66. Llegar a reconocer mis sentimientos de inferioridad
Tengo una personalidad muy introvertida por naturaleza y, desde que era niña, nunca hablé mucho. Sobre todo cuando estaba frente a muchas personas, me ponía tan nerviosa que no podía decir nada. Al compararme con otros niños de mi edad, mis reacciones eran más lentas y mi cerebro menos ágil. Mis padres, familiares y amigos siempre me regañaban y decían que no quería hablar frente a los demás. También decían que, en la sociedad actual, si no puedes hablar, no comes: brazos fuertes y piernas firmes no son competencia contra el don de la palabra. Mi prima menor tenía más labia que yo. Todos alababan lo bien que hablaba y le caía bien a todo el mundo. Me sentía muy inferior, como si fuera peor que el resto en todos los aspectos y para nada lista. Me odiaba a mí misma. ¿Por qué no podía hablar tan bien como los demás? ¡Era muy estúpida y mi habilidad para expresarme era demasiado pobre! Siempre me sentía un escalón por debajo de los demás y cada vez me volvía más y más introvertida. En mayo de 2012, acepté la obra de Dios de los últimos días. Por medio de comer y beber las palabras de Dios, comprendí que a Él le gustan las personas honestas y, al tener contacto con mis hermanos y hermanas, y ver su habilidad para abrir sus corazones y hablar sobre sus experiencias, de a poco intenté abrirme y expresar mis pensamientos. Comencé a hablar un poco más.
En enero de 2018, me preparaba para hacer deberes relacionados con textos. Al principio, cuando veía que mis hermanas tenían algún problema al hacer su deber, reunía el coraje suficiente para señalárselos directamente y no me sentía muy limitada al hablar. Sin embargo, a medida que pasé más tiempo en contacto con ellas, descubrí que todas mis hermanas tenían sus fortalezas y habían tenido algunas experiencias prácticas. Especialmente, la hermana Chen Xi, quien se expresaba con mucha claridad al discutir el trabajo o compartir sus experiencias personales. Sentí envidia en mi corazón. Sentía que Chen Xi tenía buena aptitud y que, en comparación, yo era inferior en todos los aspectos. Luego, cuando estábamos reunidas o hablábamos sobre el trabajo, me sentía un poco limitada y no me atrevía a decir sin reparos lo que pensaba. Temía no poder hablar tan bien como el resto y que se burlaran de mí por ello. Un día de marzo, Chen Xi dijo que, durante mi plática, hablé de forma un poco caótica. Me sentí avergonzada y muy triste en mi interior. Luego, cuando iba a las reuniones para compartir o expresar opiniones, inconscientemente pensaba en la crítica que me había hecho Chen Xi. No me sentía para nada elocuente y temía decir algo mal y quedar como una tonta, así que no me atrevía a dar mi opinión de inmediato. Como no expresaba mi propia opinión, mis compañeras tenían que dejar sus tareas para preguntarme sobre mi estado y esto retrasaba el progreso del trabajo. Una vez, los supervisores discutían el trabajo con nosotras, y yo tenía mis opiniones y sugerencias. Pero luego, pensé: “Soy poco elocuente y, si no logro expresarme con claridad, ¿qué pensarán de mí?”. Las palabras llegaron hasta la punta de mi lengua, pero me las tragué. Cuando oí que las opiniones que dio Chen Xi eran muy similares a lo que yo pensaba, me sentí muy triste de corazón y pensé: “¡Mírenla! Ella es muy elocuente y no sufre de pánico escénico. ¿Por qué yo soy tan poco elocuente? ¡Ni siquiera puedo decir lo que pienso!”. Después, viví en un estado de abatimiento y me circunscribí aún más como una persona poco elocuente, con dificultad para expresarse y una aptitud pobre. También me quejaba sobre por qué Dios no me había el don de la palabra mientras que la aptitud de Chen Xi era tan buena. De a poco, fui hablando cada vez menos y, cuando me reunía o hablaba del trabajo, por lo general estaba somnolienta. No me atrevía a hablar sobre ningún estado que tuviera. En realidad, cuando vi que no estaba cumpliendo mi deber y que había hecho que mis hermanas estuvieran pendientes de mis sentimientos, sentí tristeza en mi interior, pero no supe cómo salir de ese estado. Al final, ya ni siquiera quería hacer los deberes relacionados con textos y me sentía tan reprimida que sufría terriblemente. Como nunca fui capaz de revertir mi estado, perdí la obra del Espíritu Santo y reasignaron mi deber.
