Los motivos ocultos del miedo a la responsabilidad
Por George, JapónMe encargaba del trabajo de riego en la iglesia. Conforme más gente aceptó la obra de Dios Todopoderoso de los últimos...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Me asocio con otros en la iglesia para hacer el trabajo de diseño gráfico. Un día, la líder me dijo que dos hermanas habían mencionado problemas con el hermano Óliver, diciendo que le gustaba hacer las cosas a su manera y estaba ralentizando el ritmo de la obra. La líder me preguntó si había encontrado estos problemas trabajando con él. Me acordé de cuándo trabajaba con Óliver y vi que se aferraba a sus opiniones. Cuando todos habían discutido y decidido sobre algunos diseños de acuerdo con los principios, él siempre tenía una opinión diferente, pero no tenía expectativas claras. Todos teníamos que reflexionar con él y se perdía mucho tiempo. También hubo algunos problemas relativamente menores con las imágenes que pudieron ser corregidos después, y que no necesitaron ocupar el tiempo de todos para discutirlos, pero insistió en que los resolviéramos antes de continuar. Retrasaba las cosas hasta que todos hubieran llegado a un consenso, lo que ralentizaba relativamente el progreso. Entonces le conté a la líder los problemas que había visto. La líder me reprendió cuando vio que yo sabía de estos problemas desde el principio, diciendo: “Sabías que Óliver estaba haciendo las cosas a su manera y ralentizando el trabajo, entonces, ¿por qué no lo restringiste en lugar de apaciguar y seguirle la corriente? ¿No es esto retrasar el trabajo?”. Las palabras de la líder me hicieron sentir mal.
Recordé cuando estaba discutiendo los diseños con Óliver. Vi que se aferraba a sus propias opiniones y eso me preocupó. Quería señalar su problema, pero luego recordé lo arrogante que era como persona para empezar. La líder me había podado antes también, diciéndome que me abandonara a mí misma y cooperara con los demás, porque siempre era arrogante y santurrona, me aferraba a mis propias opiniones y discutía con mis hermanas asociadas, lo que retrasaba el trabajo. Si señalaba los problemas de Óliver frente a todos, o refutaba sus opiniones, la gente podría pensar que todavía era arrogante y carecía de razón, y que no podía tomar con calma las sugerencias de los demás o cooperar con otros. Entonces, sin importar cuánto se retrasaran las cosas, escuchaba pacientemente lo que decía Óliver. A veces, cuando considerábamos sus sugerencias según los principios, sentíamos que no era factible. Señalábamos dónde estaba el problema, pero no lo tomaba bien y seguía insistiendo en sus puntos de vista. Si no hacíamos lo que él sugería, se molestaba y no hablaba, lo que generaba mucha incomodidad e interrumpía el trabajo. Al principio quería contárselo a la líder. Pero pensé que, dado que la líder acababa de podarme por mi arrogancia y mi incapacidad para cooperar con los demás, si yo informaba sobre los problemas de otro, ella podría pensar que estaba enfocándome en los problemas de otra persona y siendo quisquillosa, que no había cambiado nada después de podarme. En ese caso, ¿cuánto tiempo más podría cumplir con mi deber? Ante este pensamiento, no informé ni señalé el problema de Óliver. En consecuencia, debido a que no podíamos ponernos de acuerdo y siempre estábamos negociando y discutiendo todo el tiempo, acabamos dedicando un día a algo que podría terminarse en medio día, lo que ralentizó el ritmo de trabajo. Pensar en estas cosas me hizo sentir culpable y me culpé a mí misma. No es que no hubiera notado el problema de Óliver, pero me contuve y nunca se lo señalé. Pensé en un pasaje de la palabra de Dios: “Una vez que la verdad se haya convertido en vida en ti, cuando observes a alguien que es blasfemo hacia Dios, no es temeroso de Él, y es superficial al cumplir con su deber, o que trastorna y perturba el trabajo de la iglesia, responderás de acuerdo con los principios-verdad, y serás capaz de identificarlos y exponerlos cuando sea necesario. Si la verdad no se ha convertido en tu vida y todavía vives inmerso en tu carácter satánico, entonces cuando descubras a personas malvadas y a demonios que causen trastornos y perturbaciones en el trabajo de la iglesia, harás la vista gorda y oídos sordos; los desestimarás sin que te lo reproche tu conciencia. Llegarás a creer que cualquiera que perturbe el trabajo de la iglesia no tiene nada que ver contigo. Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni razón, un incrédulo, un contribuyente de mano de obra. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que le da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano, eres más un demonio que una persona y, obviamente, eres un incrédulo. Si eres alguien que cree realmente en Dios, entonces, aunque aún no hayas obtenido la verdad y vida, al menos hablarás y actuarás desde el lado de Dios; al menos no te quedarás impasible cuando veas que los intereses de la casa de Dios están comprometidos. Cuando tengas el impulso de hacer la vista gorda, te sentirás culpable, a disgusto, y te dirás a ti mismo: ‘No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada, debo levantarme y decir algo, debo asumir la responsabilidad, debo desenmascarar este mal comportamiento, debo detenerlo para que los intereses de la casa de Dios no se vean perjudicados, y la vida de iglesia no se vea perturbada’. Si la verdad se ha convertido en tu vida, entonces no solo tendrás este valor y esta determinación y serás capaz de comprender el asunto del todo, sino que también cumplirás con la responsabilidad que te corresponde en la obra de Dios y en los intereses de Su casa, con lo que cumplirás con tu deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). De las palabras de Dios, comprendí que aquellos con conciencia que verdaderamente creen en Dios son de un solo corazón con Él y están de Su lado cuando se encuentran con algo. Si ellos ven a alguien interrumpiendo y molestando la obra de la iglesia, pueden levantarse, exponerlo y detenerlo. Ellos protegen la obra de la iglesia. ¿Pero yo? Vi claramente que Óliver estaba aferrándose a sus opiniones y no aceptaba la opinión de otros. Disminuyó el ritmo de la obra una y otra vez, pero, para evitar que la gente dijera que yo era arrogante y buscaba peleas, no solo no lo detuve ni lo resolví, ni ofrecí consejos ni ayuda, sino que me quedé de brazos cruzados, haciendo la vista gorda. Solo pensé en proteger mis propios intereses, en lugar de la efectividad de nuestra obra. Como consecuencia, se retrasó el trabajo. A primera vista, estaba ocupada cumpliendo con mi deber todos los días. Pero en realidad, no estaba soportando la carga de mi deber y no era leal a Dios en absoluto. Los desastres están creciendo en escala, y muchas personas están empezando a buscar y estudiar el camino verdadero. Si podemos acelerar el ritmo y hacer más fotos del evangelio, entonces podemos aportar nuestro granito de arena a la obra del evangelio. Pero yo no estaba considerando la intención de Dios. Durante mucho tiempo, observé cómo se retrasaba el ritmo de la obra, y no lo frené ni lo solucioné a tiempo. Estaba tan falta de conciencia y humanidad, y era como “un traidor que muerde la mano que le da de comer”, que es algo que exponen las palabras de Dios. Usé la iglesia para tener donde comer y fui inútil en los momentos críticos. Cuando me di cuenta, me llené de pesar y oré a Dios: “Dios, descuidé la obra de la iglesia para protegerme. Estoy dispuesta a arrepentirme ante Ti. Por favor, guíame para conocerme a mí misma de verdad”.
Luego, empecé a reflexionar sobre por qué me era tan difícil practicar la verdad y qué me detenía. Comí y bebí dos pasajes de las palabras de Dios que correspondían a mi estado: “Algunos individuos actúan según su propia voluntad. Vulneran los principios y, tras ser podados, admiten únicamente de palabra que son arrogantes y que cometieron un error solo porque no tienen la verdad. Sin embargo, para sus adentros, se quejan: ‘Nadie más que yo se juega el cuello y, al final, cuando algo va mal, me cargan a mí toda la responsabilidad. ¿No es una estupidez por mi parte? La próxima vez no puedo hacer lo mismo, jugarme el cuello de ese modo. ¡Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen!’