Lecciones que aprendí de la distribución de iglesias

29 Mar 2022

Por Reese, Estados Unidos

A principios de 2021, ante el establecimiento de varias nuevas iglesias, la líder decidió redistribuir las iglesias entre otras colaboradoras y yo. Al principio no tenía una opinión al respecto, pero, cuando tuve más información de la situación, vi que yo iba a supervisar algunas de las iglesias más problemáticas, en las cuales los miembros no tenían una base en su fe y todavía se estaban eligiendo líderes y diáconos. Las iglesias que iba a asumir la hermana Lilly, sin embargo, iban mucho mejor que las mías. Tenían nuevos creyentes con aptitud que tenían una buena base, y contaban con líderes y diáconos responsables. No pude evitar tenerle envidia. Me preguntaba por qué las mejores iglesias le tocaban a ella, mientras que las mías estaban llenas de problemas. ¡Cuánto esfuerzo me iba a costar! Si no era capaz de poner las cosas en marcha, ¿qué opinaría de mí la líder? ¿Diría que yo no tenía aptitud y que no sabía hacer nada? Seguro que no tendría buena opinión de mí. Me sentía muy desafecta. Después, cuando iba a reuniones en esas iglesias, había numerosos problemas y abordarlos llevaba mucho tiempo. Eso significaba que no tenía mucho tiempo libre y me costaba hacer mi deber. Pensaba que una tarea que Lilly podía resolver en una hora a mí me llevaba dos o tres. En primer lugar, mi aptitud y mis habilidades eran limitadas, pero esas iglesias tenían muchísimos problemas. Si no hacía un progreso notable pese a todo el tiempo y esfuerzo que dedicaba, cuando la líder viniera a comparar mis resultados con los de Lilly, seguro que yo le parecería una mediocre, que no lo hacía bien ni estaba a la altura de Lilly. En esos días me hallaba en un estado bastante malo, y me sentía molesta y agraviada cada vez que surgían problemas. Estaba cansada tanto física como emocionalmente. Así pues, me presenté ante Dios a orar y buscar: “Dios mío, sé que has permitido este reparto de responsabilidades de trabajo y que debo someterme a Tus instrumentaciones, pero sigo sintiéndome reacia. Te pido esclarecimiento para comprender Tus intenciones y mi corrupción”.

