Cuando me enteré del fallecimiento de mis padres

27 Mar 2025

Por Xu Zhen, China

Desde que era pequeña, mis padres siempre me querían mucho y hacían duros trabajos físicos para que mi hermano y yo pudiéramos ir a la escuela. Al ver que trabajaban tan duro de sol a sol, pensé: “Cuando crezca, debo ganar mucho dinero para poder dar a mis padres una vida mejor”. Cuando empecé a trabajar, enviaba todo el dinero que ganaba a mis padres, con la esperanza de mejorar su calidad de vida. Más tarde, acepté la obra de Dios de los últimos días y compartí el evangelio con ellos, pero mi padre dejó de creer porque tenía miedo de que el gran dragón rojo lo persiguiera. Sin embargo, mi madre siguió apoyándome en mi deber y ayudó a cuidar de mi hijo. Sentía que mis padres habían hecho mucho por mí y, cada vez que volvía a casa a visitarlos, trataba de ayudarlos con las tareas del hogar todo lo que podía e intentaba demostrarles mi devoción filial, lo que me hacía sentir más tranquila. En junio de 2022, la policía comenzó a perseguirme debido a mi evangelización y, a partir de entonces, ya no pude volver a casa para ver a mis padres y a mi hijo. También me preocupaba que mis padres ya estaban mayores y tenían mala salud, y que no tenían a nadie para cuidarlos si se enfermaban. Al leer las palabras de Dios, entendí que Él dispone la vida de las personas en su totalidad y que Dios también tiene soberanía sobre el porvenir de mis padres, así que se los encomendé a Dios y mi estado no se vio muy afectado, lo que me permitió cumplir mi deber con normalidad.

A finales de noviembre de 2022, recibí una carta de una hermana que decía que mi madre estaba en estado crítico en el hospital. La carta no especificaba qué tenía, así que yo estaba muy preocupada al no saber qué enfermedad tenía mi madre ni en qué condición estaba. Tenía muchas ganas de regresar para ir a visitar a mi madre. Pero luego pensé en que la policía aún me estaba persiguiendo, en lo ocupada que estaba lidiando con las consecuencias de los arrestos que habían realizado en varias iglesias y en cómo mi partida retrasaría el trabajo de la iglesia. Me sentía en un gran conflicto, así que oré a Dios y le encomendé la enfermedad de mi madre. A mediados de mayo de 2023, recibí una carta de casa que decía que mi madre había fallecido el año anterior debido a un derrame cerebral y que mi padre también había muerto unos días antes debido a un ataque de asma. La noticia repentina fue demasiado dura de asimilar. Cuando pensé en lo rápido que se habían ido y en que ya no tenía a mis padres, me invadió una ola de dolor y no pude dejar de llorar. Pensé en que no había estado a su lado para cuidarlos cuando estaban enfermos y en que no los había visto una última vez antes de que fallecieran. Sentí que debieron de estar muy tristes y decepcionados conmigo como su hija, y que mis familiares debían decir que era una hija sin devoción filial o una desagradecida. Me sentía tan débil que lo único que podía hacer era llorar. Cuando fui a mi habitación y me acosté, tenía la cabeza llena de imágenes de mis padres. Sus sonrisas, el cariño que me habían dado y las escenas de nuestra vida juntos se me pasaban por la cabeza como si fueran una película, una y otra vez. Pensé en lo mucho que les había costado a mis padres criarme, en los duros trabajos físicos que hacían para que yo pudiera ir a la escuela y en cómo mi madre me había ayudado a cuidar de mi hijo mientras yo cumplía con mis deberes fuera de casa. Sentía que les debía mucho por cada cosa pequeña que habían hecho por mí. Tenía mucho dolor e incluso pensé que, si no hubiera realizado mi deber y hubiera trabajado para ganar dinero, podría haberlos ayudado con sus gastos de manutención y les habría dado dinero para su tratamiento cuando estaban enfermos. Quizás así no habrían fallecido tan pronto. Cuando pensé en todos los años que no estuve a su lado para cuidarlos y en que no había cumplido mis responsabilidades como hija, me sentí como una pecadora ¡y estaba muy en deuda con ellos! Durante esos días, mi estado era de abatimiento, no podía comer ni dormir y vivía en la culpa y el dolor. Aunque seguía cumpliendo con mi deber, mi corazón estaba profundamente perturbado. También carecía del sentido de carga para dar seguimiento al trabajo evangélico del que era responsable, por lo que mi trabajo también se vio afectado. Sumida en mi dolor, oré a Dios: “Dios, mis padres han fallecido y siento un gran dolor y tormento. Te ruego que me ayudes y cuides de mi corazón para que no esté perturbado”. Después de la oración, me sentí un poco más en paz. Recordé las palabras de Dios sobre cómo manejar la muerte de los padres, así que las busqué para leerlas.