Después de eso, me sentí extremadamente triste. Comencé a reflexionar sobre por qué era tan negativa y pasiva al hacer mi deber. Leí estas palabras de Dios: “Todas las personas tienen algunos estados incorrectos en ellas, como la negatividad, la debilidad, el desaliento y la fragilidad; o tienen intenciones viles; o están constantemente atribuladas por su orgullo, deseos egoístas y su propia conveniencia; o creen que son de poco calibre y experimentan estados negativos. Te resultará muy difícil obtener la obra del Espíritu Santo si vives siempre en estos estados. Si es difícil para ti obtener la obra del Espíritu Santo, entonces los elementos activos en ti serán pocos, y los elementos negativos surgirán y te perturbarán. La gente siempre confía en su propia voluntad para reprimir esos estados negativos y adversos, pero no importa cuánto los repriman, no pueden sacudírselos de encima. La razón principal de esto es que las personas no pueden discernir completamente estas cosas negativas y adversas; no pueden percibir claramente su esencia. Esto hace que les resulte muy difícil rebelarse contra la carne y contra Satanás. Además, siempre se quedan atascadas en estos estados negativos, melancólicos y degenerados, y no oran ni acuden a Dios, sino que simplemente salen del paso con ellos. En consecuencia, el Espíritu Santo no obra en ellas, y por tanto son incapaces de entender la verdad, carecen de senda en todo lo que hacen, y no pueden ver ningún asunto con claridad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Al comer y beber las palabras de Dios, me di cuenta de por qué era negativa: Yo creía que no podía compartir tan bien como el resto y por eso me circunscribía como alguien de aptitud pobre. Cómo me veían los demás también me preocupaba constantemente, y esto hacía que no me atreviera a dar mis opiniones. Me pasaba los días encogida del miedo y reprimida, y sin forma de sentirme liberada. Al hacer mi deber, no pude ganar la obra del Espíritu Santo y ni siquiera fui capaz de desarrollar lo que supe tener. Esto no solo limitó a mis compañeras, sino que también retrasó el progreso de nuestro trabajo en su totalidad. En realidad, mi aptitud no era tan mala como para no ser capaz de ver ningún problema. Cuando recién comencé, podía hacer algo de trabajo y emitir algunas opiniones, pero, después, cuando noté que Chen Xi era mejor que yo y ella dijo que mi plática no era clara, comenzó a preocuparme constantemente que ella me menospreciara. Por miedo a quedar mal, ya no me atreví a expresar mis opiniones. Como viví en un estado negativo durante tanto tiempo, mi espíritu se volvió oscuro y abatido, mis deberes no dieron ningún resultado, y por eso tuvieron que reasignarme. Pensé en ello y me di cuenta de que, aunque no era buena con las palabras, debía tratar mis deficiencias y defectos de forma correcta y desarrollar al máximo lo que podía hacer. Y con respecto a las cosas que no pudiera hacer, debía orar a Dios, confiar en Él y absorber las fortalezas de mis hermanos y hermanas para remediar mis propias debilidades. Solo cumpliendo mi deber de esta forma podría ganar la guía de Dios. De ahí en adelante, revertí mi estado y dediqué mi corazón a mi deber. Cuando no comprendía algo, buscaba principios con mis hermanas y juntas estudiábamos el conocimiento profesional relevante. Cuando veía áreas en las que mis hermanas compartían mejor que yo, trataba de absorber esas fortalezas suyas para remediar mis propias deficiencias. Poco a poco, mi estado mejoró y comencé a ganar algunas sendas en mi deber, que comenzó a dar algunos resultados.
