39. Las consecuencias de ser una persona complaciente
En octubre de 2022, Zhang Qiang y yo recibimos una carta del líder pidiéndonos que colaboráramos para supervisar el trabajo de video. Nos alegró mucho recibir la carta. Esa noche, Zhang Qiang se fue a dormir antes, y me di cuenta de que nuestra respuesta al líder parecía un poco simple, así que agregué algunas de mis propias reflexiones al final. Al cabo de un rato, Zhang Qiang se despertó y le comenté que había agregado algunas cosas. Inesperadamente, Zhang Qiang, con un tono aleccionador, dijo que estaba actuando de manera autoritaria y me pidió que reflexionara sobre mis intenciones. Me sorprendió bastante y pensé: “Solo agregué algunas de mis ideas y no cambié el contenido original, ¿en qué estaba actuando de manera autoritaria? ¿Cómo puedes sermonearme sin entender la situación?”. Me defendí con pocas palabras. Después de hablar, me puse a pensar: “Recién hemos empezado a colaborar, si nuestra relación se tensa ahora, ¿cómo nos llevaremos más adelante?”. Para evitar más conflictos, acepté sus comentarios y comencé a reflexionar sobre mí mismo. Al día siguiente, cuando llegó el momento de compartir, Zhang Qiang me pidió que señalara sus problemas. Ya que lo pidió, le señalé que a menudo hablaba con superioridad y que solía sermonear a los demás. El rostro de Zhang Qiang cambió rápidamente, y respondió que él no tenía ese problema. Al ver su actitud rígida y su falta de voluntad para aceptar lo que le había dicho, tuve miedo de que, si continuaba, nuestra relación se volviera tensa. Entonces le dije: “Tal vez no lo estoy viendo con claridad. Si crees que no tienes ese problema, quizá estoy equivocado”. Después de decir eso, cambié de tema. Al ver que su expresión se suavizaba, me sentí aliviado.
Después de aquello, empecé a tener más cuidado con Zhang Qiang. Para evitar conflictos con él esperaba a que él compartiera sus opiniones primero en las discusiones de trabajo. Si su opinión era similar a la mía, le daba la razón. Pero si nuestros puntos de vista diferían, trataba de decirlo con el mayor tacto posible y lo dejaba decidir. Si él no podía determinar qué punto de vista era correcto, le preguntábamos al líder. Una vez, varios hermanos y hermanas escribieron preguntando sobre los principios para crear videos. Me di cuenta de que la respuesta de Zhang Qiang no era del todo apropiada en una parte, ya que resultaba un tanto rígida. Sabía que probablemente desorientaría a los demás, pero sentí que, si lo mencionaba directamente, lo más probable era que Zhang Qiang no quisiera escucharlo, así que preferí no decir nada. Pero luego pensé que Dios nos exige ser honestos y velar por el trabajo de la iglesia, así que le señalé el problema a Zhang Qiang. Sin embargo, Zhang Qiang no aceptó lo que le decía y buscó excusas para justificar que tenía razón. Aunque finalmente se dio cuenta de que lo que había escrito no era apropiado y aceptó que lo editara, me sentí agotado después de ese desacuerdo. Pensé: “Habría sido mejor quedarme callado. Sacar estos temas solo provoca discusiones y hace que todo sea incómodo después. Si no lo menciono, todos nos llevamos bien, y yo me siento más tranquilo. Tarde o temprano, su carácter hará que se choque contra una pared y fracase. Dejaré que Dios disponga una situación para podarlo más adelante. No voy a arriesgarme a ofenderlo”. Un tiempo después, como los videos hechos por los hermanos y hermanas a menudo tenían desviaciones, sugerí que analizáramos los problemas y estudiáramos los principios juntos. Zhang Qiang mostró su descontento y dijo: “Estos principios ya se han explicado con suficiente claridad. Cualquiera puede entenderlos a simple vista. ¿Para qué estudiarlos?”. Pensé: “Los errores anteriores se debieron a nuestra actitud despreocupada hacia los principios. Pensábamos que entendíamos los principios, pero en realidad no los habíamos comprendido. Si ahora tampoco los estudiamos adecuadamente, ¿no estaremos en las mismas? Eso no está bien. Si no estudiamos estos principios, seguiremos cometiendo errores relacionados con ellos”. Así que quería plantearle esto a Zhang Qiang. Pero cuando las palabras estaban a punto de salir de mi boca, dudé y pensé: “La postura de Zhang Qiang está clara, no quiere estudiar. Si no vuelvo a sacar el tema, al menos podremos mantener la paz. Si hablo de esto con él, solamente vamos a discutir otra vez”. Al pensar en lo incómodo que me sentía durante días después de cada discusión, no me atreví a mencionarlo de nuevo. Después de eso, poco a poco dejé de estudiar los principios. Debido a que los hermanos y hermanas no entraron adecuadamente en los principios, las desviaciones en la producción de los videos continuaron casi sin mejoras.
