61. No debería hacer favoritismo hacia mi madre

Por Xinyi, China

En 2012, me hice responsable de la obra de varias iglesias. Me enteré de que, durante las elecciones de la iglesia, una persona malvada llamada Li Fang desorientó a mi madre, que entonces atacó y menospreció al líder de la iglesia recién electo. Dijo que no tenía aptitud para el trabajo, que no comprendía la verdad y que no estaba capacitado para ser líder, e hizo todo lo posible para exaltar y alabar a Li Fang como alguien que poseía la realidad-verdad. La describió como una persona que podía renunciar a cosas, trabajar duro, soportar la adversidad y pagar un precio. Al final, votó para que Li Fang, una persona malvada, asumiera el liderazgo. Mi madre también atacó y juzgó al diácono de riego diciendo que no tenía la obra del Espíritu Santo, que no podía hacer un trabajo real, y que debía renunciar a su puesto. Esto lo llevó a vivir en la negatividad y afectó el trabajo de riego. Mi madre no reflexionó en absoluto sobre sus acciones malvadas, y cuando la iglesia quiso expulsar a Li Fang, hizo todo lo posible para protegerla, buscando justicia para ella. Incluso llegó a incitar y a desorientar a los hermanos y hermanas para que se pusieran del lado de Li Fang. También dijo: “No importa cuántas elecciones tengamos, seguiré votando por Li Fang como líder”. Perturbó tanto que la elección no pudo llevarse a cabo con normalidad, lo que impactó gravemente a la obra de la iglesia. Después, un líder diseccionó y expuso las acciones malvadas de mi madre, pero ella no las admitió ni se arrepintió en absoluto. Por el comportamiento que tuvo, debían echarla. Cuando me enteré de que la iban a echar, me sentí muy molesta. Tras empezar a creer en Dios, fue perseguida y sufrió enormemente. Era la persona más cercana a mí y luchó mucho para criarme, así que, hasta cierto punto, empaticé con ella y no quería afrontar el hecho de que la fueran a echar. Oré a Dios y acudí a Él muchas veces, y con el esclarecimiento y guía de las palabras de Dios, llegué a tener cierto discernimiento de su esencia de persona malvada y firmé para aceptar que la echaran de la iglesia.

En mayo de 2018, estuve a cargo del trabajo de depuración en la iglesia. En los arreglos del trabajo que transmite la casa de Dios, vi que aquellos que muestran un arrepentimiento verdadero después de que los echen pueden ser considerados para reintegrarse a la iglesia. Pensé en que, durante los últimos años, mi madre mencionaba a veces que la habían echado de la iglesia. Decía que su naturaleza era demasiado arrogante, que era terca y que el hecho de que la hubieran echado mostraba el carácter justo de Dios. En una ocasión, le pregunté qué entendía sobre las acciones malvadas que cometió en aquel momento. Me contestó que principalmente se debían a que no tenía discernimiento y a que la habían desorientado. Pensaba que Li Fang llevaba mucho tiempo creyendo en Dios, que renunciaba a cosas, trabajaba mucho y soportaba adversidades, que estaba hecha para ser líder, y que había creído que su propia opinión era la correcta y no se había dejado disuadir. Pero cuando hablaba de las particularidades de sus acciones malvadas, seguía justificándose y poniendo excusas, proclamando su inocencia, como si tuviera razones justificadas para lo que había hecho. Así que, junté los problemas de mi madre con el comportamiento de Li Fang, le hablé sobre la naturaleza y las consecuencias de las perturbaciones causadas al trabajo por defender a personas malvadas y la guié a reflexionar y entenderse a sí misma. Mi madre asintió y coincidió conmigo. Dijo que había sido lacaya y portavoz de Satanás, que había sido una persona malvada. Me sentí muy feliz al oírla. Mi madre no era totalmente reacia a la verdad y tenía cierto entendimiento. También pensé: “Ha comido y bebido las palabras de Dios todos estos años, ha insistido en hacer ofrendas y en donar a la caridad y tiene cierto discernimiento sobre Li Fang. Después de que la echaran, una vez que estaba predicando el evangelio, la policía la arrestó, pero no delató a la iglesia ni se convirtió en judas. Y cuando yo estuve negativa y débil, me consoló y me animó. No he podido regresar a casa durante estos años porque la policía me busca, y ella me ha ayudado cuidando de mi hijo y me ha apoyado en el desempeño del deber”. Al pensar en estas cuestiones, me pregunté si mi madre estaba mostrando señales de arrepentimiento. Había estado muy triste cuando la echaron y esperaba que un día la iglesia volviera a aceptarla. Ahora, daba la casualidad de que yo era la encargada de esta tarea, así que tenía que hacer “todo lo posible” para que volvieran a aceptar a mi madre en la iglesia. Así podría vivir la vida de la iglesia con los hermanos y hermanas, y cuando descubriera que fui yo quien hizo que la aceptaran de nuevo, seguro que estaría encantada.

