La insensatez de presumir

22 Dic 2024

Por Junior, Zimbabue

En junio de 2020, acepté la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Como deseaba conocer más la verdad, me sumergí en la dicha de leer las palabras de Dios y ver películas del evangelio. De a poco, llegué a entender muchos misterios de la verdad, como la historia de la Biblia desde dentro, la verdad sobre cómo Satanás corrompe la humanidad, los misterios de la encarnación y del nombre de Dios, la obra del juicio de Dios en los últimos días y mucho más. También aprendí que la obra de salvación de Dios de los últimos días terminará pronto, que los grandes desastres ya habían comenzado y que aceptar la obra del juicio de Dios de los últimos días era la única senda para salvarse y entrar al reino de los cielos. Entonces, divulgaba activamente el evangelio y daba testimonio de Dios para retribuir Su amor. Más adelante, escribí un artículo de testimonio vivencial sobre cómo había aceptado la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Una hermana lo leyó y dijo con alegría: “Hermano, tienes una gran comprensión y eres muy perspicaz”. Después de oír eso, me sentí contento conmigo y pensé que tenía un buen calibre.

Unos meses después, me convertí en líder de un grupo y era responsable del riego de hermanos y hermanas. Cuando terminaba mi charla de cada reunión, todos los hermanos y hermanas decían que tenía una buena percepción, que mis charlas eran muy esclarecedoras, y que, después de estas, entendían algunos asuntos que no tenían claros. Pensaba: “Hace poco acepté la obra de Dios y ya puedo regar a otros recién llegados. Además, los hermanos y hermanas me han alabado. Parece que soy mejor que los demás”. Después, para que más hermanos y hermanas me tuvieran en alta estima y me reconocieran, trabajaba incluso más arduamente. Me preparaba con antelación para cada reunión y buscaba las palabras de Dios y las películas relevantes para el tema de la reunión. Cuando me inspiraba una enseñanza de una película, la anotaba y hablaba de eso en las reuniones. Pensaba: “Si mis hermanos y hermanas ganan más a partir de mis charlas, seguramente, me admirarán y respetarán más”. Al poco tiempo, los hermanos y hermanas me eligieron como líder de la iglesia. Pensaba: “En verdad soy mejor que los demás. ¿Por qué, si no, iban a elegirme todos?”. Me admiraba muchísimo. Después, algunos hermanos y hermanas me contaron que habían tenido una actitud negativa porque sentían celos de mí. En lugar de entristecerme al escuchar eso, me alegré mucho, porque eso probaba que mi comprensión sí era muy buena. Cuando los recién llegados que había regado me preguntaban qué deber estaba cumpliendo, decía con orgullo: “Soy líder de la iglesia ahora”. Quería que supieran que ya no era sólo un líder corriente de un grupo y que no debían tratarme como a un hermano corriente. Cuando era líder de la iglesia, estaba más ocupado. Cada día, leía mucho las palabras de Dios y veía películas del evangelio para equiparme. Debido a las reuniones y a que respondía las preguntas de los recién llegados, a menudo no podía comer ni descansar oportunamente. En mi interior, me quejaba un poco. Sin embargo, sabía que era mi deber, así que seguía adelante y lo cumplía. En las reuniones, a menudo hablaba con los hermanos y hermanas sobre cómo había sufrido y me había equipado con la verdad y me había gastado para Dios. Decía que estaba ocupado con mi deber todos los días, que a menudo no podía comer a horario y demás. Sin embargo, nunca mencionaba mis quejas. Después de escuchar todo eso, los hermanos y hermanas me admiraban mucho. Me alababan por asumir una carga en mi deber, por lograr cosas que ellos no habían hecho, y expresaban su deseo de aprender de mí. Escuchar eso me hacía muy feliz. Después de eso, comencé a platicar así en las reuniones. No quería que los hermanos y hermanas creyeran que no podía manejar el sufrimiento. Si pensaban eso, dejarían de tenerme en alta estima. De a poco, los hermanos y hermanas comenzaron a depender de mí, y, sin importar qué dificultades o problemas encontraban en sus deberes, casi nunca confiaban en Dios ni buscaban los principios-verdad. En cambio, buscaban mi ayuda.

