77. Por anhelar la comodidad no consigues nada

Por Cristina, Suecia

En julio me encargaron los trabajos en video. Al principio solía analizar los problemas y dificultades de mis hermanos y hermanas en el deber, y buscaba la verdad con ellos para hallar soluciones. Con el tiempo, mejoraron de forma evidente los resultados del trabajo. Pensé: “Ahora, con la continua mejora del trabajo, no debería haber grandes problemas. Aunque se produzca alguno, no repercutirá en los resultados del trabajo y tendremos tiempo de resolverlo”. Como todos eran activos en el deber y capaces de pagar un precio, creía no tener mucho de qué preocuparme. En esa época, hacer seguimiento de todo implicaba trasnochar a menudo, y a veces estaba demasiado ocupada como para comer a tiempo. Me sentía bastante cansada y no tenía muy buena salud, así que pensé que debía tomarme las cosas con calma. Luego empecé a relajarme en el trabajo y ya no era tan diligente en el seguimiento. En ocasiones solo preguntaba superficialmente, rara vez analizaba los pormenores de los deberes de mis hermanos y hermanas, y no pensaba en cómo seguir mejorando los resultados de nuestro trabajo.

Enseguida varios videos que produjimos presentaron problemas, y hubo que repetirlos, lo que repercutió directamente en el progreso del trabajo. Ante esta situación, estaba preocupadísima. Además, me di cuenta de que eso no sucedió por casualidad y de que entrañaba lecciones que debía aprender, por lo que oré a Dios para pedirle que me guiara hasta comprender Su voluntad. Tras orar, le pregunté al líder del equipo por qué estábamos teniendo esos problemas. El líder del equipo me contestó: “Algunos hermanos y hermanas aspiraban al éxito rápido y cumplían con el deber sin principios. Solo se centraban en los progresos, no en la calidad. Otro motivo es que yo no he seguido el trabajo y no he descubierto los problemas a tiempo”. Esto me hizo pensar con ira: “¿Cuántas veces te he hablado de estos problemas? ¿Por qué continúan sucediendo?”. Quise reprender al líder del equipo, pero reflexioné: “¿No tengo yo el mismo problema que el líder del equipo? Después de todo, tampoco hice seguimiento”. Así pues, me tragué mis palabras. Luego revisé rápidamente los videos creados por todos en esa época y descubrí que algunas personas no habían progresado en el deber, y otras hasta habían retrocedido. ¿Cómo no había descubierto antes unos problemas tan evidentes? Era plenamente consciente de que se debió a que yo no hacía un trabajo práctico. Compungida, oré a Dios para pedirle que me guiara a fin de reflexionar y conocerme a mí misma.

Al día siguiente, en mis devociones, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Si no eres diligente en la lectura de las palabras de Dios y no comprendes la verdad, no puedes hacer introspección; te conformarás con un mero esfuerzo simbólico y con no cometer maldades ni transgresiones, y utilizarás esto como capital. Te pasarás el día en un enredo, vivirás en estado de confusión, te limitarás a hacer las cosas según lo previsto, nunca usarás el corazón para hacer introspección ni te esforzarás por conocerte; siempre serás superficial y descuidado. Así no cumplirás nunca con el deber a un nivel aceptable. Para poner todo tu esfuerzo en algo, primero debes poner todo tu corazón en ello; solo cuando primero pones todo tu corazón en algo puedes poner todo tu esfuerzo en ello y esmerarte. Hoy día, hay quienes han empezado a ser diligentes en el cumplimiento del deber y se han puesto a pensar en cómo llevar adecuadamente a cabo el deber de un ser creado para satisfacer el corazón de Dios. No son negativos ni perezosos, no esperan pasivamente a que lo Alto dicte órdenes, sino que toman la iniciativa. A juzgar por vuestro cumplimiento del deber, sois un poco más eficaces que antes, y aunque todavía no está a la altura, se ha dado cierto crecimiento, lo que es bueno. Sin