66. ¿Es un principio de conducta ser amable?
Recuerdo que cuando estaba en primer grado, nuestra maestra titular era amable y accesible y siempre tenía una expresión bondadosa en su rostro. Nunca perdía la paciencia con nosotros ni nos criticaba con severidad. A veces charlaba con nosotros como si no fuera nuestra maestra. A todos nos gustaba estar cerca de ella y nuestros padres la elogiaban por ser una buena maestra. Yo la admiraba mucho y la tenía en alta estima, y quería ser como ella. Más adelante en la vida, sin importar con quién interactuara, yo casi nunca discutía con nadie. Incluso si alguien me lastimaba y me molestaba o lo odiaba, optaba por forzar una sonrisa al saludar para estar en paz. Por esto, a mis compañeros les gustaba estar cerca de mí y todos mis familiares decían que era educada y sensata. Después de creer en Dios, me comportaba de la misma forma con mis hermanos y hermanas: hablaba con suavidad y me esforzaba por no herir el orgullo de nadie. Incluso cuando veía que otros tenían problemas, siempre le quitaba importancia a lo que pasaba, lo que hacía que los demás tuvieran una opinión positiva de mí y reforzaba mi creencia de que actuar de esa manera era bueno. Fue solo más tarde, después de atravesar algunas situaciones y a través de lo que deja en evidencia la palabra de Dios, que entendí que ser amable no es un principio según el cual comportarse y llegué a entender cómo comportarme con la semejanza de una persona real.
En enero de 2022, me tocó supervisar parte de la obra de depuración de la iglesia. Li Yuan y Lin Xi recién empezaban en esta obra y aún no entendían los principios, así que di seguimiento a la labor que realizaban un poco más. En aquel momento, descubrí que eran muy negligentes en su deber y comenzaban a surgir algunos problemas evidentes. Una vez, noté que en los materiales que ellas habían organizado, solo se habían resumido las conductas de algunas personas y faltaban detalles. En algunos casos faltaban pruebas y se necesitaban más ejemplos para confirmar si esas personas debían echarse. Si no se investigaba y verificaba con claridad, fácilmente podía echarse y expulsarse a una persona de manera errónea. Esto era un problema muy grave. Advertí lo descuidadas que eran ambas al organizar los materiales para depurar a las personas y cuanto más pensaba en ello, más me enojaba. Así que le dije ami compañera, la hermana Liu Jing: “Li Yuan y Lin Xi recién comienzan a trabajar en esto y no piden consejo sobre muchos de los asuntos que no comprenden. Son muy negligentes en sus deberes. Esta vez, debo indicarles la actitud problemática que tienen hacia su deber”. Liu Jing estuvo de acuerdo conmigo. Pero al escribirles a ambas, dudé: “Cuando estuve con ellas hace unos días, sus estados parecían algo negativos, si las podo y disecciono la naturaleza de su negligencia en los deberes, ¿se volverán tan negativas que renunciarán? ¿Dirán que no entiendo sus dificultades y que soy demasiado exigente y severa? Quizás desaparezca la buena impresión que tienen de mí”. Para proteger mi propia imagen, solo señalé las desviaciones que ellas habían causado y no dije nada que desenmascarara sus actitudes corruptas. Incluso lo expresé con una serie de consolaciones y exhortaciones, tales como alentarlas a ver sus deficiencias y carencias de manera correcta y no vivir en la negatividad y la incomprensión. Cuando Liu Jing leyó mi carta, dijo: “¿No ibas a hablar sobre la naturaleza de la negligencia en sus deberes? ¿Por qué eres tan indirecta? ¿Crees que ellas reconocerán su problema si les hablas de esta manera?”. Al escuchar lo que dijo Liu Jing, me di cuenta de que andarme por las ramas de esta manera no iba a dar resultados, pero tenía miedo de causarles una mala impresión, así que encontré una excusa para esquivar el asunto.