En una ocasión, por haber estado mucho tiempo frente a la computadora y el teléfono, se me pusieron los ojos rojos, me picaban y ardían. Mi vista disminuyó rápidamente, y no podía ver bien. Alguien me dijo que esos síntomas eran muy graves y, que si no recibía tratamiento pronto, podía quedarme ciego. Me asusté mucho en ese momento. Estaba un poco negativo y quejoso, y pensé: “Trabajo tan arduamente en mi deber y, ¿aún así tengo esta enfermedad?”. Mi problema de visión también afectó mi trabajo. Después alguien me contó acerca de un remedio casero, y, con el tiempo, mi vista mejoró. Sin embargo, en las reuniones, solo hablaba de mi lado bueno, y resaltaba que, sin importar cuán atareado era mi deber ni cuánto había sufrido por mi problema de visión, no me había dado por vencido en mi deber. Incluso decía que era una prueba de Dios y que tenía que mantenerme firme en mi testimonio. Pero cuando se trataba de mis debilidades, preocupaciones y miedos, y mi falta de comprensión y quejas de Dios no decía ni una palabra. No quería que los hermanos y hermanas supieran que yo también tenía debilidades. Después de escuchar mi charla, todos los hermanos y hermanas me admiraban, me respetaban y decían que mi experiencia era genial. Algunos hermanos y hermanas también decían: “Este hermano verdaderamente tiene estatura. Enfrentó esa enfermedad tan grave y no se volvió negativo e inclusive pudo seguir con su deber. Si me pasaba a mí, no sé si hubiese podido hacer lo mismo”. Escuchar esas palabras me ponía extremadamente feliz y no podía evitar pensar: “Si bien soy joven y todavía un recién llegado, tengo mejor calibre que los demás hermanos y hermanas, y persigo la verdad con más esmero que ellos”. Pero, al término de esa reunión, tuve una sensación extraña e inexplicable de pánico. Me sentía igual que cuando de niño me portaba mal y sabía que mis padres me castigarían. Ni siquiera podía comer y me sentía muy incómodo. No podía evitar reflexionar sobre mí mismo y pensaba: “¿Fue inadecuada mi charla en la reunión?”. Pensaba en cómo mi charla en la reunión no había sido sincera y en cómo había escondido mi debilidad. Me di cuenta de que mi intención no era correcta y me lo reproché mucho.

