Cómo dejé de lado mis emociones de odio
Por Li Jia, China Li Xin era mi compañera en la supervisión de la redacción de textos, pero al cabo de un tiempo la sustituyeron porque no...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Cuando era pequeño, la gente siempre decía que era sensato y educado; en resumen, un buen niño. Rara vez me enojaba con alguien y nunca daba problemas. Tras ingresar en la fe, también era muy amable con los demás hermanos y hermanas. Era tolerante, paciente y cariñoso. Recuerdo una época cuando estaba enseñando a unos miembros mayores a usar la computadora. Con paciencia, les enseñaba una y otra vez. Aunque a veces tardaban en aprender y yo me inquietaba, intentaba no mostrarme impaciente por temor a que los demás dijeran que carecía de bondad. Por ello, los hermanos y hermanas solían decir que era de buena humanidad, y mi líder me eligió para regar a los nuevos fieles alegando que ese deber solo lo podía cumplir bien gente amable y paciente. Me sentí muy satisfecho conmigo mismo al oír aquello y estaba todavía más seguro de que ser amable y afable era señal de buena humanidad.
Luego nos juntaron al hermano Li Ming y a mí como líderes en la iglesia. Después de trabajar juntos durante un tiempo, observé que Li Ming quería hacer las cosas a su manera y que tenía algo de genio. Si las cosas no iban como quería, a menudo se enojaba. Además, no era transparente en el trabajo y solía mentir. No actuaba según los principios ni protegía el trabajo de la iglesia. Hubo un tiempo en que no paraba de contactar con hermanos y hermanas por el celular. Supe que, de esa forma, la policía podría seguirlos, lo que daría problemas a la iglesia, y pensé frenarlo en varias ocasiones, pero, cuando iba a decir lo que pensaba, me reprimía. Creía que, si le señalaba directamente su problema, él podría pensar que, aunque yo pareciera actuar como una buena persona, era bastante cruel de palabra y obra y que, por ende, era difícil llevarse bien conmigo. Tras recapacitarlo, decidí moderarme y, simplemente, preguntarle si estaba usando el celular para contactar con otros hermanos y hermanas. Cuando no admitió que lo estaba usando, supe que mentía, pero no lo revelé y frené por temor a que eso abriera una brecha entre nosotros y él pensara mal de mí. Más tarde observé que los problemas de Li Ming eran cada vez más graves. Una vez me contaron unos hermanos y hermanas que su esposa siempre hablaba de palabras y doctrinas en las reuniones para lucirse, que no resolvía problemas reales y que les contaba a los demás cuánto había sufrido y sacrificado en el deber solo para que lo admiraran. Cuando la investigaron, se comprobó que no era apta para ser líder y que había que destituirla. Cuando se lo conté a Li Ming, se irritó mucho y alegó que la evaluación de los hermanos y hermanas fue falsa e injusta para su esposa. Llegó a cuestionar por qué no investigamos a quienes denunciaron el asunto, sino solamente a su esposa. Me escandalicé: jamás imaginé que Li Ming tendría tan mala actitud. Para tratar de limar asperezas, le dije: “Sosiega tu corazón y busca la intención de Dios en esta cuestión. Procura no dejarte superar por tus emociones”. Pero él no me hacía caso alguno y no se calmaba. Dado que Li Ming interfirió intencionadamente, el problema de su esposa se quedó sin resolver. Posteriormente, Li Ming también reprendió a los hermanos y hermanas en una reunión y hasta hizo llorar a una hermana con su sermoneo. Sentí que el problema de Li Ming estaba agravándose mucho. Los otros habían evaluado a su esposa de manera objetiva y justa, con meros hechos, pero como esto amenazaba los intereses de él, se enojó y los atacó. ¡Tenía una humanidad malvada! Quería denunciar su problema ante nuestro líder superior, pero reflexioné: “¿Eso no es de chivata y una puñalada por la espalda? Además, seguro que el líder lo llama para hablar con él si lo denuncio; si se entera de que fui yo quien lo denunció, ¿qué pensará de mí? ¿No dirá que lo estaba desacreditando a sus espaldas y que tengo poca humanidad?”. Al percatarme de esto, no lo denuncié, pero me sentía un poco reprimido y abrumado.
