Dar mi corazón a Dios

7 Feb 2021

Por Xinche, Corea del Sur

En junio de 2018, me uní a los ensayos para la actuación coral “Himno del Reino”. Pensaba que subiría al escenario y cantaría el himno para alabar y dar testimonio de Dios y me sentía honrada y orgullosa. También oré a Dios, le dije que me esforzaría por ensayar y cumplir bien con mi deber. Cuando empecé a ensayar mis gestos y pasos de baile, era muy diligente y me esforzaba, pero como no sabía cantar ni bailar, mis expresiones eran rígidas y había una clara diferencia entre mi habilidad y la de los demás. Nuestro instructor siempre señalaba mis problemas. Después de un tiempo, empecé a sentirme desanimada, sentía que no importaba cuánto me esforzara, nunca mejoraría, y cuando asignaran las posiciones, mis hermanos y mis hermanas que cantaban y bailaban bien irían al frente, sin dudas, y yo quedaría de relleno en la fila de atrás. Gradualmente, fui volviéndome menos proactiva en los ensayos, y empecé a llegar tarde cada vez que podía. En nuestra primera filmación, me pusieron en la fila del fondo, a un costado. Me angustió, y pensé: “No soy buena para esto, y no hay forma de que me compare con los hermanos y las hermanas que saben cantar y bailar. No importa cuánto practique, nunca tendré el nivel para la primera fila, y la cámara nunca me verá. ¿Por qué debería esforzarme tanto en los ensayos? Alcanzará con que lo haga apenas bien”. Desde ese momento, cada vez me costó más encontrar motivación. Sabía que no hacía bien los pasos, pero no me esforzaba por corregirlos. A veces, el instructor nos decía que debíamos esforzarnos más, y que si los gestos y la presentación de una persona estaban mal, pondría en riesgo todo el programa y retrasaría la filmación. Oír eso me impactó, y sentí que debía pensar en el resultado general, pero me esforzaba un tiempo, y después volvía a estar desmotivada. Ensayaba la canción y los pasos todos los días con poco interés, sin sentir la guía de Dios. Había pasos que practicaba mucho, pero no lograba hacerlos bien. Cuando todos hablaban sobre su comprensión de la letra, yo no tenía ninguna luz. Cuando cantaba, no me conmovía, y en la filmación, mis ojos no tenían vida y yo no tenía expresión. Nadie podía disfrutar de verme. Los ensayos me resultaban cada vez más tediosos, y no podía esperar que se terminara ese programa para poder cumplir con otro deber.