En febrero, fui a su grupo para hablar del trabajo. Para no distanciarme de ellas, me dije a mí misma que tenía que ser cordial con ellas y cuidadosa con mis palabras, no hablar con mucha superioridad o severidad. Al verlas bromear, les seguí la corriente para que me vieran como alguien llevadero, accesible y humilde, y capaz de congeniar con todos. Cuando las escuché decir que no habían progresado en lo absoluto y se sentían un poco abatidas, les dije que en el pasado yo también había tenido muchas carencias, y que me había tomado mucho tiempo llegar a comprender algunos principios. Se lo dije para consolarlas y animarlas. Al poco tiempo, nos entendimos y una hermana me dijo que era agradable relacionarse así, sin presiones. Al oírla, me convencí aún más de que era correcto comportarme así. Una vez, una miembro del equipo, Chen Xin, me dijo que, a pesar de que había participado en este trabajo durante bastante tiempo, ella aún cometía errores de manera constante, pensaba que no había progresado, y se sentía bastante negativa. Yo sabía que la falta de progreso de Chen Xin se debía a su impaciencia por obtener resultados y a que se comparaba con los demás, y a que no se centraba en los principios, pero temía que, si le señalaba su problema directamente, no se lo tomara bien y se formara algún tipo de prejuicio u opinión negativa de mí. Así que me limité a animarla y a decirle: “Recién empiezas, y es normal que haya algunos problemas o desviaciones en tu trabajo. Es solo cuestión de práctica. Tienes que verte a ti misma correctamente, resumir los problemas y desviaciones que se produzcan y, a continuación, aprender los principios pertinentes de forma específica. Así es como progresarás”. Como no señalé el problema de Chen Xin, ella no reconoció su carácter corrupto y continuó comparándose con los demás y sintiéndose negativa cuando no estaba a la altura. Lin Xi también estaba siendo superficial en sus deberes, y aún había numerosos problemas, lo que afectaba al progreso de la obra. Sabía que Lin Xi era muy ruin en sus deberes y que debí haberla podado y desenmascarado, pero temía que se llevara una mala impresión de mí y que dejara de apoyarme o respaldarme. Por lo tanto, me limité a tratar sus problemas por encima, y le sugerí que su falta de progreso podía deberse a tener intenciones incorrectas en su deber. Debido a cómo minimicé las cosas, Lin Xi no tomó nada de lo que dije en serio, no enmendó su actitud negligente y a menudo tuvo que rehacer su trabajo. Dado que yo solo pensaba en cómo proteger mis relaciones, solo hablaba de los problemas que veía de forma superficial, lo que no daba ningún resultado y retrasaba la obra. Pero no reflexionaba ni me reconocía.
En una reunión, compartimos las palabras de Dios que exponen cómo los anticristos se ganan los corazones de las personas. Por casualidad leí un pasaje que se correspondía directamente con mi estado. Por fin pude conocer un poco mi comportamiento. Dios Todopoderoso dice: “Cuando algunos líderes de la iglesia ven a los hermanos y hermanas llevar a cabo los deberes de manera superficial, no se lo recriminan, aunque deberían. Cuando tiene claro que se están menoscabando los intereses de la casa de Dios, no se preocupa por ello, no hace averiguaciones de ningún tipo ni hace la menor ofensa a los demás. De hecho, en realidad no muestra consideración por las debilidades de las personas; en lugar de eso, su intención y objetivo es ganarse el corazón de la gente. Es totalmente consciente de que: ‘Mientras haga esto y no ofenda a nadie, pensarán que soy un buen líder. Tendrán una opinión buena y elevada de mí. Me darán su aprobación y seré de su agrado’. No le importa cuánto daño se haga a los intereses de la casa de Dios, cuántas pérdidas sufra la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios ni en qué medida la vida de iglesia de este se vea perturbada, sino que se limita a insistir en su filosofía satánica y a no ofender a nadie. No existe nunca autorreproche en su corazón. Cuando ve que alguien causa trastornos y perturbaciones, como mucho puede intercambiar algunas palabras con esa persona al respecto, con lo que minimiza el asunto y se lo quita de encima. No hablará sobre la verdad ni le indicará a esa persona la esencia del problema, y menos aún diseccionará su estado ni compartirá nunca cuáles son las intenciones de Dios. Los falsos líderes nunca dejan en evidencia ni diseccionan los errores que las personas