Dios Todopoderoso dice: “También deberían poseer una actitud correcta y racional respecto a la muerte de sus padres. […] Entonces, antes de que eso suceda, ¿cómo deberías solucionar el golpe inesperado que te provocará, de modo que no interfiera en el cumplimiento de tu deber o en la senda que caminas ni incida sobre esto o lo afecte? Primero, vamos a fijarnos exactamente en qué es la muerte y en qué consiste morir. ¿Acaso no significa que una persona deja este mundo? (Sí). Quiere decir que la vida que posee una persona, que tiene una presencia física, se desvincula del mundo material que pueden ver los humanos y desaparece. Esta persona se va entonces a vivir a otro mundo, con otra forma. El hecho de que esta vida desaparezca significa que la relación que tienes con ellos en este mundo se ha disuelto, se ha disipado y ha terminado. Viven en otro, con otras formas. En cuanto a cómo les irá la vida en ese otro mundo, si van a regresar a este, te los vas a encontrar de nuevo o si van a tener alguna clase de relación carnal o vínculos afectivos contigo, eso lo ordena Dios y no tiene nada que ver contigo. En resumen, el hecho de que mueran significa que sus misiones en este mundo han terminado y han alcanzado un punto final. Sus misiones en esta vida y en este mundo han terminado, así que tu relación con ellos también. Respecto a si en el futuro se van a reencarnar o a encontrarse alguna clase de sanción y restricción, o algún tipo de manejos y arreglos en el otro mundo, ¿tiene eso algo que ver contigo? ¿Es decisión tuya? No te incumbe en absoluto, no puedes decidirlo tú y es imposible que recibas noticias sobre eso. Tu relación con ellos en esta vida llega en ese momento a su conclusión. Es decir, el porvenir que os ligó mientras vivíais juntos durante diez, veinte, treinta o cuarenta años llega entonces a su fin. Después de eso, ellos son ellos, tú eres tú, y no existe en absoluto ninguna relación entre vosotros. Aunque todos creáis en Dios, ellos cumplieron con su deber y tú con el tuyo; cuando dejan de vivir en el mismo espacio, cesa de existir una relación entre vosotros. Simplemente ya han completado las misiones que Dios les ha encomendado. Entonces, en lo que respecta a las responsabilidades que cumplieron hacia ti, terminaron el día que empezaste a existir de manera independiente a ellos; ya no tienes nada que ver con tus padres. Si hoy mueren, solo echarás de menos algo a un nivel emocional, y tendrás a dos seres queridos menos a los que añorar. Nunca los volverás a ver ni oirás noticias sobre ellos. Lo que les suceda después y su futuro no te incumbe para nada, no habrá lazos de sangre entre vosotros, ya no serás siquiera la misma clase de ser. Es así. La última noticia que oirás en este mundo sobre tus padres será la de su muerte, y será la última etapa que verás o de la que oirás hablar relacionada con sus experiencias de nacer, envejecer, enfermar y morir en su vida; eso es todo. Sus muertes no te quitarán ni te darán nada, simplemente habrán muerto, su viaje como personas habrá llegado a su final. Por tanto, en lo que respecta a su muerte, no importa que sea accidental, natural, por enfermedad, etcétera, ya que en cualquier caso, si no fuera por la soberanía y los arreglos de Dios, ninguna persona o fuerza podría quitarles la vida. Su muerte solo implica el fin de su vida física. Si los echas de menos y los añoras, o te sientes culpable por tus sentimientos, no deberías sentir nada de eso ni es necesario que tengas esos sentimientos. Han partido de este mundo, así que echarlos de menos resulta redundante, ¿verdad? Puede que pienses: ‘¿Me echaron de menos mis padres todos esos años? ¿Cuánto más sufrieron porque yo no estaba a su lado mostrándoles piedad filial durante tanto tiempo? A lo largo de ese periodo, siempre deseé poder pasar unos días con ellos, nunca esperé que murieran tan pronto. Me siento triste y culpable’. No es necesario que pienses así, su muerte no tiene nada que ver contigo. ¿Por qué? Aunque les mostraras piedad filial o los acompañaras, esta no es la obligación ni la tarea que Dios te ha encomendado, Él ha ordenado cuánta buena fortuna y cuánto sufrimiento les causarás