Persistir en nuestro deber en tiempos de adversidad

27 Mar 2025

Por Liu Xin, China

El 23 de julio de 2023, después de haber regado a unos recién llegados y cuando acababa de volver a casa, el líder superior Li Qing se dirigió a mí a toda prisa y me dijo: “La policía detuvo a muchos nuevos fieles de la Iglesia Shu Guang e incluso tienen a los líderes y diáconos de la iglesia. También detuvieron a muchos hermanos y hermanas de dos iglesias de las inmediaciones. Ahora, los nuevos fieles necesitan riego y apoyo con urgencia; de lo contrario, será difícil para ellos mantenerse firmes en este terrible entorno. Como ya los has regado antes, queremos que brindes apoyo a estos nuevos fieles”. Al escuchar al líder decir esto, me di cuenta de que este trabajo era muy importante. Pero luego pensé: “Regresé de la Iglesia de Shu Guang hace apenas dos días, y al día siguiente detuvieron a muchos hermanos y hermanas. Además, todos me conocen, ¡así que ir a regar esta vez a los nuevos fieles podría ser extremadamente peligroso! Hay cámaras de vigilancia por todas partes. ¿Qué pasa si alguien me delata y la policía usa las grabaciones de seguridad para capturarme? Ya me han detenido dos veces y, si me detienen nuevamente, es casi seguro que la policía me torturará hasta la muerte. Si me matan a golpes, mi oportunidad de salvación desaparecerá por completo”. Me acobardé, así que pensé en pedirle a una de las regadoras anteriores, que había sido destituida, que brindara apoyo a estos nuevos fieles. Pero esta hermana carecía de un sentido de carga en su deber y no resolvía problemas reales, y me sentía intranquila si la mandaba a ella. Mientras me preocupaba y titubeaba, pensé: “¿La policía no está también en manos de Dios? Mi posible detención no depende de la policía. Si me asusto incluso antes de ir a la iglesia, ¿cómo obtendré un testimonio?”. Oré a Dios para que me protegiera y me concediera fe y fortaleza, y luego fui a regar a los nuevos fieles.

Sin embargo, un poco más tarde, me enteré de que habían detenido a varios nuevos fieles más y que la policía estaba usando fotos de cámaras de seguridad de otras dos hermanas y mías para que los nuevos fieles nos identificaran. Me asusté todavía más y pensé: “Me detuvieron hace algunos años y en la policía de la Brigada Nacional de Seguridad todos me conocen. Si me detienen otra vez, es seguro que no me dejarán ir”. Al pensar en que la policía había matado brutalmente a golpes a algunos hermanos y hermanas, y en que una vez la policía ya me había torturado hasta dejarme al borde de la muerte, me pregunté: “Si me detienen y realmente me matan a golpes, ¿no habrán terminado mis años de fe?”. Cuanto más pensaba en ello, más me preocupaba y no podía dormir por las noches. Solo quería que el líder encontrara a otra persona para regar a los recién llegados. Sin embargo, la policía había detenido a la mayoría de los líderes, obreros y regadores de la iglesia, así que, por el momento, no había disponibles otras personas adecuadas. Luego, aunque seguí regando a los nuevos fieles, vivía con miedo e inquietud; me limitaba a salir del paso en las reuniones y, cada vez que leía algunas palabras de Dios, quería irme lo más rápido posible porque temía que, cuanto más durara la reunión, más peligrosa se volvería. En esa época, algunos nuevos fieles tenían miedo de ser detenidos y sus estados no eran buenos, y yo solo les hablaba brevemente antes de terminar precipitadamente las reuniones. Luego, al pensar que los problemas de los nuevos fieles no se habían resuelto, me sentía culpable y temía que ellos se volvieran negativos, débiles o que los rumores sin fundamento del PCCh los desorientaran y terminaran yéndose. Pero también pensaba que, aunque la policía tenía grabaciones de seguridad y fotos mías, yo no había notado que me estuviera siguiendo gente sospechosa. Así pues, mientras prestara atención a mantenerme a salvo y usara un disfraz, aún podía asistir a las reuniones. En este momento crítico, si solo tenía consideración por mi propia seguridad e ignoraba si los nuevos fieles eran capaces de mantenerse firmes, ¿me quedaría algo de humanidad? Leí un pasaje de las palabras de Dios que dice: “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 1). Era cierto. Dios es todopoderoso y, por muy malvado y desenfrenado que sea el gran dragón rojo, no puede estar por encima de la soberanía de Dios. Sin el permiso de Dios, la policía no podía capturarme. Las palabras de Dios me dieron fe y fortaleza, así que continué regando a los nuevos fieles.

