La reasignación me puso en evidencia

17 Ene 2025

Por Owen, España

En 2018, yo estaba haciendo videos en la iglesia. Como mejoré rápidamente en mis destrezas profesionales y normalmente ayudaba a los hermanos y hermanas a resolver algunos problemas y dificultades, todos tenían una buena impresión de mí, y los líderes me confiaban algunas tareas importantes. Recibir el reconocimiento de los líderes y la estima de los hermanos y hermanas me dio una fuerte sensación de logro y aumentó mi entusiasmo. Aunque no era el líder del equipo, rápidamente identificaba y analizaba los problemas en nuestro trabajo. Siempre hacía lo posible por completar las tareas asignadas por los líderes y líderes de equipo, de modo que sentía que tenía bastante carga para mi deber y era relativamente obediente. En especial cuando veía a algunos hermanos y hermanas a mi alrededor que eran negativos, no eran aplicados en sus funciones y no hacían sus deberes adecuadamente porque estaban disconformes con las tareas que les asignaba la iglesia, yo pensaba que si me enfrentaba a tal situación, no actuaría como ellos; igual obedecería.

Un día en 2022, el líder del grupo me dijo que faltaba gente para las tareas con textos. Como la carga de trabajo en nuestro grupo no era pesada y yo tenía habilidad para escribir, y normalmente podía comunicar la verdad para resolver algunos problemas, tras una extensa evaluación, los líderes decidieron que yo me ocupara de tareas con textos. Cuando me enteré de la noticia, no podía creerlo. Pensé: “¿Me van a cambiar de deber? Yo estoy bien en este grupo. Los hermanos y hermanas me aprueban e incluso viene gente de otros grupos a pedirme consejos. Esto hace que tenga una muy buena imagen. Si voy a trabajar con textos, no entiendo los principios, y no sé cuánto me llevará ponerme a la par de los otros, ya que empezaré de cero. ¿Eso no significa que seré el peor del grupo? No entiendo por qué tuvieron que elegirme a mí”. Pensé en algunas hermanas que conocía que tenían buena capacidad de redacción. Poco después de empezar a hacer tareas con textos, las reasignaron porque no eran adecuadas para el trabajo. Yo sentía que no era tan bueno como ellas, y si no podía hacer el trabajo bien, sería humillante. De cualquier manera que los comparara, sentía que mi deber actual era más estable y prestigioso. Cuanto más pensaba en ese sentido, más sentía que los líderes se habían apresurado en su consideración, que no habían comprendido con claridad mis fortalezas antes de transferirme. Me quejé con la líder del equipo: “¿Los líderes no evaluaron este asunto con detenimiento? Soy mejor haciendo videos. Las tareas con textos no son mi fuerte. Si me voy, no me va a ir bien. ¿No deberían reconsiderarlo basándose en mis fortalezas?”. Pensé que la líder del equipo empatizaría conmigo desde mi perspectiva, y quizás hablaría con los líderes para que reconsideraran mi cambio. Pero ella me comunicó que debía considerar las necesidades de la iglesia en primer lugar. Me di cuenta de que no debía discutir y debía obedecer primero.

Luego, busqué los principios relacionados al cambio de deberes. Las palabras de Dios dicen: “La casa de Dios dispone que las personas cumplan con ciertos deberes no en función de las preferencias de estas, sino de las necesidades de la obra y de si una persona concreta puede conseguir resultados al cumplir ese deber. ¿Diríais que la casa de Dios debe disponer los deberes en función de las preferencias individuales? ¿Habría que emplear a las personas basándose en la condición de satisfacer sus preferencias personales? (No). ¿Cuál de estas opciones se alinea con los principios de la casa de Dios al utilizar a las personas? ¿Cuál de ellas se ajusta a los principios-verdad? Escoger a las personas en función de las necesidades de la obra en la casa de Dios y los resultados obtenidos por esas personas al desempeñar sus deberes(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). Después de leer las palabras de Dios, comprendí esto: En la iglesia, asignar deberes según las fortalezas individuales es solo un aspecto. Lo más importante es hacerlo según las necesidades del trabajo de la iglesia. Ahora faltan personas para las tareas con textos, y la carga de trabajo dentro de mi grupo no es pesada. Aunque yo esté ausente, no demorará el progreso. Debo considerar el trabajo de la iglesia en primer lugar, dejando de lado mis elecciones y exigencias personales. Es demasiado egoísta satisfacer solo mis propias preferencias. Al reconocer esto, ya no sentía tanta resistencia en mi corazón.

