a sí mismo que culpar a Dios y ensalzó el nombre de Jehová Dios. Job mantuvo su fe en Dios y continuó siendo obediente y se mantuvo firme en el testimonio de Dios ante Satanás. Pero yo había creído durante años y había disfrutado de tanta provisión de las palabras de Dios, aunque no entendía la obra de Dios en absoluto. Cuando descubrí que tenía cáncer pensé que no podría ser salva ni disfrutar de las bendiciones del reino de los cielos. Entendí mal y culpé a Dios. Habiendo creído en Dios durante años y habiendo hecho tantos sacrificios, pensé que Dios debería haber evitado que me enfermara. Recién cuando Dios me expuso vi que todos mis sacrificios no habían sido por consideración a Su voluntad, o para practicar la verdad y satisfacer a Dios. Habían sido para recibir bendiciones y entrar en Su reino; había estado haciendo tratos con Dios. Toda mi supuesta lealtad y amor por Dios era apenas una ficción. Era totalmente falsa. Había lastimado y decepcionado a Dios.
Luego leí las palabras de Dios: “¿Quién en toda la humanidad no recibe cuidados a los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿Acaso la vida y la muerte del hombre ocurren por su propia elección? ¿Controla el hombre su propio destino? Muchas personas piden la muerte a gritos, pero esta está lejos de ellas; muchas personas quieren ser fuertes en la vida y temen a la muerte, pero sin saberlo, el día de su fin se acerca, sumergiéndolas en el abismo de la muerte; muchas personas miran al cielo y suspiran profundamente; muchas personas lloran a mares, con lamentos y sollozos; muchas personas caen en medio de las pruebas y otras muchas se convierten en prisioneras de la tentación. Aunque Yo no aparezca en persona para permitirle al hombre contemplarme claramente, muchas personas temen ver Mi rostro, profundamente temerosas de que las derribe, de que acabe con ellas. ¿Me conoce el hombre realmente o no?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 11). Las palabras de Dios me mostraron que la carne y las almas del hombre tienen su fuente en Dios. La vida y la muerte están en las manos de Dios, y nosotros no tenemos nada que decir. Como seres creados, debemos someternos a los arreglos de Dios. Al darme cuenta de esto, ya no sentía tanto miedo de morir. En silencio, tomé una decisión: “No importa cómo resulte mi operación, si vivo o muero, le entrego mi vida a Dios y me someto a Su gobierno”.
Una vez que me sometí, sentí una gran ola de paz en mi corazón. Oré sin parar mientras me llevaban al quirófano. Luego, el doctor dijo que había salido muy bien, pero que, sea cual fuera el caso, el bulto que habían sacado todavía tenía que ser analizado para saber cómo irían las cosas. Pensé: “La operación salió muy bien porque Dios estaba protegiéndome”. Vi a otros pacientes regresar de sus operaciones sintiéndose realmente débiles y desorientados mientras que yo me sentía bien y de buen ánimo. Los demás en mi pabellón decían que no parecía que me hubieran operado en absoluto. Seguí agradeciéndole a Dios en mi corazón. También pensé: “Descubrí ese bulto en mi pecho hace seis años. Si fuera cáncer, seguramente habría empeorado hace mucho tiempo. Pero no me he sentido mal en todo este tiempo. Quizás no sea cáncer. Incluso si lo es, creo que Dios es todopoderoso y Él lo solucionará”. Me había enterado de algunos hermanos y hermanas que confiaban en Dios cuando estaban muy enfermos y eran testigos de las maravillas de Dios. Siempre había hecho sacrificios por Dios, así que estaba segura de que Él me protegería.
Tres días después, fui a buscar los resultados llena de esperanza, pero todas mis esperanzas se desvanecieron: Era cáncer.
Me quedé sentada, sin moverme, mirando fijo los resultados, leyéndolos una y otra vez mientras no paraba de llorar. Me llevó mucho tiempo recuperarme. Pensaba: “¿Dios está usando esta enfermedad para exponerme y eliminarme? ¿Ya ni siquiera sirvo para rendir servicio a Dios? He creído en Dios durante años, e hice sacrificios y prediqué el evangelio a través del viento y la lluvia. ¿Dios no recuerda nada de esto? ¿Es así como termina mi fe en Dios?”. Estaba cada vez más molesta y me sentía totalmente agotada, sin energía.