Cuando salió la disposición de lugares en el escenario, vi que saldría en cámara en algunas, y me sentí más desmoralizada. Pensé: “No soy genial en esto, pero tampoco soy tan mala. Aunque no pueda estar al frente, ¿no puedo salir en cámara al menos en estas tomas? ¿Por qué me excluyen? ¿Ensayé todo este tiempo para nada? De haber sabido esto, no me habría molestado en practicar todos los movimientos”. Después de eso, cuando aparecía en cámara, lo hacía feliz, pero, si no, no ponía mi corazón y solo ensayaba por inercia. Cuando se terminó la filmación, me sentí inquieta cuando, en una reunión, oí que todos hablaban de lo que habían ganado. Había cumplido con el mismo deber, y todos habían ganado algo. Entonces, ¿por qué mi corazón se sentía vacío, como si no hubiera obtenido nada? Me asusté un poco, me preguntaba si había desagradado a Dios de algún modo. Después, empecé a buscar y a orar a Dios, le pedí que me guiara para conocerme. Un día, leí estas palabras de Dios: “Las personas siempre dicen que Dios mira profundamente el corazón y lo observa todo. Sin embargo, las personas nunca saben por qué algunas personas nunca obtienen iluminación del Espíritu Santo, por qué nunca pueden obtener gracia, por qué nunca tienen gozo, por qué siempre son negativas y están deprimidas y por qué son incapaces de ser positivas. Echa un vistazo a su estado. Te garantizo que todas y cada una de estas personas no tienen una conciencia en funcionamiento o un corazón honesto(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). “Tanto la conciencia como la razón deben ser componentes de la humanidad de una persona. Ambas son las más fundamentales y importantes. ¿Qué clase de persona es el que carece de conciencia y no tiene la razón de la humanidad normal? Hablando en términos generales, es una persona que carece de humanidad, una persona de una humanidad mala. Analicemos esto en profundidad. ¿Cómo manifiesta esta persona una humanidad corrupta tal que las personas dicen que no tiene humanidad? ¿Qué características tienen todas las personas? ¿Qué manifestaciones específicas presentan? Tales personas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de testificar por Dios o de desempeñar sus deberes y no poseen ningún sentido de responsabilidad. ¿Qué es lo que piensan cuando hacen algo? Su primera consideración es, ‘¿Sabrá Dios si hago esto? ¿Es visible a las otras personas? Si las otras personas no ven que dedico todo este esfuerzo y me comporto con sinceridad y si Dios tampoco lo ve, entonces es inútil que dedique semejante esfuerzo o sufra por esto’. ¿No es esto egoísmo? Al mismo tiempo, también es un tipo de intención muy bajo. Cuando piensan y actúan de esta manera, ¿está la conciencia desempeñando algún papel? ¿Hay alguna parte de conciencia en esto? Incluso hay personas que, cuando ven un problema cuando cumplen con su deber, permanecen en silencio. Ven que otros están causando interrupciones y perturbaciones, pero no hacen nada para detenerlos. No consideran en absoluto los intereses de la casa de Dios ni piensan en su propio deber ni en las responsabilidades. Hablan, actúan, sobresalen, se esfuerzan, y gastan energía sólo para su propia vanidad, prestigio, posición, intereses y honor. Las acciones e intenciones de alguien así son claras para todos: Salen de repente siempre que hay una oportunidad para el honor o para disfrutar alguna bendición. Pero, cuando no hay una oportunidad para el honor, o tan pronto hay un tiempo de sufrimiento, desaparecen de la vista como una tortuga que esconde su cabeza. ¿Tiene esta clase de persona conciencia y razón? ¿Siente remordimiento una persona sin conciencia ni razón que se comporta de esta manera? La conciencia de esta clase de persona no sirve para nada y nunca ha sentido remordimiento. Así que, ¿pueden sentir el reproche o la disciplina del Espíritu Santo? No, no pueden(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Leer estas palabras de Dios me conmovió de verdad. Había sido negativa y pasiva en mi deber, y no podía obtener la obra del Espíritu Santo, principalmente, porque no era sincera en mi corazón. Solo consideraba mi prestigio y estatus en mi deber, y no los intereses de la casa de Dios y mis propias responsabilidades. Dios odia ese tipo de actitudes en el deber. Al recordar los ensayos, vi que no tenía el mismo nivel que otros hermanos y hermanas, y cuando me pusieron al fondo, donde no podía presumir, me volví negativa y pasiva y no quise esforzarme en practicar mis expresiones y movimientos. Me alcanzaba ser “apenas buena”, y no pensaba en cómo mejorar. Cuando vi que no estaba en algunas tomas, quise quejarme y discutir, pensaba que todo mi esfuerzo había sido en vano y ya no quería practicar más. Después de eso, cuando filmábamos, si salía en la escena, cumplía con mi parte, pero, cuando no, holgazaneaba e improvisaba. Cuando lo pensé, me sentí culpable. La casa de Dios filma obras corales para dar testimonio de Dios, mi oportunidad de participar en una era el modo de Dios de elevarme. Debería haberme esforzado y trabajado junto con los otros para cumplir bien con mi deber. En cambio, cuando mi deseo de prestigio y estatus no fue satisfecho, me volví chapucera, negativa y holgazana. De verdad no tenía conciencia ni razón. Era una persona egoísta, engañosa, despreciable y mezquina. Dios escudriña las profundidades de los corazones de la gente, ¿cómo no iba a estar disgustado con mi actitud hacia Su comisión para mí? Darme cuenta de esto me llenó de arrepentimiento y culpa. Oré a Dios: “¡Oh, Dios! Estaba equivocada. Me arrepiento de lo que hice en este programa, y ahora no tengo forma de compensarlo. Desde ahora, buscaré la verdad y dejaré de pensar en mi propio prestigio y estatus. Quiero cumplir bien con mi deber incondicionalmente”.

En ese momento, pensé que lo único que podía hacer era esperar que publicaran el programa, llena de remordimiento, pero, para mi sorpresa, tuvimos que filmar un poco más por algunas razones. Al oír eso, tuve toda clase de emociones. Sentí que era mi oportunidad para arrepentirme. Decidí que, esta vez, definitivamente cumpliría bien con mi deber para satisfacer a Dios. Empecé a esforzarme en los ensayos, y, después de un tiempo, vi mejoría en mis expresiones y movimientos. Pensé que estábamos por empezar a filmar, pero hubo que posponerlo por circunstancias imprevisibles. El director nos dijo que no nos preocupáramos y siguiéramos practicando. Al principio, pude seguir esforzándome todos los días, pero después de un tiempo, empecé a pensar: “No sabemos cuándo filmaremos ni cuánto tiempo durarán los ensayos. La última vez, no aparecí en algunas tomas, es probable que esta vez sea igual. Además, ya tengo un conocimiento básico de la canción y los pasos, si sigo practicando todos los días, será suficiente”. El instructor nos advirtió muchas veces que no podíamos dejar de practicar antes de filmar y que las posiciones en el escenario podían cambiar en cualquier momento. Pero yo no presté atención. Pensaba: “No hay casi posibilidades de que me pongan al frente, aunque me esfuerce en los ensayos, no necesariamente estaré en la película. ¿Para qué molestarme?”. Cuando el instructor señalaba mis problemas en los ensayos, yo no estaba verdaderamente dispuesta a mejorarlos, me excusaba: “Se verá a todos los hermanos y las hermanas del frente, está bien que ellos ensayen mucho. Pero yo estaré en el fondo, y ni siquiera se me reconocerá. No hay necesidad de ser tan exigente”. Después de eso, siempre me sentía cansada en los ensayos, como si fueran agotadores. Muchas veces, ni siquiera quería ir. Me di cuenta de que mi antiguo problema estaba resurgiendo y no me sentí bien con eso. Tenía que preguntarme: “¿Por qué soy siempre indiferente en mi deber? ¿Por qué no puedo esforzarme solamente para satisfacer a Dios?”. Oré a Dios sobre mi verdadero estado, le pedí guía para conocerme.