Luego, leí estas palabras de Dios: “Si uno cree en Dios, pero no presta atención a Sus palabras ni acepta la verdad ni se somete a Sus arreglos e instrumentaciones; si únicamente exhibe determinadas buenas conductas, pero es incapaz de rebelarse contra la carne y no cede nada en su orgullo o sus intereses; pese a que en apariencia cumple el deber, si sigue viviendo según sus actitudes satánicas, no ha renunciado en absoluto a las filosofías y maneras de vivir de Satanás ni las ha cambiado, ¿cómo es posible que crea en Dios? […] Por muchos años que hayan creído, no han establecido una relación normal con Dios; al margen de lo que hagan o de lo que les pase, lo primero que piensan es: ‘Qué quiero hacer; qué redundaría en mi interés y qué no; qué ocurriría si hiciera tal y tal cosa’. Eso es lo primero que tienen en cuenta. No se paran a pensar en qué tipo de práctica glorificaría a Dios, daría testimonio de Él o satisfaría Sus intenciones, ni oran para averiguar cuáles son Sus requisitos y qué dicen Sus palabras. Nunca prestan atención a cuáles son las intenciones o los requisitos de Dios ni a cómo se debe practicar para satisfacerlo. Aunque en alguna ocasión tal vez oren ante Dios y compartan con Él, simplemente hablan consigo mismos, sin buscar sinceramente la verdad. Cuando oran a Dios y leen Sus palabras, no las relacionan con las cosas que se encuentran en la vida real. Por tanto, en el entorno que Dios ha dispuesto, ¿cómo tratan Su soberanía, Sus arreglos y Sus instrumentaciones? Al enfrentarse a cosas que no satisfacen sus deseos, las evitan y se resisten a ellas en el corazón. Al afrontar cosas que causan una pérdida en sus intereses o impiden que estos se satisfagan, intentan buscar una salida por todos los medios, se esfuerzan por maximizar sus beneficios y procuran evitar cualquier agravio. No buscan satisfacer las intenciones de Dios, sino únicamente sus propios deseos. ¿Es eso tener fe en Dios? ¿Tienen las personas así una relación con Dios? No. Viven de manera vulgar, despreciable, intransigente y horrible. No solo no tienen ninguna relación con Dios, sino que también van en contra de Su soberanía y Sus arreglos constantemente. Suelen decir: ‘Que Dios tenga soberanía y gobierne sobre todo en mi vida. Estoy dispuesto a permitir que Él tome el trono, reine y rija en mi corazón. Estoy dispuesto a someterme a Sus arreglos e instrumentaciones’. Sin embargo, cuando las cosas a las que se enfrentan perjudican sus intereses, no pueden someterse. En lugar de buscar la verdad en un entorno dispuesto por Dios, pretenden darse la vuelta y huir de ese entorno. No quieren someterse a los arreglos e instrumentaciones de Dios, sino hacer las cosas según su propia voluntad, solo en tanto que sus intereses no se vean perjudicados. Ignoran por completo las intenciones de Dios y solo se preocupan por sus propios intereses, circunstancias, estados de ánimo y sentimientos. ¿Es eso creer en Dios? (No)” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. No es posible salvarse por creer en la religión ni participar en ceremonias religiosas). A partir de las palabras de Dios, vi que cuando los creyentes sinceros en Dios se enfrentan a cosas que no son acordes a sus nociones o dañan sus intereses, buscan activamente la verdad para resolver su corrupción, encuentran respuestas en las palabras de Dios y esperan el esclarecimiento y la guía de Dios. Los que no buscan la verdad y no son razonables solo se centran en la gente o las situaciones cuando se enfrentan a cosas que no son acordes a sus nociones e incluso es probable que se quejen de Dios y se nieguen a someterse a Sus orquestaciones y disposiciones. Relacionando esto conmigo, cuando pensaba que no podría recibir la estima de otros al hacer tareas con textos y que eso me revelaría como un inútil, trataba de justificarme y poner