Trasfondo de una batalla doméstica

19 Ene 2023

Por Wang Zhi, China

A principios de 2010, mi esposa vio por televisión unos rumores y propaganda negativa, difundidos por el Partido Comunista, sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso. Temía que me detuvieran y comenzó a presionarme. Un día me dijo muy airada: “Observa lo que dicen por televisión. El Relámpago Oriental es un importante objetivo nacional de represión y exterminio. En todo el país se está deteniendo y condenando a creyentes, y la policía manda a gente normal a espiarlos y denunciarlos. ¡Renuncia a tu fe! Si te detienen, ¡también se verá implicado el resto de la familia!”. Le contesté: “El Partido Comunista gobierna en China y odia a Dios más que a nada, por lo que persigue sobre todo a creyentes. La senda de fe es una senda de opresión. El Salvador, Dios Todopoderoso, ha venido a salvar a la humanidad. Ahora que he logrado recibir el regreso del Señor, no puedo renunciar a mi fe por miedo a que me persigan”. Al ver que no aceptaba su consejo, intentó de todo por interponerse en mi camino y no me dejaba ir a reuniones ni cumplir con el deber.

Una vez, cuando yo iba a salir, se apresuró a ponerse delante de mí y me agarró para que no pudiera marcharme. A duras penas pude liberarme, salí al zaguán, y ella gritó: “¡Tienes prohibido reunirte!”. Para que no se enteraran los vecinos y me denunciaran, enseguida volví adentro y cerré la puerta. Me amenazó: “Si se te ocurre ir a una reunión, ¡te denuncio a la Oficina de Seguridad Pública! Sé quiénes son los demás de tu grupo. Los denunciaré a todos, que la policía los detenga, ¡y a ver si sigues creyendo!”. Me indignó aquello. Le advertí que eso ofendería a Dios y Él la castigaría. No me hizo ningún caso, sino que siguió peleando conmigo a diario para lograr que renunciara a mi fe. Eso me enloquecía de veras. No me dejaba leer las palabras de Dios en casa y vigilaba todo lo que hacía.

No pude ir a reuniones durante un tiempo, lo cual era triste y martirizante. Anhelaba el día en que mi esposa dejara de oprimirme para poder reunirme y cumplir un deber con normalidad. Oraba a Dios para pedirle que me abriera una senda que me sacara de esa situación. Más adelante recordé un himno de las palabras de Dios.

1 Dios encarnado padece toda clase de desprecios, injurias, juicios y condenas. Además, el diablo lo persigue y los círculos religiosos lo rechazan y se oponen a Él. ¡Nadie puede resarcirlo de esta herida en Su corazón! Él salva a la humanidad corrupta con suma paciencia; ama a la gente con el corazón herido. Esta es la obra más dolorosa. Al llevarla a cabo, la carne de Dios se enfrenta a peligros extremos provocados por la ferocidad de la resistencia, las condenas y calumnias, las acusaciones falsas y la persecución, el acoso y las matanzas de la humanidad. Él padece estos dolores, pero ¿quién puede entenderlo y quién reconfortarlo?

2 El Señor Jesús obró en la tierra y vivió 33 años y medio. Hasta que no fue crucificado, murió, resucitó y se apareció a la humanidad durante cuarenta días, no se liberó, con lo que concluyeron Sus dolorosos años de vida con la humanidad. Ahora bien, el corazón de Dios siempre ha padecido este mismo tipo de dolor por Su preocupación por el destino de la humanidad. Este dolor no puede ser comprendido ni soportado por nadie. Desde el principio, todo lo revelado por la obra de la encarnación es amor, la sustancia de Su obra es el amor; Él lo ha dado todo, Su todo, a la humanidad.

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Me emocioné mucho al recapacitar sobre este himno y percibí el amor de Dios por el hombre. ¡Dios ha padecido un dolor y una humillación enormes en ambas encarnaciones para salvarnos! El rey Herodes quiso matar al Señor Jesús desde Su nacimiento, y una vez que Él comenzó a obrar, los fariseos se burlaron de él, lo difamaron y lo condenaron. En los últimos días, Dios Todopoderoso corre riesgos miles de veces mayores que en la Era de la Gracia, encarnado en la guarida del gran dragón rojo para obrar y salvar a la humanidad. Se enfrenta a la persecución y condena del partido y al rechazo y la difamación del mundo religioso. Dios soporta en silencio toda clase de desdichas para salvarnos. Ahora que sigo a Dios y aspiro a la salvación, ¿qué me supone soportar ese pequeño sufrimiento? Siempre dije que quería amar a Dios y que lo seguiría hasta el fin a lo largo del sufrimiento y la opresión, pero me faltaba fe cuando me hallaba en una situación real. ¿Dónde estaba mi testimonio? Como antes solo comprendía la doctrina literal, sentí mucha vergüenza. Decidí en silencio que, fueran cuales fueran la opresión o los impedimentos que afrontara, seguiría a Dios hasta el fin. Los siguientes días, mi esposa no dejaba de estorbarme, empeñada en no rendirse hasta no haber logrado su objetivo. Sin embargo, guiado por las palabras de Dios, yo ya no me sentía tan limitado.