a tus padres; esto no tiene nada que ver contigo en absoluto, y no van a tener una vida más larga porque estés con ellos, así como no van a tener una vida más corta porque estés lejos de ellos y no puedas estar a menudo a su lado. Dios ha ordenado cuánto vivirán, y no tiene nada que ver contigo. Por tanto, si a lo largo de tu vida te enteras de que tus padres han fallecido, no te tienes que sentir culpable. Deberías abordar este asunto de la manera adecuada y aceptarlo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). “Si no hubieras dejado el hogar para cumplir con el deber en otro lugar y te hubieras quedado al lado de tus padres, ¿podrías haber evitado que enfermaran? (No). ¿Puedes controlar si tus padres viven o mueren? ¿Si son ricos o pobres? (No). Sea cual sea la enfermedad que contraigan, no será porque estaban agotados de criarte ni porque te extrañaban; en especial, no contraerán ninguna enfermedad importante, grave y posiblemente mortal por tu causa. Ese es su sino, y no tiene nada que ver contigo. Por muy buen hijo que seas, lo que puedes lograr, a lo sumo, es reducir un poco su sufrimiento carnal y sus cargas, pero en cuanto a en qué momento enfermen, qué enfermedad contraigan, cuándo y dónde mueran: ¿tienen estas cosas algo que ver contigo? No. Si eres un buen hijo, si no eres un ingrato indiferente y te pasas todo el día con ellos, cuidándolos, ¿acaso no se enfermarán? ¿No morirán? Si se van a enfermar, ¿no se enfermarán de todos modos? Si van a morir, ¿no morirán igualmente? ¿No es así?(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que el momento en que una persona nace, muere y su esperanza de vida son todos parte de la soberanía y predestinación de Dios. Dios también dispone y decide cómo y cuándo mueren nuestros padres. No había estado viendo las cosas basándome en las palabras de Dios y no había reconocido Su soberanía. Había pensado que, si no hubiera ido a cumplir mi deber, podría haber cuidado de mis padres y haberles dado el tratamiento que necesitaban cuando estaban enfermos, y que eso les podría haber permitido vivir unos años más y no haber muerto tan pronto. Mis opiniones sobre esos asuntos habían sido las mismas que las de un no creyente e idénticas a las de un incrédulo. Recordé que cuando mis padres habían estado enfermos antes, había ido a casa a visitarlos, pero lo único que pude hacer fue ofrecerles algunas palabras de consuelo, aconsejarles que se cuidaran y darles el poco dinero que tenía para que compraran medicamentos. Pero no mejoraron de sus enfermedades y no pude aliviar su sufrimiento. Cuando leí estas palabras de Dios en particular: “Sea cual sea la enfermedad que contraigan, no será porque estaban agotados de criarte ni porque te extrañaban; en especial, no contraerán ninguna enfermedad importante, grave y posiblemente mortal por tu causa. Ese es su sino, y no tiene nada que ver contigo”. Finalmente me di cuenta de que la muerte de mis padres no tenía nada que ver conmigo y de que, cuando su vida llegó a su fin, debían dejar este mundo en el momento que Dios había predestinado. Ese era su sino. Recordé que mi madre me había contado que habían llevado a mi padre al hospital en estado crítico en varias ocasiones para salvarle la vida y que todos pensaban que estaba a punto de morir, pero que, en última instancia, sobrevivía. Muchas personas permanecen junto a sus padres para cuidarlos durante años, pero, aun así, no pueden evitar que se mueran cuando caen enfermos. No hay dinero que pueda salvarlos. Me di cuenta de que Dios es soberano sobre el porvenir de todos y que, incluso si hubiera estado junto a mis padres para cuidarlos, ellos habrían contraído las enfermedades que debían tener y, por mucho dinero que hubiera gastado en su tratamiento, no habría podido salvarles la vida. Además, mis padres tenían más de sesenta años y mi padre llevaba años con asma, y dependía de la medicación para poder sobrevivir y sufría mucho dolor. Ahora que había fallecido, la enfermedad ya no lo hacía sufrir, lo que era un alivio para él. Con esos pensamientos en mente, me sentí algo aliviada, mi estado mejoró un poco y comencé a cumplir mi deber con normalidad.