Luego, por las necesidades del trabajo, me dirigí a la Iglesia de Xin Sheng para supervisar el trabajo de riego. Pero lo que no me esperaba era que, poco después de mi llegada a la Iglesia de Xin Sheng, la policía detuviera a sus líderes. Al ver que la policía estaba deteniendo también a las personas de esta iglesia, me sumí en la cobardía y el miedo y no quería ir a regar a los nuevos fieles. Sin embargo, los nuevos fieles de esta iglesia recién comenzaban a reunirse con normalidad y los líderes de la iglesia estaban detenidos. No podía quedarme mirando mientras los nuevos fieles se quedaban sin riego y sus vidas se resentían. Había confusión en mi corazón, así que me arrodillé ante Dios y oré: “¡Dios Todopoderoso! Muchos nuevos fieles necesitan riego y apoyo, pero yo temo ser detenida y no tengo el coraje para ir. Por favor, concédeme fe y valentía”. Después de orar, miré un testimonio vivencial en video que me conmovió profundamente. Aunque la hermana se sentía débil y negativa al enfrentar tanto la persecución policial como la epidemia descontrolada, pudo confiar en Dios para ocuparse adecuadamente de las consecuencias en la iglesia, y pudo llevar a un lugar seguro los libros de las palabras de Dios. Ver que esta hermana pudo mantener su deber en medio de la persecución y la adversidad me hizo sentir avergonzada, especialmente cuando me sentí inspirada por las palabras de Dios que aparecían en el video. Dios Todopoderoso dice: “Lo que deseo ahora es tu lealtad y sumisión, tu amor y tu testimonio. Incluso si en este momento no sabes lo que es el testimonio o lo que es el amor, debes entregarte por entero a Mí y entregarme los únicos tesoros que tienes: tu lealtad y tu sumisión. Debes saber que el testimonio de Mi derrota de Satanás está en la lealtad y la sumisión del hombre, del mismo modo que lo hace Mi testimonio de Mi conquista completa del hombre. El deber de tu fe en Mí es dar testimonio de Mí, ser leal a Mí y a ningún otro, y ser sumiso hasta el final. Antes de que Yo comience el siguiente paso de Mi obra, ¿cómo darás testimonio de Mí? ¿Cómo serás leal y sumiso a Mí? ¿Dedicas toda tu lealtad a tu función o simplemente te rendirás? ¿Preferirías someterte a cada arreglo mío (aunque sea muerte o destrucción) o huir a mitad de camino para evitar Mi castigo? Te castigo para que des testimonio de Mí y seas leal y sumiso a Mí. Es más, el castigo presente es para desplegar el siguiente paso de Mi obra y permitir que esta progrese sin obstáculos. Por lo tanto, te exhorto a que seas sabio y a que no trates tu vida o la importancia de tu existencia como arena sin ningún valor. ¿Puedes saber exactamente cuál será Mi obra por venir? ¿Sabes cómo voy a obrar en los días por venir y cómo Mi obra se desarrollará? Debes conocer la relevancia de tu experiencia de Mi obra y, además, la relevancia de tu fe en Mí. […] Por lo tanto, todavía debo decirte: debes entregar tu vida a Mi obra y, más aún, te tienes que dedicar a Mi gloria. Hace mucho que he anhelado que des testimonio de Mí e incluso aún más que esparzas Mi evangelio. Debes entender lo que hay en Mi corazón(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Leer las palabras de Dios me conmovió profundamente, sobre todo cuando Dios dijo: “¿Preferirías someterte a cada arreglo mío (aunque sea muerte o destrucción) o huir a mitad de camino para evitar Mi castigo?” Me sentí especialmente falta de conciencia, ¡y verdaderamente egoísta y despreciable! Como la iglesia estaba sometida a los arrestos y persecuciones descontrolados del PCCh, sabía claramente que estos nuevos fieles carecían de verdad con respecto a las visiones y que, al enfrentar este horrible entorno y los rumores infundados del PCCh, sería fácil que se volvieran negativos, débiles o que se desorientaran o que incluso se retractaran de su fe. Yo debía asumir el trabajo de regar a los nuevos fieles para que pudieran comprender la verdad y mantenerse firmes. Pero, debido a mi miedo de ser detenida, quería rechazar el trabajo de regar a los nuevos fieles y huir en ese momento tan crítico, sobre todo después de enterarme de que la policía tenía mi foto, lo que me volvió aún más temerosa. Temía que la policía me detuviera y me matara a golpes, y que no tendría un buen final y destino en el futuro. Por tanto, aunque sabía claramente que los nuevos fieles no tenían a nadie para apoyarlos, seguía sin querer ir a regarlos. Aunque luego asistí, solo fui negligente, traté de salir del paso y terminar rápido la reunión para irme. Al reflexionar sobre mi comportamiento, me di cuenta de que no tenía fe real en Dios ni me sometía a Él, y que lo único que me preocupaba era mi seguridad. Solo quería abandonar mi deber y huir en cuanto percibiera la más mínima señal de peligro. ¿De qué manera tenía fe en Dios? ¿Dónde estaban mi lealtad y mi sumisión? ¿Dónde estaba mi testimonio? Esto era la manifestación de traicionar a Dios. Me sentía angustiada y culpable, ¡y me odiaba por ser tan egoísta, despreciable y no tener nada de lealtad! Al mismo tiempo, comprendía que, ante los arrestos y la persecución, debía confiar en Dios y mantenerme firme en mi testimonio, entregar mi corazón y someterme a la soberanía y los arreglos de Dios; aunque esto significara sacrificar mi vida, debía hacer bien mi deber. Al comprender esto, sentí una oleada de fuerza y dejé de temer que me detuvieran. Fui rápidamente al encuentro de los nuevos fieles, compartí las palabras de Dios con ellos y los ayudé a comprender la omnipotencia y la sabiduría de Dios para que pudieran tener fe para experimentar este entorno.

