Los afectos no deben anteponerse a los principios
Por Lin Xi, Estados Unidos Hace unos seis meses, Ruthy y yo cumplíamos con nuestros deberes en un grupo. Ruthy era culta, muy hábil y tenía...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En abril de 2023, como tenía algunas fortalezas para hacer videos, el líder dispuso que yo revisara los videos que hacían los demás. Estaba muy contenta de poder cumplir con este deber y quise valorar la oportunidad y cumplir bien con mi deber. Al principio, estudié de forma activa los principios y fui capaz de identificar algunos problemas al revisar los videos. Pero, después de un tiempo, descubrí que la hermana con la que trabajaba tenía buen calibre y conocimiento, y podía localizar los problemas en un video rápidamente, mientras que yo tardaba mucho tiempo en detectar solo algunos, y era mucho peor que ella. Me sentí un poco avergonzada. Más tarde, revisé los principios relevantes, pero pasado un tiempo, todavía había pocas mejoras. Estaba muy abatida y pensé: “Parece que realmente carezco del calibre necesario para cumplir con este deber; ¿por qué Dios no me ha dado buena aptitud? Sin buen calibre, ¿cómo puedo cumplir bien con este deber? Si me despiden o reasignan, ¿no será muy vergonzoso?”. Sabía que no debía exigirle cosas a Dios ni quejarme, pero seguía sintiéndome muy abatida, me faltaba motivación para cumplir con mi deber y no aspiraba a mejorar. Sobre todo, al tratarse de videos complejos, me preocupaba que no pudiera localizar los problemas con precisión, así que se los pasaba a los demás para que los revisaran. En ocasiones, la hermana con la que colaboraba todavía encontraba algunos problemas al revisar los videos que yo ya había revisado, y tenía que hablar conmigo, lo que me hacía sentir aún más que me faltaba calibre, que retrasaba el progreso del trabajo y que, tarde o temprano, me despedirían o reasignarían. Pensé que sería mejor renunciar de forma voluntaria para parecer razonable. Cuando surgían estos pensamientos, me sentía muy conflictuada y sabía que pensar así era evadir mi deber, pero no sabía cómo practicar de forma apropiada, así que acudí a Dios y oré: “Dios, siento que tengo poco calibre, que no puedo cumplir bien con mi deber y quiero evadirlo. También sé que esto no es conforme a Tus intenciones. Te ruego que me esclarezcas y guíes para reconocer mis problemas y encontrar una senda de práctica”.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Algunas personas sienten que su calibre es demasiado bajo y que carecen de la capacidad de comprensión, por lo que se autolimitan, y sienten que, por mucho que persigan la verdad, no serán capaces de cumplir con los requisitos de Dios. Piensan que, por mucho que se esfuercen, es inútil, y eso es todo, por lo que siempre son negativos, y el resultado es que, incluso después de años de creer en Dios, no han obtenido ninguna verdad. Sin hacer el esfuerzo de perseguir la verdad, dices que tu calibre es demasiado pobre, renuncias a ti mismo, y siempre vives en un estado negativo. Por consiguiente, no comprendes la verdad que debes entender ni practicas la verdad dentro de tu capacidad; ¿no eres tú el que se obstaculiza a sí mismo? Si siempre dices que tu calibre no es lo suficientemente bueno, ¿no es esto evadir y eludir la responsabilidad? Si puedes sufrir, pagar un precio y obtener la obra del Espíritu Santo, entonces podrás inevitablemente comprender algunas verdades y entrar en algunas realidades. Si no acudes a Dios ni confías en Él, y renuncias a ti mismo sin esforzarte ni pagar un precio, y simplemente te rindes, entonces eres un bueno para nada y careces de la más mínima conciencia y razón. No importa si tu calibre es pobre o excepcional, si tienes un poco de conciencia y razón deberías completar adecuadamente lo que debes hacer y tu misión; ser un desertor es algo terrible y es traicionar a Dios. Es irredimible. Perseguir la verdad requiere una voluntad firme, y las personas que son demasiado negativas o débiles no conseguirán nada. No serán capaces de creer en Dios hasta el final y, si desean obtener la verdad y conseguir un cambio de carácter, aún tendrán