76. Reflexión personal tras la reasignación de deberes
En septiembre de 2020, era responsable de coordinar el trabajo de posproducción de audio de himnos. Me ocupaba de todos los asuntos del equipo, grandes y pequeños, y el líder de equipo me consultaba diversos temas. Los hermanos y hermanas también estaban dispuestos a hablar de sus estados y dificultades conmigo. El líder de equipo dijo: “A lo largo de los años, han pasado muchos coordinadores por nuestro equipo, pero tú eres la que más tiempo lleva aquí. Puedes manejar bien todos los aspectos del trabajo y tienes una capacidad de coordinación bastante buena”. A veces, cuando compartía con los hermanos y hermanas, escuchaba decir a algunos: “Hablar contigo me aclara mucho la mente”. Sentía mucha satisfacción al oír esas palabras. Pensaba que era la persona más adecuada para este deber, siendo este lo que mejor encarnaba el valor de mi existencia. Así que amaba mucho este deber.
Inesperadamente, en enero de 2023, debido a necesidades del trabajo, se me reasignó al equipo de grabación de canciones. No había grabado ninguna canción en más de cuatro años, así que tuve que aprender algunas habilidades y técnicas desde cero. Me convertí en la persona con menos habilidad del equipo. Antes, como coordinadora, otros miembros del equipo acudían a mí para que los aconsejase sobre varios asuntos. Ahora tenía que preguntar a los demás por todo. Cualquiera del equipo podía venir a guiarme en mi trabajo y señalar mis carencias, lo que me incomodaba mucho. Pensé: “Solía ser la que organizaba las tareas de los demás. Pero ahora cualquiera me puede dirigir a mí. ¿Dónde quedo yo? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas? No puede ser. Tengo que practicar el canto con dedicación y esforzarme por mejorar mis aptitudes lo más rápido posible, para que los demás no señalen constantemente mis problemas”. A pesar de mis esfuerzos, mi técnica de canto seguía teniendo muchos problemas. Al filmar los videos del coro pasaba lo mismo. Como no había participado en ninguna grabación desde hacía mucho, mis expresiones no parecían naturales. Aunque practicaba mucho, solo podía estar en la última fila como parte del fondo, y apenas salía en ningún plano durante la canción. Esto me hacía sentir todavía más molesta. Pensé: “No sé cantar ni actuar bien. Soy la peor en todo. Da igual cuánto lo intente, no puedo alcanzar a los demás. ¿Estoy destinada para siempre a quedarme al fondo? ¿Qué valor tiene entonces cumplir este deber? ¿Cómo puedo mirarle a nadie a la cara?”. Al pensar en mi “gloria” pasada y compararla con mi “declive” actual, lloraba por sentirme agraviada. Esta situación me apenaba y reprimía mucho. Perdí todo el entusiasmo e incluso pensé en abandonar el equipo. Cada vez añoraba más mis días como coordinadora, y fantaseaba siempre con volver un día a ese rol. Así no me sentiría tan dolida. Además podría cumplir mi deber fácilmente, organizar las tareas de otros con elegancia y seguir disfrutando de la admiración de los hermanos y hermanas. Sabía que mi estado no era correcto. En mi dolor, me presenté ante Dios en oración, pidiéndole que me guiase para salir de este estado.
Durante mis devociones espirituales, seguía reflexionando: Es normal no estar familiarizada con las aptitudes que conlleva un nuevo deber. Los hermanos y hermanas también compartían conmigo, me animaban para que no me preocupara y me decían que, con práctica, con el tiempo mejoraría. ¿Pero por qué lo que para otros parecía normal a mí a menudo me hacía sentir tan negativa e incluso querer huir? Leí estas palabras de Dios: “Que nadie se crea perfecto, distinguido, noble o diferente a los demás; todo eso está generado por el carácter arrogante del hombre y su ignorancia. Pensar siempre que uno es especial sucede a causa de tener un carácter arrogante; no ser nunca capaz de aceptar sus defectos ni enfrentar sus errores y fallas es a causa del carácter arrogante; no permitir nunca que otros estén más altos o sean mejores que ellos, eso lo causa el carácter arrogante; no permitir nunca que las fortalezas de otros superen o sobrepasen las suyas se debe a un carácter arrogante; no permitir nunca que otros tengan mejores ideas, sugerencias y puntos de vista y, cuando descubren que otros son mejores que ellos, volverse negativos, no querer hablar, sentirse afligidos, desalentados y molestos, todo eso lo causa el carácter arrogante. El carácter arrogante puede volverte protector respecto a tu reputación, volverte incapaz de aceptar las correcciones de los demás, incapaz de asumir tus defectos e incapaz