¿Tener estatus garantiza la salvación?
En mayo de 2018, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Un año después, me eligieron líder de la iglesia y, cuatro años más tarde, me eligieron supervisor de la iglesia en Camerún. Pensaba que era una persona excelente, que estaba por encima de los demás. Tenía la noción de que Dios valoraba más a quienes tienen estatus, que esas personas eran más valiosas que las demás y que tenían mayores posibilidades de salvarse. Había ganado mucho durante mis últimos años como líder, por lo que estaba seguro de que me salvaría. Eso me motivaba aún más en mi deber. Por las noches, cuando los demás ya se habían ido a dormir, yo aún seguía haciendo mi deber. Pensaba que, como estaba pagando un precio mayor y asumiendo más responsabilidades que el resto, Dios me daría más bendiciones. Como líder, siempre caminaba con la cabeza en alto y tenía cierta sensación de superioridad. Creía que, mientras siguiera siendo líder, tendría mi salvación asegurada. Pero las cosas no se dieron como esperaba.
Como el trabajo evangélico necesitaba gente con urgencia, me enviaron a divulgar el evangelio. Todo iba sobre ruedas y mi deber obtuvo unos resultados bastante buenos. Poco después, me promovieron a líder de grupo. Estaba muy feliz con la promoción. Ahora era tanto líder de grupo como supervisor de la iglesia. Sentía que estaba aún más cerca de la salvación y que mi destino estaba más asegurado. A principios de septiembre de 2022, me trasladaron a la Iglesia de la Nueva Luz para cumplir con mi deber. Allí ya había líderes de grupo evangélico y supervisores de la iglesia, por lo que solo era un divulgador del evangelio corriente y perdí mi cargo de líder de grupo evangélico y de supervisor de la iglesia. Frente a estos cambios, sentí que mi estatus había empeorado. Perdí mi sensación de superioridad y hasta creí que, quizás, había perdido mi oportunidad de salvarme. Tras eso, perdí la motivación para hacer mi deber y solo quería permanecer en silencio. Cuando tenía estatus, caminaba con la cabeza alta y me sentía muy orgulloso, pero, sin estatus, perdí el entusiasmo. Sin embargo, aún me aferraba a la esperanza y pensaba: “Acabo de llegar, así que los hermanos y hermanas de la Iglesia de la Nueva Luz todavía no me conocen. Mientras me siga esforzando en mi deber, con mi aptitud y capacidad de trabajo, seguro que me ganaré la atención de quienes me rodean y, tarde o temprano, me volverán a elegir líder. ¡Aún tengo esperanzas de salvarme!”. Con esto en mente, no me volví demasiado negativo y seguí cumpliendo con mi deber.
A finales de diciembre de 2022, la Iglesia de la Nueva Luz tenía que volver elegir a los supervisores de la iglesia. Antes de las elecciones, me sentía con mucha confianza y pensaba que no había duda de que me elegirían, ya que todos sabían que había sido líder durante varios años y que estaba cualificado para el cargo. Sin embargo, de forma inesperada, cuando revelaron el resultado de la votación, resultó que solo había recibido dos votos. Había perdido las elecciones. Fue un resultado muy difícil tolerar. Me sentía completamente inútil, como un pájaro al que le habían cortado las alas, y apenas podía soportar la mirada de los demás. Durante esa época, me sentía muy negativo y malinterpretaba a Dios. Pensaba que tener estatus me permitiría cumplir mejor con mi deber y que Dios me reconociera. Al perder mi estatus, pensé que eso significaba que Dios ya no me salvaría y que había perdido mi buen destino. No quería asistir a las reuniones de grupo ni responder a los mensajes de mis hermanos y hermanas. Solo quería esconderme y aislarme. Asistía a las reuniones a regañadientes y, durante ellas, no participaba activamente en la plática. No quería que la gente notara mi presencia, porque ya no tenía ningún estatus. Temía que los hermanos y hermanas me recordaran solo como un antiguo líder al que habían dejado de lado. Ni siquiera quería leer las palabras de Dios ni orar y, cuando lo hacía, oraba de manera superficial y sin saber qué decirle a Dios. No era activo en mi deber y, a veces, no conseguía sosegar mi corazón y me ponía a mirar sitios web de noticias y de política, y videos de animales. Tras ver esas cosas, no sentía que hubiera ganado nada y me sentía vacío por dentro. Sentía que mi estado no era el correcto y que la intención de Dios podía estar detrás de mi fracaso en las elecciones. Así que oré a Dios: “Dios, ahora no consigo sosegarme para cumplir con mis deberes e incluso quiero alejarme de Ti. No entiendo por qué estoy así. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para que entienda mi estado”.
