Presa de mi propia familia
Acepté la obra de Dios de los últimos días en 2019. Al leer la palabra de Dios, vi que Dios Todopoderoso revela la verdad interna de las tres etapas de la obra de Dios para salvar a la humanidad, el misterio de la encarnación de Dios, el sentido de la obra de juicio, cómo corrompe Satanás a la gente, cómo la salva Dios y cómo la gente puede purificarse y tener un hermoso destino. Estas palabras tenían autoridad y nunca antes las había oído. Parecían nuevas y prácticas, y me proveían de tal forma que calmaban mi sed espiritual. Segura de que Dios Todopoderoso era el regreso del Señor Jesús, estaba emocionadísima. Jamás imaginé que podría recibir el regreso del Señor Jesús en vida. Me sabía afortunada. Luego, solía asistir a reuniones, predicaba el evangelio y cada día era pleno y gozoso. Pero, dos meses después, mi hermano menor y mi cuñada se enteraron de mi fe en Dios. Mi cuñada es china y trabajaba en una oficina pública, así que mi hermano se fue a China con ella. Mi hermano me llamó y me reprendió: “El Gobierno chino persigue a los creyentes en Dios Todopoderoso. No me opongo a tu fe en el Señor Jesús, pero no puedes creer en Dios Todopoderoso. Crees en una persona, no en Dios”. En cuanto lo oí supe que mi hermano se hacía eco de un rumor, ya que, al buscar y estudiar, yo miraba muchos videos de creyentes de la Iglesia de Dios Todopoderoso perseguidos por el PCCh y sabía que el camino verdadero ha sido perseguido desde la Antigüedad. Cuando Dios viene a obrar, es susceptible de que lo persigan las fuerzas de Satanás, como cuando vino a obrar el Señor Jesús: los líderes religiosos y el régimen romano se resistieron a Él y lo persiguieron frenéticamente. Le dije: “Creo en Dios, no en una persona. Cuando Dios viene a la tierra a obrar y salvar a la humanidad, debe encarnarse en el Hijo del hombre para que podamos acercarnos a Él. Como Dios se hace humano, debe nacer en una familia y llevar una vida humana normal. Dios Todopoderoso parece una persona normal, pero tiene en Su interior el Espíritu de Dios y Su esencia es la de Dios. Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades y obra para purificar y salvar a la humanidad, cosa que nadie más puede hacer. El Señor Jesús parecía una persona normal, pero Su esencia era la de Dios y podía expresar la verdad y redimir a la humanidad. Esto era algo normal que no podía hacer la gente. ¿Se puede afirmar que creer en el Señor Jesús es creer en una persona? No hagas conjeturas ridículas de aquello que no entiendes. Es imperdonable el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Los fariseos blasfemaron contra el Señor Jesús diciendo que Belcebú lo ayudaba a expulsar los demonios. Al final, Dios los castigó y maldijo. Dado que yo no te obligo a creer, ¡no me impidas tú creer en Dios!”. No me hizo ningún caso. Cuanto más le refutaba, más duramente me reprendía. Al ver que lo habían engañado los rumores del PCCh y blasfemaba contra Dios, me decepcionó. Al día siguiente también llamó mi cuñada para convencerme de que no creyera, y trató de asustarme: “Tu fe en Dios Todopoderoso es ilegal en China. Podrían fusilarte por ello. Si creyeras en Dios en China, te habrían detenido hace mucho. El Gobierno chino detiene a todo creyente de tu iglesia que encuentra. No escapa nadie”. Las palabras de mi cuñada me mostraron la realidad de cómo el PCCh se resiste a Dios y persigue a los cristianos, y entendí la difícil situación de los hermanos y hermanas chinos que creen en Dios. A su vez, también se sentía extraño. Hacía ocho años que creía en el Señor, pero mi familia nunca me lo impidió. ¿Por qué todos ellos me persiguieron en cuanto empecé a creer en Dios Todopoderoso y se volvieron tan indiferentes conmigo? Recordé entonces que mis hermanos y hermanas habían hablado de que el camino verdadero ha sido perseguido desde la Antigüedad y de que Satanás se entromete allá donde Dios obra. Comprendí que la persecución de mi familia hacia mí era una perturbación de Satanás, por lo que, cuanto más me persiguieran, más quería seguir a Dios Todopoderoso y eludir las trampas de Satanás.
