¿Ser comprensivo significa tener buena humanidad?

17 Ene 2025

Por Wang Yin, China

En 2016, a la hermana Ding Rui y a mí nos pusieron a trabajar juntas para supervisar la obra de varias iglesias. Poco tiempo después, un líder superior envió a Ding Rui a una iglesia para que se encargase de un informe. Sin embargo, regresó enseguida. Yo creía que el problema que había allí era complicado, pero ella volvió después de muy poco tiempo. ¿Lo había resuelto? Como era de esperar, poco después llegó una carta de parte del líder superior, dirigida a Ding Rui, que decía que no había resuelto el problema en su totalidad y que había que enviar a otra persona para que lo investigara de nuevo. El líder le dijo a Ding Rui que reflexionara profundamente sobre sí misma para aprender una lección al respecto. Ding Rui se deprimió bastante tras de leer la carta y dijo: “No soy capaz de resolver problemas reales en mi deber y he retrasado la obra de la iglesia”. Yo sabía un poco lo que contenía ese informe y que era un asunto bastante complejo. Involucraba a muchas personas y requería hablar sobre bastantes cosas. Había que hablar con cada persona involucrada por separado, por lo que no se podía resolver con rapidez. Me pregunté si Ding Rui no se había apresurado demasiado para solucionar el asunto. Pensé en señalárselo, y ayudarla a reflexionar y conocerse a sí misma. Pero luego pensé que ya se sentía triste y que, si le señalaba sus problemas, se podría sentir avergonzada y volverse aún más negativa. ¿Y si luego decía que yo carecía de empatía y se distanciaba de mí o empezaba a estar predispuesta en mi contra? Apenas habíamos empezado a trabajar juntas, así que sería difícil llevarnos bien si la relación se tensaba. En un momento así, si le decía ciertas cosas para consolarla y animarla, ella sentiría que yo la comprendía y que era fácil llevarse bien conmigo. Así que la consolé y le dije: “A veces es totalmente normal cometer errores y equivocarse en nuestro trabajo. No seas tan dura contigo misma. Cuando yo empecé a encargarme de informes, cometí errores más graves que el tuyo”. Luego le conté sobre mis experiencias de los fracasos que había tenido en mi trabajo. La expresión de ansiedad que tenía en el rostro desapareció de inmediato y dijo con alegría: “Estaba preocupada por lo que ibas a pensar de mí. No me imaginaba que fueras una persona tan amable”. Me sentí muy contenta cuando la escuché decir eso. Sentí que yo tenía buena humanidad y era comprensiva. En otra ocasión, Ding Rui me habló de que ella y una hermana no lograban trabajar bien juntas. Siempre hablaba sobre los problemas de la otra hermana y parecía realmente enfadada cuando hablaba sobre eso. Noté que analizaba demasiado las cosas y que carecía de conciencia de sí misma. Recordé que había escuchado al líder hablar antes de que no se llevaban bien. La otra hermana tenía un carácter arrogante, pero a Ding Rui le encantaba analizar demasiado a las personas y las cosas y, cuando surgían cosas, no las aceptaba de parte de Dios. Ponía mala cara e ignoraba a cualquiera que hiriese su orgullo. No hablaba sobre el trabajo con otras personas y desahogaba su ira a través del trabajo, lo que retrasaba su avance. El líder habló con ella, pero ella no reflexionó ni aprendió nada sobre sí misma. La otra hermana tenía algunos problemas, pero los de Ding Rui eran peores. Quería señalarle sus problemas, pero luego pensé: “Si se lo menciono y no me guardo nada, ¿dirá que la estoy tratando de manera injusta? ¿No arruinaré entonces la buena impresión que tiene de mí?”. Así que le seguí la corriente y dije: “La hermana con la que te pusieron a trabajar también tenía algunos problemas en ciertos ámbitos”.