Luego le conté al hermano Matthew sobre mi estado, y él me dijo que lea dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “En vuestra búsqueda tenéis demasiadas nociones, esperanzas y futuros individuales. La obra presente es para podar vuestro deseo de estatus y vuestros deseos extravagantes. Las esperanzas, el estatus y las nociones son, todos ellos, representaciones clásicas del carácter satánico. La razón de que estas cosas existan en el corazón de las personas se debe, por completo, a que el veneno de Satanás siempre está corroyendo los pensamientos de las personas, y estas no son nunca capaces de sacudirse esas tentaciones satánicas. Viven en medio del pecado, sin embargo, no creen que sea pecado y siguen pensando: ‘Creemos en Dios, así que Él debe concedernos bendiciones y disponerlo todo para nosotros de forma adecuada. Creemos en Dios, así que debemos ser superiores a los demás, y tener más estatus y más futuro que cualquier otro. Dado que creemos en Dios, Él debe proporcionarnos bendiciones ilimitadas. De otro modo, no lo denominaríamos creer en Dios’. […] ¿No son vuestros pensamientos y vuestras perspectivas actuales exactamente así? ‘Como creo en Dios, deberían lloverme las bendiciones y se me tendría que asegurar que mi estatus nunca descenderá y que se va a mantener por encima del de los incrédulos’. No habéis estado albergando ese tipo de perspectiva en vuestro interior solo uno o dos años, sino durante muchos más. Vuestro modo transaccional de pensar está exageradamente desarrollado. Aunque habéis llegado hoy hasta esta etapa, seguís sin renunciar al estatus, y en su lugar estáis luchando constantemente por investigarlo y observarlo a diario, con el profundo temor de que un día vuestro estatus se pierda y se arruine vuestro nombre. Las personas nunca han dejado a un lado su deseo de comodidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). “Ahora sois seguidores, y habéis obtenido cierto entendimiento de esta etapa de la obra. Sin embargo, todavía no habéis dejado a un lado vuestro deseo de estatus. Cuando tu estatus es alto buscáis bien, pero cuando es bajo, dejáis de buscar. Las bendiciones del estatus siempre están en vuestra mente. ¿Por qué la mayoría de las personas no pueden desprenderse de la negatividad? ¿Acaso la respuesta invariable no es que se debe a las perspectivas sombrías? […] Cuanto más busques de esta forma, menos recogerás. Cuanto mayor sea el deseo de estatus en la persona, mayor será la seriedad con la que sea podada y mayor refinamiento el que tendrá que experimentar. ¡La gente así no vale nada! Tiene que ser podada y juzgada lo suficiente como para que renuncie a estas cosas por completo. Si buscáis de esa manera hasta el final, nada recogeréis. Aquellos que no buscan la vida no pueden ser transformados, y aquellos que no tienen sed de la verdad no pueden ganar la verdad. No te centras en buscar la transformación personal ni en la entrada, sino que en su lugar te concentras en deseos extravagantes y en las cosas que limitan tu amor por Dios y previenen que te acerques a Él. ¿Pueden transformarte esas cosas? ¿Pueden introducirte en el reino?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). Después de leer las palabras de Dios, reflexioné sobre mí mismo. Desde que entré en la iglesia, siempre había sido líder y creía que tener estatus garantizaba que me salvaría. A medida que pasaron los años, me centré cada vez más en el estatus. Cuanto más me promovían, más sentía que Dios me valoraba y reconocía, lo que me permitía sufrir y pagar un precio en mi deber. Incluso pensaba que, si Dios terminara Su obra hoy, yo me debería poder salvar. Durante las elecciones, esperaba que me eligieran y sentía que mi experiencia anterior como líder me hacía estar