Desenmascarada tal como soy
Por Weixiao, España
Ha sido este año, cuando yo era líder de la iglesia y trasladé a la hermana Wang, líder del equipo de evangelización, a otra iglesia. Un día, otra hermana me contó que la hermana Wang les había dicho a otros hermanos y hermanas que yo tenía conductas de falsa líder, que era descuidada en mi trabajo evangelizador y que no abordaba lo bastante rápido los problemas que surgían, lo que reducía la eficacia y eficiencia del equipo. Me enojé y pensé: “Últimamente no hago un seguimiento detallado, pero hay un buen motivo. Diciéndolo a mis espaldas en vez de en mi cara, ¿no estás intentando provocar problemas? ¿Qué opinarán de mí los hermanos y hermanas? No te perdonaré fácilmente. Yo también delataré tus fallos”. Así pues, respondí: “La hermana Wang siempre me ha despreciado y criticado. No es buena persona, eso lo saben todos. Nunca trabajaba bien con nadie, sino que era muy criticona. Ahora me ataca a mí, pero nunca le hice nada. Puede ser porque la trasladé a otra iglesia, con lo que perdió el cargo de líder de equipo y quiere vengarse de mí por eso”. Quería que esa hermana pensara que yo estaba bien, que era un problema de la hermana Wang. Después de eso estuve pensando en lo vergonzante que era aquello, que la hermana Wang me dejara en evidencia ante toda esa gente. Si todos la creían y pensaban que yo era una falsa líder, ¿qué opinarían de mí? Y si me denunciaban a los líderes superiores, igual perdía mi puesto. Cada vez me preocupaba más aquello y empecé a odiar a la hermana Wang. ¿No me estaba señalando claramente? Para mí, amor con amor se paga, así que, mientras yo fuera líder, no se le promovería. Expondría toda su conducta, me aseguraría de que todos supieran discernir y la sacaría de la iglesia si me enteraba de que juzgaba a la gente a sus espaldas. No estaba del todo cómoda pensando así y me preguntaba si ese trato era acorde con la voluntad de Dios. Dios había dejado suceder esto y yo no buscaba la verdad ni hacía introspección, sino que había puesto la mirada directamente sobre ella y quería contraatacarla con sus fallos. Sabía que eso no demostraba aceptación de la verdad.
Esa noche reflexioné al respecto. La hermana Wang decía que yo era una falsa líder, y no lo soportaba, pero, pensándolo bien, ¿era una líder buena y competente? Un líder debe captar cada aspecto del trabajo y resolver los problemas en cuanto se descubren. Yo dirigía la labor evangelizadora por lo que, cuando ese equipo se topaba con algún problema, debía ayudar y orientar al instante de forma práctica, pero no lo hacía mucho. ¿No es un falso líder alguien que no hace un trabajo práctico? La hermana Wang no se equivocaba. No tenía una gran humanidad, pero no era malvada. Lograba resultados en el deber y tenía dones y puntos fuertes, así que valía para la labor de la casa de Dios. Si no le dejaba cumplir con un deber o incluso la expulsaba por inquina personal, no solo le haría daño a ella, sino que perturbaría la labor de la casa de Dios. No podía hacer algo que disgustara a Dios. Cuando lo pensé, deseché un poco mis prejuicios hacia ella. También reflexioné sobre qué trabajo práctico no estaba haciendo yo. Me puse a hacer cambios en las áreas que ella había señalado y me comuniqué con los hermanos y hermanas sobre sus dificultades. Me sentí mejor después.
Entonces pensé que ya había pasado todo, pero, un par de días más tarde, otra hermana me comentó: “La hermana Wang habló de indicios de que eres una falsa líder en una reunión de más de 40 personas”. Al oír esto, afloró toda mi ira y pensé que, al desenmascararme ante tanta gente, la hermana Wang realmente había ensuciado mi nombre. ¿Cómo podría llevar la cabeza alta si ella seguía con eso? Podrían llegar a destituirme por ser una falsa líder. ¡Quería darle una lección para que no me creyera una corderita dócil! Le daría de su propia medicina. Si ella quería dejarme en evidencia ante todos y dañar mi reputación, yo podía averiguar qué hacía mal ella, recabar pruebas y buscar la ocasión de echarla. Los siguientes días estaba constantemente en ascuas, pensando en cómo recuperar mi orgullo y dignidad, en cómo vengarme de ella. Le conté a la líder de su nueva iglesia que ella no tenía una buena humanidad y siempre criticaba a los líderes y obreros, así que debería vigilarla y no tardar en destituirla y echarla si hacía de las suyas. Tras decir todo aquello, sí sentí cierta culpa e inquietud. Pensé: “¿Qué hago? ¿Esto no es la ley del talión, atacar y marginar al prójimo? ¿Qué lección quiere Dios que aprenda de esto?”. Entonces, por fin me presenté ante Dios a orar y buscar.