menos esperanza. Solo aquellos que tienen determinación y persiguen la verdad la pueden obtener y serán perfeccionados por Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me hicieron sentir culpable y angustiada. Debido a mi poco calibre, había determinado que, no importaba cuánto lo intentara, no podía cumplir bien con mi deber, y que, en comparación con las hermanas de buen calibre, yo siempre sería la peor. Por eso, vivía en un estado negativo y no tenía motivación para cumplir mi deber ni deseaba mejorar, e incluso pensaba en renunciar. Al actuar así, creía que no me despedirían ni quedaría mal. Pensaba que no me había esforzado demasiado, y tras no ver grandes progresos, no quería seguir. ¡Fui totalmente una buena para nada! Una persona que de verdad tiene conciencia y razón no se volvería negativa tras aceptar su deber, incluso si siente que su calibre no cumple los requisitos de Dios. Al contrario, oraría, confiaría en Dios, se esforzaría con todas sus fuerzas y no abandonaría su deber tan fácilmente. Pero, al observarme a mí misma, vi que cuando mi calibre era inferior al de la hermana con la que trabajaba, y cuando señalaban algunos problemas en mi deber, me volvía negativa y holgazaneaba. Pasaba videos complejos a los demás para que los revisaran y no podía gestionar correctamente los problemas que señalaban los demás. Además, me circunscribía aún más por tener poco calibre y me volvía negativa y pasiva en mi deber, incapaz de hacer siquiera lo que me correspondía en primer lugar. Al enfrentarme a estas dificultades y problemas, no pensé en cómo buscar la verdad para resolverlos, sino que puse de excusa mi poco calibre para eludir mi deber y, así, salvar las apariencias. ¡Había sido tan egoísta! Había disfrutado de todo lo que Dios me había proporcionado, pero no podía cumplir con mi deber. ¡Realmente carecía de conciencia y razón! Pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Un deber es una comisión de Dios. La oportunidad que Dios me da de cumplir con mi deber es para permitirme ganar más práctica y avanzar en diversos aspectos de la verdad. Esta es la gracia de Dios, pero no supe apreciar este bien, y como tenía poco calibre, quise renunciar a mi deber. ¡Este comportamiento fue una traición a Dios! Al darme cuenta de esto, me sentí angustiada y culpable y no quise seguir tratando así a mi deber. Quise esforzarme al máximo y dejar de ser una desertora.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Dios no te tendrá en alta estima por tu buen calibre ni tampoco sentirá desdén hacia ti ni te detestará a causa de tu escaso calibre. ¿Qué es lo que detesta Dios? Él detesta a la gente que no ama ni acepta la verdad, a la que la entiende pero no la practica, a la que no hace aquello de lo que es capaz, a los que no lo dan todo en sus deberes y siempre albergan deseos extravagantes, deseando siempre estatus, compitiendo por la posición y haciéndole siempre exigencias a Dios. Esto es lo que a Él le parece repugnante y detestable. Tienes escaso calibre o ninguno en absoluto, eres incapaz de hacer ningún trabajo y, sin embargo, sigues queriendo ser líder. Compites siempre por posición y poder, y siempre quieres que Dios te dé una respuesta definitiva, que te diga que en el futuro entrarás en el reino, recibirás bendiciones y tendrás un buen destino. Que Dios te elija ya es una elevación inmensa, sin embargo, todavía quieres tomarle el brazo cuando te ofrece la mano. Dios te ha dado lo que deberías recibir y ya has obtenido mucho de Él, sin embargo, sigues haciendo exigencias irrazonables. Esto es lo que detesta Dios. Tu calibre es demasiado escaso o no llegas siquiera a la altura de la inteligencia humana, no obstante, Él no te ha tratado como a un animal, sino que te sigue tratando como a un ser humano. Por tanto, deberías hacer lo que corresponde a un ser humano, decir lo que le corresponde decir a un humano y aceptar todo lo que te ha dado Dios como procedente de parte de Él. Sea cual sea el deber que puedas desempeñar, hazlo. No decepciones a Dios. No tomes el brazo cuando se te ofrece la mano porque Dios te trate como a un ser humano y digas: ‘Como Dios me