Reflexiones sobre “Lo que no quieras para ti no lo impongas a los demás”
Por Noelle, Corea del SurDurante algún tiempo, tuve muchos problemas que surgieron en mi deber, tanto grandes como pequeños. Algunos eran...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Supervisaba el trabajo de vídeo en la iglesia. Todos los días era un manojo de nervios debido a la gran carga de trabajo. Estaba muy ocupada resolviendo todo tipo de problemas y haciendo seguimiento de los problemas de otros. No podía relajarme. Después de un tiempo, la hermana Jennifer a menudo nos hacía comentarios sobre los videos y decía que todos los problemas se debían a nuestra falta de esfuerzo en nuestro deber. Sentía mucha resistencia cuando veía los mensajes de ella. Ya nos esforzábamos por minimizar nuestros errores, y terminar tanto trabajo de por sí no era muy malo. ¿Ella no retrasaba el proceso al concentrarse en detalles pequeños? Nunca tomaba sus sugerencias en serio, porque pensaba que ella exageraba y retrasaba nuestro trabajo. Un día, organicé una reunión para hablar con Jennifer. Preparé algunos principios para hablar con ella sobre cómo afectaba el progreso de nuestro trabajo cuando era quisquillosa. Me sorprendió cuando, justo después de nuestra charla, dijo con tono duro: “Ese es un aspecto del principio en cuestión. Pero déjame recordarte algo: no creas que los principios son una excusa para ser superficial e irresponsable en tu deber. Son dos cosas diferentes. No las confundas”. Cuando oí lo que dijo, aunque no dije nada, me sentí harta. Pensé: “¿No querrás decir que yo soy superficial e irresponsable en mi deber? Es obvio que eres quisquillosa y retrasas las cosas, pero ¡igual me criticas! ¿Qué importa si hay algunos problemas menores? No afectarán la calidad de los vídeos en lo absoluto, y lo que hemos logrado ya es bastante bueno. No sabes lo grande que es nuestra carga de trabajo, pero criticas detalles menores y luego me podas así. ¡Qué arrogante eres!”. Después de eso, me negué a interactuar con Jennifer. Si ella señalaba un problema, yo estaba poco dispuesta a cooperar, y se involucraban mis emociones cuando lidiaba con los asuntos.
Cada casi medio mes después de esto, Jennifer nos preparaba un resumen de comentarios sobre los problemas del trabajo. Una vez, incluso compartió estos comentarios con la líder. Cuando me enteré, me enfurecí, pensaba: “Cometíamos algunos errores, pero con tanto trabajo todos los meses, ¿no era normal que no hiciéramos bien algunas cosas pequeñas? ¿Era de verdad necesario decírselo a la líder? Te obsesionas con pequeñeces, tus estándares son demasiado altos. ¿Tratas a los hermanos y hermanas como máquinas? ¿Nunca podemos cometer un error?”. Cuanto más lo pensaba, más me alteraba. Cuando la líder vino a hablar conmigo, acusé directamente a Jennifer, diciendo que era extremadamente arrogante. No era consciente de sí misma, solo señalaba nuestros problemas. La líder vio que yo no tenía conciencia de mí misma y me dijo que debía tratar a Jennifer adecuadamente. Me dijo que hiciera introspección y que aprendiera una lección. Pero las palabras de la líder cayeron en saco roto. Yo demoraba resolver los problemas que Jennifer mencionaba en sus comentarios y no me esforzaba en pensar cómo evitar problemas similares en el futuro. Era vagamente consciente de que no estaba en un buen estado, así que busqué a Dios a través de la oración pidiéndole que me guiara para que aprendiera mi lección y me conociera en este tema.
