Reflexiones tras no haber destituido cuanto antes a una falsa líder

16 Abr 2023

Por Xiangran, Myanmar

Me eligieron diaconisa de riego en agosto de 2021. En esa época regaba a los nuevos fieles y predicaba el evangelio. Al carecer de experiencia evangelizadora, no obtenía buenos resultados de evangelización. Un día, el líder dispuso que la hermana Janine fuera mi compañera de seguimiento de la predicación. Enseguida captó la hermana Janine los problemas que tenían todos en la evangelización, reunió a los hermanos para hablar y analizar las cosas, y luego compartió algunas experiencias y enfoques de éxito. Poco a poco, se volvieron más entusiastas en la evangelización y dominaron algunos principios del trabajo. Poco después, más de 20 personas de nuestra aldea habían aceptado la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, y cada vez lo aceptaba más gente en otros sitios también. Pronto fundamos una nueva iglesia. Yo pensaba que Janine era creyente desde hacía mucho, tenía gran aptitud y era capaz en el trabajo. Desde que llegó, la evangelización había mejorado bastante. La admiraba mucho. Me parecía una obrera capaz y que buscaba la verdad. Yo le daba buena impresión. Según ella, era responsable y llevaba una carga, y alababa mi aptitud y mi capacidad delante de los demás. Me sorprendía mucho que dijera eso. Resultaba que me tenía en gran estima y, al parecer, yo ocupaba un lugar importante en su corazón. Yo estaba muy contenta. Posteriormente, me eligieron líder y seguí siendo compañera de Janine en mi deber.

En junio de 2022 me hice predicadora, Janine fue elegida líder y yo me encargué de su trabajo, pero su labor evangelizadora no estaba mejorando y yo no sabía por qué. No se centraba en sustentar a los nuevos, no se reunía con los obreros evangelizadores y no hablaba ni resolvía los estados o dificultades de nadie. Me preocuparon mucho estos problemas y le mandé un mensaje para preguntarle por su trabajo y, aunque ella lo leyó, no contestó. Pensé: “Eres líder; ¿por qué eres tan irresponsable con la labor de la iglesia?”. Estaba hecha una furia. Tenía muchas ganas de tratar con ella y exponerle sus problemas, pero pensé en lo bien que habíamos colaborado antes. ¿Y su buena impresión de mí? ¿Y cuando afirmaba que yo era una buena líder? Si trataba con ella, ¿se desvanecería su buena impresión de mí? Me pareció mejor callar para preservar nuestra relación. Con esta idea, opté por no decir nada. Tan solo le mandé las responsabilidades de los líderes y obreros para que las leyera y le informé del alcance de sus responsabilidades y del trabajo que debía hacer para darle una sensación de carga. Creía haberle aclarado las cosas, que debía saber qué hacer a continuación y que, poco a poco, su labor evangelizadora debería mejorar. Pero, pasado un tiempo, su trabajo aún no daba resultados. Esto me inquietó mucho. Si ella antes no era así, ¿por qué lo era ahora? Tenía muchas ganas de podarla y tratar con ella, de señalarle que era irresponsable en el deber y que no hacía un trabajo práctico, para que enmendara su actitud en el deber. No obstante, reflexioné: “Siempre me ha considerado buena líder y a menudo ha alabado la carga que llevo por el trabajo de la iglesia y lo paciente y compasiva que soy. Si revelo su problema, se desvanecerá su buena impresión de mí”. Teniéndolo presente, le dije unas palabras reconfortantes y la animé a encontrar más tiempo para reunirse y para seguir el trabajo de la iglesia. Cuando lo oyó Janine, respondió que tenía que enmendar su actitud hacia el deber y expresó que quería cumplir bien con él en lo sucesivo. Exultante, pensé: “Claro que Janine va a cumplir bien con el deber esta vez. Como líder de los evangelizadores, seguro que mejoran sus resultados”. No mucho después, mi compañera me dijo: “Como líder, Janine no hace seguimiento del trabajo ni da sustento. Solo es líder en teoría y nunca hace un trabajo práctico. Es una falsa líder. Propongo su destitución y que se elija a otro líder. Así podrá mejorar el trabajo de la iglesia”. Otra hermana me señaló que, como Janine no hacía un trabajo práctico, ya se había demorado la labor de la iglesia, y que había que destituirla pronto. Pero yo aún creía que Janine era capaz y tenía aptitud, que solamente estaba pasando por un bache por la opresión familiar y que, si cambiaba su estado, la labor evangelizadora mejoraría. Por tanto, pospuse su destitución. Más adelante, el desempeño de Janine siguió flaqueando y otras personas no paraban de denunciar que era igual que antes: que decía algo agradable, pero no hacía nada. Los comentarios de los hermanos y hermanas me entristecieron mucho, y sentía que no veía claro cómo era. Oré a Dios para pedirle que me guiara para aprender a discernir.