Poco tiempo después, el líder nos pidió a mí y a otros hermanos y hermanas que escribiéramos evaluaciones sobre Zhang Qiang. Cuando vio que la falta de colaboración de Zhang Qiang con los demás era constante, y que esto afectaba a sus deberes, el líder lo destituyó. Me puse muy contento porque por fin ya no tendría que colaborar con Zhang Qiang. Pero al día siguiente, el líder envió una carta diciendo que, debido a que nuestros videos llevaban tanto tiempo sin producir resultados, nuestro equipo sería disuelto. Al escuchar esto, me quedé atónito y pensé: “¿Ni siquiera llegué a dar lo mejor de mí en este deber, y ahora todo ha terminado?”. Durante los últimos meses había estado colaborado con Zhang Qiang sin principios, en el papel de persona complaciente. Había evitado los conflictos hasta el punto de que rara vez expresaba mis opiniones, ni hablar de poner todo mi empeño en que el trabajo se hiciera bien. Ahora ya no me necesitaban para este deber, y no tenía ninguna oportunidad de enmendar mis transgresiones. Al regresar a casa, reflexioné sobre mí mismo. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “La mayoría de las personas desean perseguir y practicar la verdad, pero gran parte del tiempo simplemente tienen la determinación y el deseo de hacerlo; la verdad no se ha convertido en su vida. Como resultado, cuando se topan con las fuerzas de la perversidad o se encuentran con personas malvadas y malas que cometen actos malvados o con falsos líderes y anticristos que hacen las cosas de una forma que viola los principios —con lo que perturban el trabajo de la iglesia y perjudican a los escogidos de Dios— pierden el coraje de plantarse y decir lo que piensan. ¿Qué significa cuando no tienes coraje? ¿Significa que eres tímido o poco elocuente? ¿O que no tienes un entendimiento profundo y, por tanto, no tienes la confianza necesaria para decir lo que piensas? Ninguna de las dos cosas; esto es principalmente la consecuencia de estar limitado por actitudes corruptas. Una de las actitudes corruptas que revelas es un carácter falso; cuando te sucede algo, lo primero que piensas es en tus propios intereses, lo primero que consideras son las consecuencias, si te beneficiará. Este es un carácter falso, ¿verdad? Otro es un carácter egoísta y vil. Piensas: ‘¿Qué tiene que ver conmigo una pérdida para los intereses de la casa de Dios? Si no soy líder, ¿por qué debería importarme? No tiene nada que ver conmigo. No es responsabilidad mía’. No piensas de manera consciente estos pensamientos y palabras, estos representan el carácter corrupto que se revela cuando la gente se topa con un problema, son una creación de tu subconsciente. Tales actitudes corruptas gobiernan tu forma de pensar, te atan de manos y pies, y controlan lo que dices. En tu interior, quieres levantarte y hablar, pero tienes reticencias, e incluso cuando llegas a hablar, te vas por las ramas y dejas un margen de maniobra, o bien vacilas y no cuentas la verdad. La gente perspicaz lo ve; de hecho, en el fondo sabes que no has dicho todo lo que debías, que lo que has dicho no ha tenido efecto alguno, que simplemente actuabas sin convicción y que no se ha resuelto el problema. No has cumplido con tu responsabilidad, pero dices abiertamente que has cumplido con ella o que no tenías claro lo que estaba sucediendo. ¿Es eso cierto? ¿Y de verdad es lo que piensas? ¿No estás entonces completamente bajo el control de tu carácter satánico? Aunque parte de lo que dices se ajusta a los hechos, en puntos clave y en temas cruciales, mientes y engañas a la gente, lo que demuestra que eres alguien que miente y vive de acuerdo con su carácter satánico. Todo lo que dices y piensas ha sido procesado por tu cerebro, lo que conlleva que cada una de tus declaraciones sea falsa, vacía, una mentira; en realidad, todo lo que dices es contrario a los hechos, para justificarte, para tu propio beneficio, y sientes que has logrado tus objetivos cuando has desorientado a la gente y les has hecho creer. Esa es la forma en que hablas; eso también representa tu carácter. Estás totalmente controlado por tu propio carácter satánico. No tienes poder sobre lo que dices o haces. Aunque quisieras, no podrías decir la verdad o lo que piensas realmente; aunque quisieras, no podrías practicar la