Luego, cambiaron el deber que Ding Rui tenía asignado y asumió una labor diferente. A mí me asignaron una nueva compañera. Apenas me vio, me dijo: “Cuando oí que iba a trabajar contigo, sentí mucha presión. He oído que tienes buena humanidad y trabajas bien con todos. Si tenemos una mala relación de trabajo, quedaré completamente en evidencia. Seguro que será un problema con mi humanidad”. Cuando dijo eso, en lugar de reflexionar, simplemente me felicité a mí misma. Sentí que realmente tenía buena humanidad. Y una vez, una hermana que trabajaba con Ding Rui me vio y dijo: “Ella y yo no trabajamos bien juntas, pero siempre habla de lo bien que ustedes dos trabajaban. Supongo que estoy realmente corrupta”. Yo pensaba que el orgullo de Ding Rui no soportaba que esa hermana fuera tan directa y franca sobre los problemas de Ding Rui. Mientras interactuaba con Ding Rui, fui tolerante y paciente con sus problemas y no discutí con ella. Hablaba de manera proactiva sobre cualquier problema de trabajo con ella y le preguntaba mucho su opinión. Eso evitaba cualquier conflicto. No mucho después, escuché al líder decir que Ding Rui era bastante arrogante y no aceptaba las verdades; nunca trabajaba bien con los demás. La destituyeron porque no cambió después de las enseñanzas y no hacía su deber de manera eficaz. Más tarde, el líder trajo a colación mis problemas y dijo: “Como líder, no importa cuán grave sea el problema de un hermano o hermana, si nunca lo mencionas o lo podas y desenmascaras, sino que siempre consientes a tus relaciones, ¡estás siendo irresponsable en tu trabajo! Te comportaste así con Ding Rui. No puede trabajar bien con nadie, pero está feliz de trabajar contigo y dice que eres considerada y comprensiva. ¡Debes reflexionar al respecto!”. Luego, otro líder dijo: “Las evaluaciones que todos han hecho de ti últimamente han sido positivas y dicen que eres comprensiva y agradable. Todos tienen un lugar para ti en su corazón y no buscan la verdad en las cosas. Ese es un problema que tienes tú. Al trabajar así, no estás exaltando a Dios ni dando testimonio de Él”. Al principio me costó aceptarlo, me hizo llorar, me sentí agraviada y me puse excusas por dentro. Que los demás dijeran cosas buenas sobre mí significaba que tenía buena humanidad y que era fácil llevarse bien conmigo. ¿Cómo podían decir que tenía un problema? Entonces mi compañera me recordó que también reflexionara sobre mí misma, así que finalmente oré a Dios en paz y le pedí que me esclareciera para conocerme a mí misma.

Más tarde leí dos pasajes de las palabras de Dios que decían: “Cuando te relacionas con los hermanos y hermanas, debes abrirles tu corazón y confiar en ellos para que eso te beneficie. Cuando cumples con tu deber, es incluso más importante abrir tu corazón y confiar en la gente; solo entonces trabajaréis bien juntos. […] Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, trabajar juntos y establecer contacto con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, amables, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. Una persona así no tiene un corazón honesto. No es una persona honesta. Supón que alguien se halla en un estado negativo y te dice con sinceridad: ‘Dime por qué exactamente soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!’. Y supongamos que, de hecho, en el fondo comprendes su problema, pero no se lo dices, sino que contestas: ‘No es nada. No estás siendo negativo; yo también suelo ponerme así’. Estas palabras suponen un gran consuelo para esa persona, pero la postura que adoptas no es sincera. Estás siendo superficial con ella, con tal de que se sienta cómoda y de proporcionarle consuelo, has evitado hablarle con honestidad. No la estás ayudando de veras ni estás exponiéndole claramente su problema, de modo que pueda dejar atrás su negatividad. No has hecho lo que debe hacer una persona honesta. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, has sido superficial con ella, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debes hacer en este tipo de situaciones para ser una persona honesta? Has de decirle lo que has visto e identificado: ‘Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que seas capaz de aceptarlo de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema. Ya que te parece que se te ha humillado, y nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que se te está atacando y nunca te habías sentido tan ofendido, no lo aceptas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?’. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: ‘A menudo también yo me vuelvo negativo’, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, considera normal serlo ella y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). “Hay muchas supuestas ‘buenas personas’ en el mundo que hablan con palabras moralistas; aunque por fuera no parecen haber cometido ninguna gran maldad, en realidad son sumamente taimadas y poco confiables. Son muy buenos para orientarse hacia donde sopla el viento, y hablan de forma hábil y astuta. Son falsas buenas personas e hipócritas: solo fingen ser buenos. Los que caminan por el sendero del medio son las personas más insidiosas de todas. No ofenden a nadie, son hábiles y astutos, saben seguir el juego en todas las situaciones y nadie puede ver sus defectos. Son como satanases vivientes(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al practicar la verdad es posible despojarse de las cadenas de un carácter corrupto). Las palabras de Dios me enseñaron que, si solo digo cosas para adular y halagar a los demás en mis interacciones con ellos y no señalo los problemas que veo, no los estoy ayudando de verdad, lo que no los beneficia en absoluto. Dios dice que eso es mantenerse en un término medio y ser una astuta persona complaciente. Es ir donde te lleve el viento, satisfacer a todos y no ofender a nadie. Es ser un Satanás viviente. Al reflexionar sobre mi comportamiento, vi que era exactamente el tipo de persona que Dios pone al descubierto. Cuando Ding Rui no resolvió ese informe y se tuvo que repetir la labor, sabía que se debía a que ella buscaba un beneficio inmediato. Debí haberle señalado su problema y ayudarla a reflexionar, pero tenía miedo de que dijera que yo era desconsiderada y que carecía de humanidad. Así que le di algunas palabras de aliento e incluso hablé sobre mis fracasos para consolarla. Tras decirle todo eso, ella dejó de sentirse mal y no reflexionó mucho sobre su carácter corrupto. Está bien integrar las experiencias personales en la plática para ayudar a los demás, pero uno debe usar sus fracasos y autoconocimiento principalmente para guiar a los demás a reflexionar y aprender sobre sí mismos. Pero eso no era lo que yo estaba tratando de lograr al compartir mis fracasos personales. Mi objetivo era consolar a Ding Rui para que sintiera que todos eran igual de corruptos y que cometer errores era completamente normal. De manera sutil, eso le permitió ser demasiado complaciente consigo misma. Eso no era dar testimonio de Dios, sino desorientarla. Al ver que Ding Rui no podía trabajar bien con otras personas y que siempre analizaba demasiado a las personas y las cosas, no se lo señalé y hasta estuve de acuerdo con ella sobre los problemas que tenía otra hermana, lo que me permitió proteger mi buena imagen. Y cuando la vi comportándose como una consentida, la dejé que se salga con la suya. Como consecuencia, no vio sus propios problemas y satisfizo su deseo de vivir acorde a su carácter corrupto. ¿No la estaba perjudicando?

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios que decía: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior. Además, Dios escruta el corazón de la gente y conoce su situación, a todos y cada uno; sean quienes sean, nadie puede engañar a Dios. Algunas personas alardean de poseer buena humanidad, de jamás hablar mal de los demás, jamás perjudicar los intereses de otros, y sostienen que jamás han codiciado los bienes del prójimo. Cuando hay una disputa sobre los intereses, incluso prefieren perder a aprovecharse de los demás, y todos piensan que son buenas personas. Sin embargo, cuando llevan a cabo sus deberes en la casa de Dios, son maliciosos y escurridizos, siempre maquinando para sí mismas. Nunca piensan en los intereses de la casa de Dios, nunca tratan como urgentes las cosas que Dios considera urgentes ni piensan como Dios piensa, y nunca pueden dejar a un lado sus propios intereses a fin de llevar a cabo su deber. Nunca abandonan sus propios intereses. Aunque ven a las personas malvadas hacer el mal, no las exponen; no tienen principio alguno. ¿Qué clase de humanidad es esta? No es humanidad buena(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Una persona verdaderamente buena puede aceptar la verdad y someterse a Dios, es responsable