Ya no me siento afligido ni ansioso por mi edad

27 Mar 2025

Por Nash, Camboya

En 1995, mi esposa y yo comenzamos a creer en el Señor Jesús y, dos años después, aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Nunca pensé que sería capaz de recibir al Señor durante mi vida. Me sentía muy feliz. Después de eso, comencé a predicar el evangelio y a hacer mi deber. Sin importar cuán ocupado estuviera, nunca me retrasaba. En ese entonces era verdaderamente entusiasta. Aunque los miembros no creyentes de mi familia se oponían y me ponían trabas, yo no sentía que estuviera sufriendo.

El tiempo voló, los años se escurrieron y, en un abrir y cerrar de ojos, habían pasado veintisiete años y yo había cumplido sesenta. Era obvio para mí que mi cuerpo no estaba tan bien como antes y que mi memoria había empeorado mucho. Olvidaba cosas inmediatamente después de hablar de ellas y a veces era olvidadizo. Había tenido dos cirugías en la vista y, después de estar mucho tiempo frente a la computadora, me dolían los ojos y comenzaba a lagrimear y, llegada la noche, mi visión se tornaba borrosa. A veces, mientras caminaba, me encontraba inconscientemente virando hacia la derecha. Yo trataba de caminar recto, pero no podía evitar inclinarme a la derecha. Me preocupaba que pudiera terminar con una parálisis parcial. Después, organicé razonablemente mis tiempos de descanso, hacía ejercicio a diario y un hermano me ayudaba con fisioterapia. Tras un tiempo, mi salud mejoró pero aún sentía que mi fuerza no igualaba mi deseo de hacer mi deber. Veía gente joven haciendo bien su trabajo principal mientras también aceptaban otros deberes. En comparación, mi carga de trabajo no era pesada, pero yo sentía que me agotaba. Fue entonces cuando comprendí que me estaba haciendo viejo en verdad. Sentía que me había convertido en un desperdicio de espacio, incapaz hasta de ser buena mano de obra y que incluso podía perder mi oportunidad de hacer mi deber. También me preocupaba que, si mi visión empeoraba, ni siquiera sería capaz de leer las palabras de Dios. ¿Seguiría teniendo una oportunidad de ser salvo entonces? Al pensar en estas cosas, mi corazón se tiñó de amargura. Aunque aún cumplía mi deber, la verdad era que había caído en un estado negativo y pasivo. Solo hacía mi deber en forma mecánica, como un robot, y a veces me quedaba dormido cuando realizaba mi deber en la computadora. Así, simplemente pasaba los días sin rumbo. En ocasiones, llegaba a malinterpretar a Dios y pensaba: “¿Por qué tuve que volverme inútil justo cuando el evangelio tiene tanta difusión? ¡Si tan solo hubiera nacido algunas décadas más tarde! Parece que no soy alguien que Dios vaya a salvar, sino un simple servidor”. Cuanto más pensaba en ello, más abatimiento sentía y perdí la motivación para hacer mi deber. Cuando algunos hermanos y hermanas me vieron, me preguntaron: “¿Qué ocurre? Pareces distinto. ¿Dónde se fue la pasión por tu deber?”. Yo respondí con impotencia: “Ahora estoy viejo, ya no soy quien solía ser”. Durante ese tiempo, vivía sumido en la negatividad, pero no podía encontrar la razón.