Después leí la palabra de Dios: “¿Cómo puede uno juzgar si un líder cumple con sus responsabilidades, o si es un falso líder? Lo más básico es observar si sabe hacer un trabajo real, si tiene o no esta cualidad. Luego, hay que ver si de verdad hace trabajo real. Ignora lo que él dice y el tipo de comprensión de la verdad que tiene; no te centres en si tiene calibre, talento y dones en el trabajo superficial que realiza, o si lo hace bien o no; estas cosas no son importantes. Lo crucial es si es capaz de llevar a cabo correctamente el trabajo más fundamental de la iglesia, si es capaz de resolver problemas utilizando la verdad, y si puede conducir a la gente a la realidad de la verdad. Este trabajo es el más crucial y esencial. Si es incapaz de hacer este tipo de trabajo real, no importa lo bueno que sea su calibre, el talento que tenga, cuánto pueda soportar la adversidad y pagar un precio, no deja de ser un falso líder. Algunas personas dicen: ‘Olvida que no hace ningún trabajo real actualmente. Tiene un buen calibre y es capaz. Capacítalo durante un tiempo y seguro que será capaz de hacer un trabajo real. Además, no ha hecho nada malo, ninguna maldad, ni ha causado interrupciones o perturbaciones; ¿cómo puedes decir que es un falso líder?’. ¿Cómo explicar esto? Por mucho talento tengas, la aptitud que tengas o lo culto que seas, lo que importa es si haces o no un trabajo real, y si cumples o no con las responsabilidades de un líder y obrero. Durante tu época de líder, ¿participaste en cada proyecto específico de tu ámbito de responsabilidad? ¿Cuántos problemas surgidos en el trabajo resolviste de manera efectiva? Gracias a tu trabajo, liderazgo y orientación, ¿cuánta gente logró entender los principios de la verdad? ¿Hasta qué punto avanzó y recibió impulso la labor de la iglesia? Estos resultados son los que importan. No importa cuántas consignas eres capaz de recitar, cuántas palabras y frases de doctrina has dominado, cuántas horas te pasas trabajando al día y lo agotado que estás. No importa lo lejos que has viajado, cuántas iglesias has visitado, cuántos riesgos has corrido, cuánto has sufrido: nada de esto importa. Lo que importa es la eficacia del trabajo dentro de tu ámbito de responsabilidades, si has conseguido algún resultado, cuántos de los arreglos y objetivos de la casa de Dios has implementado y conseguido, lo bien que estos se han implementado y lo bien que has realizado el seguimiento posterior. Lo que importa es cuántas cuestiones del trabajo relacionadas con descuidos, alteraciones o violaciones de los principios resolviste, rectificaste o compensaste, cuántos problemas relacionados con personal, administración o diversas tareas especializadas ayudaste a resolver, y si lo hiciste de acuerdo con los principios y los requisitos de la casa de Dios. Estos son solo algunos de los estándares con los que se puede determinar si un líder u obrero está cumpliendo con sus responsabilidades(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). No puedes juzgar si un líder es competente o falso escuchando si habla bien o no ni analizando su aptitud, sus habilidades o su número de buenas acciones. Lo principal que hay que mirar es si hace un trabajo práctico, si es responsable y si sabe cumplir con el deber de líder. Janine tenía cierta aptitud y era una obrera capaz, pero solo decía cosas bonitas y realmente no actuaba ni hacía un trabajo adecuado. No hacía el trabajo que debía hacer un líder. No parecía que hiciera nada malo ni malvado, pero, como líder, solamente enviaba mensajes y coreaba consignas. En realidad, nunca estudiaba las cosas ni seguía la labor de la iglesia. No sustentaba a los nuevos fieles que estaban empezando en su deber. Cuando