verdad; aunque quisieras, no podrías cumplir con tus responsabilidades. Todo lo que haces, dices y practicas es una mentira, y eres superficial. Estás completamente encadenado y controlado por tu carácter satánico. Puede que quieras aceptar y practicar la verdad, pero eso no depende de ti. Cuando te controlan tus actitudes satánicas, dices y haces lo que tu carácter satánico te ordena. No eres más que una marioneta de carne corrupta, te has convertido en una herramienta de Satanás. Después vuelves a sentir remordimientos por haber seguido una vez más a la carne corrupta y por cómo pudiste fracasar en la práctica de la verdad. Piensas para tus adentros: ‘No puedo superar la carne por mi cuenta y debo orarle a Dios. No me levanté para detener a aquellos que estaban perturbando el trabajo de la iglesia, y me pesa la conciencia. He decidido que cuando esto vuelva a pasar, debo levantarme y podar a los que estén cometiendo irregularidades en el cumplimiento de sus deberes y perturbando el trabajo de la iglesia, para que se comporten y dejen de obrar con imprudencia’. Después de reunir al fin el valor para levantar la voz, te asustas y te echas atrás en cuanto la otra persona se enfada y da un golpe en la mesa. ¿Eres capaz de ponerte al cargo? ¿De qué sirven la determinación y la voluntad? Las dos son inútiles. […] Nunca buscas la verdad, ni mucho menos la practicas. Solo oras sin cesar, haces propósitos, estableces aspiraciones y te comprometes de corazón. ¿Y cuál es el resultado? Sigues siendo un complaciente, no te sinceras respecto a los problemas que te encuentras, no te importan las personas malvadas cuando las ves, no respondes cuando alguien hace el mal o crea una perturbación, y te mantienes al margen cuando no te afecta personalmente. Piensas: ‘No hablo sobre nada que no me incumba. Mientras no afecte a mis intereses, mi vanidad o mi imagen, me desentiendo de todo, he de tener mucho cuidado, ya que las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen. ¡No voy a hacer ninguna estupidez!’. Estás controlado total e inquebrantablemente por tus actitudes corruptas de perversidad, falsedad, intransigencia y de aversión por la verdad. Para ti es más difícil soportarlas que la diadema dorada cada vez más apretada que llevaba el Rey Mono. Vivir bajo el control de las actitudes corruptas es agotador e insoportable” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que mi falta de valor para señalar los problemas de Zhang Qiang no se debía a su carácter dominante o arrogante, sino a que mi naturaleza falsa y egoísta me tenía completamente dominado. Casi siempre, antes de hablar, primero consideraba si podría ofender a Zhang Qiang, y si había algo que no le agradaría, incluso si era beneficioso para el trabajo, no lo decía. Recordé que cuando comencé a trabajar con Zhang Qiang y noté que era difícil llevarse bien con él, de inmediato establecí un principio para mí mismo: evitar conflictos, no abordar sus problemas y mantener una buena relación. Cuando vi que una parte de la respuesta de Zhang Qiang no era adecuada, señalé el problema, lo que provocó una discusión y volvió incómodas nuestras interacciones. Esto me convenció aún más de que la filosofía para los asuntos mundanos de “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud” era correcta. Sentía que debía evitar decir cualquier cosa que pudiera ofender a Zhang Qiang. Más tarde, cuando vi la actitud despreocupada de Zhang Qiang hacia el estudio de las profesiones y los principios, sabía claramente que esto obstaculizaría el trabajo, pero para evitar conflictos, elegí dar un paso atrás. Como resultado, debido a que los hermanos y hermanas no entraron en los principios al hacer los videos, gran parte del trabajo fue en vano. Interactuaba con las personas desde un carácter falso y egoísta, haciendo todo lo posible por evitar confrontaciones u ofender a alguien. Aunque protegía mis relaciones, no estaba cumpliendo en absoluto con mis responsabilidades. No advertía a los demás cuando debía hacerlo, ni defendía los principios. Todo esto perjudicó el trabajo. Aparentaba ser una buena persona, pero en realidad, estos comportamientos “buenos” provenían de mi carácter corrupto, falso y egoísta. Eran completamente para proteger mis propios intereses, algo que Dios detesta.