Leí esto en las palabras de Dios: “Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse astutas, cobardes y despreciables. No solo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y obstinados. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aun, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están tan podridos que sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente horribles, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, oírlas es sencillamente insufrible. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables y frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que se esfuerzan al máximo por expulsarlas. […] Ahora sois seguidores, y habéis obtenido cierto entendimiento de esta etapa de la obra. Sin embargo, todavía no habéis dejado a un lado vuestro deseo de estatus. Cuando tu estatus es alto buscáis bien, pero cuando es bajo, dejáis de buscar. Las bendiciones del estatus siempre están en vuestra mente. ¿Por qué la mayoría de las personas no pueden desprenderse de la negatividad? ¿Acaso la respuesta invariable no es que se debe a las perspectivas sombrías?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). “No prestes atención a lo que dice una persona así; debes ver qué vive, qué revela y cuál es su actitud cuando lleva a cabo sus deberes, así como cuál es su condición interna y qué ama. Si su amor por su propia fama y fortuna excede su lealtad a Dios, si su amor por su propia fama y fortuna excede los intereses de Dios, o si su amor por su propia fama y fortuna excede la consideración que muestra por Dios, entonces no es una persona con humanidad. Su comportamiento puede ser visto por los demás y por Dios; así que es muy difícil que tal persona gane la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios incisivamente revelaron mis profundos motivos despreciables y me mostraron por qué, si no podía presumir en mi deber, no podía evitar holgazanear, e incluso sabiendo que era mi deber y mi responsabilidad, no estaba motivada. Era porque mi deseo de fama y estatus era demasiado grande. Aunque no era obvio que buscaba la oportunidad de presumir, era solo porque, para empezar, no era talentosa. No era porque no quisiera hacerlo. Cuando vi que no podía superar a los demás por mucho que me esforzara, que no llegaría a estar adelante, asumí una actitud negativa y puse muy poco esfuerzo en mi deber. Solo seguí por inercia, sin intentar hacerlo bien. Pensé que, como no podía presumir, lo mejor era no sufrir demasiado, así al menos no saldría perdiendo. Los venenos de Satanás, tales como “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda” y “Destacar entre los demás” ya estaban profundamente arraigados en mí. Se habían convertido en los principios que controlaban todas mis acciones, por lo que solo pensaba en mi ganancia en todo lo que hacía. Haría algo por fama y ganancia, pero, si no, no lo haría. Incluso era cierto respecto de mi deber. Me esforzaba cuando podía presumir, pero cuando no se satisfacían mis propios deseos, solo actuaba por inercia, sin considerar la voluntad de Dios o los intereses de la casa de Dios. Vivía según mi naturaleza taimada, siempre buscando mi propia fama y posición. Era holgazana y engañaba en mi deber, sin una pizca de responsabilidad, conciencia, razón o dignidad. No se podía confiar en mí para nada. Pensé que muchos hermanos y hermanas que conocía era muy puros y sinceros, que se esforzaban por cumplir con lo que Dios quería, sin importar si estaban adelante o atrás. Su canto y baile mejoraban con el tiempo, y podían ver las bendiciones y la guía de Dios. Además, había algunos detrás de cámaras, que cumplían con su propia parte aunque nunca serían vistos. Decían que su trabajo valía la pena solo para que el programa estuviera en Internet. Pero cuando yo no podía presumir, ni siquiera hacía lo poco que debía hacer. Carecía de humanidad por completo. El carácter de Dios es santo y justo, solo podía despreciar y odiar la humanidad y las búsquedas como las mías. No podía ganar la obra del Espíritu Santo en mi deber y no podía progresar en la vida. Sabía que, si no me arrepentía, nunca ganaría nada de verdad, incluso aunque fuera creyente hasta el final. ¡Dios me eliminaría! En ese momento de mi reflexión, sentí un poco de miedo y oré a Dios. “Oh, Dios, recién ahora veo cuán vergonzosamente actué, viví según mi carácter corrupto, sin nada de humanidad. Dios, quiero arrepentirme y cambiar. Por favor, guíame para eliminar las ataduras de mi carácter satánico y para concentrarme en mi deber”.