Después, no quería comer ni beber, ni siquiera hablar. El médico me dijo que tomara suplementos nutricionales y que hiciera más ejercicio. Pensé: “Me han condenado a muerte. ¿De qué sirven los suplementos nutricionales y el ejercicio? De todos modos, moriré tarde o temprano”. Me sentía muy deprimida y no podía dejar de pensar: “Muchos hermanos y hermanas se habían enfermado antes de tener fe, pero mejoraron después de que empezaron a creer. Yo he estado cumpliendo con mi deber todos los días desde que encontré la fe en Dios. ¿Cómo puedo tener cáncer? Solía pensar que hacer sacrificios era mi boleto a la salvación. Pero, ahora, no solo no seré salva, sino que voy a morir de cáncer”. Mis sentimientos de culpa y mis malentendidos sobre Dios simplemente se derramaron de mi boca, sin control. Desesperada, le hablé a Dios con lágrimas en los ojos: “Querido Dios, estoy sufriendo mucho. Me he enfermado y no entiendo cuál es Tu voluntad. Por favor, ilumíname y guíame para entenderla”.
Luego leí estas palabras de Dios: “Para todas las personas, el refinamiento es penosísimo y muy difícil de aceptar, sin embargo, es durante el refinamiento cuando Dios deja claro el carácter justo que tiene hacia el hombre y hace público lo que le exige y le provee mayor esclarecimiento, además de una poda y un trato más reales. Por medio de la comparación entre los hechos y la verdad, le da al hombre un mayor conocimiento de sí mismo y de la verdad y le otorga una mayor comprensión de la voluntad de Dios, permitiéndole así tener un amor más sincero y puro por Dios. Esas son las metas que tiene Dios cuando lleva a cabo el refinamiento. Toda la obra que Dios realiza en el hombre tiene sus propias metas y significados; Él no obra sin sentido ni tampoco hace una obra que no sea beneficiosa para el hombre. El refinamiento no implica quitar a las personas de delante de Dios ni tampoco destruirlas en el infierno. En cambio, consiste en cambiar el carácter del hombre durante el refinamiento, cambiar sus intenciones y sus antiguos puntos de vista, cambiar su amor por Dios y toda su vida. El refinamiento es una prueba real del hombre y un tipo de formación real; solo durante el refinamiento puede el amor del hombre cumplir su función inherente” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor). Las palabras de Dios me ayudaron a entender Su voluntad. Dios estaba usando la enfermedad para exponer mi corrupción interior, rebeldía y motivos sucios, para que me conociera a mí misma, me despojase de la corrupción y recibiera la salvación de Dios. Este era el objetivo y el significado de la obra de Dios. Pero yo había pensado que Dios quería quitarme la vida y eliminarme, y entonces entendí mal y culpé a Dios, me di por vencida por completo y caí en la desesperación. Intenté ponerles precio a mis sacrificios, atribuirme el mérito por ellos y discutir con Dios. Incluso quise usar mi propia muerte para enfrentar a Dios. ¡Había perdido la conciencia por completo! Sentí que le debía tanto a Dios, así que me postré ante Él en oración para averiguar por qué no había podido someterme cuando me enfermé y, en cambio, entendí mal y culpé a Dios.