y lleva una carga en su deber, defiende los principios y protege la obra de la iglesia. También tiene principios cuando se relaciona con los demás. Al ver los problemas o defectos de un hermano o hermana, puede ofrecerle la plática y ayuda adecuadas. Si alguien vulnera los principios y trastorna y perturba gravemente la obra de la iglesia, puede podarlo y desenmascararlo como corresponde, y no actúa por sentimientos ni por miedo a ofenderlo, sino que puede defender los principios y proteger la obra de la iglesia. Eso es tener verdaderamente una buena humanidad. Solía pensar que no podar a alguien por sus errores, desenmascarar sus defectos o avergonzarlos era ser una persona comprensiva y con buena humanidad. Durante años, independientemente de la persona con quien interactuara, siempre elegía palabras que fueran reconfortantes y agradables. Siempre pensaba en cómo hacer que los demás sintieran que era razonable y comprensiva, consintiendo su estado de ánimo y diciéndoles cosas alentadoras. No señalaba directamente los problemas que veía que los demás tenían en sus deberes e incluso decía cosas agradables y consoladoras para embaucarlos, o las expresaba de forma muy suave. Todos me elogiaban porque tenía buena humanidad y era fácil llevarse bien conmigo. Yo misma me veía como una buena persona y estaba orgullosa de eso. El desenmascaramiento de las palabras de Dios me mostró que, durante años, las formas de actuar que pensaba que eran de una buena persona eran en realidad filosofías satánicas para los asuntos mundanos. Parecía tener buena humanidad, era complaciente y no ofendía a nadie. Mantenía buenas relaciones con todos, pero, por dentro, solo pensaba en mis propios intereses. Era totalmente irresponsable con mi trabajo y la entrada en la vida de los demás. No estaba ni cerca de ser una buena persona. Era egoísta, vil y una falsa complaciente: era buena gente de forma artificial. Al pensar cómo solía alardear de tener buena humanidad y me consideraba una buena persona, me di cuenta de que era realmente demasiado desvergonzada. Cuando me di cuenta de esto, hice una oración: “Dios, Tus palabras me han mostrado lo que es verdaderamente una buena humanidad. Quiero poner la verdad en práctica y ser alguien con buena humanidad”.

Luego, la iglesia me puso a trabajar con Chen Lin y Li Yue para regar a los nuevos fieles. Al poco tiempo, descubrí que Li Yue era superficial e irresponsable en su deber. Solía estar ocupada con asuntos personales, lo que retrasaba la labor. Chen Lin y yo hablamos con ella para que priorizara las cosas y que la obra de la iglesia no se retrasara. Para mi sorpresa, no lo aceptó, sino que puso excusas y se enfadó. Chen Lin integró las palabras de Dios en su plática y disección del problema, pero Li Yue no tenía ninguna autoconciencia. Dijo que carecía de estatura y que no podía poner la verdad en práctica. Al verla actuar así, pensé que, si seguía diseccionando su problema, seguro que ella diría que yo era exigente, que no tenía buena humanidad y que la estaba limitando. Sentí que no debía dejarla en evidencia para que siguiéramos llevándonos bien. Así que la calmé con amabilidad: “Tienes escasa estatura, y lo entendemos. Solo te pedimos que no retrases la obra en el futuro”. Cuando dije eso, el ceño fruncido de Li Yue se relajó y dejó de sentirse tan angustiada. Tras eso, se volvió muy simpática conmigo. Yo estaba muy contenta y sentí que, en efecto, tenía una buena manera de abordar la plática. Aunque le señalé su problema, ella aún tenía una buena opinión de mí. Más tarde, Li Yue seguía sin asumir la carga de su deber y hasta empezó a estar predispuesta contra Chen Lin, diciendo que era demasiado exigente. Chen Lin señaló mi problema y dijo: “¿Sabes cuál fue la naturaleza de tu plática con Li Yue el otro día? Hablamos con ella para ayudarla a conocerse, reflexionar y arrepentirse. Pero tu conclusión no solo no la ayudó a reflexionar, sino que además hizo que pensara que eres comprensiva mientras que yo soy demasiado exigente con ella. Actuar así tiene una naturaleza trastornadora y desestabilizadora, y no la ayudó en absoluto”. Las palabras de Chen Lin me golpearon duro. En mi dolor, oré a Dios: “¡Dios! Ante la poda, no me di cuenta de la gravedad del problema. Pero sé que Tú permites que enfrente todo lo que vivo cada día. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para conocerme a mí misma”.

