29. Las vicisitudes de mi camino hacia Dios
Me hice cristiana en el año 2000. Unos pastores surcoreanos nos daban sermones con bastante frecuencia. En un servicio, un pastor leyó un pasaje de la Escritura y nos dijo que fuéramos tolerantes y pacientes en todo; es decir, que glorificamos a Dios, no escuchando sermones, sino poniéndolos en práctica. Es entonces cuando podemos entrar al reino de los cielos. Desde entonces empecé a tratar a mis familiares y amigos con amor y amabilidad. Si alguien me ofendía, oraba al Señor para que me ayudara a perdonarlo. Una o dos veces no suponía un problema, pero, con el tiempo, no lo aguantaba. En ocasiones perdía la calma y reprendía a la gente por minucias. Luego me sentía culpable. Al pecar y confesar de continuo, no podía liberarme de las ataduras del pecado. Entonces, cuando viniera el Señor, ¿me llevaría al reino? Contacté con mi pastor para preguntarle la forma de resolver el problema del pecado. Me decía que confesara y me arrepintiera, que orara más, leyera más la Biblia y fuera tolerante y paciente. Cada vez que me lo decía, sin indicarme una senda concreta, me decepcionaba. Recordaba las palabras de Dios: “Seréis, pues, santos porque yo soy santo” (Levítico 11:45). Y Hebreos dice: “Sin santidad, ningún hombre contemplará al Señor” (Hebreos 12:14). Sentía que alguien como yo, que siempre pecaba y se confesaba, incapaz de practicar las palabras del Señor, no podría entrar al reino de los cielos. Todos los días estaba triste. Después observé que la iglesia estaba llena de celos y luchas intestinas. En una pugna por el púlpito, un predicador tiró al suelo la Biblia de otro más mayor durante un servicio y lo desplazó. Hasta había quienes hacían negocios en la iglesia. Rememoré unas palabras del Señor Jesús: “Escrito está: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones” (Mateo 21:13). ¿Cómo podría tener una iglesia así la obra del Espíritu Santo? ¿No era una cueva de ladrones? Creía imposible recibir sustento de esos servicios y que jamás se resolvería mi problema con el pecado. Quería hallar una iglesia que tuviera la obra del Espíritu Santo. Mi hermana mayor me llevó a otras iglesias, pero todas estaban en igual estado. Cuando les preguntaba cómo librarme de pecado, ninguna era capaz de señalarme una senda. Afirmaban que el Señor Jesús ya nos había perdonado y solo debíamos orar y arrepentirnos. Eso hacía que me sintiera vacía. Ya ni siquiera quería asistir a más servicios. Un día tuve una idea repentina: ¿Acaso no estaba obrando Dios en las iglesias de por aquí? Cuando nos habían visitado pastores coreanos, parecían gente devota, llegada a China a pastorear iglesias. Tenían muchísima fe. ¿Obraba Dios en las iglesias coreanas? Buscaría allí una iglesia con la obra del Espíritu Santo.
En 2007, mi hermana mayor y yo nos llevamos a nuestras familias a Corea. Me introdujo en una iglesia a cuyos servicios asistían muchos chinos. Como los de la iglesia ayudaban a los chinos a buscar empleo, pudimos ganarnos la vida. Los miembros de esa iglesia eran muy afectuosos, con lo que asistía a los servicios de allí; quizá tenían la obra del Espíritu Santo. Durante un servicio, un pastor señaló: “En mi último viaje a China, oí que Dios ya ha regresado, que apareció y está obrando allí y que se llama Dios Todopoderoso, pero China es un país retrógrado. El pueblo es inculto. Si Dios es tan grande, ¿cómo iba a aparecer para obrar allí? Muchos difunden la prédica del Relámpago Oriental. No la escuchen. Con su poca estatura, una vez dentro, no saldrán nunca”. Estaba totalmente de acuerdo con esto. En China, a muchas iglesias les falta la obra del Espíritu Santo. Allí, el Gobierno oprime a los creyentes y el pueblo chino adora ídolos. ¿Podría aparecer Dios en China para obrar? Imposible.