En las profundidades de mi dolor, oí un pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “También hay gente anciana entre los hermanos y hermanas, de edades comprendidas entre los 60 y los 80 o 90 años, y que debido a su avanzada edad, también experimentan algunas dificultades. A pesar de su edad, su pensamiento no es necesariamente correcto o racional, y sus ideas y puntos de vista no tienen por qué conformarse a la verdad. Estas personas ancianas también tienen problemas, y siempre se preocupan: ‘Mi salud ya no es buena y los deberes que puedo cumplir son limitados. Si solo cumplo con ese pequeño deber, ¿me recordará Dios? A veces me pongo enfermo y necesito que alguien cuide de mí. Cuando no hay nadie que me cuide, no puedo desempeñar mi deber, entonces ¿qué puedo hacer? Soy viejo y no recuerdo las palabras de Dios cuando las leo, y me resulta difícil entender la verdad. Al comunicar la verdad, hablo de un modo confuso e ilógico, y no tengo ninguna experiencia que merezca ser compartida. Soy viejo y no tengo suficiente energía, mi vista no es muy buena y ya no soy fuerte. Todo me resulta difícil. No solo no puedo cumplir con mi deber, sino que olvido fácilmente las cosas y las confundo. A veces me despisto y causo problemas para la iglesia y para mis hermanos y hermanas. Quiero lograr la salvación y perseguir la verdad, pero es muy complicado. ¿Qué puedo hacer?’. Cuando meditan sobre estas cosas, empiezan a inquietarse, pensando: ‘¿Por qué empecé a creer en Dios a esta edad? ¿Por qué no soy igual que los de 20, 30 o incluso 40 o 50 años? ¿Por qué me he encontrado con la obra de Dios ahora que soy tan viejo? No es que mi sino sea malo, al menos no ahora que me he encontrado con la obra de Dios. Mi sino es bueno, y Dios ha sido bueno conmigo. Solo hay una cosa con la que no estoy contento, y es que soy demasiado viejo. Mi memoria no es muy buena, mi salud no anda muy allá, pero tengo mucha fuerza interior. Es solo que mi cuerpo no me obedece, y me entra sueño tras un rato de escucha en las reuniones. A veces cierro los ojos para orar y me quedo dormido, y mi mente vaga cuando leo las palabras de Dios. Tras leer un poco, me entra sueño y me quedo traspuesto, y las palabras no me llegan. ¿Qué puedo hacer? Con esas dificultades prácticas, ¿sigo siendo capaz de perseguir y entender la verdad? Si no, y si no soy capaz de practicar conforme a los principios-verdad, entonces ¿no será toda mi fe en vano? ¿No fracasaré en obtener la salvación? ¿Qué puedo hacer? Estoy muy preocupado […]’ […]. Estos ancianos caen en una profunda angustia, ansiedad y preocupación debido a su edad. Cada vez que encuentran alguna dificultad, contratiempo, adversidad u obstáculo, culpan a su edad, e incluso se odian y se desagradan a sí mismos. Pero en cualquier caso, es en vano, no hay solución, y no tienen forma de avanzar. ¿Será que realmente no hallan una salida? ¿Existe alguna solución? (Las personas mayores también deben cumplir con su deber en la medida de sus posibilidades). Es aceptable que las personas mayores cumplan con sus deberes en la medida de sus posibilidades, ¿verdad? ¿Acaso los ancianos ya no pueden perseguir la verdad debido a su edad? ¿No son capaces de comprenderla? (Sí, lo son). ¿Pueden los ancianos comprender la verdad? Pueden entender un poco, y ni siquiera los jóvenes pueden entenderla toda. Los ancianos siempre tienen una idea equivocada, creen que están confundidos, que su memoria es mala y que por eso no pueden entender la verdad. ¿Tienen razón? (No). Aunque los jóvenes tienen mucha más energía que los ancianos y son más fuertes físicamente, en realidad su capacidad de entender, comprender y saber es la misma que la de los ancianos. ¿Acaso los ancianos no fueron jóvenes una vez? No nacieron viejos, y los jóvenes también envejecerán algún día. Los ancianos no deben pensar siempre que, por ser viejos, estar físicamente débiles, enfermos y tener mala memoria, son diferentes de los jóvenes. De hecho, no hay ninguna diferencia(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Después de escuchar las palabras de Dios, comprendí que es un proceso normal que una persona pase de la juventud a la ancianidad. Todos atraviesan la juventud y la ancianidad, pero, a los ojos de Dios, tanto jóvenes como ancianos son iguales. Simplemente los jóvenes tienen más energía y fuerza física que los ancianos. Sin embargo, las habilidades de las personas para entender y comprender son las mismas. Dios no tiene preferencia por los jóvenes, ni tampoco desdeña a los mayores. Pero yo no había tenido clara la intención de Dios e incluso lo había malinterpretado. Pensaba que, como era viejo, tenía mala salud y me fallaba la vista, no podía hacer mi deber con el vigor que tenía cuando era joven y que por ello no podía ser salvo. Hasta me quejaba con Dios por permitirme hacerme tan viejo antes de que la difusión del evangelio llegara a esta etapa. ¡Había sido verdaderamente irracional! Estos pensamientos distorsionados me habían perturbado y me habían hecho volverme negativo, abandonar la búsqueda de la verdad y vivir los días saliendo del paso. Ni siquiera hacía las cosas básicas que tendría que haber estado haciendo, ni aquellas que era capaz de hacer. Dios dijo que las personas mayores pueden hacer sus deberes lo mejor que puedan. De hecho, hay muchos deberes adecuados para ancianos, como dar acogida a hermanos y hermanas, predicar el evangelio, regar nuevos fieles y escribir sermones. Mientras una persona esté dispuesta a hacer su deber y satisfacer a Dios, hay muchos deberes que debería hacer. Aunque yo era viejo, la iglesia aún me había dado oportunidades para realizar mi deber. Podía predicar el evangelio por internet y cultivar nuevos fieles para hacerlo. Había muchos deberes que podía hacer, pero, como seguía comparándome con los jóvenes, no podía apaciguar mi corazón para hacer bien mi deber actual. Cuando pensaba en ello, veía que mis problemas y dificultades tenían solución. Como mi memoria era débil, podía tomar notas y, cuando la vista comenzara a molestarme por usar mucho la computadora, podía hacer descansos acordes y ejercitar los ojos. También podía usar compresas tibias para aliviar la fatiga ocular. Al darme cuenta de estas cosas, ya no me sentí afectado por mi edad y estuve dispuesto a hacer mi deber lo mejor que podía.