Buscando, recordé las palabras de Dios que delatan a los anticristos, quienes marginan a aquellos de quienes discrepan. Dios Todopoderoso dice: “¿Cuál es el objetivo principal de un anticristo al atacar y excluir a un disidente? Buscan crear una situación en la iglesia donde no haya voces contrarias a las suya, en la que su poder, su dominio y sus palabras sean absolutos. Todo el mundo debe hacerles caso, y si alguien tiene una opinión diferente, debe guardársela para sí y cortarla de raíz. Esta es una técnica utilizada por quienes atacan y excluyen a los disidentes para consolidar su estatus. Dicen: ‘Está bien que tengas opiniones diferentes, pero no puedes ir por ahí hablando sobre ellas como te dé la gana, y mucho menos poner en peligro mi poder y estatus. Si tienes algo que decir, puedes decírmelo en privado. Si lo dices delante de todos y me haces quedar mal, estás pidiendo que te desprecien, y tendré que ocuparme de ti’. ¿Qué clase de carácter es ese? Los anticristos no permiten que otros hablen libremente. Si tienen una opinión, ya sea sobre el anticristo o sobre cualquier otra cosa, deben guardársela para sí. Deben tener en cuenta la imagen del anticristo. Si no, este los catalogará de enemigos y los atacará y excluirá. ¿Qué clase de naturaleza es esta? Es la de un anticristo. ¿Y por qué hacen esto? Porque quieren consolidar continuamente su poder y su estatus en la mente del resto, y que su poder y su estatus sean firmes e inamovibles. No toleran nada que vaya a tener un efecto o amenazar su estima, reputación o estatus y valor como líder. ¿Acaso no es eso una manifestación de la naturaleza despiadada de los anticristos? No contentos con el poder que ya poseen, lo consolidan y aseguran y buscan el dominio absoluto. No solo quieren controlar el comportamiento de los demás, sino también sus corazones. ¿Acaso no son estas acciones también en aras del poder, inspiradas y dirigidas por el ansia de poder? […] Esto es especialmente cierto en presencia de un disidente, si el anticristo oye que el disidente ha dicho algo sobre él o lo ha criticado por detrás. En ese caso, resolverá el asunto en poco tiempo, quedándose sin dormir y sin comer hasta conseguirlo. ¿Cómo les es posible ejercer tal esfuerzo? Porque sienten que su poder ha sido amenazado, y que su nombre, ganancia y estatus han sido dañados. Si esa persona dice la verdad sobre este asunto, entonces el estatus del anticristo como líder puede perderse. Si la noticia llega a lo alto, o a los oídos de más hermanos y hermanas, entonces lo alto podría reemplazarlos, o los hermanos y hermanas podrían despedirlos. Puede que se vean obligados a renunciar. Es por este motivo por el que se esfuerzan tanto y pagan un precio tan alto, a veces perdiéndose las comidas o quedándose despiertos toda la noche para comunicar sobre el asunto, hablando hasta que se les seca la boca. ¿Cuál es su objetivo? Fortalecer su posición. Para gente como esta, la posición es su sustento. En cuanto notan el menor indicio de que su posición se ve amenazada, su corazón se inquieta, están muertos de miedo, pues temen que mañana, en lugar de líderes, podrían pasar a ser hermanos o hermanas normales, y ya no podrán disfrutar de la sensación de superioridad que les da su posición ni de sus beneficios. Ya nadie les obedecerá ni les seguirá, nadie tratará de ganarse su favor y nadie les servirá. Esto es lo que le resulta más insoportable” (La Palabra, Vol. 4. Desenmascarar a los anticristos. Atacan y excluyen a los disidentes). “Para un anticristo, el disidente es una amenaza a su estatus y poder. Sea quien sea el que amenace su estatus y poder, no importa, los anticristos harán todo lo posible para ‘encargarse’ de ellos. Si de verdad no pueden someter o incorporar a tales personas a sus huestes, entonces las harán caer y las purgarán. Al final, los anticristos alcanzarán su objetivo de tener el poder absoluto y ser una ley en sí mismos. Esta es una de las técnicas que los anticristos utilizan habitualmente