otros tenían problemas de evangelización, ella no hablaba ni resolvía las cosas, y a menudo se saltaba su deber. Le advertí muchas veces durante este tiempo que enmendara su actitud hacia el deber y, aunque accedía a cambiar, continuaba como antes y estaba desaparecida. La evangelización se frenó y varios proyectos no estaban logrando resultados. Ella no hacía introspección y esquivaba a los hermanos y hermanas con excusas como que no tenía tiempo para reunirse tras el trabajo o que su familia la presionaba y le dificultaba el deber. Su actitud hacia el deber y sus diversas conductas evidenciaban que era una falsa líder que no hacía un trabajo práctico, como revelaba Dios, y que había que destituirla pronto. Sin embargo, yo no veía las cosas ni discernía a la gente según la palabra de Dios. Solo veía la inteligencia, la aptitud y la capacidad de Janine. Creía que podía trabajar, pero no miraba qué trabajo hacía realmente ni qué clase de resultados lograba. Todavía tenía esperanza en ella. Como esperaba que lograra mejorar el trabajo de la iglesia como antes, no dejaba de darle oportunidades. ¡Qué necia e ignorante era! Mi compañera me había hecho unos comentarios sobre Janine y me había propuesto su destitución, pero yo me aferraba a mis ideas porque quería darle oportunidades y sustentarla más, por lo que no la destituí enseguida, cosa que afectó al trabajo de la iglesia. Vi que yo no había supervisado bien en mi deber, lo que había afectado al trabajo de la iglesia. ¿No era esta también la conducta de una falsa líder? Oré a Dios para pedirle que me guiara para conocer mi corrupción.

Un día leí la palabra de Dios. “Algunos líderes de la iglesia, al ver a los hermanos o hermanas cumplir con sus deberes de forma descuidada y superficial, no los reprenden, aunque deberían hacerlo. Cuando ven algo claramente perjudicial para los intereses de la casa de Dios, hacen la vista gorda y no indagan para no ocasionar la más mínima ofensa a los demás. De hecho, no están realmente mostrando consideración por las debilidades de la gente, sino que su intención es ganarse a la gente y son completamente conscientes de ello: ‘Si sigo así y no ofendo a nadie, me considerarán buen líder. Tendrán una buena opinión, positiva, de mí. Me reconocerán y les caeré bien’. Por mucho que se menoscaben los intereses de la casa de Dios, por más que se impida al pueblo escogido de Dios entrar en la vida o por más que se perturbe la vida de su iglesia, dichos líderes se aferran a su filosofía satánica y no ofenden a nadie. Nunca sienten un reproche en su corazón. Al ver que alguien causa interrupciones y perturbaciones, a lo sumo, puede que mencionen brevemente este problema, así de pasada, y con eso basta. No hablan de la verdad ni señalan la esencia del problema de esta persona, y menos aún analizan minuciosamente su estado. Nunca comunican la voluntad de Dios. Los falsos líderes nunca exponen ni analizan minuciosamente qué tipo de errores comete la gente, o el carácter corrupto que revela a menudo. No resuelven ningún problema real, sino que siempre toleran la mala conducta y las efusiones de corrupción de la gente, y siguen sin preocuparse por muy negativa o débil que esta se encuentre, simplemente predicando algunas palabras de doctrina, haciendo algunas exhortaciones superficiales, tratando de evitar conflictos. Como consecuencia, los escogidos de Dios no reflexionan sobre sí mismos ni tratan de conocerse, no obtienen ninguna resolución sobre las efusiones de varios tipos de corrupción, y viven rodeados de palabras, frases, nociones e imaginaciones, sin entrada en la vida. Incluso creen de corazón que ‘Nuestro líder es incluso más comprensivo con nuestras debilidades que Dios. Nuestra estatura