Tiempo después, un día, al llegar del trabajo a casa, vi que mi esposa había encontrado y destruido un libro de las palabras de Dios y unos CD de himnos que yo había escondido. Enfurecido, le pregunté: “¿Por qué destruiste mi libro y mis CD? Odias y te opones muchísimo a Dios, y hasta quieres que detengan a los hermanos y hermanas. Serás castigada”. Ella respondió vilmente: “¡No te dejaré creer ni aunque sea castigada!”. Siguió armando escándalo, pero, como no le hacía caso, dijo con rencor: “Si conservas tu fe, ¡quiero el divorcio!”.

Fue triste que afirmara que quería el divorcio. Durante todo nuestro matrimonio, ella siempre me había cuidado muchísimo, y en todos esos años casi nunca peleamos. El resto de la gente nos admiraba mucho. Yo sentía cierta renuencia ante la posibilidad real de divorcio. Recordé entonces algo que dijo Dios: “Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). “Cualquiera que no reconozca a Dios es un enemigo; es decir, cualquiera que no reconoce a Dios encarnado, tanto dentro como fuera de esta corriente, ¡es un anticristo! ¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Cierto. Creyentes e incrédulos son dos tipos distintos de personas que van por dos sendas distintas. Yo tengo fe para buscar la verdad y someterme a Dios, para cumplir el deber de un ser creado. Como el Partido Comunista detenía y perseguía a creyentes, mi esposa le seguía el juego oprimiéndome a mí. Hasta destruyó mi libro de las palabras de Dios y amenazó con hacer detener a creyentes. Su esencia era de odio hacia Dios. Aunque éramos marido y mujer, éramos personas distintas en sendas distintas. Ella estaba decidida a obedecer al Partido Comunista y resistirse a Dios; era de Satanás. Dado que quería el divorcio, yo debía respetar su decisión, y en un futuro nadie me impediría reunirme y cumplir con el deber. Así pues, dije con firmeza: “Tú y yo no vamos por la misma senda. Que cada cual siga su camino. Debemos divorciarnos”. Después, ella ya no quería divorciarse.