Más tarde, leí las palabras de Dios que diseccionan el veneno satánico de: “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”, y apuntaban exactamente a mi problema. Dios Todopoderoso dice: “La familia te condiciona e influye de otras maneras, por ejemplo, con el dicho ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’. Los miembros de la familia te enseñan a menudo: ‘Sé amable y no discutas con nadie ni te crees enemigos, porque si te creas demasiados, no serás capaz de hacerte un sitio en la sociedad, y si hay demasiada gente que te odia y va a por ti, no estarás a salvo en ella. Siempre estarás amenazado, y tu supervivencia, estatus, familia, seguridad personal e incluso tus expectativas de desarrollo profesional correrán peligro y se verán obstaculizados por gente desagradable. Por lo tanto, debes aprender que “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”. Sé amable con todo el mundo, no perjudiques las buenas relaciones, no digas nada de lo que no puedas retractarte luego, evita herir el orgullo de los demás y no pongas al descubierto sus defectos. Evita o deja de decir cosas que la gente no quiere escuchar. Limítate a hacer cumplidos, porque halagar a alguien nunca hace daño. Debes aprender a mostrar paciencia y a ceder en asuntos tanto grandes como pequeños, porque “Ceder facilita mucho la resolución de un conflicto”’. Piénsalo: al decirte esto, tu familia te inculca dos ideas y puntos de vista a la vez. Por una parte, te dice que seas amable con los demás; por otra, te pide paciencia, que no hables cuando no te toque y que, si tienes algo que decir, cierres la boca hasta que llegues a casa y se lo cuentes a tu familia. O mejor aún, que ni siquiera se lo cuentes a ellos, porque las paredes son delgadas; si el secreto llegara a salir a la luz, no te irían bien las cosas. Para hacerse un sitio y sobrevivir en esta sociedad, la gente ha de aprender una cosa: a nadar entre dos aguas. En términos coloquiales, debes ser evasivo y astuto. No puedes decir sin más lo que tienes en la cabeza. El hecho de decir simplemente lo que se piensa, es propio de un estúpido, no de alguien inteligente. […] Esa clase de personas siempre es del agrado de algunos en la iglesia, porque nunca cometen grandes errores, nunca se delatan y, según la opinión de los líderes de la iglesia y de los hermanos y hermanas, se llevan bien con todo el mundo. Su actitud hacia su deber es tibia, hacen solamente aquello que se les pide. Son particularmente obedientes y educados, nunca hacen daño a nadie al hablar o al gestionar asuntos, y nunca se aprovechan injustamente de nadie. Jamás hablan mal de ninguna persona y tampoco juzgan a otros a sus espaldas. Sin embargo, nadie sabe si son sinceros cuando cumplen con su deber, lo que piensan de los demás o qué opinión tienen sobre ellos. Tras considerarlo con detenimiento, hasta te parece que esa clase de persona es en realidad un poco rara y difícil de entender, y que puede causar problemas si permanece en la iglesia. ¿Qué deberías hacer? Es una decisión difícil, ¿verdad? […] No le guardan rencor a nadie. Si alguien dice algo para hacerles daño o revela un carácter corrupto que atenta contra su dignidad, ¿qué es lo que piensan? ‘Mostraré paciencia, no te lo tendré en cuenta, pero un día quedarás en ridículo’. Cuando llega el día en que esa persona es tratada o queda en ridículo, se ríen para sus adentros. Se burlan fácilmente de los demás, de los líderes y de la casa de Dios, pero nunca de sí mismos. Lo que pasa es que no saben qué problemas o defectos propios tienen. Esa clase de personas se cuidan de no revelar nada que pueda dañar a otros, o cualquier cosa que permita que los demás los desentrañen, aunque piensen en ello en su interior. En cambio, cuando se trata de cosas que pueden entorpecer o confundir a los demás, las expresan libremente y permiten que la gente las conozca. Las personas así son las más insidiosas y difíciles de tratar. Entonces, ¿qué postura adopta la casa de Dios ante quienes son así? Si se puede, las utiliza, y si no, hay que deshacerse de ellas; ese es el principio. ¿Por qué? La razón es que las personas así están destinadas a no perseguir la verdad. Son incrédulos que se mofan de la casa de Dios, de los hermanos y hermanas, y de los líderes cuando las cosas van mal. ¿Qué papel desempeñan? ¿Es el papel de Satanás y los diablos? (Sí). Cuando muestran paciencia hacia sus hermanos y hermanas, no están expresando tolerancia ni amor genuinos. Lo hacen para protegerse y evitar atraer enemigos o peligros hacia sí. No