puede ser demasiado pequeña para estar a la altura de las exigencias de Dios, pero solo tenemos que cumplir las exigencias de nuestro líder; al obedecer al líder, obedecemos a Dios. Si, un día, lo alto releva a nuestro líder, nos haremos oír; para conservar a nuestro líder y evitar que sea relevado por lo alto, negociaremos con lo alto y los obligaremos a acceder a nuestras exigencias. Así haremos lo correcto por nuestro líder’. Cuando la gente piensa así en su interior, cuando tiene tal relación con el líder y, en el fondo, siente dependencia, admiración y veneración hacia él, entonces llegará a tener una fe cada vez mayor en este líder; son las palabras de este líder las que quieren escuchar y dejan de buscar la verdad en las palabras de Dios. Este líder casi ha ocupado el lugar de Dios en el corazón de la gente. Si un líder está dispuesto a mantener dicha relación con el pueblo escogido de Dios, si recibe una sensación de gozo en su corazón y cree que los escogidos de Dios deben tratarlo de esa forma, entonces no hay diferencia entre él y Pablo y ya ha puesto un pie en la senda de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1). La palabra de Dios revelaba mis despreciables intenciones en el deber. Vi que Janine no hacía un trabajo práctico, pero no revelé ni analicé su problema ni la destituí enseguida. Solo la toleré y le di oportunidades de arrepentirse, pero no por tener en consideración su debilidad ni por deseos de ayudarla; mis intenciones reales eran preservar la impresión de Janine sobre mí como buena líder y ganarme la estima ajena. Habíamos sido compañeras en el deber y ella siempre había tenido una buena impresión de mí. Solía alabar lo responsable que era yo en el trabajo de la iglesia y lo buena líder que era delante de los demás. Si le exponía y señalaba sus problemas y trataba con ella, nuestra relación podría malograrse y su buena impresión de mí desaparecería. Para preservar esta impresión que Janine tenía de mí como buena líder, no revelé sus problemas, no traté con ella ni analicé sus actos y conductas, lo cual la habría hecho consciente de sus problemas y le habría permitido enmendarse enseguida. Le transmití unas palabras de consuelo y consejo, la animé a asistir a más reuniones y a hacer seguimiento del trabajo y pasé por encima de las cosas. Mi compañera me instó varias veces a destituir a Janine según los principios, pero, dado que me preocupaba ofenderla por ello y que ya no tuviera una buena impresión de mí, demoré su destitución. Dios revela que los anticristos trabajan y hablan en pro de su reputación y estatus, que, cuando otros vulneran los principios en el deber, ellos no los critican ni tratan con ellos. Su objetivo es que la gente los lleve en el corazón, ganarse la estima ajena y atraer a la gente ante ellos. Por preservar la impresión que otros tenían de mí, ignoré la labor de la iglesia y, cuando descubrí que una falsa líder no hacía un trabajo práctico, no la revelé, no traté con ella ni la relevé. Esto lo hice para que la gente me llevara en el corazón y para que todos creyeran que era compasiva, paciente y buena líder. No ayudaba ni edificaba a mis hermanos y hermanas con esta manera de cumplir con mi deber, y esto no hacía que comprendieran la verdad ni los llevaba ante Dios, sino que los atraía a mí y hacía que me admiraran e idolatraran. Con esto engañaba a la gente y me la ganaba, con lo que yo iba por la senda de un anticristo. Me acordé de los anticristos expulsados de la iglesia, revelados y descartados uno por uno. De seguir así, sin arrepentirme ni transformarme, sería expulsada y descartada como ellos. Al pensarlo, oré a Dios para pedirle que me guiara para reflexionar sobre la causa de mis fracasos.