Después, leí un pasaje de las palabras de Dios: “La humanidad corrupta es capaz de enaltecerse y dar testimonio sobre sí misma, de pavonearse, de intentar que la tengan en gran estima y la idolatren. Así reacciona instintivamente la gente cuando la gobierna su naturaleza satánica, lo cual es común a toda la humanidad corrupta. Normalmente, ¿cómo se enaltece y da testimonio sobre sí misma la gente? ¿Cómo logra el objetivo de hacer que la tengan en gran estima y la idolatren? Da testimonio de cuánto trabajo ha realizado, de cuánto ha sufrido, de cuánto se ha esforzado y el precio que ha pagado. Se enaltece hablando sobre su capital, lo cual le da un lugar superior, más firme y más seguro en la mente de las personas, de modo que son más las que la aprecian, la tienen en alta estima, la admiran y hasta la adoran, la respetan y la siguen. Para lograr este objetivo, la gente hace muchas cosas que en apariencia dan testimonio de Dios, pero en esencia se enaltece y da testimonio sobre sí misma. ¿Es razonable actuar así? Se sale del ámbito de la racionalidad y no tiene vergüenza, es decir, da testimonio descaradamente de lo que ha hecho por Dios y de cuánto ha sufrido por Él. Incluso presume de sus dones, talentos, experiencias, habilidades especiales, de sus métodos inteligentes para las cosas mundanas, de los medios por los que juega con las personas, etcétera. Se enaltece y da testimonio sobre sí misma alardeando y menospreciando a otras personas. Además, se camufla y disimula para ocultar sus debilidades, defectos y deficiencias a los demás y que estos solo lleguen a ver su brillantez. Ni siquiera se atreve a contárselo a otras personas cuando se siente negativa; le falta valor para abrirse y hablar con ellas, y cuando hace algo mal, se esfuerza al máximo por ocultarlo y encubrirlo. Nunca habla del daño que ha ocasionado al trabajo de la iglesia en el cumplimiento del deber. Ahora bien, cuando ha hecho una contribución mínima o conseguido un pequeño éxito, se apresura a exhibirlo. No ve la hora de que el mundo entero sepa lo capaz que es, el alto calibre que tiene, lo excepcional que es y hasta qué punto es mucho mejor que las personas normales. ¿No es esta una manera de enaltecerse y dar testimonio sobre sí misma?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Después de leer las palabras de Dios, sentí la santidad y justicia de Dios. Dios escudriña todo y revela lo que está oculto en mí. Dios revela que las personas tienen actitudes corruptas. Cuando cumplen sus deberes o hacen cualquier cosa, se exaltan y presumen involuntariamente, con el objetivo de establecer su estatus e imagen en los corazones de los demás y para lograr que los admiren y adoren. Todo esto sucedía bajo cuando su naturaleza satánica corrupta tenía el control. Me di cuenta de que siempre hablaba de cuánto sufrimiento había soportado en mi deber frente a los hermanos y hermanas, intentando mostrarles a todos que podía sufrir, pagar un precio y que era leal a Dios. Usaba esto para ganarme los elogios y el respeto de todos. En las reuniones, hablaba solo de mi lado bueno, contaba cómo confiaba en Dios y me mantenía firme en mi testimonio cuando estaba enfermo. Quería alardear frente a todos que mi estatura era mayor que la de otros. Sin embargo, si se trataba de las corrupciones y debilidades que había revelado durante mi enfermedad, me quedaba callado. Temía que, si los hermanos y hermanas conocían mi verdadera estatura, dejarían de tenerme en alta estima o de adorarme. Como me exaltaba y presumía constantemente, a menudo los hermanos y hermanas acudían a mí con sus problemas y dificultades, en vez de pensar en orar y confiar en Dios. ¿Estaba realmente creyendo en Dios y haciendo mi deber? ¿No estaba desorientando y engatusando a la gente? Los hermanos y hermanas me eligieron como líder, pero no exaltaba ni daba testimonio de Dios y tampoco los llevaba ante Él. En cambio, hacía que me adoraran y confiaran en mí. Era verdaderamente despreciable y avergonzante. ¡De seguro Dios me detestaba!