Luego, debido a que otras personas informaron sobre su problema, Li Ming fue por fin destituido. Después, el líder superior me desenmascaró y dijo: “Mientras, a primera vista, aparentas llevarte bien con todos, no tienes verdadera lealtad a Dios. ¿Por qué no expusiste y frenaste a Li Ming cuando advertiste su problema? ¿Cómo es posible que no denunciaras un asunto tan crucial? ¿Quieres proteger el trabajo de la iglesia o no?”. Hasta que no me podó mi líder no espabilé y comencé a orar a Dios y a reflexionar. Encontré un pasaje de las palabras de Dios que dice: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior. Además, Dios escruta el corazón de la gente y conoce su situación, a todos y cada uno; sean quienes sean, nadie puede engañar a Dios. Algunas personas alardean de poseer buena humanidad, de jamás hablar mal de los demás, jamás perjudicar los intereses de otros, y sostienen que jamás han codiciado los bienes del prójimo. Cuando hay una disputa sobre los intereses, incluso prefieren perder a aprovecharse de los demás, y todos piensan que son buenas personas. Sin embargo, cuando llevan a cabo sus deberes en la casa de Dios, son maliciosos y escurridizos, siempre maquinando para sí mismas. Nunca piensan en los intereses de la casa de Dios, nunca tratan como urgentes las cosas que Dios considera urgentes ni piensan como Dios piensa, y nunca pueden dejar a un lado sus propios intereses a fin de llevar a cabo su deber. Nunca abandonan sus propios intereses. Aunque ven a las personas malvadas hacer el mal, no las exponen; no tienen principio alguno. ¿Qué clase de humanidad es esta? No es humanidad buena. No prestes atención a lo que dice la gente así; debes ver qué vive, qué revela y cuál es su actitud cuando lleva a cabo sus deberes, así como cuál es su condición interna y qué ama. Si su amor por su propia fama y ganancia excede su lealtad a Dios, si su amor por su propia fama y ganancia excede los intereses de la casa de Dios, o excede la consideración que muestra por Dios, entonces ¿acaso esta gente posee humanidad? No se trata de personas con humanidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Con las palabras de Dios comprendí que no se puede juzgar la humanidad de una persona por características aparentes; por ejemplo, si es de genio apacible o si es capaz de llevarse bien con los demás en armonía, sino por su actitud hacia Dios y hacia la verdad, si es responsable en el deber y si, ante los problemas, está del lado de Dios y actúa según los principios-verdad. Antes creía tener una humanidad decorosa. Aparentemente era amable y tenía una personalidad agradable, pero cuando observé que Li Ming contactaba con hermanos y hermanas por el celular, lo que ponía en riesgo la seguridad de la iglesia, me preocupó que nuestra relación se malograra si lo increpaba directamente, por lo que le hice una advertencia diplomática y sutil. Cuando no admitió su conducta, no lo desenmascaré ni frené. Pensé para mis adentros, “Si algo falla, no puede decir que no le advertí”. Pensé que practicar de esta forma no dañaría mi imagen y me eximiría de responsabilidad si algo fallaba. No pensaba más que en mis intereses, mi estatus y mi imagen, mientras ignoraba la labor de la iglesia y la seguridad de los hermanos y hermanas. ¡Qué egoísta y falso! Cuando Li Ming, por afecto a su esposa, atacó a los demás por el asunto de ella, debería haberlo denunciado enseguida al líder superior, pero me preocupó que él creyera que lo apuñalaba por la espalda, así que me callé. Me mantuve al margen y dejé que Li Ming siguiese fuera de control, lo que repercutió negativamente en el trabajo de la iglesia y ocasionó ataques y daño a los hermanos y hermanas. ¿Dónde estaba mi humanidad? Al contemplar mis actos a la luz de las palabras de juicio y desenmascaramiento de Dios, me sentí muy culpable. Siempre había creído ser de buena humanidad, pero, con la revelación de las palabras de Dios y de los hechos, cambió totalmente mi autopercepción. Parecía amable, pero esa amabilidad ocultaba una intención despreciable. Solo me importaban mis intereses y no protegía para nada la labor de la iglesia. Mi amabilidad era falsa e intentaba complacer a todos. Era una persona falsamente piadosa y falsa. Ya no me atrevía a describirme como alguien de buena humanidad. Más adelante, encontré otro pasaje de las palabras de Dios: “La esencia de una buena conducta, como ser accesible y amable, puede calificarse con una sola palabra: fingimiento. Esa buena conducta no nace de las palabras de Dios ni es resultado de la práctica de la verdad o de un comportamiento con principios. ¿De qué es fruto? De las motivaciones de la gente, de sus maquinaciones, su fingimiento, su disimulo, su astucia. Cuando la gente se aferra a estas buenas conductas, su objetivo es conseguir lo que quiere; si no, jamás se oprimiría a sí misma de esta forma ni viviría en contra de sus deseos. ¿Qué significa vivir en contra de sus deseos? Que su auténtica naturaleza no es tan dócil, inocente, gentil, amable y virtuosa como la gente imagina. La gente no vive de acuerdo con la conciencia y la razón, sino para alcanzar determinado objetivo o exigencia. ¿Cuál es la auténtica naturaleza del