para mantener su estatus: Atacan y excluyen a los disidentes” (La Palabra, Vol. 4. Desenmascarar a los anticristos. Atacan y excluyen a los disidentes). Las palabras de Dios eran muy incisivas y me dejaron asustada. No me había percatado de que atacaba y marginaba a alguien por mi reputación y estatus y cometía la maldad de un anticristo. Al saber que la hermana Wang les había dicho a otras personas que no hacía un trabajo práctico, no lo acepté de parte de Dios ni hice introspección, No pensé si era cierto o no, sino que ella me estaba atacando y juzgando a mis espaldas. Como eso hirió mi orgullo, empezó a caerme mal y comencé a tenerle tanto rencor como para querer atacarla. Luego, cuando supe que me había dejado en evidencia en aquella reunión más grande, la odié todavía más. Quería recuperar mi orgullo y mi posición, así que di mucha importancia a sus transgresiones previas para que los demás creyeran que no tenía una buena humanidad y la rechazaran. Incluso reuní algunas cosas que había hecho y se las conté a su líder actual para que la echara. Sabía que tenía dones y puntos fuertes y que lo hacía bien en el deber, que era apta para cumplir con un deber en la iglesia. También sabía que la hermana Wang estaba revelando problemas reales míos, pero eso afectaba a mi reputación y estatus, así que empecé a considerarla una disidente, una enemiga y una amenaza a mi poder. Quería venganza. ¡Vi que realmente tenía una naturaleza ruin! Después pensé en los anticristos expulsados de la casa de Dios. Como no buscaban la verdad, en cuanto alguien amenazó su estatus, lo atacaron porque querían convertir la iglesia en su reino, dominarlo todo. Acabaron expulsados por cometer demasiadas maldades. Mi conducta no era distinta de la de aquellos anticristos.
Seguí haciendo introspección acerca de por qué llevaba muchos años siendo creyente, pero no podía evitar tomar la senda de un anticristo y cometer semejantes maldades. Luego, en una reunión leímos “Los que obedecen a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él”. Había un pasaje que iba directo al meollo para mí y por fin entendí mejor esto. Dios Todopoderoso dice: “Como crees en Dios, debes poner tu fe en todas Sus palabras y en toda Su obra. Es decir, como crees en Dios, debes obedecerle. Si no puedes hacerlo, entonces no importa si crees en Dios o no. Si has creído en Él muchos años, pero nunca le has obedecido y no aceptas todas Sus palabras, y, en cambio, le pides que se someta a ti y actúe según tus propias nociones, entonces eres el más rebelde de todos; eres un incrédulo. ¿Cómo podría una persona así obedecer la obra y las palabras de Dios, que no se ajustan a las nociones del hombre? Los más rebeldes de todos son los que intencionalmente desafían a Dios y se le resisten. Ellos son Sus enemigos y los anticristos. Su actitud siempre es de hostilidad hacia la nueva obra de Dios; nunca tienen la mínima tendencia a someterse y jamás se han sometido o humillado de buen grado. Se exaltan a sí mismos ante los demás y nunca se someten a nadie. Delante de Dios, consideran que son los mejores para predicar la palabra y los más hábiles para obrar en los demás. Nunca desechan los ‘tesoros’ que poseen, sino que los tratan como herencias familiares a las que adorar y las usan para predicar a los demás y sermonear a los necios que los idolatran. De hecho, hay una cierta cantidad de personas de este tipo en la iglesia. Se podría decir que son ‘héroes indómitos’, que, generación tras generación, residen temporalmente en la casa de Dios. Consideran que predicar la palabra (doctrina) es su tarea suprema. Año tras año y generación tras generación, se dedican vehementemente a hacer que su deber ‘sagrado e inquebrantable’ se cumpla. Nadie se atreve a tocarlos; ni una sola persona se atreve a reprenderlos abiertamente. Se convierten en ‘reyes’ en la casa de Dios y causan estragos mientras oprimen a los demás, era tras era. Este grupo de demonios busca unirse y derribar Mi obra; ¿cómo