trata como a un humano, entonces debería concederme mejor calibre, dejarme ser líder de equipo, supervisor o líder de la iglesia. Lo mejor sería que Él hiciera eso, de modo que yo no tuviera que desempeñar ningún trabajo cansado, para que la iglesia me proveyera gratis y no me hiciera falta realizar esfuerzos o soportar dificultades, permitiéndome hacer lo que quiera’. Todas estas son exigencias irrazonables. No son las manifestaciones ni las peticiones que debería hacer ni plantear un ser creado. Dios no te ha tratado conforme a tu escaso calibre, sino que en vez de eso te ha elegido y te ha dado la oportunidad de hacer tu deber. Esta es la elevación de Dios. No deberías tomar el brazo cuando se te ofrece la mano ni hacerle exigencias irrazonables a Dios. En su lugar, deberías darle las gracias a Dios, cumplir bien con tu deber y retribuirle Su amor. Este es el requerimiento que Él te hace. Tu calibre es escaso, pero Dios no te ha hecho requerimientos de acuerdo con los estándares propios de aquellos con buen calibre. Te falta calibre e inteligencia, pero Dios no te ha requerido que alcances los estándares que pueden alcanzar las personas con buen calibre. Aquello que seas capaz de hacer, hazlo sin más. Dios no le pide peras al olmo. Lo que sucede es que siempre tienes deseos extravagantes y nunca estás dispuesto a ser alguien corriente, una persona promedio de escaso calibre. No quieres hacer estas tareas laboriosas que no te ponen en el centro de atención y, al hacer tu deber, siempre te desagrada la adversidad y huyes del cansancio, escoges y eliges qué hacer, siempre eres obstinado y tienes tus propios planes y preferencias, no es que Dios te haya agraviado. Por tanto, ¿cómo debería la gente abordar correctamente su propio calibre? Por un lado, sea cual sea el calibre que Dios te conceda, deberías aceptarlo de parte de Él y someterte a Su soberanía y arreglos. Estos son el pensamiento y el punto de vista más básicos que las personas deberían poseer. Este punto de vista es correcto y se sostiene en cualquier situación. Es el principio-verdad que permanece constante por mucho que cambien las cosas” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (7)). Tras leer las palabras de Dios, me sentí avergonzada y culpable. Dios no impone cargas excesivas a la gente, y Sus requisitos siempre están al alcance del ser humano. Dios espera que podamos someternos a Su soberanía y Sus disposiciones, y podamos cumplir con nuestros deberes de forma constante y con disciplina. Pero yo no comprendí las intenciones de Dios y estuve poco dispuesta a someterme a Su soberanía y Sus disposiciones. Al ver que mi calibre no era tan bueno como el de los demás, me volví negativa y holgazana, y me quejé de que Dios no me había dado buen calibre. Más tarde, quise trabajar más duro para mejorar mis capacidades técnicas, pero cuando no podía hacerlo, me volvía negativa, albergaba malentendidos y evadía mi deber. ¡Era realmente un acto de rebelión! Mi calibre era algo inferior y mi eficacia no era tan alta como la de otros hermanos y hermanas, pero la iglesia aún me daba oportunidades para practicar, y los hermanos y hermanas no me consideraban inferior, sino que me animaban y ayudaban. Pero fui totalmente incapaz de reconocer esto como algo bueno, y por mi orgullo, incluso quise abandonar mi deber. ¡Fue realmente egoísta y despreciable! La verdad es que Dios valora el corazón de una persona, e incluso si su calibre es un poco escaso, siempre y cuando su corazón se esfuerce por cumplir Sus requisitos, Dios la esclarecerá y guiará, y aún podrá conseguir algunos resultados en su deber. Igual que cuando empecé a revisar videos, al orar y confiar en Dios, y cooperar lo mejor que pude, logré llevar a cabo cierto trabajo. Más tarde, como estaba demasiado preocupada por mi orgullo, mi corazón no se centró en mi deber, y no pude ganar la obra del Espíritu Santo, así que todo lo que hice se volvió difícil y extenuante. Por eso, me arrepentí ante Dios, con el deseo de someterme a Sus orquestaciones y disposiciones y hacer todo lo que pudiera en la medida de mis posibilidades, y dejar de pensar en eludir mi deber.