Luego leí algunas de las palabras de Dios. “Muchos creen en Mí solo para que pueda sanarlos. Muchos creen en Mí solo para que use Mis poderes para expulsar espíritus inmundos de sus cuerpos, y muchos creen en Mí simplemente para poder recibir de Mí paz y gozo. Muchos creen en Mí solo para exigir de Mí una mayor riqueza material. Muchos creen en Mí solo para pasar esta vida en paz y estar sanos y salvos en el mundo por venir. Muchos creen en Mí para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones del cielo. Muchos creen en Mí solo por una comodidad temporal, sin embargo no buscan obtener nada en el mundo venidero. Cuando hice descender Mi furia sobre el hombre y le quité todo el gozo y la paz que antes poseía, el hombre se volvió confuso. Cuando le di al hombre el sufrimiento del infierno y recuperé las bendiciones del cielo, la vergüenza del hombre se convirtió en ira. Cuando el hombre me pidió que lo sanara, Yo no le presté atención y sentí aborrecimiento hacia él; el hombre se alejó de Mí para en su lugar buscar el camino de la medicina maligna y la hechicería. Cuando le quité al hombre todo lo que me había exigido, todos desaparecieron sin dejar rastro. Así, digo que el hombre tiene fe en Mí porque doy demasiada gracia y tiene demasiado que ganar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). “Esas personas solo tienen un único objetivo al seguir a Dios, y es recibir bendiciones. No pueden tomarse la molestia de prestar atención a nada que no involucre directamente este objetivo. Para ellas, no hay meta más legítima que creer en Dios para obtener bendiciones; es la esencia del valor de su fe. Si algo no contribuye a este objetivo, no las conmueve en absoluto. Esto es lo que ocurre con la mayoría de las personas que creen en Dios actualmente. Su objetivo y su intención parecen legítimos porque, al mismo tiempo que creen en Dios, también se esfuerzan por Él, se dedican a Él, y cumplen su deber. Entregan su juventud, abandonan a su familia y su profesión e, incluso, pasan años ocupados lejos de casa. En aras de su meta máxima, cambian sus intereses, su perspectiva de la vida e, incluso, la dirección que siguen, pero no pueden cambiar el objetivo de su creencia en Dios. Van de acá para allá tras la gestión de sus propios ideales; no importa lo lejos que esté el camino ni cuántas dificultades y obstáculos haya a lo largo del mismo, siguen siendo persistentes y no tienen miedo a la muerte. ¿Qué poder los impulsa a seguir entregándose de esta forma? ¿Es su conciencia? ¿Es su personalidad magnífica y noble? ¿Es su determinación de combatir a las fuerzas del mal hasta el final? ¿Es su fe de dar testimonio de Dios sin buscar recompensa alguna? ¿Es su lealtad al estar dispuestos a abandonarlo todo para cumplir la voluntad de Dios? ¿O es su espíritu de devoción para renunciar a las exigencias personales extravagantes? ¡Que alguien que nunca ha comprendido la obra de gestión de Dios dé tanto es, simplemente, un milagro! Por el momento, no hablemos de cuánto han dado estas personas. Sin embargo, su comportamiento es muy digno de nuestro análisis. Aparte de los beneficios tan estrechamente asociados con ellos, ¿podría existir alguna otra razón para que las personas, que nunca entienden a Dios, den tanto por Él? En esto descubrimos un problema no identificado previamente: la relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es similar a la relación entre empleado y empleador. El primero solo trabaja para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación como esta, no hay afecto; solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y reprimida indignación. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿quién puede cambiar ese rumbo? ¿Y cuántas personas son capaces de entender realmente lo grave que se ha vuelto esta relación? Considero que, cuando las personas se sumergen en el gozo de ser bendecidas, nadie puede imaginar lo embarazosa y desagradable que es una relación así con Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). Las palabras de Dios atravesaron mi corazón como una espada, y me sentí muy avergonzada. ¿No había sido el motivo de mi fe recibir bendiciones futuras, tal como dijo Dios? No importaba qué tanto pareciera estar haciendo sacrificios, solo estaba haciendo tratos con Dios, todo a cambio de bendiciones. No estaba obedeciendo de verdad a Dios ni cumpliendo el deber de un ser creado. Cuando era nueva en la fe, solía pensar que nunca me ocurriría ningún desastre, que sería bendecida y entraría en el reino de Dios. Así que lo di todo y no dejé que nada se interpusiera en el