5. Un corazón errante vuelve a casa

Por Novo, Filipinas

Me llamo Novo y soy de Filipinas. He compartido la fe en Dios de mi madre desde que era niño y solía ir a la iglesia a escuchar sermones con mis hermanos. Aunque había creído en el Señor durante muchos años, sentía que yo no había cambiado y era un incrédulo. En el fondo de mi corazón, pensaba en todo momento en la manera de hacer más dinero, cómo pasar mis días cómodamente y disfrutar la buena vida. Además, salía a beber con mis amigos y siempre que me sobraba dinero, lo jugaba. Sabía que esas cosas iban en contra de la voluntad del Señor. Solía rezarle para confesarle mis pecados y ante Él decidía con firmeza que a partir de ese día renunciaría a las malas costumbres y no volvería a pecar. Pero con el engatusamiento y la tentación de mis amigos, simplemente no podía controlarme. Así fue como me volví cada vez más degenerado y mi corazón se alejó más y más de Dios, ya no era sincero en mis oraciones. Cada semana decía unas cuantas plegarias sencillas para cumplir. A veces me sentía muy desesperado porque sabía que a la venida del Señor, Él juzgaría a todas y cada una de las personas según sus actos y su comportamiento, y así decidiría si subirían al cielo o bajarían al infierno. Sentía que era tan degenerado que Dios no me perdonaría de nuevo. Tiempo después me casé, tuve hijos y ellos y mi esposa ocupaban todos mis pensamientos. Había dejado olvidada mi fe en el fondo de mi mente mucho antes. Como deseaba brindar un futuro mejor a mis hijos y cumplir mi deseo de aumentar mi fortuna, decidí ir a trabajar al extranjero, por eso llegué a Taiwán. Encontré un empleo, pero todavía no había cambiado mi estilo de vida. En mi tiempo libre iba con mis compañeros de trabajo a beber y cantar en el karaoke, llevaba una vida de fiesta. Hacía tiempo que había enterrado mi fe en Dios en mi mente.

En 2011, empecé a trabajar como soldador en una fábrica en Taiwán. Un día de 2012, le dije a una compañera que yo era católico y me invitó a asistir a un servicio en su iglesia. Un domingo por la mañana me recogió en la fábrica y me llevó a la casa de su amigo. Allí conocí al hermano Joseph, quien me preguntó: “Hermano, ¿crees en la segunda venida del Señor Jesús?”. Le dije que sí creía. Entonces me preguntó: “¿Sabes qué obra hará Él cuando vuelva?”. Yo le respondí: “Creo que cuando el Señor Jesús vuelva, se sentará en un gran trono blanco y juzgará a la humanidad. Cada uno responderá por sus pecados, arrodillándose ante el asiento del juicio, y entonces Él decidirá si subirán al cielo o bajarán al infierno según sus acciones y obras”. El hermano Joseph continuó y me preguntó: “Si te dijéramos que el Señor Jesús ya ha venido y está haciendo Su obra de juicio de los últimos días, cumpliendo así la profecía de que ‘El juicio comience por la casa de Dios’, ¿lo creerías?”. Me sorprendió mucho oír esas palabras y pensé: “¿El Señor Jesús ya ha vuelto? ¿Cómo es posible eso? No he visto el gran trono blanco aparecer en el cielo ni al Señor descender en una nube blanca. Sin embargo, el hermano dice que Él ha vuelto para hacer Su obra de juicio, cumpliendo así la profecía de que ‘El juicio comience por la casa de Dios’. Tiene sentido. La sabiduría de Dios es insondable para el hombre, así que mejor sigo con la búsqueda”. Entonces le respondí: “Hermano, no me atrevería a afirmar si el Señor Jesús ha vuelto o no, así que por favor, comparte esto conmigo”. Encontraron varios pasajes de la Biblia que hablan de las profecías de la venida del Señor y de la realización de Su obra de juicio y me los leyeron. Por ejemplo, el capítulo 4, versículo 17 de la Primera Epístola de Pedro que dice: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios”. Y también el capítulo 16, versículos 12-13 del Evangelio según Juan: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir”. El hermano Joseph dijo que este “Espíritu de verdad” se refiere a la venida del Señor, Su expresión de la verdad y Su obra de juicio. Dios de los últimos días ha vuelto hecho carne como el Hijo del hombre. Sobre la base de Su obra de redención en la Era de la Gracia, Él expresa la verdad y realiza la etapa de Su obra de juicio comenzando por la casa de Dios. En realidad, la obra de juicio es una obra para purificar y salvar al hombre por completo. Esto cumple con precisión las profecías del Señor Jesús: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final(Juan 12:47-48). “Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo […]. Y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre(Juan 5:22-27). Escuché con avidez la enseñanza del hermano y creí que todos estos mensajes que estaba compartiendo conmigo eran verdad porque creo que todas las profecías del Señor tienen que cumplirse y llevarse a cabo.