cometen a menudo ni las actitudes corruptas que estas suelen revelar. No resuelve ningún problema real, sino que siempre consiente las prácticas erróneas y revelaciones de corrupción de las personas, y por muy negativas o débiles que sean estas, no se lo toma en serio. Se limita a predicar algunas palabras y doctrinas y a pronunciar unas cuantas exhortaciones para gestionar la situación de manera superficial e intentar mantener la armonía. En consecuencia, el pueblo escogido de Dios no sabe cómo reflexionar sobre sí mismo ni autoconocerse, no se resuelven las actitudes corruptas que revelan, sean cuales sean, y viven entre palabras y doctrinas, nociones y figuraciones, sin ninguna entrada en la vida. En su fuero interno llegan a creer: ‘Nuestro líder tiene incluso una mayor comprensión de nuestras debilidades que Dios. Nuestra estatura es demasiado pequeña para estar a la altura de los requerimientos de Dios. Nos basta con cumplir con los requerimientos de nuestro líder; al someternos a él, nos estamos sometiendo a Dios. Si llega un día en el que lo Alto despida a nuestro líder, nos haremos oír; a fin de mantenerlo en su puesto e impedir que lo despidan, negociaremos con lo Alto y lo obligaremos a aceptar nuestras exigencias. Así es como haremos lo correcto por nuestro líder’. Cuando la gente tiene esos pensamientos en su interior, cuando han establecido esa relación con su líder y ha surgido en su corazón esa clase de dependencia, envidia y adoración hacia este, llegan a tener incluso mayor fe en el líder y siempre quieren escuchar sus palabras, en lugar de buscar la verdad en las palabras de Dios. Un líder semejante casi ha ocupado el lugar de Dios en el corazón de la gente. Si un líder está dispuesto a mantener este tipo de relación con el pueblo escogido de Dios, si eso le produce una sensación de gozo en el corazón y cree que el pueblo escogido de Dios debería tratarlo así, entonces no hay diferencia entre ese líder y Pablo, ya ha tomado la senda de un anticristo y este ya ha desorientado al pueblo escogido de Dios, que carece por completo de discernimiento” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse el corazón de la gente). Dios expone que los anticristos siempre tienen en cuenta la carne de las personas. Notan cuando los hermanos y hermanas son negligentes en su deber y retrasan la obra de la iglesia, pero ni señalan esto ni los podan. En su lugar, solo complacen y se amoldan a la gente con la finalidad de implantar una buena imagen de sí mismos en su corazón y, esencialmente, ganársela. Sentí como si Dios pusiera al descubierto mi propio comportamiento. En mi deber, siempre intentaba proteger mi imagen y mi estatus en el corazón de la gente. Para que los miembros del equipo se sintieran bien conmigo, solía comportarme amablemente, e incluso prestaba especial atención a mi tono de voz y a mi actitud al hablar. Temía que cualquier paso en falso causara en la gente una mala impresión de mí. Vi el estancamiento y mal estado de Chen Xin, y sabía que se debía a que siempre perseguía la reputación y el estatus, se comparaba con los demás, y no se centraba en sus habilidades profesionales. Tenía claro que, si seguía así, no solo afectaría a su propia entrada en la vida, sino que la obra también se retrasaría. Debí haber hablado con ella y haberle señalado estas cosas, pero tenía miedo de ofenderla, así que me limité a consolarla, animarla y exhortarla. Chen Xin era incapaz de reconocer sus propios problemas y vivía en un estado negativo, su entrada en la vida se veía obstaculizada y progresaba muy poco profesionalmente. Yo también sabía muy bien que Lin Xi actuaba con negligencia en cuanto a sus deberes y que claramente tenía que señalarle sus problemas y hablarle sobre la esencia de estos para ayudarla a reflexionar y entender la situación, pero temía que señalarle directamente sus problemas pudiera provocar que me viera de manera negativa, así que me limité a tratarlos por encima, lo que no contribuyó en nada a resolverlos. Al darme cuenta, comprendí por fin que mi conducta había sido la de un anticristo que intentaba ganarse el corazón de la gente. Para obtener la aprobación y el apoyo de los miembros del grupo, siempre los había complacido, y había evitado señalar los problemas o hablar para resolverlos. No solo había retrasado la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas, sino también la obra de la iglesia. ¡Había sido tan egoísta y despreciable!
