45. Ya no elijo mis deberes según mis preferencias

Por Chen Miao, China

En 2006, acepté la obra de Dios de los últimos días. Desde entonces, he servido en la iglesia como líder y obrera. Aunque todos los días estaba muy ocupada y cansada, no tenía quejas porque creía que liderar y supervisar eran roles para aquellos que perseguían la verdad y que aquellos que cumplían esos deberes eran muy estimados por los hermanos y hermanas. En 2018, acepté un deber relacionado con textos. Estaba muy feliz y pensé que me debía estar yendo bien porque, de lo contrario, no me habrían elegido para un deber tan importante. Unos días después, me reuní con un líder superior y me dijo: “La iglesia está enfrentando detenciones por parte del PCCh; el ambiente está tenso en todas partes y necesitamos con urgencia gente que se haga cargo del deber de manejar los asuntos generales. Lo hemos discutido y nos gustaría que tú y tu esposo se encarguen de este deber”. Al oír las palabras del líder, sentí que la cabeza me zumbaba. Apenas podía creer lo que escuchaba y pensé: “¿Cómo pueden asignarme a manejar los asuntos generales? ¿Se ha equivocado el líder? ¡Manejar los asuntos generales no es nada más que mano de obra pesada! ¡Qué deber más bajo! ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas si se enteran?”. Cuanto más pensaba en ello, más me resistía. Quería decirle al líder que no deseaba asumir este deber, pero, considerando que los arreglos de la iglesia se basan en las necesidades del trabajo, no tuve más opción que aceptar a regañadientes. En el camino a casa, mi mente estaba en ebullición. “Desde que creo en Dios, siempre he servido como líder u obrera, o he cumplido un deber relacionado con textos, y ambos deberes suenan más prestigiosos que el deber de asuntos generales. Tener que hacer un trabajo tan pesado, sucio y cansador no es ni por asomo tan prestigioso como el deber relacionado con textos que estoy cumpliendo actualmente y, si las hermans del equipo se enteran, de seguro me menospreciarán y dirán que si he terminado haciendo este deber es porque no debo estar persiguiendo la verdad”. Cuando llegué a casa, me acosté sintiéndome débil e impotente, pero forcé una sonrisa al enfrentar a las hermanas; temía compartir abiertamente mi estado y que me menospreciaran cuando se enteraran que estaba haciendo el deber de manejar los asuntos generales.

Unos días más tarde, mi esposo y yo nos hicimos cargo oficialmente del deber de manejar los asuntos generales. Los primeros días, ayudamos a mudarse a nuevas casas a hermanos y hermanas que estaban en peligro. Mi esposo y yo nos levantábamos alrededor de las tres de la mañana para ayudar con las mudanzas, corríamos escaleras arriba y abajo y estábamos exhaustos todos los días, con dolor de espalda y de cintura, y, al llegar a casa por la noche, ni siquiera quería comer, estaba demasiado débil para levantarme de la cama. Después de hacer este trabajo de sol a sol durante una semana, comencé a quejarme: “Esto es solo mano de obra pesada. En el mundo, estos trabajos los realizan aquellos que carecen de conocimientos, aprendizaje o habilidades y nunca pensé que, después de todos los años que llevo creyendo en Dios, caería al nivel de realizar solo las tareas más modestas y laboriosas. Solía hacer trabajo relacionado con textos sentada frente a una computadora, con ropa limpia y resguardada del viento y la lluvia, ¡pero ahora estoy sudada y exhausta día tras día! ¡Era como el día y la noche!”. Todos los días hacía mi deber con resignación y mi estado había caído tan bajo que me sentía aturdida, como un cadáver andante y con un gran tormento interior.