En junio de 2021, me eligieron líder en la iglesia y, junto con el hermano Li Yang, asumimos la responsabilidad del trabajo evangélico de la iglesia. Li Yang había estado haciendo deberes evangélicos durante muchos años, era muy bueno con las palabras y de mente ágil. Trabajar con él me hacía sentir un poco limitada. Una vez, estábamos discutiendo cómo predicar el evangelio a destinatarios potenciales. Yo tenía algunas ideas pero, al pensar que Li Yang tenía más experiencia que yo predicando el evangelio, me preocupaba qué pensaría de mí si no lograba compartirlas bien, así que me contuve. Luego, me di cuenta de que, en las comunicaciones sobre el trabajo, ambas partes deben expresar su opiniones y complementarse mutuamente. Entonces, dije lo que pensaba, pero, como al hablar estaba muy nerviosa, no logré expresarme con claridad. Li Yang escuchó y luego señaló algunas de mis deficiencias. En ese momento, solo quería que me tragara la tierra. Pensé: “Ni siquiera pude hablar con claridad sobre los principios para predicar el evangelio, ¿qué pensarán de mi los hermanos y hermanas? ¡Es tan vergonzoso!”. Después de eso, cuando me encontré nuevamente con Li Yang, sentí que una pila de rocas me aplastaba el corazón. Estaba muy agobiada y comencé a quedarme a un lado como una observadora, y rara vez daba mis opiniones. Luego, noté que, al predicar el evangelio, Li Yang se fiaba de la experiencia en lugar de buscar principios y que no aceptaba las sugerencias de otras personas. Esto obstruía nuestro trabajo evangélico y yo quería señalárselo, pero luego, pensé: “Li Yang es mucho más elocuente que yo. Si él ofrece una opinión distinta, y yo no puedo compartir con claridad, ¿no quedaré aún peor?”. Entonces, no puse al descubierto sus problemas y eso retrasó el progreso del trabajo evangélico. Luego, encontré muchas dificultades en mi trabajo evangélico y por ello no estaba dando frutos. Me sentía muy abrumada y luego pensé en lo poco elocuente que era y en lo difícil que me resultaba expresarme con claridad. Eso me hizo sentir aún más que no era capaz de hacer bien el deber de una líder, e incluso pensé en dimitir. Mi estado empeoró cada vez más hasta que finalmente me destituyeron.
Después de la destitución, me sentí extremadamente triste e hice introspección: “¿Por qué siempre me siento limitada cuando estoy con personas elocuentes y listas?”. Un día, durante mi devocional espiritual, vi dos pasajes de las palabras de Dios en un testimonio vivencial en video y me sentí muy conmovida. Dios Todopoderoso dice: “Hay quienes, de niños, tenían un aspecto corriente, eran escasamente elocuentes y poco espabilados, lo que provocó que otras personas de su familia y su entorno social emitieran valoraciones bastante desfavorables sobre ellos, diciendo cosas como: ‘Este niño es tonto, lento y torpe al hablar. Fíjate en los hijos de los demás, que hablan tan bien que son capaces de meterse a la gente en el bolsillo. En cambio, este niño se pasa el día haciendo pucheros. No sabe qué decir cuando conoce gente, no sabe cómo explicarse o justificarse después de hacer algo mal, y no es capaz de divertir a la gente. Este chico es idiota’. Lo dicen sus padres, lo dicen sus familiares y amigos, y lo dicen también sus profesores. Este entorno ejerce una cierta presión invisible sobre tales individuos. Al experimentar estos entornos, desarrollan inconscientemente determinada mentalidad. ¿Qué tipo de mentalidad? Piensan que no son atractivos, que no caen bien y que los demás nunca se alegran de verlos. Creen que no se les da bien estudiar, que son lentos, y siempre les da vergüenza abrir la boca y hablar delante de los demás. Les da demasiada vergüenza dar las gracias cuando les ofrecen algo y piensan: ‘¿Por qué siempre se me traba tanto la lengua? ¿Por qué los demás son tan persuasivos? ¡No soy más que un estúpido!’. […] Después de crecer en un entorno así, esta mentalidad de inferioridad se va apoderando de ellos. Se convierte en una especie de emoción persistente que se enreda en tu corazón y te invade la mente. Con independencia de si ya has crecido, has salido al mundo, estás casado y establecido en tu carrera, y sin importar tu estatus social, es imposible deshacerse de este sentimiento de inferioridad que se sembró en tu entorno mientras crecías. Incluso después de que empiezas a creer en Dios y te unes a la iglesia, sigues pensando que tu aspecto es deficiente, que tu calibre intelectual es bajo, que eres poco elocuente y que no sabes hacer nada. Piensas: ‘Haré lo que pueda. No necesito aspirar a ser un líder, no necesito perseguir verdades profundas, me contentaré con ser el menos importante, y dejaré que los demás me traten como quieran’. […] Este sentimiento de inferioridad tal vez no sea innato en ti, pero a otro nivel, debido a tu entorno familiar y al ambiente en el que creciste, sufriste golpes moderados o juicios inapropiados, y esto hizo que surgiera en ti el sentimiento de