Más tarde, me sinceré con los miembros del equipo acerca de cómo había intentado ganarme a la gente. Uno de ellos dijo: “La vez pasada, cuando hubo algunas desviaciones en nuestro trabajo, no nos podaste, y solo nos enviaste una carta de aliento y exhortación en su lugar. Una hermana incluso dijo: ‘Mira, está intentando consolarnos otra vez’”. Me sentí aún más culpable cuando le oí decir esto. Cuando la iglesia depura a una persona, esta debe evaluarse seriamente de acuerdo con los principios-verdad. No hay lugar para la negligencia o la superficialidad. Si no se toma esto en serio ni se evalúan los asuntos de acuerdo con los principios, esto podría conducir fácilmente a falsas acusaciones y perjudicar a hermanos y hermanas. Me había quedado claro que eran negligentes en sus deberes, y que casi perturbaban la obra de la iglesia, pero como tenía miedo de ofenderlas, no les orienté ni les ayudé, e ignoré completamente si la obra de la iglesia resultaba afectada. ¡Mi comportamiento era de resistencia a Dios! Me asusté al darme cuenta de ello y quise enmendar las cosas lo antes posible.
Más tarde, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, trabajar juntos y establecer contacto con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, amables, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. Una persona así no tiene un corazón honesto. No es una persona honesta. Supón que alguien se halla en un estado negativo y te dice con sinceridad: ‘Dime por qué exactamente soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!’. Y supongamos que, de hecho, en el fondo comprendes su problema, pero no se lo dices, sino que contestas: ‘No es nada. No estás siendo negativo; yo también suelo ponerme así’. Estas palabras suponen un gran consuelo para esa persona, pero la postura que adoptas no es sincera. Estás siendo superficial con ella, con tal de que se sienta cómoda y de proporcionarle consuelo, has evitado hablarle con honestidad. No la estás ayudando de veras ni estás exponiéndole claramente su problema, de modo que pueda dejar atrás su negatividad. No has hecho lo que debe hacer una persona honesta. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, has sido superficial con ella, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debes hacer en este tipo de situaciones para ser una persona honesta? Has de decirle lo que has visto e identificado: ‘Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que seas capaz de aceptarlo de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema. Ya que te parece que se te ha humillado, y nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que se te está atacando y nunca te habías sentido tan ofendido, no lo aceptas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?’. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: ‘A menudo también yo me vuelvo negativo’, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, considera normal serlo ella y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). La lectura de la palabra de Dios me dio una senda de práctica. Cuando interactuamos unos con otros, debemos ser francos y sinceros. Debemos ser capaces de hablar con sinceridad cuando vemos los problemas de los demás, para que ellos puedan reconocer los problemas que tienen. Tratar así a la gente beneficia su entrada en la vida. Vi que Lin Xi era negligente en su deber, y aún así continué ofreciéndole palabras insinceras de consuelo y exhortación para ganarme su favor. Esto la perjudicaba y era falso. Aunque señalarle directamente su problema pudo haberla avergonzado por un momento, la habría ayudado a reflexionar y también habría protegido la obra de la iglesia. Al darme cuenta de esto, fui a ver a Lin Xi y hablé con ella mientras empleaba algunas de las palabras de Dios que desenmascaran la esencia y las consecuencias