embargo, no debéis conformaros con el estado de cosas, hay que seguir buscando, seguir creciendo; será entonces cuando cumpliréis mejor con el deber y alcanzaréis un nivel aceptable. Sin embargo, cuando algunos cumplen con el deber, nunca hacen todo cuanto está a su alcance ni lo dan todo; solo dan el 50-60 % de su esfuerzo, y únicamente hasta que terminan lo que estén haciendo. Nunca son capaces de mantener un estado de normalidad. Cuando no hay nadie que los vigile ni les brinde sustento, se relajan y flaquean; cuando hay alguien que les enseña la verdad, se animan, pero si no se les enseña la verdad durante un tiempo, se vuelven indiferentes. ¿Cuál es el problema de estas constantes idas y venidas? Que así son las personas cuando no han alcanzado la verdad: todas viven por y para el entusiasmo, algo sumamente difícil de mantener. Han de tener a alguien que les predique y les comunique todos los días; en cuanto no hay nadie que las riegue y provea y nadie que las sustente, se les enfría de nuevo el corazón, flaquean una vez más. Y cuando su corazón flaquea, se vuelven menos eficaces en el deber; si se esfuerzan más, la eficacia aumenta, los resultados en el cumplimiento de sus deberes mejoran y aprenden más. ¿Es esta vuestra experiencia? Quizá digáis: ‘¿Por qué siempre tenemos problemas para cumplir con el deber? Cuando estos problemas se resuelven, nos revitalizamos; cuando no, nos volvemos indiferentes. Cuando se deriva algún resultado de nuestro cumplimiento del deber, cuando Dios nos elogia por nuestro crecimiento, estamos encantados y sentimos que por fin hemos madurado, pero poco después, cuando nos encontramos con una dificultad, nos ponemos negativos otra vez; ¿por qué nuestro estado es siempre tan inconsistente?’. En realidad, principalmente porque comprendéis muy pocas verdades, os falta profundidad en vuestras experiencias y entradas, aún no comprendéis muchas verdades, os falta voluntad y os conformáis solo con poder cumplir con el deber. Si no comprendéis la verdad, ¿cómo podéis cumplir adecuadamente con el deber? A decir verdad, todo lo que Dios le pide a la gente es alcanzable para ella; siempre y cuando uséis la conciencia y seáis capaces de obedecerla en el cumplimiento del deber, os será fácil aceptar la verdad, y si podéis aceptar la verdad, podréis cumplir adecuadamente con el deber. Debéis pensar así: ‘A base de creer en Dios estos años, a base de comer y beber de Sus palabras estos años, he obtenido muchísimo y Dios me ha otorgado maravillosas gracias y bendiciones. Vivo en las manos de Dios, bajo Su dominio y Su soberanía, y Él me ha dado este aliento, por lo que debo usar la cabeza y esforzarme por cumplir con el deber con todas mis fuerzas, esta es la clave’. La gente debe tener voluntad; solamente aquellos que tienen voluntad pueden esforzarse verdaderamente por la verdad, y solo una vez que hayan comprendido la verdad podrán cumplir correctamente con el deber, satisfacer a Dios y avergonzar a Satanás. Si tú tienes esta clase de sinceridad y no haces planes en aras de tu propio bien, sino nada más que para alcanzar la verdad y cumplir correctamente con el deber, tu cumplimiento de él se volverá algo normal y se mantendrá constante todo el tiempo; sin importar con qué circunstancias te encuentres, sabrás perseverar en el cumplimiento del deber. Independientemente de quién pueda llegar a confundirte o perturbarte, y sea tu estado de ánimo bueno o malo, serás capaz igualmente de cumplir con el deber con normalidad. De esta manera, Dios podrá tomarse un respiro respecto a ti, y el Espíritu Santo podrá darte esclarecimiento para que comprendas los principios verdad y guiarte para que entres en la realidad verdad; en consecuencia, seguro que tu cumplimiento del deber estará a la altura. Siempre y cuando te esfuerces sinceramente por Dios, cumplas con el deber con los pies en la tierra y no actúes