Luego leí un pasaje de la palabra de Dios. “Cuando surge algo, vives según una filosofía de vida y no practicas la verdad. Siempre tienes miedo de ofender a los demás, pero no temes ofender a Dios, e incluso sacrificarás los intereses de la casa de Dios para proteger tus relaciones interpersonales. ¿Qué consecuencias tiene actuar así? Protegerás bastante bien tus relaciones interpersonales, pero habrás ofendido a Dios y Él te detestará, te rechazará y estará enfadado contigo. Sopésalo, ¿qué es mejor? Si no lo sabes, entonces estás completamente confundido; demuestra que no tienes la más mínima comprensión de la verdad. Si continúas así, sin llegar a despertar, el riesgo es ciertamente grande y, al final, serás incapaz de alcanzar la verdad. Serás tú el que sufra una pérdida. Si no buscas la verdad en este asunto y fracasas, ¿podrás buscar la verdad en el futuro? Si sigues sin poder hacerlo, ya no será cuestión de sufrir una pérdida; al final, serás expulsado. Si tienes las motivaciones y la perspectiva de una ‘persona agradable’, entonces, en todos los asuntos, serás incapaz de practicar la verdad y acatar los principios, y fracasarás y caerás siempre. Si no despiertas y no buscas nunca la verdad, entonces eres un incrédulo, y nunca obtendrás la verdad y la vida. Así pues, ¿qué deberías hacer? Cuando te enfrentes con esas cosas, debes clamar a Dios en oración, suplicando salvación y pidiéndole que te otorgue más fe y fuerza para permitirte acatar los principios, que hagas lo que debas hacer, manejes las cosas de acuerdo con los principios, te mantengas firme, protejas los intereses de la casa de Dios y evites que entre algo perjudicial en la obra de la casa de Dios. Si puedes abandonar tus propios intereses, tu reputación y tu punto de vista de una ‘persona agradable’ y si haces lo que debes hacer con un corazón honesto e íntegro, entonces habrás derrotado a Satanás y habrás ganado este aspecto de la verdad. Si siempre vives según la filosofía de Satanás, manteniendo tus relaciones con los demás y nunca practicando la verdad, ni atreviéndote a acatar los principios, ¿podrás entonces practicar la verdad en otros asuntos? No tendrás fe ni fuerza. Si nunca eres capaz de buscar o aceptar la verdad, entonces ¿esa fe en Dios te permitirá obtener la verdad? (No). Y si no puedes obtener la verdad, ¿puedes ser salvado? No puedes. Si siempre vives según la filosofía de Satanás, totalmente desprovisto de la realidad de la verdad, entonces nunca podrás ser salvado. Debe quedarte claro que obtener la verdad es una condición indispensable para la salvación. ¿Cómo, entonces, puedes obtener la verdad? Si eres capaz de practicar la verdad, si puedes vivir según ella, y si esta se convierte en la base de tu vida, entonces obtendrás la verdad y tendrás vida, y así serás uno de los que se salven(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Con la palabra de Dios entendí que protegía mi estatus, mi imagen y mis relaciones e ignoraba el trabajo de la iglesia principalmente porque estaba muy influenciada por filosofías mundanas de complacencia. Me influían ideas mundanas satánicas como “callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “llévate bien con aquellos a quienes no puedas evitar”. Creía que, para caer bien y que te admiraran, tenías que ser apacible y amable y no contestar bruscamente nunca; que, ante los problemas de otra gente, estaba bien pasar por encima de ellos, que no debías ser demasiado severo ni ofender a nadie; así caerías bien a todos. Vivía conforme a esas ideas complacientes y, al ver que Janine no hacía un trabajo práctico, no la revelé, traté ni destituí. Había preservado mi estatus e imagen, pero, por no haber revelado los problemas de Janine ni haberla destituido enseguida, la evangelización se había demorado. Había puesto mi reputación, mi estatus y mi relación por encima del deber y, por preservar mi imagen y estatus, no había protegido para nada la labor de la iglesia. Era verdaderamente egoísta y despreciable. Por vivir conforme a estas ideas complacientes, me había vuelto cada vez más escurridiza, retorcida y carente de humanidad. Dicen las palabras de Dios: “Aquellos que se apegan a un término medio son los más siniestros. Intentan no ofender a nadie, son complacientes, están de acuerdo con las cosas y nadie puede verlos tal como son. ¡Una persona así es un Satanás viviente!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al practicar la verdad es posible despojarse de las cadenas de un carácter corrupto). Dios desprecia y aborrece a la gente complaciente. Nunca podrás alcanzar la verdad ni salvarte si te apoyas en ideas complacientes. Me asustó bastante percatarme de esto. Sabía que había cometido transgresiones ante Dios y que, si no enmendaba este estado y me arrepentía de verdad. Dios me abandonaría y descartaría. Las palabras de Dios también me señalaban una senda de práctica: cuando quisiera preservar mi reputación y mi estatus, debía orar más a Dios, pedirle fortaleza y, después, actuar con principios y aprender a cumplir con el deber con un corazón honesto. Esto no solo favorece la entrada de los hermanos y hermanas en la vida, sino también la labor de la iglesia. Oré a Dios para decirle que practicaría la verdad, actuaría con principios y protegería los intereses de la iglesia.