Luego leí estas palabras de Dios: “Si deseas dedicarte en todo lo que haces para cumplir la voluntad de Dios, entonces no puedes realizar meramente un deber; debes aceptar cualquier comisión que Dios te encomiende. Ya sea que concuerde con tus gustos o no, que corresponda a tus intereses, que sea algo que no disfrutes o que nunca hayas hecho o algo difícil, aun así, debes seguir aceptándolo y someterte. No solo debes aceptarlo, sino que debes cooperar proactivamente, aprender de ello y lograr la entrada. Incluso si sufres y no has podido destacar y brillar, aun así debes seguir mostrando tu devoción. Debes verlo como el deber que tienes que cumplir; no como un asunto personal, sino como tu deber. ¿Cómo deben entender las personas sus deberes? Es cuando el Creador, Dios, le da a alguien una tarea que tiene que realizar y, en ese momento, surge el deber de esa persona. Las tareas que Dios te da, las comisiones que Dios te da, esos son tus deberes. Cuando los persigues como tus objetivos y de verdad tienes un corazón que ama a Dios, ¿puedes seguir negándote? No debes rechazarlas. Debes aceptarlas. Esta es la senda de práctica(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas solo pueden ser verdaderamente felices si son honestas). Las palabras de Dios me mostraron que mi deber era la comisión de Dios para mí, si era algo en lo que era buena, si podía presumir o no, debía abandonar mis motivos y objetivos personales, considerarla mi responsabilidad y esforzarme por hacer lo que Dios requiere. En realidad, en toda configuración, algunos van al frente y otras van al fondo, y, sin importar dónde estén, cumplen con su deber. Dios observa nuestros motivos y nuestras actitudes hacia nuestro deber, si ponemos nuestros corazones y asumimos la responsabilidad, si practicamos la verdad para satisfacer a Dios. Pensé en que no era tan talentosa como los demás artistas, pero Dios me daba la posibilidad de entrenar para que pudiera progresar en mis habilidades y en mi entrada a la vida. ¡Era el amor de Dios por mí! Sabía que no podía ser tan egoísta, despreciable y desalmada como antes, no podía romperle el corazón a Dios y decepcionarlo. Si estaba adelante o atrás, si aparecía en cámara o no, debía tomar mi lugar como ser creado para cumplir con mi deber y retribuir el amor de Dios pura y sinceramente.

Después de eso, me aseguré de orar a Dios y confiar en Él, y me esforcé por cumplir con mi parte más allá de qué ensayáramos. Cuando leíamos las palabras de Dios en nuestras reuniones antes de ensayar, pensaba mucho en los requisitos de Dios y ponía en práctica Sus palabras en los ensayos. Cuando el instructor mencionaba mis problemas, escuchaba atentamente y lo incorporaba en mi práctica. Luego, hacía un recuento de mis deficiencias y usaba mi tiempo libre para practicar. Dejé de aspirar al mínimo indispensable. Cuando tuve los motivos correctos para ensayar, cada día era muy gratificante. Mi relación con Dios se normalizó, pude realmente sentir Su guía en mi deber y ya no estaba exhausta como antes. Después de un tiempo, mis movimientos y expresiones mejoraron, y las hermanas dijeron que mi canto y mis expresiones habían mejorado mucho. Sentí profundamente lo importante que es encarar mi deber con un corazón sincero.

Estuve en el fondo la mayor parte de la filmación, y a veces no quería esforzarme porque no estaba en la toma. Entonces, me aseguraba de orar a Dios y de pensar en cómo ser considerada con Su voluntad, cómo dedicarme de inmediato. Me llevó tiempo, pero mi actitud mejoró mucho. Cuando estaba atrás, oraba por mis hermanos y mis hermanas de adelante. Cuando no salía en cámara, ofrecía ayuda a mis hermanas con su vestuario y peinados, hacía todo lo que podía por mi deber. Cuando veía que algunas hermanas se volvían negativas y débiles porque estaban muy atrás, ofrecía mis enseñanzas sobre la voluntad de Dios para ayudarlas. Cumplir así con mi deber me trajo paz, y mi estado siguió mejorando. Poder dejar de lado mi prestigio y estatus y practicar un poco de la verdad, todo surgió de las palabras de Dios, y agradezco a Dios por salvarme.

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