de manera escurridiza ni hagas trampas, serás aceptable para Dios. Dios observa la mente, los pensamientos y las motivaciones de la gente. Si tu corazón anhela la verdad y eres capaz de buscarla, Dios te dará esclarecimiento e iluminación(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. En la fe en Dios, lo principal es practicar y experimentar Sus palabras). Tras meditar la palabra de Dios, hice introspección y me percaté de que últimamente había logrado algunos resultados en el deber, por lo que empecé a sentirme satisfecha de mí misma y a pensar en la carne. Cansada por haber estado ocupada tanto tiempo, pensé que debía ser más amable conmigo misma y comencé a relajarme y a holgazanear en el deber. Decidí quedarme al margen y no me enteraba a su debido tiempo de cómo cumplían los demás con el deber. Aunque sabía que aún había problemas que resolver en nuestro trabajo, no tenía ninguna prisa. Creía que eso estaba bien mientras no repercutiera en nuestros resultados actuales. Todo el mundo tiende a salir del paso y a holgazanear en el deber; pero, a pesar de eso, yo no hacía seguimiento, salía del paso en el deber y era descuidada e irresponsable. ¿Cómo no iban a surgir problemas en el trabajo? La iglesia me había dado la oportunidad de practicar y me había permitido ser supervisora con la esperanza de que fuera atenta y responsable en el deber, de que no escatimara esfuerzos en él y cumpliera con mis responsabilidades. Es el único camino para progresar. Sin embargo, yo consideraba el deber un empleo, como si trabajara para otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para preocuparme menos y contribuir menos. No tenía sensación de preocupación ni de urgencia. Nunca pensaba en cómo hacer mejor las cosas o lograr los mejores resultados. Únicamente pensaba en cómo sufrir menos y no estar cansada. No tenía ninguna consideración por la voluntad de Dios. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi actitud hacia el cumplimiento del deber era la equivocada y de que yo no me tomaba a Dios en serio.

En una reunión, vi un pasaje de la palabra de Dios que revelaba a los falsos líderes y me afectó profundamente. Dicen las palabras de Dios: “Como los falsos líderes no conocen el estado del progreso del trabajo, son incapaces de identificar con celeridad, y mucho menos resolver, problemas que surgen en este, lo que suele provocar reiterados retrasos. En ciertos trabajos, dado que la gente no capta los principios y no hay nadie adecuado para hacerse responsable o dirigirlo, los que lo llevan a cabo se hallan a menudo en un estado de negatividad, pasividad y espera que repercute gravemente en el progreso del trabajo. Si el líder hubiera cumplido con sus responsabilidades, si hubiera dirigido el trabajo, lo hubiera impulsado, lo hubiera supervisado y hubiera buscado a alguien que entendiera de ese campo para guiar el proyecto, entonces el trabajo habría progresado más rápido, en lugar de sufrir reiterados retrasos. Para los líderes, pues, es vital conocer y captar la situación real del trabajo. Por supuesto, es también muy necesario que los líderes conozcan y capten cómo está progresando el trabajo, ya que el progreso guarda relación con la eficacia del trabajo y los resultados que se pretenden lograr con él. Si los líderes y obreros no captan cómo progresa el trabajo de la iglesia, y no hacen un seguimiento ni supervisan nada, entonces el progreso de dicho trabajo acabará siendo lento. Esto es porque la mayoría de las personas que llevan a cabo los deberes son unos auténticos holgazanes, no tienen sentido de la carga y a menudo son negativos, pasivos y superficiales. Si no hay nadie con sentido de la carga y capacidad de trabajo que se responsabilice específicamente del trabajo, averigüe el progreso de este en el momento adecuado y dirija, supervise, discipline y trate al personal que cumple con el