77. ¿Es realmente mala suerte cuando las cosas salen mal?

Por Cheng Nuo, China

En abril de 2023, era responsable del trabajo evangélico de la iglesia. Al cabo de un tiempo, el líder se reunió con nosotros y compartió algunas verdades acerca de predicar el evangelio. Me parecieron maravillosas. Si compartía esas verdades de manera exhaustiva con los predicadores del evangelio, resultaría más fácil resolver las nociones de las personas religiosas, lo cual sería muy beneficioso para el trabajo evangélico. Más tarde, rápidamente organicé reuniones para compartir con los predicadores. Sin embargo, en ese momento, arrestaron a muchos hermanos y hermanas de la iglesia que estaba a mi cargo. Algunos de los hermanos y hermanas con quienes necesitaba reunirme perdieron el contacto, mientras que otros no podían acudir por temas de seguridad. A regañadientes, tuve que organizar reuniones con hermanos y hermanas de otras iglesias. Cuando intenté quedar con un hermano, respondió que tenía una emergencia que atender y que no podía asistir a la reunión los próximos dos días. Pensé: “¿Por qué tengo tan mala suerte? Hasta organizar que alguien asista a una reunión resulta difícil. Cada vez que estamos en un momento crítico, aparecen distintos problemas. ¿Por qué siempre surgen contratiempos?”. Poco después, recibí una carta del líder que decía que otras iglesias ya habían terminado de compartir y habían comenzado la implementación. Preguntaban sobre los avances por mi parte. Sentí envidia y preocupación, y pensé: “¿Por qué tienen tanta suerte? Su trabajo avanza sin contratiempos, mientras las iglesias de las que me ocupo no han hecho aún ningún progreso. ¿Pensará el líder que soy incapaz y que estoy arrastrando los pies en el trabajo?”. Estos pensamientos me irritaron enormemente, y pensé: “Yo también deseo hacer bien mi trabajo. ¿Por qué Dios no me permite trabajar sin contratiempos? Si no es esta persona que tiene problemas de seguridad, es otra que está demasiado ocupada para encontrar el tiempo. ¡Pareciera que todo el trabajo se acumula en el mismo momento!”. Ante esta situación, me sentí indefensa y desmotivada con mi deber. Más tarde, escribí a una hermana de otra iglesia, pidiéndole que organizara una reunión y me informara de la hora. Pero, inesperadamente, el mensajero se retrasó en el camino. Para cuando recibí su respuesta, ya había pasado la hora programada de la reunión. Pensé: “¿Por qué tengo tan mala suerte? Justo cuando logré coordinar con las personas para asistir a la reunión, se me pasó la hora. Se pospondrá la reunión hasta dentro de unos días”. Esos dos días estuve muy nerviosa y pensaba: “Me he comprometido firmemente con un plan de trabajo. Pero, después de tanto tiempo, ni siquiera me he reunido con nadie. ¿Qué les voy a responder a los líderes cuando me pregunten cómo progresa el trabajo? ¿Pensarán que estoy siendo lenta en el trabajo si descubren que aún no he comenzado a ponerlo en práctica?”. De repente, dos días después, el líder me envió una carta diciendo que el PCCh había lanzado una nueva ronda de redadas a nivel nacional, lo que resultó en la detención de muchos líderes y obreros de la iglesia. Me dijeron que no organizara reuniones con nadie de momento. En mi corazón, protesté: “Con lo que me ha costado organizar que algunas personas vinieran, y ahora no puedo convocar la reunión. ¡Esto hace que sea incluso más difícil hacer el trabajo!”. Ante esta situación, sentí una gran frustración, y pensé: “También yo deseo hacer bien mi trabajo, pero, ¿por qué salió todo mal cuando puse en práctica el trabajo? ¿Por qué Dios no me dio Su protección? Simplemente, parece que no tengo buena suerte”. Cuanto más lo pensaba, más sentía que tenía mala suerte con todo lo que salía mal. Aquella noche, di muchas vueltas en la cama y no pude dormir. Oré a Dios y busqué Su intención. Recordé las palabras de Dios que exponen la búsqueda de buena suerte por parte de la gente, así que busqué y leí ese capítulo de Sus palabras.

