88. Cómo cumplir con el deber durante la adversidad
En junio de 2022, me enteré de que la policía había arrestado a más de treinta hermanos y hermanas, incluidos varios líderes. La seguridad de muchos hermanos y hermanas, así como de las casas donde se celebraban las reuniones, estaba en riesgo y había que trasladar con urgencia los libros de las palabras de Dios. Los líderes dispusieron que dos hermanas y yo fuéramos a la Iglesia de Chenguang para encargarnos de las consecuencias. Pensé: “Tengo antecedentes penales por arrestos anteriores, y el Partido Comunista me ha estado persiguiendo sin cesar durante años. Si voy a encargarme de prevenir las consecuencias, tendré que salir a la calle y también deberé ponerme en contacto con personas cuya seguridad está en riesgo. Si vuelven a arrestarme, seguro que el Partido Comunista no tendrá piedad de mí. Incluso si no me matan, es probable que me den una sentencia de entre ocho y diez años. La obra de Dios está llegando a su fin, ¿qué pasaría si la policía me matara o me lesionara gravemente? ¿No serían en vano toda mi entrega y todos los años de abandonar a mi familia y mi carrera? ¿Cómo me salvaría y entraría en el reino de los cielos?”. Sin embargo, al pensar esto, me sentí algo culpable y me dije: “Sigo pensando en mí mismo en un momento como este. Estoy siendo muy egoísta”. Recordé algunas de las palabras de Dios: “La obra de Dios se hace por el bien de la humanidad, y la cooperación del hombre se da por el bien de la gestión de Dios. Después de que Dios haya hecho todo lo que le corresponde hacer, al hombre se le exige ser pródigo en su práctica y cooperar con Dios. En la obra de Dios, el hombre no debe escatimar esfuerzos, debe ofrecer su lealtad y no debe darse el gusto de tener numerosas nociones o sentarse pasivamente y esperar la muerte. Dios puede sacrificarse por el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecerle su lealtad a Dios? Dios solo tiene un corazón y una mente para con el hombre, así que, ¿por qué no puede el hombre ofrecer un poco de cooperación? Dios obra para la humanidad, así que, ¿por qué el hombre no puede llevar a cabo algo de su deber por el bien de la gestión de Dios? La obra de Dios ha llegado hasta aquí; sin embargo, vosotros veis pero no actuáis, escucháis pero no os movéis. ¿No son tales personas objetos de perdición? Dios ya le ha dedicado Su todo al hombre, así que ¿por qué es incapaz el hombre hoy de llevar a cabo su deber con seriedad? Para Dios, Su obra es Su prioridad y la obra de Su gestión es de suprema importancia. Para el hombre, poner en práctica las palabras de Dios y cumplir las exigencias de Dios son su primera prioridad. Todos vosotros deberíais entender esto” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, sentí un profundo cargo de conciencia. El Partido Comunista estaba persiguiendo a la iglesia frenéticamente, los hermanos y hermanas estaban en peligro y había que avisarlos con urgencia para que se escondieran. También había que trasladar los libros de las palabras de Dios y, además, había que gestionar con urgencia muchísimo trabajo de la iglesia. En un momento como ese, era necesario que alguien diera un paso adelante para encargarse de las consecuencias de inmediato y minimizar las pérdidas. Esto estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero yo solo pensaba en mi propia seguridad y no tenía en ninguna consideración el trabajo de la iglesia ni la intención de Dios. ¡Realmente carecía de conciencia y estaba siendo muy egoísta y despreciable! Así que acepté este deber y hablé con dos hermanas sobre los detalles específicos de cómo lidiar con las consecuencias.