Después, el hermano Joseph me leyó otros dos pasajes de la palabra de Dios Todopoderoso de “Cristo hace la obra de juicio con la verdad”: “La obra del juicio es la propia obra de Dios, por lo que, naturalmente, debe ser llevada a cabo por Dios mismo; no puede ser hecha por el hombre en Su lugar. Puesto que el juicio es el uso de la verdad para conquistar al hombre, no hay duda de que Dios aún aparecería en la imagen encarnada para realizar esta obra entre los hombres. Es decir, en los últimos días Cristo usará la verdad para enseñar a los hombres alrededor del mundo y hacer que todas las verdades sean conocidas por ellos. Esta es la obra del juicio de Dios”. “En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios).

Después de leer estas palabras, el hermano Joseph compartió conmigo muchas verdades sobre la obra de juicio de Dios de los últimos días. Llegué a comprender que Su obra es muy práctica y que no es sobrenatural en absoluto. La obra de juicio de Dios de los últimos días no era como la había supuesto. Había imaginado que Dios colocaba una mesa gigantesca en el aire, a Él sentado en un gran trono blanco y a toda la humanidad arrodillada ante Su presencia. Entonces Dios enumeraría nuestros pecados uno por uno para determinar si hemos sido buenos o malos, y decidiría si subíamos al cielo o bajábamos al infierno. En cambio, Él ha encarnado y ha venido al mundo para expresar la verdad de manera práctica, para juzgar los pecados del hombre, para exponer la verdad de la corrupción del hombre, así como su naturaleza y esencia. El hermano Joseph continuó comunicando que nuestras actitudes satánicas, como nuestra arrogancia y soberbia, nuestra corrupción y astucia, y nuestro egoísmo y mezquindad, deben ser sometidas al juicio de Dios para que podamos ser purificados. El resultado final de la obra de juicio de Dios es para que podamos ver nuestra inmundicia y corrupción, nuestra fealdad y maldad, para que veamos nuestra esencia que desafía y traiciona a Dios, para que sepamos que hemos sido corrompidos en lo más profundo por Satanás, que estamos llenos de carácter satánico, que somos la encarnación de Satanás y que deberíamos perecer. Solo de esta manera podemos llegar a odiarnos y maldecirnos a nosotros mismos y renunciar a Satanás de una vez por todas. Además, es de tal forma que dentro del juicio y el castigo de las palabras de Dios, podemos llegar a conocer Su carácter justo y santo que no admite ofensa. Así creamos inconscientemente un corazón temeroso de Dios, ya no nos atrevemos a desobedecerlo y desafiarlo de manera imprudente nunca más, y somos capaces de renunciar a nuestra carne y practicar la verdad. Una vez que nuestro carácter vital haya cambiado, seremos capaces de obedecer y adorar a Dios realmente. Y cuando hayamos entendido varios aspectos de la verdad expresada por Dios en los últimos días, seremos completamente purificados y salvados por Él, y estaremos calificados para que nos lleve a Su reino. Aquellos que rehúsan aceptar la obra de juicio de Dios de los últimos días son incapaces de obtener Su purificación, al final sólo pueden ser eliminados por la obra de Dios y habrán perdido la oportunidad de ser salvados y entrar en el reino de los cielos. Al escuchar la comunicación del hermano Joseph, sentí que la obra de Dios para salvar al hombre era muy cierta y práctica.