excusas, escondiéndome detrás de mi falta de habilidad, enfatizando a conciencia mis debilidades, con la esperanza de que la líder del equipo empatizara conmigo y me comprendiera, para que pudiera quedarme en ese grupo y conservar mi estatus. Cuando no me habían ocurrido cosas y disfrutaba de mi prestigio, yo afirmaba que me sometía a Dios y aceptaba las cosas de parte de Él. Sin embargo, al enfrentarme a cosas que no iban de acuerdo a mis nociones o que perjudicaban mis intereses personales, protesté y me resistí, me sentí disconforme con las orquestaciones de Dios y las desafié. Además, busqué la culpa en otros, diciendo que lo organziado por los líderes no era razonable. Pensándolo detenidamente, los líderes claramente estaban haciendo cambios razonables según las necesidades del trabajo, y yo tenía cierta habilidad para escribir; no era totalmente inexperto. Pero como sentía que este cambio dañaría mi reputación y mi estatus, me quejé y me resistí. Fue verdaderamente irrazonable de mi parte. Así pues, oré a Dios, con el deseo de aceptar esto de parte de Él y someterme, y dar lo mejor de mí para realizar las tareas con textos.

Después de mi cambio de deberes, vi que la mayoría de los hermanos y hermanas allí eran mejores redactores que yo. Algunos ya habían sido líderes, y otros venían haciendo tareas con textos desde hacía años, tenían una buena comprensión de los principios, y hablaban de los temas y expresaban sus opiniones de una manera clara y profunda. Me sentía bastante envidioso. Sin saberlo, me frustré un poco, pues pensaba que recién empezaba y ya estaba muy lejos de ellos. Me preguntaba: “¿Cuándo podré alcanzar su nivel?”. Pero no me desalenté tanto. Sabiendo que tenía carencias en términos de los principios, la profesión y otros aspectos, dediqué un tiempo a familiarizarme con los principios y busqué guía para aprender de los hermanos y hermanas cuando no entendía algo. Pero como era nuevo en este deber, no tenía buenas reflexiones cuando hablaba de los temas con los hermanos y hermanas. En algunas ocasiones, cuando expresaba algunas opiniones, eran inapropiadas, y me sentía bastante avergonzado. A este ritmo, cuanto más trabajaba, peor me veía, y ni hablar de lograr la estima de la gente. Me preocupaba que los hermanos y hermanas pensaran que mi calibre era demasiado bajo y que no valía la pena cultivarme. Al ver que este trabajo era tan importante y desafiante, me preocupaba aun más que no me fuera bien y me cambiaran. Eso sería muy humillante. A partir de ese momento, siempre hacía mi deber sin entusiasmo. Me quedaba mirando la pantalla de la computadora, con la mente en blanco. No tenía interés ni motivación para aprender la profesión. Había una constante sensación inexplicable de desánimo en mi corazón. A veces, incluso fantaseaba con cuándo los líderes cambiarían de opinión y me volverían a mandar a mi antiguo deber, porque pensaba que sería mejor que quedar en evidencia como un inútil y pasar inadvertido aquí. Luego, la hermana que me estaba entrenando en la profesión identificó algunos problemas de principios en mis deberes. Cuando los analizó, incluso señaló estos problemas y desviaciones en el grupo. Me sentí muy avergonzado. Inconscientemente, me vinieron a la mente recuerdos de cuando hacía videos. En ese momento, era prestigioso. Las personas se me acercaban con preguntas, y yo era el que les señalaba los errores a los demás la mayoría de las veces. Ahora, sin embargo, me había vuelto un ejemplo negativo, y constantemente se señalaban mis errores. Simplemente, eran los dos extremos. Este contraste me volvió aun más negativo. Incluso pensé en decirles a los líderes que no estaba capacitado para este trabajo y que quería volver a hacer videos. Pero temía que otros dijeran que no era obediente, entonces cumplía mis deberes a regañadientes.