Después, pensé: “¿Por qué enterarme de las detenciones de los hermanos y hermanas siempre me da miedo y quiero protegerme? ¿Cuál es la causa de esto?”. Busqué las palabras de Dios relacionadas con este tema y las leí. Dios Todopoderoso dice: “En China continental, creer en Dios implica vivir en un entorno peligroso. Todo aquel que sigue a Dios se enfrenta a diario al riesgo de que lo arresten, lo condenen y lo sometan a la cruel persecución del gran dragón rojo. Los anticristos no son la excepción. Si bien se los puede clasificar como anticristos dentro de la casa de Dios, el gran dragón rojo forma una alianza con la comunidad religiosa y no cesa de hacer todo lo posible para reprimir y perseguir a la iglesia de Dios y a Su pueblo escogido. Por supuesto, los anticristos se hallan también en tal entorno y no están exentos de la amenaza del arresto. Así pues, se deben encontrar con frecuencia con el problema de su propia seguridad. Esto afecta a la cuestión de cómo los anticristos se ocupan de su propia seguridad. En este apartado estamos hablando sobre todo de la actitud que tienen los anticristos hacia su propia seguridad. Y bien, ¿cuál es esa actitud? (Hacen todo lo posible para proteger su propia seguridad). Los anticristos hacen todo lo posible para proteger su seguridad. Piensan para sí: ‘Debo garantizar mi seguridad a toda costa. Da igual a quién cojan, pero no debe ser a mí’. […] Si un lugar es seguro, entonces los anticristos lo elegirán para obrar y, desde luego, darán una impresión muy proactiva y positiva, alardeando de su gran ‘sentido de la responsabilidad’ y ‘lealtad’. Si algún trabajo conlleva riesgo y puede acabar en un incidente, si el gran dragón rojo puede descubrir al que lo lleve a cabo, entonces se excusan y se niegan a hacerlo, y buscan una oportunidad para eludirlo. En cuanto hay peligro, o en cuanto hay un asomo de este, piensan en la manera de librarse y abandonan su deber, sin preocuparse por los hermanos y hermanas. Solo les preocupa salvarse a sí mismos del peligro. Puede que en el fondo ya estén preparados: en cuanto aparece el peligro, abandonan de inmediato el trabajo que están haciendo, sin preocuparse de cómo va el trabajo de la iglesia, de la pérdida que pueda suponer para los intereses de la casa de Dios o de la seguridad de los hermanos y hermanas. Lo que les importa es huir. Incluso tienen un ‘as bajo la manga’, un plan para protegerse: en cuanto el peligro se cierne sobre ellos o son detenidos, dicen todo lo que saben, exculpándose y eximiéndose de toda responsabilidad para preservar su propia seguridad. Este es el plan que tienen preparado. Estas personas no están dispuestas a sufrir persecución por creer en Dios; tienen miedo de ser arrestados, torturados y condenados. El hecho es que hace tiempo que han sucumbido a Satanás en su corazón. Les aterroriza el poder del régimen satánico, y les asusta aún más que puedan ocurrirles cosas como la tortura y los duros interrogatorios. Con los anticristos, por tanto, si todo va bien y no existe ninguna amenaza para su seguridad o incidencia en ella, si no hay peligro posible, pueden ofrecer su fervor y ‘lealtad’, e incluso sus bienes. Pero si las circunstancias son malas y pueden ser arrestados en cualquier momento por creer en Dios y hacer su deber, y si su creencia en Dios puede hacer que los despidan de su puesto oficial o que sus allegados los abandonen, entonces serán excepcionalmente cuidadosos, no predicarán el evangelio ni darán testimonio de Dios ni harán su deber. Cuando hay el menor indicio de problemas, se encogen como una tortuga en su concha; ante el menor indicio de problemas, desean devolver inmediatamente a la iglesia sus libros de las palabras de Dios y todo lo relacionado con la fe en Él, a fin de mantenerse a salvo e ilesos. ¿Acaso no son peligrosos? Si son arrestados, ¿no se convertirían en Judas? Los anticristos son tan peligrosos que pueden convertirse en Judas en cualquier momento; siempre existe la posibilidad de que traicionen a Dios. Además, son egoístas y despreciables hasta el extremo. Esto viene determinado por la esencia-naturaleza de los anticristos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios expone que la naturaleza de los anticristos es particularmente egoísta y despreciable. Si los lugares donde hacen sus deberes son seguros y no hay peligro, los anticristos son muy proactivos y aparentan ser muy responsables, pero, en cuanto el entorno se vuelve hostil, solo se preocupan por protegerse y no les importan la obra de la iglesia en absoluto ni la seguridad de los hermanos y hermanas. Yo me había comportado así. Cuando la iglesia no enfrentaba detenciones, tenía mucha energía y era proactiva y, cuando había mucho trabajo, iba a regar a los nuevos fieles sin comer siquiera. Pero, cuando la iglesia enfrentó detenciones a gran escala y todos los líderes y regadores estaban presos, y era necesario que fuera yo quien regara a los nuevos fieles, me replegué y retrocedí porque temía que la policía me detuviera, me torturara hasta la muerte y me quedara sin un buen fin o destino. Entonces, no quería ir a regar a los nuevos fieles, y, a pesar de saber claramente que la regadora que habían destituido era irresponsable, aun quería derivarle los nuevos fieles y escapar en ese momento crítico. Valoraba mi seguridad por encima de todo lo demás y no me preocupaba para nada si se dañaba la obra de la iglesia o si los nuevos fieles serían capaces de mantenerse firmes. Vi que verdaderamente carecía de humanidad y conciencia, y que el carácter que revelaba era igual al de un anticristo: ¡excesivamente egoísta y despreciable! Si no me arrepentía y seguía abandonando mi deber y actuando como una desertora en los momentos críticos, terminaría siendo descartada.