Posteriormente vi las palabras de Dios: “Si has aprendido mucho y Dios te ha dado mucho, corresponde que se te asigne una carga más pesada, no para complicarte la vida, sino porque eso es precisamente lo adecuado para ti. Es tu deber, así que no intentes elegir, negarte o zafarte. ¿Por qué te parece difícil? En realidad, si te esforzaras un poco, serías totalmente capaz de lograrlo. El hecho de que lo consideres difícil, que es injusto, que se meten contigo adrede, es revelación de un carácter corrupto. Es negarte a cumplir con el deber y no aceptar nada de parte de Dios. Eso supone no practicar la verdad. Cuando eliges qué deber cumplir y haces lo que es sencillo y fácil, y haces solo aquello que te hace quedar bien, este es un carácter satánico corrupto. El hecho de que no seas capaz de aceptar tu deber ni someterte demuestra que aún eres rebelde hacia Dios, que te opones a Él, lo rechazas y lo evitas. Ese es un carácter corrupto. Cuando te das cuenta de que se trata de un carácter corrupto, ¿qué debes hacer? Si crees que las tareas asignadas a otros se pueden cumplir fácilmente, mientras que las asignadas a ti te mantendrán ocupado durante mucho tiempo y requieren que dediques tiempo a investigar, y eso te hace infeliz, ¿está bien que te sientas así? Desde luego que no. Entonces, ¿qué debes hacer cuando sientas que esto no está bien? Si te resistes y dices: ‘Cada vez que reparten trabajos, me asignan los que son difíciles, ingratos y exigentes, y encargan a otros los que son ligeros, simples y notorios. ¿Creen que soy alguien a quien puedan avasallar? ¡Esta no es una manera justa de distribuir los trabajos!’. Si esa es tu forma de pensar, es errónea. Independientemente de si hay alguna desviación en la distribución de los trabajos, o de si se reparten razonablemente o no, ¿qué escudriña Dios? Lo que escudriña es el corazón de una persona. Se fija en si alguien tiene un corazón sumiso, si puede asumir algunas cargas por Dios y si ama a Dios. Según los requisitos de Dios, tus excusas no son válidas, tu manera de cumplir tu deber no está a la altura de las expectativas y te falta la realidad-verdad. No tienes sumisión alguna y te quejas cuando haces algunas tareas exigentes o ingratas. ¿Cuál es el problema aquí? En primer lugar, tu mentalidad es errónea. ¿Qué significa esto? Significa que tu actitud hacia tu deber es errónea. Si siempre piensas en tu propio orgullo y tus propios intereses, y no tienes consideración con las intenciones de Dios, ni tienes sumisión alguna, esa no es la actitud correcta que debes tener hacia tu deber. Si te esforzaras por Dios sinceramente y tuvieras un corazón amante de Dios, ¿cómo abordarías las tareas que son ingratas, exigentes o duras? Tu mentalidad sería diferente: elegirías hacer lo que sea difícil y buscarías asumir cargas pesadas. Aceptarías hacer lo que otras personas están poco dispuestas a hacer y lo harías simplemente por amor a Dios y para satisfacerlo. Rebosarías alegría por el hecho de hacerlo, sin ningún atisbo de queja(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al leer las palabras de Dios, reflexioné sobre lo que había revelado en días anteriores. Cuando vi que los miembros de las iglesias que había asumido no tenían mucha base y que no muchos estaban preparados para cumplir un deber, sentí una gran resistencia. No se habían elegido a los líderes y diáconos para todos los puestos, y era difícil gestionar los diversos proyectos. Se requería de tiempo y energía para organizarlos, pero aun así las cosas podrían no salir bien, lo que no sería bueno para mí. Solo quería gestionar iglesias buenas en las que no tuviera que preocuparme y pudiera conseguir resultados más fácilmente, para que los demás pensaran bien de mí. No dejaba de pensar que no era justo cómo se había distribuido el trabajo, que Lilly había recibido un trabajo fácil con el que quedaría bien, mientras que yo había recibido un trabajo que era difícil y cansador, y en el cual no podía destacar. Me sentía reacia al respecto y no quería someterme sin más. Gracias a la revelación de las palabras de Dios, vi que estaba siendo quisquillosa y que objetaba un deber que no me beneficiaba. Estaba rechazando el deber y no era sumisa en lo más mínimo. Siempre me había creído meticulosa y responsable en el deber y nunca esperé ser revelada de esa manera. Vi que tenía unas motivaciones y perspectivas equivocadas en el deber. En vez de someterme a Dios y retribuir Su amor, quería la admiración y el elogio ajenos. Abordar el deber de esa manera era abominable para Dios.

Descubrí un pasaje de la palabra de Dios: “Si deseas dedicar toda tu lealtad en todas las cosas para satisfacer las intenciones de Dios, no puedes hacerlo simplemente realizando un deber; debes aceptar toda comisión que Dios te encomiende. Ya sea que esta sea de tu agrado o concuerde con tus intereses, o que sea algo que no disfrutes, que nunca hayas hecho o sea difícil, aun así, debes aceptarla y someterte. No solo debes aceptarla, sino que además debes cooperar proactivamente y aprender de ella mientras que adquieres experiencia y ganas entrada. Incluso si sufres dificultades, estás cansado, eres humillado o excluido, igualmente debes dedicarle toda tu lealtad. Solo practicando de esta manera serás capaz de dedicar toda tu lealtad en todas las cosas y satisfarás las intenciones de Dios. Debes verlo como el deber que tienes que cumplir; no como un asunto personal. ¿Cómo debes entender los deberes? Como algo que el Creador, Dios, le encarga a alguien; así es como surgen los deberes de las personas. La comisión que te encarga Dios es tu deber, y es perfectamente natural y justificado que cumplas con tu deber como Dios lo exige. Si tienes en claro que este deber es la comisión de Dios y que es el amor y la bendición de Dios que recaen sobre ti, entonces podrás aceptar tu deber con un corazón amante de Dios, podrás ser considerado con Sus intenciones mientras realizas tu deber y podrás superar todas las dificultades para satisfacerle. Aquellos que verdaderamente se esfuerzan por Dios nunca podrían rechazar Su comisión; nunca podrían rechazar ningún deber. Sea cual sea el que Dios te confíe, independientemente de las dificultades que conlleve, no debes rechazarlo, sino aceptarlo. Esta es la senda de práctica, que consiste en practicar la verdad y dedicar toda tu lealtad en todas las cosas para satisfacer a Dios. ¿Cuál es el eje central de esto? Es la frase ‘en todas las cosas’. ‘Todas las cosas’ no significa necesariamente las cosas que te gustan o que se te dan bien y, mucho menos, las cosas con las que estás familiarizado. Algunas veces serán cosas en las que no eres bueno, cosas que tienes que aprender, que son difíciles o con las que debes sufrir. Sin embargo, independientemente de la cosa de que se trate, siempre y cuando Dios te la haya confiado, debes aceptarla de parte de Él; debes aceptarla y cumplir bien el deber, dedicarle toda tu lealtad y satisfacer las intenciones de Dios. Esta es la senda de práctica. Sin importar lo que ocurra, siempre debes buscar la verdad, y una vez que estés seguro de qué tipo de práctica conforme a las intenciones de Dios, eso es lo que debes hacer. Solo si haces esto estás practicando la verdad, y solo así puedes entrar en la realidad-verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Un deber es una comisión que Dios para nosotros y es nuestra responsabilidad y obligación. Por difícil que sea, o ya sea que confiera gloria o no, es nuestra obligación aceptarlo. Así es como debemos abordar el deber, y es el razonamiento que un ser creado debe tener ante Dios. Las iglesias que gestionaba entonces no eran lo que yo quería y mi deseo de estatus no se veía satisfecho, pero tenía que aceptar esa comisión de parte de Dios y dejar de abordar el deber desde la perspectiva equivocada. Así pues, me presenté ante Dios a orar con el deseo de someterme a Sus instrumentaciones, de hacer todo lo posible en el deber, de regar adecuadamente a los nuevos creyentes y de ayudarlos a asentarse pronto en el camino verdadero. Me sentí más serena tras orar, y ya no estaba tan molesta respecto de la redistribución de tareas.