Un día, de repente recordé las palabras de Dios que decían: “Si no resuelves los problemas a tiempo cuando ocurren, una vez que estos problemas que llevas dentro se acumulen y agraven y tu entusiasmo o tu determinación ya no basten para sustentarte en el cumplimiento del deber, te hundirás en la negatividad, incluso hasta el punto de que haya riesgo de que abandones a Dios, y, desde luego, no podrás mantenerte firme(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (11)). Me di cuenta de que no ocuparme de este estado negativo era muy peligroso. Aunque aparentemente cumplía mi deber, mi corazón no estaba ahí. Muchas veces recordaba los tiempos en que recibía la estima y los elogios de los demás, y nunca ponía mi mayor esfuerzo. Me di cuenta de que había que resolver este problema, y no podía seguir siendo superficial y engañarme a mí mismo de esa manera. Luego, mientras reflexionaba, leí las palabras de Dios: “Que nadie se crea perfecto, distinguido, noble o diferente a los demás; todo eso está generado por el carácter arrogante del hombre y su ignorancia. Pensar siempre que uno es especial sucede a causa de tener un carácter arrogante; no ser nunca capaz de aceptar sus defectos ni enfrentar sus errores y fallas es a causa del carácter arrogante; no permitir nunca que otros estén más altos o sean mejores que ellos, eso lo causa el carácter arrogante; no permitir nunca que las fortalezas de otros superen o sobrepasen las suyas se debe a un carácter arrogante; no permitir nunca que otros tengan mejores ideas, sugerencias y puntos de vista y, cuando descubren que otros son mejores que ellos, volverse negativos, no querer hablar, sentirse afligidos, desalentados y molestos, todo eso lo causa el carácter arrogante. El carácter arrogante puede volverte protector respecto a tu reputación, volverte incapaz de aceptar las correcciones de los demás, incapaz de asumir tus defectos e incapaz de aceptar tus propias fallas y errores. Es más, cuando alguien es mejor que tú, esto puede provocar que surja odio y celos en tu corazón y te puedes sentir oprimido, tanto, que ni siquiera sientes ganas de cumplir con tu deber y te vuelves superficial al hacerlo. El carácter arrogante puede hacer que estas conductas y prácticas surjan en ti(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Las palabras de Dios me ayudaron a encontrar la razón de mi negatividad. Siempre me creí capaz y me tenía en alta estima, quería estar en una posición preponderante, con personas alrededor que me alabaran donde fuera. Cuando no lograba tener la estima de los demás o ser el centro de atención, me volvía negativo y quería escapar de la situación. Todo esto se debía a que mi naturaleza era demasiado arrogante. Recién había empezado a practicar hacer tareas con textos, y había muchas cosas que no entendía o no sabía cómo hacer. Ningún principio se puede aprender solo escuchándolo o leyéndolo un par de veces; requiere un periodo de aprendizaje práctico. Durante este tiempo, los errores y las fallas son inevitables. Las personas que realmente tienen razón pueden abordar estas cosas correctamente. Pero yo no tenía ningún conocimiento de mí mismo. Donde iba, quería demostrar que era especial. Claramente recién estaba comenzando, pero estaba ansioso por lograr algo para mostrar mis habilidades, para que mis hermanos y hermanas vieran que tenía un buen calibre. Cuando no me iba bien, me quedaba corto o no era el centro de atención, me volvía negativo y aflojaba, y perdía la motivación para aprender la profesión. Incluso pensé abandonar mi deber e irme. Me di cuenta de que era verdaderamente arrogante y que me creía la gran cosa. El sufrimiento que padecía era puramente autoinfligido.