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios y gané algo de entendimiento sobre el problema de temer a la muerte y supe cómo abordarlo. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. […] En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). Relexionar sobre las palabras de Dios me conmovió profundamente. Vi que, a través de los tiempos, los santos que propagaron el evangelio de Dios enfrentaron la persecución por parte de los que estaban en el poder. Algunos murieron arrastrados por caballos, otros fueron lapidados y a otros los crucificaron cabeza abajo pero, al enfrentar la amenaza de la muerte, la influencia de la oscuridad no los limitó y se aferraron a su deber hasta la muerte, sin negar el nombre de Dios ni traicionarlo, y usaron sus vidas para dar un testimonio de Dios hermoso y rotundo. Sus muertes fueron valiosas y significativas. Aunque a los ojos de los hombres murieron físicamente, fueron perseguidos por ser justos y Dios los elogia y los recuerda. Pensé que yo había sido capaz de aceptar la obra de Dios en los últimos días y de hacer mi deber como ser creado, y que esta era la gracia de Dios. Como ser creado, debía retribuir el amor de Dios y hacer bien mi deber. Si Dios permitía que la policía me detuviera, también sería una oportunidad para que yo pudiera dar testimonio de Dios. Aunque la policía realmente me persiguiera hasta la muerte, sería con el permiso de Dios. Debía mantenerme firme en mi testimonio de Dios porque Él me había dado la vida y, sin importar si fuera a vivir o morir, debía dejar que Dios me orquestara y someterme a Su soberanía y Sus arreglos. Por el contrario, si valoraba mi vida y me protegía y, en los momentos críticos, no hacía mi deber ni brindaba apoyo y riego a los nuevos fieles, dejaría una transgresión ante Dios y sería demasiado tarde para arrepentirme. Aunque mi cuerpo tal vez no muriera, Dios me vería como alguien que había perdido su testimonio y que lo había traicionado, y viviría como un muerto viviente. Al comprender esto, el miedo a la muerte dejó de limitar mi corazón.