Luego, mis hermanos y hermanas compartieron conmigo unas palabras de Dios: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la interferencia humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la interferencia de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Al leer la palabra de Dios, entendí que esta era una batalla espiritual. Cuando Dios salva a alguien, Satanás se emplea a fondo para perturbarlo y estorbarle y arrastrarlo al infierno con él. Lo que pasó ese día fue que, aparentemente, mi hermano y mi cuñada me estorbaron, pero en realidad fue una perturbación de Satanás. Tenía buena relación con ellos y mi hermano solía hacerme caso, pero, tras escuchar los rumores del PCCh, parecían unas personas distintas. Utilizaron toda clase de trucos para forzarme a abandonar a Dios y sus palabras me helaron el corazón. Creía en Dios en Tailandia y ellos querían controlarme. Si hubiera estado en China, me habrían mandado a la cárcel. Vi que Satanás es verdaderamente malvado y que yo no iba por la misma senda que ellos. A simple vista, eran familiares míos, pero no éramos nada compatibles en espíritu. No hablábamos el mismo idioma, no éramos personas de un mismo tipo y no quedaba nada de nuestro afecto de siempre. Esa noche miré un video de testimonio sobre los hermanos y hermanas torturados por el PCCh. Por más que sufrieran en la carne, seguían firmemente a Dios. Por medio de la oración a Dios y de la guía de Su palabra, pudieron vencer la debilidad de la carne, y algunos hasta renunciaron a vivir por mantenerse firmes en el testimonio. Sus experiencias me animaron. En circunstancias tan dolorosas, pudieron conservar igualmente su fe en Dios y no ceder ante Satanás. La persecución que yo padecía no era nada en comparación. Esto me dio más fe para afrontar lo que viniera.
Como no pudieron convencerme, incitaron a mi esposo a que me frenara diciéndole que, si yo creía en Dios, no querría hijos ni una familia. También el pastor difundió falacias difamatorias para engañar a mi esposo al afirmar que yo creía en una persona. Cuando mi marido oyó estas cosas, se opuso a mí igual que ellos. Si veía que asistía a reuniones o navegaba por la web de la Iglesia de Dios Todopoderoso, solía desconectar el cable de red de casa, cerraba la puerta y no me dejaba entrar a la habitación. Hacía todo lo posible por perturbarme e impedirme asistir a reuniones o leer la palabra de Dios. Como yo sabía que esto era una intromisión de Satanás, no podía ceder. Cuando mi esposo vio que no podía disuadirme, me dijo: “Si sigues creyendo en Dios Todopoderoso, ¡nos divorciamos! Tendrás que irte de esta casa. ¡Decídete hoy!”. Le contesté: “Si no creyera en Dios, haría mucho tiempo que me habría divorciado de ti. Tuviste una amante anteriormente, pero lo dejé pasar porque creo en Dios. Si no hago nada malo por creer en Dios, ¿por qué tratas de frenarme? Si quieres divorciarte de mí y echarme, no tengo opción. Aunque tenga que irme de esta casa, ¡creeré en Dios!”. Así pues, tomé mi ropa y me fui a casa de un amigo. En ese momento no sabía qué hacer a continuación. Al pensar en mi hijo pequeño, era muy reticente a marcharme. Por ello, contacté con mis hermanos y hermanas para contarles mi estado, y una hermana me envió un pasaje de la palabra de Dios: “A lo largo de Su obra, desde el principio hasta ahora, Dios ha dispuesto pruebas para cada persona —o, mejor dicho, para cada persona que le sigue— y estas vienen en distintos tamaños. Están los que han experimentado la prueba del rechazo por parte de su familia, los que han pasado por la prueba de los entornos adversos, los que han sufrido la prueba de ser arrestados y torturados, los que han pasado por la prueba de tomar decisiones, y los que se han enfrentado con las pruebas del dinero y el estatus. En general, cada uno de vosotros se ha enfrentado a todo tipo de pruebas. ¿Por qué obra Dios así? ¿Por qué trata a todos así? ¿Qué tipo de resultado busca? Esta es la idea central que deseo comunicaros: Dios quiere ver si la persona es o no de las que le temen y se apartan del mal. Esto significa que, cuando Dios te envía una prueba y hace que te enfrentes a alguna circunstancia, Su intención es comprobar si eres o no una persona que le teme, que se aparta del mal” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). Tras leer la palabra de Dios, entendí que la persecución de mi familia también era una prueba para mí, para ver si satisfacía a Dios o a Satanás. Comprendí que tenía que elegir, pero aún quedaba un hilo de esperanza en mi interior. Todavía deseaba que mi esposo cambiara de idea, pero entonces él y mi hermana menor me encontraron y, por su parte, me dijeron: “Es preciso que dejes de creer en Dios Todopoderoso. ¿No lo ves? ¡Ya ni siquiera quieres a tu hijo y a tu familia!”