cumplimiento de mi deber. Ni siquiera tenía tiempo para llevar o traer a mis hijos de la escuela. Ser burlada y calumniada por otros, perseguida y acosada por el PCCh… nada se interponía entre mi deber y yo. Todo esto me hizo pensar que era leal a Dios y que sin duda Él me alabaría y bendeciría. Cuando descubrí que tenía cáncer, sentí que era el fin de la historia, que todos mis sueños de entrar en el reino se habían esfumado. Me llené de malentendidos, culpas y discutí con Dios, incluso quise usar mi propia muerte para enfrentarlo. Frente a los hechos, me di cuenta de que cumplir con mi deber, sufrir y dar todo era para conseguir un buen destino a cambio. Mi relación con Dios era “la relación entre empleado y empleador”. Quería una recompensa por cada pequeño precio que pagaba. No amaba a Dios de verdad. Lo estaba usando, trataba de engañarlo. Con ese tipo de perspectiva en mi fe, Dios solo podía aborrecerme y detestarme. Si Dios no hubiera usado esa enfermedad para despertarme, me habría mantenido aferrada a mis puntos de vista erróneos sobre la fe y Dios me habría abandonado y eliminado al final. Darme cuenta de esto me llenó de arrepentimiento y de reproches. Me arrodillé y oré a Dios. Dije: “Querido Dios, si Tú no me hubieras expuesto a través de esta enfermedad, nunca habría entendido que mis puntos de vista sobre la fe eran erróneos. El juicio y las revelaciones de Tus palabras han despertado mi espíritu. Deseo remediar mis motivos equivocados y librarme de mi deseo de bendiciones. Ya sea que me mejore o no, que viva o muera, deseo someterme a Ti”. Me sentí mucho más en paz después de mi oración y mi estado mejoró mucho. Durante los días siguientes, seguí haciendo ejercicio y tomando suplementos nutricionales, y mi salud mejoró día a día. Pude dejar el hospital al poco tiempo.
De regreso a casa, vi a mi esposo y a mis hijos salir a predicar el evangelio y cumplir con sus deberes, pero yo solo podía quedarme en cama, incapaz de cumplir con ningún deber. Empecé a deprimirme. No tenía idea de cuándo me recuperaría por completo o de si podría volver a cumplir con mi deber algún día. Si no pudiera, ¿no sería un peso muerto? ¿Y, entonces, cómo sería salva? Me di cuenta de que mi deseo de recibir bendiciones había vuelto a asomar su fea cabeza. Oré a Dios enseguida y luego leí esto en Sus palabras: “¿Con base a qué vivían antes las personas? Todas ellas viven para sí mismas. Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí mismos; abandonan las cosas, se esfuerzan por Él y le son fieles, pero aun así, todo lo que hacen es para sí mismos. En resumen, su único propósito es ganarse bendiciones para sí mismos. En la sociedad, todo se hace para beneficio personal; se cree en Dios solamente para lograr bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. Todo esto es una prueba empírica de la naturaleza corrupta del hombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter). Las palabras de Dios me ayudaron a ver que la razón por la que hice tratos con Dios en mi fe y me rebelé y resistí a Él cuando las cosas no salían como yo quería era por toda la clase de venenos satánicos que controlaban mi espíritu. “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda” y “Nunca te levantes temprano, a menos que haya un beneficio asociado”, vivía según estas filosofías satánicas. Todo lo que hacía, lo hacía por mí misma, para beneficiarme. Era tan egoísta y despreciable. Incluso en mi fe, trabajé y me mantuve ocupada solo para obtener bendiciones y recompensas. No estaba enfocada en perseguir la verdad o el cambio de carácter en absoluto. Cuando no obtuve las bendiciones que quería, mi naturaleza satánica estalló y entendí mal y culpé a Dios, y lamenté todo lo que había hecho por Él. Pablo trabajó para el Señor y sufrió mucho, pero no amaba la verdad, y no buscó conocer a Dios ni cambiar su carácter. Solo quería la corona de justicia a cambio de su sufrimiento y sacrificio. Al final, su carácter satánico no había cambiado, por lo que su arrogancia expulsó toda razón, testificó que él mismo era Cristo y reunió gente delante de él. Eso ofendió el carácter de Dios y le valió el castigo eterno. Sabía que, si seguía viviendo de los venenos de Satanás, entonces terminaría como Pablo. Dios me castigaría por resistirme a Él. Vi lo peligroso que era buscar bendiciones y no perseguir la verdad. Estaba tan agradecida con Dios. Le agradecí por usar esta enfermedad para darme la oportunidad de reflexionar y conocerme a mí misma, para poder ver mi perspectiva equivocada sobre la búsqueda de mi fe y que iba por una senda opuesta a Dios.