de aceptar tus propias fallas y errores. Es más, cuando alguien es mejor que tú, esto puede provocar que surja odio y celos en tu corazón y te puedes sentir oprimido, tanto, que ni siquiera sientes ganas de cumplir con tu deber y te vuelves superficial al hacerlo. El carácter arrogante puede hacer que estas conductas y prácticas surjan en ti” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Me comparé con las palabras de Dios y reflexioné. Acabé por entender que mi naturaleza era demasiado arrogante. A lo largo de los dos últimos años, gané algo de experiencia en mi deber de coordinadora y conseguí algunos resultados. Esto me hizo pensar que era inteligente y capaz en mi trabajo, siempre la líder en cualquier grupo. Creía que debía ser la que organizara el trabajo de los demás y no al revés. Incluso después de que me reasignaran a un deber que implicaba aprender nuevas habilidades, sentía que tenía que aprender más rápido que todos los demás. Otros miembros del equipo habían tenido dificultades con el canto y habían necesitado meses de formación, o incluso más tiempo, para armonizar gradualmente sus voces con las de los demás. Sin embargo, yo esperaba ponerme a su altura en unas cuantas semanas. Al no poder cumplir con esta expectativa me sentí molesta y negativa. Al grabar, cuando veía a otros hermanos y hermanas con mejores expresiones y condiciones que yo, también me sentía incómoda. Cuando no me ponían en muchos planos, me volvía negativa e incluso pensaba en abandonar mi deber de canto. No podía seguir adelante en un entorno que a otros les parecía normal. Incluso un pequeño contratiempo o dificultad me hacía querer evitar mis responsabilidades y abandonar mi deber. ¡Era realmente arrogante y falta de razón! Cuando los hermanos y hermanas me ofrecieron guía y ayuda, no fui capaz de aceptarlas adecuadamente, e incluso sentía que eso hería mi orgullo. Comprendí que mi angustia y negatividad no eran porque no hubiese cumplido mi deber lo bastante bien para satisfacer a Dios, sino porque era la peor del grupo y no podía conseguir la admiración y los elogios de los hermanos y hermanas. Entonces leí otro pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué motivación tienen para hacer que la gente los tenga en alta estima? (Que se les otorgue estatus en la mente de esas personas). Si se te otorga estatus en la mente de alguien, cuando te encuentras en su compañía te trata con deferencia y es especialmente educado cuando habla contigo. Siempre te admira, siempre te deja ser el primero en todo, te cede el paso, te adula y te obedece. Te consulta y te deja decidir en todo. Y tú tienes una sensación de gozo con esto: te parece que eres más fuerte y mejor que los demás. A todo el mundo le gusta esta sensación. Es la sensación de tener estatus en el corazón de alguien; la gente desea disfrutar de esto. Por eso compite por el estatus y todo el mundo desea que se le otorgue estatus en el corazón de los demás, ser estimado e idolatrado por otros. Si no pudieran disfrutar de ello, no irían en pos del estatus. Por ejemplo, si no tienes estatus en la mente de alguien, se relacionará contigo en igualdad de condiciones, y te tratará como a un par. Te llevará la contraria cuando sea necesario, no será cortés ni respetuoso contigo e incluso puede que se marche antes de que termines de hablar. ¿Te sentirás excluido? No te gusta que te traten así; te gusta que te adulen, te admiren y te adoren en todo momento. Te gusta ser el centro de todo, que todo gire a tu alrededor y que todos te escuchen, te admiren y se sometan a tus directrices. ¿Acaso no es esto un deseo de mandar como un rey, de tener poder? Tus palabras y acciones están motivadas por la búsqueda y adquisición de estatus, y pugnas, te aferras y compites con otros por él. Tu meta es apoderarte de un puesto, y que el pueblo escogido por Dios te escuche, te apoye y te adore. Una vez que te has apoderado de ese puesto, has adquirido poder y puedes disfrutar de los beneficios del estatus, la admiración de los demás y el resto de ventajas que conlleva ese puesto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Después de leer las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida y comprendí de inmediato que mi reticencia a dejar mi deber anterior de coordinación provenía de mi profundo deseo de recibir admiración y de mi anhelo de gozar de los beneficios del estatus. Al reflexionar sobre mi periodo en el anterior equipo, cuando lo organizaba todo bien, recibía elogios de todos. Además, los hermanos y hermanas respetaban mis opiniones, el líder de