Pronto descubrí que, mientras el pastor predicaba con elocuencia, lo que hacía luego era otro asunto; no practicaba el camino del Señor. Me desanimé mucho. Al preguntarle al pastor cómo corregir la pecaminosidad, me contestó irritado: “Todo el mundo es corrupto. Es normal pecar. Confiesa ante el Señor, y Él te perdonará. Dado que estás dispuesta a arrepentirte, el Señor ya te ha perdonado los pecados”. Me indignaron las palabras del pastor. ¿Por qué decía justo lo mismo que los pastores chinos? No se puede eliminar el pecado en un instante. Ha de haber, al menos, cierta transformación. ¿Para qué confesar, si no cambiamos nada de nada? ¿Eso no nos convierte en lo mismo que los incrédulos? Entonces, ¿tiene sentido creer? Me desilusioné una y otra vez, pero no quería rendirme. Creía que el Señor no me haría a un lado, que un día hallaría una iglesia con la obra del Espíritu Santo. Le dí muchas vueltas al asunto posteriormente. Mientras caminaba por la calle, buscaba cruces, iglesias cristianas, y si oía cosas positivas sobre los sermones de algún pastor, caminaba con viento, lluvia, nieve o granizo, aferrada a un hilo de esperanza, para escuchar con el anhelo de que se resolviera mi confusión. Visité más de 40 iglesias en Corea sin encontrar ni una que tuviera la obra del Espíritu Santo. Ningún pastor supo resolver mi problema. Desorientada, daba vueltas en la cama en mis noches en vela. Exclamaba desde el corazón: “Oh, Señor, ¿pero dónde puedes estar? ¿Me has abandonado?”. Durante esos años llevé un gran peso encima; estaba deprimida y sufría.
En medio de este dolor y esta desesperación, en junio de 2015, mi hermana mayor vino a casa y, feliz, me anunció: “¡Buenas noticias! Hace mucho que regresó el Señor. Apareció y está obrando en China, y expresa muchas verdades. El evangelio ya ha llegado a Corea”. Pensé: “¿Dios obrando en China? ¿Cómo es posible?”. Respondí con terquedad: “En 2009, un pastor nos dijo que es imposible que Dios obre en China porque China es retrógrada, y el pueblo, inculto. Dios es glorioso y grande; ¿por qué habría de obrar en China?”. Y me fui a fregar los platos. Ella sacó un libro y me señaló con paciencia: “Este libro, El rollo abierto por el Cordero, contiene palabras expresadas por Dios en los últimos días. Les voy a leer una parte”.
Dios Todopoderoso dice: “Cuando Jesús vino al mundo del hombre, marcó el comienzo de la Era de la Gracia y terminó la Era de la Ley. Durante los últimos días, Dios se hizo carne una vez más y, con esta encarnación, finalizó la Era de la Gracia y marcó el inicio de la Era del Reino. Todos aquellos que sean capaces de aceptar la segunda encarnación de Dios serán conducidos a la Era del Reino, y, además, serán capaces de aceptar personalmente la guía de Dios. Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida.
Si las personas permanecen ancladas en la Era de la Gracia, nunca se liberarán de su carácter corrupto, y, mucho menos, conocerán el carácter inherente de Dios. Si las personas viven siempre en medio de una gracia abundante pero no tienen el camino de vida que les permita conocer o satisfacer a Dios, entonces nunca lo obtendrán verdaderamente en su creencia en Él. Este tipo de creencia es, sin duda, lamentable. Cuando hayas terminado de leer este libro, cuando hayas experimentado cada paso de la obra de Dios encarnado en la Era del Reino, sentirás que los deseos que has tenido durante muchos años se han realizado finalmente. Sentirás que es hasta ahora que has visto realmente a Dios cara a cara, que hasta ahora has contemplado Su rostro, oído Sus declaraciones personales, apreciado la sabiduría de Su obra y percibido, verdaderamente, cuán real y todopoderoso es Él. Sentirás que has obtenido muchas cosas que las personas en tiempos pasados nunca han visto ni poseído. En este momento, sabrás claramente qué es creer en Dios y qué es cumplir con Su voluntad. Por supuesto, si te aferras a los puntos de vista del pasado y rechazas o niegas la realidad de la segunda encarnación de Dios, entonces te quedarás con las manos vacías y no obtendrás nada, y, en última instancia, serás declarado culpable de oponerte a Dios. Los que son capaces de obedecer la verdad y someterse a la obra de Dios serán reclamados bajo el nombre del segundo Dios encarnado: el Todopoderoso. Serán capaces de aceptar la guía personal de Dios, obtendrán verdades mayores y más elevadas, así como la vida real. Contemplarán la visión que las personas del pasado nunca han visto: ‘Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candelabros de oro; y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la nieve; sus ojos eran como llama de fuego; sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos; su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza’ (Apocalipsis 1:12-16). Esta visión es la expresión de la totalidad del carácter de Dios, y la expresión de la totalidad de Su carácter es también la expresión de la obra de Dios en Su presente encarnación” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Me conmocionó