. Respondí airada a mi marido: “Nunca dije que no quiera a mi hijo ni a mi familia. Eres tú quien me persigue, me impide creer en Dios y hasta me amenaza con el divorcio. ¿Es demasiado pedir tener un poco de libertad religiosa?”. También me llamó mi padre: “¿Dónde está ese Dios? No creas en eso. ¡Vete a casa con tu esposo y vive bien!”. Esto me enojó, por lo que discutí con ellos: “No es un error creer en Dios. ¿Por qué tratan de controlarme?”. Al comprobar mi padre mi firmeza al teléfono, pidió a mi esposo que me atara y me golpeara, y que él asumiría la culpa si moría. No me pegó, pero me sacó la tarjeta bancaria y me destrozó el teléfono y la computadora. Luego, mi esposo y mi hermana me metieron en el auto a la fuerza y me llevaron a casa. Por el camino se sentaron a mi lado y ambos fueron brutales conmigo. Así entendí cómo se sentían los hermanos y hermanas chinos al ser detenidos por la policía. No parecían familia mía en absoluto, y yo ya no tenía esperanza en ellos. No sabía cómo me perseguiría mi familia a continuación, así que oré en silencio en mi interior, pidiéndole a Dios que me guiara para elegir bien. Esa noche me sentí muy triste. Casi todos los días, a esa hora, predicaba el evangelio, pero ya no podía hacer nada. Como mi familia sabía que creía en Dios Todopoderoso, se había unido para perseguirme. Dado que mi cuñada trabajaba en el Gobierno chino y tenía dinero, mi familia la obedecía y ella los instigaba a perseguirme por todos los medios, hasta el punto de que me matarían a golpes antes que permitirme creer en Dios. En ese momento vi con nitidez el verdadero rostro de su resistencia a Dios. No eran más que unos diablos, enemigos de Dios. También recordé que Job afrontó tan dolorosa prueba, pero no se quejó de Dios. En cambio, oraba en silencio ante Él y buscaba Su voluntad, por lo que yo también debía confiar en Él para mantenerme firme y no ceder jamás ante Satanás fueran cuales fueran las circunstancias.
Al día siguiente, mi esposo y mi padre me devolvieron a casa de mis padres. Como mi madre y la esposa de mi hermano mayor tenían miedo de que huyera, en cuanto me vieron, me registraron y me pidieron mi tarjeta de identidad. Nunca me daban ocasión de estar sola. Cuando me duchaba o iba al servicio, mi madre hacía guardia afuera. Hasta mandaban a mi sobrina dormir conmigo para vigilarme y, si yo encendía la luz por la noche, al instante llamaba mi madre a la puerta a ver qué estaba haciendo y me decía que apagara la luz y durmiera. Lo que hacía que fuera incluso más insoportable era que, a las 3 o las 4 de la madrugada, mi madre hacía ruido, gritaba y llamaba a la puerta. Eso me frustraba mucho. Por el día me vigilaban más estrechamente. No me dejaban hablar con nadie, ni con la vecina de al lado, y los vecinos me miraban como si no me conocieran. Cada día no me quedaba más remedio que hacer lo que me ordenara mi familia. Me trataban como a una presa y me vigilaban a diario. Me sentía encarcelada. Mi familia me trataba así porque hacía caso de los rumores del PCCh y a mi cuñada. Querían cortar mi vínculo con mis hermanos y hermanas y hacer que poco a poco perdiera la fe en Dios. Me sentía muy triste todos los días. Extrañaba las reuniones con mis hermanos y hermanas. La obra de Dios está llegando a su fin, pero no podía ir a reuniones, leer la palabra de Dios ni cumplir con el deber. ¿Iba a ser descartada? Eso me ponía muy nerviosa y no quería más que escapar de ese ambiente y poder creer libremente en Dios. Me escondía en el servicio y oraba a Dios para pedirle una salida. Después, mis padres me pidieron que trabajara con mi hermano mayor y su mujer en el naranjal, donde podrían vigilarme. Mi cuñada más mayor no me prohibía rigurosamente creer en Dios, por lo que, cuando yo trabajaba de día, escuchaba la palabra de Dios por internet en su celular. Daba gracias a Dios de todo corazón por abrirme un camino.