mejor cualificado que los demás. Pero perdí las elecciones y no obtuve estatus. Me sentí como un fracaso y había perdido la esperanza de salvarme, por lo que ya no tuve motivación para cumplir mi deber. Ya no leía las palabras de Dios, ignoraba los mensajes de los hermanos y hermanas, asistía a las reuniones cuando se me antojaba y no hacía un seguimiento oportuno de los destinatarios potenciales del evangelio. No quería hablar con los hermanos y hermanas ni ponerme en contacto con ellos. Solo quería estar solo. No podía sosegar mi corazón ante Dios y había perdido el deseo de perseguir la verdad. Incluso veía películas seculares. Mi corazón se oscurecía cada vez más, y sentía que había perdido la obra del Espíritu Santo. Dios dice: “No te centras en buscar la transformación personal ni en la entrada, sino que en su lugar te concentras en deseos extravagantes y en las cosas que limitan tu amor por Dios y previenen que te acerques a Él. ¿Pueden transformarte esas cosas? ¿Pueden introducirte en el reino?”. Perseguir el estatus no puede otorgarme la verdad ni un buen destino, y tener estatus no puede concederme la entrada al reino de Dios. Debido a que la búsqueda de estatus es un carácter corrupto que viene de Satanás, me impide que persiga la verdad e incluso me lleva a alejarme de Dios y a oponerme a Él. Al final, eso solo puede llevarme a la destrucción. Las palabras de Dios me hicieron ver que Su intención estaba detrás de mi derrota en la elección. Dios estaba usando esa derrota para podar mi deseo de estatus, hacerme renunciar a mi deseo autoindulgente de obtener estatus, y para reflexionar sobre mí mismo. Al entender la intención sincera de Dios, le oré: “Dios, deseo arrepentirme. Te ruego que me guíes para que pueda conocerme a mí mismo”.
Luego, leí algunas palabras de Dios y algunos artículos de testimonios vivenciales. Leí las palabras de Dios: “Algunas personas creen que, si llevan creyendo en Dios mucho tiempo, entonces es probable que se salven. Hay quienes piensan que si entienden muchas doctrinas espirituales, entonces es probable que se salven, y los hay que creen que, desde luego, los líderes y obreros se salvarán. Todas estas son nociones y figuraciones humanas. Lo fundamental es que la gente debe entender lo que significa la salvación. Salvarse significa, principalmente, librarse del pecado, librarse de la influencia de Satanás, y volverse a Dios y someterse a Él sinceramente. ¿Qué debéis tener para ser libres de pecado y de la influencia de Satanás? La verdad. Si la gente espera recibir la verdad, debe dotarse de muchas palabras de Dios, ser capaz de experimentarlas y practicarlas, para que pueda comprender la verdad y entrar en la realidad. Será entonces cuando podrá salvarse. No tiene nada que ver que uno pueda salvarse o no con cuánto tiempo lleve creyendo en Dios, con cuánto conocimiento tenga, con si posee dones o fortalezas, o con cuánto sufra. Lo único que guarda relación directa con la salvación es si una persona es capaz o no de recibir la verdad. Así pues, el día de hoy, ¿cuántas verdades has comprendido realmente? ¿Y cuántas palabras de Dios se han convertido en tu vida? De todas las exigencias de Dios, ¿en cuáles has logrado entrar? En tus años de fe en Dios, ¿hasta qué punto has entrado en la realidad de Su palabra? Si no lo sabes o no has logrado entrar en la realidad de ninguna de las palabras de Dios, francamente, no tienes esperanza de salvación. Es imposible que te salves. Da igual que tengas un alto grado de conocimiento o que lleves mucho tiempo creyendo en Dios, tengas buena presencia, hables bien y lleves varios años de líder u obrero. Si no persigues la verdad y no practicas ni experimentas adecuadamente las palabras de Dios, y además careces de un