Pensé en cómo había creído en el Señor durante tantos años y aunque a menudo le confesaba mis pecados y me arrepentía, continuaba pecando, mintiendo, engañando, siendo deshonesto y astuto, e incluso con frecuencia revelaba mi carácter satánico salvajemente soberbio, arrogante y santurrón. Vivía en un constate ciclo de pecado y confesión, y sufría muchísimo. Dios ha venido ahora a hacer Su obra de juicio y purificación de los últimos días, y esto es muy necesario para la humanidad corrupta. Aquellos que creen en el Señor y han sido absueltos de sus pecados, todavía necesitan la purificación de la obra de juicio de Dios de los últimos días. La Biblia dice: “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). El Señor es santo. Si sólo nos absuelven los pecados, pero nuestra naturaleza pecaminosa y nuestro carácter satánico no son purificados, entonces en cualquier momento seguiríamos siendo capaces de pecar y desafiar a Dios, de quejarnos con frecuencia o incluso de traicionarlo. ¿Cómo podríamos nosotros, llenos de tanta corrupción e inmundicia, estar calificados para mirar al Señor a la cara? ¡Justo entonces sentí en mi corazón lo necesaria que es la obra de juicio de Dios de los últimos días! ¡Sería poco realista y muy poco práctico si el Señor viniera y ascendiera a todos en el aire para encontrarse con Él, según las nociones e imaginaciones de la gente! Entonces el hermano Joseph compartió conmigo sus experiencias y su testimonio sobre cómo aceptó el juicio y castigo de Dios. Realmente sentí que su comunicación contenía la iluminación y el esclarecimiento del Espíritu Santo. Al escucharla, me sentí edificado y creí que el Señor Jesús realmente había vuelto. Así que decidí buscar y estudiar la obra de Dios de los últimos días para no perder la oportunidad de recibir la venida del Señor.

Después, el hermano Joseph me dio un ejemplar de La Palabra manifestada en carne y quedé muy entusiasmado. Cuando volví a mi dormitorio ese día, empecé a leer las palabras de Dios y lo hice durante toda la noche. Leí estas palabras de Dios Todopoderoso: “Vuestras bocas están llenas de palabras de engaño y suciedad, de traición y arrogancia. Nunca me habéis dirigido palabras de sinceridad, ni palabras santas, ni palabras de sumisión ante Mí después de experimentar Mi palabra. ¿Cómo es vuestra fe al fin y al cabo? No hay otra cosa que deseo y dinero en vuestro corazón y nada más que cosas materiales en vuestra mente. A diario calculáis cómo conseguir algo de Mí. Todos los días contáis cuánta riqueza y cuántas cosas materiales habéis recibido de Mí. Cada día esperáis que desciendan más bendiciones sobre vosotros para poder disfrutar las cosas que se pueden disfrutar en mayor cantidad y de una mayor calidad. Lo que hay en vuestros pensamientos en todo momento no soy Yo, ni la verdad que proviene de Mí, sino vuestros maridos, esposas, hijos, hijas, o las cosas que coméis o vestís. Pensáis en cómo obtener un disfrute mayor y más alto. Aun cuando vuestro estómago esté lleno hasta reventar, ¿acaso no sois más que cadáveres? Aunque os adornéis por fuera con bellas vestiduras, ¿acaso no seguís siendo cadáveres ambulantes sin vida? Trabajáis para llenar el estómago hasta que tenéis los cabellos salpicados de blanco, pero ninguno de vosotros sacrifica ni un solo pelo por Mi obra. Estáis constantemente caminando de un lado a otro, agotando el cuerpo y devanándoos los sesos por el bien de vuestra propia carne, y por vuestros hijos e hijas, pero ninguno de vosotros muestra ninguna preocupación o interés por Mi voluntad. ¿Qué es lo que todavía esperáis obtener de Mí?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Muchos son llamados, pero pocos son escogidos).

Lo que estas palabras revelaban era exactamente la situación de mi vida, lo que en realidad sentía en mi corazón. Fueron como una espada de doble filo que atravesaba mi corazón insensible. Sabía que sólo Dios podía examinar la profundidad del corazón del hombre y que nada más Él podía revelar la verdad de la corrupción de la humanidad y de lo que está escondido en lo profundo del hombre. Sentí que estas palabras eran las declaraciones expresadas por el Espíritu Santo y que eran la voz de Dios. De Sus palabras, llegué a saber que aunque había creído en el Señor durante muchos años y a menudo confesaba y me arrepentía ante Él, mi naturaleza pecadora y mi carácter satánico no habían sido purificados y no habían cambiado en absoluto. Sólo estaba reconociendo el nombre del Señor, pero no había lugar para Él en mi corazón, ni me gastaba ni obraba para el Señor. Únicamente me ocupaba en hacer más dinero, disfrutar más de mi carne y lograr que mi familia viviera de manera más próspera, sin preocuparme jamás por la voluntad de Dios. Incluso sabía que mentía y pecaba a menudo, pero no me importaba. Siempre había creído que Dios era el Dios eternamente amoroso y misericordioso y que, incluso si pecaba, Él absolvería mis pecados, sería misericordioso conmigo y me bendeciría. Sólo después de leer esas declaraciones expresadas por Dios en los últimos días, vi el carácter justo y santo de Dios y supe que Su carácter es algo que nadie puede ofender. El juicio y castigo de las palabras de Dios provocaron que surgiera en mí una veneración por Él y lamenté mi pasado. Me postré ante Dios y lloré amargamente: “Oh Dios, me he rebelado contra Ti, te he engañado y te he desafiado en muchas cosas, y no soy digno de ir ante Ti. Sólo debería ser castigado por todo lo que he hecho. Oh Dios, gracias por darme la oportunidad de arrepentirme y ser salvado. De ahora en adelante, haré todo lo que esté en mis manos para buscar la verdad, desempeñar bien mi deber y compensar Tu amor”. Después de orar, tomé una decisión firme: Debo aceptar el juicio de Dios y cambiar mi vida de pecado y confesión, debo leer más Sus palabras y reflexionar sobre ellas con más asiduidad para que pueda entender mejor la verdad y tener fuerzas para renunciar a mi carne, practicar la verdad y cumplir la voluntad de Dios.