Dios Todopoderoso dice: “¿Qué problema hay con las personas que siempre piensan que no tienen suerte? Siempre usan el estándar de la suerte para medir si sus acciones son acertadas o equivocadas, y para sopesar qué senda deben tomar, las cosas que han de experimentar y cualquier problema que afronten. ¿Es eso acertado o equivocado? (Equivocado). Describen las cosas malas como mala suerte y las buenas como buena suerte o beneficiosas. ¿Es acertada o equivocada esta perspectiva? (Equivocada). Medir las cosas desde ese tipo de perspectiva es una equivocación. Se trata de un método y estándar extremo e incorrecto para evaluar las cosas. Esta clase de método conduce a menudo a las personas a sumirse en la depresión, y suele volverlas intranquilas, como si nada les fuera bien y nunca consiguieran lo que quieren, lo cual las lleva a sentirse siempre ansiosas, irritables e intranquilas. Cuando estas emociones negativas no se resuelven, tales personas se hunden en una constante depresión y sienten que Dios no las favorece. Consideran que Dios trata a los demás con gracia, mientras que a ellas no, y que cuida de los demás, pero no de ellas. ‘¿Por qué siempre me siento intranquilo y ansioso? ¿Por qué siempre me pasan cosas malas? ¿Por qué nunca me llegan cosas buenas? ¡Al menos una vez, solo pido eso!’. Cuando percibes las cosas con este tipo de pensamiento y perspectiva equivocados, caerás en la trampa de la buena y la mala suerte. Al caer continuamente en esta trampa, te sentirás siempre deprimido. En mitad de esta depresión, serás especialmente sensible a si las cosas que te ocurren se deben a la buena o la mala suerte. Cuando esto ocurre, se demuestra que esta perspectiva y esta idea de la buena y la mala suerte se han apoderado de ti. Cuando estás controlado por este tipo de perspectiva, tus puntos de vista y tu actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas ya no entran dentro del rango de la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que se han precipitado hacia una especie de extremo. Cuando caes en este extremo, no sales de la depresión. Seguirás deprimiéndote una y otra vez, y aunque normalmente no te sientas deprimido, en cuanto algo vaya mal, en cuanto sientas que ha ocurrido algo desafortunado, te sumirás inmediatamente en la depresión. Esta depresión afectará a tu juicio y toma de decisiones normales, e incluso a tu felicidad, ira, tristeza y alegría. Cuando afecte a tu felicidad, ira, tristeza y alegría, perturbará y destruirá el cumplimiento de tu deber, así como tu voluntad y deseo de seguir a Dios. Si se destruyen estas cosas positivas, las pocas verdades que has llegado a comprender se desvanecerán en el aire y no te servirán absolutamente de nada. Por eso, cuando caigas en este círculo vicioso, te será difícil poner en práctica los pocos principios-verdad que entiendes(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que la agitación y frustración que había sentido últimamente, se debía a un punto de vista incorrecto respecto a las cosas. Había evaluado y tratado todo lo que me sucedía en función de si tenía buena o mala suerte. Cuando había interrupciones constantes en la implementación del trabajo, o cuando organizar reuniones con las personas no salía bien y se presentaban obstáculos, me sentía increíblemente desafortunada y pensaba que mi suerte era mala. Especialmente cuando veía que el trabajo en las otras iglesias avanzaba con normalidad, mientras que en mi caso nada salía bien al organizar las reuniones; ya fuera por las preocupaciones de seguridad de los hermanos, por su falta de tiempo debido a sus ocupaciones, o incluso cuando lograba organizarla, terminaba perdiéndome la reunión. Todo esto me hacía pensar aún más que era muy desafortunada, que mi suerte era mala, lo que me generaba frustración y angustia. Incluso me quejé de que Dios no me protegía, lo que hizo que perdiera la motivación para cumplir con mi deber. Ahí entendí que Dios había permitido que sucedieran varias situaciones adversas para que yo buscara la verdad y aprendiera lecciones, lo cual era beneficioso para mi vida. No podía vivir con emociones negativas. Al darme cuenta de esto, mi corazón se tranquilizó. Quería buscar la verdad para resolver mis problemas y abordar correctamente las situaciones que Dios había dispuesto.