. ¿Qué te parece esta actitud? ¿Es una actitud de arrepentimiento? (No). ¿De qué actitud se trata? ¿Acaso no se han vuelto evasivos y falsos? Piensan para sus adentros: ‘Tengo suerte de que esta vez no se convirtiera en un desastre; por así decir, de los errores se aprende. He de tener más cuidado a partir de ahora’. No buscan la verdad, y tratan la cuestión y se encargan de ella con tretas mezquinas y maquinaciones astutas. ¿Pueden recibir la verdad de esta manera? No pueden, porque no se han arrepentido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con la búsqueda de la verdad se pueden corregir las nociones y los malentendidos propios acerca de Dios). “Cuando la gente no se responsabiliza de sus deberes, los hace de una manera superficial, actúa con complacencia y no defiende los intereses de la casa de Dios, ¿de qué carácter se trata? Esto es astucia, es el carácter de Satanás. El aspecto más notable de las filosofías del hombre para los asuntos mundanos es la astucia. La gente cree que, si no es taimada, ofenderá al prójimo con facilidad y no será capaz de protegerse a sí misma; cree que debe ser tan taimada como para no herir ni ofender a nadie, con lo que se mantiene a salvo, conserva su medio de vida y consigue un firme apoyo entre los demás. Todos los no creyentes viven según las filosofías de Satanás. Todos ellos son hombres complacientes y no ofenden a nadie. Has venido a la casa de Dios, has leído la palabra de Dios y has escuchado los sermones de la casa de Dios; por lo tanto, ¿por qué no puedes practicar la verdad, hablar de corazón y ser honesto? ¿Por qué eres siempre complaciente? Los complacientes solo protegen sus propios intereses, y no los de la iglesia. Cuando ven que alguien hace el mal y perjudica los intereses de la iglesia, lo ignoran. Les gusta ser complacientes y no ofender a nadie. Esto es irresponsable, y se trata de un tipo de persona demasiado taimada y poco fiable” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me tocaron el corazón, y finalmente comprendí que la raíz de no ser capaz de practicar la verdad o defender los principios-verdad, era que mi naturaleza era demasiado taimada. Desde que la líder me podó por mi arrogancia, nunca había reflexionado sobre mí misma ni había buscado la senda para corregir mi carácter arrogante. En su lugar, planeé y usé la tolerancia y la complacencia aparentes para protegerme, haciendo erróneamente que otros pensaran que era discreta y que mi carácter arrogante había cambiado. De esa forma, la líder no volvería a podarme ni llegaría a despedirme. Comprendí que vivir con ideas y puntos de vista satánicos como: “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen”, “El silencio es oro, la palabra es plata, y el que mucho habla, mucho yerra” y “No busques mérito, pero evita la culpa”, me había hecho extremadamente egoísta, despreciable y taimada. Comprendí claramente que el problema de Óliver ya había afectado nuestra obra. Debería haberme puesto de pie, haberlo puesto en evidencia y detenido. Pero en lugar de eso, fui complaciente con la gente para resolver el conflicto. Cuando me enfrentaba a problemas o desaveniencias, decía lo menos posible. Nunca discutí con las personas ni defendí en absoluto los principios. Protegí bien mis propios intereses, pero dejé que la obra de la iglesia sufriese pérdidas. Fui muy traicionera y taimada. Realmente incurrí en la repulsión y el odio de Dios. Especialmente cuando leí las palabras de Dios: “No buscan la verdad, y tratan la cuestión y se encargan de ella con tretas mezquinas y maquinaciones astutas. ¿Pueden recibir la verdad de esta manera? No pueden, porque no se han arrepentido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con la búsqueda de la verdad se pueden corregir las nociones y los malentendidos propios acerca de Dios), sentí incluso más remordimiento. Antes, cumplía con mi deber con un carácter arrogante. Siempre defendía mis propios puntos de vista y no escuchaba las sugerencias de otros. Esto no solo limitó a otros, también afectó la obra de la iglesia. La líder me podó para que pudiera reflexionar y conocerme a mí misma, cambiar mi actitud a tiempo y cumplir bien con mi deber. Pero no me arrepentí. En cambio, me protegí de Dios y de los demás. No solo no cumplí bien con mi deber, ni siquiera me importó que la obra de la iglesia se viera afectada. Comprendí que yo no era de ninguna manera alguien que aceptaba la verdad. Si esto continuaba, mi carácter corrupto solo empeoraría ¡y al final sería revelada y descartada! Ante este pensamiento, me asusté y rápidamente oré a Dios: “Dios, ya no estoy dispuesta a proteger mis propios intereses a través de estas filosofías para los asuntos mundanos. Estoy dispuesta a buscar la verdad y a solucionar mi carácter corrupto. Te pido que me ayudes a encontrar la senda para practicar”.