deber, entonces, de manera natural, el nivel de eficiencia del trabajo va a ser muy bajo y los resultados serán escasos. Si los líderes y obreros ni siquiera pueden ver esto con claridad, son necios y ciegos. Y, por tanto, los líderes y obreros deben indagar, rastrear y familiarizarse enseguida con el progreso de la obra, fijarse en los problemas que se han de resolver en las personas que realizan los deberes, y entender qué problemas se han de resolver para obtener mejores resultados. Estas cosas son todas bastante fundamentales, una persona que ejerce como líder debe tener estas cosas claras. Para realizar bien tu deber, no has de ser como un falso líder, que hace algo de trabajo superficial y ya con eso piensa que ha cumplido bien con su deber. Los falsos líderes son descuidados y despreocupados en su trabajo, no tienen sentido de la responsabilidad, no resuelven los problemas cuando surgen, y sea cual sea el trabajo que hacen, solo rascan la superficie. Son superficiales, dicen palabras bonitas pero vacías, escupen doctrina, y se limitan a actuar por inercia en su trabajo. En general, así trabajan los falsos líderes. Aunque, en comparación con los anticristos, los falsos líderes no hacen nada abiertamente malvado y no obran deliberadamente con maldad, si te fijas en la efectividad de su trabajo, es justo definirlos como descuidados y superficiales, como que no soportan ninguna carga, no tienen sentido de la responsabilidad ni devoción hacia su trabajo(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (4)). Tras leer las palabras de Dios, me sentí muy culpable. ¿No era mi conducta la de una falsa líder? Era perezosa y complaciente con mi carne y no seguía ni vigilaba el trabajo, lo que repercutía gravemente en el progreso y los resultados de nuestro trabajo en general. En mis imaginaciones, ese trabajo estaba bien gestionado y no había muchos problemas, pero en realidad todavía había muchos que resolver. Como no llevaba una carga y era una irresponsable, estaba ciega a todos nuestros problemas. Al reflexionar, también me di cuenta de que tenía una perspectiva equivocada. Como mis hermanos y hermanas eran activos y progresaban en el deber, creía que todos estaban muy motivados en él y que no necesitaban vigilancia. La palabra de Dios reveló hace mucho que la gente tiene una inercia y que todas sus actitudes corruptas están muy arraigadas. Antes de alcanzar la verdad y de que se transforme su carácter, la gente siempre complace la carne, anhela lo fácil, sale del paso, echa mano de la astucia y las trampas en el deber, y a veces actúa según sus ideas y no practica según los principios. Yo no era una excepción. Sin el juicio y castigo de Dios, y sin las advertencias y la supervisión de nuestros hermanos y hermanas, es fácil que holgazaneemos y es probable que surjan problemas en nuestro deber. Por tanto, he de seguir y supervisar el trabajo, además de descubrir y resolver enseguida los problemas y anomalías en nuestros deberes para que el trabajo marche sobre ruedas. Pero yo no entendía la naturaleza corrupta de la gente ni contemplaba a las personas y cosas según la palabra de Dios. Simplemente me fiaba de mi imaginación, no revisaba ni seguía el trabajo, no resolvía los problemas a tiempo, pero deseaba buenos resultados. Era la manifestación de una falsa líder que no hacía un trabajo práctico. Aunque no cometía un mal evidente, mi irresponsabilidad afectaba al trabajo y lo demoraba, y esa pérdida era irreparable. Al darme cuenta, me sinceré y hablé de mi estado con mis hermanos y hermanas. También señalé que todos se tomaban el deber demasiado a la ligera y que no aspiraban a progresar en él, y buscamos soluciones juntos. Después me tomé mi deber un poco más en serio. Al terminar de trabajar, meditaba si había margen de mejora. Solía hacer seguimiento del trabajo y analizarlo y hubo ciertas mejoras en nuestros resultados.