inferioridad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). “Cuando los sentimientos de inferioridad se implantan profundamente en tu corazón, no solo causan un profundo efecto en ti, sino que también dominan tu punto de vista sobre las personas y las cosas, tu comportamiento y acciones. Entonces, ¿cómo perciben a las personas y las cosas aquellos que están dominados por sentimientos de inferioridad? Consideran a los demás mejores que ellos, incluso también a los anticristos. Aunque los anticristos tengan actitudes malvadas y escasa humanidad, los consideran personas a las que emular y modelos de los que aprender. Incluso se dicen a sí mismos: ‘Mira, aunque tienen mal carácter y mala humanidad, tienen dones y son más aptos para el trabajo que yo. Se sienten cómodos mostrando sus habilidades ante los demás y hablan delante de mucha gente sin ruborizarse ni que se les acelere el corazón. Ellos sí que tienen agallas. Yo no puedo estar a su altura. No soy lo bastante valiente’. ¿De dónde sale esto? Es necesario decir que, en parte, la razón es que tu sentimiento de inferioridad ha afectado a tu juicio sobre la esencia de las personas, así como a tu perspectiva y punto de vista en lo que respecta a contemplar a otros. ¿No es así? (Sí). Entonces, ¿cómo afectan los sentimientos de inferioridad a tu forma de comportarte? Te dices a ti mismo: ‘Nací estúpido, sin dones ni puntos fuertes, y soy lento para aprender cualquier cosa. Fíjate en esa persona, aunque a veces cause trastornos y perturbaciones, y actúe de forma arbitraria y temeraria, al menos tiene dones y puntos fuertes. Pertenece a la clase de persona que los demás quieren usar en cualquier parte, no como yo’. Cuando pasa cualquier cosa, lo primero que haces es emitir un veredicto sobre ti mismo y cerrarte por completo. Sea cual sea el problema, te echas atrás y evitas tomar la iniciativa, temes asumir la responsabilidad. Te dices: ‘Nací estúpido. Vaya donde vaya, no le gusto a nadie. No puedo hacerme notar, no debo mostrar mis ínfimas habilidades. Si alguien me recomienda, eso prueba que no estoy mal. Pero si nadie me recomienda, entonces de nada serviría que tomara la iniciativa de decir que puedo asumir el trabajo y hacerlo bien. Si no tengo confianza en mí mismo, no puedo decir que la tengo: ¿y si meto la pata, qué hago? ¿Y si me podan? Eso me daría mucha vergüenza. ¿Acaso no sería humillante? No puedo dejar que eso me suceda’. Fíjate: ¿acaso no ha afectado a tu comportamiento? Hasta cierto punto, tu actitud hacia cómo te comportas está influida y controlada por tus sentimientos de inferioridad. Hasta cierto punto, se puede considerar una consecuencia de tus sentimientos de inferioridad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). Dios expuso que, desde la infancia, algunas personas no son tan elocuentes ni listas como otras, y, tanto en casa como en la sociedad, sus valoraciones no son favorables. Esto hace que se despierte en ellas un sentimiento de inferioridad. Recordé que, de niña, no me gustaba hablar, no era muy lista y tenía una personalidad introvertida, y que mis familiares, amigos, maestras, compañeros de escuela e incluso mi madre decían que no era elocuente. Me sentía muy inferior y constantemente pensaba que estaba un escalón por debajo de los demás. Aunque después de comenzar a creer en Dios, y al leer Sus palabras, fui capaz de abrirme y hablar sobre lo que pensaba con mis hermanos y hermanas, cuando me encontraba con una persona dotada, elocuente y lista como Chen Xi, inconscientemente me sentía inferior. Cuando discutíamos nuestro trabajo, no me atrevía a dar mi opinión y, en las reuniones para platicar sobre las palabras de Dios, no me animaba a compartir mi comprensión y entendimiento. Cuando Li Yang y yo trabajábamos juntos y compartíamos la responsabilidad del trabajo evangélico, vi que él hacía su deber con un carácter corrupto y que esto retrasaba el trabajo, y sabía que debía dejarlo en evidencia. Sin embargo, me preocupaba no ser capaz de expresarme con claridad y que, si él ofrecía una opinión distinta y yo no era capaz de refutarlo, quedaría mal. Así, observé cómo se entorpecía el trabajo evangélico sin ser capaz de hablar con Li Yang. Luego, el trabajo evangélico tuvo muchas dificultades y yo sentía que, por ser poco elocuente e incapaz de expresarme con claridad, no podía cumplir el deber de una líder. Incluso pensé en dimitir y abandonar. Como vivía con sentimientos de inferioridad, no podía hacer mi deber con normalidad ni practicar la verdad. Esto no solo provocó pérdidas en mi vida, sino que mi trabajo no dio ningún fruto y acabaron por destituirme. Si seguía viviendo en este estado sin revertirlo, no sería capaz de hacer bien ningún deber, y Dios terminaría por descartarme. Cuando comprendí esto, me sentí extremadamente triste. No quería seguir viviendo con sentimientos de inferioridad y tenía que tratar correctamente mis propias deficiencias y defectos.