Una noche, una hermana dijo que habían instalado algo en su motoneta eléctrica, así que la revisamos de inmediato y descubrimos que también habían puesto rastreadores en nuestras motonetas. Eso significaba que ya eramos objetivo de la policía y que nos podían arrestar en cualquier momento. Me sentí ansioso e intranquilo, me vinieron a la cabeza las imágenes de la tortura que había sufrido tras un arresto anterior. Cuando me arrestaron, la policía me torturó para obligarme a revelar las finanzas de la iglesia y delatar a los hermanos y hermanas por medio de un método de privación severa y prolongada de sueño; me hacían permanecer despierto todo el día golpeándome o asustándome cada vez que empezaba a quedarme dormido. Hicieron esto durante veinte días seguidos. Me torturaron hasta el punto de que vivir era peor que morir y, si no hubiera sido por el cuidado y la protección de Dios, habría muerto hace mucho tiempo. Esos recuerdos todavía me atormentan. También pensé en que, a esas alturas, ya tenía más de sesenta años y tenía mala salud debido a una cardiopatía y a la hipertensión. Me pregunté: “Si me vuelven a arrestar, ¿podré soportar la tortura y las palizas brutales?”. El Partido Comunista tortura a los creyentes de todas las formas posibles y los mata a golpes sin enfrentar ninguna consecuencia. Si me matan a golpes o me dejan tullido, ¿cómo haré para creer en Dios o cumplir mis deberes? Pensé: “Mejor dejo de cumplir mis deberes por ahora y busco un lugar para esconderme. Es más seguro de esa manera”. También me quejé para mis adentros de que los líderes no hubieran asignado ese deber a otra persona. Después de todo, ¿cómo podían permitir que alguien como yo, cuya seguridad estaba en riesgo, se encargara de estos problemas? Cuanto más pensaba en ello, más se hundía mi corazón. Más tarde, me di cuenta de que mi estado era incorrecto, así que oré a Dios: “Dios, mi fe es demasiado pequeña. Cuando descubrí los rastreadores en las motonetas, el miedo me invadió y quise esconderme como una tortuga dentro de su caparazón. Soy verdaderamente egoísta. Dios, estoy dispuesto a confiar en Ti, acudir a Ti y experimentar esta situación con fe. Espero que me guíes para que reflexione y reconozca mis problemas”. Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Gracias a la exposición a las palabras de Dios me di cuenta de que siempre pensaba en mí mismo cuando afrontaba una situación peligrosa y que en la raíz de eso estaban venenos satánicos, como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “No muevas un dedo si no hay recompensa”, ya que estas ideas habían llegado a influirme profundamente. Esas frases se habían convertido en el estándar según el cual actuaba y me comportaba. Al vivir según esos pensamientos y opiniones, me convertí en una persona egoísta e interesada, mis principios eran sacar beneficios y evitar pérdidas. Cuando trabajaba en la sociedad, me comportaba de esa manera y hasta elegía a mis amigos según lo útiles que pudieran serme. Después de encontrar a Dios y comenzar a cumplir mis deberes, seguía pensando solo en mí mismo y prefería hacer tareas fáciles que los líderes vieran con buenos ojos. Cuando la situación era cómoda, podía padecer el sufrimiento y entregarme para cumplir mis deberes, pero cuando la situación se volvía peligrosa y afectaba mi propia seguridad, solo pensaba en mis intereses y no me importaba en absoluto el trabajo de la iglesia. Cuando los líderes dispusieron que yo me encargara de las consecuencias, mi primera preocupación fue mi seguridad. Especialmente cuando descubrí que habían instalado rastreadores en nuestras motonetas, me preocupé aún más de que la policía me estuviera vigilando y del riesgo de que me arrestaran o hasta de perder la vida en cualquier