En mi dolor, me presenté ante Dios y oré: “Oh Dios, los líderes dispusieron que manejara los asuntos generales pero no puedo someterme. Siento que este deber es bajo y que hará que las personas me menosprecien. No comprendo Tu intención. Por favor, esclaréceme y guíame para aprender una lección de todo esto”. Después de orar, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Algunos suelen sentirse superiores en la casa de Dios. ¿De qué maneras? ¿Qué provoca que se sientan así de superiores? Por ejemplo, algunos saben hablar una lengua extranjera y creen que eso significa que tienen un don y talento, y que, si la casa de Dios no contara con ellos, es probable que le resultara muy difícil expandir su obra. En consecuencia, quieren que la gente los admire dondequiera que vayan. ¿Qué método emplea este tipo de persona cuando conoce a otros? En su interior, les asignan toda clase de rangos diferentes a las personas que cumplen diferentes deberes en la casa de Dios. Los líderes están en la cúspide, aquellos con talentos especiales van en segundo lugar, luego las personas con talentos promedio y, en la base, aquellos que cumplen toda clase de deberes de apoyo. Algunos tratan la capacidad de cumplir los deberes importantes y especiales como capital, como si equivaliera a poseer realidades-verdad. ¿Qué problema hay aquí? ¿Acaso no es absurdo? Cumplir algunos deberes especiales los vuelve arrogantes y altaneros, y menosprecian a todo el mundo. Cuando conocen a alguien, lo primero que hacen siempre es preguntar qué deber cumple. Si esa persona cumple un deber corriente, la menosprecian y creen que no es digna de su atención. Cuando esta persona quiere compartir con ellos, de cara a la galería se muestran de acuerdo, pero por dentro piensan: ‘¿Quieres compartir conmigo? Eres un donnadie. Mira el deber que cumples, ¿cómo vas a ser digno de hablar conmigo?’. Si el deber que la persona cumple es más importante que el suyo, la adulan y la envidian. Cuando ven a los líderes u obreros, son serviles con ellos y los adulan. ¿Tienen principios a la hora de tratar a las personas? (No. Las tratan de acuerdo con el deber que cumplen y los distintos rangos que les asignan). Clasifican a las personas según su experiencia y veteranía y en función de sus talentos y dones(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo hay entrada en la vida en la práctica de la verdad). “Sea cual sea tu deber, no discrimines entre lo superior y lo inferior. Supongamos que dices: ‘Aunque esta tarea es una comisión proveniente de Dios y la obra de Su casa, si la hago, la gente podría menospreciarme. Otros llevan a cabo una obra que les permite destacar. Se me ha asignado esta tarea que no me permite destacar, sino que me hace trabajar entre bastidores, ¡es injusto! No haré este deber. Mi deber tiene que hacerme destacar ante los demás y permitirme forjarme un nombre, y aunque no me forje un nombre o me haga destacar, aun así, debería poder recibir algún beneficio de él y sentirme cómodo físicamente’. ¿Es aceptable esta actitud? Ser quisquilloso es no aceptar cosas de Dios; es tomar decisiones de acuerdo con tus propias preferencias. Esto no es aceptar tu deber; es rechazarlo, es una manifestación de tu rebeldía contra Dios. Tal quisquillosidad es adulterada con tus propias preferencias y deseos. Cuando consideras tus propios beneficios, tu reputación y otras cosas similares, tu actitud hacia tu deber no es de sumisión(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que mi perspectiva sobre el deber era incorrecta, y que había categorizado los deberes de la casa de Dios en varios niveles. Pensaba que si una persona era líder, obrera o supervisora de equipo en la casa de Dios siginificaba que tenía buen calibre y una intensa búsqueda de la verdad y que los hermanos y hermanas le tendrían mucha estima. En cambio, pensaba que aquellos con el deber de manejar asuntos generales tenían un calibre pobre y carecían de entendimiento de la verdad y hacer ese deber era visto como algo inferior y no permitía alardear. Por eso extrañaba los deberes que había hecho antes, cuando los hermanos y hermanas me estimaban y siempre me sentía superior al resto. Esto hacía que estuviera muy motivada en mi deber, dispuesta a renunciar a mi familia y mi carrera y a sufrir y entregarme. Ahora, al ser asignada al deber de manejar los asuntos generales, era como si me hubieran degradado y me sentía inferior frente a los hermanos y hermanas. Especialmente cuando el deber era doloroso y extenuante, me quejaba en mi corazón, sentía que ese arreglo de los líderes era injusto y dañaba mi integridad y solo quería eludir esa responsabilidad. En este punto, vi que mi elección del deber se basaba en la posibilidad de presumir y beneficiarme, y que no tenía en cuenta para nada la obra de la iglesia. Después de creer en Dios durante tantos años, aún no veía las cosas basándome en Sus palabras, sino que dividía los deberes en varios niveles. Mi perspectiva no era distinta de la de un incrédulo. Al darme cuenta de esto, me sentí disgustada y culpable.