Después, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si quieres evitar discusiones, ¿es ceder la única vía? ¿En qué situaciones se puede ceder? Si se trata de asuntos menores, como tu interés o tu orgullo, no hay necesidad de discutir por ellos. Puedes optar por ser tolerante o por ceder. Sin embargo, en asuntos que pueden afectar el trabajo de la iglesia y perjudicar los intereses de la casa de Dios, hay que atenerse a los principios. Si no observas este postulado, no eres leal a Dios. Si optas por ceder y abandonar los principios-verdad para cubrir las apariencias o preservar tus relaciones interpersonales, ¿no es egoísta y vil de tu parte? ¿No es una señal de ser irresponsable en tu deber y desleal a Dios? (Sí). Por tanto, si llega un momento en el transcurso de tu deber en que todo el mundo está en desacuerdo, ¿cómo debes practicar? ¿Discutir con todas tus fuerzas va a resolver el problema? (No). Entonces, ¿cómo debes resolverlo? En esta situación, una persona que comprenda la verdad debe dar un paso adelante para resolver la cuestión, poniendo, en primer lugar, el asunto sobre la mesa y dejando que ambas partes digan lo que piensan. Luego, todos deben buscar la verdad juntos y, tras orar a Dios, destacar la verdad pertinente en Sus palabras para hablar de ella. Una vez que hayan hablado de los principios-verdad y hayan ganado en claridad, ambas partes podrán someterse. […] Si una persona entra en conflictos y debates con otras para proteger los intereses de la casa de Dios y la eficacia del trabajo de la iglesia, y su actitud es un poco inflexible, ¿os parece un problema? (No). Porque su intención es correcta: proteger los intereses de la casa de Dios. Es una persona que está del lado de Dios y se atiene a los principios-verdad, una persona en la que Dios se deleita. Una actitud fuerte y decidida a la hora de proteger los intereses de la casa de Dios es señal de una postura firme y de adhesión a los principios, cosa que recibe la aprobación de Dios. La gente puede creer que hay un problema en esta actitud, pero no es gran cosa; no tiene nada que ver con la revelación de un carácter corrupto. Recordad que lo más importante es atenerse a los principios-verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo hay entrada en la vida en la práctica de la verdad). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que, no importa cuándo, ser capaz de renunciar a la ganancia personal, defender los principios-verdad y proteger la obra de la iglesia es lo más importante. Incluso si a veces entras en conflicto con la gente por esto, o hablas un poco duramente, nada de eso es un gran problema. Lo que Dios mira es nuestra actitud hacia la verdad. Él analiza si podemos defender los principios-verdad y si practicamos la verdad. Antes, siempre pensaba que si defender los principios generaba conflicto, debo estar mostrando un carácter arrogante y no cooperando armoniosamente con los demás. Entonces, para evitar que otros dijeran que era arrogante, transigía en todo y no hacía nada para defender los principios. Ahora finalmente entiendo que el mejor camino de la práctica para evitar discusiones y conflictos es practicar de acuerdo con los principios, que cada persona exprese su punto de vista y luego busquen la verdad juntos. Si, después de buscar, estás seguro de que tus acciones están en línea con los principios-verdad, entonces debes defenderlas. Es lo apropiado. Si tu punto de vista es evidentemente erróneo, pero insistes en defenderlo, y haces que las personas te escuchen y lo acepten, es una muestra de arrogancia y santurronería. A estas alturas, deberías aprender a abandonarte a ti misma. Después, cuando me asocié con Óliver, intenté practicar las palabras de Dios.
