Tener los pies sobre la tierra trae paz
Cuando comencé a trabajar en la iglesia en el riego de los recién llegados en 2017, me apresuré a estudiar y a equiparme con los principios-verdad relevantes para ser competente en el trabajo lo antes posible. Me esforcé mucho y pagué un alto precio para cumplir con mi deber, por lo que logré cada vez mejores resultados. Luego de casi un año, me eligieron como líder de un grupo. Los hermanos y hermanas dijeron que el progreso había sido rápido después de que comencé como líder del grupo y todos acudían a mí para hablar cuando tenían problemas. Pensé: “Parece que todos me aprueban. Mientras persiga la verdad, tengo muchas oportunidades de que me sigan ascendiendo en el futuro. Entonces, todos me admirarán realmente”.
Poco después, despidieron a la supervisora de nuestro grupo por no hacer un trabajo real. Pensé: “Siempre he sido muy proactiva en mi deber; he podido resolver algunos problemas y dificultades de los hermanos y hermanas, y mi trabajo es efectivo. Ahora que soy líder de un grupo y que pronto elegiremos a un nuevo supervisor, seguramente seré la principal candidata. ¡Es una excelente oportunidad para destacarme!”. Pero, pocos días después, nuestro líder transfirió a una hermana de otra iglesia para que nos supervisara y dijo que ella tenía buenas aptitudes, que perseguía la verdad y que merecía ser cultivada. Me desilusioné mucho cuando escuché la noticia. Pensé: “¿Así que esta hermana es buena candidata para el cultivo y yo no?”. Sin embargo, luego pensé que, si la hermana realmente podía hacer un trabajo real, era un desenlace positivo. Cuando me di cuenta de eso, pude someterme mejor. Más tarde, cuando reasignaron a la hermana a otro deber debido a las necesidades del trabajo de la iglesia, me entusiasmé mucho y pensé: “Esta vez, sin duda me considerarán para el puesto de supervisora”. Pero pocos días después, nuestro líder ascendió a la hermana Adele al puesto de supervisora. Esta vez no tomé las noticias con tanta ecuanimidad. Pensé: “Trabajo muy arduamente en mi deber y puedo resolver algunos problemas reales. ¿Por qué el líder no me ascendió a mí? ¿Acaso piensa que no soy apta para ser cultivada? ¿Me está menospreciando? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas ahora que no me promovieron por segunda vez? Adele acaba de ser transferida y, a menudo, me pide sugerencias porque todavía no domina el trabajo, y, aún así, nuestro líder tiene mejor opinión de ella y la cultiva”. Me sentí muy frustrada y perjudicada al pensar en todo esto. Más tarde, cuando Adele me buscó para ponerse al día con el trabajo y me hizo demasiadas preguntas, me puse impaciente. Pensé: “¿No eres tú la supervisora? ¡Quizás tu aptitud no es tan buena si sigues preguntándome lo mismo!”. A veces, cuando los hermanos y hermanas le planteaban a Adele preguntas y dificultades sobre el riego de los recién llegados que no había abordado antes, ella no sabía qué compartir al respecto ni cómo resolverlas y me pedía ayuda. Yo le respondía a propósito: “La cuestión es simple. Solo tienes que identificar el meollo del problema y compartir la verdad al respecto con claridad”. Luego, le daba ejemplos de cómo había resuelto problemas similares. Pensé: “Tengo que demostrarles a todos que tengo talento. No es que me falte capacidad, sino que no me han dado la oportunidad de ser supervisora”. Tiempo después, Adele sugirió que nos mudáramos juntas para que pudiera consultarme cuando surgieran problemas. Pensé: “¿Consultarme cuando surjan problemas? Pero, entonces, tú tendrás el mérito cuando se resuelvan los problemas, no yo. ¿Por qué debo ser la ayudante que está tras bambalinas?”. Luego de que se me ocurriera esto, la rechacé con la excusa de que no tenía tiempo libre debido a mi ocupada agenda de riego de los recién llegados. Adele me lo volvió a pedir en varias ocasiones, pero nunca acepté. Poco a poco, noté que ella parecía estar un poco limitada por mí y que se había vuelto un poco pasiva a la hora de hablar sobre trabajo. Sin embargo, en lugar de reflexionar y conocerme a mí misma, solo pensaba que a Adele le estaba costando ser supervisora. Es más, pensaba que, si cooperaba activamente con ella, y su estado mejoraba y ella retomaba el ritmo del trabajo, yo no tendría ninguna posibilidad de recibir un ascenso. Al contrario, cuando ella estuviera sumida en la negatividad, yo podría destacar mi entusiasmo e iniciativa. Así que, cuando hablábamos sobre trabajo, yo era muy proactiva y entusiasta, y asumía un rol de liderazgo para destacarme.