Más tarde, leí más palabras de Dios: “En la casa de Dios se hace referencia constante a aceptar la comisión de Dios y cumplir con el deber propio adecuadamente. ¿Cómo surge el deber? En términos generales, surge como resultado de la obra de gestión de Dios de traer la salvación a la humanidad; hablando de manera más concreta, a medida que la obra de gestión de Dios se desarrolla entre la humanidad, surgen diversos trabajos que requieren de la gente que colabore para completarlos. Esto ha hecho que surjan responsabilidades y misiones que las personas tienen que cumplir y estas responsabilidades y misiones son los deberes que Dios confiere a la humanidad. En la casa de Dios, las diversas tareas que requieren la cooperación de las personas son los deberes que han de cumplir. Entonces, ¿se diferencian los deberes entre mejores y peores, nobles y humildes o grandes y pequeños? No existen tales diferencias; todo aquello que guarde relación con la obra de gestión de Dios, sea requisito de la obra de Su casa y sea un requerimiento para la difusión del evangelio de Dios, entonces es el deber de una persona. Este es el origen y la definición del deber(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). “¿Qué actitud debes tener ante tu deber? Primero, no lo debes analizar ni tratar de determinar quién fue el que te lo asignó, sino que debes aceptarlo de Dios como un deber encargado por Él, y has de obedecer la instrumentación y los arreglos de Dios y aceptar de Él tu deber. Segundo, no discrimines entre lo superior y lo inferior, y no te preocupes por su naturaleza: que te permita destacar o no, que se haga delante de la gente o entre bastidores. No tomes en consideración estas cosas. Existe además otra actitud: la sumisión y la cooperación activa(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). Después de leer las palabras de Dios, de repente obtuve algo de luz en mi corazón y comprendí que, en la casa de Dios, no se hacen distinciones entre deberes altos o bajos, nobles o humildes. No importa qué deber se cumpla, lo importante es cumplir bien el rol y la función de cada uno, se trata de desempeñar el deber de un ser creado. La iglesia dispone quién cumple cada deber basándose en la estatura y el calibre de cada persona y de acuerdo a las necesidades de la obra de la iglesia. Independientemente del deber, todo se hace para difundir el evangelio. Los líderes me asignaron el deber de manejar los asuntos generales, acondicionar el alojamiento de los hermanos y hermanas y organizar bien sus vidas para que puedan hacer sus deberes con tranquilidad, ya que eso también es necesario para el trabajo. Es como una máquina, cada parte cumple una función y, si falta una de ellas, la máquina no puede funcionar. Lo mismo sucede en la casa de Dios: cada deber es indispensable y cuando se trata de deberes no existen rangos. Es más, el hecho de que uno posea la realidad-verdad no se mide por el tipo de deber que cumpla. Antes, cuando cumplía el deber de líder y obrera, solía compartir con los hermanos y hermanas durante las reuniones, pero, cuando me transfirieron a un nuevo deber, no pude someterme y lo medía desde la perspectiva de un no creyente, revelando así mi lamentable carencia de verdad. Dios dice que cualquier tarea relacionada con Su plan de gestión es un deber, que no podemos distinguir entre deberes altos y bajos, nobles o humildes y que todos son responsabilidades que no se pueden eludir. Sin embargo, yo me veía a mi misma como alguien superior y pensaba que asignarme a manejar los asuntos generales era desperdiciar mi talento. Me sentía negativa, desafiante e incluso quería eludir este trabajo. ¿Cómo estaba haciendo mi deber? La esencia de Dios es muy santa y noble y, sin embargo, Él ha soportado todos los sufrimientos para encarnarse y expresar la verdad, trabajando en silencio por la salvación de la humanidad. Al reflexionar sobre mí misma, cuando sufría una pequeña adversidad física, me quejaba constantemente y malentendía. ¡Esta actitud mía hacia el deber simplemente carecía de humanidad y verdaderamente hería a Dios! Me sentía profundamente en deuda con Dios y me arrepentía de mi comportamiento rebelde. Ya no podía elegir mi deber basándome en mis propias preferencias y deseos. Cuando me sometí, mi mentalidad hacia mi deber cambió y sentí menos dolor y cansancio en mi corazón. El arreglo de las situaciones por parte de Dios reveló mis opiniones incorrectas y esto fue el amor y la salvación de Dios para mí.