Un día, mientras estaba fuera haciendo mi deber, vi a una pareja de ancianos en el autobús que tenían, aproximadamente, la misma edad que mis padres. Volví a pensar en ellos, en cómo habían fallecido y en que ya no estábamos en el mismo mundo. Al pensarlo, los ojos se me llenaron de lágrimas y me sumí en un estado de profunda tristeza. En especial durante el Año Nuevo, pensé otra vez en mis padres y me sentí una mala hija por no haber podido darles una vida cómoda. Ese era un obstáculo que simplemente no era capaz de superar y me sentía muy en deuda con ellos. Sabía que mi estado era equivocado y oré a Dios: “Dios, mis padres han fallecido y sé que eso es por Tu soberanía y arreglos, pero aún no puedo dejarlo de lado y vivo con sentimientos de culpa y reproches. Te ruego que me ayudes a resolver mi estado”.

Tras eso, leí un pasaje de las palabras de Dios: “En lo que respecta a manejar las expectativas de los padres, ¿quedan claros los principios que se han de seguir y de qué cargas hay que desprenderse? (Sí). Entonces, ¿cuáles son exactamente las cargas que la gente acarrea en este caso? Debes escuchar a tus padres y permitirles tener una buena vida; lo hacen todo por tu propio bien, y tú has de comportarte del modo que ellos aseguran que corresponde a un buen hijo. Asimismo, como adulto, debes hacer cosas por tus padres, devolverles su gentileza, ser buen hijo con ellos, acompañarlos, no ponerlos tristes ni decepcionarlos ni defraudarlos, y hacer todo lo posible para minimizar su sufrimiento o incluso eliminarlo por completo. Si eres incapaz de lograr esto, es que eres un desagradecido, un mal hijo, mereces que te parta un rayo y los demás te desdeñen, y eres una mala persona. ¿Son estas tus cargas? (Sí). Ya que estas cosas son las cargas que lleva la gente, hay que aceptar la verdad y afrontarlas adecuadamente. Aceptar la verdad es la única manera de transformar y desprenderse de estas cargas y estos pensamientos y puntos de vista incorrectos. Si no aceptas la verdad, ¿hay otra senda que puedas tomar? (No). Así, ya se trate de desprenderse de las cargas de la familia o de la carne, todo empieza por aceptar los pensamientos y puntos de vista correctos y la verdad. A medida que empieces a aceptar la verdad, comenzarás a desmontar, discernir y desentrañar estos pensamientos y puntos de vista erróneos que habitan en ti, y luego los irás rechazando paulatinamente. Durante este proceso de desmontar, discernir y luego desprenderte y rechazar estos pensamientos y puntos de vista erróneos, tu actitud y enfoque hacia tales asuntos se transformarán poco a poco. Esos pensamientos que provienen de tu conciencia humana o de tus sentimientos se irán debilitando; ya no te atribularán ni te atarán desde el fondo de tu mente, no controlarán ni influenciarán tu vida y no interferirán en el cumplimiento del deber. Por ejemplo, si has aceptado los pensamientos y puntos de vista correctos y este aspecto de la verdad, cuando te enteres de la noticia de la muerte de tus padres, simplemente derramarás lágrimas por ellos sin pensar que en estos años no les has retribuido la gentileza de criarte, en lo mucho que les hiciste sufrir, que no los recompensaste ni lo más mínimo o que no les permitiste tener una buena vida. Ya no te culparás más a ti mismo por estas cosas. En cambio, manifestarás expresiones normales surgidas de las necesidades de los sentimientos humanos corrientes, derramarás lágrimas y luego los añorarás un poco. Estas cosas pronto se volverán naturales y normales, y te sumirás rápidamente en una vida normal y en cumplir con tu deber; no te preocupará este asunto. Pero si no aceptas estas verdades, entonces, cuando recibas la noticia del fallecimiento de tus padres, llorarás sin parar. Sentirás pena por ellos, que no lo tuvieron nada fácil durante toda su vida y que criaron a alguien como tú, que es un mal hijo. Cuando estuvieron enfermos, no los atendiste