Más tarde, también me pregunté: “¿Por qué me volví negativa y me achanté cuando vi que mi calibre era inferior al de la hermana con la que colaboraba? ¿Cuál es la raíz de este problema?”. En mi búsqueda, leí estas palabras de Dios: “En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Tras leer las palabras de Dios comprendí que, al ver que mi calibre era inferior al de la hermana con la que colaboraba, me volví negativa, y que la raíz del problema era que yo valoraba demasiado mi orgullo y estatus. Cuando vi que otros hermanos y hermanas tenían buen calibre y eran eficaces en sus deberes, sentí envidia y quise mejorar la eficacia de mi trabajo. Pero pese a mis esfuerzos, todavía era inferior a los demás, y como mi orgullo y estatus no estaban satisfechos, me volví negativa y pasiva, e incluso pensé en renunciar y traicionar a Dios. Di más importancia al orgullo y al estatus que a mi deber. Vi que el veneno satánico de “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” se había arraigado profundamente en mí, lo que hizo que me obsesionara de forma constante por cómo me veían los demás sin tener en cuenta para nada las intenciones o los requisitos de Dios, y sin proteger en absoluto la obra de la iglesia. Me di cuenta de que había una intención minuciosa de Dios al permitirme cumplir con este deber. Dios conoce mis defectos, mi enfoque en el orgullo y el estatus, y que necesito dichos ambientes para purificarme y cambiar. Cuando Dios dispuso que cooperara con hermanas de buen calibre, no pude presumir y mi orgullo y estatus no quedaron satisfechos, lo que me ocasionó dolor y tormento interior. Me forzó a venir ante Dios y reflexionar sobre mí misma, comprender el daño y las consecuencias de perseguir la reputación y el estatus, y así abandonar mis búsquedas erróneas y corregir mi actitud hacia mi deber. Al mismo tiempo, al cooperar con hermanas de buen calibre y recibir la ayuda de todos en mi deber, también gané una mejor comprensión de los principios, lo que justo resultó compensar mis defectos. ¡Esto era amor de Dios! Al reflexionar sobre esto, me arrepentí mucho y ya no quería vivir por la inútil búsqueda del orgullo.
Más adelante, encontré otro pasaje de las palabras de Dios que me dio una comprensión más profunda de Sus intenciones. Dios Todopoderoso dice: “Dios no le concede a la gente un calibre excesivamente bueno. Por un lado, esto es para que la gente pueda, con esta condición básica, permanecer un poco con los pies en la tierra y, sobre la base de sentir que son personas corrientes, promedio, con actitudes corruptas, puedan aceptar voluntariamente la obra de Dios y Su salvación. Solo de esta manera cuentan las personas con la condición básica de aceptar las palabras de Dios. Por otro lado, si tienen muy buen calibre o una mente excepcionalmente rápida, con muy fuertes capacidades en todos los aspectos, si son todas excepcionales, si les va todo de maravilla en el mundo —ganan mucho dinero en su negocio, tienen carreras políticas que van especialmente bien, operan sin esfuerzo en todas las situaciones, se sienten como pez en el agua—, entonces tales personas no pueden acudir ante Dios ni aceptar Su salvación fácilmente, ¿no es así? (Sí). La mayoría de aquellos a los que salva Dios no ocupan puestos altos en el mundo o entre las personas en la sociedad. Dado que su calibre y capacidades son promedio o incluso escasos y les cuesta encontrar la popularidad o el éxito en el mundo y siempre les parece que este es sombrío e injusto, tienen necesidad de fe y, al final, acuden ante Dios y entran en Su casa. Esta es una condición básica que Dios les concede a las personas al escogerlas. Solo con esta necesidad puedes tener el deseo de aceptar la salvación de Dios. Si tus condiciones en todos los aspectos son muy buenas y aceptables para esforzarte en el mundo y siempre quieres hacerte un nombre, entonces no tienes el deseo de aceptar la salvación de Dios ni tendrás siquiera la oportunidad de recibirla” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (7)). Tras leer las palabras de Dios, se me iluminó el corazón. El hecho de que Dios no me diera buen calibre era parte de Su buena voluntad, y en esta estaban Sus cuidadosas y minuciosas intenciones. Al reflexionar sobre los anticristos que expulsó la iglesia, vi que algunos tenían buen calibre e inteligencia, pero sus corazones no se centraban en cumplir con sus deberes, sino en perseguir la reputación y el estatus. Como no seguían la senda correcta, sus acciones trastornaron y perturbaron la obra de la casa de Dios, y pese a repetidas charlas, seguían sin arrepentirse y, al final, los despidieron. Pensé en mi interés por la reputación y el estatus, y en lo superficial que era incluso sin buen calibre. Si tuviera buen calibre, tal vez habría llegado a ser extremadamente arrogante, y sin duda ya habría caminado por la senda de un anticristo. Al pensar ahora en esto, que Dios no me diera buen calibre era, de hecho, ¡una forma de protegerme!