Luego leí las palabras de Dios: “Dios es por siempre supremo y para siempre honorable, mientras que el hombre es siempre bajo, siempre despreciable. Esto es porque Dios siempre está haciendo sacrificios y se entrega a la humanidad; sin embargo, el hombre siempre toma y se esfuerza sólo para sí mismo. Dios siempre se está esforzando por la supervivencia de la humanidad; no obstante, el hombre nunca contribuye en nada en aras de la luz o la justicia. Aun si el hombre se esfuerza por un tiempo, es tan débil que no puede resistir ni un solo golpe, pues el esfuerzo del hombre siempre es para su propio beneficio y no para el de otros. El hombre siempre es egoísta, mientras que Dios es por siempre desprendido. Dios es la fuente de todo lo justo, lo bueno y lo hermoso, mientras que el hombre es el que hereda y manifiesta toda la fealdad y maldad. Dios nunca alterará Su esencia de justicia y belleza, y sin embargo, el hombre es perfectamente capaz, en cualquier momento y en cualquier situación, de traicionar la justicia y alejarse de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante comprender el carácter de Dios). Estaba muy conmovida al reflexionar sobre estas palabras. Dios ha pagado un precio tan alto para salvar a la humanidad, que ha sido corrompida tan profundamente por Satanás. Hace dos mil años, Dios se hizo carne por primera vez en Judea para redimir a la humanidad. Soportó burlas, calumnias y fue perseguido por seguidores del judaísmo que abusaron de Él. Finalmente, fue clavado en la cruz, y se cumplió así la obra de redención. Hoy, Dios se ha hecho carne por segunda vez en China para purificar y salvar a la humanidad de una vez por todas. Ha sido acosado y perseguido por el PCCh, no tiene lugar donde apoyar la cabeza, ni un lugar para descansar, y también tiene que soportar ser malentendido, culpado, desobedecido y resistido por nosotros los creyentes. Sin embargo, Dios nunca ha dejado de intentar salvar a la humanidad, hace todo lo que puede por nosotros en silencio, sin pedir nada a cambio. Yo, por mi parte, hice sacrificios en mi deber y esperaba bendiciones y un destino a cambio. Fui en contra de mi conciencia para negociar con Dios. ¡Fui tan egoísta y despreciable! No era ninguna creyente de verdad. Al darme cuenta de esto, me postré ante Dios en oración, dispuesta a arrepentirme.
Un día, durante los devocionales, leí esto en las palabras de Dios: “La fe verdadera en Dios significa lo siguiente: con base en la creencia de que Dios tiene la soberanía sobre todas las cosas, uno experimenta Sus palabras y Su obra, purifica su carácter corrupto, satisface la voluntad de Dios y llega a conocerlo. Sólo un proceso de esta clase puede llamarse ‘fe en Dios’” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). “El propósito de creer en Dios es satisfacerlo y vivir el carácter que Él requiere, para que Sus acciones y Su gloria se manifiesten a través de este grupo de personas indignas. Esta es la perspectiva correcta para creer en Dios, y este es también el objetivo que debes buscar. Has de tener el punto de vista correcto sobre creer en Dios y debes buscar obtener Sus palabras. Necesitas comer y beber las palabras de Dios y debes ser capaz de vivir la verdad, y, en particular, debes ser capaz de ver Sus obras prácticas, Sus maravillosas obras en todo el universo, así como la obra práctica que hace en la carne. La gente puede, a través de sus experiencias prácticas, apreciar cómo Dios hace Su obra en ellos y cuál es Su voluntad respecto a ellos. El propósito de todo esto es eliminar el carácter satánico corrupto de las personas. Al haberte deshecho de toda la inmundicia e injusticia en tu interior; y al haberte despojado de tus malas intenciones, y haber desarrollado fe verdadera en Dios; solo con fe verdadera puedes realmente amar a Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Las palabras de Dios muestran la meta correcta que debemos perseguir en nuestra fe. No importa cómo seamos disciplinados en nuestras experiencias, Dios arregla todo específicamente para purificarnos y transformarnos. Sabía que debía afrontarlo todo con aceptación y obediencia, buscar la verdad en situaciones para resolver mis actitudes corruptas, y satisfacer a Dios y pagarle Su amor en todas las cosas. Esa es la única búsqueda correcta. Ya no quería hacer tratos con Dios a cambio de bendiciones. Sea cual fuera el camino que tomara mi enfermedad a partir de entonces, yo adoraría a Dios hasta mi último aliento. Si Dios me diera otra oportunidad para cumplir con mi deber, no negociaría con Él por bendiciones. Solo quería perseguir la verdad en mi deber y buscar un cambio en mi carácter.