Yo creía que el asunto había llegado a su fin, pero ella hizo que nuestro hijo y nuestra nuera se aliaran con ella. Mi nuera me dijo: “Papá, ¿no le tienes tanto cariño a tu nieto? Se suele decir que los abuelos están más unidos a sus nietos que a sus hijos, y tú eres así”. Estaba de acuerdo con ella en que era cierto. Al ver cuánto me alegraba, continuó: “Papá, lo quieres muchísimo; vamos a hablar de esto. Mi tío es director de Seguridad Pública. Según él, los creyentes en Dios Todopoderoso son delincuentes políticos y, de ser detenidos, se les condena. Sus hijos y generaciones posteriores se ven implicados y no pueden trabajar en la Administración ni acceder a la universidad. Papá, debes renunciar a tu fe. Si te detienen, nuestras carreras se verán afectadas. Tienes que pensar en nosotros, ¿no? Aunque no pienses en nosotros, has de pensar en tu nieto. Si no puede acceder a la universidad ni encontrar un buen empleo a causa de tu fe, será todo culpa tuya”. Me molestaron mucho sus palabras. Luego, mi hijo añadió con gesto grave: “Papá, las piernas te están dando problemas. ¿Y si pierdes la capacidad de andar? Si dejas de creer en Dios Todopoderoso, te cuidaremos nosotros. Pero si conservas tu fe, cuando envejezcas, si te duelen mucho las piernas para caminar, no nos ocuparemos de ti”. Me decepcionó hondamente oírle decir aquello. Jamás había imaginado que diría algo tan cruel solo por mi fe. Me volqué en su crianza, pero él me amenazaba con no cuidarme en la vejez. ¡Había hecho todo eso para nada! Tenía reúma y crecimiento óseo excesivo en las piernas. Cuando me daba guerra, las piernas se me quedaban totalmente rectas dos semanas, no podía doblarlas y me dolían demasiado como para trabajar. Aparte, sabía que me estaba haciendo mayor, así que, cuando envejeciera, el dolor empeoraría. No tenía pensión ni nada más de lo que vivir. Si mi hijo no me cuidaba, ¿cómo me las apañaría? Cada vez me disgustaba más. En ese momento, de pronto me di cuenta de que era una trampa de Satanás. Estaba utilizando mis afectos y el futuro de mis hijos, así como la cuestión de cómo me apañaría en un futuro, para probarme, para tentarme a tracionar a Dios. Clamé inmediatamente a Dios: “¡Dios mío! Te pido que veles por mi corazón y me guíes para que venza la prueba de Satanás”. Recordé estas palabras de Dios: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre está ocupándose para sí mismo, permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Cierto, Dios lo gobierna todo y nuestro destino está totalmente en Sus manos. Dios decide cómo le irá a mi nieto en el futuro y el trabajo que realizará, cómo le irá profesionalmente a mi hijo y si se verá afectado o no por mi fe. Además, la obra de Dios de los últimos días va a concluir y los grandes desastres están a punto de precipitarse. Si ellos no siguen y adoran a Dios, aunque vayan a la universidad y tengan buenos trabajos, caerán igualmente en los desastres y serán aniquilados a la conclusión de la obra de Dios. ¿Qué buenas expectativas tendrán entonces? A simple vista, mi hijo y su esposa decían estas cosas para perturbarme y oprimirme, pero, en realidad, esta era una prueba de Satanás. Satanás sabía cuánto amaba a mi nieto y que, durante años, mi mayor preocupación fue que empeoraran mis piernas y no tuviera quién me cuidara. Con estas cosas me estaba intimidando para que traicionara a Dios. ¡Qué siniestro Satanás! Que pudiera caminar o no en un futuro estaba en manos de Dios, y yo debía someterme a Su soberanía y Sus disposiciones. Al pensarlo, señalé con firmeza: “Ustedes vivan su vida. Dejen de preocuparse de si yo puedo caminar o de si vivo o muero. Si temen verse implicados si me detienen a mí, podemos cortar el vínculo ya. ¡Estoy firme en mi fe en Dios Todopoderoso!”. Al ver lo claro que lo tenía, se miraron, movieron la cabeza con impotencia y no añadieron nada más. Di gracias a Dios de corazón por guiarme para que superara la prueba y el ataque de Satanás.

Posteriormente, mi hijo y mi nuera no vinieron a verme durante muchos meses y tampoco llamaron. Mi mujer siempre estaba discutiendo conmigo, diciéndome que dejara de creer en Dios. Con el tiempo empecé a preocuparme. ¿De verdad me estaba abandonando mi hijo? Si mi esposa y yo nos divorciábamos algún día, yo no podía caminar ni valerme solo y mi hijo no se ocupaba de mí, ¿qué haría yo? Me quedé algo triste al pensar en tener que afrontar tanto dolor y tantas penurias en un futuro. Sabía que no debía pensarlo y que de nuevo iba a caer en la trampa de Satanás, así que enseguida invoqué a Dios para pedirle fortaleza para mantenerme firme en el testimonio. Luego rememoré un himno de las palabras de Dios.

Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es eso la vida con más sentido?

Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, La vida más significativa

Meditar las palabras de Dios me dio fortaleza. No hay nada más justo que creer en Dios y cumplir con el deber de un ser creado. Es la senda correcta en la vida, y cualquier sufrimiento por alcanzar la verdad y satisfacer a Dios tiene valor y recibe Su visto bueno. Al mirar atrás, aunque había padecido cierta opresión, realmente había aprendido cosas de ella. Antes creía tener fe en Dios. Ni me acobardaba frente a la opresión del Partido Comunista, ni el asedio de mi esposa y mi hijo podían tambalear mi voluntad de seguir a Dios. Me creía devoto de Dios. Sin embargo, cuando pasó algo de verdad, cuando mi hijo me ignoró durante meses, temía enfermar y no poder valerme, sin nadie que cuidara de mí. Pensaba únicamente en mi futuro personal; no tenía fe en Dios. Realmente no descubrí mi auténtica estatura hasta que no pasé por eso, y entonces me conocí un poco a mí mismo. También aprendí a discernir un poco las trampas de Satanás y logré ver la esencia de mi familia, incrédula y contraria a Dios. Esa fue la salvación de Dios. Tenía que ser como Job: seguir a Dios por más que me atacara Satanás o me oprimiera mi familia. Tras esta decisión cambió un poco la actitud de mi hijo y mi nuera hacia mí. A veces, cuando el tío de mi nuera decía que el partido estaba planeando más cosas para detener a creyentes, llevar a cabo alguna operación, ella me lo comunicaba y me decía que tuviera cuidado en el deber. No dejó de presionarme.