Entonces, escribí cartas a las iglesias que estaban a mi cargo, pidiéndoles a sus líderes que investigaran si había gente que se hubiera arrepentido sinceramente y que pudiera ser aceptada tras su expulsión. Un día, los líderes de las iglesias me enviaron cuatro cartas de arrepentimiento escritas por personas malvadas a quienes habían expulsado, y entre ellas estaba la de mi madre. Me puse muy contenta. Ya sabía lo de las otras tres personas. No habían mostrado señales de arrepentimiento después de que las expulsaran. En comparación, la posibilidad de que aceptaran de nuevo a mi madre era mucho mayor. Pensé que, de acuerdo con los principios de la iglesia para readmitir a las personas, la mayoría de los hermanos y hermanas, líderes y obreros deben evaluar a la persona que van a readmitir. De ninguna manera era suficiente basarse únicamente en la carta de arrepentimiento de la persona y en la evaluación de los líderes de la iglesia. Inmediatamente escribí cartas a los líderes de las iglesias, solicitándoles evaluaciones sobre mi madre de parte de personas que la conocían. Pero temía que solo pedirles que proporcionaran evaluaciones sobre mi madre llevara a que los hermanos y hermanas me acusaran de favoritismo. Para evitar levantar sospechas, pedí a los líderes que me proporcionaran evaluaciones de las cuatro personas lo antes posible. Y también pensé que mi propia evaluación sería decisiva, así que escribí un relato detallado de las acciones “penitentes” de mi madre después de que la echaran, pero solo hice un breve comentario sobre las razones por las que la expulsaron en aquel entonces. Temía que, si daba muchos detalles, afectaría a su readmisión. Lo más importante era resaltar su comportamiento relativamente bueno después de que la echaran, ya que, de esta manera, las posibilidades de que la aceptaran de nuevo en la iglesia serían mayores. Luego le escribí a mi madre; compartí y diseccioné sus acciones malvadas pasadas, la guié para que entendiera el origen de sus problemas, y le recordé que aprovechara esta oportunidad y se arrepintiera pronto. Mientras le escribía, sentí cierto remordimiento: ¿No estaba dejando que mis sentimientos influyeran al esforzarme tanto en secreto, para que volvieran a aceptar a mi madre? Pero estos fueron solo pensamientos fugaces, y no busqué la verdad ni reflexioné sobre mí misma. Mientras esperaba las cartas, temía que cualquier error pudiera afectar la readmisión de mi madre, así que cada pocos días escribía a los líderes de la iglesia, insistiendo para que me informaran sobre el progreso en la recopilación de las evaluaciones.

Un día, el líder superior me escribió una carta en la que me podaba: “Últimamente, los líderes de la iglesia han centrado su trabajo en recopilar materiales de readmisión para algunas personas expulsadas, dejando de lado las demás tareas. La iglesia no readmitirá a personas que no han mostrado signos de arrepentimiento, y aun así has solicitado a las iglesias que recopilen evaluaciones sobre ellas. Estás trastornando y perturbando la obra de la iglesia”. Al leer esto, en mi mente seguía defendiendo mi posición: “¿Recopilar evaluaciones de personas que no han demostrado arrepentimiento? ¿El líder lo ha malinterpretado? Mi madre ha mostrado señales de arrepentimiento. ¿Cómo puede decir que ninguna de estas personas ha mostrado arrepentimiento, y podarme por trastornar y perturbar la obra de la iglesia?”