Luego leí la palabra de Dios. “Estar al día de las circunstancias de los supervisores de distintos trabajos y del personal responsable de diversas tareas importantes, reubicarlos o sustituirlos de inmediato cuando sea necesario para evitar o paliar las pérdidas causadas por utilizar a gente inadecuada y garantizar la eficacia y buena marcha del trabajo(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). “Parte de la obligación de los líderes y obreros es saber qué pasa con la gente al cargo de varios proyectos y con los responsables de las tareas importantes. Entonces, ¿quién forma este personal? Los más fundamentales son los líderes de la iglesia, seguidos por los supervisores y los líderes de equipo. En cuanto a la gente a cargo de varios proyectos y a los responsables del trabajo importante, ¿acaso no resulta crucial y de gran importancia entender y corroborar si poseen la realidad de la verdad, si actúan con principios y pueden hacer bien el trabajo de la iglesia? Si los líderes y obreros adquieren una comprensión precisa de la situación de los supervisores principales a cargo de los distintos proyectos y hacen los ajustes pertinentes de personal, es igual a montar guardia sobre cada programa de trabajo. Es el equivalente a cumplir con su responsabilidad y su deber. Si este personal no está correctamente dispuesto y surge un problema, el trabajo de la iglesia se verá muy afectado. Si este personal es de buena humanidad, posee un fundamento en la fe, es responsable en el manejo de los asuntos y es capaz de buscar la verdad para resolver los problemas, entonces ponerlo a cargo del trabajo ahorrará muchísimos problemas. Lo importante es que el trabajo avance sin complicaciones. Pero si los supervisores de los equipos no son confiables, son de escasa humanidad y no se comportan bien, si no ponen la verdad en práctica —y, además, son propensos a causar perturbaciones—, entonces tendrá un impacto negativo en el trabajo del que son responsables, y en la entrada en la vida de los hermanos y hermanas a los que guían. Por supuesto, el impacto puede ser grande o pequeño. Si los supervisores son simplemente poco serios o negligentes con su deber, esto puede causar retrasos en el trabajo; el progreso será algo más lento y el trabajo algo menos eficiente. Sin embargo, si son un anticristo, el problema es grave: ya no se trata de que la obra sea un tanto ineficaz y poco efectiva; perturbarán y causarán daño a todo el trabajo que tienen a su cargo. Por lo tanto, mantenerse informado acerca del estado de la gente a cargo de varios proyectos y de aquellos responsables del trabajo importante, y realizar los ajustes y despidos oportunos cuando se dan cuenta de que alguien no está haciendo trabajo práctico, no es una obligación que los líderes y obreros puedan eludir: es una tarea muy seria y muy importante. Si los líderes y obreros pueden mantenerse al tanto de la personalidad de la gente al cargo de varios proyectos y de los responsables del trabajo importante, y de su actitud hacia el deber y la verdad, así como de su estado y manifestaciones en cada periodo y cada etapa, y si pueden ajustar o manejar sin demora a estas personas de acuerdo con las circunstancias, entonces el trabajo puede proceder de manera constante. Por el contrario, si esas personas se desmandan y no hacen un trabajo real en las iglesias, y los líderes y obreros no identifican esto rápidamente y no hacen ajustes, sino que esperan a que surjan problemas serios de todo tipo, incurriendo en pérdidas sustanciales en la obra de la casa de Dios, antes de