testimonio vivencial real, no hay esperanza de que te salves” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Las palabras de Dios me enseñaron que Dios trata a todos con justicia y que es Él quien determina el desenlace de las personas en función de si poseen o no la verdad. Las personas se ganan la aprobación de Dios y son salvadas, no por ser líderes o tener cierto cargo, sino porque persiguen la verdad hasta que finalmente la obtienen. Pensaba que, debido a que había sido líder durante varios años y tenía estatus, Dios me aprobaría, que Dios me favorecía y privilegiaba, que ya tenía un lugar en Su reino y que podía ser salvado y entrar en él. Esa opinión mía no era correcta. En realidad, ocupar un cargo en la iglesia no es una condición para obtener la salvación, mientras que tener estatus tampoco indica que alguien sea más valioso que los demás o tenga más posibilidades de obtener el reconocimiento de Dios. En la casa de Dios, no hay distinción de estatus. Todos somos iguales ante Él. Independientemente del deber que uno desempeñe, siempre que uno persiga la verdad con seriedad, se despoje de sus actitudes corruptas y sea sumiso a Dios, puede alcanzar Su salvación. Tanto si uno es líder de grupo como líder de iglesia, eso es solo una oportunidad que Dios le otorga para obtener la verdad. Nos permite experimentar Su obra al cumplir nuestros deberes, para entender más verdades y crecer con mayor rapidez. Sin embargo, eso no significa que ser líder de grupo o de iglesia garantice la salvación. Al reflexionar sobre mis años como líder, en los que superé adversidades y pagué un precio, asistí a cada reunión sin importar la hora, a veces trabajé hasta altas hora de la noche mientras los demás dormían y perseveré para completar el trabajo lo más rápido posible, pensé que estaba cumpliendo bien con mis deberes y que amaba a Dios. Pero, cuando perdí la elección y mi estatus, mi malinterpretación de Dios y mi rebeldía contra Él quedaron revelados. Pensé que estaba más allá de la salvación y, entonces, dejé de perseguir la verdad, me volví negativo y holgazaneaba al hacer mis deberes, no quería leer las palabras de Dios e incluso veía películas seculares. Vi que no amaba la verdad y que solo era proactivo al hacer mi deber porque quería obtener un buen destino, pero no la verdad. Era por eso que no había ganado mucha verdad en los cinco años en los que creía en Dios. Esa derrota en la elección reveló mi corrupción y me hizo darme cuenta de que todo lo que había hecho antes había sido para obtener estatus y un buen destino, y porque estaba intentando hacer un trato con Dios. La verdad era que no amaba a Dios como pensaba, sino que me había estado rebelando contra Él, sin escuchar Sus palabras, e incluso me había alejado de Él y no quería cumplir con mis deberes por haber perdido mi estatus. Recordé lo que dijo el Señor Jesús: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Dios quiere a los que persiguen la verdad y siguen Su camino. Las personas así están cualificadas para ser salvadas y entrar en el reino de los cielos. En el pasado, siempre había estado ocupado, asistía a cada reunión, daba a todos la impresión de que hacía mis deberes con diligencia y responsabilidad, pero era todo un engaño. Había estado haciendo mis deberes con la intención de recibir bendiciones, lo que no era seguir la voluntad de Dios y no lo satisfaría ni obtendría Su aprobación. Oré a Dios con lágrimas en los ojos: “Dios, quiero cambiar y regresar a Ti. Te ruego que me podes y me juzgues para que pueda dejar de lado mis pensamientos y exigencias autocomplacientes. No importa el cargo que me des, lo aceptaré, incluso si las personas lo consideran el peor cargo de todos. Estoy dispuesto a someterme a todos Tus arreglos”.