. Me resistía con todas mis fuerzas a aceptarlo. Era consciente de que mi estado no era bueno, así que me arrodillé y oré a Dios: “¡Oh, Dios! No puedo aceptar esta poda del líder en este momento. No tengo discernimiento sobre mi madre ni entiendo lo que es el verdadero arrepentimiento. Por favor, esclaréceme y guíame para comprender esta verdad”. Después de orar, me sentí un poco más tranquila. Más tarde, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Este ‘camino de maldad’ no se refiere a un puñado de actos malvados, sino a la fuente del mal de la que emana el comportamiento de las personas. ‘Apartarse de su propio camino de maldad’ significa que aquellos en cuestión nunca cometerán estos actos de nuevo. En otras palabras, nunca se comportarán de esa forma malvada de nuevo; el método, la fuente, el motivo, la intención y el principio de sus acciones han cambiado todos; nunca más usarán esos métodos y principios para traer disfrute y felicidad a sus corazones. El ‘despojarse’ en ‘despojarse de toda la violencia de sus propias manos’ significa deponer o desechar, romper totalmente con el pasado y nunca volver atrás. Cuando el pueblo de Nínive abandonó la violencia que había en sus manos, esto demostraba y representaba su arrepentimiento verdadero. Dios observa la apariencia exterior de las personas, así como sus corazones. Cuando Dios observó el arrepentimiento verdadero en los corazones de los ninivitas sin que ello le generara ninguna duda y también observó que habían dejado sus caminos malvados y abandonado la violencia que había en sus manos, cambió de opinión(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). “Independientemente de cuán airado había estado Dios con los ninivitas, en cuanto declararon un ayuno y vistieron de cilicio y cenizas, Su corazón comenzó a ablandarse y Su opinión a cambiar. El momento previo a que Él les proclamara que destruiría su ciudad —el momento anterior a su confesión y arrepentimiento de sus pecados— Dios seguía airado con ellos. Una vez que hubieron llevado a cabo una serie de actos de arrepentimiento, el enojo de Dios por los habitantes de Nínive se transformó gradualmente en misericordia y tolerancia hacia ellos. No hay nada contradictorio acerca de la revelación coincidente de estos dos aspectos del carácter de Dios en el mismo acontecimiento. Entonces, ¿cómo debería uno entender y conocer esta ausencia de contradicción? Dios expresó y reveló sucesivamente cada una de estas esencias de los dos polos opuestos antes y después de que el pueblo de Nínive se arrepintiera, con lo que la gente pudo ver la realidad de la esencia de Dios y que esta no se puede ofender. Dios utilizó Su actitud para decirle a la gente: no es que Dios no tolere a las personas o que no quiera mostrarles misericordia; más bien es que las personas raramente se arrepienten verdaderamente ante Dios, y es raro que las personas se vuelvan verdaderamente de sus malos caminos y abandonen la violencia de sus manos. En otras palabras, cuando Dios está airado con el hombre, espera que este sea capaz de arrepentirse sinceramente y, en efecto, espera ver el arrepentimiento verdadero del hombre, en cuyo caso continuará concediendo entonces con liberalidad Su misericordia y tolerancia al hombre. Es decir, la conducta malvada del hombre provoca la ira de Dios, mientras que la misericordia y tolerancia de Dios se conceden a aquellos que escuchan a Dios y se arrepienten sinceramente delante de Él, a aquellos que pueden volverse de sus caminos malvados y abandonar la violencia de sus manos. La actitud de Dios se reveló muy claramente en Su trato con los ninivitas: la misericordia y la tolerancia de Dios no son en absoluto difíciles de conseguir, y lo que Él exige es el arrepentimiento sincero de uno. Siempre y cuando las personas se vuelvan de sus caminos malvados y abandonen la violencia de sus manos, Dios cambiará Su opinión y Su actitud hacia ellas(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II). Al reflexionar sobre las palabras de Dios entendí que los habitantes de Nínive habían provocado la ira de Dios al cometer todo tipo de acciones malvadas. Sin embargo, como pudieron abandonar su mal camino y renunciar completamente a esas acciones —no solo confesaron y se arrepintieron de palabra ni cambiaron solo su comportamiento externo, sino que reflexionaron y entendieron sus acciones malvadas y cambiaron la intención, el