Recuerdo un pasaje que leí de la palabra de Dios especialmente emotivo: “Habiendo pasado por estas dos pruebas, en Job nació una experiencia más rica que lo hizo más maduro y experimentado, más fuerte, y de mayor convicción; aumentó su confianza en lo correcto y el valor de la integridad a la que se asía con firmeza. Las pruebas de Jehová Dios sobre Job le proporcionaron un profundo entendimiento, un hondo sentido de la preocupación de Dios por el hombre, y le permitieron sentir lo precioso de Su amor. Desde ese momento, a su temor de Dios se añadieron la consideración hacia Él y el amor por Él. Las pruebas de Jehová Dios no sólo no distanciaron a Job de Él, sino que acercaron su corazón a Él. Cuando el dolor carnal que Job soportó alcanzó su punto álgido, la preocupación que sintió de parte de Jehová Dios no le dio más elección que maldecir el día de su nacimiento. No planeó esa conducta con gran antelación, sino que fue una revelación natural surgida de la consideración y del amor hacia Dios desde el interior de su corazón; fue una revelación natural producida por su consideración y su amor hacia Dios. Es decir, al aborrecerse a sí mismo, ya no estaba dispuesto a atormentar a Dios ni podía soportarlo; su consideración y su amor alcanzaron el punto de la abnegación. En ese momento, Job elevó su adoración, su anhelo de Dios y su consagración a Él de toda la vida, hasta el nivel de la consideración y el amor. Al mismo tiempo, también elevó su fe en Dios, su obediencia a Él y su temor de Él hasta el nivel de la consideración y del amor. No se permitió hacer nada que dañase a Dios, ninguna conducta que pudiera herirlo ni causarle dolor, pesar, o incluso tristeza a Dios por culpa suya. A Sus ojos, aunque Job seguía siendo el de antes, su fe, su obediencia y su temor de Él le habían producido una satisfacción y un disfrute completos. En este momento, Job había alcanzado la perfección que Dios esperaba que alcanzara, se había convertido en alguien verdaderamente digno de ser llamado ‘perfecto y recto’ a Sus ojos” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). Job afrontó las tentaciones y los ataques de Satanás, le despojaron de todos sus hijos y de todos sus bienes, tenía todo el cuerpo lleno de llagas malignas y el dolor era casi insoportable, pero, por temor a Dios, no hablaba ni actuaba a la ligera, sino que antes se presentaba ante Él a orar y buscar Su voluntad. Supo que Dios estaba con él de corazón en el dolor y sintió Su cuidado hacia las personas. Como Job no soportaba la idea de permitir que Dios sufriera, prefirió maldecir el día que nació antes que culparlo a Él. Al final se mantuvo firme y pronunció unas palabras que humillaron a Satanás: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Sin importar cómo se burlaran de Job sus amigos y su mujer, él conservó su fe auténtica en Dios y su testimonio humilló a Satanás, que ya no pudo acusarlo. Noté que, en esta experiencia, no me amparaba en Dios para descubrir las tramas de Satanás ni buscaba los buenos propósitos de Dios en ese ambiente, sino que me resistía, me quejaba y dejaba que Satanás se riera de mí. Conforme meditaba la palabra de Dios, le oraba, y creció la fe dentro de mí: fuera cual fuera el ambiente en que me hallara a continuación, imitaría a Job, me mantendría firme en el testimonio de Dios y humillaría a Satanás.