Después de desempeñar el deber de manejar los asuntos generales durante seis meses, pensé que mis opiniones habían cambiado y que ya no perseguía el estatus o la reputación; sin embargo, cuando surgió una situación concreta, me puse en evidencia nuevamente. Un día, el líder se acercó para discutir conmigo la posibilidad de asignarnos a mi esposo y a mí a deberes de acogida. Considerando que mi anterior falta de sumisión en el deber de manejo de asuntos generales me había dejado en deuda, supe que esta vez no podía rebelarme, así que acepté y pronto rentamos una casa. Sin embargo, pasar los días viviendo con los hermanos y hermanas y verlos a todos cumplir deberes relacionados con textos me hizo sentir amargada e infeliz, y pensé: “Antes, yo también cumplía mi deber desde una computadora, pero ahora estoy todos los días agachada en la cocina preparando verduras y cocinando”. Me sentía muy inferior a ellos. Al pensar en ello, los ojos se me llenaban de lágrimas. Un día, el líder vino a mi casa para hablar del trabajo con los hermanos y hermanas y se fue sin preguntarme por mi estado, lo que me hizo sentir aún peor. Recordé la época en la que cumplía deberes relacionados con textos. Los líderes me valoraban, pero ahora sólo lidiaba con ollas y sartenes todo el día y parecía que nunca tendría la oportunidad de destacar. Cuanto más pensaba en ello, más doloroso se volvía y sentí que mi vida no tenía sentido. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto, así que rápidamente busqué las palabras de Dios para leer. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Bajo la fuerza impulsora de un carácter satánico corrupto, ¿qué ideales, esperanzas, ambiciones, metas de vida y rumbos tienen las personas? ¿No son contrarios a las cosas positivas? Por ejemplo, la gente siempre quiere tener prestigio o ser famosa; desea obtener mucha fama y prestigio y honrar a sus antepasados. ¿Son positivas estas cosas? No concuerdan en absoluto con las cosas positivas; es más, son contrarias a la ley de la soberanía de Dios sobre el porvenir de la humanidad. ¿Por qué digo esto? ¿Qué tipo de persona quiere Dios? ¿Quiere una persona con grandeza, famosa, noble o increíble? (No). Entonces, ¿qué tipo de persona quiere Dios? (Alguien con los pies plantados con firmeza en el suelo que cumple con su rol de ser creado). Sí, ¿y qué más? (Dios quiere una persona honesta que lo tema y evite el mal, y se someta a Él). (Alguien que permanezca junto a Dios en todos los asuntos, que se esfuerce por amar a Dios). Esas respuestas son también correctas. Se trata de alguien con Su mismo corazón y Su misma mente. ¿Dice en alguna parte de las palabras de Dios que las personas deben ceñirse a su posición como seres humanos? (Sí). ¿Qué dicen? (‘Como miembro de la humanidad creada, una persona debe mantener su propia posición y comportarse de forma correcta. Debes guardar con diligencia aquello que el Creador te ha confiado. No hagas nada fuera de lugar ni cosas más allá de tu capacidad o que le resulten aborrecibles a Dios. No trates de ser una gran persona, un superhombre o un individuo grandioso, ni busques convertirte en Dios. No es así como las personas deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es precioso, y a lo que los seres creados deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en un verdadero ser creado; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir[La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I]). Ahora que sabéis qué les exigen las palabras de Dios a las personas, ¿sois capaces de obedecer Sus exigencias en vuestra