origen y el propósito de sus acciones— alcanzaron el verdadero arrepentimiento, por lo que lograron la misericordia y tolerancia de Dios. Sin embargo, esas personas malvadas y anticristos solo muestran un comportamiento bueno exterior después de que los expulsan, predican el evangelio y hacen algunas buenas obras con la esperanza de enmendar sus fechorías pasadas. Aunque admiten de palabra haber hecho el mal, cuando se trata de qué acciones malvadas concretas cometieron, cuáles eran sus intenciones, metas y motivaciones para llevar a cabo tales actos, y qué naturaleza los dominaba, realmente no entienden ni odian el origen de esos problemas y, por ende, no pueden arrepentirse de verdad. Si se presenta una buena oportunidad, seguirán haciendo el mal y resistiéndose a Dios, y personas como estas no pueden obtener la misericordia y la tolerancia de Dios. Comparado con el comportamiento de mi madre, la iglesia la echó por hacer mucho mal y por negarse obstinadamente a arrepentirse, lo que ofendió al carácter de Dios. Esta fue la justicia de Dios. Pero si realmente hubiera comprendido y se hubiera arrepentido de sus acciones malvadas pasadas, se hubiera centrado en practicar la verdad y hubiera asegurado que jamás volvería a hacer cosas malvadas, quizá habría tenido la esperanza de conseguir la misericordia y tolerancia de Dios. Sin embargo, mi madre solo admitió de palabra que Li Fang la había desorientado y había trastornado y perturbado la vida de la iglesia, y también que era una persona malvada y lacaya de Satanás. Pero no tenía entendimiento de que había defendido a una persona malvada y las acciones malvadas que cometió, lo cual trastornó y perturbó las elecciones de la iglesia. Cuando se expusieron nuevamente sus hechos malvados, todavía trató de defenderse a sí misma usando razones objetivas y carecía de entendimiento sobre su esencia-naturaleza. Esto no era arrepentimiento verdadero. Cuando vi lo afectada que estaba cuando la echaron, cómo persistió en su fe y asistía a reuniones, y que no actuó como Judas cuando la arrestaron, que siempre hacía ofrendas y donaba a la caridad, cómo me consoló y me animó cuando me sentía negativa y débil, pensé que estaba mostrando signos de arrepentimiento. Por lo tanto, quería que la volvieran a aceptar en la iglesia. Pensé en estas palabras de Dios: “El estándar por el que los humanos juzgan a otros humanos se basa en su comportamiento; uno cuya conducta es buena es una persona justa y uno cuya conducta es abominable es malvado. El estándar por el que Dios juzga a los humanos se basa en si la esencia de alguien se somete a Él; uno que se somete a Dios es una persona justa y uno que no, es un enemigo y una persona malvada, independientemente de si el comportamiento de esta persona es bueno o malo, o si su discurso es correcto o incorrecto(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Dios juzga si alguien es bueno o malo sin basarse en si su comportamiento externo es bueno o malo, sino que se basa en su esencia, en su actitud hacia la verdad, y en si las intenciones y motivaciones detrás de sus acciones son practicar la verdad y someterse a Él. Si, en esencia, alguien odia la verdad, entonces, no importa lo bueno que sea su comportamiento externo, sigue siendo una persona malvada que se resiste a Dios. Vi que estaba tratando con personas sin principios. Creía que su arrepentimiento era genuino, juzgando únicamente algunos buenos comportamientos externos, pero no supe discernir su esencia ni presté atención a su actitud hacia la verdad. Lo único que quería era que la aceptaran de nuevo en la iglesia, lo cual carecía totalmente de principios. ¡Qué absurdos eran mis puntos de vista sobre las cosas! Más tarde, reflexioné sobre mí misma: ¿Qué carácter corrupto me estaba limitando y me obligaba a actuar de esa forma? Con esta pregunta en la mente, seguí buscando respuestas en las palabras de Dios.