Con la difusión del evangelio y la apertura de cada vez más iglesias, la líder volvió a reasignar nuestras responsabilidades. De entre las iglesias a mi cargo, se les asignó a otras colaboradoras una iglesia que iba algo mejor que las demás y una hermana que cumplía bien el deber de riego. Estaba molesta y descontenta con eso. Creía que entendían bien mi situación, que yo había asumido las iglesias con más problemas y que ya me había esforzado mucho. Finalmente contaba con una hermana de riego que lo hacía bien, y ahora se la llevaban. ¿Cómo podría llegar a tener algún logro en mi trabajo? ¿Qué opinaría todo el mundo de mí si continuaba obteniendo resultados pobres? Pensarían que era una inepta y que no sabía hacer las cosas. ¡Sería terrible! ¿Cómo podría dar la cara luego en las reuniones de colaboradores? Al darle vueltas en la cabeza, me puse a llorar. Me di cuenta de que de nuevo me sentía descontenta y era desobediente respecto de la reasignación de tareas. Inmediatamente oré a Dios e hice introspección. Luego leí un pasaje de las palabras de Dios: “Independientemente del trabajo que lleven a cabo, los anticristos no piensan para nada en los intereses de la casa de Dios. Solo consideran si los suyos propios van a verse afectados, solo piensan en ese poquito de trabajo frente a ellos que los beneficia. Para ellos, la obra principal de la iglesia solo es algo que hacen en su tiempo libre. No se la toman en serio para nada. Solo se mueven cuando se los empuja a actuar, solo hacen lo que les gusta y solo hacen el trabajo destinado a mantener su estatus y su poder. A sus ojos, toda labor dispuesta por la casa de Dios, la labor de difundir el evangelio y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios no son importantes. […] no importa el deber que estén realizando los anticristos, lo único que les interesa es si va a permitirles pasar a un primer plano. Con tal de que aumente su reputación, se devanan los sesos para idear una manera de aprender a hacerlo, de llevarlo a cabo. Lo único que les importa es si los va a distinguir del resto. Da igual lo que hagan o piensen, solo se preocupan por su propia fama, ganancia y estatus. Sea cual sea la tarea que estén realizando, solo compiten por quién está más arriba o más abajo, quién gana y quién pierde, quién tiene mejor reputación. Solo se preocupan por cuántas personas los idolatran y los admiran, cuántas los obedecen y cuántos seguidores tienen. Nunca hablan con la verdad ni resuelven problemas reales. Nunca consideran cómo hacer las cosas según los principios al cumplir el deber, tampoco reflexionan respecto a si han sido leales, han desempeñado bien sus responsabilidades, si ha habido desvíos o descuidos en el trabajo o hay algún problema, ni mucho menos piensan para nada en lo que pide Dios ni en cuáles son Sus intenciones. No prestan la menor atención a todas esas cosas. Solo se concentran y hacen cosas en aras de la fama, la ganancia y el estatus, para satisfacer sus propias ambiciones y deseos. Esta es la manifestación del egoísmo y la vileza, ¿verdad? Esto expone plenamente que su corazón rebosa con sus propios deseos, ambiciones y exigencias sin sentido. Todo lo que hacen está regido por sus ambiciones y deseos. Hagan lo que hagan, tienen como motivación y origen sus propias ambiciones, deseos y exigencias sin sentido. Esta es la manifestación arquetípica del egoísmo y la vileza(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (I)). Las palabras de Dios hablan de lo egoístas y viles que son los anticristos, de que tienen ambiciones y deseos propios en el deber y de que su principal preocupación es siempre proteger sus intereses. Sea cual sea su deber, jamás piensan en ser considerados con las intenciones de Dios o en cómo cumplir bien con aquel ni en cómo procurar que no se resienta el trabajo de la iglesia. Solamente piensan en el prestigio y el estatus, no en los intereses de la iglesia. En cuanto a lo que yo había revelado, lo primero que pensaba al ver los muchos problemas de las iglesias a mi cargo era en lo terrible que sería que los demás me menospreciaran por tener resultados pobres, en vez de pensar en ampararme en Dios y hacer lo mejor que pudiera para apoyar a esas iglesias. Era reacia y estaba indignada con la manera en la que se había repartido el trabajo, y hasta me relajaba al cumplir el deber. Al enterarme de que iban a trasladar a otra iglesia a una hermana capaz de mi área de trabajo, mi primera reacción fue que me iba a faltar una colaboradora importante y que los resultados iban a decaer, con lo que la líder pensaría que yo no estaba a la altura del trabajo. No pensaba más que en proteger mi reputación y mis intereses, y en cómo evadirme sin demasiado esfuerzo y, pese a ello, dar una buena impresión y ganar admiración. No tenía una visión global del trabajo de la iglesia. Era egoísta y vil, y eso delataba que yo tenía el carácter de un anticristo. Pensándolo bien, sabía que estaba la intención de Dios detrás del hecho de que me encargaran iglesias más complicadas. Esas dificultades —iglesias con numerosos problemas y nuevos fieles que todavía no se habían asentado— exigían que me amparara más en Dios y buscara la verdad para resolverlas. Además, tenía que pagar un precio mayor por sustentar y regar a los nuevos fieles para que pronto llegaran a conocer la verdad de la obra de Dios y tuvieran una base en el camino verdadero. Era un buen entrenamiento para mí. Y cuanto más difíciles las cosas, más me obligaban a buscar la verdad y soluciones para así, finalmente, poder obtener muchas verdades. Era bueno para mi entrada en la vida. Luego me di cuenta de que este deber no iba de que alguien intentara ponerme trabas. Contaba con la aprobación de Dios y era beneficioso. Tenía que aceptarlo, someterme y volcarme en él. Entender esto me ayudó a cambiar de actitud y ya no me sentía tan mal sobre las cosas.