equipo hablaba de todos los asuntos conmigo, y todos me hablan muy amablemente. En un entorno así, tenía una fuerte sensación de ser importante, al recibir atención y admiración de todos. Disfrutaba mucho de esa sensación. Después de empezar con el deber de canto, no lograba igualar el nivel del resto de miembros del equipo en varios aspectos. Ya nadie me pedía mi opinión ni me consultaba por asuntos de trabajo, sino que todos me hacían sugerencias a menudo, así que quería huir de ese entorno. Para mejorar mi nivel de aptitud, me levantaba temprano y me acostaba tarde para poder practicar el canto, me esforzaba más que los demás, con la esperanza de poder recuperar su admiración y sus elogios. Incluso si no podía ser la más destacada, por lo menos no me ignorarían en todos los aspectos como me estaba pasando. Sabía bien que mejorar mi canto era un proceso gradual, pero seguía ansiosa por tener resultados rápidos. Al no ver un progreso significativo tras un periodo de esfuerzo, me volví negativa y perdí todo el entusiasmo. Ahora comprendía que mi deseo no era solo cantar bien las canciones, sino mejorar rápidamente mi nivel de aptitud para poder escapar de la situación actual de verme olvidada e ignorada, y convertirme en un miembro valorado del grupo. Comparé mis diversas manifestaciones con lo expuesto por las palabras de Dios, y me di cuenta de que me resistía a que me dirigieran otros, no aceptaba que me ignorasen, y siempre quería tener la última palabra y la autoridad de tomar el mando en un grupo. Buscaba que me apoyaran y admiraran, así como garantizarme un lugar en el corazón de todos. ¿Acaso no estaba recorriendo la senda de los anticristos? Sentí mucho temor y me apresuré a presentarme ante Dios en oración: “Oh, Dios, últimamente he sido intransigente y rebelde. Solo por no poder recibir la admiración y atención de los hermanos y hermanas, quise evitar mis responsabilidades y abandonar mi deber, y no me pude someter a Tu soberanía y a Tus arreglos. Ahora comprendo que estoy en la senda equivocada. Estoy dispuesta a arrepentirme. Guíame hacia un mayor entendimiento de mí misma”.
Más adelante, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia. Podrías dejarlos en un bosque primitivo en las profundidades de las montañas y seguirían sin dejar de lado su búsqueda de reputación y estatus. Puedes colocarlos en medio de cualquier grupo de gente e, igualmente, no pueden pensar más que en reputación y estatus. Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Entendí de las palabras de Dios que los anticristos siempre le dan prioridad a su propia reputación y estatus en todo lo que hacen. Consideran la reputación y el estatus como las metas de su vida. ¿Acaso no buscaba lo mismo que los anticristos? Echando la vista atrás, desde que era pequeña, mis padres y profesores me habían enseñado que la vida hay que vivirla con ambición, y que en cualquier grupo debería esforzarme por ser la mejor y convertirme en el ejemplo a seguir, y que solo así mi vida tendría valor. Recordé que de niña, antes de participar en varias competiciones, primero evaluaba mis probabilidades de ganar. Si tenía confianza en que iba a ganar, participaba; si tenía pocas posibilidades, prefería no participar antes que arriesgarme a quedar mal. En mi cabeza no existía el concepto de “lo que cuenta es participar”, solo el de “lo más importante es ganar”. Esta mentalidad se había trasladado a mis deberes en la casa de Dios. Siempre quería hacer los deberes que se me daban bien, porque así mostraría mi capacidad de trabajo y me ganaría la aprobación de los demás. No quería hacer tareas en las que no fuera buena, para que los hermanos y hermanas no viesen mi lado torpe e ignorante. Podía ver que cada una de mis revelaciones y acciones giraba en torno a la reputación y el estatus. Lo que revelaba era exactamente el carácter de los anticristos. Cuando tenía reputación y estatus, me sentía estimulada en el trabajo, y el deber me parecía valioso y significativo. Una vez perdida la reputación y el estatus, del mismo modo perdí el deseo de cumplir mi deber. Planear y considerar en beneficio de mi reputación y estatus me resultaba tan natural como comer o dormir cada día. Filosofías satánicas como “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo” se habían arraigado profundamente en mi corazón. Se habían convertido en las metas y los estándares para mi forma de comportarme. Si no me arrepentía y cambiaba, tarde o temprano me vería revelada y descartada por Dios por seguir la senda de los anticristos en pos de reputación y estatus.