junto a su cama y, cuando murieron, no lloraste en su funeral ni te pusiste de luto. Los defraudaste, los decepcionaste y no les dejaste tener una buena vida. Albergarás ese sentimiento de culpa durante mucho tiempo, y llorarás y sentirás un dolor sordo en el corazón cada vez que pienses en ello. Cuando te encuentres con circunstancias o personas, acontecimientos y cosas relacionados con esto, reaccionarás con emotividad. Puede que este sentimiento de culpa te acompañe el resto de tu vida. ¿Por qué razón? Porque nunca aceptaste la verdad ni los pensamientos y puntos de vista correctos como tu vida. En su lugar, esta se ha seguido viendo influenciada por tus viejas ideas y puntos de vista, que aún te dominan. Así que te pasarás lo que te queda de existencia sufriendo por la muerte de tus padres. Este continuo sufrimiento tendrá consecuencias que irán mucho más allá de un poco de incomodidad carnal. Afectará a tu vida, a tu actitud hacia el cumplimiento del deber, hacia la obra de la iglesia, hacia Dios, y también hacia cualquier persona o asunto que te toque el alma. Puede que también te desalientes y te desanimes respecto a más asuntos, te muestres abatido y pasivo, pierdas la fe en la vida, el entusiasmo y la motivación por todo, y otras cosas más. Con el tiempo, el impacto no se limitará a la simple vida cotidiana; también afectará a tu actitud frente al cumplimiento de tus deberes y a la senda que tomes en la vida. Esto es muy peligroso, y puede ocasionar que no puedas cumplir de forma adecuada tu deber como ser creado, e incluso que dejes a medias o albergues un estado de ánimo y una actitud de resistencia hacia los deberes que cumples. En resumen, este tipo de situación empeorará inevitablemente con el tiempo y hará que tu estado de ánimo, tus emociones y tu mentalidad evolucionen en una dirección maligna. ¿Lo entiendes? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que había estado viviendo en el dolor y la culpa porque había aceptado las ideas tradicionales de Satanás, como “La devoción filial es la principal virtud”, “Debes cuidar de tus padres durante su vejez y acompañarlos hasta el final de sus vidas” y “Una persona no filial es peor que un animal”. Había creído que tener devoción filial, cuidar de los padres durante su vejez y acompañarlos hasta el final de sus vidas era el sello de una persona con conciencia y humanidad, y que, si una persona no hacía esas cosas, carecía de conciencia y humanidad. Por eso, a mi corazón lo inundaba la culpa y mi conciencia se sentía condenada y desasosegada. Al enterarme de la muerte de mis padres, pensé en lo mucho que les había costado criarme y en todo lo que habían sacrificado por mí. Sin embargo, yo no les había dado una vejez cómoda ni los había cuidado cuando estaban enfermos, y ni siquiera los había visto una última vez antes de que fallecieran. No podía dejar de sentirme una mala hija que no había cumplido con mis responsabilidades como tal. Por ello, los demás me condenarían y despreciarían, así que no podía perdonarme a mí misma. Consideraba ideas como “La devoción filial es la principal virtud”, “Debes cuidar a tus padres durante su vejez y acompañarlos hasta el final de sus vidas” y “Una persona no filial es peor que un animal” como cosas positivas, pero no veía esos asuntos conforme a las palabras de Dios. En realidad, Dios juzga si una persona tiene conciencia y humanidad basándose en si puede cumplir bien con su deber como ser creado y satisfacerlo. Si una persona puede renunciar a todo para entregarse a Dios y cumplir bien con su deber como ser creado, esa persona es leal a Dios y posee gran conciencia y humanidad. Por el contrario, si una persona abandona su deber por devoción filial, aunque cuide muy bien de sus padres y todos la elogien como un buen hijo o buena hija, esa persona vive en aras de sus sentimientos carnales, es egoísta, despreciable y carece de humanidad. Pensé