Después leí otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender mejor mi problema. Dios Todopoderoso dice: “Si alguien dice que ama y persigue la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en someterse ni en satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr fama, ganancia y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata del trabajo de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Algunas personas enarbolan la bandera de realizar el trabajo de la iglesia mientras buscan su propia fama, ganancia y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona lleva a cabo su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen trastorna, perturba y perjudica el trabajo de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de fama, ganancia y estatus? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe Su palabra con normalidad y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso al trabajo de la iglesia? Lo perturba, lo perjudica y lo desorganiza. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama, la ganancia y el estatus. Cuando llevan a cabo su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado la fama, la ganancia y el estatus, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de fama, ganancia y estatus, las personas trastornan y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que más personas coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por la fama, la ganancia y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente y bien con el deber. Solo habla y actúa en aras de la fama, la ganancia y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es un trastorno y una perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el desempeño de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos de la fama, la ganancia y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de fama, ganancia y estatus por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como la fama, la ganancia y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un altavoz de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en el trabajo de la iglesia y en la vida de iglesia normal y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo y adverso. Cuando alguien busca la verdad, es capaz de ser considerado con las intenciones de Dios y con Su carga. Cuando hace su deber, defiende el trabajo de la iglesia en todos los aspectos. Es capaz de exaltarlo y de dar testimonio de Él, genera beneficio en los hermanos y hermanas, les brinda apoyo y les provee, y Dios obtiene gloria y testimonio, lo que humilla a Satanás. Como resultado de su búsqueda, Dios gana a un ser creado que es realmente capaz de temer a Dios y de apartarse del mal, que es capaz de adorarlo. A consecuencia de su búsqueda, además, se concreta la voluntad de Dios, y Su obra logra progresar. A ojos de Dios, tal búsqueda es positiva, es impecable. Dicha búsqueda es de enorme beneficio para los escogidos de Dios y absolutamente beneficiosa para el trabajo de la iglesia, ayuda a mover las cosas hacia adelante y Dios lo aprueba(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Las palabras de Dios me ayudaron a entender mejor la búsqueda de mi propio interés. Me di cuenta de que, cuando la gente busca su propio interés, actúa en nombre de Satanás y se convierte en instrumento suyo para perturbar la labor de la iglesia. Antes creía que solo hacer cosas evidentemente malvadas, como estorbar claramente la labor y la vida de iglesia, era hacer de esbirro de Satanás. Sin embargo, entonces descubrí que solamente ir en pos de intereses egoístas en el deber e ignorar los de la iglesia repercute de forma negativa en el trabajo de esta al obstaculizarlo y perturbarlo. Pensé en cómo me había puesto en evidencia al cumplir el deber. Si bien parecía que nunca era dejaba de esforzarme, que podía soportar el sufrimiento y trabajar día y noche, y que nunca hacía nada claramente perturbador, mi intención era la equivocada. No hacía un buen trabajo para satisfacer a Dios, sino más bien para destacar y ser admirada. Cuando no me gustaron las iglesias que me habían asignado, me volví negativa y dejaba de esforzarme. No podía someterme y pensar en la mejor manera de cumplir con el deber ni en cómo dar sustento inmediato a los hermanos y hermanas. Sin darme cuenta, ya había entorpecido la labor de riego. Lo cierto es que yo tenía más experiencia que mis colaboradoras. Algunas de las otras hermanas eran nuevas en el trabajo y no estaban familiarizadas con muchas tareas de la iglesia, por lo que era correcto —desde la perspectiva general de la iglesia— asignarles mejores iglesias y mejor personal. No obstante, yo era egoísta y quería quedarme a cargo de las mejores iglesias y el mejor personal. Sin embargo, hacer las cosas como quería yo, asignándoles las iglesias problemáticas a las colaboradoras más nuevas, habría afectado nuestro trabajo y reducido la eficiencia, y eso habría perjudicado a la iglesia en general. Mis iglesias tenían más problemas, pero en realidad ese era un buen entrenamiento para mí. Esforzándome un poco más podría concretar algo de trabajo en beneficio de nuestra eficacia general. ¿No era esa la mejor forma de disponerlo? Así, comprendí que la reasignación de iglesias había dejado al descubierto mi mentalidad egoísta y despreciable. Descubrí que involucrar el propio interés en el deber solo podría perturbar el trabajo de la iglesia. Pensé en que, antes, había transgredido al ir en pos del prestigio y el estatus, y al proteger mis intereses personales. Si no cambiaba, sino que seguía protegiendo obstinadamente mis intereses, sabía que perturbaría de nuevo la labor de la iglesia y sería despreciada por Dios. Darme cuenta de esto me asustó. Oré a Dios con arrepentimiento: “Dios mío, en el deber no he hecho más que proteger mis intereses sin pensar en el trabajo general de la iglesia ni tener en cuenta Tus intenciones. Con una humanidad como la mía, no soy digna de asumir un deber. Dios mío, quiero arrepentirme de veras”.