Durante mis devocionales, leí estas palabras de Dios: “El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos. Entonces, ¿cuáles son los pensamientos y las perspectivas de las personas que utilizan la suerte para valorar si las cosas son buenas o malas? ¿Cuál es la esencia de esas personas? ¿Por qué prestan tanta atención a la buena y a la mala suerte? Las personas que se centran mucho en la suerte, ¿esperan que esta sea buena o que sea mala? (Esperan que sea buena). Así es. De hecho, buscan la buena suerte y que les ocurran cosas buenas, y simplemente se aprovechan de ellas y se benefician. No les importa cuánto sufran los demás, ni cuántas adversidades o dificultades otros tengan que soportar. No quieren que les ocurra nada que perciban como desafortunado. En otras palabras, no quieren que les ocurra nada malo: ni contratiempos, ni fracasos, ni situaciones embarazosas, ni ser podados, ni perder nada, ni salir perdiendo, ni ser engañados. Si algo de eso ocurre, lo consideran mala suerte. No importa quién lo haya dispuesto, si ocurren cosas malas, se trata de mala suerte. Esperan que todas las cosas buenas les ocurran a ellos, desde ser ascendidos, destacar entre el resto y beneficiarse a costa de los demás, hasta obtener ganancias de algo, ganar mucho dinero o convertirse en un funcionario de alto rango, y piensan que en eso consiste la buena suerte. Siempre valoran a las personas, los acontecimientos y las cosas con los que se encuentran en función de la suerte. Buscan la buena suerte, no la mala. En cuanto lo más mínimo sale mal, se enfadan, se disgustan y se quedan insatisfechos. Dicho sin rodeos, este tipo de personas son egoístas. Buscan beneficiarse a costa de los demás, obtener ganancias para sí mismos, llegar a la cima y destacar entre el resto. Se darían por satisfechos si todo lo bueno les ocurriera solo a ellos. Esta es su esencia-naturaleza; es su verdadero rostro(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Después de leer las palabras de Dios entendí que las cosas no pueden describirse como buenas o malas dependiendo de si salen bien o no. Nada de esto tiene que ver con la suerte. Los entornos que afrontamos cada día están bajo los arreglos y la soberanía de Dios. Y todos son beneficiosos para nuestras vidas. Si se piensa en los no creyentes que no tienen fe en Dios, pase lo que pase con ellos, no lo aceptan de parte de Dios, pues solo tienen en cuenta sus propias pérdidas e intereses. Cuando se enfrentan a la adversidad, se quejan del cielo y culpan a los demás, pensando que son desafortunados y que su suerte es mala. ¿Acaso no era yo igual que ellos? En el pasado, cada vez que veía a alguien para quien todo parecía ir sin contratiempos en el trabajo —siempre obteniendo ascensos, ganándose el favor del jefe o siendo muy valorado por los demás— no podía evitar pensar que su suerte era excepcionalmente buena, y que siempre parecía encontrarse con situaciones favorables. En cambio, yo no tenía esa suerte, a pesar de esforzarme igual, me enfrentaba a dificultades constantes, no lograba destacar ni que me reconocieran, y a menudo recibía reprimendas del jefe. Así, solía creer que todas las cosas malas me sucedían a mí, y me quejaba del cielo y les echaba la culpa a los demás. Incluso después de haber comenzado a creer en Dios, seguía siendo la misma. Siempre que veía a hermanos y hermanas con buen calibre, eficientes en sus deberes, valorados por los líderes y muy respetados por los demás, sentía envidia en mi corazón. Sentía que tenían muy buena suerte y que yo era desafortunada, que mis deberes estaban plagados de obstáculos y adversidades. Creía que todo se debía a mi mala suerte. Ahora veía que mi perspectiva era absurda. Lo que yo consideraba adversidad