Una noche, leí otro pasaje de las palabras de Dios, que dice: “Satanás nunca se ha atrevido a transgredir la autoridad de Dios y, además, siempre ha escuchado con cuidado y obedecido Sus órdenes y Sus mandatos específicos sin osar nunca desafiarlos ni, desde luego, alterar libremente ninguna de Sus órdenes. Estos son los límites que Dios ha establecido para Satanás, y por ello este no se ha atrevido a cruzarlos. ¿No es este el poder de la autoridad de Dios? ¿No es este el testimonio de Su autoridad? Satanás tiene una comprensión mucho más clara que la humanidad de cómo comportarse delante de Dios, y de cómo considerar a Dios, y, así, en el reino espiritual, Satanás ve muy claramente Su estatus y Su autoridad, y tiene una profunda apreciación del poder de esta y de los principios subyacentes al ejercicio de la misma. No se atreve en absoluto a pasarlos por alto ni a violarlos de ninguna manera, o hacer algo que transgreda la autoridad de Dios; tampoco osa desafiar la ira de Dios. Aunque es malo y arrogante en su naturaleza, Satanás nunca se ha atrevido a cruzar las fronteras y los límites que Dios estableció para él. Durante millones de años ha respetado estrictamente estos límites, cada mandato y orden que Dios le ha dado, sin atreverse jamás a sobrepasar la marca. Aunque es malévolo, Satanás es mucho más sabio que la humanidad corrupta; conoce la identidad del Creador y sus propias fronteras. A partir de las acciones ‘sumisas’ de Satanás se puede ver que la autoridad y el poder de Dios son edictos celestiales que él no puede transgredir, y que es precisamente por la unicidad y la autoridad de Dios que todas las cosas cambian y se propagan de una forma ordenada, que la humanidad puede vivir y multiplicarse dentro del curso establecido por Él, sin que nadie ni nada sean capaces de alterar este orden o cambiar esta ley, porque todos vienen de las manos del Creador, de Su ordenamiento y autoridad(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Vi la autoridad y el gran poder de Dios en Sus palabras. Todas las cosas y acontecimientos están bajo el control de Dios y, no importa cuán descontrolado corra el gran dragón rojo, no se atrevería a capturarnos a su antojo sin el permiso de Dios, porque no puede traspasar las fronteras y los límites que Dios dispone. Esta es la autoridad única de Dios. Pensé en cómo Moisés guió a los israelitas para que salieran de Egipto con el Mar Rojo frente a ellos y el ejército del faraón a sus espaldas. En la imaginación del hombre, parecía imposible que los israelitas escaparan pero, cuando los israelitas estuvieron en apuros, Dios dividió el Mar Rojo y lo convirtió en tierra seca, y los israelitas pudieron cruzar sanos y salvos, mientras que todo el ejército egipcio se ahogó. Vi la autoridad de Dios y Su gran poder, y también vi que fue Dios quien dio una ruta de escape a los israelitas y que nada es difícil para Él. Ante la persecución y la adversidad, Dios también usaba al gran dragón rojo como objeto de servicio para perfeccionar mi fe y, sin importar cuán peligrosa fuera la situación, debía confiar en Dios y hacer bien mi deber.