búsqueda de la conducta humana? ¿Queréis siempre desplegar vuestras alas y emprender el vuelo, deseáis siempre volar solos, ser un águila y no un pajarito? ¿Qué carácter es ese? ¿Se trata del principio de la conducta humana? Vuestra búsqueda de la conducta humana debe basarse en las palabras de Dios; solo estas son la verdad. […] ¿Qué es lo que hace que la gente siempre desee liberarse de la soberanía de Dios, quiera apoderarse de su propio porvenir, planificar su propio futuro y controlar sus perspectivas, su dirección y sus objetivos vitales? ¿De dónde proviene este punto de partida? (De un carácter satánico corrupto). Así pues, ¿qué les trae a las personas un carácter satánico corrupto? (Oposición a Dios). ¿Qué surge de que las personas se opongan a Dios? (Dolor). ¿Dolor? ¡Destrucción! El dolor no es ni la mitad. Lo que ves ante tus ojos es dolor, negatividad, debilidad, resistencia y quejas. ¿Qué consecuencia traerán estas cosas? ¡La aniquilación! Esto no es un asunto menor ni un juego(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Un carácter corrupto solo se puede corregir aceptando la verdad). Al pensar en las palabras de Dios, comprendí que la razón por la que siempre quería hacer el deber de líder u obrera y perseguía la admiración y la estima de otros era porque me guiaba mi deseo de reputación y estatus. Al vivir basándome en “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”, “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”, “Soporta las mayores adversidades para convertirte en el mejor”, y otros venenos satánicos similares, había llegado a confundir fama, protagonismo y perseguir la superioridad con cosas positivas; creía que vivir de esta forma era valioso y que ser menospreciada por otros significaba vivir sin éxito y ser inferior. Reflexioné sobre la época después de casarme. Aunque mi esposo y yo teníamos empleos estables y la vida era llevadera, yo era ambiciosa y no estaba dispuesta a llevar una vida ordinaria. Quería mejorar mi vida y conseguir la admiración de mis parientes y colegas. Para conseguirlo, mi esposo y yo teníamos un segundo empleo, además del principal. Criábamos gallinas y cultivábamos verduras y trabajábamos de sol a sol a diario. Con el tiempo, nuestras vidas mejoraron y los parientes y colegas alabaron mi capacidad, lo que me hizo sentir muy feliz y que mi vida no había sido en vano. Después de venir a la iglesia, yo aún perseguía la reputación y la superioridad y creía que ser líder, obrera o supervisora de equipo haría que los hermanos y hermanas me admiraran. Cuando mi deseo de reputación, ganancias y estatus estaba satisfecho, podía soportar cualquier adversidad, pero, cuando tenía que hacer deberes como manejar los asuntos generales o dar acogida a otros, sentía que eso era rebajarme, mi corazón se llenaba de resistencia y quejas y carecía de sumisión. No pensaba en cómo sostener la obra de la iglesia y revelaba un carácter satánico que se oponía a Dios. Al darme cuenta, sentí mucho miedo, y me presenté ante Dios en oración: “Oh Dios, mis opiniones sobre la búsqueda estaban equivocadas y en todos estos años de creer en Tí no he estado siguiendo la senda de la búsqueda de la verdad, sino usando mis deberes para satisfacer mi propio deseo de reputación y estatus, sin cumplir sinceremente mi deber como un ser creado. Dios, estoy dispuesta a arrepentirme y te pido que me guíes para comprender la verdad y corregir mis opiniones erróneas sobre la búsqueda”. Después, reflexioné y comprendí que realizar este deber era beneficioso para mi entrada en la vida. Aunque había servido como líder y obrera durante muchos años, no había perseguido la verdad y muchas de mis opiniones falaces no habían cambiado en nada. Ser transferida a otro deber me obligó a reflexionar y conocerme a mí misma y eso contenía el amor y la salvación de Dios para mí. Al comprenderlo me sentí arrepentida y culpable. Solo quería dejar que Dios me orquestara según Sus deseos y cumplir sinceramente cualquier deber con ánimo de búsqueda y sumisión.