momento. Incluso pensé en abandonar mis deberes y esconderme para priorizar mi supervivencia. Solo pensaba en mí mismo y no me importaba el trabajo de la iglesia ni si arrestaban a los hermanos y hermanas. ¡Era tan egoísta y despreciable! Lidiar con las consecuencias requiere trabajar contra reloj y, en un momento tan crucial, cualquier persona con conciencia y razón daría un paso al frente para proteger los intereses de la casa de Dios y haría todo lo posible por minimizar las pérdidas. Incluso si eso significara la detención, el encarcelamiento o la muerte, esa persona elegiría proteger el trabajo de la iglesia para confortar el corazón de Dios. Pero en mi caso, al enfrentar el peligro, quería huir y esconderme como una tortuga que se mete en su caparazón. ¿Qué clase de humanidad tenía yo? Al darme cuenta de esto, me sentí profundamente avergonzado y arrepentido, y me aborrecí a mí mismo. Ya no quería huir de aquella situación y estaba dispuesto a someterme y encargarme de las consecuencias de forma adecuada.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Independientemente de lo ‘poderoso’, lo audaz y ambicioso que sea Satanás, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que haya nacido de él o que exista por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no solo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe someterse a todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios. A los ojos de Dios, Satanás es inferior a los lirios del campo, a las aves que vuelan en el aire, a los peces del mar y a los gusanos de la tierra. Su papel, entre todas las cosas, es servir a todas las cosas, a la especie humana y a la obra de Dios y a Su plan de gestión” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Las palabras de Dios tienen verdadera autoridad y poder. Después de leerlas, me sentí lleno de fe al darme cuenta de que, por muy desenfrenado que sea, el Partido Comunista sigue estando en las manos de Dios. No es más que una herramienta de servicio que Dios usa para perfeccionar a Su pueblo escogido. Todo lo que hace está dentro de lo que Dios permite y no puede hacerle daño a nadie si Dios no lo consiente. Incluso si me enfrentara cara a cara con la policía, no me capturarían. Recordé que, hacía unos años, arrestaron a muchos líderes y obreros de nuestra zona pero nosotros no lo sabíamos y seguimos asistiendo a reuniones. De repente, más de diez policías vinieron y llamaron a la puerta. Llamaron sin parar durante varios minutos, pero nosotros simplemente seguimos orando y no abrimos la puerta. Media hora después, la policía pensó que no había nadie en casa y dejó a dos agentes de guardia, mientras que el resto se fue. Después, miramos por la ventana y, cuando los policías estaban distraidos, aprovechamos para escapar. En otra ocasión, después de terminar una reunión, un hermano y yo acabábamos de irnos cuando la policía atrapó a dos hermanas en la habitación. Las hermanas tomaron las computadoras a las apuradas y se escondieron debajo de la cama, y los policías no las descubrieron, aunque estaban justo enfrente de ellos. Estos hechos me permitieron ver la omnipotencia de Dios y entender que todo está en Sus manos. Aunque mi motoneta tenía instalado un rastreador, no dependía de la policía el que me atraparan, sino de Dios. Si Dios permitía que la policía me arrestara, no conseguiría escapar, independientemente de dónde me escondiera. Tenía que someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Al comprender esto, mi corazón se sosegó y tranquilizó y ya no me sentí tan cobarde o asustado. Después, seguimos ocupándonos de los problemas, pusimos a salvo todos los libros de las palabras de Dios y reubicamos a los hermanos y hermanas en lugares seguros para que hicieran sus deberes.