Empecé a pensar: “¿Por qué estaba tan motivado haciendo videos en el pasado, pero ahora que estoy haciendo tareas con textos, nunca puedo poner entusiasmo?”. Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios y entendí un poco mi estado. Las palabras de Dios dicen: “Si la gente tiene un corazón que ama la verdad, tendrá la fuerza para perseguirla, y podrá esforzarse en la práctica de la verdad. Pueden abandonar lo que debe ser abandonado, y dejar ir lo que debe dejarse ir. En particular, las cosas que se refieren a tu propia fama, ganancia y estatus han de ser abandonadas. Si no las dejas ir, significa que no amas la verdad y no tienes la fuerza para perseguirla. Cuando te suceden cosas, debes buscar la verdad y practicarla. Si, en esos momentos en los que necesitas practicar la verdad, tu corazón es siempre egoísta y no puedes dejar de lado tu propio interés, serás incapaz de poner en práctica la verdad. Si nunca buscas o practicas la verdad en ninguna circunstancia, no eres una persona que ama la verdad. No importa cuántos años hayas creído en Dios, no obtendrás la verdad. Algunas personas siempre buscan la fama, la ganancia y el interés propio. Sea cual sea el trabajo que la iglesia les asigne, siempre dudan, pensando: ‘¿Me beneficiará esto? Si es así, lo haré; si no, no lo haré’. Una persona así no practica la verdad; por lo tanto, ¿puede cumplir bien con su deber? Seguramente no. Aunque no hayas hecho el mal, no eres una persona que practica la verdad. Si no persigues la verdad, no amas las cosas positivas y, pase lo que pase, solo te preocupa tu propia reputación y estatus, tu propio interés y lo que es bueno para ti, entonces, eres una persona que solo se mueve por el propio interés, que es egoísta y vil(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios dicen que si las personas tienen un corazón que ama la verdad, cuando les suceden cosas que afectan su vanidad, estatus e intereses, pueden desprenderse de eso y rebelarse contra su carne para practicar la verdad. Reflexioné sobre que, cuando hacía videos, pensaba que tenía una carga y era obediente y me consideraba una persona que perseguía la verdad. Solo al enfrentarme a la realidad me di cuenta de que lo que hacía antes no era tratar de satisfacer a Dios, que solo hacía un trabajo cuando no involucraba mis propios intereses. Ahora, quería volver a hacer videos no porque me encantara ese deber, sino porque no podía desprenderme del apoyo y la estima de mis hermanos y hermanas. Aunque, exteriormente, no tenía el título de líder de equipo, mis hermanos y hermanas tenían una buena impresión de mí en su corazón. Cada vez que resolvía un problema o hacía algo bien, recibía su estima y sus elogios, que disfrutaba inmensamente. Por lo tanto, no importaba qué precio pagara o cuánto sufriera, no tenía quejas. Por el contrario, hacer tareas con textos me hacía sentir humillado. Aquí, tenía que aprender todo de cero, y nadie me prestaba atención. Era imposible que fuera maestro para otros como lo era antes. No solo tenía que ponerme a un lado y hacerles preguntas básicas a los demás, sino que era tan deficiente en esta profesión que también tenía que aceptar orientación constante. No quería enfrentar mis deficiencias; solo quería deleitarme con las loas y los aplausos y disfrutar la estima y los elogios de los demás. Incluso fantaseaba con que un día los líderes me dejarían empezar a hacer videos otra vez, para que pudiera seguir rodeándome de gente que me alabara. Pero eso nunca sucedió. En cambio, lo que sucedió fue que mi corrupción y mis defectos se revelaron en forma continua. Por lo tanto, me volví negativo y molesto, y perdí la motivación para cumplir con mis deberes. En ese momento, me di cuenta de que en el pasado solo había cumplido mi deber por la reputación y el estatus, y no lo veía como una responsabilidad en absoluto.