lo que escuché. Esto revelaba los misterios del Libro del Apocalipsis. Tenía tanta autoridad que ningún ser humano podía haber declarado estas palabras. Recordé la autoridad con que hablaba el Señor Jesús cuando vino a obrar y me pregunté si estas eran las declaraciones reales de Dios. Pronto se agitó mi espíritu, y me puse a escuchar atentamente. Especialmente cuando mi hermana leyó ciertas profecías del Apocalipsis, estuve reflexionando que no eran algo que cualquiera supiera interpretar. Según el Apocalipsis, “Mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (Apocalipsis 5:5). Solo el Cordero, solo Dios, podría develar estos misterios. ¿Era esta la palabra de Dios? ¿Acaso había aparecido y estaba obrando en China? ¿Podría hallar en ese libro respuesta a lo que me había ofuscado todos esos años? Me entró mucha curiosidad al respecto. Entonces leyó esto mi hermana: “Son, asimismo, el cumplimiento de estas palabras de Apocalipsis: ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’. Estas palabras representan la etapa inicial de la obra que Dios comenzó en la Era del Reino” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Eso me interesó más; ¿no era esta la profecía del Libro del Apocalipsis? ¿Se habían cumplido las profecías del Apocalipsis? ¿Eran estas las palabras de Dios? Con deseos de leer el libro a fondo, le pedí a mi hermana que me lo dejara. Me abrumó el gozo cuando me entregó el libro. No veía la hora de abrirlo, pero también estaba inquieta. ¿Realmente estaba este libro en consonancia con la Escritura? Puse sobre la cama una Biblia y este libro, uno junto al otro, para compararlos. En el libro leí este pasaje. “Sólo cuando entro en el nuevo cielo y la nueva tierra tomo la otra parte de Mi gloria y la revelo primero en la tierra de Canaán, haciendo que resplandezca un destello de luz en toda la tierra, que se encuentra sumida en la alquitranada oscuridad de la noche, para permitir que toda la tierra venga a la luz; que los hombres de toda la tierra vengan a fortalecerse con el poder de la luz, permitiendo que Mi gloria aumente y aparezca de nuevo en cada nación; y que toda la humanidad se dé cuenta de que hace mucho tiempo Yo vine al mundo humano y que hace mucho tiempo llevé Mi gloria desde Israel al oriente; porque Mi gloria brilla desde el oriente y fue traída de allí desde la Era de la Gracia hasta nuestros días. Pero fue desde Israel que Yo partí y desde allí que llegué al oriente. Sólo cuando la luz del oriente se vuelva gradualmente blanca, la oscuridad a través de la tierra comenzará a convertirse en luz, y sólo entonces el hombre descubrirá que hace mucho tiempo salí de Israel y que estoy volviendo a levantarme en el oriente. Habiendo descendido una vez a Israel y partido luego de allí, no puedo volver a nacer en Israel, porque Mi obra guía todo el universo y, lo que es más, el relámpago brilla directamente del oriente al occidente. Por esta razón, he descendido en el oriente y llevado Canaán al pueblo del oriente. Llevaré a los pueblos de toda la tierra a la nación de Canaán, y por eso sigo emitiendo declaraciones en la tierra de Canaán para controlar todo el universo. En este momento, no hay luz en toda la tierra a excepción de Canaán y todos los hombres están en peligro por el hambre y el frío. Le di Mi gloria a Israel y luego la retiré, y así llevé a los israelitas al oriente, así como a toda la humanidad. Los he traído a todos a la luz para que puedan reunirse y asociarse con ella, y que ya no tengan que buscarla. Dejaré que todos los que están buscando vuelvan a ver la luz y vean la gloria que tuve en Israel; les haré ver que hace mucho tiempo descendí sobre una nube blanca en medio de la humanidad, que vean las innumerables nubes blancas y frutos en sus racimos abundantes y, más aún, que vean a Jehová Dios de Israel. Dejaré que vean al Maestro de los judíos, al Mesías anhelado y a la aparición completa de Mí, quien ha sido perseguido por los reyes a lo largo de las eras. Obraré en todo el universo y realizaré una obra maravillosa, revelando toda Mi gloria y todas Mis acciones al hombre en los últimos días. Mostraré Mi semblante glorioso en toda su plenitud a quienes han esperado muchos años por Mí, a quienes han anhelado que Yo llegue sobre una nube blanca, a Israel, que ha anhelado que Yo aparezca de nuevo, y a toda la humanidad que me persigue, para que todos sepan que hace mucho tiempo retiré Mi gloria y la llevé al oriente, y ya no está en Judea. ¡Porque ya han llegado los últimos días!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los siete truenos retumban: profetiza que el evangelio del reino se extenderá por todo el universo). Lo comparé con una profecía de la Biblia: “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). En plena consonancia con la Biblia, coincidía con las palabras del Señor Jesús. Aparte de Dios, ¿quién podría revelar estos misterios? Me atrajeron estas palabras; cuanto más las leía, más quería leer. Me parecía que en este libro había hallado respuesta a mi confusión interior.