Durante mis devocionales, un día, leí algunas palabras de Dios que me ayudaron a ganar algo de conciencia sobre mi estado. Las palabras de Dios dicen: “Que les encante discutir sobre lo correcto y lo incorrecto significa intentar clarificar qué hay de correcto o incorrecto en cada asunto, sin detenerse hasta que el asunto está aclarado y se ha entendido quién tenía razón y quién estaba equivocado, obsesionándose obstinadamente con cosas inútiles. ¿Qué sentido tiene actuar así? En definitiva, ¿está bien discutir sobre lo correcto y lo incorrecto? (No). ¿Dónde está el error? ¿Hay alguna relación entre esto y practicar la verdad? (No hay ninguna relación). ¿Por qué dices que no hay relación? Discutir sobre lo correcto y lo incorrecto es no respetar los principios-verdad, es no debatir ni hablar sobre dichos principios; en cambio, la gente siempre habla de quién tiene razón y quién no, quién está en lo cierto y quién equivocado, quién está en lo correcto y quién no, quién tiene un buen motivo y quién no, quién expresa una doctrina más elevada; eso es lo que indagan. Cuando Dios pone a prueba a las personas, estas siempre intentan razonar con Él, siempre salen con una razón u otra. ¿Debate Dios estas cosas contigo? ¿Pregunta Él cuál es el contexto? ¿Inquiere sobre cuáles son tus razones y causas? No, no lo hace. Dios pregunta si tienes una actitud de sumisión o de resistencia cuando Él te pone a prueba. Dios pregunta si entiendes o no la verdad, si eres o no sumiso. Eso es todo lo que Dios pregunta, nada más. No te pregunta cuál es la razón de tu falta de sumisión, no se fija en si tienes o no un buen motivo: Dios no considera tales cosas en absoluto. Él solo se fija en si eres o no sumiso. Independientemente del ambiente donde vivas y de cuál sea el contexto, Dios solo escruta si hay sumisión en tu corazón, si tienes una actitud de sumisión. Él no debate contigo qué es correcto y qué no; no le importan cuáles son tus motivos. A Él solo le importa si eres sumiso de verdad; eso es todo lo que te pide. ¿Acaso no es esto un principio-verdad? La gente que adora discutir sobre lo correcto y lo incorrecto y enzarzarse en riñas verbales, ¿lleva los principios-verdad en el corazón? (No). ¿Por qué no? ¿Alguna vez han prestado ellos atención a los principios-verdad? ¿Los han perseguido alguna vez? ¿Los han buscado? Jamás les han prestado ninguna atención, ni los han perseguido ni los han buscado, y esos principios-verdad están totalmente ausentes en su corazón. En consecuencia, solo pueden vivir en función de nociones humanas, lo único que hay en su corazón es lo que está bien y lo que está mal, lo correcto y lo incorrecto, pretextos, razones, sofismas y argumentos; poco después se atacan, se juzgan y se condenan unos a otros. El carácter de esa clase de personas es que les gusta debatir sobre lo que es correcto o incorrecto y juzgar y condenar a los demás. La gente así no tiene amor por la verdad ni la acepta, tiene tendencia a intentar razonar con Dios, incluso a juzgarlo y desafiarlo. En definitiva, terminará castigada” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (15)). A través de la exposición de las palabras de Dios vi que la gente que siempre habla sobre lo correcto y lo incorrecto en una situación primero la investiga en profundidad: quién está en lo correcto, quién no, quién tiene la razón de su lado. Si pueden darles vueltas a las cosas, empiezan a defenderse, se fijan en los demás, se vuelven desobedientes, se oponen e incluso atacan a otros sin buscar la verdad ni reflexionar sobre sus propios problemas. No se someten a las situaciones que Dios les dispone. Me di cuenta de que yo actuaba así. Cuando Jennifer señalaba algunos problemas en nuestro trabajo, yo sabía que estos problemas existían, pero encontraba razones y excusas para justificarme, pensaba que lo que se lograba en el trabajo, teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que teníamos, ya era muy bueno, y que los pequeños problemas eran inevitables. Incluso intenté refutarla con principios para que dejara de señalar nuestros problemas pensando que sus requisitos eran demasiado altos, que los problemas eran insignificantes y que no importaría si no se los resolvía. Cuando Jennifer me criticó por ser superficial e irresponsable, no solo no lo acepté de parte de Dios, sino que me puse en contra de ella y pensé que era quisquillosa. Cuando habló con dureza y sus palabras hirieron mi orgullo, etiqueté su carácter de arrogante e incluso la juzgué delante de la líder, para que la líder se pusiera de mi parte y tuviera una mala opinión sobre ella. Cuando la líder me ayudó, me negué a escuchar. No aceptaba las situaciones de parte de Dios ni reflexionaba sobre mis propios problemas. En cambio, me justificaba, me excusaba y debatía quién tenía razón y quién no. Solo demostraba que era impulsiva y que no tenía la más mínima actitud de sumisión. ¿Cómo podía decir que era creyente? Actuaba como una incrédula.