hombre? Es atolondrada e ignorante. Sin las leyes y los mandamientos otorgados por Dios, la gente no sabría qué es el pecado. ¿Antes no era así la humanidad? Hasta que no dictó Dios las leyes y los mandamientos, la gente no tuvo concepto de pecado. Sin embargo, aún no tenía concepto del bien y del mal ni de las cosas positivas y negativas. Y en ese caso, ¿cómo podía conocer los principios correctos para hablar y actuar? ¿Podía saber qué maneras de actuar, qué buenas conductas, debían presentarse en la humanidad normal? ¿Podía saber qué provoca una conducta verdaderamente buena, qué tipo de camino seguir para vivir con semejanza humana? No podía saberlo. Debido a la naturaleza satánica de la gente, a sus instintos, aquella solamente podía fingir y disimular para vivir decorosamente y con dignidad, lo que dio lugar a falsedades como ser culto y sensato, gentil y refinado, cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible; así surgieron estos trucos y técnicas de engaño. Y, una vez surgidos, la gente se aferró selectivamente a uno o varios de ellos. Unos optaron por ser amables y accesibles, otros, cultos y sensatos, gentiles y refinados; otros más optaron por ser corteses, respetar a los mayores y amar a los pequeños, y hubo quienes optaron por todas estas cosas. Sin embargo, Yo califico con un solo término a las personas que tienen esas buenas conductas. ¿Cuál es ese término? ‘Piedras lisas’. ¿Qué son las piedras lisas? Esas piedras lisas de los ríos, socavadas y pulidos sus bordes, afilados por muchos años de paso del agua. Y aunque no duela al pisarlas, la gente, si no tiene cuidado, puede resbalar en ellas. En apariencia y forma, estas piedras son muy hermosas, pero cuando te las llevas a casa son bastante inútiles. No te haces a la idea de tirarlas, pero tampoco tiene sentido conservarlas; eso es lo que es una ‘piedra lisa’. Para Mí, los que tienen estas conductas aparentemente buenas son tibios. Fingen ser buenos por fuera, pero no aceptan la verdad en absoluto, dicen cosas que suenan bien, pero no hacen nada real. No son sino piedras lisas. Si comunicas con ellos sobre la verdad y los principios, te hablarán sobre ser gentil, refinado y cortés. Si les hablas de discernir a los anticristos, te hablarán de respetar a los mayores y amar a los pequeños, y sobre ser culto y sensato. Si les dices que debe haber principios en el comportamiento propio, que uno debe buscar los principios en su deber y no actuar de modo obstinado, ¿cuál será su respuesta? Dirán: ‘Actuar de acuerdo con los principios-verdad es otro tema, yo solo quiero ser culto y sensato, que otros aprueben mis actos. Mientras respete a los mayores y ame a los pequeños, y tenga la aprobación de los demás, con eso me basta’. Solo les preocupan los buenos comportamientos, no se centran en la verdad” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). Con las palabras de Dios comprendí que ser amable y accesible, conductas consideradas buenas en la cultura tradicional, es, en esencia, fingir. Quienes actúan así solo se cubren, proyectan una imagen falsa, con el fin de que la gente los admire y de embaucarla para que los respete y elogie. Todo es un complot y un engaño, y esta conducta los convierte en impostores. También me di cuenta de que seguía siendo así de egoísta y falso, pese a haber procurado tener una buena conducta todos esos años, porque todo esto ocultaba unas intenciones malvadas. Quería darle buena impresión a la gente para que me respetara y elogiara. Desde pequeño me había condicionado y educado la cultura tradicional para que valorara la buena conducta. Creía que una buena conducta me granjearía los elogios de mi entorno. Tras ingresar en la fe, continué tratando de ser una persona amable y accesible y de conservar una buena imagen y el estatus entre los hermanos y hermanas, sobre todo cuando Li Ming era mi compañero. Observé varias veces que usaba el teléfono para contactar a hermanos y hermanas, con lo que vulneraba los principios, exponía a los hermanos y hermanas e ignoraba los intereses de la iglesia, por lo que debería haberlo revelado y frenado, pero callé porque me preocupaba causarle una mala impresión. Tenía claro que Li Ming protegía a su esposa y hasta reprimía a los hermanos y hermanas, y que esto no era un simple caso de corrupción. Tenía una humanidad malvada, no era un líder adecuado y debería haberlo denunciado inmediatamente. Opté, en cambio, por callar una vez más para preservar mi estatus e imagen. Por preservar mi imagen, mordí la mano que me daba de comer. No protegí para nada los intereses de la iglesia. Comprendí en profundidad que procurar ser amable y accesible no solo no me ayudó a transformar mi carácter corrupto, sino que, de hecho, me volvió cada vez más egoísta y falso. Opté por comportarme bien, en vez de practicar la verdad, con lo que proyectaba una falsa imagen para ocultar mis intenciones despreciables y para que todos creyeran que tenía la realidad-verdad y que era cariñoso y amable, de modo que los embaucaba para que confiaran en mí y me dieran su respeto y aprobación. Iba por la senda de los fariseos, falsamente piadosos, y me resistía a Dios. Dios me condenaría y descartaría si seguía así.