Después, me pregunté: “¿Por qué cuando era joven, sin importar lo difíciles o cansadores que fueran mis deberes, siempre tenía energía, pero ahora que soy viejo y mi salud no es buena me siento pasivo y negativo cuando pienso que no puedo hacer tanto?”. Luego recordé dos pasajes de las palabras de Dios que había leído antes. Dios dice: “En esto descubrimos un problema no identificado previamente: la relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es la relación entre un empleado y un empleador. El primero solo trabaja duro para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación basada en los intereses no hay afecto, solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y una indignación reprimida e inútil. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿quién puede cambiar ese rumbo? ¿Y cuántas personas son capaces de entender realmente lo grave que se ha vuelto esta relación? Considero que, cuando las personas se sumergen en el gozo de ser bendecidas, nadie puede imaginar lo embarazosa y desagradable que es una relación así con Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios). “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué conocimiento vivencial tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre se esfuerza silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Después de leer la exposición de las palabras de Dios, me sentí profundamente avergonzado. Había creído en Dios y me había sacrificado solo para ganar Sus bendiciones. Cuando era joven, era capaz de predicar el evangelio con entusiasmo y estaba dispuesto a entregarme por Dios y, sin importar el dolor o el agotamiento, nunca me quejaba porque pensaba que, mientras hiciera más trabajo y predicara más el evangelio para preparar buenas obras, Dios me salvaría y recibiría Sus bendiciones. En un abrir y cerrar de ojos, pasaron más de veinte años y ahora, en mi vejez y con mala salud, el abanico de deberes que era capaz de hacer era limitado; por eso pensaba que ya no podía recibir bendiciones ni ser salvo. Cuando vi que mi deseo de bendiciones estaba destrozado, me desalenté y me abandoné. Ni siquiera quería hacer lo que debía y podía hacer. Toda la fe y el amor que se suponía que tenía antes se habían esfumado. Incluso sentía que creer en Dios no servía para nada. Mi corazón estaba lleno de malentendidos y quejas contra Dios. Me di cuenta de que mi fe en Dios solo había sido por las bendiciones y que el precio que había pagado había sido un intento de negociar con Dios. Pensé en varios de los hermanos y hermanas ancianos que me rodeaban, algunos incluso mayores que yo, y en cómo todos hacían silenciosamente sus deberes lo mejor que podían. ¿Por qué yo no podía hacer lo mismo? Vivía constantemente preocupado y no buscaba ninguna de las verdades a mi alcance. ¿No me estaba quedando sentado sin hacer nada esperando la destrucción? Satanás estaba usando mis distintas dificultades como la edad avanzada, mala salud, memoria pobre y visión borrosa para perturbarme, con la esperanza de hacerme perder la fe en Dios y abandonar mi oportunidad de perseguir la verdad. No podía seguir cayendo en los trucos de Satanás. Tenía que hacer bien mi deber para retribuir el amor de Dios.