de la negligencia. Lin Xi reconoció lo ruin que había sido, que había sido descuidada y poco escrupulosa en sus deberes. Más tarde, vi que Lin Xi intentaba cambiar las cosas de manera consciente. Era más concienzuda y responsable en sus deberes que antes y progresaba de manera clara. Al ver este resultado, me sentí muy avergonzada. Siempre había mantenido una imagen de afabilidad a los ojos de la gente, solo les ofrecía lugares comunes con tibieza, y no hacía nada para beneficiarlos. Si hubiera señalado antes los problemas de Lin Xi, ella habría podido cambiar las cosas antes, y habría beneficiado el progreso del trabajo. Más tarde me enteré de que Chen Xin estaba mal, que sentía que le faltaba calibre y capacidad de trabajo, y que era inferior a sus compañeras de grupo. También tenía la impresión de que yo la menospreciaba, así que vivía en la negatividad y quería renunciar. Me acerqué a ella y le hablé con franqueza. Le dije que daba demasiada importancia a la reputación y al estatus, e hice uso de la palabra de Dios para hablar con ella sobre la esencia y las consecuencias de perseguir la reputación y el estatus y renunciar a su deber. Después de nuestra charla, Chen Xin logró comprenderse a sí misma y su estado mejoró un poco. Me sentí muy feliz y comprendí que, si uno actúa y se conduce según la palabra de Dios, su corazón estará en paz, y podrá tener relaciones normales con los demás.
Más adelante, leí más de la palabra de Dios y empecé a entender la verdadera esencia detrás de las prácticas culturales tradicionales de afabilidad y accesibilidad. Dios Todopoderoso dice: “La esencia de una buena conducta, como ser accesible y amable, puede calificarse con una sola palabra: fingimiento. Esa buena conducta no nace de las palabras de Dios ni es resultado de la práctica de la verdad o de un comportamiento con principios. ¿De qué es fruto? De las motivaciones de la gente, de sus maquinaciones, su fingimiento, su disimulo, su astucia” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). “En conjunto, todos los enunciados de buena conducta no son más que una forma de adornar la conducta e imagen externas del hombre. ‘Adornar’ es una expresión amable; para ser más precisos, en realidad es una manera de disimular, una manera de proyectar una falsa imagen para engañar a los demás y que se sientan bien contigo, para engañarlos y que te evalúen positivamente, para engañarlos y que te respeten, mientras la cara oculta del corazón de uno, sus actitudes corruptas y su verdadera faz están ocultos y bien guardados. También podemos expresarlo del siguiente modo: lo que oculta el halo de estas buenas conductas son los verdaderos rostros corruptos de todos y cada uno de los integrantes de la humanidad corrupta. Lo que está oculto son todos y cada uno de los integrantes de la malvada humanidad con un carácter arrogante, falso, cruel y de sentir aversión por la verdad. Sin importar si, por su conducta externa, una persona es culta y sensata, gentil y refinada, amable, accesible, respetuosa con los mayores y cariñosa con los pequeños o cualquier otra cosa similar, sin importar qué evidencie, eso no es más que una conducta externa que los demás pueden apreciar. La buena conducta no conduce a la persona al conocimiento de su esencia-naturaleza. Aunque el hombre tenga tan buena imagen por las conductas externas de ser culto y sensato, gentil y refinado, accesible y amable que todo el mundo humano es amistoso hacia él, lo que no se puede negar es que las actitudes corruptas del hombre están muy presentes bajo la tapadera de dichas buenas conductas. La aversión del hombre por la verdad, su resistencia y rebeldía hacia Dios, su esencia-naturaleza de sentir aversión por las palabras del Creador y de resistencia hacia Él sí están verdaderamente presentes. Eso no tiene nada de falso. No