y mala suerte lo había determinado de esa manera según mis propios intereses. Pensaba que si la implementación del trabajo hubiera ido sin contratiempos desde el principio, los resultados hubiesen mejorado y hubiera conseguido destacar, seguro que habría sido feliz. Había profesado con mis labios que tenía consideración por las intenciones de Dios, y que me esforzaría en mi deber para mejorar la eficacia de mi trabajo. Pero en realidad, solo me habían preocupado mi reputación y estatus, y cómo me veían los líderes. Realmente, no había lugar para Dios en mi corazón. ¡Realmente había sido muy egoísta! Cada vez que estaban en juego mis intereses personales, me quejaba del cielo y culpaba a los demás, y no lo aceptaba en absoluto de parte de Dios. ¿No era este el punto de vista de los no creyentes?

Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “Todo el mundo tiene que pasar por muchos reveses y fracasos en la vida. ¿Quién tiene una vida que solo está llena de satisfacción? ¿Quién no experimenta nunca fracasos o reveses? Cuando a veces las cosas no te van bien, o te encuentras con reveses y fracasos, eso no es mala suerte, es lo que debes experimentar. Es igual que la comida, tienes que comer tanto lo agrio, como lo dulce, lo amargo y lo picante. Las personas no pueden pasar sin sal y han de comer comidas saladas, pero si consumes demasiada sal, te dañarás los riñones. Has de comer algunas comidas agrias en ciertas estaciones, pero no conviene comer demasiadas, ya que no es bueno para los dientes o el estómago. Todo se debe consumir con moderación. Tomas comidas agrias, saladas y dulces, y también tienes que comer cosas amargas. Las comidas amargas son buenas para algunos órganos internos, así que se deben consumir un poco. La vida de una persona es lo mismo. La mayoría de las personas, acontecimientos y cosas con los que te cruzas en cualquier etapa de tu vida no serán de tu agrado. ¿Por qué es esto? Porque las personas buscan cosas diferentes. Si buscas fama y fortuna, estatus y riqueza, ser superior a los demás y lograr un gran éxito, cosas de ese tipo, el 99 por ciento de ellas no será de tu agrado. Es como dice la gente: todo es mala suerte e infortunio. Sin embargo, si renuncias a la idea de la suerte que tienes o que no tienes, y tratas las cosas con calma y corrección, te darás cuenta de que la mayoría de las cosas no son tan desfavorables o difíciles de afrontar. Cuando te desprendes de tus ambiciones y deseos, cuando paras de rechazar o evitar cualquier infortunio que recae sobre ti, y dejas de evaluar tales cosas según la suerte que tengas o que te falte, muchas de las cosas que solías percibir como desafortunadas y malas, ahora pensarás que son buenas; las cosas malas se tornarán en buenas. Tu mentalidad y la manera que tienes de ver las cosas cambiarán, lo cual te permitirá tener una sensación distinta sobre tus experiencias de vida, y al mismo tiempo cosechar recompensas diferentes. Esta es una experiencia extraordinaria, que te acarreará recompensas inimaginables. Es algo bueno, no es malo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Tras leer las palabras de Dios, entendí que cada persona ha de atravesar muchas cosas en la vida; ha de experimentar numerosos reveses y fracasos, así como momentos de alegría y de tristeza. De este modo, nuestras experiencias de vida se enriquecen. A menudo, vivimos cosas que no salen como esperamos y aunque esto nos produce angustia y malestar, es la única manera de hacernos más fuertes, y poco a poco, nuestra humanidad se vuelve más madura y estable. Es como cuando experimentamos algunos fracasos y somos revelados en nuestros deberes; al reflexionar sobre nosotros mismos y buscar la verdad, llegamos a comprender nuestra