Tras eso, leí un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “La primera técnica que emplean los anticristos para controlar a las personas es ganarse su corazón. ¿Cuántas maneras hay de ganarse el corazón de la gente? Una manera es atraerla con pequeños favores. A veces los anticristos le dan a la gente algunas cosas buenas, a veces les hacen cumplidos, a veces les hacen pequeñas promesas. Y a veces, los anticristos perciben que ciertos deberes pueden poner a la gente en el candelero o que hay quien piensa que tales deberes pueden suponer ventajas para quienes los lleven a cabo y hacer que todo el mundo los estime, así que asignan esos deberes a aquellos a los que quieren ganarse. […] Algunas personas son demasiado sentimentales y siempre las limitan sus sentimientos cuando llevan a cabo su deber, y su líder dice: ‘Esto se debe a tu escasa estatura. No pasa nada’. Algunos son holgazanes y desleales en su deber, pero su líder no se lo recrimina, sino que les dedica palabras agradables a cada momento, justo las que quieren oír, con la intención de agradarles y que le digan lo bueno que es, así como de demostrarles que es comprensivo y amoroso. Esa gente piensa: ‘Nuestro líder es como una madre amorosa. Siente un amor sincero por nosotros. Sin duda representa a Dios. ¡Proviene realmente de Él!’. La consecuencia tácita de lo anterior es que su líder puede actuar como portavoz de Dios, puede representarlo. ¿Es ese el objetivo de ese líder? Tal vez no esté tan claro, pero uno de sus objetivos es obvio: que la gente diga que es un líder maravilloso, que es considerado con los demás, empático con sus debilidades y muy comprensivo respecto a su corazón. Cuando un líder de la iglesia ve que los hermanos y hermanas llevan a cabo los deberes de manera superficial, puede que no se lo recrimine, aunque debería. Cuando tiene claro que se están menoscabando los intereses de la casa de Dios, no se preocupa por ello, no hace averiguaciones de ningún tipo ni hace la menor ofensa a los demás. De hecho, en realidad no muestra consideración por las debilidades de las personas; en lugar de eso, su intención y objetivo es ganarse el corazón de la gente. Es totalmente consciente de que: ‘Mientras haga esto y no ofenda a nadie, pensarán que soy un buen líder. Tendrán una opinión buena y elevada de mí. Me darán su aprobación y seré de su agrado’. No le importa cuánto daño se haga a los intereses de la casa de Dios, cuántas pérdidas sufra la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios ni en qué medida la vida en la iglesia de este se vea perturbada, sino que se limita a insistir en su filosofía satánica y a no ofender a nadie. No existe nunca autorreproche en su corazón. Cuando ve que alguien causa trastornos y perturbaciones, como mucho puede intercambiar algunas palabras con esa persona al respecto, con lo que minimiza el asunto y se lo quita de encima. No hablará sobre la verdad ni le indicará a esa persona la esencia del problema, y menos aún diseccionará su estado ni compartirá nunca cuáles son las intenciones de Dios. Un falso líder nunca pone al descubierto ni disecciona los errores que las personas cometen a menudo ni las actitudes corruptas que estas suelen revelar. No resuelve ningún problema real, sino que siempre consiente las prácticas erróneas y revelaciones de corrupción de las personas, y por muy negativas o débiles que sean estas, no se lo toma en serio. Se limita a predicar algunas palabras y doctrinas y a pronunciar unas cuantas exhortaciones para gestionar la situación de manera superficial e intentar mantener la armonía. En consecuencia, el pueblo escogido de Dios no sabe cómo reflexionar sobre sí mismo ni autoconocerse, no se resuelven las actitudes corruptas que revelan, sean cuales sean, y viven entre palabras y doctrinas, nociones y figuraciones, sin ninguna entrada en la vida. En su fuero interno llegan a creer: ‘Nuestro líder tiene incluso una mayor comprensión de nuestras debilidades que Dios. Nuestra estatura es demasiado pequeña para estar a la altura de los requerimientos de Dios. Nos basta con cumplir con los requerimientos de nuestro líder; al someternos a él, nos estamos sometiendo a Dios. Si llega un día en el que lo Alto despida a nuestro líder, nos haremos oír; a fin de mantenerlo en su puesto e impedir que lo despidan, negociaremos con lo Alto y lo obligaremos a aceptar nuestras exigencias. Así es como haremos lo correcto por