puedo permitir que estos demonios vivientes existan delante de Mis ojos? Ni siquiera quienes obedecen a medias pueden seguir hasta el final, ¡cuánto menos estos tiranos que no tienen ni una pizca de obediencia en su corazón! El hombre no obtiene fácilmente la obra de Dios. Aun si usaran toda su fuerza, las personas solo podrán obtener una porción, lo que, al final, les permitirá ser perfeccionados. ¿Qué sucede, entonces, con los hijos del arcángel que buscan destruir la obra de Dios? ¿No tienen acaso menos esperanza de ser ganados por Dios?” (“La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me resultaron muy conmovedores y percibí Su carácter justo y majestuoso. Sobre todo este fragmento: “Nunca se someten a nadie. […] Nadie se atreve a tocarlos; ni una sola persona se atreve a reprenderlos abiertamente. Se convierten en ‘reyes’ en la casa de Dios y causan estragos mientras oprimen a los demás, era tras era. Este grupo de demonios busca unirse y derribar Mi obra; ¿cómo puedo permitir que estos demonios vivientes existan delante de Mis ojos?”. Esa parte me asustó aún más. Cuando la hermana Wang me delató como falsa líder, respondí con enemistad, malestar, rencor y resistencia. La ataqué vilmente con enojo. No aceptaba la verdad ni como líder de la iglesia y carecía de todo sometimiento. Cuando alguien reveló mis problemas, cuando hirió mi orgullo y amenazó mi posición, quise frenarla y vengarme de ella por todos los medios, incluido el de intentar quitarle el derecho a cumplir con un deber y sacarla de la iglesia. Tenía esta mentalidad maliciosa y no descansaría hasta hundirla del todo. Me había convertido en “soberana” de la casa de Dios, a quien nadie se atrevía a tocar. ¿En qué difiere eso de los demonios del PCCh, esos dictadores? Su lema es: “Quienes se sometan a mí, que prosperen; y quienes me nieguen, que perezcan”. Para mantener su dominio y consolidar su poder, el PCCh oprime, desarraiga y elimina por completo a todo aquel que discrepe u ose criticar sus maldades. Eso hizo en las manifestaciones de la plaza Tiananmén, lo hace con las minorías étnicas y, peor aún, con los creyentes, a quienes nos detiene, oprime y persigue. Se han perdido muchísimas vidas inocentes a manos suyas y es susceptible de recibir el justo castigo de Dios. Pensé en mí: desde pequeña me habían educado esos demonios comunistas con cosas como “yo soy mi propio señor”, “quienes se sometan a mí, que prosperen; y quienes me nieguen, que perezcan”, “amor con amor se paga”, “ojo por ojo y diente por diente”… Muchos venenos satánicos habían arraigado en el fondo de mi corazón y se habían convertido en mis reglas de supervivencia, lo que me había vuelto más arrogante y ruin. Al vivir de acuerdo con estas cosas, era capaz de hacer el mal, oprimir y herir al prójimo. También pensé en todas las verdades expresadas por Dios sobre cómo discernir a los falsos líderes, pero nunca me había atenido a ellas ni había reflexionado sobre mi conducta de falsa líder. Hoy día, todo el mundo está aprendiendo la verdad y despertando, así que algunas personas delatan y denuncian a los falsos líderes. Esto es practicar la verdad y proteger el trabajo de la iglesia, algo positivo. Sin importar qué clase de persona sea la que me deje en evidencia, si me ataca o no, si me lo dice a la cara o no, mientras diga la verdad, yo he de aceptarla de parte de Dios, admitirla debidamente, someterme y aprender una lección. Eso es aceptar la verdad y someterse a Dios. Sin embargo, yo no solo me negué a someterme, sino que ataqué a la que me desenmascaró. No era una disputa personal, pero rechazaba la verdad y me estaba oponiendo a Dios. Al percatarme, me detesté y sentí cierto temor. Enseguida me presenté ante Dios a orar y arrepentirme: “Dios mío, me equivoqué. Cuando me dejaron en evidencia, no hice introspección ni aprendí ninguna lección, sino que fui a por ella. Veo que, efectivamente, tengo una naturaleza ruin. Dios mío, deseo arrepentirme ante Ti. Te pido que me guíes”.