En una ocasión, me sinceré con una hermana sobre mi estado y mis dificultades. Ella me encontró un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que, como un anticristo, le había dado demasiada importancia a la reputación y el estatus. Desde pequeña, había sentido que no era elocuente ni tan buena para hablar como otros. Cuando hacía mi deber y me encontraba con personas con buena oratoria, me sentía muy inferior. Sobre todo cuando mis deficiencias y defectos quedaban al descubierto y salía mal parada, me sentía todavía más abatida y me circunscribía como una persona de aptitud pobre, pero no buscaba la verdad para resolver mi problema. Solo me centraba en guardar las apariencias y no hacía bien mi deber. Pensé en que Dios me había bendecido con la oportunidad de prepararme para ser líder en la iglesia y había dispuesto que trabajara con hermanos y hermanas elocuentes y con experiencia. La intención de Dios era que yo absorbiera las fortalezas del resto para compensar mis deficiencias y defectos. Esto era muy beneficioso para que yo comprendiera la verdad y mejorara mi conocimiento profesional. Sin embargo, no intentaba buscar la verdad ni hacer bien mi deber, sino que me enfocaba solamente en la imagen de mí que los demás tendrían en sus corazones. Cuando veía que no era tan buena como otros, me sentía inferior y limitada, vivía en un estado negativo y no pensaba en esforzarme para salir de él. Cuando vi que Li Yang trastornaba y perturbaba la obra de la iglesia, no me atreví a decir nada y no cumplí con las responsabilidades que me correspondían. Era igual que un anticristo: le daba mucho peso a la imagen y el estatus, mientras que no defendía para nada la obra de la iglesia. Verdaderamente, ¡no tenía ni un poco de humanidad! Mis dos destituciones fueron el resultado de la justicia de Dios.
Más tarde, leí otros dos pasajes de las palabras de Dios y me di cuenta de que había otra razón por la que vivía en un estado de inferioridad: era incapaz de distinguir entre qué implicaba una buena o una mala aptitud. Leí estas palabras de Dios: “¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). “Perseguir la verdad es lo más importante, da igual desde qué perspectiva lo contemples. Puedes evitar los defectos y las deficiencias de la humanidad, pero nunca puedes evadir la senda de perseguir la verdad. Al margen de lo perfecta o noble que pueda ser tu humanidad o de que puedas tener menos fallos y defectos y poseas más fortalezas que otros, eso no significa que entiendas la verdad ni puede reemplazar a tu búsqueda de esta. Al contrario, si persigues la verdad, la entiendes mucho y tu comprensión de ella es adecuadamente práctica y profunda, esto compensará los muchos defectos y problemas en tu humanidad. Por ejemplo, digamos que eres cohibido e introvertido, que tartamudeas y no eres muy instruido —es decir, tienes un montón de defectos y carencias—, pero tienes experiencia práctica y, aunque tartamudeas al hablar, todavía eres capaz de compartir la verdad con claridad y hacerlo edifica a todo el mundo cuando escucha, resuelve problemas, permite a la gente emerger de la negatividad y dispersa sus quejas y malinterpretaciones sobre Dios. Ya ves, aunque balbucees tus palabras, pueden resolver problemas; ¡qué importantes son tales palabras! Cuando los legos las oyen, dicen que eres una persona tosca, que no sigues las reglas gramaticales cuando hablas y que a veces las palabras que usas tampoco son realmente adecuadas. Puede ser que uses regionalismos o un lenguaje cotidiano y que tus palabras carezcan de la clase y el estilo de las de aquellos con una educación superior que se expresan con mucha elocuencia. Sin embargo, tu charla contiene la realidad-verdad, puede resolver las dificultades de las personas y, después de oírla, desaparecen todas las nubes oscuras a su alrededor y se resuelven todos sus problemas. ¿Qué te parece? ¿Acaso no es importante entender la verdad? (Lo es)” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Por