Poco después, nos encontramos con un problema en la creación de videos, y el líder del equipo me preguntó si tenía algún método o sugerencia válido. Sin saber qué responder, dije: “Aún no se me ha ocurrido una buena solución, por lo que sigamos pensando en ello”. Sin embargo, luego no busqué rápidamente una solución al problema porque sabía que superar esa dificultad no era algo que pudiera lograrse simplemente con unas pocas palabras. Tendría que buscar datos e investigar, lo que tomaría mucho tiempo y esfuerzo, y me haría falta probar cosas y evaluar resultados constantemente. No sabía si al final tendría éxito. Si no funcionaba, ¿no sería vano todo mi esfuerzo? Cuanto más lo pensaba, más tediosa me parecía la tarea. Pensé: “Olvídalo, las cosas están bien así. Por ahora, los resultados de nuestro trabajo son buenos, por lo que no hay prisa por resolver esto”. Y dejé el problema a un lado. No obstante, me sentía algo incómoda. No era que me resultara imposible resolverlo. Tan solo tenía que pagar un precio algo mayor. El líder del equipo dijo entonces: “Los hermanos y hermanas tienen dificultades, y hemos de resolverlas”. La advertencia del líder del equipo me hizo reflexionar: “Como supervisora, ¿no debería tomar la iniciativa de abordar las dificultades y resolver los problemas de la gente? Sin embargo, cuando observo dificultades, las evito, y no tengo sentido de la responsabilidad”. Con sentimiento de culpa, oré a Dios: “Dios mío, ante las dificultades en el trabajo, nunca quiero esforzarme y siempre pienso en mis intereses carnales. Sé que esto no concuerda con Tu voluntad. Te pido que me guíes para hacer introspección y modificar mi estado incorrecto”.

En mis devociones me preguntaba por qué siempre pensaba en mi carne en el deber y por qué no podía pagar un precio para hacer un trabajo práctico. Un día leí dos pasajes de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). “La carne del hombre es como la serpiente: su esencia es hacer daño a su vida y cuando consigue completamente lo que quiere, la vida se pierde. La carne pertenece a Satanás. Dentro de ella hay deseos extravagantes, la carne solo piensa en sí misma, quiere disfrutar de comodidades, deleitarse en el ocio y regodearse en la pereza y la holgazanería. Una vez que la hayas satisfecho hasta un determinado punto, te terminará comiendo. Es decir, si la satisfaces una vez, la siguiente vez vendrá pidiendo más. La carne siempre tiene deseos extravagantes y nuevas exigencias y se aprovecha de que la complazcas para hacer que la valores aún más y vivas entre sus comodidades, y si no la vences, con el tiempo, acaba por arruinarte. Que puedas o no lograr vida ante Dios y cuál sea tu final definitivo, depende de cómo lleves a cabo tu rebelión contra la carne. Dios te ha salvado, escogido y predestinado, pero si hoy no estás dispuesto a satisfacerle, a poner en práctica la verdad, a rebelarte contra tu propia carne con un auténtico corazón amante de Dios, te terminarás destruyendo, y sufrirás un dolor extremo. Si siempre complaces la carne, Satanás te devorará gradualmente y te dejará sin vida y sin el toque del Espíritu, hasta que llegue el día en que te encuentres totalmente en tinieblas en tu interior. Cuando vivas en la oscuridad, Satanás te habrá llevado cautivo; ya no tendrás más a Dios en tu corazón y en ese momento negarás Su existencia y lo abandonarás(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Tras leer las palabras de Dios, descubrí lo peligroso de mi estado. Vivía según la filosofía satánica de “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”. Era especialmente egoísta y, pasara lo que pasara, siempre priorizaba mis intereses carnales. Ante un problema que hubiera que resolver en mi deber, jamás pensaba en cómo favorecer el trabajo de la iglesia. Siempre me preocupaba mi carne y quería sufrir menos y pagar un precio menor. De hecho, en algunos problemas, mientras pagara un precio y me tomara un poco de tiempo