en los santos a lo largo de la historia que renunciaron a sus familias y trabajos para predicar el evangelio del Señor. A fin de llevar a las personas ante Dios y permitirles obtener Su salvación, dejaron su tierra natal y a sus familias. A los ojos de las personas, parecían insensibles por no cuidar de sus familias ni tener devoción filial con sus padres. Sin embargo, a los ojos de Dios, cumplieron bien con su deber como seres creados y poseían conciencia y humanidad. Dios conmemoró sus obras. Yo estaba en la senda correcta de la fe en Dios, sufría la persecución del PCCh y no podía regresar a casa. Mi incapacidad para cuidar de mis padres se debía a las circunstancias, no a que careciera de devoción filial o conciencia. Independientemente de cómo me viera mi familia o me criticaran los no creyentes, la senda que recorría no era la equivocada. Cómo me vean los demás no es importante, lo que importa es si puedo obtener la aprobación de Dios. Eso es lo más importante. Vivía en un estado en el que me sentía en deuda y culpable debido a la muerte de mis padres, me quejaba de Dios, me rebelaba contra Él y no era leal en mi deber. ¿De qué manera tenía yo humanidad o conciencia? Dios me había dado la vida, me había cuidado y protegido, y me había provisto de todo lo que necesitaba. Sin embargo, yo me seguía quejando de Él. ¡Era realmente incapaz de distinguir el bien del mal más allá de lo razonable! Al darme cuenta de eso, oré a Dios: “Dios, no quiero vivir sumida en el dolor por la muerte de mis padres. Deseo arrepentirme ante Ti”.

Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Analicemos el asunto de que tus padres te trajeran al mundo. ¿Quién eligió que te trajeran al mundo, tú o tus padres? ¿Quién eligió a quién? Si lo analizas desde la perspectiva de Dios, la respuesta es: ninguno de los dos. Ni tú ni tus padres elegisteis que ellos te trajeran al mundo. Si analizas de raíz esta cuestión, esto lo dispuso Dios. Dejaremos este tema de lado por ahora, ya que es algo fácil de entender. Desde tu punto de vista, naciste pasivamente de tus padres, sin tener otra opción al respecto. Desde la perspectiva de tus padres, te trajeron al mundo por su propia voluntad independiente, ¿verdad? En otras palabras, dejando de lado la disposición de Dios, en lo relativo a tu nacimiento, fueron tus padres quienes detentaron todo el poder. Eligieron traerte al mundo y lo decidieron todo. Tú no elegiste que ellos te dieran la vida, naciste de ellos pasivamente y no tuviste elección alguna al respecto. Así pues, dado que tus padres tuvieron todo el poder y optaron por hacer que nacieras, tienen la obligación y la responsabilidad de educarte, criarte hasta la vida adulta, proveerte de educación, alimento, vestimenta y dinero; esta es su responsabilidad y obligación, y es lo que les corresponde hacer. En tanto que tu postura fue siempre pasiva durante el tiempo que te criaron, no tuviste derecho a elegir: debían criarte ellos. Como eras pequeño, no tenías la capacidad de criarte solo, no te quedó más alternativa que recibir pasivamente la crianza de tus padres. Ellos te criaron tal como quisieron; si te daban buena comida y bebida, tú comías y bebías bien. Si te ofrecían un entorno vital en el que sobrevivías alimentándote de cizaña y plantas silvestres, así es como sobrevivías. En cualquier caso, durante tu crianza, tú eras pasivo y tus padres cumplían con su responsabilidad. Es igual que si tus padres cuidaran una flor. Si quieren cuidarla, deben fertilizarla, regarla y asegurarse de que reciba la luz del sol. Así pues, en cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. Independientemente de la razón por la cual te criaron, era su responsabilidad; como te trajeron al mundo, debían hacerse responsables de ti. Sobre esta base, ¿se puede considerar como amabilidad todo lo que tus padres hicieron por ti? No, ¿verdad? (Así es). Que tus padres cumplieran con su