Luego leí otro pasaje. “Ya que estamos buscando las huellas de Dios, nos corresponde a nosotros buscar la voluntad de Dios, Sus palabras y declaraciones; porque dondequiera que haya nuevas palabras dichas por Dios, allí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están Sus hechos. Donde está la expresión de Dios, ahí aparece, y donde aparece, ahí existe la verdad, el camino y la vida. Al buscar las huellas de Dios, habéis ignorado las palabras ‘Dios es la verdad, el camino y la vida’. Y así, muchas personas, incluso cuando reciben la verdad, no creen que hayan encontrado las huellas de Dios y mucho menos reconocen la aparición de Dios. ¡Qué error tan grave! La aparición de Dios no se puede reconciliar con las nociones del hombre; todavía menos puede Dios aparecer a instancias del hombre. Dios toma Sus propias decisiones y tiene Sus propios planes cuando hace Su obra; más aún, Él tiene Sus propios objetivos y Sus propios métodos. Sea cual sea la obra que Él haga, no es necesario que la consulte con el hombre o busque su consejo, ni mucho menos que notifique de Su obra a cada persona. Este es el carácter de Dios, que debería además ser reconocido por todo el mundo. Si deseáis presenciar la aparición de Dios, seguir las huellas de Dios, entonces debéis primero apartaros de vuestras propias nociones. No debes exigir que Dios haga esto o aquello; mucho menos debes colocarlo dentro de tus propios confines y limitarlo a tus propias nociones. En cambio, debéis exigiros cómo debéis buscar las huellas de Dios, cómo debéis aceptar la aparición de Dios, y cómo debéis someteros a Su nueva obra; esto es lo que el hombre debe hacer. Ya que el hombre no es la verdad y no está dotado de la verdad, debe buscar, aceptar y obedecer” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La aparición de Dios ha dado lugar a una nueva era). Leí este pasaje dos veces seguidas. Estuve reflexionando que, allí donde se pueda encontrar la voz de Dios, se pueden hallar también Sus huellas. Ahí es donde aparece Dios. ¿Eran estas las palabras reales de Dios? Aparte de Dios, nadie podría decir nada semejante. Si eso leían en la Iglesia de Dios Todopoderoso, quizá Dios estaba obrando en esa iglesia. Ilusionada, continué leyendo.
Después me encontré con este pasaje. “Hoy, Dios ha regresado al mundo para realizar Su obra. Su primera parada es el exponente del régimen dictatorial: China, el acérrimo bastión del ateísmo. Dios ha ganado un grupo de personas con Su sabiduría y poder. Durante este período, el partido gobernante en China lo ha perseguido por todos los medios y lo ha sometido a un gran sufrimiento, sin un lugar donde poder apoyar la cabeza, incapaz de encontrar refugio. A pesar de esto, Dios aún continúa la obra que pretende hacer: alza Su voz y difunde el evangelio. Nadie puede desentrañar la omnipotencia de Dios. En China, un país que considera a Dios como enemigo, Él no ha cesado nunca Su obra. Por el contrario, más personas han aceptado Su obra y Su palabra, porque Dios salva a todos y cada uno de los miembros de la humanidad en la mayor medida posible” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios preside el destino de toda la humanidad). Pero, al leer este fragmento, “Hoy, Dios ha regresado al mundo para realizar Su obra. Su primera parada es el exponente del régimen dictatorial: China”, me detuve inmediatamente porque me sentí decepcionada. Con los ojos fijos en aquellas dos frases, no paraba de pensar: “¿Dios en China? ¿Cómo es posible? Tal vez no debería leerlo; ¿y si me descarrío?”. Sin embargo, recapacité que estas palabras parecían la voz de Dios. Si no lo estudiaba y el Señor había vuelto realmente, ¿no perdería mi oportunidad? Enormemente desgarrada, no podía dejar de preguntarme: ¿Por qué habría de aparecer Dios en China para obrar? Comparé esto con la Biblia y leí lo que dijo el Señor Jesús: “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). ¿Era “oriente” una referencia a China? Sin embargo, China era muy retrógrada y el ateísmo tenía el poder absoluto en el país. ¿Era posible que Dios apareciera para obrar en China? Este libro indicaba claramente que sí. Seguía dudando: ¿continuaba o lo dejaba? Pensé entonces en cuánto había luchado en mi búsqueda todos esos años. Mientras hubiera un rayo de esperanza, no podía rendirme. Así pues, decidí ir a la Iglesia de Dios Todopoderoso a investigar.