propia corrupción y deficiencias. Esto beneficia nuestra entrada en la vida. Sin estas experiencias, somos como flores en un invernadero, incapaces de soportar ni la tormenta más ligera, muy frágiles. Reflexioné sobre algunos hermanos y hermanas con los que había tratado en el pasado; algunos tenían buen calibre, eran eficaces en sus deberes, y los demás los tenían en alta estima. A simple vista, parecía que todo les iba de maravilla y que no enfrentaban contratiempos ni fracasos. Sin embargo, no perseguían la verdad. Se jactaban de sí mismos y presumían de su antigüedad cada vez que su trabajo era algo eficaz. Actuaban por su propia voluntad en el desempeño de sus deberes, lo que causaba graves trastornos y perturbaciones en la obra de la iglesia. Al final, los expulsaron por recorrer la senda de los anticristos y no arrepentirse. A partir de esto, me di cuenta de que realizar los deberes sin contratiempos y recibir la estima de los demás no son necesariamente cosas buenas o señales de buena suerte. Lo que más importa es si una persona sigue la senda de perseguir la verdad, y si se enfoca en buscarla para resolver su carácter corrupto frente a diversas situaciones. También comprendí que cada entorno que entra en conflicto con las nociones humanas es beneficioso para las vidas de las personas, siempre y cuando busquen la verdad y aprendan lecciones de ello. Tomándome a mí como ejemplo, si hace poco no hubiera encontrado obstáculos y fracasos en mis deberes, no me habría dado cuenta de que, al desempeñar mi deber, solo lo hacía para dar una buena impresión ante los demás, de que trabajaba por reputación y estatus, y de que estaba en la senda equivocada. Aunque al final completara mi deber de esta manera, no estaría practicando la verdad ni cumpliendo con mi deber como ser creado. Al final, Dios me aborrecería y me descartaría por no cambiar mi carácter corrupto. Entendí que, detrás de estas situaciones desfavorables, estaba la buena intención de Dios, que era permitirme conocerme a mí misma, y esto era Su amor.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios y gané más entendimiento de mí misma. Dios Todopoderoso dice: “La gente vive y persigue a partir de sus nociones y figuraciones. Así, de manera inevitable, ven, juzgan y delimitan todo según esas nociones y figuraciones. Por tanto, con independencia de cómo Dios provea la verdad y les diga a las personas qué puntos de vista deberían tener y qué senda tomar, mientras que estas no se desprendan de sus nociones y figuraciones, continuarán viviendo de acuerdo con ellas y dichas nociones y figuraciones se convertirán de manera natural en su vida y en las leyes conforme a las cuales sobreviven, e inevitablemente se tornarán en las maneras y los métodos mediante los que la gente lidia con toda clase de acontecimientos y cosas. Una vez que sus nociones y figuraciones se convierten en los principios y criterios según los que ven a las personas y las cosas y se comportan y actúan, entonces, al margen de cómo crean en Dios o cómo persigan, y por muchas dificultades que sufran o por muy alto precio que paguen, todo será inútil. Si alguien vive según sus nociones y figuraciones, es que esa persona se está resistiendo a Dios y es hostil hacia Él; no tiene una verdadera sumisión a los entornos que ha dispuesto Dios ni a Sus requerimientos. Entonces, al final su desenlace será muy trágico(La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Después de leer las palabras de Dios entendí que las nociones y figuraciones humanas son obstáculos y trabas que impiden a las personas practicar y ganar la verdad. Cuando nos enfrentamos a situaciones, no es fácil someternos si las juzgamos según nuestras propias nociones y figuraciones. Durante