Después hallé una senda de práctica en las palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad-verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo un deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes pensar en los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta las intenciones de Dios y considerar la obra de la iglesia. Coloca estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te consideran los demás. ¿No os parece que esto se vuelve un poco más fácil cuando lo dividís en dos pasos y hacéis algunas concesiones? Si practicáis de esta manera durante un tiempo, llegaréis a sentir que satisfacer a Dios no es algo tan difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes mostrar consideración hacia las intenciones de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir. Poco a poco, disminuirá tu deseo de satisfacer tus propios intereses(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). La lectura de las palabras de Dios me enseñó que los intereses de la iglesia, no el beneficio personal, han de ser lo primero en todo. La reputación y el estatus son temporales, y no tiene sentido ir en pos de ellos. El único camino para conseguir la aprobación de Dios es no vivir con un carácter corrupto, practicar la verdad y satisfacer Sus intenciones. Entender esto me aportó esclarecimiento. Sin importar cómo se asignaran las responsabilidades, no podía seguir considerando mis intereses y protegiendo mi reputación y mi estatus. Tenía que someterme y cumplir bien con el deber. Tenía que centrarme en vivir ante Dios y en aceptar Su escrutinio. Pensaran lo que pensaran los demás de mí, debía volcarme en el deber y cumplir con mis responsabilidades. Eso era acorde a las intenciones de Dios.