Durante mis prácticas devocionales, leí algunas de Sus palabras: “¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos. ¿Cuáles son las probables consecuencias de que las personas tengan sentimientos y vivan según ellos? ¿Por qué detesta tanto Dios los sentimientos de la gente? A algunos siempre los constriñen sus sentimientos, no pueden poner en práctica la verdad y, aunque desean someterse a Dios, no pueden, de modo que sus sentimientos los atormentan. Muchas personas entienden la verdad, pero no pueden ponerla en práctica; esto también se debe a que sus sentimientos las constriñen(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “La casa de Dios te pide que hagas el trabajo de depuración de la iglesia, y hay una persona que siempre ha sido superficial en su deber y que constantemente busca la manera de holgazanear. Según los principios, esa persona debería ser depurada, pero tienes una buena relación con ella. Entonces, ¿qué tipo de pensamientos e intenciones surgirán en ti? ¿Cómo practicarás? (Actuaré según mis propias preferencias). ¿Y en qué se basan esas preferencias? En que esa persona ha sido buena contigo o ha hecho cosas por ti, tienes una buena impresión de ella, y por eso, en este momento quieres protegerla y defenderla. ¿Acaso no es ese el efecto de los sentimientos? Tienes sentimientos hacia ella, y por eso adoptas el enfoque de ‘Las autoridades superiores tienen políticas; las de las localidades tienen sus contramedidas’. Estás haciendo un doble juego. Por un lado, le dices: ‘Debes esforzarte un poco más cuando hagas las cosas. Deja de ser superficial, tienes que sufrir algunas adversidades; es nuestro deber’. Por otro lado, le respondes a lo Alto y dices: ‘Ha cambiado para bien. Ahora es más eficaz cuando cumple con su deber’. Pero en tu cabeza lo que estás pensando realmente es: ‘Eso es porque he trabajado en ella. Si no lo hubiera hecho, seguiría siendo igual que antes’. En tu mente, siempre piensas: ‘Se ha portado bien conmigo. ¡No la pueden echar!’. ¿De qué estado se trata cuando se hallan tales cosas en tu intención? Eso es dañar la obra de la iglesia a cambio de proteger las relaciones emocionales personales. ¿Acaso actuar así se ajusta a los principios-verdad? ¿Y existe sumisión cuando haces eso? (No). No existe sumisión, sino resistencia en tu corazón. En relación con las cosas que te suceden y el trabajo que se supone que debes hacer, tus propias ideas contienen juicios subjetivos, y ahí intervienen factores emocionales. Estás haciendo cosas basándote en los sentimientos, y aun así crees que actúas de manera imparcial, que estás concediendo a la gente la oportunidad de arrepentirse, y que les estás proporcionando una ayuda afectuosa; así haces lo que tú quieres, no lo que dice Dios. Trabajar de esa manera disminuye la calidad del trabajo, reduce la efectividad y daña la obra de la iglesia; todo es el resultado de actuar siguiendo los sentimientos. Si no te examinas a ti mismo, ¿serás capaz de identificar el problema? Nunca podrás hacerlo. Es posible que sepas que actuar así está mal, que es una falta de sumisión, pero lo piensas de nuevo y te dices a ti mismo: ‘Debo ayudarla con amor, y después de haberla ayudado y de que haya mejorado, no habrá necesidad de deshacerse de ella. ¿Acaso Dios no concede a la gente la oportunidad de arrepentirse? Dios ama a las personas, así que debo ayudarla con amor, y debo hacer lo que Dios me pide’. Después de pensar esas cosas, actúas a tu manera. A continuación, sientes tranquilidad en el corazón; te parece que estás practicando la verdad. Durante ese proceso, ¿has practicado conforme a la verdad, o has actuado según tus propias preferencias e intenciones? Tus acciones fueron totalmente acordes con tus propias preferencias e intenciones. A lo largo de todo el proceso, utilizaste tu supuesta bondad, amor, sentimientos y filosofías para los asuntos mundanos para suavizar las cosas y permanecer neutral. Parecía que estabas ayudando a esa persona con amor, pero en tu corazón estabas limitado por los sentimientos y, temeroso de que lo Alto lo descubriera, trataste de ganártelos siendo transigente, de tal modo que nadie se ofendiera y el trabajo se acabara haciendo; esa es la misma manera que utilizan los no creyentes para tratar de permanecer neutrales. ¿Cómo evalúa Dios esa situación a efectos prácticos? Te clasificará como alguien que no se somete a la verdad, que suele adoptar una actitud escrutadora y analítica hacia ella y hacia las exigencias de Dios. ¿Qué papel desempeña tu intención cuando afrontas