A través de la búsqueda descubrí que tenía una opinión falaz al creer que, para conseguir resultados en mi deber, tenía que tener buen calibre, y si no era así, no podría cumplir bien con mi deber. Leí un pasaje de las palabras de Dios sobre este asunto: “La gente no entiende por qué Dios le concede un calibre tan profundamente promedio. Es difícil encontrar a líderes de buen calibre y es extremadamente complicado hacer bien el trabajo de la iglesia. La gente piensa: ‘Si Dios les diera a las personas buen calibre, ¿no sería más fácil encontrar líderes? ¿No sería más fácil hacer el trabajo de la iglesia? ¿Por qué Dios no le concede a la gente buen calibre?’. Visto desde la óptica de la obra general de la casa de Dios, por supuesto, si hubiera más personas con buen calibre, el trabajo de la iglesia sin duda sería más fácil. Sin embargo, existe una premisa: en la casa de Dios, Él está haciendo Su propia obra y la gente no desempeña un papel decisivo. Por tanto, que el calibre de las personas sea bueno, promedio o escaso no determina los resultados de la obra de Dios. Los resultados definitivos que se van a acabar logrando los consigue Dios. Todo lo lidera Dios, todo es obra del Espíritu Santo” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (7)). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que la clave para conseguir buenos resultados en nuestros deberes es obtener la guía y la obra del Espíritu Santo. Incluso aquellos que tienen buen calibre, si sus intenciones son erróneas y solo trabajan por la fama, la ganancia o el estatus, y solo confían en su propio calibre y dones sin la guía y el esclarecimiento de Dios, no pueden conseguir buenos resultados. Aquellos con un calibre medio, pero que ponen el corazón en su deber y que oran, confían en Dios y buscan los principios-verdad cuando tienen dificultades, es más probable que reciban la obra del Espíritu Santo y consigan buenos resultados en su deber. Mi opinión había sido muy absurda. Había pensado que cumplir bien con el deber y conseguir resultados dependía solamente del calibre humano y negué que la obra del Espíritu Santo lo determina todo. Esta es una opinión de los no creyentes. En el mundo de los no creyentes, para conseguir buenos resultados en un trabajo, uno debe confiar en su propio intelecto, calibre y dones. Pero la casa de Dios es totalmente diferente del mundo secular. La obra de la casa de Dios se realiza a través de la obra del Espíritu Santo, y aunque la cooperación humana se necesita en el curso del trabajo, no juega un papel decisivo. La difusión del evangelio de Dios en diversos países del mundo está totalmente dirigida por Dios, un paso a la vez. Dios realiza Su obra y la gente solo coopera. Él conoce exactamente qué puedo hacer, el deber que puedo realizar según mi calibre y los resultados que puedo conseguir en mi deber. Mientras sea sincera y trabajadora, Dios me esclarecerá y guiará. Además, tengo hermanas con buen calibre a mi alrededor con las que puedo colaborar, y podemos complementar las fortalezas y debilidades de cada una, y así puedo conseguir algunos resultados en mi deber.
También leí un pasaje de las palabras de Dios que me dio una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “Muchas personas piensan que son de bajo calibre, y que nunca cumplen bien con su deber o con el nivel requerido. Hacen las cosas lo mejor que pueden, pero nunca pueden captar los principios ni son capaces todavía de obtener resultados demasiado buenos. En definitiva, lo único que pueden hacer es quejarse de ser de calibre demasiado bajo, y se vuelven negativas. Entonces, ¿no hay un camino a seguir para una persona que sea de bajo calibre? Ser de bajo calibre no es una enfermedad mortal, y Dios nunca dijo que Él no salva a aquellos que sean de bajo calibre. Como Dios dijo anteriormente, Él está apenado por quienes son honestos pero ignorantes. ¿Qué quiere decir ser ignorante? En muchos casos, la ignorancia proviene del hecho de ser de bajo calibre. Cuando la gente es de bajo calibre, tiene una comprensión superficial de la verdad. No es lo bastante específica ni práctica, y a menudo se limita a una comprensión literal o somera, se queda en la doctrina y los preceptos. Esa es la razón por la que esa gente no puede entender numerosos problemas, y nunca puede captar los principios al cumplir con su deber ni pueden cumplir bien con él. Entonces, ¿Dios no quiere personas de bajo calibre? (Sí