Al día siguiente fui a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Un hermano estaba en pleno sermón hablando precisamente de lo que yo me preguntaba: cómo liberarse del pecado. Estaba leyendo unas palabras de Dios Todopoderoso. “En la Era de la Gracia, los demonios eran arrojados fuera del hombre con la imposición de manos y la oración, pero las actitudes corruptas dentro de hombre permanecían. El hombre fue curado de su enfermedad y se le perdonaron sus pecados, pero en lo que se refiere a cómo el hombre sería despojado de las actitudes satánicas corruptas que había en su interior, esa obra todavía tenía que realizarse. El hombre sólo fue salvo y se le perdonaron sus pecados por su fe, pero su naturaleza pecaminosa no le fue quitada y permaneció en él. Los pecados del hombre fueron perdonados a través del Dios encarnado, pero eso no significó que el hombre ya no tuviera pecado en él. Los pecados del hombre podían ser perdonados por medio de la ofrenda por el pecado, pero en lo que se refiere a cómo puede lograrse que el hombre no peque más y cómo puede extirparse por completo y transformarse su naturaleza pecaminosa, él no tiene forma de resolver este problema. Los pecados del hombre fueron perdonados, y esto es gracias a la obra de crucifixión de Dios, pero el hombre siguió viviendo en su viejo carácter satánico corrupto del pasado. Así pues, el hombre debe ser completamente salvado de su carácter satánico corrupto para que su naturaleza pecadora le sea completamente extirpada y no se desarrolle más, permitiendo, así, que el carácter del hombre se transforme. Esto requeriría que el hombre entendiera la senda del crecimiento en la vida, el camino de la vida, y el camino del cambio de su carácter. También requeriría que el hombre actuara de acuerdo con esa senda, de forma que su carácter pueda ser cambiado gradualmente y él pueda vivir bajo el brillo de la luz, de tal modo que todo lo que haga pueda ser conforme a la voluntad de Dios, pueda despojarse de su carácter satánico corrupto, y liberarse de la influencia de las tinieblas de Satanás, emergiendo, así, totalmente del pecado. Sólo entonces recibirá el hombre la salvación completa” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)).
Compartió lo siguiente: “En las palabras de Dios Todopoderoso vemos que, en la Era de la Gracia, Dios solo realizó la obra de redención. El Señor Jesús predicó el evangelio del reino y le dijo a la gente que confesara y se arrepintiera. Sanaba a enfermos, expulsaba demonios y perdonaba los pecados a la gente. También otorgó infinita gracia a la humanidad. Acabó crucificado en ofrenda por el pecado de toda ella. Desde entonces, para que se nos perdonen los pecados y gocemos de la gracia y las bendiciones de Dios, lo único que hemos de hacer es orar y confesar. Esta fue la obra del Señor Jesús en la Era de la Gracia. Con la conclusión de la obra redentora del Señor Jesús, ¿concluyó la obra salvadora de Dios? Claro que no. La obra de redención solamente nos perdonó los pecados, pero no corrigió la raíz de nuestra pecaminosidad y de nuestra naturaleza pecaminosa. Todavía no podemos evitar pecar constantemente. Somos arrogantes, presumimos, mentimos y engañamos. A veces sentimos cosas como celos u odio. Vivimos en un estado de pecado durante el día y confesión de noche del que no podemos salir. Hebreos 12:14 dice: ‘Sin santidad, ningún hombre contemplará al Señor’. Dios es santo y justo. ¿Qué nos hace dignos a nosotros, tan inmundos y corruptos, de entrar al reino de los cielos? Dios Todopoderoso ha venido en los últimos días, expresa verdades y realiza la obra del juicio para corregir nuestra naturaleza pecaminosa, para que podamos despojarnos de toda atadura y limitación del pecado y purificarnos, y para llevarnos al reino de Dios. Esto cumple las profecías del Señor Jesús: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad’ (Juan 16:12-13). ‘No vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final’ (Juan 12:47-48). En los últimos días, Dios Todopoderoso ha declarado millones de palabras que expresan toda verdad necesaria para purificar y salvar plenamente a la humanidad. Juzga y expone todas nuestras actitudes corruptas, contrarias a Dios, y nuestra naturaleza satánica, con lo que revela plenamente la raíz de nuestra pecaminosidad y resistencia a Dios. También nos señala la senda que lleva a eliminar el pecado y a ganar la salvación de Dios. El único modo de ver la verdad de nuestra corrupción es aceptar el juicio y castigo de las palabras de Dios; entonces podemos sentir remordimiento, odiarnos, arrepentirnos ante Dios, liberarnos de la corrupción y purificarnos. La obra del juicio de Dios en los últimos días es nuestra única senda para purificarnos, salvarnos y entrar al reino de los cielos”.