importa lo bien que finjan, lo respetable o apropiado de sus comportamientos, lo bien o lo bonito que se presenten a sí mismos, o cuán engañosos sean; lo que no se puede negar es que todas y cada una de las personas corruptas están llenas de carácter satánico. Bajo la máscara de estos comportamientos exteriores, todavía se resisten y se rebelan contra Dios, se resisten y se rebelan contra el Creador. Naturalmente, con el camuflaje y la tapadera de estas buenas conductas, la humanidad manifiesta actitudes corruptas en cada asunto, cada día, hora y momento, cada minuto y segundo, durante los cuales vive en medio de las actitudes corruptas y el pecado. Es incuestionable. A pesar de las conductas presentables del hombre, de sus palabras agradables y su falsa fachada, su carácter corrupto no ha amainado lo más mínimo, ni tampoco se ha transformado en absoluto a raíz de esas conductas externas. Por el contrario, al tener la tapadera de estas buenas conductas externas, su carácter corrupto se manifiesta constantemente, y nunca cesa de hacer el mal y de resistirse a Dios; y, claro está, gobernado por sus actitudes crueles y perversas, sus ambiciones, deseos y exigencias exorbitantes están en constante expansión y desarrollo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). En el pasado, siempre pensaba que ser amable y accesible estaba de acuerdo con la moral humana normal, que a la mayoría de la gente le gustaba y aprobaba este comportamiento, y que era algo positivo. De niña, había visto cómo elogiaban a mi maestra por su amabilidad y siempre intenté ser ese tipo de persona. Cuando obtenía la aprobación y el respaldo de los que me rodeaban por ser así, esto no hacía más que reforzar la idea de que debía comportarme con amabilidad. Esto funcionaba como mi propio principio de conducta que no solo era aprobado por Dios, sino que gustaba a los demás. Ahora, a través de la exposición de la palabra de Dios, comprendí que la esencia detrás de ser amable y accesible es en verdad una especie de disfraz, y que en realidad es una artimaña para ganar la admiración y aprobación de la gente. Es engañoso. Cuando era niña, pensaba que las personas debían ser amables y accesibles con los demás, e influenciada por esta idea, nunca discutía con nadie. Incluso si me hacían daño y me enfadaba y los odiaba en mi interior, nunca lo demostraba y siempre saludaba a la gente con una sonrisa. En realidad, hacía estas concesiones solo para ganarme la aprobación de la gente. Era hipócrita y vivía una mentira. Seguí relacionándome así con la gente después de creer en Dios. En todo lo que decía y hacía, siempre pensaba en los sentimientos de los demás y tenía miedo de ofenderlos. Temía que no se llevaran una buena impresión de mí si hablaba con sinceridad, así que incluso si veía el problema de alguien, no me atrevía a decir la verdad ni a señalarlo. La iglesia dispuso que yo supervisara el trabajo de este grupo, pero no desempeñé ningún papel real. Siempre quise proteger mi imagen y estatus ante los demás y no le di importancia a la obra de la iglesia. ¿Cómo era posible que me consideraran una buena persona? En ese momento, me di cuenta de que, aunque parecía amable, cariñosa y considerada, en realidad, solía maquinar en mi interior. Había querido utilizar este truco para ganarme la admiración de los demás. Era una persona muy escurridiza y falsa. Solía creer que las personas amables eran buenas, que tenían buenas relaciones con los demás, que caían bien y que Dios las aprobaba. Pero entonces reconocí que las personas amables sencillamente son buenas para simular, y que ser amable no es un principio de conducta. Vivir según esta idea cultural tradicional solo hace a la gente más egoísta, despreciable, escurridiza y falsa, y eso va en contra de la verdad, es un acto de maldad, ¡y se opone a Dios!