toleran que sus hermanos y hermanas los protejan, y tampoco lo hacen por amor, y menos aún porque estén persiguiendo la verdad y practicando de acuerdo con los principios-verdad. La suya es una postura que se centra en ir a la deriva y desorientar a los demás. Tales personas nadan entre dos aguas y son evasivas. No les gusta la verdad y no la persiguen, sino que simplemente van a la deriva” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (12)). Después de leer las palabras de Dios, sentí un profundo dolor. Durante tanto tiempo, había sido una persona complaciente, principalmente para evitar enemistades y para que mi vida fuera un poco más cómoda. Seguía las filosofías para los asuntos mundanos de: “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud” y “Ceder facilita mucho la resolución de un conflicto”. Al recordar, me di cuenta de que me había relacionado con las personas de esta manera desde que era joven. Cuando me encontraba con situaciones injustas, como compañeros de clase que me robaban las cosas o me pedían dinero prestado sin devolvérmelo, intentaba razonar con ellos. Pero al notar su actitud hostil o su resentimiento hacia mí, para evitar que el conflicto creciera y me causara problemas, la mayoría de las veces optaba por tolerarlo. Después de encontrar a Dios, seguí relacionándome con las personas de la misma manera. Cuando colaboraba con Zhang Qiang, cada vez que teníamos opiniones diferentes o sus palabras me tocaban una fibra sensible, para evitar conflictos, resolvía estas situaciones tolerándolas. Decía lo mínimo y guardaba silencio siempre que podía. Mi “tolerancia” hacía parecer que no era una persona conflictiva ni mezquina, que era paciente con los demás. Sin embargo, en realidad era solo una forma de autocontrol humana y una simulación para mi propia supervivencia. Cuando toleraba, en realidad no estaba siendo para nada paciente, y estaba lleno de prejuicios y resentimiento hacia los demás. Por ejemplo, cuando veía a Zhang Qiang actuar según su carácter corrupto y trastornar el trabajo, no pensaba en exponerlo, detenerlo, advertirle o ayudarlo. En lugar de eso, simplemente esperaba en silencio a que fracasara y se estrellara contra la pared. Por eso, cuando lo destituyeron Me alegré e incluso deseé que se fuera lo antes posible. También fui completamente irresponsable en el trabajo de video. Priorizaba mi comodidad, evitaba los conflictos y observaba pasivamente cómo el trabajo se veía perjudicado sin sentir ninguna preocupación. ¡Fui tan egoísta y despreciable, sin ninguna lealtad hacia Dios! El que me reasignaran en mi deber esta vez fue un recordatorio y una advertencia de Dios. Si seguía comportándome y actuando de acuerdo con las filosofías de Satanás para los asuntos mundanos, solamente me volvería cada vez más egoísta y falso. Sería aún más probable que obstaculizara la obra de la iglesia y me opusiera a Dios y, al final, Él me odiaría y me descartaría.
Más adelante, me di cuenta de que nunca había encontrado los principios correctos para colaborar con los demás, así que busqué las palabras de Dios relacionadas con este tema. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué es la colaboración? Debéis ser capaces de conversar de las cosas unos con otros y de expresar vuestros puntos de vista y opiniones; debéis complementaros y supervisaros unos a otros, pedir ayuda unos a otros, hacer indagaciones y recordaros asuntos unos a otros. De eso se trata colaborar en armonía. Pongamos, por ejemplo, que manejas un tema de acuerdo con tu propia voluntad y alguien dice: ‘Lo has hecho mal, completamente en contra de los principios. ¿Por qué lo manejaste como quisiste, sin buscar la verdad?’. A eso respondes: ‘Es verdad, ¡me alegra que me lo hayas advertido! Si no lo hubieses hecho, ¡hubiera sido un desastre!’. Eso es que se recuerden cosas mutuamente. ¿Qué es, entonces, supervisarse unos a otros? Todo el mundo tiene un carácter corrupto y puede ser superficial al llevar a cabo su deber, protegiendo solo su propio estatus y su orgullo y no los intereses de la casa de Dios. Esos estados se encuentran en cada una de las personas. Si te enteras de que una persona tiene un problema, deberías tomar la iniciativa de compartir con ella y recordarle que debe cumplir su deber de acuerdo con los principios, al tiempo que permites que te sirva de advertencia a ti también. Eso es supervisión mutua. ¿Qué función cumple la supervisión mutua? Está destinada a salvaguardar los intereses de la casa de Dios y también a evitar que la gente tome la