Luego leí otros dos pasajes de las palabras de Dios que decían: “¿Y cuál es la consecuencia cuando la gente siempre piensa en sus propios intereses, cuando siempre trata de proteger su orgullo y su vanidad, cuando revela un carácter corrupto, pero no busca la verdad para corregirlo? Que no tiene entrada en la vida, que carece de testimonio vivencial verdadero. Y esto es peligroso, ¿no? Si nunca practicas la verdad, si no tienes testimonio vivencial, serás revelado y descartado a su debido tiempo. ¿Qué utilidad tiene la gente sin testimonio vivencial en la casa de Dios? Está destinada a cumplir mal con cualquier deber y a ser incapaz de hacer nada correctamente. ¿No es simple basura? Si las personas nunca practican la verdad tras años de fe en Dios, son incrédulos, son personas malvadas. Si nunca practicas la verdad, y si tus transgresiones son cada vez más numerosas, tu fin está fijado. Es evidente que todas tus transgresiones, la senda equivocada por la que vas y tu negativa a arrepentirte conforman una multitud de malas acciones, por lo que tu final es que irás al infierno: serás castigado. ¿Os parece un asunto trivial? Si no se te ha castigado, no tienes ni idea de lo aterrador que es esto. Cuando llegue ese día en que te enfrentes realmente a la hecatombe y la muerte, será demasiado tarde para lamentarse. Si en tu fe en Dios no aceptas la verdad, y si crees en Dios desde hace años pero no se ha producido ninguna transformación en ti, la consecuencia final es que serás descartado y abandonado” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Solo cuando las personas actúan y se comportan de acuerdo con las palabras de Dios tienen una base verdadera. Si no se comportan de acuerdo con las palabras de Dios, y solo se centran en fingir que se comportan bien, ¿podrán así convertirse en buenas personas? Por supuesto que no. Las buenas doctrinas y el buen comportamiento no pueden cambiar las actitudes corruptas del hombre ni su esencia. Solo la verdad y las palabras de Dios pueden cambiar las actitudes corruptas, los pensamientos y las opiniones de las personas, y convertirse en su vida. […] ¿Cuál debe ser la base del discurso y las acciones de la gente? Las palabras de Dios. Entonces, ¿cuáles son los requisitos y normas que Dios tiene para el discurso y las acciones de las personas? (Que sean constructivos para las personas). Exacto. Fundamentalmente, debes decir la verdad, hablar con honestidad y beneficiar a los demás. Como mínimo, tu discurso debe edificar a las personas y no engañar, inducir a error, burlarse de la gente, ridiculizarla, mofarse de ella, parodiarla, oprimirla, exponer sus debilidades o herirla. Esta es la expresión de una humanidad normal. Es la virtud de la humanidad. […] Además, en casos especiales, se hace necesario sacar directamente a la luz los errores de otras personas y podarlas para que adquieran conocimiento de la verdad y deseen arrepentirse. Es entonces cuando se consigue el efecto pretendido. Esta forma de practicar beneficia enormemente a la gente. Le supone una verdadera ayuda y es muy constructiva, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (3)). Las palabras de Dios me alarmaron, y tuve miedo. Si alguien opta por defender sus intereses en toda situación y nunca practica la verdad, cada vez acumula más transgresiones y, a la larga, Dios lo revelará y descartará completamente. Cuando vi amenazada la seguridad de mis hermanos y hermanas y afectada la labor de la iglesia, pensé que no era capaz de defender los principios ni de proteger la labor de la iglesia, sino que siempre procuraba ser una supuesta buena persona. Aunque me ganara el respeto y el visto bueno de los demás, a ojos de Dios era un malhechor y, al final, Él me podaría y castigaría. Me aterró percatarme de estas consecuencias y quería rectificar mi empeño equivocado. Las palabras de Dios también me enseñaron la senda correcta de práctica. El único modo de beneficiar y edificar a otros pasa por actuar y hablar según las palabras de Dios. No importa cómo hablemos, si lo