Los siguientes días me lancé a cumplir con el deber sin pensar en mis intereses. Con ello sentía que no me constreñía ni me influenciaba tanto mi carácter corrupto. Un día, cuando una hermana y yo hablábamos de trabajo, me dijo que su inglés oral no era muy bueno y que necesitaba un intérprete para ver cómo iba una de sus iglesias, por eso le costaba y el trabajo se veía afectado. Como mi inglés era bueno, pensé que tal vez podíamos cambiar y yo podía hacerme cargo de esa iglesia. Pero enseguida pensé que la suya era una iglesia con muchos problemas y que hacerme cargo probablemente implicaría mucho esfuerzo por escasos progresos. Y entonces, ¿qué pensaría la gente de mí? Mejor no cambiar, pensé. Pero entonces me di cuenta de que, de nuevo, estaba siendo calculadora al pensar en mi orgullo y estatus, por lo que oré a Dios, dispuesta a rebelarme contra mí misma. Sabía que no podía continuar viviendo con corrupción, pensando solo en mis intereses como antes. Si este cambio iba a beneficiar el trabajo de la iglesia, tenía que hacerlo. Posteriormente, consideré las responsabilidades de las demás colaboradoras y concluí que realmente era mejor que cambiara de iglesia con aquella hermana. Le comenté mis reflexiones a la líder y, tras considerar un poco el asunto, ella y las demás colaboradoras aceptaron. Estuve tranquila después de hacer los cambios necesarios y tuve una indecible sensación de contento. Tal como dice Dios: “Deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes mostrar consideración hacia las intenciones de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción).

Posteriormente, dejé de estar negativa respecto a las iglesias de las que me encargaba y me esmeraba en el trabajo de cada una de ellas. Cuando los regadores se quejaban de sus problemas en el trabajo, les compartía las palabras de Dios para corregir sus perspectivas erróneas, nos amparábamos en Dios y buscábamos la verdad juntos para abordar esas dificultades. Cuando vi que había muchos problemas con los nuevos fieles y que algunos de ellos no asistían a reuniones normalmente, dejé de quejarme del trabajo y, en cambio, me aseguré de hablar personalmente con los hermanos y hermanas para entender sus problemas, y les habló las palabras de Dios. En cuanto a no poder contar con suficientes líderes y diáconos, trabajé más para cultivar individuos talentosos. Hablaba con los hermanos y hermanas que tenían aptitud para esos cargos sobre la trascendencia y los principios de cumplir con un deber, y dedicaba tiempo a trabajar junto con ellos. Cuando advertía que se pasaban por alto tareas bastante complicadas de las iglesias, tomaba la iniciativa de hacerme cargo. En ese punto no sabía si sería capaz de hacerlo bien, pero en mi interior sabía que no podía dejar las cosas como estaban. En lugar de considerar egoístamente mi área de responsabilidad, tenía que tener en cuenta la voluntad de Dios y defender la labor de la iglesia en general. Con el tiempo, el trabajo progresó y se eligieron los líderes y diáconos en todas las iglesias que yo gestionaba. El doble de gente que antes asumió un deber y algunos de los miembros recientemente formados fueron capaces de ocuparse de sus propias responsabilidades. En iglesias que antes no iban demasiado bien, las cosas fueron mejorando en todos los aspectos del trabajo. Verdaderamente contemplé la mano de Dios en acción. Además, experimenté de veras que lo que quiere Dios de la gente es su corazón y su obediencia, por lo que, si somos capaces de tener en cuenta Sus intenciones y pensar únicamente en la labor de la iglesia, en lugar de en nuestros intereses, podemos obtener Su guía. Entenderlo fortaleció mi fe en Dios. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

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