Durante ese tiempo, con frecuencia buscaba y reflexionaba sobre mi estado. Leí las palabras de Dios, que decían: “Para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia. Podrías dejarlos en un bosque primitivo en las profundidades de las montañas y seguirían sin dejar de lado su búsqueda de reputación y estatus. Puedes colocarlos en medio de cualquier grupo de gente e, igualmente, no pueden pensar más que en reputación y estatus. Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan. ¿Por qué están pensando siempre en esas cosas? Tras leer las palabras de Dios, tras escuchar sermones, ¿realmente no entienden todo esto? ¿De verdad no son capaces de discernirlo todo? ¿Realmente las palabras de Dios y la verdad no pueden cambiar sus nociones, ideas y opiniones? No es así en absoluto. El problema radica en ellos, se debe enteramente a que no aman la verdad, porque, en su corazón, sienten aversión por la verdad y, como resultado, no la aceptan en absoluto, lo cual viene determinado por su esencia-naturaleza(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios exponen que los anticristos aman particularmente la reputación y el estatus. Creen en Dios, renuncian a las cosas y se esfuerzan por la reputación y el estatus. Una vez que pierden su estatus, es como si les quitaran la vida; pierden el interés y la motivación en todo. Reflexionando sobre mi propia conducta, me di cuenta de que yo era como un anticristo, anhelaba la admiración y la adoración de los demás, e incluso consideraba la búsqueda de la reputación y el estatus como algo positivo. Durante muchos años los había buscado. En casa, mi padre solía decirme “destácate del resto” y “honra a tu familia” y que ser una persona exitosa era la única manera de tener un futuro. En la escuela, los maestros me inculcaban la idea de que “el hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. Siempre se me inculcaban estas cosas en mis pensamientos, y eso hizo que cada vez me gustaran más la reputación y el estatus, y que estuviera dispuesto a soportar cualquier dificultad por eso. Durante mis años de escuela, para lograr buenas calificaciones y ganar los elogios y la admiración de los maestros y compañeros, tomaba café para quedarme despierto hasta tarde haciendo las tareas, e incluso iba a clases cuando estaba enfermo. En los últimos años en la iglesia, mientras hacía videos, en apariencia soportaba dificultades y pagaba el precio, aprendiendo habilidades y haciendo más trabajo, todo con el objetivo de ganar la admiración de los demás. Cuando me cambiaron el deber y ya no recibía la admiración de los demás, e incluso revelé mis defectos y carencias debido a los errores, me desanimé, porque malinterpreté y me ofendí por las circunstancias que Dios dispuso, y perdí la motivación para cumplir con mi deber. Vi que vivía por la reputación y el estatus, pensando constantemente cómo ganar la admiración de los demás. Lo que buscaba era completamente opuesto a lo que Dios pide. Pensé en las palabras de Dios que dicen: “No hay nada que Dios deteste más que la gente persiga el estatus, pero tú sigues compitiendo obstinadamente por él, lo valoras y proteges indefectiblemente y siempre tratas de conseguirlo. Y, en su naturaleza, ¿no es todo esto antagónico a Dios?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Aunque aún no había recurrido a ganarme a las personas, a consolidarme o a crear un reino independiente por el estatus como un anticristo, y todavía no había cometido ninguna acción malvada obvia, mis intenciones y puntos de vista sobre la búsqueda eran erróneos. Constantemente buscaba tener un lugar en el corazón de la gente. Seguir por esta senda es peligroso y Dios lo detesta. Al darme cuenta de esto, me sentí muy agradecido por la protección de Dios.