Un día, leí las palabras de Dios: “Como ser creado, el hombre debe procurar cumplir con el deber de un ser creado y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda. Si lo que buscas es la verdad, si lo que pones en práctica es la verdad y si lo que obtienes es un cambio en tu carácter, entonces, la senda que transitas es la correcta. Si lo que buscas son las bendiciones de la carne, si lo que pones en práctica es la verdad de tus propias nociones y no hay un cambio en tu carácter ni eres en absoluto sumiso a Dios en la carne, sino que sigues viviendo en la ambigüedad, entonces lo que buscas te llevará sin duda al infierno, porque la senda por la que caminas es la del fracaso. Que seas perfeccionado o descartado depende de tu propia búsqueda, lo que equivale a decir que el éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Las palabras de Dios me dieron una senda de práctica. Como ser creado, debo perseguir la verdad conforme a la intención de Dios y cumplir bien con mi deber, sin esperar recompensa alguna. En el pasado, pensaba que tener estatus me ayudaría a alcanzar la salvación y que ganar y mantener el estatus de líder me aseguraría un buen desenlace, así que me dedicaba de lleno a perseguir el estatus y la reputación en lugar de buscar la verdad, lo que hizo que mi carácter corrupto no cambiara a pesar de haber creído en Dios durante muchos años. Si no corregía mi búsqueda, era seguro que Dios me descartaría. También entendí que, en la iglesia, hay distintos deberes y que cada uno cumple con su deber en función de sus propias circunstancias y las necesidades del trabajo, y que, independientemente del tipo de deber que hagamos, lo debemos hacer para permitir que las personas practiquen la verdad y consigan cambiar su carácter. Es como nuestro cuerpo, que está compuesto de muchos órganos. Cada órgano tiene su función y ningún órgano es más útil que otro. Todas las funciones son necesarias para que el cuerpo sobreviva y no puede faltar ningún órgano. Los deberes no se dividen en deberes de mayor y menor nivel. Realizar una tarea especial o ser un líder no hace que uno sea más importante o superior que los demás, ni le da más posibilidades de ser salvado. Pensar así es incorrecto. Aunque sea líder, si no practico la verdad, no puedo obtenerla ni ser salvado. Tras entender esto, me arrepentí de haberme esforzado siempre por obtener estatus y me propuse cumplir bien con mi deber. Dejé de ser negativo y de ver películas seculares, asistí habitualmente a las reuniones, hablé a menudo sobre mi conocimiento de mí mismo y cambié mi actitud hacia mi deber, y divulgué el evangelio de manera proactiva. También compartí las palabras de Dios con los hermanos y hermanas, ayudándolos a resolver sus estados anormales, y la eficacia de mi deber mejoró.
A finales de junio de 2023, se estableció otra iglesia que necesitaba elegir a líderes y diáconos. Pensé: “He creído en Dios durante mucho tiempo y he sido líder de iglesia antes, así que es muy probable que me elijan”. Pero, al final, solo me eligieron diácono del evangelio. Lo primero que pensé fue que mi esperanza de ser salvado había disminuido, sobre todo cuando me sentí muy molesto al ver que habían elegido líder de iglesia a una hermana que llevaba menos años que yo creyendo en Dios. También pensé que, en el futuro, entrarían más nuevos fieles en la iglesia que me superarían y que, con el tiempo, yo ya no tendría lugar. Esos pensamientos me hicieron sentirme muy acongojado y perdí la motivación para cumplir con mi deber. Oré a Dios: “Dios, te ruego que protejas mi corazón para que no se vea perturbado por estos estados. Estoy dispuesto a dejar de lado mi búsqueda de expectativas y estatus, a someterme a todos Tus arreglos y a cumplir con mi deber solo para satisfacerte. Si aún me aferro a perseguir el estatus, espero que me disciplines”. Leí las palabras de Dios: “En última instancia, que las personas puedan alcanzar la salvación no depende del deber que lleven a cabo, sino de si pueden comprender y obtener la verdad y de si son capaces de finalmente someterse a Dios por completo, de ponerse a merced de lo que Él disponga, no tener consideración hacia su propio futuro y destino, y convertirse en seres creados aptos. Dios es justo y santo y estos son los estándares que usa para medir a toda la humanidad. Recuerda: estos estándares son inmutables. Fíjalos en tu mente y no pienses en ningún momento en buscar otra senda para perseguir algo que no es real. Los requisitos y las pautas que Dios tiene para todos los que desean alcanzar la salvación son inalterables para siempre. Son los mismos seas quien seas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios es justo y santo, y determina el destino de cada persona en función de si han obtenido o no la verdad. Yo también debo perseguir conforme a los requisitos de Dios, dejar de lado mi deseo de perseguir el estatus y mi destino, y cumplir bien con mis deberes y perseguir la verdad con todo el corazón. Eso está de acuerdo con la intención de Dios. Mi capacidad de trabajo es algo limitada, por lo que haber sido elegido diácono del evangelio es otra oportunidad de práctica que Dios me ha dado. Debo apreciar esa oportunidad y dedicarme a mis deberes con todo el corazón, perseguir y obtener la verdad, cambiar mi carácter corrupto y cumplir bien con mis deberes para satisfacer el corazón de Dios. Eso es lo más importante. A partir de entonces, me dediqué completamente a mis deberes y todos los cambios que experimenté se debieron a que las palabras de Dios me guiaron. ¡Demos gracias a la salvación de Dios!