Después de organizar el trabajo de esa iglesia, fui a otra a encargarme de las consecuencias que sufrían allí. Me encontré con dos supervisores para hablar sobre cómo hacer que el trabajo de la iglesia volviera a la normalidad con rapidez. Pero, para mi sorpresa, también le habían puesto un rastreador a la motoneta de uno de los supervisores y la policía incluso había visitado nuestra residencia para investigar. De nuevo, había un ambiente tenso y yo me sentía muy reprimido. El Partido Comunista es como un fantasma insidioso, detiene y persigue sin tregua a los creyentes, y perturba y destruye el trabajo de la iglesia. ¡Es realmente maldito y condenable! Al día siguiente, recibí una carta de los líderes superiores en la que me asignaban para que me encargara de una carta de denuncia, junto con una hermana. La carta denunciaba que había un anticristo a cargo de la iglesia que oprimía y atormentaba a las personas y causaba el caos en la iglesia. Dijeron que el asunto era urgente y me pidieron que me encargara de inmediato. No quería ir, me quejé de la persona que había escrito la carta y pensé: “La situación ya es lo suficientemente crítica aquí y has elegido justo este momento para escribir una carta de denuncia. ¡Ya tenemos bastante con lidiar con las consecuencias y ahora no haces más que aumentar el caos!”. En ese momento, me enteré de que dos personas a quienes habían arrestado se habían convertido en judas y que ambas me conocían. La policía incluso las había interrogado sobre mí, y yo no sabía qué le habían revelado. Pensé: “La policía ya me está buscando. Si salgo de nuevo a la calle, ¿no me estaré poniendo en el punto de mira? En el caso de que me atrapen, la policía no me dejará ir con facilidad. Aunque no me maten a golpes, seguro que me dejarán tullido”. Me sentí muy conflictuado. “Encargarse de la carta de denuncia está relacionado con el trabajo de la iglesia y, si no nos encargamos a tiempo de estos anticristos y personas malvadas, causarán más caos, y seguirán oprimiendo y atormentando a los hermanos y hermanas. Pero esta carta de denuncia involucra varias iglesias y requiere una investigación y verificación in situ. Si salgo a la calle para hacerlas, tarde o temprano estaré en riesgo de que me arresten”. Con esto en mente, me sentía muy nervioso y no era capaz de calmarme. Así que oré a Dios para pedirle que me diera fe y fortaleza. Después de orar, recordé las palabras de Dios que mencionan cómo los discípulos del Señor Jesús se convirtieron en mártires por Él. Busqué de inmediatos esas palabras para leerlas.
Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Fueron condenados, golpeados, vituperados y asesinados porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. […] En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redimir a toda la especie humana que Él realizó le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). “Cuando los que son leales a Dios tienen claro que es peligroso un entorno, pese a ello aceptan el riesgo de hacer la tarea de ocuparse de la situación posterior y mantienen en mínimos las pérdidas a la casa de Dios antes de retirarse. No priorizan su propia seguridad. Dime, en este perverso país del gran dragón rojo, ¿quién podría asegurar que no hay peligro alguno en creer en Dios y cumplir con un deber? Cualquiera que sea el deber que uno asuma, conlleva cierto riesgo; sin embargo, el cumplimiento del deber es una comisión de Dios y, al seguir a Dios, uno ha de asumir el riesgo de cumplir con su deber. Uno debe hacer un ejercicio de sabiduría y ha de tomar medidas para garantizar su seguridad, pero no debe priorizar su seguridad personal. Debe tener en cuenta las intenciones de Dios y priorizar el trabajo de Su casa y la difusión del evangelio. Lo principal, y lo primero, es cumplir con la comisión de Dios para uno. Los anticristos dan máxima prioridad a su seguridad personal, creen que lo demás no tiene que ver con ellos. No les importa que le pase algo a otra persona, sea quien sea. Mientras no les pase nada malo a los propios anticristos, ellos están tranquilos. Carecen de toda lealtad, lo cual viene determinado por la esencia-naturaleza de los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Durante la Era de la Gracia, los discípulos del Señor Jesús dieron testimonio de Él y difundieron el evangelio y, para ello, estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas. Por ejemplo, Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios y fue leal hasta la muerte. A Esteban lo lapidaron por divulgar el evangelio del Señor Jesús, y así sucesivamente. Dieron su vida para difundir la