Más tarde, leí más palabras de Dios: “Todo el mundo es igual ante la verdad y no hay distinciones de edad o de inferioridad o nobleza entre aquellos que hacen su deber en la casa de Dios. Todo el mundo es igual ante su deber, lo único que sucede es que hacen diferentes trabajos. No hay distinciones entre ellos en función de quién tiene antigüedad. Ante la verdad, todo el mundo debería mantener el corazón humilde, sumiso y receptivo. Todos deberían poseer esta razón y esta actitud(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). “En última instancia, que las personas puedan alcanzar la salvación no depende del deber que lleven a cabo, sino de si pueden comprender y obtener la verdad y de si son capaces de finalmente someterse a Dios por completo, de ponerse a merced de Su instrumentación, no tener consideración hacia su propio futuro y sino, y convertirse en seres creados aptos. Dios es justo y santo y estos son los estándares que usa para medir a toda la humanidad. Recuerda: estos estándares son inmutables(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). En las palabras de Dios vi Su carácter justo. A los ojos de Dios, todos somos seres creados y somos iguales. Dios no favorece a nadie solo por ser líder, ni menosprecia a otro por ocuparse de los asuntos generales. Dios expresa la verdad y provee a cada persona. Mientras las personas estén sedientas de la verdad y la persigan, todas tendrán la misma oportunidad de salvación. Dios no determina el desenlace de una persona basándose en la clase de deberes que realiza, sino según su esencia y la senda que transita. Si una persona no persigue la verdad, no practica las palabras de Dios y su carácter no cambia, al final será descartada, incluso aunque sea líder u obrera. En ese momento, también comprendí que no importa cuán alto sea mi estatus o cuántas personas me admiren, estas cosas no pueden salvarme. Solo persiguiendo la verdad y buscando un cambio de carácter de acuerdo con la intención de Dios hay oportunidad de salvación. Al comprender estas cosas, me sentí liberada en mi corazón y, desde entonces, solo deseé cumplir bien mi deber y saldar mi deuda con Dios. Después de esto, al hacer mi deber, ya no me centraba en cómo me veían los hermanos y hermanas, sino que pensaba cómo garantizar la seguridad de la casa y acoger bien a los hermanos y hermanas para que pudieran cumplir sus deberes en paz. Además, al desempeñar el deber de acogida, me centraba en reflexionar sobre los pensamientos y corrupciones que revelaba en mis interacciones diarias con las personas, acontecimientos y cosas. Busqué las palabras de Dios para resolverlos, prestando atención a escribir notas devocionales y a practicar la escritura de artículos de testimonios vivenciales. Cada día ha sido muy gratificante. El castigo y el juicio de las palabras de Dios corrigieron mis opiniones falaces y el cambio que experimento hoy es el resultado de la obra de Dios. ¡Gracias a Dios!

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