En este momento, pensé en estas palabras de Dios que había leído. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas idolatran de manera particular a Pablo: les gusta salir a pronunciar discursos y hacer obra, les gusta reunirse y predicar; les gusta que los demás las escuchen, que las adoren y las rodeen. Les gusta ocupar un lugar en el corazón de los demás y aprecian que otros valoren la imagen que muestran. Diseccionemos su naturaleza a partir de estos comportamientos. ¿Cuál es su naturaleza? Si de verdad se comportan así, entonces basta para mostrar que son arrogantes y vanidosos. No adoran a Dios en absoluto; buscan estatus elevado y desean tener autoridad sobre otros, poseerlos, y ocupar un lugar en sus corazones. Esta es la imagen clásica de Satanás. Los aspectos de su naturaleza que más destacan son la arrogancia y el engreimiento, la negativa a adorar a Dios, y un deseo de ser adorados por los demás. Tales comportamientos pueden darte una visión muy clara de su naturaleza(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). “Si, en el fondo, realmente comprendes la verdad, sabrás cómo practicarla y someterte a Dios y, naturalmente, te embarcarás en la senda de búsqueda de la verdad. Si la senda por la que vas es la correcta y conforme a las intenciones de Dios, la obra del Espíritu Santo no te abandonará, en cuyo caso serán cada vez menores las posibilidades de que traiciones a Dios. Sin la verdad es fácil hacer el mal, y no podrás evitar hacerlo. Por ejemplo, si tienes un carácter arrogante y engreído, que se te diga que no te opongas a Dios no sirve de nada, no puedes evitarlo, escapa a tu control. No lo haces intencionalmente, sino que esto lo dirige tu naturaleza arrogante y engreída. Tu arrogancia y engreimiento te harían despreciar a Dios y verlo como algo insignificante; harían que te ensalzaras a ti mismo, que te exhibieras constantemente; te harían despreciar a los demás, no dejarían a nadie en tu corazón más que a ti mismo; te quitarían el lugar que ocupa Dios en tu corazón, y finalmente harían que te sentaras en el lugar de Dios y exigieras que la gente se sometiera a ti y harían que veneraras tus propios pensamientos, ideas y nociones como la verdad. ¡Cuántas cosas malas hacen las personas bajo el dominio de esta naturaleza arrogante y engreída!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo persiguiendo la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). A partir de las palabras de Dios, me di cuenta de que me exaltaba y alardeaba constantemente, principalmente porque mi naturaleza era demasiado arrogante. Por mi naturaleza arrogante y vanidosa, no había lugar para Dios en mi corazón y menospreciaba a los demás. Me encantaba presumir y alardear frente a la gente. Buscaba su admiración y elogios. Impulsado por mi naturaleza arrogante, no estaba dispuesto a trabajar en el anonimato y actuar con los pies en la tierra. Siempre quería sobresalir entre la multitud. ¿No estaba recorriendo exactamente la misma senda de resistencia a Dios que Pablo? Cuando predicaba y trabajaba para el Señor, Pablo escribía muchas cartas a las iglesias de esa época, a menudo exaltándose y dando testimonio de su sufrimiento y esfuerzo por el Señor. Por eso, mucha gente lo valoraba y adoraba. Si bien Pablo sufrió mucho mientras predicaba y trabajaba, nunca dio testimonio de las palabras del Señor y no llevaba a los creyentes ante el Señor, sino ante él. Nunca reflexionaba sobre sus ambiciones y propósitos personales. Incluso pensaba que había renunciado a mucho y se había esforzado grandemente por Dios. Creía que había una corona de justicia reservada para él. Al final, hasta daba testimonio de que para él, el vivir es Cristo, para que otros siguieran su ejemplo. La naturaleza de Pablo era extremadamente arrogante, y al final Dios lo castigó por ofender gravemente Su carácter. Al compararlo con mi propio comportamiento, entendí que yo también me exaltaba y presumía constantemente en mi deber. Les mostraba a los hermanos y hermanas que yo era mejor que ellos en todos los aspectos para ganar su admiración y adoración. Cuando todos los hermanos y hermanas me tenían en alta estima y me elogiaban por mi buen calibre y mi capacidad para sufrir y pagar un precio en mi deber, además de no sentir temor ni reflexionar sobre mí, me regodeaba y me sentía satisfecho. Realmente tenía una naturaleza muy arrogante y vanidosa, sin rastros de un corazón temeroso de Dios. En todo lo que había hecho, ya sea equiparme con las palabras de Dios para responder las preguntas de los hermanos y hermanas o platicar sobre mis experiencias durante las reuniones, mi intención y propósito no habían sido buscar la comprensión de la verdad, cumplir bien mi deber o ayudar sinceramente a los demás. En cambio, todo era para crear una imagen ideal en el corazón de las personas y ganar su admiración. ¡Esto era rebelarme contra Dios y resistirme a Él! Como líder de la iglesia, tenía que exaltar y dar testimonio de Dios y ayudar a los hermanos y hermanas a comprender la verdad y Sus intenciones, para que pudieran presentarse ante Dios, confiar en Él y admirarlo. Sin embargo, presumía y alardeaba sobre mí constantemente. Como resultado, los hermanos y hermanas no tenían un lugar en su corazón para Dios sino para mí. Confiaban en mí y me adoraban en todo lo que hacían. ¡Era realmente tan arrogante que había perdido la cabeza! Aunque parecía que estaba cumpliendo con mi deber, en realidad, todo lo que hacía era perjudicar a los hermanos y hermanas, ya que los alejaba de Dios y hacía que adoraran a una persona. La naturaleza de mis actos ofendía el carácter de Dios. Recorría la senda de resistencia a Dios. Si no me arrepentía, seguramente, Dios iba a castigarme y maldecirme, tal como lo había hecho con Pablo. Tras pensar en eso, sentí miedo. Me di cuenta de que, si no me arrepentía, perdería la obra del Espíritu Santo, caería en la oscuridad y Dios me desdeñaría y descartaría. Oré a Dios: “Dios, mi naturaleza es demasiado arrogante y mi corazón no es temeroso de Ti. Siempre presumo frente a los demás, lo que hace que me detestes grandemente. Ya no quiero seguir así. Te pido que me ayudes. Estoy dispuesto a practicar según Tus requisitos”.