Más tarde, leí otros dos pasajes de la palabra de Dios, y llegué a comprender lo que es la buena humanidad y aprendí principios de conducta. Dios Todopoderoso dice: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). “La gente debería esforzarse al máximo por hacer de las palabras de Dios su base y de la verdad su criterio; tan solo entonces podrá vivir en la luz y vivir a semejanza de una persona normal. Si quieres vivir en la luz, debes actuar según la verdad; debes ser una persona honesta que dice palabras honestas y hace cosas honestas. Lo fundamental es tener los principios-verdad en el comportamiento propio; una vez que las personas pierden los principios-verdad, y se centran solo en el buen comportamiento, esto da lugar inevitablemente a que sean falsas y finjan. Si no hay principios en la conducta de las personas, entonces, por muy bueno que sea su comportamiento, son hipócritas; pueden ser capaces de desorientar a los demás durante un tiempo, pero nunca serán dignas de confianza. Solo cuando las personas actúan y se comportan de acuerdo con las palabras de Dios tienen una base verdadera. Si no se comportan de acuerdo con las palabras de Dios, y solo se centran en fingir que se comportan bien, ¿podrán así convertirse en buenas personas? Por supuesto que no. Las buenas doctrinas y el buen comportamiento no pueden cambiar las actitudes corruptas del hombre ni su esencia. Solo la verdad y las palabras de Dios pueden cambiar las actitudes corruptas, los pensamientos y las opiniones de las personas, y convertirse en su vida. […] Entonces, ¿cuáles son los requisitos y normas que Dios tiene para el discurso y las acciones de las personas? (Que sean constructivos para las personas). Exacto. Fundamentalmente, debes decir la verdad, hablar con honestidad y beneficiar a los demás. Como mínimo, tu discurso debe edificar a las personas y no engañar, inducir a error, burlarse de la gente, ridiculizarla, mofarse de ella, parodiarla, oprimirla, exponer sus debilidades o herirla. Esta es la expresión de una humanidad normal. Es la virtud de la humanidad. ¿Te ha dicho Dios lo alto que tienes que hablar? ¿Te ha exigido alguna lengua vehicular? ¿Te ha exigido una retórica florida o un estilo lingüístico elevado y refinado? (No). No hay ni un ápice de ninguna de esas cosas superficiales, hipócritas, falsas y sin beneficio tangible. Todas las exigencias de Dios son cosas que debería tener la humanidad normal, unos criterios y principios de lenguaje y conducta del hombre. Da igual dónde haya nacido alguien o qué idioma hable. En cualquier caso, las palabras que tú digas, su prosa y su contenido, deben ser edificantes para los demás. ¿Qué implica que sean edificantes? Implica que los demás, tras haberlas oído, las perciban sinceras, obtengan de ellas enriquecimiento y ayuda, comprendan la verdad y ya no estén confundidos ni sean propensos a que los desorienten. Así pues, Dios exige a la gente que diga la verdad, lo que piensa, que no engañe, induzca a error, se burle, ridiculice, se mofe, parodie, oprima a los demás o exponga sus debilidades ni los hiera. ¿No son estos los principios discursivos? ¿Qué significa decir que uno no debe exponer las debilidades de la gente? Significa no buscar defectos en los demás. No aferrarse a sus errores o faltas del pasado para juzgarlos o condenarlos. Esto es lo menos que debes hacer. Desde el lado proactivo, ¿cómo se expresa el discurso constructivo? Principalmente, se trata de animar, orientar, guiar, exhortar, comprender y reconfortar. Además, en casos especiales, se hace necesario sacar directamente a la luz los errores de otras personas y podarlas para que adquieran conocimiento de la verdad y deseen arrepentirse. Es entonces cuando se consigue el efecto pretendido. Esta forma de practicar beneficia enormemente a la gente. Le supone una verdadera ayuda y es muy constructiva, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). La palabra de Dios me hizo comprender el estándar para medir si la humanidad de una persona es buena o mala. Una humanidad verdaderamente buena no consiste en andar por el camino del medio, evitando ofender a la gente, en mantener relaciones armoniosas o llevarse bien con todo