La enseñanza de este hermano fue muy esclarecedora, como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Resulta que el Señor Jesús realizó la obra de redención y perdonó los pecados del hombre mediante Su ofrenda por el pecado, pero dentro del hombre perduró su naturaleza pecaminosa. Aceptar la obra del juicio de Dios de los últimos días es la única vía para resolver la cuestión del pecado, librarse de sus ataduras y limitaciones, purificarse y ser digno de entrar al reino de Dios. Solo el propio Dios podría revelar los misterios de Su obra de gestión y solo Él puede purificar y salvar a la humanidad. Tuve la certeza de que esta era la obra de Dios y me conmoví.
Al día siguiente, una hermana de la Iglesia de Dios Todopoderoso me leyó un pasaje de las palabras de Dios. “Cristo de los últimos días usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al realizar Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Todos estos métodos diferentes de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido por Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cristo hace la obra del juicio con la verdad). Tras leerlo, compartió conmigo una enseñanza y un testimonio que me aportaron más claridad. En los últimos días, Dios expresa verdades y realiza la obra del juicio para corregir la naturaleza pecaminosa del hombre. Si no aceptamos el juicio de Dios, sino que nos pasamos la vida dentro de la religión, no nos libraremos de pecado ni nos purificaremos. Por la misericordia y la gracia de Dios, por fin hallé la senda para purificarme de pecado. Emocionadísima, no pude contener las lágrimas. Recordé los ocho años anteriores: había ido a infinidad de iglesias grandes y pequeñas en busca de la senda para librarme del pecado y entrar al reino de los cielos, pero siempre entraba esperanzada y me iba decepcionada. Por la gracia de Dios, oí Su voz y contemplé Su aparición. ¡Una bendición enorme! Me sentía como una niña perdida que por fin volvía a su madre tras vagar durante años. Tuve una indescriptible sensación de paz y gozo.
Ahora bien, había una confusión que no había resuelto aún. Le pregunté a esta hermana: “El pueblo chino es muy inculto y contrario a Dios. ¿Por qué habría Él de aparecer allí para obrar en los últimos días?”. Me leyó un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso. “La obra de Jehová fue la creación del mundo, el principio; esta etapa de la obra es el final de la misma, la conclusión. Al principio, la obra de Dios se llevó a cabo entre los escogidos de Israel, y fue el comienzo de una nueva época en el más santo de todos los lugares. La última etapa de la obra se lleva a cabo en el más inmundo de todos los países, para juzgar al mundo y poner fin a la era. En la primera etapa, la obra de Dios se llevó a cabo en el más brillante de todos los lugares, y la última etapa tiene lugar en el más oscuro de todos ellos; estas tinieblas serán eliminadas, se traerá la luz y todas las personas serán conquistadas. Cuando las personas de este, el más inmundo y oscuro de todos los lugares, hayan sido conquistadas, y toda la población haya reconocido que hay un Dios, que es el Dios verdadero, y toda persona haya sido totalmente convencida, esta realidad se usará para llevar a cabo la obra de conquista en todo el universo. Esta etapa de la obra es simbólica: una vez que haya finalizado la obra de esta era, la de seis mil años de gestión llegará a un completo final. Una vez conquistados los que pertenecen al lugar más oscuro de los lugares, sobra decir que también ocurrirá lo mismo en todas partes. Por tanto, sólo la obra de conquista en China conlleva un simbolismo significativo. China personifica a todas las fuerzas de las tinieblas, y el pueblo chino representa a todos los que son de la carne, de Satanás, y de la carne y la sangre. El pueblo chino es el que ha sido más corrompido por el gran dragón rojo, el que se opone a Dios con más fuerza, el que tiene una humanidad más vulgar e inmunda y, por tanto, es el arquetipo de toda la humanidad corrupta. Esto no quiere decir que otros países no tengan problemas en absoluto; las nociones del hombre son todas iguales, y aunque las personas de estos países puedan ser de un buen calibre, si no conocen a Dios entonces es que se oponen a Él. […] Es en el pueblo de China donde la corrupción, la inmundicia, la injusticia, la oposición y la rebeldía se manifiestan de manera más completa y se revelan en todas sus diversas formas. Por un lado, son de pobre calibre, y por otro, sus vidas y su mentalidad son retrógradas, y sus