hacemos en voz alta o baja ni lo diplomáticos que seamos de palabra. Lo principal es hablar de forma edificante para los hermanos y hermanas. Mientras se trate de la persona adecuada, capaz de aceptar la verdad, debemos ayudarla con amor. Si no comprende la verdad y perjudica el trabajo, podemos enseñarle para proveerle guía y sustento. Si continúa sin mejorar de verdad tras nuestra enseñanza, podemos podarla para exponer la esencia de su problema. Aunque suene duro o parezca ignorar sus sentimientos, este modo de actuar puede beneficiarla y sustentarla de veras. Si se trata de un anticristo o una persona malvada que trastorna la labor de la iglesia, debemos plantarnos para desenmascararlo y frenarlo, o denunciarlo ante nuestros superiores, para defender la labor de la iglesia y proteger a los hermanos y hermanas de perturbaciones y desorientación. Es la única manera de practicar realmente la verdad, demostrando humanidad y amabilidad. Las palabras de Dios también rectificaron una idea falaz que tenía. Creía que denunciar a alguien por vulnerar los principios era de chivatos, una puñalada por la espalda y una deslealtad. Era una idea equivocada. Eso, de hecho, protege el trabajo de la iglesia y es una buena acción. Li Ming tenía un grave problema que repercutía en el trabajo de la iglesia y limitaba y perjudicaba a los hermanos y hermanas, lo que era una cuestión de principios que atañía al trabajo de la iglesia, por lo que yo debería habérsela comentado enseguida a los líderes superiores, o incluso haberlo denunciado. Esto no habría sido una puñalada por la espalda, sino proteger el trabajo de la iglesia. Tras darme cuenta de esto, desaparecieron muchas de mis preocupaciones y me sentí mucho más tranquilo.
Una vez, denunciaron que un hermano siempre holgazaneaba y huía de las dificultades cuando hacía deber y que, después de que se lo señalaran y lo podaran varias veces, aún no lo admitía en modo alguno. Según los principios, decidimos que había que destituirlo y que debíamos analizar claramente sus problemas para que pudiera hacer introspección. En ese momento pensé, “A una persona puede ofenderle que se diseccionen sus problemas. A lo mejor dejo que mi compañera hable con él y yo puedo quedarme al margen. Si no, tal vez le dé una mala impresión”. Pero de pronto comprendí que de nuevo estaba tratando de preservar mi estatus e imagen. Rememoré unas palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad-verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me mostraban una senda de práctica. Ante los problemas, debemos dejar de lado nuestros deseos y nuestra reputación, priorizar los intereses de la iglesia y ser considerados con las intenciones de Dios. Es la única vía directa de actuación, y Dios la elogiará. Comprendidas las exigencias de Dios, me sentí motivado, por lo que diseccioné al detalle la conducta del hermano según las palabras de Dios. Sentí mucha tranquilidad tras practicar de esta forma. Entendí que solo si practicamos la verdad podemos alcanzar paz y felicidad auténticas.
Tras esta experiencia estaba rebosante de gratitud hacia Dios. La palabra de Dios fue lo que me ayudó a ver lo absurdo de que la cultura tradicional defienda ser amable y accesible y el daño que eso inflige a la gente. También me permitió experimentar la liberación y la libertad de escapar de las limitaciones y las cadenas de la cultura tradicional. ¡Gracias a Dios por Su salvación!
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
Por Li Jia, China Li Xin era mi compañera en la supervisión de la redacción de textos, pero al cabo de un tiempo la sustituyeron porque no...
Por Clara, Estados UnidosHace un tiempo, leí un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Halagos, adulación y palabras bonitas: en...
Por Shizai, Japón Dios Todopoderoso dice: “Servir a Dios no es una tarea sencilla. Aquellos cuyo carácter corrupto permanece inalterado no...
Por Wenwen, provincia de Jilin En mi opinión, siempre había pensado que en la medida que las prácticas externas parecieran adecuadas y...