Después leí las palabras de Dios que decían: “No pienses que lo entiendes todo. Yo te digo que todo lo que has visto y experimentado es insuficiente para que entiendas siquiera una milésima parte de Mi plan de gestión. ¿Por qué actúas, pues, con tanta arrogancia? ¡Esa pequeña porción de talento y el conocimiento exiguo que tienes son insuficientes para ser usados por Jesús siquiera en un solo segundo de Su obra! ¿Cuánta experiencia posees realmente? ¡Lo que has visto y todo lo que has oído durante tu vida y lo que has imaginado, es menos que la obra que Yo hago en un momento! Será mejor que no seas quisquilloso ni busques fallas. Puedes ser todo lo arrogante que quieras, pero ¡no eres más que un ser creado que no puede compararse siquiera con una hormiga! ¡Todo lo que hay en tu barriga es menos que lo que hay en la barriga de una hormiga! No pienses que, porque tienes algo de experiencia y antigüedad, esto te da derecho a gesticular salvajemente y hablar con grandilocuencia. ¿No son tu experiencia y tu antigüedad un resultado de las palabras que Yo he pronunciado? ¿Crees que fueron a cambio de tu trabajo y esfuerzo?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación). Después de pensar en las palabras de Dios, me sentí avergonzado. No hacía mucho que había aceptado la obra de Dios de los últimos días, y estaba un poco entusiasmado con mi deber, comprendía algunas palabras y doctrinas, y había logrado algunos resultados en mi trabajo, y consideraba que eso constituía mi estatura. Pensaba que era mejor que los demás y que comprendía la verdad mejor que ellos. Incluso a menudo lo usaba como capital para presumir y que los demás me tuvieran en alta estima. Realmente era demasiado arrogante y no me conocía a mí mismo. El hecho de poder compartir sobre ciertos conocimientos en las reuniones, responder algunas preguntas de los hermanos y hermanas, y lograr algunos resultados en mi trabajo, todo, se debía a que las palabras de Dios me hicieron entender algunas verdades. Si no hubiese sido por la obra de los últimos días de Dios, las verdades que Dios expresó y el esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, nunca habría podido comprender la verdad. Ya sea la obra de Dios o mi propio carácter corrupto, no podía darme cuenta de nada. En mí, no había nada digno de alarde. En realidad, en vez de agradecer por el riego y la provisión de Dios, me atribuía todo el crédito a mí y lo usaba como capital para presumir y que los demás me tuvieran en alta estima. ¡Era realmente arrogante, ignorante, desvergonzado y sin razón! Estaba muy agradecido con Dios por ayudarme a reconocer mi propia corrupción, y quería cambiar. Entonces, seguí buscando la verdad, y pensaba: “¿Cómo debo resolver mi carácter corrupto y dejar de exaltarme y presumir? ¿Qué debo poner en práctica para exaltar a Dios y dar testimonio de Él?”