No obstante, lo que me sorprendió mucho fue que un día, de pronto, mi esposa abrió una ventana, se agarró al marco, puso un pie en la repisa y me gritó: “Te dije que renunciaras a tu fe, pero no me haces caso. La familia entera será desgraciada si te detienen. Te lo pregunto por última vez… ¿Vas a conservar tu fe o no? Si lo haces, ¡salto!”. Se paró sobre la repisa, lista para saltar. Yo estaba aterrado. Nuestra casa estaba en la séptima planta. Si saltaba, seguro que moría. Me apresuré a bajarla, y ella me señaló y gritó: “¡Aparta! Si se te ocurre acercarte, ¡salto ya!”. Como tenía ambos pies en la repisa, no me atreví a acercarme. Oré a Dios sin cesar dentro de mí para implorarle que me guiara. Me percaté entonces de que mi esposa me amenazaba con saltar para que traicionara a Dios y de que no podía caer en la trampa de Satanás. Ya no estaba tan nervioso y le dije con calma: “Si quieres morir, nadie te lo puede impedir, pero no amenaces con el sucidio; no funcionará. Si te tiras por la ventana y mueres, es tu decisión. ¡Yo estoy firme en mi fe y nadie puede pararme!”. Echó la pierna hacia atrás al ver que su amenaza no funcionaba, y replicó: “No soy tan tonta. Mi muerte te vendría demasiado bien: nadie se interpondría entre Dios y tú”. Vi lo extremo que era su odio hacia Dios: como para utilizar su propia muerte para forzarme a tracionarlo. Ella era la manifestación de un demonio. A su vez, yo odiaba incluso más al Partido Comunista. A través de los medios televisivos, difundía toda clase de rumores y mentiras para engañar al pueblo, detenía frenéticamente a cristianos e implicaba a familias enteras cuando detenía a un creyente para que los familiares incrédulos se opusieran a Dios y también oprimieran al creyente. El Partido Comunista es malvado hasta la médula. Es un demonio contrario a Dios, ¡un espíritu maligno! Lo maldije y rechacé de corazón y estaba aún más decidido a seguir a Dios.

Creía que dejaría de interponerse en mi camino, pero al poco tiempo, un día, después de desayunar, se levantó de un salto porque no le prestaba atención, agarró un cuchillo de cortar fruta como de este tamaño, me lo puso en la garganta y gritó brutalmente: “¡Te degollaré si conservas tu fe!”. Tenía cara de asesina y un brillo caníbal en los ojos. Parecía poseída por un demonio. Yo estaba asustado y enojado al mismo tiempo. Mi esposa recurría a cualquier truco malvado para que yo tracionara a Dios. Le dije con firmeza: “Si me degüellas hoy, seguiré creyendo en Dios Todopoderoso. No Lo abandonaré”. Se aturdió ante mi firmeza. Se quedó ahí con el cuchillo como si estuviera congelada, sin moverse para nada. Poco después, dejó el cuchillo en la mesa y dijo: “Ya no te haré más caso. Cree lo que te dé la gana”. Di gracias y alabanzas a Dios al ver a Satanás humillado y derrotado. Mi esposa y yo nos separamos después, y cada uno siguió su camino. Dejó de entorpecer mi fe.

Con todo esto vi realmente que el que mi esposa me oprimiera frenéticamente y tratara de impedir mi fe, hasta el punto de amenazar con suicidarse y matarme, y que mi hijo y su mujer quisieran abandonarme, fue todo provocado por la persecución del Partido Comunista. Sin sus rumores y mentiras, sin sus alocadas detenciones y su persecución, que implicaban a la familia entera de un creyente, mi familia jamás habría oprimido mi fe de ese modo ni jamás se habría roto mi hogar. Al ver lo malvado que es el Partido Comunista, un demonio contrario a Dios que destruye a la gente, ¡eso me hizo despreciarlo a conciencia! Además, vi que mi esposa carecía de toda humanidad, que era un demonio contrario a Dios. Ya no me sentía limitado por ella. Sea cual sea la opresión o la dificultad que afronte en un futuro, ¡estoy decidido a seguir a Dios hasta el fin!

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