intentar, a la ligera, manejarlos, hacer ajustes, y rectificar y subsanar la situación, entonces esos líderes y obreros son unos derrochadores. Son verdaderos falsos líderes que deben ser reemplazados y descartados(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Con la palabra de Dios entendí que un líder está obligado a estudiar cuanto antes el estado del supervisor de cada proyecto y de otro personal importante y a destituir o reasignar cuanto antes a cualquier persona no apta que descubra para garantizar el desarrollo satisfactorio de los proyectos de la iglesia. Cuando descubra que un supervisor, líder u obrero no hace un trabajo práctico y eso afecte y retrase la labor de la iglesia, es preciso que hable con él cuanto antes, y si este no cambia y ni siquiera vale la pena que preste servicio, ha de reasignarlo o destituirlo enseguida. Esto favorece la labor de la iglesia. Mantén a quienes sean aptos para ser usados y destituye a los que no; enseña y ayuda a quienes lo necesiten, trata con aquellos a los que haya que tratar y sustenta a quienes busquen la verdad. Janine siempre había sido negligente, irresponsable y libre de cargas en el deber. Los líderes le habían hablado muchas veces, pero nunca cambiaba. Eso afectaba gravemente al trabajo de la iglesia. En efecto, era una falsa líder que no hacía un trabajo práctico, y había que destituirla inmediatamente y sustentar a una persona responsable y de buena humanidad. Con esto se favorecería el trabajo de la iglesia y se desarrollaría sin problemas la evangelización. Al pensarlo, mi corazón se sintió totalmente despejado y luminoso, y le hice una promesa a Dios: “Cuando vuelva a toparme con un problema así, practicaré según los principios y cumpliré con mis responsabilidades”. También le pedí a Dios que me guiara en la práctica de la verdad.

Después le planteé a Janine cada uno de sus problemas y la puse en evidencia como una falsa líder que no hacía un trabajo práctico. La vi enfurecida y no me atreví a añadir nada más. Pensé: “Si revelo otros problemas que tiene, nuestra relación se estancará y se malogrará la buena impresión que tiene de mí”. Me di cuenta de que estaba volviendo a las andadas, por lo que oré a Dios: “Dios mío, quiero practicar la verdad, cumplir mi deber, enseñar lo que tenga que enseñar y dejar de preocuparme por la imagen que otros tengan de mí. Te pido fortaleza para superar las limitaciones de mi carácter corrupto”. Tras orar, continué hablando con Janine, planteándole un problema cada vez y poniendo en evidencia su falta de trabajo práctico. Aunque enfadada en ese momento, al final me dijo que, sin mi revelación y mis críticas, ella no habría descubierto sus problemas. Admitió la gravedad de su corrupción y afirmó querer transformarse y que aceptaría el modo en que la iglesia quisiera ocuparse de ella. Di gracias a Dios cuando se lo oí decir. Al practicar las palabras de Dios, mis relaciones no se rompieron como yo había esperado, y tuve una gran sensación de paz y tranquilidad. Después de destituir a Janine, elegimos a otro hermano para supervisar la evangelización. Él cargaba de veras con su deber y guiaba a los demás en la difusión del evangelio. Con el tiempo empezó a mejorar la labor evangelizadora.

Con esta experiencia me di cuenta de que apoyarse en un carácter satánico para cumplir con el deber no solo te perjudica a ti, sino que también afecta al trabajo de la iglesia. Lo único acorde con la voluntad de Dios es cumplir tu deber según Su palabra y los principios de la verdad.

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