Después, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender más la intención de Dios. Las palabras de Dios dicen: “Cualquier cosa que haga la gente alude a la cuestión de buscar la verdad y ponerla en práctica; cualquier cosa que aluda a la verdad está relacionada con la calidad de la humanidad de las personas y con la actitud con la que hacen las cosas. La mayor parte del tiempo, cuando la gente hace cosas sin respetar los principios, eso se debe a que no entiende los principios subyacentes. Pero muchas veces, la gente no solo no entiende los principios, sino que tampoco desea comprenderlos. Si bien es posible que sepan algo de ellos, igualmente no desean mejorar. No tienen este estándar en su interior ni tampoco este requisito. Así pues, les resulta muy difícil hacer bien las cosas, hacerlas de una manera que concuerde con la verdad y que satisfaga a Dios. La clave de que la gente sea capaz de cumplir su deber de forma aceptable depende de aquello por lo que se esfuerce, de si persigue o no la verdad y de si ama o no las cosas positivas. Si no ama las cosas positivas, no le resulta fácil aceptar la verdad, lo cual es muy problemático: aunque cumpla un deber, solo está siendo mano de obra. Más allá de si entiendes o no la verdad, y de si eres capaz o no de captar los principios, si cumples tu deber según tu conciencia, como mínimo, lograrás resultados regulares. Solo esto es aceptable. Si, posteriormente, eres capaz de buscar la verdad y de hacer las cosas de acuerdo con los principios-verdad, podrás cumplir plenamente los requisitos de Dios y estar de acuerdo con Sus intenciones. ¿Cuáles son los requisitos de Dios? (Que la gente ponga todo el corazón y toda la fuerza para cumplir bien su deber). ¿Cómo debe entenderse ‘que ponga todo el corazón y toda la fuerza’? Si la gente se concentra por completo en cumplir con el deber, pone todo el corazón. Si dedica cada gramo de la fuerza que posee a cumplir su deber, pone toda su fuerza. ¿Es fácil poner todo el corazón y toda la fuerza? No es fácil lograrlo sin conciencia ni razón. Si una persona no tiene corazón, si carece de intelecto y no posee capacidad de contemplación, y si, frente a un asunto, no sabe cómo buscar la verdad y carece de modos o medios para hacerlo, ¿es capaz de poner todo el corazón? Sin duda que no” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El hombre es el mayor beneficiario del plan de gestión de Dios). Tras meditar las palabras de Dios, entendí Su intención. Dios no exige que la gente alcance la perfección en sus deberes, sino que se fija en si la gente ha dado lo mejor de sí y en si su actitud es la de intentar mejorar en su deber. Dios examina el corazón de la gente. Reflexioné sobre mi actitud hacia mi deber comparada con las palabras de Dios. Siempre sentía que tenía mucho trabajo, con muchas cosas que considerar y atender, y que era normal que surgieran algunos pequeños problemas en el trabajo. A veces, incluso si sabía que se podían evitar esos problemas, no quería esforzarme para mejorar las cosas, lo que generaba que los problemas se prolongaran y no se resolvieran. Pero, en realidad, Dios no exige que nunca me equivoque en mi deber. Solo detesta mi actitud superficial e irresponsable. Jennifer señalaba un problema para que le prestara atención, me ayudaba a solucionarlo a tiempo y a hacer bien mi deber. Cuando me di cuenta de esto, mi estado mejoró un poco. Después, hablé y saqué conclusiones con los demás, y pensé cómo cambiar. La siguiente vez que alguien señaló un problema, yo no sentí tanta resistencia ni superficialidad, sino que lo resolví con todos.