responsabilidad contigo no constituye un acto de amabilidad. Si cumplen con su responsabilidad respecto a una flor o una planta, regándola y fertilizándola, ¿es eso amabilidad? (No). Eso dista aún más de ser amabilidad. Las flores y las plantas crecen mejor en el exterior; si se las planta en la tierra, con viento, sol y agua de lluvia, prosperan. No crecen tan bien cuando se las planta en macetas de interior, comparado con el exterior, pero, estén donde estén, igualmente viven, ¿no es así? Sin importar dónde estén, eso lo ha predestinado Dios. Eres una persona viva, y Dios se responsabiliza de cada vida, le permite sobrevivir y observar la ley que rige a todos los seres creados. Pero, como eres una persona, tú vives en el entorno en el que te crían tus padres, de manera que debes crecer y existir en él. Que vivas en ese entorno, en mayor medida, se debe a que Dios lo ha predestinado; en menor medida, se debe a la crianza de tus padres, ¿verdad? En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero no muchas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánto esfuerzo y dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que haberme criado tras darme a luz era la responsabilidad y la obligación de mis padres, y que eso no se podía considerar amabilidad. No había entendido la verdad y pensaba que el cuidado y la crianza de mis padres eran amabilidades. Creía que habían hecho mucho por mí y habían sido amorosos conmigo, por lo que debía retribuírselos. Cuando mis padres se enfermaron, no regresé para cuidarlos y, cuando fallecieron, ni siquiera los vi una última vez. Me sentía profundamente en deuda con mis padres, pero, después de leer las palabras de Dios, me di cuenta de que criar a los hijos hasta la adultez es lo que se supone que los padres deben hacer. Es su responsabilidad. Así como una persona que cuida una planta en una maceta tiene la responsabilidad de regarla y abonarla, eso no se considera una amabilidad. La bondad de mis padres y todo lo que hicieron por mí provenía de la soberanía y los arreglos de Dios, y debía aceptarlo de parte de Dios. No les debía nada a mis padres y tampoco necesitaba retribuirles o compensarles nada. Después de entenderlo, el dolor que sentía en el corazón se alivió un poco.

En cuanto a cómo ver a mis padres, encontré una senda en las palabras de Dios. Leí estas palabras de Dios: “Tus padres no son tus acreedores, es decir, no deberías andar siempre considerando cómo retribuirlos solo porque pasaran tanto tiempo criándote. Si no puedes retribuirles, si no surge la oportunidad o las circunstancias adecuadas para hacerlo, siempre te sentirás triste y culpable, hasta tal punto que incluso te entristecerá ver a alguien que tenga piedad filial con sus padres, que los cuide o se la demuestre con hechos. Dios ordenó que tus padres te criaran, que te capacitaran para convertirte en adulto, no para que tuvieras que pasarte la vida retribuyéndoles. Cuentas con responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en esta vida, con una senda que debes tomar, y tienes tu propia vida, durante la cual no debes dedicar todas tus energías a retribuir la gentileza de tus padres. Se trata de algo que te acompaña en la vida y en la senda de esta. En cuanto a la humanidad y a las relaciones afectivas, es algo que resulta inevitable. Sin embargo, en cuanto a qué clase de relación estáis destinados a tener tú y tus padres, si vais a ser capaces de vivir juntos lo que quede de vida, o si os vais a separar y el porvenir no os ha unido, eso depende de las instrumentaciones y arreglos de Dios. Si Él ha instrumentado y arreglado que te halles en un lugar diferente a tus padres durante esta vida, que estés muy lejos de ellos y a menudo no podáis vivir juntos, entonces desempeñar tus responsabilidades hacia ellos es, para ti, una especie de aspiración. Si Dios ha dispuesto que vivas muy cerca de tus padres en esta vida y