A partir de ese momento, llevé La Palabra manifestada en carne conmigo al trabajo para poder leer y reflexionar sobre las palabras de Dios durante los descansos. En las palabras de Dios Todopoderoso, vi que mi comportamiento y mi pensamiento eran muy corruptos y rebeldes. Más tarde, leí estas palabras de Dios que dicen: “Tu oración debería proceder, paso a paso, de acuerdo al verdadero estado de tu corazón y la obra del Espíritu Santo; llegas a tener comunión con Dios de acuerdo con Su voluntad y con lo que Él exige al hombre. Cuando comiences la práctica de la oración, primero entrégale tu corazón a Dios. No intentes entender la voluntad de Dios; solo trata de decirle a Dios las palabras que están dentro de tu corazón. Cuando te presentes delante de Dios, habla de la siguiente manera: ‘¡Oh, Dios! Hoy me acabo de dar cuenta de que solía desobedecerte. Soy realmente corrupto y despreciable. Solo he malgastado mi vida. A partir de hoy, voy a vivir para Ti, voy a vivir una vida que tenga sentido y voy a satisfacer Tu voluntad. Que Tu Espíritu siempre obre en mí, y que siempre me ilumine y esclarezca. Permíteme dar un testimonio fuerte y rotundo delante de Ti. Permite que Satanás vea Tu gloria, Tu testimonio y la prueba de Tu triunfo manifestada en nosotros’. Cuando ores de esta manera, tu corazón será completamente liberado. Después de haber orado así, tu corazón estará más cerca de Dios, y si puedes orar de esta manera con frecuencia, el Espíritu Santo inevitablemente obrará en ti(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca de la práctica de la oración). En las palabras de Dios encontré la manera de practicar para resolver mi carácter corrupto, y comencé a orar honestamente a Dios con un corazón sincero, abrí mi carácter corrupto a Él y le dije que esperaba alcanzar lo que estaba en mi corazón. Le pedí que me guiara para poder vivir según Sus palabras. Cuando oraba así, solía sentir que Dios me guiaba y esclarecía y que mi corazón se llenaba de fe y fortaleza. Nunca más volví a vivir como antes y dejé de actuar según los pensamientos e ideas corruptos que tenía en mi corazón. Mi vida había cambiado, ya no era la vida degenerada de pecado y confesión de antes, ahora vivía verdaderamente en la presencia de Dios, tenía Su cuidado y protección.

En julio de 2014, volví a Filipinas y sólo entonces me di cuenta de que Dios también había elegido a muchos hermanos y hermanas filipinos. Eso me puso muy feliz. Ahora comparto las palabras de Dios con mis hermanos y hermanas en la iglesia, vivimos una vida de iglesia y nos ayudamos y apoyamos unos a otros. Todos buscamos la verdad, cambiar nuestros caracteres y ser salvados por Dios. También damos testimonio de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días a la gente de nuestro país y a la de otros países para que sepan que el Señor Jesús ya ha vuelto y puedan, como nosotros, ganarse la salvación de Dios de los últimos días. ¡Gracias a Dios Todopoderoso! Ahora vivo una vida muy rica y feliz. Me he librado por completo de la clase de vida degenerada y decadente que llevaba antes. Dios Todopoderoso es quien me ha guiado para encontrar mi meta y mi sendero. ¡Siento que esta es la única manera de vivir una vida significativa!

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