hábitos, su entorno social, su familia de nacimiento son pobres y de lo más atrasado. Su estatus también es bajo. La obra en este lugar es simbólica, y después de que esta obra de prueba se haya llevado a cabo en su totalidad, la obra de Dios subsiguiente será mucho más fácil. Si esta etapa de la misma puede completarse, la subsiguiente no admite discusión. Una vez que esta etapa de la obra se haya cumplido, se habrá logrado por completo un gran éxito, y la obra de conquista a lo largo de todo el universo habrá llegado a su entero fin. De hecho, una vez que la obra entre vosotros haya sido exitosa, esto equivaldrá al éxito a lo largo de todo el universo. Este es el sentido de por qué quiero que actuéis como un modelo y una muestra” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (2)). Me enseñó esto: “Las palabras de Dios son muy claras. Lo que más sentido tiene es que Dios aparezca y obre en China en los últimos días. La obra actual de Dios es la de juicio y purificación. Expresa verdades que exponen la naturaleza satánica, contraria a Él, del hombre y nuestras actitudes corruptas diversas. Nos muestra su carácter justo, majestuoso y airado, que no tolera ofensa. Por eso tuvo que elegir a los más corruptos y contrarios a Él como ejemplo. Obrar entre estas personas es el único modo de revelar todos los tipos de corrupción humana y mostrarnos mejor Su santidad y Su justicia. Así puede lograr los mejores resultados en Su obra de juicio. Además, China es la guarida del gran dragón rojo. El gran dragón rojo es Satanás personificado, el pueblo corrompido más a fondo por Satanás. Por eso China es el eje del mal en el mundo, y los chinos, los más hondamente corrompidos. Niegan y se resisten a Dios más que nadie y tienen la peor humanidad. Los chinos son el culmen de la humanidad corrupta. Dios puede conquistar mejor a la humanidad apareciendo, obrando y expresando verdades en China, exponiendo toda la corrupción y rebeldía de los chinos. Puede mostrar más eficazmente la esencia y verdad de hasta qué punto ha corrompido Satanás al hombre. Asimismo, al obrar en el país más inmundo, corrupto y contrario a Dios, y conquistar, purificar y transformar al pueblo chino, el más inculto y corrupto, será más fácil salvar al de otros países. Con esta obra de Dios, toda la humanidad puede apreciar Su gran poder y convencerse del todo. Esto revela la autoridad y el poder de Dios, y Su sabiduría y omnipotencia”.
Luego leyó otras palabras de Dios. “El pueblo chino nunca ha creído en Dios; nunca ha servido a Jehová y jamás ha servido a Jesús. Solo se postra, quema incienso, quema billetes funerarios y adora a Buda. Simplemente adoran ídolos; todos son rebeldes al extremo. Por tanto, cuanto más baja es la posición de las personas, más muestra que lo que Dios obtiene de vosotros es, incluso, más gloria. […] Según estas, Yo tendría que haber nacido en un bonito país para mostrar que soy de un estatus elevado, para mostrar que soy de gran valía, para mostrar Mi honor, santidad y grandeza. Si Yo hubiera nacido en un lugar que me reconociera, en una familia de élite, y si Yo fuera de una posición y un estatus elevados, se me trataría muy bien. Eso no beneficiaría Mi obra, y, entonces, ¿podría una salvación tan grande ser revelada? Todos los que me vieran me obedecerían, y la inmundicia no los contaminaría. Yo debería haber nacido en esta clase de lugar. Eso es lo que vosotros creéis. Pero pensad en ello: ¿vino Dios a la tierra para disfrutar, o para obrar? Si Yo obrara en esa clase de lugar fácil y cómodo, ¿podría obtener Mi gloria plena? ¿Sería Yo capaz de conquistar a toda Mi creación? Cuando Dios vino a la tierra, Él no era del mundo, ni se hizo carne con el fin de disfrutar del mundo. El lugar en el que obrar revelaría Su carácter y el que más sentido tendría es el lugar en el que Él nació. Sea una tierra santa o inmunda, e independientemente de dónde obre, Él es santo. Él creó todo lo que hay en el mundo, aunque todo ha sido corrompido por Satanás. Sin embargo, todas las cosas siguen perteneciéndole a Él; todas están en Sus manos. Llega a una tierra inmunda y obra ahí para revelar Su santidad; Él hace esto solamente en aras de Su obra, lo cual significa que soporta gran humillación para llevar a cabo dicha obra con el fin de salvar a las personas de esta tierra inmunda. Esto se hace para dar testimonio, en beneficio de toda la humanidad. Lo que tal obra muestra a las personas es la justicia de Dios y puede exhibir de mejor manera la supremacía de Dios. Su grandeza y Su rectitud se manifiestan