Cada día iba a trabajar al campo con mi hermano mayor y su esposa. Al ver el amor entre mi hermano y mi cuñada, cómo salían y volvían juntos, no podía evitar envidiarlos. ¿Por qué no podía tener una vida familiar normal? Al pensarlo, sentía ganas de ceder. Sobre todo cuando hacían la cena y veía a su familia unida y feliz, mientras yo estaba sola, mi corazón sufría y no podía contener las lágrimas. Me di cuenta de que me interesaba la carne y recordé que Dios se hacía carne en los últimos días y expresaba la verdad para purificar y salvar a la gente. Era un momento decisivo para buscar la verdad, pero mi esposo me obligaba a dejar de creer en Dios. No teníamos nada en común y no éramos felices ni estando juntos a regañadientes. Cuando me acordé de esto, no me sentí tan triste. Tomé el teléfono de mi cuñada y escuché tranquilamente unos himnos. Empezó a sonar “Deberías abandonar todo por la verdad”:
1 Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo.
2 Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Personas como estas no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!
Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos
Demos gracias a Dios por permitirme oír esta canción en ese momento. Supe que no podía dejar de buscar la verdad por un pequeño goce carnal. Dios ya está realizando la obra del juicio en los últimos días para concluir del todo esta era. Si no alcanzamos la verdad, perderemos la ocasión de salvarnos y, al final, todos caeremos en el desastre y seremos aniquilados. ¿Qué importa si tenemos una vida familiar feliz? ¿No son temporales todas estas cosas? No hay dolor ni pérdida mayor que no alcanzar la verdad. Al pensarlo sentí un gran alivio, como si estuviera cara a cara con Dios. Sentí seguridad y gozo en mi corazón y ya no me sentía sola.
Después de vivir tres semanas en casa de mis padres, un día huí mientras mi familia no estaba atenta y conseguí quedarme en un hotel, pero pronto me encontraron mi sobrino y mi hermano mayor y me llevaron de vuelta. Luego de eso, mis padres invitaron a toda la aldea a casa a cenar y les pidieron ayuda para vigilarme y que me atraparan si alguien se enteraba de que había huido. Mi esposo vino con nuestro hijo de 5 años a pedirme que dejara de creer y volviera a casa con él. Mi hijo no se atrevía a acercarse a mí. Cuando le pregunté por qué, respondió: “Papá dice que estás loca y podrías matarme”. Eso me enojó mucho. No podía creer que enseñara algo así a un niño pequeño. Después, mi hijo y yo no podíamos tener una relación normal. Hasta que no le compraba golosinas, mi hijo no se atrevía a hablarme. Me sentía muy triste y deseaba que mi familia dejara de tratar de forzarme, pero entendía que me equivocaba. Todos ellos odiaban a Dios y nunca cambiarían. Mi esposo continuaba tratando de convencerme, y mis padres, pidiéndome que no creyera. Les decía: “No puedo dejar de creer en Dios”. Mi esposo, al ver que permanecía firme, se llevó a mi hijo de vuelta a casa.
Una semana más tarde, una mañana, mi hermano regresó de otro pueblo con un vestido mío en la mano. Me dijo: “Esta mañana temprano fui a un exorcista a purificarte”. También mi padre salió de la habitación y me ordenó que me pusiera rápido el vestido: “Si te pones este, te curarás”. Respondí: “No me voy a poner eso. Ni estoy poseída ni tengo ninguna enfermedad; creo en el único Dios verdadero”. Cuando mi padre vio que no aceptaba el “tratamiento” de ellos, me hizo sentar en una silla. Sujetando un palo del grosor de mi antebrazo, puso mal gesto y me dijo: “Por ser tan desobediente, ¡a ver si puedo darte una lección hoy! Nunca te he pegado, pero hoy te enseñaré lo que pasa cuando lo hago ¡y te golpearé hasta que mueras o dejes de creer en Dios!”