A través de este cambio en mis deberes, me vi impulsado a reflexionar sobre la senda equivocada que estaba tomando y a cambiar de rumbo a tiempo. Esta es la salvación de Dios para mí. Aunque ya no tenía la oportunidad de destacarme y ser el foco de atención, pude someterme sinceramente. También me arrepentí por perder tanto tiempo en los últimos años. Si hubiera puesto el mismo esfuerzo en perseguir la verdad y conocerme a mí mismo en lugar de buscar el estatus, sería más razonable, más obediente a Dios, y no tan rebelde y corrupto como era entonces. Para abordar estos temas, leí dos pasajes más de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Si deseas dedicar toda tu lealtad en todas las cosas para satisfacer las intenciones de Dios, no puedes hacerlo simplemente realizando un deber; debes aceptar toda comisión que Dios te encomiende. Ya sea que esta sea de tu agrado o concuerde con tus intereses, o que sea algo que no disfrutes, que nunca hayas hecho o sea difícil, aun así, debes aceptarla y someterte. No solo debes aceptarla, sino que además debes cooperar proactivamente y aprender de ella mientras que adquieres experiencia y ganas entrada. Incluso si sufres dificultades, estás cansado, eres humillado o excluido, igualmente debes dedicarle toda tu lealtad. Solo practicando de esta manera serás capaz de dedicar toda tu lealtad en todas las cosas y satisfarás las intenciones de Dios. Debes verlo como el deber que tienes que cumplir; no como un asunto personal. ¿Cómo debes entender los deberes? Como algo que el Creador, Dios, le encarga a alguien; así es como surgen los deberes de las personas. La comisión que te encarga Dios es tu deber, y es perfectamente natural y justificado que cumplas con tu deber como Dios lo exige. Si tienes en claro que este deber es la comisión de Dios y que es el amor y la bendición de Dios que recaen sobre ti, entonces podrás aceptar tu deber con un corazón amante de Dios, podrás ser considerado con Sus intenciones mientras realizas tu deber y podrás superar todas las dificultades para satisfacerle. Aquellos que verdaderamente se esfuerzan por Dios nunca podrían rechazar Su comisión; nunca podrían rechazar ningún deber. Sea cual sea el que Dios te confíe, independientemente de las dificultades que conlleve, no debes rechazarlo, sino aceptarlo. Esta es la senda de práctica, que consiste en practicar la verdad y dedicar toda tu lealtad en todas las cosas para satisfacer a Dios. ¿Cuál es el eje central de esto? Es la frase ‘en todas las cosas’. ‘Todas las cosas’ no significa necesariamente las cosas que te gustan o que se te dan bien y, mucho menos, las cosas con las que estás familiarizado. Algunas veces serán cosas en las que no eres bueno, cosas que tienes que aprender, que son difíciles o con las que debes sufrir. Sin embargo, independientemente de la cosa de que se trate, siempre y cuando Dios te la haya confiado, debes aceptarla de parte de Él; debes aceptarla y cumplir bien el deber, dedicarle toda tu lealtad y satisfacer las intenciones de Dios. Esta es la senda de práctica(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Ponerte en ridículo es bueno. Te ayuda a ver tus propias deficiencias y tu amor por la vanidad. Te ayuda a ver dónde están tus problemas y a comprender claramente que no eres una persona perfecta. No hay personas perfectas, y hacer el ridículo es muy normal. Todas las personas pasan por momentos en los que hacen el ridículo o se sienten avergonzadas. Todo el mundo fracasa, sufre reveses y tiene debilidades. Hacer el ridículo no es malo. Si haces el ridículo pero no te sientes avergonzado ni deprimido en lo profundo de tu ser, eso no significa que seas insensible; quiere decir que no te importa que hacer el ridículo afecte a tu reputación y que tu vanidad ha dejado de ocupar tus pensamientos. Significa