Luego hice introspección. ¿Por qué me oponía tanto a las sugerencias de Jennifer? Entonces leí otro pasaje de las palabras de Dios y gané algo de conciencia de mí misma. Dios dice: “La actitud arquetípica de los anticristos hacia la poda consiste en negarse vehementemente a aceptarla o a admitirla. Por más maldades que cometan o por mucho daño que causen a la obra de la casa de Dios y a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, no sienten el menor remordimiento ni que deban nada. Desde este punto de vista, ¿tienen humanidad los anticristos? De ninguna manera. Causan toda clase de daños al pueblo escogido de Dios y perjudican la obra de la iglesia; el pueblo escogido de Dios lo ve claro como el agua y puede ver la sucesión de actos malvados de los anticristos. Y, sin embargo, los anticristos no aceptan ni reconocen este hecho; se niegan obstinadamente a reconocer que están equivocados o que son responsables. ¿Acaso no es esto un indicio de que sienten aversión por la verdad? Los anticristos sienten aversión por la verdad hasta ese punto. Por muchas maldades que cometan, se niegan con tozudez a admitirlo y permanecen inflexibles hasta el final. Esto es demostración suficiente de que ellos jamás se toman en serio la obra de la casa de Dios ni aceptan la verdad. No han venido aquí a creer en Dios; son esbirros de Satanás venidos a perturbar y trastornar la obra de la casa de Dios. En el corazón de los anticristos solo hay reputación y estatus. Creen que si llegaran a reconocer su error, tendrían que asumir su responsabilidad y su estatus y reputación se verían gravemente comprometidos. Como resultado, se resisten con la actitud de ‘negarlo a muerte’. Por mucho que la gente los deje en evidencia o los diseccione, hacen todo lo posible por negarlo. En resumen, sea su negación intencional o no, estos comportamientos revelan, por un lado, la esencia-naturaleza de los anticristos de sentir aversión por la verdad y odiarla. Por el otro, muestran lo mucho que valoran los anticristos su propio estatus, su reputación y sus intereses. ¿Cuál es, entretanto, su actitud hacia la obra y los intereses de la iglesia? Es una actitud de desprecio e irresponsabilidad. Carecen de toda conciencia y razón. ¿Acaso el hecho de que los anticristos eludan su responsabilidad no demuestra estos problemas? Por una parte, eludir la responsabilidad prueba su esencia-naturaleza de sentir aversión por la verdad y odiarla, mientras que, por otra, muestra su falta de conciencia, razón y humanidad. Por mucho que su perturbación y actos malvados perjudiquen la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, no se lo reprochan y nunca se molestarían por ello. ¿Qué clase de criaturas son? Incluso admitir parte de su error contaría como tener un poco de conciencia y razón, pero los anticristos ni siquiera tienen ese pequeño rastro de humanidad. Así pues, ¿qué os parece a vosotros que son? Los anticristos son diablos en esencia” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios exponen que los anticristos no aceptan la verdad. Sienten aversión por la verdad y la odian por naturaleza. Cuando los podan y exponen, se abocan a inventar excusas y no sienten remordimientos, incluso si dañan gravemente la obra. No pueden siquiera admitir sus errores y son particularmente intransigentes. Reflexioné tras compararme con las palabras de Dios. Era obviamente superficial en mi deber, y había muchas negligencias y problemas, pero yo no sentía culpa ni remordimiento. Cuando me enfrenté a la poda y los recordatorios, no los aceptaba. Siempre hallaba razones para justificarme y no hacer caso. No estaba dispuesta a admitir mis propios errores. Creía que admitir mis errores me haría ver mal, dañaría mi reputación, mi estatus y mi imagen, y haría que los demás me despreciaran. Era totalmente irracional. Revelaba el carácter de sentir aversión por la verdad. Otros me aportaban sugerencias para ayudarme a ver mis insuficiencias en mi deber para que pudiera corregir mis problemas de manera oportuna y cumplir mejor mi deber. Pero yo nunca acepté esto de parte de Dios ni hice introspección. Así, el problema de ser superficial en mi deber nunca se corrigió, y yo nunca cumplía mi rol como supervisora, lo que hacía que otros fueran superficiales en su deber y a menudo también cometieran errores. En este punto, por fin vi que no corregir este carácter satánico de sentir aversión por la verdad me dificultaba aceptar la verdad y las sugerencias de los demás. Si seguía sin arrepentirme y sin corregir este carácter corrupto, los problemas y errores en mi deber aumentarían y, al final, haría el mal, me opondría a Dios y sería detestada y descartada por Él. Darme cuenta de esto me alteró mucho, y oré a Dios, arrepentida, dispuesta a practicar la verdad en mi deber desde ese momento y a no vivir en la corrupción.