Tiempo después, debido a que cada vez más personas aceptaban la obra de Dios de los últimos días y asignaron a algunos regadores más a nuestro grupo, Adele me pidió que pasara más tiempo ayudando a los hermanos y hermanas recién llegados. En estas oportunidades, yo aprovechaba para contarles cómo yo buscaba la verdad para aclarar los conceptos y las confusiones de los recién llegados, y les describía sistemáticamente mi experiencia personal y mis sendas de práctica. Luego de eso, cuando los hermanos y hermanas tenían problemas, me buscaban para hablar. En algunos casos, las personas incluso me planteaban problemas que Adele no podía resolver. Me sentía muy complacida y pensaba: “Parece que todo mi trabajo durante estos días está dando frutos y todos me aprueban. Podré no ser supervisora, pero puedo manejar gran parte del trabajo de supervisora. La próxima vez que haya elección de obreros y líderes, los hermanos y hermanas ciertamente votarán por mí”.
No mucho tiempo después, llegó el momento de la elección anual y estaba realmente entusiasmada. Pensaba: “Si me eligen como líder, tendré el poder de tomar decisiones sobre proyectos de la iglesia. Si el trabajo progresa bajo mi supervisión, los hermanos y hermanas ciertamente pensarán que merezco el puesto y me respetarán aún más”. Pero, para mi gran sorpresa, cuando se anunciaron los resultados, no dijeron mi nombre. Se me puso roja la cara y tuve mucha vergüenza. Para agregarle sal a la herida, los hermanos y hermanas dijeron que yo tenía un carácter arrogante y, a menudo, limitaba a las personas, que no priorizaba la entrada en la vida, que rara vez reflexionaba sobre mi persona, y que no ganaba conocimiento ni aprendía las lecciones de las situaciones. En pocas palabras, dijeron que no perseguía la verdad. Cuando escuché todo eso, me sentí muy mal. Ahora todos los hermanos y hermanas sabían que no perseguía la verdad. No solo no me había destacado, sino que además me había avergonzado por completo. Durante esos días temía que los hermanos y hermanas me preguntaran qué había aprendido de esa situación, y también me preocupaba que nadie me hablara, que lograran discernirme y me evitaran. Mis emociones estaban a flor de piel, y solo podía pensar en lo que había pasado. No podía dedicarme a mi deber y sentía gran agonía y tormento. Seguía preguntándome por qué enfrentaba este tipo de calvario. Más tarde, algunos hermanos y hermanas hablaron conmigo y me instaron a dedicar más tiempo a reflexionar sobre mi desempeño en el deber. También señalaron que, a pesar de tener habilidades para el trabajo, no priorizaba la búsqueda de la verdad y solo buscaba reputación y estatus, y que iba por la senda equivocada. Sabía que el consejo y la ayuda de los hermanos y hermanas provenían de Dios, por lo que acudí a Él en oración: “Oh, Dios, haber quedado en evidencia así ha sido muy difícil para mí. Dios mío, te pido que me esclarezcas y me permitas conocerme y entender Tu intención”.