. Jamás había visto a mi padre tan enojado. Tenía miedo de que me pegara, y el palo era tan grueso que probablemente me rompería los huesos. Cuando mi padre me pidió que me cambiara de ropa, enseguida oré a Dios para decirle que, pasara lo que pasara, no podía ceder ante Satanás. Recordé cómo Satanás tentó y atacó reiteradamente a Job, pero Job mantuvo su integridad y su firmeza en el testimonio y, al final, Satanás fue humillado, fracasó y lo dejó por completo. Aunque yo era muy inferior a Job, sabía que Satanás también venía por mí tratando de hundir poco a poco mi fe en Dios, de desalentarme y decepcionarme con Él y, finalmente, de hacer que lo traicionara. No podía caer en las trampas de Satanás. Así pues, oré a Dios para jurarle: “Dios mío, aunque me maten a palos, no cederé ante Satanás. No renunciaré a mi fe en Ti y me mantendré firme en mi testimonio de Ti”. Tras orar ya no sentía miedo, y lo arriesgué todo. En mi mente vagaba con claridad una frase de un himno: “No debo abandonar ni mi deseo ni mi determinación; rendirme sería equivalente a llegar a un acuerdo con Satanás, equivalente a la autodestrucción y a traicionar a Dios” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, La resolución necesaria para buscar la verdad). Esta frase de la palabra de Dios me dio confianza y fortaleza. Jamás cedería ante Satanás. Se me acercó mi padre, palo en mano, a punto de golpearme. Parecía un demonio, pero yo no tenía miedo alguno. Mi esposo y mi madre regresaban en ese momento del campo. Mi madre se lanzó delante de mí para interceptar a mi padre e intentó convencerme de que dejara de creer. Yo alegué: “Creer en Dios no es un robo ni un hurto y yo no destruyo la familia de nadie. Lo que hago es ir a reuniones. ¿Qué hice tan mal como para que quieran matarme a golpes? ¿Siguen siendo mi familia?”. Mi sobrino señaló con desdén: “Tía, fíjate en la gente que tiene automóviles y dinero. Tú crees en Dios, pero ¿qué te ha dado tu Dios?”. Le contesté: “¿De qué sirven esas cosas? Cuando llegue el desastre, ¿salvarán esas cosas a la gente? Solo Dios puede salvarla. Si quieres ir en pos de esas cosas, no te lo impediré. Creo en Dios. Entonces, tú, ¿por qué te entrometes?”. Mi sobrino replicó, airado: “Si no dejas de creer en Dios, no nos culpes por ser despiadados. ¡Te colgaremos tres días y tres noches a ver si continúas creyendo!”. La familia entera accedió a colgarme y no bajarme hasta que no dejara de creer en Dios. Me indigné. ¿Qué tenían de familia? Eran unos simples diablos. Algo asustada en ese momento, oré a Dios para pedirle que me guiara. Mi esposo intentó convencerme: “Mi fe en el Señor Jesús es solo una creencia. ¿Por qué te tomas esto tan en serio? Deja de creer”. Respondí: “Si no aceptas que el Señor Jesús ha vuelto para salvarte, yo no te obligaré, así que deja de intentar obligarme a mí. ¡Seguiré a Dios Todopoderoso!”. Después de mi firme declaración a mi familia, callaron, y supe que Satanás había perdido. Sentí un dulzor en mi corazón que jamás había sentido ¡y no podía pensar en nada más que en dar gracias a Dios!
Después, mi familia aún me mantuvo confinada en casa, pero ya no me sentía agraviada y estaba dispuesta a obedecer y a aprender lecciones en ese ambiente. Normalmente, cuando no estaban atentos, tomaba el teléfono de mi cuñada y escuchaba por internet Palabras diarias de Dios. Solía orar a Dios y estaba dispuesta a someterme a Sus disposiciones. De Dios dependía cuándo pudiera irme, y quería esperar. Poco a poco, mi familia me vigilaba menos estrechamente. Una vez, una familia de la aldea celebró un banquete nupcial, y toda mi familia fue. Aproveché para escaparme. Luego contacté con los hermanos y hermanas y me fui de mi pueblo. Ya por fin soy libre de creer en Dios y cumplir con el deber. En esa época experimenté la persecución de mi familia y, aunque sufrí un poco, aprendí mucho. Ya veo más claras la maldad del PCCh y la esencia de la resistencia de mi familia a Dios, y experimenté de forma práctica que Dios estaba a mi lado sustentándome. Cada vez que estoy negativa y débil, Dios, con Sus palabras, me da esclarecimiento, guía, valentía y prudencia para que tenga confianza para mantenerme firme. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!