la verdad y las exigencias de Dios mediante ese método y cuando cumples tus deberes con esa actitud? Sirve para velar por tus propios intereses, tu orgullo y tus relaciones interpersonales sin consideración alguna hacia los requerimientos de Dios y sin que ejerza ningún efecto positivo en tus propios deberes o la obra de la iglesia. Las personas así viven únicamente conforme a las filosofías para los asuntos mundanos. Todo lo que dicen y hacen va destinado a salvaguardar su orgullo, sus sentimientos y sus relaciones interpersonales, sin una sumisión genuina a la verdad ni a Dios, y sin el menor intento de declarar o reconocer esos problemas. No tienen el más mínimo sentimiento de culpa y se mantienen en la ignorancia más absoluta con respecto a la naturaleza de los problemas. Si la gente carece de un corazón temeroso de Dios, y si Dios no ocupa lugar alguno en su corazón, nunca podrán obrar de acuerdo con los principios, sean cuales sean los deberes que estén llevando a cabo o los problemas que estén afrontando. Las personas que viven sumidas en sus intenciones y deseos egoístas son incapaces de entrar en la realidad-verdad. Por ese motivo, si se enfrentan a un problema y no examinan sus intenciones ni son capaces de reconocer por qué son erróneas estas, sino que utilizan toda clase de justificaciones para mentir y excusarse, ¿qué sucederá al final? Hacen un buen trabajo a la hora de velar por sus propios intereses, su orgullo y sus relaciones interpersonales, pero han perdido su relación normal con Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La actitud que ha de tener el hombre hacia Dios). Mientras meditaba sobre las palabras de Dios, me sentí molesta y dolida. Cuando surgieron problemas, no busqué la verdad ni actué de acuerdo con los principios, sino que favorecí y protegí a mi familia, manteniendo mis sentimientos carnales e intereses personales en todos los sentidos. Actué guiada por mis sentimientos, mostrando un carácter corrupto, lo que estaba totalmente en contra de la intención de Dios. Tenía sentimientos muy fuertes y siempre pensaba que mi madre había soportado adversidades para criarme y se había esforzado mucho por mí. Debido a este lazo sanguíneo, siempre quise protegerla y abordé su problema de una manera completamente carente de principios. Cuando vi los arreglos del trabajo de la iglesia para readmitir a personas, mi primer pensamiento fue para mi madre. Sabía que era una persona malvada y que la iglesia la había echado, pero basándome únicamente en algún comportamiento bueno que había tenido, quería que la aceptaran de nuevo en la iglesia para satisfacerla y hacerla feliz, y mantener así mi relación familiar con ella. Especialmente al escribir su evaluación, vulneré los principios de objetividad, imparcialidad, veracidad y practicidad. Influida por mis sentimientos, la favorecí y la protegí, y la mayoría de lo que escribí fue sobre sus buenas cualidades, la hice parecer una persona positiva que perseguía la verdad y no hice apenas referencia a sus malas acciones del pasado. Temía que no tuviera un entendimiento auténtico de sus hechos malvados de entonces, así que le escribí para advertirle y desenmascarar cada uno de ellos, para que adquiriese una comprensión verdadera de sí misma, se arrepintiera pronto y se esforzara para que la volvieran a aceptar en la iglesia. Al recoger las evaluaciones de las personas que la conocían, sabía que las otras tres personas que habían expulsado no mostraban señales de arrepentimiento, pero tuve miedo de que si solo pedía evaluaciones sobre mi madre, los hermanos y hermanas dijeran que me dejaba llevar por mis sentimientos. Así que lo encubrí pidiendo a los líderes que proporcionaran evaluaciones de las cuatro personas. Además, cada cierto tiempo les preguntaba con insistencia a los líderes de la iglesia sobre el avance en la recopilación de las evaluaciones, lo cual perturbaba sus deberes. ¿Acaso no estaba trastornando y perturbando el trabajo de la iglesia? Me guié por mis sentimientos, fui calculadora y utilicé tácticas engañosas. Ya no podía distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Actué totalmente sin principios y pretendía readmitir a las personas según mi propio criterio. ¡Qué egoísta fui, qué despreciable y carente de humanidad! Aunque al emplear tales tácticas despreciables pudiera hacer que aceptaran de nuevo a mi madre, y mantener mi vínculo emocional con ella, ¡habría ofendido a Dios, me habría opuesto a Él y habría hecho el mal! Al pensar en eso, tuve miedo por lo que había hecho.