en la salvación de un grupo de personas en situación precaria a quienes otros desprecian. Nacer en una tierra inmunda no prueba, en absoluto, que Él sea inferior; simplemente permite que toda la creación vea Su grandeza y Su amor sincero por la humanidad. Cuanto más lo hace, más revela Su amor puro, Su amor perfecto por el hombre. Dios es santo y justo. Aunque Él nació en una tierra inmunda y aunque vive con esas personas llenas de inmundicia, del mismo modo que Jesús vivió con los pecadores en la Era de la Gracia, ¿acaso cada parte de Su obra no se hace en aras de la supervivencia de toda la humanidad? ¿No es todo esto para que la humanidad pueda obtener una gran salvación? Hace dos mil años, Él vivió con pecadores durante unos años. Eso fue en aras de la redención. Hoy, Él está viviendo con un grupo de personas inmundas, inferiores. Esto es en aras de la salvación. ¿Acaso toda Su obra no es en beneficio de vosotros, los humanos? Si no es para salvar a la humanidad, ¿por qué habría vivido y sufrido Él con pecadores durante tantos años, después de nacer en un pesebre? Y si no es para salvar a la humanidad, ¿por qué regresaría Él a la carne una segunda vez, a nacer en esta tierra en la que se congregan los demonios, y a vivir con estas personas que Satanás ha corrompido profundamente? ¿No es fiel Dios? ¿Qué parte de Su obra no ha sido para la humanidad? ¿Qué parte no ha sido para vuestro destino? Dios es santo, ¡esto es inmutable! Él no está contaminado por la inmundicia, aunque ha venido a una tierra inmunda; ¡todo esto solo puede significar que el amor de Dios por la humanidad es extremadamente abnegado, y que el sufrimiento y la humillación que Él soporta son extremadamente grandes!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La relevancia de salvar a los descendientes de Moab).
Compartió lo siguiente: “La palabra de Dios nos dice que la encarnación, aparición y obra de Dios en China en los últimos días tienen enorme trascendencia. El pueblo chino es el que más se resiste y odia a Dios. Es el más carente de aptitud y humanidad, pero Dios se encarnó allí, fue a obrar a China y expresa la verdad con suma tolerancia y paciencia. Dios ha soportado una gran humillación por salvarlos a ellos, los más inmundos y corruptos. Esto revela más aún cuán humilde y oculto es Dios, y nos muestra Su santidad, Su justicia y Su amor desinteresado y real por la humanidad. Vemos, además, que Dios es el Señor de la creación. Tiene autoridad para realizar Su obra en cualquier país, en medio de cualquier pueblo, pero, sea cual sea el país en que aparezca y obre, obra para toda la humanidad, para salvar a toda la especie humana. En los últimos días, Dios Todopoderoso ha aparecido y obra en China expresando verdades. Ya ha formado un grupo de vencedores y Su evangelio ya se está expandiendo por el planeta. La obra y las palabras de Dios Todopoderoso son como una gran luz que resplandece del oriente hasta el occidente. Cada vez más gente oye la voz de Dios, se vuelve en masa hacia Dios Todopoderoso y acepta la purificación y salvación de Dios. Si seguimos nuestras nociones y fantasías y creemos que, como las dos etapas previas de la obra de Dios fueron en Israel, Él es el Dios de los israelitas y no aparecería para obrar en China, ¿no lo estamos limitando? Dios dijo: ‘Mi nombre será grande entre las naciones’ (Malaquías 1:11). ¿Cómo se cumpliría eso entonces? En los últimos días, la encarnación y obra de Dios en China, donde impera el ateísmo, destroza por completo las nociones humanas. Nos demuestra que Dios no es solo el Dios de los israelitas, sino también el de los gentiles. Es el Dios de toda la humanidad, no de un único país ni de un único pueblo. ¡Tiene enorme sentido que Dios se encarne, aparezca y obre en China!”.
Sentí mucha vergüenza tras oír su enseñanza. No comprendía la obra de Dios, sino que, como los pastores, limitaba a Dios creyendo imposible que obrara en China. ¡Qué arrogante e ignorante de mi parte! Da miedo pensarlo. Por la gracia de Dios, tuve la suerte de oír Su voz y de aceptar Su obra de los últimos días. Si no, seguiría limitando a Dios en función de mis nociones, condenando Su aparición y obra, y no tendría esperanza de recibir Su salvación. Agradezco a Dios de todo corazón que me salvara. También he experimentado personalmente lo que dijo el Señor Jesús: “Y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:8). Estas palabras son muy reales y Dios es fiel. Siempre que busquemos, Dios nos guía y da esclarecimiento. ¡Demos gracias a Dios Todopoderoso!