palabra de Dios y dar testimonio de Su obra al mundo. Aunque los persiguieron y murieron físicamente, sus muertes fueron valiosas y tuvieron sentido, y contaron con la aprobación de Dios. Pensé en cómo, en los últimos días, muchos creyentes verdaderos que seguían a Dios habían sido arrestados y habían soportado crueles torturas por divulgar el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días y dar testimonio de él. A algunos los habían matado a golpes y otros habían quedado tullidos, pero prefirieron pasar su vida en prisión antes que negar a Dios o traicionarlo. Prefirieron morir antes que convertirse en un judas. Al final, dieron un testimonio que triunfó sobre Satanás. En ese momento, la iglesia necesitaba con urgencia a alguien que se encargara del trabajo, pero yo siempre priorizaba mi propia seguridad y ponía mi vida por encima de todo. No era ni leal ni sumiso a Dios, y mucho menos capaz de dar testimonio alguno de Él. ¿Qué sentido tenía prolongar mi existencia innoble de esa manera, sin cumplir mis deberes? También me di cuenta de que mi comprensión estaba distorsionada, ya que siempre me preocupaba que, si me mataban a golpes o me dejaban tullido, perdería mi oportunidad de obtener la salvación. Sin embargo, en realidad, obtener la salvación significa experimentar la obra de Dios hasta el punto de poder despojarse de la corrupción y lograr una verdadera sumisión a Dios. Si no podía someterme a la soberanía y los arreglos de Dios y no perseguía la verdad ni cumplía bien con mis deberes, ni tampoco me despojaba de mi carácter corrupto en la situación que Dios había dispuesto, sino que elegía huir y esconderme como una tortuga metiendo la cabeza en su caparazón, entonces perdería mi oportunidad de obtener la salvación. Al darme cuenta de esto, decidí someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Además, decidí que, independientemente de la situación que pudiera enfrentar en el futuro, comenzaría por cumplir bien y de forma adecuada con mis deberes y responsabilidades. Si algún día me arrestaban, eso también lo habría permitido Dios, así que seguiría el ejemplo de los discípulos del Señor Jesús y sería leal a Dios hasta la muerte. Por tanto, me camuflé y, mientras me encargaba de las consecuencias, también trabajé en verificar la carta de denuncia. Después de verificarla, descubrí que la mayor parte de su contenido no coincidía con los hechos y que una pequeña parte eran calumnias y acusaciones falsas. También descubrí que la persona que había escrito la carta de denuncia se solía obsesionar con las personas y las cosas, causaba problemas y sembraba discordia, se vengaba de cualquiera que la corrigiera y tenía una humanidad malévola. Al final, la expulsaron de la iglesia, con el acuerdo de la mayoría de sus miembros.
Esta experiencia de encargarme de las consecuencias me permitió obtener cierta comprensión sobre mi naturaleza egoísta y también vi que la obra de Dios es increíblemente sabia. Dios utiliza las detenciones y la persecución del PCCh para rendir servicio al perfeccionamiento de Su pueblo escogido, así como para revelar a distintos tipos de personas. Por ejemplo, esta vez arrestaron a muchos líderes y obreros de la iglesia, así como a hermanos y hermanas. Algunos intentaron protegerse de esta situación adversa y se asustaron tanto que no realizaron sus deberes, mientras que otros, después de que los arrestaron, se convirtieron en judas para salvar sus vidas, delatando a sus hermanos y hermanas e incluso firmaron las “Tres Cartas” para negar y traicionar a Dios. Pero hubo algunas personas que, después de que las arrestaron e hicieron pasar por el lavado de cerebro, la coerción, la seducción y la tortura del gran dragón rojo, no perdieron la fe en Dios. Prefirieron cumplir sus condenas de prisión y que los sentenciaran antes que convertirse en un judas y juraron hasta la muerte que no traicionarían a Dios. Dieron un hermoso y rotundo testimonio de Dios y, aunque sufrieron mucho en la carne, sus testimonios contaron con la aprobación de Dios y Él los recordó. De esta manera, Dios clasificó a cada persona según su tipo. Aunque el gran dragón rojo seguía arrestándonos y persiguiéndonos, el trabajo de la iglesia siguió de forma habitual y se puso a salvo a todos los hermanos y hermanas que estaban en riesgo, junto con los libros de las palabras de Dios, mientras que se echó de la iglesia a las personas malvadas e incrédulas que causaban trastornos y disturbios. Esta situación me permitió presenciar las acciones maravillosas de Dios y ver que toda Su obra la realiza Él mismo. Mi fe en Dios ha crecido. ¡Gracias a Dios!