Después, leí algunas palabras de Dios: “Cuando deis testimonio de Dios, principalmente debéis hablar de cómo Él juzga y castiga a las personas, y de las pruebas que utiliza para refinar a las personas y cambiar su carácter. También debéis hablar de cuánta corrupción se ha revelado en vuestra experiencia, de cuánto habéis sufrido, de cuántas cosas hicisteis por resistiros a Dios y de cómo Él os conquistó finalmente. Debéis hablar de cuánto conocimiento real de la obra de Dios tenéis y de cómo debéis dar testimonio de Dios y retribuirle Su amor. Debéis poner sustancia en este tipo de lenguaje, al tiempo que lo expresáis de una manera sencilla. No habléis sobre teorías vacías. Hablad de una manera más práctica; hablad desde el corazón. Esta es la manera en la que debéis experimentar las cosas. No os equipéis con teorías vacías aparentemente profundas en un esfuerzo por alardear; eso hace que parezcáis arrogantes e irracionales. Debéis hablar más sobre cosas reales a partir de vuestra verdadera experiencia y hablar más de corazón; esto es lo más beneficioso para los demás y es lo más apropiado de ver(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo persiguiendo la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). “En primer lugar, para entender los problemas, analizarse y mostrarse tal como uno es a un nivel esencial, debe tener un corazón honesto y una actitud sincera, y debe hablar de lo que entiende de sus problemas de carácter. Y, en segundo lugar, si uno cree que su carácter es atroz, debe decirles a todos: ‘Si vuelvo a revelar un carácter así de corrupto, no dudéis en alertarme al respecto y podarme. Si no lo acepto, no os rindáis conmigo. Este aspecto de mi carácter corrupto es muy grave, y necesito que se me enseñe la verdad de forma reiterada para ponerme en evidencia. Acepto de buen grado que todo el mundo me pode, y espero que todos me vigiléis, me ayudéis y evitéis que me descarríe’. ¿Qué opinas de tal actitud? Esta es la actitud de aceptar la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La cooperación en armonía). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que dar testimonio de Dios consiste sobre todo en testificar sobre cómo Dios juzga y prueba a las personas, qué actitudes corruptas revelamos en nuestras experiencias, qué debilidades y deficiencias advertimos en nosotros mismos, qué comprensión verdadera tenemos de la obra de Dios y Sus palabras, y qué conocimiento y experiencia de primera mano tenemos sobre el carácter justo de Dios. Compartir sobre todo esto es realmente dar testimonio de Dios. En cuanto a mí, mi intención al compartir en las reuniones era lograr que los demás me tuvieran en alta estima y me adoraran. Sólo hablaba de mis aspectos buenos y proactivos, casi nunca mencionaba mis debilidades y las corrupciones que revelaba. Así me exaltaba y presumía, algo que Dios detestaba y odiaba. Debía ser una persona honesta, hablar abiertamente sobre mi corrupción y expresar mis verdaderos pensamientos, y permitir que los demás vieran mi verdadero yo, mientras aceptaba la supervisión y ayuda de los hermanos y hermanas. Eso era lo que debía poner en práctica. Después de eso, en las reuniones, me sinceré con los hermanos y hermanas sobre cómo presumía y daba testimonio de mí mismo, la intención despreciable que tenía en mi corazón y las corrupciones que revelaba. Además, les dije que también tenía debilidades y negatividad, que ya no debían tenerme en alta estima ni adorarme. Después de compartir esto, me sentí cómodo y tranquilo. Después de escuchar mis experiencias, algunos hermanos y hermanas dijeron que habían comprendido un poco sus propias corrupciones. Más adelante, los hermanos y hermanas ya no me adoraban ni confiaban en mí como antes, y, aunque en ocasiones algunos elogiaban mis charlas, ya no me afectaban sus palabras.

A partir de ahí, oraba a Dios antes de casi todas las reuniones: “Dios Todopoderoso, Tú eres a quien deben alabar. Yo soy solo una persona corrupta. Debo sincerarme y expresar mis verdaderos pensamientos. Te pido que escrutes mi corazón, para que mis palabras y acciones no sean para presumir sino para dar testimonio de Ti”. Entonces, en cada reunión, me enfocaba en reflexionar sobre las palabras de Dios y platicar sobre mi entendimiento y comprensión de estas, y a menudo me sinceraba y exponía mis actitudes corruptas. Además, les decía a los hermanos y hermanas que me supervisaran, y que, si veían que estaba siendo engañoso, debían exponerme y podarme para ayudarme a entender mis corrupciones y liberarme del control de estas actitudes corruptas. Solía pensar que los demás no platicaban bien, y nunca los escuchaba con atención. Pero ahora pongo mucha atención a los hermanos y hermanas cuando comentan sus experiencias y percepciones. Apunto cada esclarecimiento que viene del Espíritu Santo y puedo aprender mucho a partir de las experiencias de los hermanos y hermanas. El hecho de que ahora pueda poner en práctica esto se debe al juicio, la exposición, el esclarecimiento y la iluminación de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios por Su guía!

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