para estudiarlos y entenderlos, podía resolverlos, pero como me importaba demasiado mi carne y no estaba dispuesta a sufrir, la investigación profesional me parecía un esfuerzo mental excesivo. En consecuencia, el problema no se resolvía nunca y el trabajo nunca mejoraba. La palabra de Dios revela que la carne de las personas pertenece, en esencia, a Satanás, y la carne siempre tiene muchos deseos y exigencias. Cuanto más la satisfacemos, mayor es su deseo, y cuando hay un conflicto entre nuestros intereses carnales y nuestros deberes, si siempre anhelamos la comodidad, obedeceremos la carne y postergaremos la labor de la iglesia. Esto satisface la carne, pero perjudica la labor de la iglesia, nos hace caer en tinieblas y perjudica nuestra vida. Son graves las consecuencias de complacer la carne y anhelar la comodidad. Yo no apreciaba la esencia de la carne y siempre anhelaba la comodidad. El gozo carnal me parecía más importante que nada. ¿No eran mis afanes y perspectivas los mismos que los de los incrédulos? Los incrédulos suelen decir “sé amable contigo mismo”, o sea, que no sufra tu carne, y satisfacen todo deseo y exigencia carnal. Solo viven por la carne, no entienden en absoluto el valor y el sentido de la vida humana y no tienen el rumbo y el propósito correctos en la vida. Se pasan la vida en un vacío, viviendo totalmente en vano. ¿Tiene algún sentido vivir así? En la iglesia hay quienes siempre anhelan el placer carnal, no buscan la verdad, descuidan su deber, hacen trampas y holgazanean, lo que perjudica gravemente la labor de la iglesia, y al final son destituidos y descartados. Entonces pensé en mí. Hacía años que creía en Dios, pero no había cambiado de perspectiva en absoluto. Valoraba mis intereses carnales más que la verdad. Únicamente anhelaba la comodidad y simplemente cumplía mi deber por inercia. De continuar así, ¿no me rechazaría y descartaría Dios a mí también? Al percatarme, sentí mucho miedo. Ya no podía tener en consideración mi carne. Quería cumplir tenazmente con el deber y con mis responsabilidades.

Un día leí las palabras de Dios y hallé una senda de práctica. Dicen las palabras de Dios: “Las personas que de verdad creen en Dios cumplen con su deber de manera voluntaria, sin calcular lo que van a ganar o perder. No importa que seas alguien que busque la verdad, debes confiar en tu conciencia y razón y esforzarte realmente cuando cumplas con tu deber. ¿Qué significa esforzarse de verdad? Si te conformas simplemente con cierto esfuerzo simbólico y con padecer algunas dificultades físicas, pero no te tomas nada en serio el deber ni buscas los principios verdad, esto no es más que negligencia y superficialidad, no un esfuerzo real. La clave para esforzarse implica volcarte en ello, temer a Dios de corazón, ser consciente de Su voluntad, tener miedo de desobedecerlo y lastimarlo, y padecer cualquier dificultad a fin de cumplir bien con el deber y satisfacer a Dios: si tienes un corazón temeroso de Dios como este, sabrás cumplir correctamente con el deber. Si no temes a Dios de corazón, no tendrás ninguna carga cuando cumplas con el deber, no tendrás interés por él e, inevitablemente, serás negligente y superficial y cumplirás con las formalidades sin producir ningún efecto real, lo cual no supone cumplir con un deber. Si realmente tienes sentido de la carga y crees que cumplir con el deber es responsabilidad personal tuya, que, si no lo haces, no eres apto para vivir y eres una bestia y que solo si cumples correctamente con el deber eres digno de ser calificado de humano, y si además eres capaz de enfrentarte a tu propia conciencia —si tienes este sentido de la carga cuando cumples con el deber—, entonces podrás hacerlo todo a conciencia y sabrás buscar la verdad y hacer las cosas de acuerdo con los principios, con lo que sabrás cumplir correctamente con el deber y satisfacer a Dios. Si eres digno de la misión que Dios te ha otorgado, de todo lo que Él ha sacrificado por ti