las palabras de Dios, comprendí que tener buena aptitud no significa que alguien tenga una fortaleza en cierta área; tener buena aptitud tampoco significa ser elocuente, listo y calificado para tratar con las personas. Todas estas son simplemente cualidades inherentes en las personas. Tener realmente una buena aptitud significa que una persona puede comprender las palabras de Dios. Una persona con buena aptitud es capaz de comprender las palabras de Dios y entender los principios-verdad. Cuando comparte las palabras de Dios, puede combinarlas con los estados y las dificultades de las personas y señalar una senda de práctica. Aunque en la superficie pueda tener algunos defectos y su habilidad para expresarse no sea la mejor, aún puede resolver problemas reales de la gente y edificarlos. En el pasado, yo siempre confiaba en mis nociones e imaginaciones al sopesar las cosas. Cuando vi que no era buena con las palabras, viví en un estado de inferioridad, me circunscribí como una persona de aptitud pobre, y la imagen y el estatus me limitaban a cada paso. No hice el trabajo que era capaz de hacer y, al final, perdí la obra del Espíritu Santo y me destituyeron. Pensé en algunos hermanos y hermanas. Aunque no son buenos con las palabras, son capaces de confiar en Dios y respetarlo al hacer sus deberes. Si no comprenden un problema, son capaces de buscar y compartir con otros y, después de un tiempo, muestran alguna mejoría. Por todo esto, vi que si una persona es buena con las palabras no es para nada importante. La clave es comprender y practicar la verdad. Pensé en que yo no era muy elocuente y era un poco lenta, y que, cuando veía personas que se expresaban mejor que yo, me ponía nerviosa y me daba pánico escénico. Sin embargo, tenía algo de habilidad para comprender las palabras de Dios, tenía algunos pensamientos e ideas relacionados con los problemas en mi deber y podía resolver algunos problemas. Mi aptitud no era tan pobre como para no tener pensamientos ni opiniones propios, lejos estaba de ello. Sin embargo, en cuanto veía que alguien se expresaba mejor que yo, me sumía en sentimientos de inferioridad. Me refugiaba en una coraza al hacer mi deber y ni siquiera me atrevía a hablar. No veía a las personas y las cosas de acuerdo con las palabras de Dios para nada. Debía corregir mis opiniones equivocadas y dejar de envidiar y estimar a aquellos que eran hablantes elocuentes en el exterior.
En enero de 2024, tuve que enseñarle una técnica de informática a Wang Ling, la líder del equipo evangélico. Cuando pensé en lo buena que era Wang Ling con las palabras, mi corazón se sintió nervioso al enseñarle. Pensé en cómo expresarme para que me comprendiera pero, cuando llegué al punto más crítico, me dijo que no podía entenderme. En ese momento, me sentí un poco triste y pensé que era una buena para nada, así que oré a Dios en silencio. Me di cuenta de que una vez más había revelado un estado de inferioridad, y que me sentí limitada cuando vi que Wang Ling era más elocuente que yo. Pensé en cómo antes, cuando vivía siempre en un estado de inferioridad y era incapaz de cumplir mi deber con normalidad, dejaba que se me escaparan muchas oportunidades de practicar la verdad. Esta vez, no podía actuar como antes y seguir considerando mi propia imagen y estatus. Cuando lo pensé así, mi corazón se apaciguó y pregunté a Wang Ling qué partes no había entendido y qué dificultades tenía al aprender la técnica. A través de la comunicación con Wang Ling y guiándola con paciencia, terminó adquiriendo la habilidad. Ambas estábamos muy felices. Ahora, puedo hacer mi deber con normalidad sin que los sentimientos de inferioridad me limiten, ¡y estoy muy agradecida a Dios en mi corazón! Después de estas experiencias vi que, al enfrentar problemas, buscar la verdad y comprenderla es absolutamente crítico. Solo viendo a las personas y las cosas de acuerdo con las palabras de Dios podemos despojarnos de las emociones negativas y vivir liberados y libres.