las quiere). ¿Qué senda y qué dirección indica Dios a la gente? (La de ser una persona honesta). […] Entonces, ¿cómo debería comportarse una persona honesta? Debe someterse a los arreglos de Dios, ser leal al deber que le corresponde cumplir, y esforzarse por satisfacer las intenciones de Dios. Esto se manifiesta de diferentes maneras. Una es aceptar tu deber con un corazón honesto, no considerar tus intereses carnales, no ser desganado en él, y no conspirar por tu propio bien. Estas son manifestaciones de honestidad. Otra es dedicar todo el corazón y todas tus fuerzas a cumplir bien con tu deber, haciendo las cosas en forma adecuada y poniendo el corazón y tu amor en el deber a fin de satisfacer a Dios. Estas son las manifestaciones que debería tener una persona honesta cuando cumple con su deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Tras leer las palabras de Dios, me sentí alegre. Dios determinaba mi calibre, y es un hecho que tengo poco calibre. Pero Dios no me desdeña por mi poco calibre. Él espera que yo pueda encarar mi deber con un corazón honesto, dejar de lado mi orgullo y hacer todo lo que pueda hacer bien con todo mi corazón y fuerza, mientras busco y practico la verdad en todos los asuntos. Esto es lo que debería hacer. Las hermanas tenían mejor calibre que yo y veían los problemas de forma más integral, así que era bueno que señalaran las desviaciones y los problemas en mi deber. Esto podría impulsarme a reflexionar sobre mí misma y a resumir mis desviaciones, lo que también complementaría mis defectos. Más tarde, revisé los principios relevantes según mis defectos y gané una mejor comprensión de estos principios. ¡Dios realmente me mostraba un favor especial! Me di cuenta de que, aunque tenga poco calibre, Dios todavía me muestra semejante gracia y me permite colaborar con hermanas de buen calibre y que me complementen más. Tuve que abordar mi deber con un corazón agradecido, poner mi esfuerzo en comprender los principios-verdad, escuchar más las sugerencias de los demás y cumplir bien con mi deber. Acudí a Dios y oré: “Dios, gracias por Tu esclarecimiento y guía que me ayudaron a comprender Tus intenciones. ¡Debo trabajar más duro debido a mi poco calibre, y buscar ser una persona honesta y cumplir con mi deber adecuadamente con todo mi corazón y fuerza!”.
Después, oré conscientemente sobre este asunto. En mi deber, evité compararme con los demás y me centré en hacer las cosas ante Dios y aceptar Su escrutinio en su lugar. Al revisar videos y encontrarme con cosas que no podía comprender, buscaba de forma activa la ayuda de las hermanas y ponía mi corazón en mi deber con sinceridad. Al practicar así, sentí tranquilidad y liberación en mi corazón. Una vez, la líder de equipo me pidió que revisara un video con ella y pensé: “Esta hermana tiene buen calibre y yo no. ¿Qué pensará de mí si no puedo identificar los problemas?”. Me di cuenta de que mi orgullo volvía a limitarme, así que oré en silencio a Dios: “Dios, por favor, calma mi corazón para que no esté limitada por mi poco calibre y pueda sacar lo mejor de mí. La hermana tiene mejor calibre y puede identificar más problemas, lo que complementará mis defectos”. Tras orar, mi corazón se calmó y vi detenidamente el video. Cuando acabé, hablé sobre los asuntos que detecté y las zonas donde tenía dudas, y la hermana también compartió sus puntos de vista y opiniones, así como sus perspectivas de las áreas en las que yo tenía dudas. A través de la charla de la hermana, vi que yo estaba buscando problemas desde una perspectiva más amplia, mientras que ella se fijaba en los detalles, que casualmente complementaban mis defectos. A través de nuestro intercambio, mi confusión se resolvió y tuve una comprensión más despejada de los problemas del video. Cuando no estaba preocupada por ganar o perder en mi orgullo y me dedicaba de todo corazón a mi deber, me sentía muy tranquila, ¡y se sentía realmente bien poder cumplir con mi deber así!
A través de esta experiencia, tuve el profundo sentimiento de que la clave para cumplir bien con los deberes es tener un corazón honesto, dejar de lado los intereses personales y el orgullo, no limitarse por el poco calibre, poner el corazón en los deberes y contemplar cómo cumplirlos bien. De esta forma, es fácil recibir la guía y el esclarecimiento de Dios y conseguir algunos resultados en su deber.
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