En una reunión, escuché un pasaje de las palabras de Dios, que me brindó una senda clara de práctica, así como un entendimiento de los requisitos de Dios para la humanidad. Dios Todopoderoso dice: “Dado que deseas permanecer en paz en la casa de Dios como miembro, primero debes aprender a ser un buen ser creado y cumplir bien con tus deberes conforme a tu posición. En la casa de Dios, te convertirás en un ser creado que hace honor a su nombre. El ser creado es tu identidad exterior y tu título, y debe venir acompañado de manifestaciones y sustancia específicas. No se trata solo de tener el título, sino que, puesto que eres un ser creado, has de cumplir con los deberes de un ser creado. Puesto que eso es lo que eres, debes cumplir con las responsabilidades como tal. Entonces, ¿cuáles son los deberes y responsabilidades de un ser creado? La palabra de Dios establece claramente los deberes, obligaciones y responsabilidades de los seres creados, ¿no es así? A partir de hoy, eres un auténtico miembro de la casa de Dios, es decir, te reconoces como uno de los seres que Él creó. En consecuencia, a partir de hoy, debes reconsiderar tus planes de vida. Debes desprenderte de los ideales, deseos y objetivos que te habías fijado para tu vida y no seguir persiguiéndolos. En cambio, debes cambiar tu identidad y tu perspectiva para planificar los objetivos de vida y la dirección que debe tener un ser creado. Ante todo, tus objetivos y la dirección en la que vas no deberían ser los de llegar a líder, o dirigir o destacar en cualquier industria, o convertirte en una figura de renombre que lleva a cabo una determinada tarea o domina una habilidad particular. Tu objetivo debe ser aceptar tu deber de Dios, es decir, saber qué trabajo debes hacer ahora, en este momento, y comprender qué deber has de desempeñar. Debes preguntar qué es lo que Dios requiere de ti y qué deber se ha dispuesto para ti en Su casa. Debes comprender y obtener claridad sobre los principios que debes entender, los que debes dominar y seguir en relación con ese deber. Si no eres capaz de recordarlos, puedes escribirlos en un papel o registrarlos en tu ordenador. Tómate tu tiempo para repasarlos y reflexionar sobre ellos. Como ser creado, el principal objetivo de tu vida debería ser cumplir bien con tu deber como ser creado y convertirte en uno cualificado. Este es el objetivo vital más fundamental que debes tener. El segundo y más específico es cómo cumplir adecuadamente con tu deber como ser creado y convertirte en uno cualificado. Por supuesto, cualquier meta o rumbo relacionado con tu reputación, estatus, vanidad, futuro, etc., se debe abandonar” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (7)). Dios exige que cada ser creado cumpla adecuadamente sus deberes según su lugar y que conozca cuáles son sus deberes y tareas en cada momento. Deben renunciar a cualquier meta relacionada con su propia reputación, estatus o futuro. Mi deber actual es cantar. Lo que debo hacer es centrarme más en estudiar habilidades y técnicas de canto, y esforzarme por mejorar mi canto lo antes posible. No debo aferrarme a la gloria de mi rol anterior como coordinadora, ni preocuparme por cómo se ven afectados mi reputación y mi estatus mientras practico canto. Estas no son manifestaciones propias de alguien con los pies en la tierra mientras cumple sus deberes. Al entender esto, di lo mejor de mí para practicar según las palabras de Dios, centrándome en resolver mi carácter corrupto y puntos de vista falaces en el proceso de practicar canto. Cuando me preocupaba mi prestigio y estatus y dudaba en cantar abiertamente, oraba en silencio a Dios, y le pedía que me guiara y ayudara para dejar de lado mi orgullo y mi estatus. Aunque a veces todavía me sentía abatida y molesta por no cantar bien, al comer y beber las palabras de Dios podía ver con claridad que mi visión sobre la búsqueda no era la correcta. Dios no les exige a los seres humanos que sean líderes o figuras destacadas de ninguna industria, sino que les dice que defiendan sus deberes y responsabilidades. Al comprender esto, corregí mis emociones negativas rápidamente, y dejé de estar tan limitada al cantar. Pasado un tiempo, nuestro supervisor dijo que había progresado con el canto y me permitió participar en la grabación. Me alegré mucho al ver esta pequeña mejora en mis aptitudes. Y comprendí que progresar en tus habilidades guarda una relación estrecha con tu entrada en la vida personal. Cuando me centraba en mi reputación y mi estatus, me sentía atada y limitada en todo, y no podía sentir la guía de Dios en mi deber. Pero cuando estuve dispuesta a dejar de lado mi orgullo y mi estatus y practicar mis habilidades con seriedad, descubrí sin darme cuenta algunas sendas de práctica.
Por medio de esta vivencia, comprendí realmente que buscar reputación y estatus en lugar de la verdad no me ayudaba a cumplir bien con mi deber. En cambio, afectaba el trabajo de la iglesia. También comprendí que el cambio de mi deber era la gran protección de Dios. Esto me permitió ver mi corrupción y mis carencias, encontrar mi lugar, someterme y cumplir mi deber con tranquilidad de espíritu. ¡Le doy las gracias a Dios por salvarme!