Más tarde, leí algunas palabras de Dios: “Sin importar que Yo diga que sois atrasados o de un bajo calibre, es un hecho. Esto que afirmo no demuestra que Yo pretenda abandonaros, que haya perdido la esperanza en vosotros, y mucho menos que no esté dispuesto a salvaros. Hoy he venido a hacer la obra de vuestra salvación, y esto quiere decir que la obra que hago es la continuación de la obra de salvación. Cada persona tiene la oportunidad de ser hecha perfecta: siempre y cuando estés dispuesto y busques, al final podrás alcanzar este resultado, y ninguno de vosotros será abandonado. Si eres de bajo calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes con ese bajo calibre; si eres de alto calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes a tu alto calibre; si eres ignorante y analfabeto, Mis requisitos estarán a la altura de tu nivel de analfabetismo; si eres letrado, Mis requisitos para ti serán acordes al hecho de que seas letrado; si eres anciano, Mis requisitos para ti serán según tu edad; si eres capaz de proveer hospitalidad, Mis requisitos para ti serán conforme a esta capacidad; si afirmas no poder ofrecer hospitalidad, y sólo puedes realizar cierta función, ya sea difundir el evangelio, cuidar de la iglesia o atender a los demás asuntos generales, te perfeccionaré de acuerdo con la función que lleves a cabo. Ser leal, someterse hasta el final mismo y buscar tener un amor supremo a Dios, esto es lo que debes lograr y no hay mejores prácticas que estas tres cosas. En última instancia, se le requiere al hombre que las realice y, si puede lograrlas, entonces será hecho perfecto. Sin embargo, por encima de todo, debes buscar de verdad, seguir adelante activamente, y no ser pasivo en ese sentido(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). “En lo que respecta a cada persona, cualquiera que sea tu calibre, tu edad o el número de años que lleves creyendo en Dios, debes dedicar tus esfuerzos a la senda de perseguir la verdad. No deberías hacer énfasis en ninguna excusa objetiva; deberías perseguir la verdad incondicionalmente. No andes sin rumbo. Supón que te tomas la búsqueda de la verdad como un gran asunto en tu vida y te esfuerzas y pones todo tu empeño en ello, y tal vez las verdades que obtengas y seas capaz de alcanzar en tu búsqueda no sean las que hubieras deseado, pero Dios afirma que te va a dar un destino adecuado en vista de tu actitud de perseguir la verdad y de tu sinceridad, ¡qué maravilloso sería eso! Por ahora, no te centres en cuál será tu destino o tu desenlace, en lo que sucederá, en lo que te deparará el futuro ni en si podrás evitar el desastre y la muerte; no pienses en estas cosas ni hagas peticiones en relación a ellas. Concéntrate únicamente en las palabras de Dios y en Sus exigencias, llega a perseguir la verdad, cumple bien con tu deber, satisfaz las intenciones de Dios y evita defraudar a Sus seis mil años de espera y Sus seis mil años de expectativa. Concédele a Dios algo de consuelo; permítele ver que hay esperanza en ti, y deja que se cumplan en ti Sus deseos. Dime, ¿te trataría Dios injustamente si lo hicieras? ¡Por supuesto que no! E, incluso si los resultados finales no son como hubiera deseado la gente, como seres creados, ¿cómo deben tratar ese hecho? Deben someterse en todo a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios, sin tener ningún plan personal. ¿Acaso no es esta la perspectiva que deben adoptar los seres creados? (Sí). Es correcto tener esta mentalidad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. ¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad?). Las sinceras palabras de Dios reconfortaron y conmovieron profundamente mi corazón. Se sintió como una madre sincerándose con su hijo. Esto me ayudó a comprender que hoy la obra y las palabras de Dios tienen por finalidad salvar y perfeccionar a la gente. Sin importar la edad, el calibre o el nivel de educación, sin importar cuántos años tenga alguien o el entorno familiar del que provenga, Dios les da a todos la oportunidad de ser perfeccionados. Dios no muestra favoritismo por nadie. Dios exige basándose en el calibre de cada persona y para cada una dispone deberes acordes. Si las personas pueden cumplir bien sus deberes en sus respectivos roles y alcanzar la lealtad y la sumisión, eso es lo que Dios quiere ver. Las palabras de Dios disiparon mis malentendidos sobre Él y me mostraron una senda de práctica, lo que me dio una sensación de alivio enorme. Ahora ya no me preocupo por mi edad, mi mala salud o mi memoria en deterioro. Tampoco me mortifico pensando si tendré un buen final o destino. En cambio, me centro en cumplir bien mi deber actual lo mejor que pueda y practicar las verdades que comprendo en mis deberes. ¡Estoy verdaderamente agradecido a Dios por estas ganancias!

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