Un día, mientras leía las palabras de Dios, encontré algunos pasajes en los que Dios expone cómo los anticristos buscan reputación y estatus. Las palabras de Dios dicen: “No importa qué deber hagan los anticristos, tratarán de colocarse en una posición superior, en una posición de supremacía. Nunca podrán contentarse con su lugar como seguidores comunes y corrientes. ¿Y qué es lo que les apasiona más? Estar delante de la gente dando órdenes y regañando y haciendo que la gente obedezca lo que ellos dicen. Nunca piensan en cómo cumplir su deber correctamente, y mucho menos buscan los principios-verdad para practicar la verdad y satisfacer a Dios. En cambio, se devanan los sesos buscando la manera de destacar, de hacer que los líderes los tengan en alta estima y los promocionen, de forma que puedan convertirse ellos mismos en líderes u obreros y dirigir a otras personas. Se pasan todo el día pensando y esperando esto. Los anticristos no están dispuestos a ser dirigidos por otros ni a ser un seguidor común y corriente, y mucho menos a hacer discretamente su deber, sin fanfarrias. Sea cual sea su deber, si no pueden estar en primera línea, si no pueden estar por encima de los demás y liderar a otros, desempeñar su deber les parece aburrido, y se vuelven negativos y empiezan a holgazanear. Sin los elogios o la adoración de los demás, les resulta aún menos interesante y tienen aún menos ganas de hacer su deber. Pero si pueden estar al frente y ser el centro mientras hacen su deber y logran tener la última palabra, se sienten fortalecidos y soportarán cualquier dificultad. Siempre tienen intenciones personales cuando cumplen su deber y siempre quieren distinguirse como un medio de satisfacer su necesidad de vencer a los demás y colmar sus deseos y ambiciones” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). “Para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos, algo superfluo de lo que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia. Podrías dejarlos en un bosque primitivo en las profundidades de las montañas y seguirían sin dejar de lado su búsqueda de reputación y estatus. Puedes colocarlos en medio de cualquier grupo de gente e, igualmente, no pueden pensar más que en reputación y estatus. Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios exponen cómo los anticristos le dan mucha importancia a la reputación y el estatus. Sin importar el momento ni el lugar, su principal objetivo es alcanzar una buena reputación y un estatus alto. Solo creen en Dios y hacen sus deberes para destacarse y obtener el respeto de los demás. Siempre buscan alcanzar posiciones de estatus, tener la última palabra y el poder de tomar decisiones, y tener autoridad sobre los demás. Si no pueden tener buena reputación y estatus, comienzan a pensar que no tiene sentido creer en Dios y que no hay razón para hacer su deber. Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que las actitudes que revelé y mi visión de la búsqueda no eran diferentes de las de un anticristo. Siempre buscaba convertirme en supervisora o líder, porque pensaba que los líderes y obreros tenían la última palabra, que podían tomar decisiones importantes y que eran muy respetados, apoyados y estimados. Como líder de grupo, mi autoridad era limitada y raras veces podía destacarme, así que, cuando conseguía buenos resultados en mi trabajo, tenía la necesidad repentina de seguir consiguiendo poder y autoridad para que todavía más personas me respetaran y se acercaran a mí. Cuando supe que la iglesia elegiría un nuevo supervisor, esperé con ansias la elección porque pensaba que finalmente había llegado mi oportunidad de destacarme. Pero luego, cuando el líder transfirió a una supervisora de otra iglesia, me decepcioné mucho y me rehusé a aceptar ese resultado, y creía que el líder no quería darme una oportunidad para capacitarme y que tenía algo contra mí. Para probar que era mejor que la supervisora actual, intencionalmente le dificulté la tarea y la excluí, lo que la limitó. Para asegurarme de que me eligieran como supervisora, aproveché cada oportunidad de ayudar a los hermanos y hermanas para lucirme e imponerme, así más personas me aprobarían y votarían por mí en la siguiente elección. Lo único que buscaba era buena reputación y estatus, y todo lo que hacía era para alcanzar un estatus. Iba por la senda del anticristo. Al darme cuenta de eso, me arrepentí profundamente y oré a Dios: “Oh Dios, no he perseguido la verdad en mi deber. Competía por estatus y buena reputación, y me rebelé contra Ti y me resistí. Querido Dios, ya no quiero seguir ese camino y estoy lista para arrepentirme. Te pido que me esclarezcas para que pueda conocerme a mí misma”.