No mucho después, Dios me puso a prueba.
Un día, mi hija regresó de una reunión de la iglesia y dijo que la hermana Wang, que regaba a los creyentes, estaba siendo seguida por la policía y todavía no se había encontrado a nadie que la reemplazara. Ella me preguntó quién podría hacer ese trabajo en la iglesia. Había cumplido con este deber antes y lo conocía bien, así que pensé que sería la mejor opción. Pero luego pensé en que solo me habían operado hacía unos 20 días. La herida no se había curado completamente y el clima era cada vez más cálido. En casa, tenía que lavarla varias veces al día. Si aceptaba ese deber, y estaba demasiado ocupada para mantener limpia mi herida, podría inflamarse. Mi uso del brazo todavía era limitado, y, si me zarandeaba al llevarme todos los días, la herida no sanaría, y me enfermaría. Dada la situación, asumir ese deber no le haría ningún favor a mi salud. Pero luego pensé: “Aún no encontraron a la persona adecuada para este deber. Si no lo hago, ¿no se retrasará la obra de la casa de Dios? ¿Qué debería hacer?”. Me vino a la mente un pasaje de las palabras de Dios: “Si, en tu fe en Dios y tu búsqueda de la verdad, eres capaz de decir: ‘Ante cualquier enfermedad o acontecimiento desagradable que Dios permita que me suceda, haga Dios lo que haga, debo obedecer y mantenerme en mi sitio como un ser creado. Ante todo, he de poner en práctica este aspecto de la verdad, la obediencia, aplicarlo y vivir la realidad de la obediencia a Dios. Además, no debo dejar de lado la comisión de Dios para mí ni el deber que he de llevar a cabo. Debo cumplir con el deber hasta mi último aliento’, ¿esto no es dar testimonio?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La senda surge al meditar la verdad con frecuencia). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Aunque la herida aún no estaba completamente curada, ya no quería ser egoísta y mezquina, ni pensar solo en mí y no en la casa de Dios. Durante años, estuve cumpliendo con mi deber a cambio de bendiciones, haciendo tratos con Dios. Nunca me preocupé por la voluntad de Dios ni hice nada para satisfacerlo. ¡Estaba en deuda con Él! Se necesitaba urgentemente a alguien para cumplir con este deber, y yo quería hacerlo. Sin importar lo que le ocurriese a mi salud, pedí solo poder consolar a Dios. Guiada por las palabras de Dios, mi enfermedad ya no me limitaba y me ofrecí para hacer ese trabajo.
Fui testigo de la maravillosa protección de Dios cuando puse todo mi empeño en este deber. Una semana después, mi herida no solo no estaba peor, sino que se había curado por completo. El doctor dijo: “El linfedema en el brazo es normal después de este tipo de operación y, después de más de un mes de recuperación, el paciente aún necesita quimioterapia”. Pero, desde que comencé ese deber, la herida dejó de dolerme, no había linfedema en mi brazo y no había ido a quimioterapia. Ha pasado más de un año desde la operación y estoy totalmente bien. Gracias a Dios por Sus maravillosas obras. Yo personalmente experimenté Sus palabras, que dicen: “Todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Cuando me libré de mis demandas irracionales y dejé de hacer tratos con Dios, realmente vi la autoridad y el gobierno de Dios ¡y fui testigo de Sus maravillas!
El calvario de esta enfermedad parecía una calamidad superficialmente, pero el amor de Dios estaba escondido allí dentro. El esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios me dieron cierto conocimiento de mi motivación para ganar bendiciones y de mis impurezas. Desarrollé algo de obediencia a Dios y realmente aprendí que sufrir una enfermedad era una bendición de Dios para purificarme y transformarme. ¡Gracias a Dios por Su salvación!