Luego, leí dos pasajes más de las palabras de Dios, y alcancé cierta comprensión sobre la naturaleza y las consecuencias de actuar según los propios sentimientos. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas son extremadamente sentimentales. Cada día, en todo lo que dicen y en todas las maneras en las que se comportan con los demás, viven según sus sentimientos. Sienten afecto por esta o aquella persona y pasan sus días envueltos en las sutilezas del afecto. En todo lo que se encuentran, viven en el ámbito de los sentimientos. Cuando un pariente no creyente de esa persona muere, lo llora durante tres días y no permite que entierren el cuerpo. Sigue teniendo sentimientos por el fallecido y estos son demasiado intensos. Se podría decir que esos sentimientos son el defecto fatal de esta persona. Sus emociones los constriñen en todos los asuntos, son incapaces de practicar la verdad o de actuar de acuerdo con los principios, y con frecuencia son propensos a rebelarse contra Dios. Los sentimientos son su mayor debilidad, su peor defecto, y pueden llevarlos a la ruina absoluta y destruirlos. Las personas que son demasiado sentimentales son incapaces de poner la verdad en práctica o de someterse a Dios. Les preocupa la carne y son estúpidos y están atolondrados. La naturaleza de esta clase de personas es muy sentimental y viven en función de sus sentimientos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son rebeldes contra Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de la rectitud? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres rebelde? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están trastornando de manera intencionada la obra de Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). A partir de las palabras de Dios entendí que, para mantener las relaciones familiares, las personas que tienen sentimientos demasiado intensos vulneran los principios y traicionan la verdad en momentos clave, y hacen cosas que se oponen y traicionan a Dios, lo que provoca que Dios las deteste y las odie. Si se compara con mi estado, yo vivía según los venenos satánicos de “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?” y “La sangre es más espesa que el agua”, al considerar los vínculos familiares lo más importante, y aprovecharme de mi deber para encontrar maneras de que aceptaran de nuevo a mi madre en la iglesia. No buscaba la verdad en absoluto. Me dejé llevar solo por lo que decía mi madre sobre su arrepentimiento y por algunas buenas conductas que mostró, y quería que la aceptaran de nuevo en la iglesia. Solicité a las personas que escribieran evaluaciones sobre ella con la intención de presentar pruebas para su readmisión, y le escribí específicamente para poner al descubierto sus acciones malvadas para que de inmediato pudiera comprender, arrepentirse y esforzarse por que la iglesia la aceptara de nuevo lo antes posible. Pensé en que, desde que comencé a realizar el trabajo de depuración, los materiales que gestioné de las personas a las que habían echado y los solicitantes de readmisión se comprobaron de acuerdo a los principios, pero yo fui muy indulgente con mi madre y no busqué los principios-verdad durante todo ese tiempo. Especialmente cuando escribí una evaluación sobre mi madre, utilicé intencionadamente el engaño y la falsedad, mencionando solo aspectos positivos sobre ella, y compartí con ella para que se arrepintiera deprisa. Aunque tenía remordimientos, actué vulnerando obstinadamente los principios, al pretender que aceptaran de nuevo en la iglesia a una persona malvada declarada. Insistí en encontrar maneras de readmitir en la iglesia a quien Dios odiaba y detestaba guiándome por mis sentimientos. ¿Acaso no estaba actuando deliberadamente en contra de Dios y trastornando y perturbando la obra de la iglesia? Reflexioné sobre cómo las personas en la nación gobernada por el gran dragón rojo manipulan la ley a su favor. Cuando alguien se convierte en un funcionario y ejerce poder, sus familiares y amigos también se benefician, y pueden ser promovidos y ocupar posiciones importantes sin importar si son buenos o malos, sin tener en cuenta la ley y el orden. No tomé en cuenta los principios de la casa de Dios, ni tuve un corazón temeroso de Dios en absoluto. Vulneré los principios y, con obstinación, quise que readmitieran a mi madre en la iglesia. Sin darme cuenta, me convertí en el escudo para una persona malvada. ¡Realmente hice que Dios me detestara y me odiara! Los principios de la iglesia para aceptar a las personas dicen: Algunas personas cometen todo tipo de maldades y fechorías temerarias, lo que causa perturbaciones a la obra de la iglesia, por eso se las expulsa. Si, tras expulsarlas, se arrepienten sinceramente de sus acciones malvadas, y pueden ganarse a más personas, gente buena, cuando predican el evangelio, entonces, pueden ser consideradas para su readmisión y se les puede dar una oportunidad si solicitan regresar a la iglesia. Si una iglesia acepta de nuevo a la mayoría de las personas a quienes echó, está actuando en desacuerdo con los principios. Debido a que la esencia de una persona malvada permanece siempre como tal, no es posible que llegue a arrepentirse de verdad. Es necesario tener un corazón temeroso de Dios cuando se trata de readmitir a personas en la iglesia, buscar la verdad, discernir con claridad las manifestaciones y la esencia de cada persona, y esforzarse por no acusar injustamente a una buena persona ni readmitir a alguien malo o malvado. Pensé que si vulneraba los principios y aceptaba a mi madre de nuevo en la iglesia, sin que ella comprendiera sus acciones malvadas ni se arrepintiera realmente, entonces, cuando surgiera una oportunidad, sin duda continuaría haciendo el mal. Provocaría, incitaría y desorientaría a las personas, trastornando y perturbando la obra de la iglesia. Al hacer esto, yo sería cómplice de esta maldad y actuaría como una lacaya de Satanás. Comprendí que mis sentimientos eran mis debilidades vitales, eran un obstáculo, una traba que me impedía practicar la verdad. Los sentimientos me habían cegado y no era capaz de ver las cosas de acuerdo con las palabras de Dios. Había vulnerado los principios de mi deber para preservar los sentimientos entre mi madre y yo. Todo lo que había hecho era traicionar y oponerme a Dios. ¡Seguir así habría sido tan peligroso! Afortunadamente, me podaron, y eso detuvo a tiempo mi creciente maldad. De lo contrario, habría aceptado a mi madre de nuevo en la iglesia y perturbado su obra y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. ¿Acaso no me habría convertido en cómplice de una persona malvada? Las consecuencias habrían sido inimaginables. Me inundaron el remordimiento, la culpa y el sentimiento de estar en deuda con Dios, así como una profunda gratitud hacia Él por protegerme. Decidí que nunca más actuaría según mis sentimientos ni lastimaría el corazón de Dios, y me dispuse a buscar la verdad y a actuar de acuerdo con los principios.