Una vez, durante los devocionales, encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Cuando un carácter satánico se ha arraigado en las personas y se ha convertido en su naturaleza, esto es suficiente para sembrar oscuridad y maldad en sus corazones, y para llevarlos a perseguir y escoger la senda equivocada. Bajo la fuerza impulsora de un carácter satánico corrupto, ¿qué ideales, esperanzas, ambiciones, metas de vida y rumbos tienen las personas? ¿No son contrarios a las cosas positivas? Por ejemplo, la gente siempre quiere tener prestigio o ser famosa; desea obtener mucha fama y prestigio y honrar a sus antepasados. ¿Son positivas estas cosas? No concuerdan en absoluto con las cosas positivas; es más, son contrarias a la ley de la soberanía de Dios sobre el destino de la humanidad. […] ¿Queréis siempre desplegar vuestras alas y emprender el vuelo, deseáis siempre volar solos, ser un águila y no un pajarito? ¿Qué carácter es ese? ¿Se trata del principio de la conducta humana? Vuestra búsqueda de la conducta humana debe basarse en las palabras de Dios; solo estas son la verdad. Habéis sido corrompidos demasiado profundamente por Satanás, y siempre tomáis la cultura tradicional —las palabras de Satanás— como la verdad, como el objeto de vuestra búsqueda, lo que os facilita tomar la senda equivocada, caminar por la senda de la resistencia a Dios. Los pensamientos y puntos de vista de la humanidad corrupta y las cosas por las que se esfuerzan son contrarios a los deseos de Dios, a la verdad y a las leyes de la soberanía de Dios sobre todo, Su instrumentación de todo y Su control sobre el destino de la humanidad. Por lo tanto, no importa lo apropiado y razonable que resulte este tipo de búsqueda según los pensamientos y nociones humanas, desde la perspectiva de Dios, no son cosas positivas, y no concuerdan con Sus intenciones. Como vas en contra del hecho de la soberanía de Dios sobre el destino de la humanidad, y dado que quieres ir en solitario, llevando tu destino en tus propias manos, siempre te topas con las paredes, tan fuerte que te brota sangre de la cabeza y nada te sale bien. ¿Por qué nada te sale bien? Porque las leyes que Dios estableció son inalterables para cualquier ser creado. La autoridad y el poder de Dios están por encima de todo, son inviolables para cualquier ser creado. La gente confía demasiado en sus propias capacidades. ¿Qué es lo que hace que la gente siempre desee liberarse de la soberanía de Dios, quiera apoderarse de su propio destino, planificar su propio futuro y controlar sus perspectivas, su dirección y sus objetivos vitales? ¿De dónde proviene este punto de partida? (De un carácter satánico corrupto). Así pues, ¿qué les trae a las personas un carácter satánico corrupto? (Oposición a Dios). ¿Qué surge de que las personas se opongan a Dios? (Dolor). ¿Dolor? ¡Destrucción! El dolor no es ni la mitad. Lo que ves ante tus ojos es dolor, negatividad, debilidad, resistencia y quejas. ¿Qué consecuencia traerán estas cosas? ¡La aniquilación! Esto no es un asunto menor ni un juego” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Un carácter corrupto solo se puede corregir aceptando la verdad). Al leer las palabras de Dios, me di cuenta de que, luego de que Satanás corrompe al hombre, su vida está gobernada por una actitud corrupta y satánica caracterizada por la arrogancia, la vanidad, la perversidad y la falsedad. Ya no puede aceptar la soberanía ni los planes de Dios, y siempre está lleno de ambición y deseo, se esfuerza por ser una gran persona famosa y busca alcanzar un estatus alto y convertirse en el mejor de los hombres. Las filosofías satánicas, como “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo” y “Un soldado que no quiere ser general no es un buen soldado”, se habían arraigado en mi corazón hacía mucho tiempo. Eso me llevó a considerar la búsqueda de reputación y estatus como un objetivo legítimo. En la escuela, me esforcé por ser la mejor estudiante y, si no me iba bien en los exámenes, me deprimía durante varios días. Cuando comencé a trabajar luego de graduarme, era diligente para lograr ser una de las mejores empleadas. Me ofrecía para trabajar horas extras y elegía los trabajos más difíciles para agradarle a mi jefe y tener la oportunidad de recibir un ascenso. Una vez que entré en la fe, creí que me ganaría el respeto y el apoyo de los demás siendo supervisora o líder de la iglesia, por lo que me esforcé por alcanzar un estatus alto. Especialmente, cuando me convertí en líder de grupo y tuve la aprobación de mis hermanos y hermanas. Mi ambición y deseo alcanzaron un nivel nuevo. Me volví cada vez más arrogante y pensaba que tenía el capital y las calificaciones para que me ascendieran a supervisora o, incluso, líder. Cuando mi líder ascendió a Adele y no a mí, me sentí reticente y resentida, y me negué a cooperar y a apoyarla en nuestro trabajo. Además, siempre intentaba competir con ella. A menudo aprovechaba cualquier oportunidad para demostrar que podía resolver problemas. Por un lado, quería hacer que Adele pensara que no tenía mi nivel y por otro, intentaba probar a los hermanos y hermanas que tenía más talento que ella. De esta manera, esperaba que todos acudieran a mí cuando tuvieran problemas y que pensaran en mí primero si había otra elección. Pensaba que el estatus era más importante que cualquier otra cosa y nunca reflexionaba sobre mi persona, aunque me encontrara con contratiempos repetidamente. Es más, estaba resentida e indignada. Pensaba que tenía el capital porque podía hacer algunos trabajos bien y me deberían nombrar líder de los demás. ¡Era increíblemente arrogante y no tenía vergüenza! Al pensar en esto, entendí que solo creía en Dios para conseguir estatus. No priorizaba la búsqueda de la verdad y tenía muy poca realidad-verdad. Como tal, simplemente no sería capaz de hacer el trabajo sustancial que les corresponde a los líderes y obreros. También mostraba poca humanidad, ¡lo que hacía que estuviera todavía menos calificada para ser líder! Si me hubiesen elegido como líder, habría perjudicado a los hermanos y hermanas y a la iglesia.