que has madurado en tu humanidad. Esto es maravilloso. ¿Acaso no es bueno? Lo es. No creas que has actuado mal o que tienes mala suerte, y no le busques causas objetivas. Es normal. Es posible que hagas el ridículo, que los demás hagan el ridículo, que todo el mundo lo haga… al final descubres que todo el mundo es igual, que todos son personas corrientes, que todos son mortales, que nadie es más ni mejor que nadie. Todo el mundo hace el ridículo alguna vez, así que nadie debería reírse de los demás. Una vez que hayas experimentado numerosos fracasos, tu humanidad madurará poco a poco, de modo que cuando vuelvas a encontrarte con estas cosas, ya no te verás limitado y no afectarán al cumplimiento normal de tu deber. Tu humanidad será normal, y cuando tu humanidad sea normal, tu razón también lo será(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (2)). Después de leer las palabras de Dios, encontré una senda para practicar en esta situación. Independientemente de que recibiera la admiración de los demás o tuviera la oportunidad de destacarme o no, debía someterme al entorno dispuesto por Dios y tomar mi deber con sinceridad, poniendo mi corazón y mi fuerza en eso. Era mi responsabilidad y lo que debía hacer. Más tarde, aunque a veces el trabajo que había terminado aún tenía errores, y cuando otros señalaban muchos problemas, me sentía mal, ya no reaccionaba negativamente. Cuantos más errores y fallas encontraba, más me empujaban a regresar a Dios a tiempo para conocer mi corrupción, y analizar y reflexionar sobre mis desviaciones y carencias. Esto también profundizó mi recuerdo de ciertos principios, que eran beneficiosos tanto para el desempeño de mis deberes como para mi entrada en la vida. Con esta comprensión, mi mentalidad mejoró, y ya no me importaba tanto cómo me veían los demás. En términos de la profesión, analicé mis desviaciones y problemas, solicité la ayuda de mis hermanos y hermanas cuando no entendía algo, y busqué y entré en los principios relevantes. También aprendí de las buenas prácticas de los demás. En cuanto a mi estado, usé mi tiempo libre para reflexionar y pensar, conociéndome según las palabras de Dios en relación con mis corrupciones reveladas. Después de practicar esto durante un tiempo, empezó a gustarme mi actual deber, y los resultados mejoraron en comparación a antes. Al rememorar este proceso, me di cuenta de las intenciones sinceras de Dios. Llevar a cabo mi deber en este entorno me permitió ganar mucho. Fue a través de estas fallas y revelaciones que pude ver claramente mis carencias y mi verdadera estatura, aprender a someterme a la soberanía y los arreglos de Dios y buscar más los principios en mis deberes. Además, estar constantemente templado en este entorno me hizo madurar en mi humanidad, ser menos impulsivo y frágil y más capaz de tratar mis carencias correctamente, y empezar a aprender a buscar las intenciones de Dios y los principios-verdad. Todo esto me ayuda a formarme y perfeccionarme.

Al experimentar este cambio en mis deberes, llegué a comprender que independientemente del deber que hagamos, ya sea que se mantenga nuestra reputación o que seamos admirados por los demás, estas cosas no son importantes. Lo que importa es si podemos someternos a Dios y tener testimonios de practicar la verdad. En el pasado, cuando veía que otros se volvían negativos y desobedientes después de que les cambiaban los deberes, los menospreciaba y pensaba que yo era mejor. Al enfrentar los hechos ahora, vi que mi naturaleza era demasiado arrogante, y que no era más sumiso a Dios que los demás. A través de las situaciones que Dios dispuso, gané conocimiento de mí mismo y sufrí algunos cambios. ¡Estoy verdaderamente agradecido por la salvación de Dios de corazón!

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