el mundo; tampoco consiste en ser amable o accesible con la gente. Estos son solo comportamientos externos, y no importa lo bien que se lleven a cabo, Dios no los aprueba. Solo quien interactúa con la gente sobre la base de las palabras de Dios se apega a los principios. Solo quien aborda a otras personas y al propio deber con sinceridad, es responsable, practica la verdad y es una persona honesta puede considerarse alguien con verdadera buena humanidad. Antes siempre pensaba que, si señalaba y desenmascaraba los problemas de la gente, la ofendería y mis hermanos y hermanas se formarían una opinión negativa de mí, así que cuando hablaba, siempre pensaba en cómo hacer que lo que dijera fuera más fácil de aceptar y cómo no herir los sentimientos de los demás. No pensaba en absoluto en si hacer esto sería eficaz. En realidad, interactuar con la gente de esta forma amable no la ofende y te permite preservar tu buena imagen, pero no beneficia en nada a otras personas o a la obra de la iglesia. Cuando ayudas a alguien, al menos debes aportarle un beneficio y ser capaz de señalar claramente sus problemas cuando los identifiques. Aunque a veces esto implique un tono crítico que la otra persona pueda encontrar difícil de aceptar inicialmente, puede incitarla a reflexionar sobre sí misma y a arreglar las cosas. Pensé en que la obra de salvación de Dios no se compone de un solo método. Dios no solo ofrece a las personas consuelo y exhortación, también las juzga, castiga y poda. Este es un mejor método para salvarlas. Si veo que alguien vive con un carácter corrupto y me limito a consolarlo y exhortarlo, eso no lo beneficia en nada, y será difícil que reconozca su carácter corrupto. Me di cuenta de que ayudar a la gente también requiere de principios y debe basarse en la estatura de esa persona, así como en sus antecedentes y situación particulares. Si un hermano o hermana recién empieza a practicar y carece de aptitudes profesionales, hay que ayudarle más, pero si esta persona confía en un carácter corrupto para hacer su deber y ya ha repercutido en la obra de la iglesia, entonces es necesario corregirla, desenmascararla y podarla. Este es el cumplimiento de la responsabilidad y es beneficioso para ella. Al comprender estas cosas, me dije a mí misma que ya no podía relacionarme con los demás según la cultura tradicional y que tenía que practicar según la palabra y los requisitos de Dios.
Un día, mientras revisaba los materiales que las otras dos hermanas habían preparado, me di cuenta de que a los ejemplos les faltaban detalles y debían complementarse y mejorarse. Estas dos hermanas habían estado haciendo este trabajo durante bastante tiempo, y si hubieran sido más concienzudas durante la inspección, estas desviaciones no deberían haber ocurrido. Estaba claro que había un problema en sus actitudes hacia su deber. Pensé en cómo había temido ofender a la gente y quería preservar mis relaciones con los demás, sin atreverme a señalar los problemas de la gente. Esto no solo no la beneficiaba, sino que perjudicaba la obra de la iglesia. Esta vez tenía que aprender la lección, practicar la verdad y actuar conforme a los principios, así que desenmascaré sus actitudes hacia sus deberes y la esencia y las consecuencias de hacerlos de esa manera. Una de las hermanas me dijo más tarde que, aunque al principio no podía aceptar que la podaran, y sentía que yo había sido demasiado dura, al reflexionar sobre sí misma según la palabra de Dios, llegó a comprender un poco sus problemas, y también comprendió la importancia de cumplir con su deber de acuerdo con los principios. Dijo que había ganado algo con esta experiencia de que la podaran. Estos hechos me han demostrado que, para aquellos que persiguen la verdad, el que los poden puede ayudarles a reconocer sus problemas, hacer sus deberes con más atención, y reducir la cantidad de desviaciones en su labor. Me he dado cuenta de que solo al actuar y conducirse según la palabra de Dios y la verdad puede vivirse una humanidad normal, y que esto es beneficioso para los demás, para uno mismo y para la obra de la iglesia. ¡Las palabras de Dios son los únicos principios según los que hay que actuar y conducirse!