ruta incorrecta” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que la verdadera cooperación armoniosa no se establece a través de la tolerancia, sino mediante la práctica de la verdad. Se construye mediante la tolerancia mutua, la ayuda, los recordatorios y la supervisión entre hermanos y hermanas. Cuando vemos pequeñas fallas o defectos en los hermanos y hermanas, deberíamos ser tolerantes con sus deficiencias. Sin embargo, si vemos que actúan en contra de los principios, y eso pudiera obstaculizar o perturbar el trabajo de la iglesia, debemos advertirles y detenerlos de inmediato. No deberíamos tolerar esta situación sin más. Por ejemplo, cuando vi que Zhang Qiang no estaba dispuesto a reunir a todos para estudiar los principios y se mantenía obstinado incluso después de que compartí con él, debería haber señalado su problema en ese momento. Aunque esto podría haber generado algún conflicto, si él fuera una persona que busca la verdad, habría sido beneficioso tanto para él como para la obra de la iglesia. Incluso si no me escuchaba, no debería haberme rendido tan fácilmente. En cambio, debería haber perseverado, ya fuera recordándole, podándolo, advirtiéndole e incluso reportándolo y exponiéndolo si hubiera sido necesario. Todo para mantener los principios y proteger la obra de la iglesia. Solo de esta manera estaría cumpliendo con mi responsabilidad como compañero. Fracasé antes porque confié en que, con tolerancia, podría mantener una armonía superficial, sin cumplir con mi responsabilidad de advertir a mi compañero o de supervisarlo, ni de reportar los problemas. Esto provocó una falta de comunicación sincera y de ayuda mutua durante mucho tiempo, y, por lo tanto, no hubo una verdadera armonía en nuestra colaboración. Si hubiera planteado los problemas que vi durante nuestra colaboración para discutirlos y consultarlos, y hubiera actuado de una manera beneficiosa tanto para los hermanos y hermanas como para la obra de la iglesia, el trabajo de video no habría sufrido pérdidas tan grandes, y yo habría cumplido con mis responsabilidades.
Más adelante, me eligieron líder de iglesia. Me di cuenta de que mis compañeros de trabajo y yo estábamos viviendo en un estado de aislamiento, centrados solo en el trabajo y sin enfocarnos en la entrada en la vida, y que rara vez nos comunicábamos sobre el trabajo. También me di cuenta de que la predicadora no nos estaba ayudando con el trabajo de la iglesia y que era muy pasiva en su deber. Quería plantear estos problemas, pero cuando las palabras llegaron a mis labios, dudé y pensé: “Generalmente, a la gente no le gusta escuchar este tipo de cosas. Si digo esto, ¿provocaré discordia entre nosotros?”. Pero luego me di cuenta de que solo estaba tratando de protegerme una vez más, así que oré a Dios para que modificara mi estado. Y luego leí algunas de Sus palabras: “Al enfrentarse a cuestiones fundamentales en relación con lo correcto y lo incorrecto, y a aquellas que afectan a los intereses de la casa de Dios, si tales personas pueden tomar decisiones apropiadas y desprenderse de las filosofías para los asuntos mundanos que albergan en sus corazones, como ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’, a fin de defender los intereses de la casa de Dios, reducir sus transgresiones y disminuir sus acciones malvadas ante Dios, ¿qué beneficio obtendrán de ello? Como poco, cuando en el futuro Dios decida el desenlace de cada persona, conseguirán aliviar su castigo y disminuir la reprensión de Dios hacia ellos. Al practicar de esa manera, tales personas no tienen nada que perder y todo que ganar, ¿no es cierto?” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (12)). A partir de las palabras de Dios, encontré una senda de práctica. No debería vivir confiando en las filosofías de Satanás al enfrentarme a situaciones, sino que debería poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar y minimizar mis transgresiones. Al darme cuenta de esto, señalé los problemas que la predicadora tenía en su deber. La hermana no se resistió, sino que se abrió y habló sobre su estado con nosotros. También abordé los problemas de cooperación que había entre los compañeros de trabajo y propuse algunas sugerencias. Las hermanas que colaboraban juntas reflexionaron sobre sí mismas y se conocieron mejor. Después, las cosas cambiaron para bien. Comprendí que solo al practicar conforme a las palabras de Dios se puede lograr una verdadera armonía en la cooperación, lo que, a su vez, trae una profunda paz y estabilidad a nuestros corazones.