Hice introspección a la luz de lo que había dicho de mí la hermana Wang y hacía un seguimiento real de los pormenores del trabajo. Descubrí que en realidad había muchos problemas, como que algunos nuevos del equipo evangelizador no conocían las verdades de las visiones, por lo que no sabían corregir las nociones y dificultades de aquellos a quienes predicaban. Algunos no entendían los principios de la labor evangelizadora, así que convertían a gente inadecuada. Unos no comprendían lo más mínimo la verdad ni tras algún tiempo recibiendo riego, y otros no tenían interés por la verdad y abandonaron. Desperdiciamos un montón de recursos. Planteé en una reunión los problemas que había detectado y enseñé los principios para poner las cosas en orden. Los hermanos y hermanas empezaron a pensar en dotarse de las verdades de las visiones, y cuando no entendían o no sabían enseñar algo de forma clara, lo hablábamos juntos. Pronto tuvieron más claras las verdades de las visiones y el equipo funcionó mejor. Comprendí que Dios hizo que la hermana Wang me desenmascarara como falsa líder y señalara que no hacía un trabajo práctico para que hiciera introspección y cumpliera bien con el deber. Me estaba protegiendo.
Recordé después otro pasaje de las palabras de Dios. “Dios obra en cada persona y, sin importar cuál sea Su método, qué clase de personas, asuntos y cosas usa a Su servicio o el tipo de tono que tengan Sus palabras, Él solo tiene una meta final: salvarte. Antes de salvarte, necesita transformarte; así pues, ¿cómo podrías no sufrir un poco? Tendrás que sufrir. Este sufrimiento puede implicar muchas cosas. Algunas veces, Dios hace que surjan las personas, los asuntos y las cosas a tu alrededor para que puedas llegar a conocerte a ti mismo; de lo contrario, podrías ser tratado, podado y expuesto directamente. Al igual que ocurre con una persona que se encuentra en una mesa de quirófano, solo si se experimenta cierto dolor y sufrimiento se puede alcanzar un buen resultado. Si cada vez que eres podado y tratado y cada vez que Él hace que surjan personas, asuntos y cosas, eso despierta tus emociones y te alienta, entonces, mediante este proceso tendrás estatura y entrarás en la realidad de la verdad. […] Si Dios dispone ciertos ambientes, personas, asuntos y cosas para ti; si Él te poda y te trata y aprendes lecciones de esto; si has aprendido a venir ante Dios y buscar la verdad y, sin que te des cuenta, eres esclarecido e iluminado y alcanzas la verdad; si has experimentado un cambio en estos ambientes, cosechado recompensas y progresado, y si comienzas a tener un poco de comprensión de la voluntad de Dios y dejas de quejarte, entonces todo esto significará que has permanecido firme en medio de las pruebas de estos ambientes y soportado la prueba. Como resultado, habrás superado este calvario. ¿Cómo considerará Dios a aquellos que resisten la prueba? Él dirá que tienen un corazón sincero, que pueden soportar este tipo de sufrimiento y que, en el fondo, aman la verdad y desean la verdad. Si Dios te evalúa de esta manera, ¿acaso no eres alguien con estatura? ¿No tienes entonces vida? Y ¿cómo se logra esta vida? ¿Te la concede Dios? Dios te sustenta de varias maneras y utiliza a varias personas, cosas y objetos para formarte. Es como si Dios te estuviera dando personalmente comida y bebida y sosteniéndola justo delante de tu rostro para alimentarte y dejar que la disfrutes, y solo entonces puedes crecer y permanecer fuerte. Así es como debes ver y comprender estas cosas; así te sometes a todo lo que viene de Dios” (La Palabra, Vol. 3. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean). Con todo esto, experimenté profundamente que Dios usaba a la hermana Wang para delatar mis problemas en el deber. No me resultó fácil de aceptar, pero fue muy provechoso para mi entrada en la vida. Ese trato me ayudó a detectar en mí todas las características de un falso líder y me motivó a buscar la verdad y a transformarme. Encima, descubrí mi naturaleza arrogante y ruin, que era capaz de oprimir y marginar a alguien por preservar mi reputación y estatus. Este descubrimiento me hizo buscar la verdad, desechar la corrupción y purificarme. Fue la gracia especial, el amor y la salvación de Dios para conmigo. ¡Le estoy muy agradecida a Dios!