Luego de eso, leí otros dos pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a comprender mejor la naturaleza y las consecuencias de la búsqueda de estatus y reputación. Las palabras de Dios dicen: “Si alguien dice que ama y persigue la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en someterse ni en satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr fama, ganancia y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata del trabajo de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Algunas personas enarbolan la bandera de realizar el trabajo de la iglesia mientras buscan su propia fama, ganancia y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona lleva a cabo su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica el trabajo de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de fama, ganancia y estatus? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe Su palabra con normalidad y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso al trabajo de la iglesia? Lo perturba, lo perjudica y lo desorganiza. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama, la ganancia y el estatus. Cuando llevan a cabo su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado la fama, la ganancia y el estatus, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de fama, ganancia y estatus, las personas trastornan y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que más personas coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por la fama, la ganancia y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente y bien con el deber. Solo habla y actúa en aras de la fama, la ganancia y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es un trastorno y una perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el desempeño de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos de la fama, la ganancia y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de fama, ganancia y estatus por parte de la gente” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). “No hay nada que Dios deteste más que el que la gente persiga el estatus, pues la búsqueda de estatus representa un carácter satánico; es una senda equivocada, nace de la corrupción de Satanás, es algo que Dios condena y es, precisamente, lo que Él juzga y purifica. No hay nada que Dios deteste más que la gente persiga el estatus, pero tú sigues compitiendo obstinadamente por él, lo valoras y proteges indefectiblemente y siempre tratas de conseguirlo. Y, en su naturaleza, ¿no es todo esto antagónico a Dios? Dios no dispone que la gente tenga estatus; Él provee a la gente de la verdad, el camino y la vida y, al final, hace que se conviertan en seres creados aceptables, pequeños e insignificantes, no en personas con estatus y prestigio veneradas por miles de personas. Por ello, se mire por donde se mire, la búsqueda del estatus es un callejón sin salida. Por muy razonable que sea tu excusa para buscar el estatus, esta senda sigue siendo equivocada y Dios no la aprueba. No importa cuánto te esfuerces o el precio que pagues, si deseas estatus, Dios no te lo dará; si Dios no te lo da, fracasarás en tu lucha por conseguirlo y, si sigues luchando, solo se producirá un resultado: que serás revelado y descartado y te encontrarás en un callejón sin salida. Entendéis esto, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Al leer las palabras de Dios y ver Su disección y la caracterización de quienes buscan estatus y reputación, de verdad me atravesó el corazón. Realmente no me había dado cuenta de la gravedad de la naturaleza y las consecuencias de buscar estatus y reputación. Cuando las personas buscan estas cosas, directamente desmantelan y destruyen la obra de la iglesia y sirven como lacayos de Satanás. Dios condena esas acciones. Buscar estatus va en contra de las exigencias de Dios y se opone directamente a Él. ¡Comportarse de esta manera te lleva a la ruina! Nuestra supervisora anterior había sido despedida por no hacer un trabajo real, por lo que la llegada de Adele fue muy beneficiosa para la obra de la iglesia, porque ella perseguía la verdad y realmente priorizaba buscar los principios-verdad cuando le ocurría algo, y ella podía hacer un trabajo real. Debí haberla apoyado y haber cooperado con ella pero, como estaba tan obsesionada con obtener reputación y estatus, no pude aceptar que habían nombrado a Adele como supervisora. Una y otra vez, me negué a cooperar con ella cuando proponía que habláramos sobre el trabajo. Esto hizo que Adele se sintiera limitada y negativa, y eso afectó negativamente a la obra de la iglesia. No reflexioné sobre mi persona y tampoco me responsabilicé por lo que le había hecho a ella. Pensé que solo se había vuelto negativa porque no estaba hecha para el puesto de supervisora. Incluso esperaba con ansias el momento en que finalmente se diera cuenta de que era demasiado para ella y renunciara, porque entonces iba a poder tomar su puesto. ¿Acaso no estaba obstruyendo y perturbando la obra de la iglesia? Incluso aproveché las oportunidades de hablar sobre el trabajo y de ayudar a los hermanos y hermanas para destacarme y que ellos acudieran a mí cuando tuvieran problemas, lo que convirtió a Adele en una figura decorativa. Estaba actuando como lacaya de Satanás y perturbaba y destruía la obra de la iglesia. ¡Estaba haciendo el mal y me resistía a Dios! Las palabras de Dios dicen: “No importa cuánto te esfuerces o el precio que pagues, si deseas estatus, Dios no te lo dará; si Dios no te lo da, fracasarás en tu lucha por conseguirlo y, si sigues luchando, solo se producirá un resultado: que serás revelado y descartado y te encontrarás en un callejón sin salida”. Me di cuenta de que, al buscar estatus, iba por la senda de la resistencia a Dios y el único resultado sería la muerte. Esto me llenó de temor. Mi búsqueda de estatus y reputación se había convertido en un problema grave y, si seguía así, mi ambición y deseo seguirían aumentando. Quién sabe los actos malvados que habría hecho si hubiera alcanzado estatus. Si no me arrepentía pronto y seguía por la senda de búsqueda equivocada, terminaría haciendo mucho mal y Dios me castigaría y descartaría.