puedas permanecer a su lado, entonces te corresponde en esta vida cumplir un poco con tus responsabilidades hacia ellos y mostrarles algo de piedad filial; nada de esto es criticable. Sin embargo, si te encuentras en un lugar diferente a tus padres y no se te presenta la oportunidad o las circunstancias adecuadas para mostrarles piedad filial, no debes considerarlo algo vergonzoso. No debes avergonzarte de enfrentarte a tus padres porque seas incapaz de mostrarles piedad filial, es solo que tus circunstancias no lo permiten. Como hijo, deberías entender que tus padres no son tus acreedores. Hay muchas cosas que has de hacer en esta vida, y todas ellas le corresponden a un ser creado, el Creador te las ha encomendado y no tienen nada que ver con retribuirles a tus padres su gentileza. Mostrarles piedad filial, retribuirles y devolverles su gentileza son cosas que no tienen nada que ver con tu misión en la vida. También se puede decir que no es necesario mostrarles piedad filial a tus padres, retribuirles o cumplir con ninguna de tus responsabilidades hacia ellos. En palabras sencillas, puedes dedicarte un poco a eso y al mismo tiempo desempeñar alguna de tus responsabilidades si las circunstancias lo permiten. Cuando no sea así, no hace falta que te empeñes en ello. Si no puedes desempeñar tu responsabilidad de mostrarle piedad filial a tus padres, tampoco es un gran error, solo contradice levemente tu conciencia, la moral y las nociones humanas. Pero al menos no va en contra de la verdad y Dios no te condenará por ello. Cuando entiendas la verdad, tu conciencia no recibirá ningún reproche por este motivo. ¿No gana en estabilidad vuestro corazón ahora que habéis entendido este aspecto de la verdad? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que mis padres no eran mis acreedores. Que Dios hubiera predestinado que yo naciera en los últimos días no era algo que le debía retribuir a mis padres ni que implicara tener que ser una buena hija, sino que era para cumplir con la misión que debo completar, que es hacer el deber de un ser creado, lo que debería hacer como persona. La devoción filial se debe basar en las circunstancias de cada uno. Si no retrasa el deber, uno puede visitar a sus padres para cumplir bien con las responsabilidades de un hijo. Pero si, mientras se está fuera cumpliendo con el deber, no hay oportunidad de estar junto a los padres para cuidarlos, no hay necesidad de sentirse en deuda o culpable. En los momentos cruciales, los deberes deben tener prioridad. Eso fue especialmente evidente después de leer las palabras de Dios que dicen: “Como miembros de la raza humana y cristianos devotos, es responsabilidad y obligación de todos nosotros ofrecer nuestra mente y nuestro cuerpo para el cumplimiento de la comisión de Dios, porque todo nuestro ser vino de Él y existe gracias a Su soberanía. Si nuestras mentes y nuestros cuerpos no están dedicados a la comisión de Dios ni a la causa recta de la humanidad, nuestras almas se sentirán avergonzadas ante aquellos que fueron martirizados a causa de la comisión de Dios, y aún más ante Dios, que nos ha provisto de todo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el porvenir de toda la humanidad). Dios es la fuente de la vida humana. Mi vida me la dio Dios, y el hecho de que hoy esté viva también se debe al cuidado y la protección de Dios. Hoy, cumplir el deber de un ser creado es mi responsabilidad y obligación. Al entenderlo, puedo ver de forma correcta el fallecimiento de mis padres.

Aunque a veces pienso en mis padres, eso ya no me limita y soy capaz de centrarme en mis deberes. Son las palabras de Dios las que me han guiado para entender cómo ver de manera correcta el fallecimiento de mis padres y aprender los principios de práctica sobre cómo ver a mis padres. He superado mi dolor. ¡Doy gracias por la salvación de Dios!

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