Después leí otro pasaje de las palabras de Dios que me dio una senda para corregir mi carácter de sentir aversión por la verdad. Las palabras de Dios dicen: “Si alguien te hace una sugerencia cuando no entiendes la verdad, y te dice cómo actuar de acuerdo con ella, primero debes aceptarla y permitir que todos compartan al respecto, y ver si esta senda es correcta o no, y si guarda conformidad con los principios-verdad o no. Si confirmas que es acorde a la verdad, practica de ese modo; si determinas que no lo es, no lo hagas. Es tan sencillo como eso. Cuando buscas la verdad, debes consultar con muchas personas. Si alguien tiene algo que decir, debes escucharlo y tratar todas sus palabras con seriedad. No lo ignores ni lo desaires, porque esto se relaciona con asuntos dentro del alcance de tu deber y debes tratarlo con seriedad. Esa es la actitud correcta y es el estado correcto. Cuando estás en el estado correcto y no revelas un carácter que siente aversión por la verdad y la odia, practicar de este modo suplantará tu carácter corrupto. Eso es practicar la verdad. Si practicas así la verdad, ¿qué frutos dará? (Nos guiará el Espíritu Santo). Recibir la guía del Espíritu Santo es un aspecto. A veces el asunto es muy sencillo y puede lograrse utilizando la mente; una vez que los demás terminen de darte sus sugerencias y tú entiendas, serás capaz de corregir las cosas y actuar de acuerdo con los principios. Tal vez la gente crea que se trata de un asunto menor, pero para Dios es muy importante. ¿Por qué lo digo? Porque, cuando practicas así, para Dios eres una persona que puede practicar la verdad, alguien que la ama y que no siente aversión por ella; cuando Dios ve dentro de tu corazón, también ve tu carácter, y eso es algo muy importante. En otras palabras, cuando cumples con el deber y actúas en presencia de Dios, todo lo que vives y manifiestas son las realidades-verdad que la gente debe poseer. Las actitudes, los pensamientos y los estados que posees en todo lo que haces son las cosas más importantes para Dios, y son lo que Él escruta” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él). Las palabras de Dios señalaban una senda de práctica. Cuando los hermanos y hermanas me aportaban sugerencias o me podaban, primero debería tener una actitud de aceptación y obediencia. Cuando no sabía cómo implementar las correcciones, no deberían desagradarme ni oponerme a ellas, sino que debería primero aceptarlas, luego hablar con alguien que entienda la verdad, y luego ponerlas en práctica cuando dominara bien los principios. Eso es cumplir el deber según la intención de Dios. Pensé en que cuando otros notan y señalan problemas o deficiencias en mi trabajo, cuando me dan sugerencias y me podan, es porque son por completo responsables de la obra de la iglesia, no porque me estén criticando o dificultándome las cosas. Debería aceptarlo de parte de Dios, obedecer y reflexionar sobre mis problemas, y cambiar y corregirlos de manera oportuna. Es la única forma de que mi trabajo mejore poco a poco y de evitar que mi carácter corrupto trastorne la obra de la iglesia.
Un día, Jennifer me escribió señalando algunos problemas de nuestros vídeos. Cuando vi el mensaje, sentí oposición por un momento. Ya había discutido y abordado estos problemas con los demás. ¿Por qué los mencionaba de nuevo? Quería defenderme, pero me detuve a pensarlo. Si lo señalaba, seguro que todavía había descuidos o negligencias en el trabajo. Por eso, tomé la iniciativa de preguntarle a Jennifer. Tras ganar un entendimiento profundo, al fin me di cuenta de que solo había discutido estos problemas con los hermanos y hermanas, pero no había hecho seguimiento de manera oportuna después, por eso no se resolvieron del todo. También me di cuenta de que no estaba siendo proactiva y responsable en mi trabajo, sino que solo esperaba pasivamente que otros señalaran los problemas antes de solucionarlos. Entonces, tomé la iniciativa de preguntarles a los demás qué problemas había todavía en nuestros vídeos, hablé con ellos y los resolví a tiempo. Tras un tiempo, estaba claro que había cada vez menos problemas y yo me sentía en paz y aliviada en mi deber. También sentí en mi corazón que solo al ser capaz de aceptar las sugerencias ajenas, buscar la verdad y solucionar mis problemas puedo cumplir bien mi deber. ¡Gracias a Dios!
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