Más tarde, busqué nuevamente los principios relevantes y llegué a la conclusión de que ninguna de las cuatro personas tenía una comprensión genuina de sus acciones malvadas. En sus cartas de arrepentimiento, algunos de ellos seguían justificándose indirectamente para que la gente pensara erróneamente que sus malas acciones respondían a razones justificables. Siguiendo los principios de la iglesia para readmitir personas, decidí que ninguna de estas cuatro podía regresar a la iglesia. Pensé en estas palabras de Dios: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. Si tus padres no creen en Él, si saben perfectamente que la fe en Dios es la senda correcta y que puede conducir a la salvación, y sin embargo siguen sin estar receptivos, entonces no cabe duda de que son personas que sienten aversión por la verdad y que la odian, y de que se resisten a Dios y lo odian. Y Él naturalmente los aborrece y los odia. ¿Podrías aborrecer a esos padres? Se oponen a Dios y lo agravian, en cuyo caso, seguramente son demonios y satanases. ¿Podrías odiarlos y maldecirlos? Todas estas son preguntas reales. Si tus padres te impiden creer en Dios, ¿cómo debes tratarlos? Tal y como pide Dios, debes amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia. Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’. ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano, pero las personas a menudo son incapaces de captar su verdadero sentido(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Al meditar sobre las palabras de Dios, entendí que solo aquellos que pueden aceptar, practicar la verdad y proteger la obra de la casa de Dios son verdaderos hermanos y hermanas, y se les debe ayudar con un corazón amante. En cuanto a las personas malvadas que no practican la verdad en absoluto e incluso sienten aversión por ella y se niegan a arrepentirse después de hacer el mal y causan perturbaciones, se las debe rechazar. Solo practicar de esta manera está en conformidad con la intención y los requisitos de Dios. Encontré el principio para tratar con mi madre: ama lo que Dios ama, odia lo que Dios odia. En términos de lazos sanguíneos, es mi madre, pero su naturaleza siente aversión por la verdad y la odia. No comprende realmente sus hechos malvados, ni se arrepiente. Según las evaluaciones de los hermanos y hermanas, las opiniones de mi madre sobre las cosas son iguales a las de los no creyentes, persigue tendencias mundanas y su esencia de persona malvada e incrédula ha sido revelada. Dios odia y detesta a personas así y no salva a la gente malvada, así que debo tratar a mi madre de acuerdo a los principios-verdad, puesto que solo esto está en conformidad con la intención de Dios. Al final, siguiendo los principios de la iglesia para aceptar a las personas y las verdades relacionadas con el discernimiento de la buena conducta y el arrepentimiento verdadero, redacté una carta a los líderes de la iglesia con mis recomendaciones para manejar a estas personas. Los líderes de la iglesia respondieron luego por carta, diciendo que, tras un periodo de investigación y descubrimiento, concluyeron que mi madre solo había mostrado cierto buen comportamiento, pero que no comprendía ni se arrepentía realmente de sus acciones malvadas. Añadieron que ninguna de estas cuatro personas cumplía con los principios para ser readmitidas y no podían aceptarlas de nuevo en la iglesia. Entonces, me sentí tranquila y comprendí que el corazón solo puede liberarse de verdad al actuar conforme a los principios y sin dejarse llevar por los sentimientos. Fue enteramente gracias a la guía de las palabras de Dios que logré practicar de esta manera.

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