y de lo que espera de ti, entonces esto es lo que supone esforzarse de verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón). “Cuando el egoísmo y las maquinaciones para tu propio beneficio aparecen en ti y te das cuenta de ello, debes orar a Dios y buscar la verdad para poder afrontarlos. Lo primero que debes tener en cuenta es que, en esencia, actuar de esta manera es una violación de los principios verdad, es perjudicial para la obra de la iglesia, se trata de un comportamiento egoísta y despreciable, no es lo que la gente de conciencia y razón debería hacer. Deberías dejar de lado tus propios intereses y tu egoísmo, y pensar en la obra de la iglesia, eso es lo que quiere Dios. Después de orar y reflexionar sobre ti mismo, si te das cuenta realmente de que actuar así es egoísta y despreciable, dejar de lado tu propio egoísmo será fácil. Una vez que dejes de lado tu egoísmo y maquinaciones para el beneficio, te sentirás con los pies en la tierra, estarás en paz, alegre, y te parecerá que una persona de conciencia y razón debe pensar en el trabajo de la iglesia, que no debe obsesionarse con sus propios intereses, lo cual sería muy egoísta, despreciable y carente de conciencia o razón. Actuar desinteresadamente, pensar en la obra de la iglesia y hacer cosas exclusivamente para satisfacer a Dios es lo justo y honorable, y aportará valor a tu existencia. Al vivir así en la tierra, estás siendo abierto y honesto, viviendo la humanidad normal y la verdadera imagen del hombre, y no solo tienes la conciencia tranquila, sino que también eres digno de todas las cosas que Dios te ha concedido. Cuanto más vivas así, más sentirás que tienes los pies en la tierra, te sentirás más en paz y alegre, y estarás más radiante. De este modo, ¿acaso no habrás puesto ya el pie en el camino correcto de la fe en Dios?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Entendí que, para cumplir bien con el deber, tengo que esforzarme. No puedo esforzarme y pagar un precio solamente en apariencia. Lo principal es llevar una carga de corazón, priorizar la labor de la iglesia por encima de todo, esmerarme y lograr las cosas que debo lograr. Es el único camino para cumplir con el deber y vivir con semejanza humana. Aunque me topé con varios dificultades y problemas en el deber, gracias a estas dificultades aprecié con nitidez mi estado de depravación que anhelaba la comodidad y desdeñaba los progresos. Descubrí mis perspectivas equivocadas de búsqueda, así que pude arrepentirme y transformarme. Estas dificultades y estos problemas fueron oportunidades que tuve de alcanzar la verdad y despojarme de actitudes corruptas. A su vez, también hicieron que descubriera mis defectos a nivel profesional para poder mejorar mis competencias profesionales y progresar en el deber. Gracias a estas dificultades pude progresar; ¿no es eso algo bueno? Tras entender la voluntad de Dios, me sentí motivada de nuevo. Más adelante, oraba a Dios por nuestros problemas y dificultades, buscaba Su guía y debatía soluciones con mis hermanos y hermanas. De todo corazón, ya no quería ser perezosa ni quedarme al margen, y, asimismo, me esforzaba por aprender competencias profesionales. Cuando me topaba con dificultades y quería abandonar, oraba a Dios, abandonaba la carne y pagaba un precio de forma práctica para buscar una solución. Poco después, finalmente encontraba un camino por el que avanzar, el problema se resolvía enseguida y los resultados del trabajo en video mejoraban un poco respecto a los de antes. Me sentía mucho más segura cumpliendo así con el deber. En realidad, no era tan difícil resolver problemas y hacer un trabajo práctico, y yo no sufría mucho. Tan solo era algo más concienzuda en el deber, y Dios me guiaba. Mi entrada es aún muy limitada, por lo que, en lo sucesivo, me centraré en corregir mis actitudes corruptas en el deber y en cumplirlo de todo corazón ¡para satisfacer a Dios!

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