Un día, estaba seleccionando imágenes y debatiendo ideas con Eliana y Óliver. Óliver planteó una sugerencia. Sentimos que el mensaje que transmitía su diseño general no encajaba del todo con el tema, pero no estábamos muy seguros. Al principio, quise estar de acuerdo y acceder. Pensé: “Entonces probemos tu sugerencia primero y veamos qué pasa, no sea que todos digan que soy arrogante, santurrona y que me aferro a mis propias opiniones”. Pero luego recordé algunos de los principios y requisitos para el diseño, y sentí que el concepto de Óliver realmente tenía problemas. Si hiciéramos el diseño según su concepto y luego tuviéramos que rehacerlo, ¿no sería una pérdida de tiempo y retrasaría nuestra obra? En este punto, me di cuenta de que necesitaba defender los principios, así que le expliqué a Óliver los problemas de su concepto, y le recordé que siguiera el concepto original, en lugar de aferrarse a sus propios puntos de vista. Eliana estuvo de acuerdo y Óliver no dijo nada más. Pero situaciones como esta ocurrieron varias veces a lo largo del día. Cada vez que nuestras opiniones diferían, Óliver siempre se aferraba a su propia opinión y demoraba el trabajo. Además, como no cambiamos las cosas conforme a sus sugerencias, se molestó de nuevo y apenas habló. Me di cuenta de que si esto continuaba definitivamente retrasaría nuestro trabajo, así que le dije a la líder lo que estaba pasando. La líder planeó ir a buscar a Óliver junto con nosotros para exponerle el problema, comunicar la verdad y ayudarle. Sabía que esta era mi oportunidad de practicar la verdad, así que leí dos pasajes de las palabras de Dios antes de ir a hablar con Óliver: “Toda la obra de la iglesia está directamente relacionada con la obra de difundir el evangelio del reino de Dios. En particular, la obra de difundir el evangelio y todos los trabajos relacionados con las profesiones tienen una importante e inseparable conexión con la obra de difundir el evangelio. Por tanto, cualquier cosa relacionada con la obra de difundir el evangelio involucra los intereses de Dios y los de Su casa. Si la gente puede entender correctamente la obra de difundir el evangelio, debería abordar de manera correcta los deberes que hace y los que hacen otros. ¿Cómo se han de abordar correctamente? Esfuérzate al máximo para hacerlo y llévalos a cabo de acuerdo con los requerimientos de Dios. Cuando menos, no participes en conductas y prácticas que causen daño o perturbación adrede ni hagas de manera intencionada cosas que sepas que son incorrectas. Si alguien insiste en hacer algo, aunque sepa que trastorna y perturba la obra de la iglesia, y nadie puede disuadirlo de ello, entonces está cometiendo maldad, cortejando a la muerte y mostrando su verdadera cara de diablo. Mete prisa a los hermanos y hermanas para que lo disciernan por lo que es, y luego echa de la iglesia a la persona malvada. Si el malhechor se halla en un momento de locura y no hace el mal a propósito, ¿cómo se debe tratar ese asunto? ¿Se debería educar y ayudar a esa persona? ¿Qué sucede si se la educa y aun así no escucha? Los hermanos y hermanas se reúnen para criticarla” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). “Debéis centraros en la verdad; solo entonces podréis tener entrada en la vida, y solo cuando tengáis entrada en la vida podréis proveer a otros y guiarlos. Si se descubre que los actos de los demás no concuerdan con la verdad, hemos de ayudarlos amorosamente a buscarla. Si los demás son capaces de practicar la verdad y hacen las cosas con principios, debemos tratar de aprender de ellos y emularlos. Esto es el amor mutuo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo aquel que cumple bien con el deber con todo su corazón, su mente y su alma ama a Dios). Las palabras de Dios son claras. Cuando notamos los problemas de otras personas, debemos comunicarnos rápidamente y exponerlos y reprenderlos si es necesario. Todo esto es para proteger la obra de la iglesia, y también es para ayudar a las personas a ver sus problemas, resolverlos rápidamente y cumplir bien con su deber. Óliver tenía cierto talento para dibujar imágenes, pero su carácter corrupto hizo que sin querer hiciera cosas que interrumpieron y perturbaron nuestra obra. Si fuera capaz de conocerse a sí mismo, perseguir la verdad, cambiar su carácter corrupto, cooperar con todos en armonía, y aprovechar sus puntos fuertes, entonces esto beneficiaría la obra de la iglesia y su propia entrada en la vida. Entonces, encontré varios pasajes de las palabras de Dios que abordaban los problemas de Óliver, sumé mis propias experiencias, y hablé de ello con él. Después de escuchar, adquirió algo de conocimiento de su carácter corrupto, incluso dijo que a veces era consciente de que estaba equivocado, pero no podía rebelarse contra sí mismo. Ahora que yo lo había señalado, finalmente se sintió mal por eso, y estaba dispuesto a buscar la verdad y confiar en Dios para cambiar su carácter corrupto. Cuando oí aquello, me alegré por él. Pero al mismo tiempo, me arrepentí de haber vivido según las filosofías para los asuntos mundanos y no habérselo dicho antes. Le había hecho verdadero daño a él y a la obra de la iglesia.
Tras aquel suceso, en el transcurso de mi deber, si veía que alguien había hecho algo que no se alineaba con los principios-verdad y retrasaba el trabajo, yo practicaba la verdad a conciencia y le señalaba los problemas que percibía y cumplía con mi responsabilidad. Practicar de esta manera me hizo sentir en paz y aliviada. ¡Gracias a Dios!
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