este período, vivía en mis nociones y figuraciones. Creía que, al implementar el trabajo, pretendía también mejorar la eficacia y tener en cuenta la obra. Por lo tanto, pensaba que Dios debería haberme protegido y haberse asegurado de que no hubiera contratiempos. Ahora veía que esta manera de pensar era irrazonable. Detrás de los entornos dispuestos por Dios, están Sus arreglos meticulosos y buenas intenciones. También se adaptan a las necesidades humanas. Aunque algunos entornos puedan parecer contrarios a las nociones humanas, en todos está presente la buena voluntad de Dios. No deberíamos juzgar las cosas solo por su apariencia superficial. Debo asumir la posición de un ser creado y someterme a las orquestaciones y los arreglos de Dios. Reflexioné que, en esta ocasión, mi fracaso al organizar la reunión e implementar el trabajo en realidad formaba parte de Su protección. Esto se debe a que, posteriormente, supe que la casa que había planeado usar como lugar de reunión estaba bajo vigilancia policial. Afortunadamente, no fuimos a ese lugar. De lo contrario, podrían habernos arrestado o monitorizado, lo cual podría haber implicado a más gente y provocado consecuencias más graves. Al meditar sobre esto más tarde, entendí que esta situación, aparte de permitirme ver la soberanía y los arreglos de Dios, me ayudó a obtener cierto entendimiento de mí misma. Entendí que mi motivación a la hora de realizar mis deberes era en beneficio propio, no el practicar la verdad para satisfacer a Dios. Cuando Dios dispuso entornos que no se ajustaban a mis nociones, exigí y me quejé de Él sin razón, lo que reveló mi rebeldía y resistencia contra Él. Si no hubiera sido por esas circunstancias, no hubiese obtenido entendimiento sobre mí misma, mucho menos habría podido arrepentirme y cambiar. Me di cuenta de que Dios utilizó todo esto para salvarme. Teniendo en cuenta que, en ese momento, muchas iglesias en diferentes lugares enfrentaban redadas policiales, en un entorno así, solo podía hacer un seguimiento del trabajo en la sombra. Aunque el trabajo que podía hacer era limitado, tenía que dar lo mejor de mí con todas mis fuerzas, buscar maneras de obtener mejores resultados, y cumplir con mis responsabilidades en este contexto. Así como dice Dios: “Algunos dicen: ‘En ciertos lugares con entornos hostiles, no podemos interactuar con la gente cara a cara. ¿Cómo podemos verificarlos?’. Por muy duro que sea el entorno, existen métodos y enfoques para encargarse de estos asuntos. Depende de si eres responsable y estás realmente implicado. ¿No es así? (Sí). Si ofreces tu lealtad y responsabilidad, incluso si el desenlace no es ideal, Dios lo escruta y lo sabe, y la responsabilidad no recaerá sobre ti. Sin embargo, si no ofreces tu lealtad y responsabilidad, incluso si nada va mal y al final no acarrea ninguna consecuencia, Dios lo escrutará. La naturaleza de estos dos enfoques es diferente y Dios los tratará de manera diferente(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dado que, en ese momento, los hermanos y hermanas no podían proporcionar respuestas claras sobre ciertos conceptos religiosos, me enfoqué en unas pocas nociones clave, y busqué las palabras relevantes de Dios, luego les escribí, comunicándome con ellos en detalle según mi propia comprensión. Cuando los hermanos y hermanas se encontraban con problemas y dificultades al predicar el evangelio, respondía de inmediato para compartir con ellos. Tras un tiempo realizando este trabajo, la eficacia de nuestra predicación mejoró un poco en comparación con antes. Aunque todavía hay muchos problemas en el trabajo, tengo la fe para seguir haciéndolo. ¡Gracias a Dios por Su guía!

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