nuestro líder’. Cuando la gente tiene esos pensamientos en su interior, cuando han establecido esa relación con su líder y ha surgido en su corazón esa clase de dependencia, envidia y adoración hacia este, llegan a tener incluso mayor fe en el líder y siempre quieren escuchar sus palabras, en lugar de buscar la verdad en las palabras de Dios. Un líder semejante casi ha ocupado el lugar de Dios en el corazón de la gente. Si un líder está dispuesto a mantener este tipo de relación con el pueblo escogido de Dios, si eso le produce una sensación de gozo en el corazón y cree que el pueblo escogido de Dios debería tratarlo así, entonces no hay diferencia entre ese líder y Pablo, ya ha tomado la senda de un anticristo y este ya ha desorientado al pueblo escogido de Dios, que carece por completo de discernimiento(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse el corazón de la gente). Dios pone al descubierto lo increíblemente despreciables y perversos que son los anticristos. Para afianzarse en el corazón de las personas, nunca las ofenden. Si notan que alguien está vulnerando principios, no hablan sobre la verdad para resolver el problema ni lo desenmascaran y le ponen fin. En cambio, dicen cosas agradables con el fin de ganarse el apoyo de los demás para que los aprecien, piensen que son cariñosos, comprensivos y tolerantes. Mientras tanto, se resisten a las palabras y los requisitos de Dios, los desprecian y no los practican ni entran en ellos. Los anticristos atraen a los demás ante sí. Reflexioné sobre que la naturaleza de mis actos era igual a la de un anticristo. Vi con claridad los errores en los deberes de los hermanos y hermanas, algunos de los cuales incluso eran graves y ya habían repercutido en la obra, por lo que debí haberlos señalado. Así, ellos podrían haber visto la esencia del problema y sus graves consecuencias, y arrepentirse de inmediato. Pero tenía miedo de ofender a las personas si dejaba en evidencia sus problemas, así que fui indulgente con su carne y les dije algunas cosas agradables para ganarme su apoyo. Al hablar y poner al descubierto el problema de Li Yue, no colaboré con Chen Lin para guiar a Li Yue a que se conociese a sí misma, sino que tenía miedo de que empezara a estar predispuesta contra mí si le hablaba con severidad, así que me dejé llevar por sus sentimientos y fui amable con ella. Eso hizo que pareciese más cariñosa que Chen Lin, capaz de perdonar y tolerar sus debilidades, lo que impidió que Li Yue pudiese reconocer sus problemas y la hizo resistirse a Chen Lin. También me comporté así con Ding Rui. Vi su problema, pero en lugar de hablar con ella y ayudarla, guiándola para reflexionar y ver su problema, siempre la consentí. Así no estaba exaltando ni dando testimonio de Dios en mi deber, y no estaba cumpliendo con mis responsabilidades. Era una líder, pero cuando vi que mis hermanos y hermanas vulneraban los principios al actuar acorde a sus actitudes corruptas, no hablé sobre la verdad para resolver el problema, sino que fui indulgente con su carne y dije algunas cosas reconfortantes para embaucarlos. Consentí que viviesen con sus actitudes corruptas, habituándose a ellas y ahorrándose el problema. La naturaleza de mis actos fue evitar que otros entraran en la realidad-verdad. No conocían la verdad ni tenían una comprensión de Dios y se resistían a Sus exigencias y les desagradaban. Pero todos pensaban que yo era genial, decían que era indulgente y comprensiva, y se acercaban cada vez más a mí. ¿No era eso desorientar a las personas? Vi que, al vivir acorde a filosofías satánicas y ser buena gente, lo único que conseguía era hacer el mal. Parecía que trataba bien a los demás, pero en realidad dañaba a los hermanos y hermanas y retrasaba la obra de la iglesia. ¡Era demasiado hipócrita! Usé una táctica turbia para ganarme la admiración y adoración de los demás. ¡Estaba en la senda de un anticristo! Durante esos años, había renunciado a mi familia y mi trabajo para cumplir con mis deberes. Había sufrido bastante y también trabajado mucho. Nunca imaginé que acabaría en la senda de un anticristo. El miedo me invadió el corazón. Sentí aún más asco y repugnancia hacia mí misma. Llorando, oré: “¡Dios mío! He estado persiguiendo el estatus y protegiendo mis relaciones para ganarme el apoyo de los demás. Este carácter mío es tan repugnante para Ti y, si me castigas, será por Tu justicia. Dios, estoy dispuesta a arrepentirme”.