Más tarde, durante una reunión, vi este pasaje de las palabras de Dios: “Como miembro de la humanidad creada, una persona debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No hagas nada fuera de lugar ni cosas más allá de tu capacidad o que le resulten aborrecibles a Dios. No trates de ser una gran persona, un superhombre o un individuo grandioso, ni busques convertirte en Dios. No es así como las personas deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que los seres creados deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en un verdadero ser creado; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Por medio de las palabras de Dios me di cuenta de que los hombres somos simples seres creados y que debemos mantenernos en nuestros puestos asignados y concentrarnos en nuestros deberes actuales. Es por la ambición, el deseo y la actitud satánica del hombre que este siempre desea convertirse en una persona excepcional con gran estatus. Que te nombren líder de la iglesia no se trata de que te otorguen estatus, sino de cumplir bien con el propio deber de acuerdo con los principios-verdad. Aunque tuviera o no estatus, debía comportarme con escrúpulos y seguir haciendo mi deber. En silencio, decidí que, sin importar a quién eligieran líder, permanecería firme en mi posición actual y asumiría mis responsabilidades con escrúpulos. Sin importar si me elegían o alcanzaba estatus, respaldaría el trabajo del líder y realizaría bien mis deberes con los demás, con un mismo corazón y una misma mente. Pocos días después, cuando el nuevo líder elegido vino a hablarme sobre nuestro trabajo, le expliqué todo con el mayor detalle posible para que pudiera saber cuál era el trabajo y pudiera proceder eficientemente. Mientras hablábamos sobre el trabajo, pensé en qué manera de actuar beneficiaría más el trabajo y compartí todas las buenas sugerencias que tenía de inmediato. Sin importar quién fuera el líder, lo importante era cooperar al hacer nuestro trabajo y resolver los problemas que surgieran. Cuando comencé a concentrarme en el trabajo en cuestión y en colaborar con todos para hacer nuestro deber de la manera más eficiente, me sentí mucho más tranquila.
Dos meses después, el líder fue reasignado a otro deber y, en la nueva elección, finalmente me eligieron como líder. Una hermana me dijo: “En realidad, siempre fuiste una obrera talentosa y responsable en tu deber. Es solo que antes no perseguías la verdad, así que no nos atrevíamos a votar por ti. Ahora vimos cómo, luego de experimentar el juicio y la exposición a las palabras de Dios, te has dado cuenta de tu actitud corrupta, has cambiado, te has vuelto más firme y calma en tus palabras y acciones, y has compartido tus ideas más íntimas y prácticas en tus charlas durante las reuniones. Incluso luego de haber hecho esos pequeños cambios, todos pudieron ver la diferencia y por eso votamos por ti”. Luego de escuchar las amables palabras de la hermana, me sentí muy agradecida con Dios. Fueron el juicio y la exposición a las palabras de Dios los que me ayudaron a darme cuenta de mi verdadera estatura, estatus e identidad. Soy una simple criatura que había sido corrompida profundamente por Satanás y que carecía de la realidad-verdad. Incluso aunque tuviera talento y aptitudes, no era mejor que los demás hermanos y hermanas. Poco a poco, mi ambición y deseo de estatus se debilitaron y comencé a comportarme con más humildad. No me regodeé en la autosatisfacción después de que me eligieran como líder. En lugar de eso, sentí el peso de mi deber y la responsabilidad. Fue gracias a la salvación de Dios que pude hacer esta pequeña transformación. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!
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