Dos meses después, el entorno se volvió cada vez más hostil por la traición de un judas, y casi cien personas fueron detenidas. Por aquellos que fueron detenidos y luego liberados, me enteré de que la policía había preguntado varias veces sobre mi paradero. Pensé que, como me habían elegido líder de iglesia, si me detenían, la policía seguramente me torturaría. Me preguntaba si, en caso de no poder soportar la tortura y ser asesinada a golpes, mis años de fe en Dios terminarían. Cuando pensé en esto, me di cuenta de que aún me aferraba a mi vida. Así que oré a Dios y le pedí que protegiera mi corazón. Recordé una película llamada “Mi historia, nuestra historia” y la puse sin demora. Vi que la policía había torturado a los hermanos por transmitir las palabras de Dios, pero ellos eligieron morir antes que reverenciar a Satanás. Especialmente al final, cuando prefirieron morir antes que firmar las “Tres Declaraciones” y traicionar a Dios, dieron un testimonio fuerte y rotundo. Estaba muy inspirada y decidí que, si algún día la policía me detenía, entonces, al igual que los hermanos y hermanas de la película, me negaría a llegar a un acuerdo con Satanás, aunque esto significara la muerte, para dar un hermoso testimonio de Dios y reconfortar Su corazón. Después de esto, compartí realmente la verdad con los nuevos fieles, los ayudé a discernir los planes de Satanás y, de a poco, algunos nuevos fieles pudieron asistir a las reuniones con normalidad.

La experiencia de las detenciones y la persecución del gran dragón rojo reveló mi estatura real y también mi carácter satánico egoísta y despreciable. Esto me permitió conocerme mejor, y comprendí que Dios permite las detenciones y la persecución, y que Él usa estas cosas para perfeccionar nuestra fe y nuestro amor. Sé que en el futuro enfrentaré aún más persecución y adversidad, pero creo que todo está en manos de Dios y, pase lo que pase, haré bien mi deber como ser creado y daré testimonio de Dios.

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