Un tiempo después, Li Yue seguía haciendo su deber de manera superficial, sin lograr nada, y no había cambiado después de las enseñanzas. Le contamos a nuestro líder sobre sus problemas. Unos días después, el líder asistió a nuestra reunión y habló sobre los problemas de Li Yue para ayudarla. Pero Li Yue todavía no se conocía a sí misma en absoluto. El líder nos pidió a Chen Lin y a mí que compartiéramos nuestra postura: en vista de la situación, ¿deberían destituir a Li Yue? La pregunta me tomó un poco por sorpresa. Pensé que, debido a que Li Yue estaba sentada allí mismo, ¿cómo iba a poder decir algo? Si decía la verdad y la destituían, podría llegar a odiarme. Sentí que no debía hablar. En ese momento tuve un fuerte sentimiento de culpa. Me di cuenta de que, una vez más, estaba pensando en proteger el lugar que tenía en el corazón de los demás. Por dentro, dije una oración en silencio a Dios: “Dios, estoy pensando en vivir acorde a filosofías satánicas, proteger mi imagen y volver a actuar como una persona complaciente. Te ruego que me guíes para decir la verdad y rebelarme contra mis motivos incorrectos”. Después de orar, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Si tu corazón es cada vez más honesto y está cada vez más orientado hacia Dios, y si sabes proteger los intereses de la casa de Dios cuando cumples con tu deber, y tu conciencia se turba cuando no proteges estos intereses, entonces esto es una prueba de que la verdad ha tenido efecto en ti y se ha convertido en tu vida. Una vez que la verdad se haya convertido en vida en ti, cuando observes a alguien que es blasfemo hacia Dios, no es temeroso de Él, y es superficial al cumplir con su deber, o que trastorna y perturba el trabajo de la iglesia, responderás de acuerdo con los principios-verdad, y serás capaz de identificarlos y exponerlos cuando sea necesario(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me mostraron que, cuando surgen cosas, debemos estar del lado de Dios y defender la obra de la iglesia. Cuando vemos que los demás vulneran principios y perturban la obra de la iglesia, no podemos encubrirlos, sino que debemos seguir los principios-verdad. Esa es la verdadera semejanza humana que Dios nos pide que vivamos. El comportamiento de Li Yue demostraba que no estaba capacitada para seguir haciendo esa labor en ese momento. No podía tener miedo de ofenderla, sino que tenía que defender la obra de la iglesia, ser una persona honesta y aclarar mi postura. Entonces, expliqué mi perspectiva. Tras sopesarlo todo, el líder echó a Li Yue.

Tras eso, me asignaron para hacer un deber con la hermana Wang Jia. En nuestras interacciones noté que, a veces, retrasaba la obra de la iglesia por asuntos personales. Hablé con ella acerca de la necesidad de priorizar el trabajo. Poco después, oí que nuestro líder dijo que iban a ascender a Wang Jia para que se encargase de una labor específica. Pensé que Wang Jia tenía aptitud y era capaz, así que lo haría bien como encargada de esa labor. Pero cuando sus asuntos personales chocaban con el trabajo, a veces no priorizaba su deber. Si no se daba cuenta de ese problema, ¿se retrasaría el trabajo con ella a cargo? Al ser su compañera, tenía la responsabilidad de ir a hablar con ella y señalárselo. Pero dudé cuando estaba a punto de decírselo. Ya había hablado con ella sobre ese tipo de problema. Si lo volvía a mencionar, ¿acaso diría que no paraba de hablar del tema y que estaba desenmascarando sus defectos sin cesar? Me di cuenta de que, una vez más, estaba en un estado incorrecto, así que oré en silencio. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios que había leído antes y que decía: “Dios exige a la gente que diga la verdad, lo que piensa, que no engañe, induzca a error, se burle, ridiculice, se mofe, parodie, oprima a los demás o exponga sus debilidades ni los hiera. ¿No son estos los principios discursivos? ¿Qué significa decir que uno no debe exponer las debilidades de la gente? Significa no buscar defectos en los demás. No aferrarse a sus errores o faltas del pasado para juzgarlos o condenarlos. Esto es lo menos que debes hacer. Desde el lado proactivo, ¿cómo se expresa el discurso constructivo? Principalmente, se trata de animar, orientar, guiar, exhortar, comprender y reconfortar. Además, en casos especiales, se hace necesario sacar directamente a la luz los errores de otras personas y podarlas para que adquieran conocimiento de la verdad y deseen arrepentirse. Es entonces cuando se consigue el efecto pretendido. Esta forma de practicar beneficia enormemente a la gente. Le supone una verdadera ayuda y es muy constructiva, ¿verdad? […] Y, en resumen, ¿cuál es el principio que subyace al hablar? Es este: decir lo que hay en tu corazón, y hablar de tus verdaderas experiencias y de lo que realmente piensas. Estas palabras son las más beneficiosas para las personas, proveen para ellas, las ayudan, son positivas. Rechaza decir esas palabras falsas, esas palabras que no benefician ni edifican a las personas; así evitarás perjudicarlas o hacerlas tropezar, sumirlas en la negatividad y tener un efecto negativo. Debes decir cosas positivas. Debes esforzarte por ayudar a las personas tanto como puedas, para beneficiarlas, para proveer para ellas, para producir en ellas la verdadera fe en Dios; y debes permitir que se ayude a las personas, que ganen mucho a partir de tus experiencias de las palabras de Dios y de la forma en que resuelves los problemas, y que sean capaces de entender la senda de la experiencia de la obra de Dios y de entrar en la realidad-verdad, así les permitirás tener entrada en la vida y harás que esta crezca, todo lo cual es el efecto de que tus palabras tengan principios y resulten edificantes para las personas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (3)). Encontré una senda de práctica en las palabras de Dios. En mis interacciones, debo decir la verdad para que las personas puedan beneficiarse e instruirse. No puedo burlarme de ellas, ser sarcástica o ridiculizarlas. También entendí que, cuando Dios dice que no dejemos en evidencia las debilidades de las personas, se refiere a no ceñirse a sus errores o defectos ni juzgarlas y condenarlas. Señalar y poner al descubierto sus problemas para que puedan aprender una lección no es desenmascarar debilidades, sino que es una ayuda cariñosa. Wang Jia no se conocía a sí misma, por lo que señalar su problema era advertírselo y ayudarla. Incluso si no lo aceptaba de inmediato y pensaba mal de mí, yo debía manejarlo de manera adecuada. Siempre que ella persiguiera la verdad, la buscaría con el tiempo, se conocería a sí misma y cambiaría. Al entenderlo, hablé con Wang Jia sobre su problema. Más tarde, Wang Jia dijo lo siguiente en un ensayo que escribió: “Si la hermana con la que trabajaba no hubiera dejado en evidencia y diseccionado mi problema, yo no habría reflexionado ni visto su gravedad, y mucho menos me habría arrepentido y cambiado”. Al ver que Wang Jia había ganado esa comprensión, en mi corazón di gracias a Dios. Fueron las palabras de Dios las que me ayudaron a ver la realidad sobre mi fachada de buena gente, y a cambiar mi perspectiva errónea sobre la búsqueda. ¡Gracias a Dios por Su salvación!

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