¿Una persona es inferior si cumple un deber de acogida?

27 Mar 2025

Por Liu Yi, China

Crecí en una remota aldea en la montaña y, debido a la pobreza de nuestra familia, los vecinos nos menospreciaban. Mis padres a menudo me enseñaban: “Una persona tiene que tener ambición y vivir con dignidad. No dejes que los otros te menosprecien. El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Influenciada por estas palabras, en la escuela trabajé duro para ganar la admiración de los otros. Todos los días, me quedaba despierta hasta las 11 o 12 de la noche estudiando a la luz de una lámpara de kerosene. Tras comenzar a trabajar, hacía horas extra y me esforzaba para ganar la aprobación de mi jefe y la estima de mis colegas. Siempre me elegían empleada modelo. Con estos honores, sentía que mi posición y mi estatus se habían elevado. Después de encontrar a Dios, también tenía entusiasmo en mi búsqueda y, después de un año, me eligieron líder de iglesia. Luego, me ascendieron a predicadora y supervisora del trabajo relacionado con textos. Como después de encontrar a Dios siempre había servido como líder o supervisora, pensaba que yo era alguien que perseguía la verdad. Pero, a fines de agosto de 2022, me destituyeron por perseguir la reputación y el estatus, no hacer trabajo real y no obtener ningún resultado en mi deber. Durante ese tiempo de reflexión que pasé en casa, me sentí muy angustiada y atormentada. Así que, decidí en mi interior: “Si me dan otra oportunidad, haré mi deber correctamente”.

Un mes después, una noche, el líder me dijo: “Varios hermanos y hermanas que hacen videos necesitan mudarse por problemas de seguridad y no han encontrado una casa de acogida adecuada. Nos gustaría que tú los recibas”. Al escuchar al líder decir esto, pensé para mis adentros: “¿Por qué dispusieron que yo cumpla un deber de acogida? ¿Piensan que después de mi destitución no he hecho introspección para conocerme y por eso quieren que rinda servicio haciendo un deber de acogida? ¿Acaso el deber de acogida no es insignificante? ¿Qué pensarán de mí los hermanos y hermanas cuando se enteren? ¿Dirán que estoy cumpliendo un deber de acogida porque no persigo la verdad? El deber de acogida supone lidiar con ollas y sartenes todos los días y es un trabajo duro y cansador. Incluso si lo hago bien, los hermanos y hermanas no lo notarán. Además, aquellos que hacen deberes de acogida en la iglesia por lo general son hermanos y hermanas de bajo calibre o edad avanzada. Aunque yo no soy tan joven, ¡todavía no alcancé el punto de solo ser capaz de cumplir un deber de acogida! Además, desde que encontré a Dios siempre he sido líder y supervisora, ¿por qué ahora disponen que cumpla un deber de acogida?”. No podía someterme de corazón, así que inventé algunas excusas para negarme. Después de que el líder se fue, me sentí en conflicto y arrepentida. Pensé que, a pesar de creer en Dios durante tantos años, aún no era sumisa en mi deber. ¿De qué manera era yo una creyente? ¿De qué forma tenía algo de conciencia o razón? Me arrodillé y oré a Dios: “¡Dios! Hoy, el líder intentó organizar que yo cumpliera un deber de acogida, pero no pude someterme y hasta busqué excusas para negarme. No sé qué aspecto de mi carácter corrupto es la causa de esto. Te pido Tu esclarecimiento y guía para ayudarme a conocerme”. Después de orar, pensé en las palabras de Dios sobre cumplir deberes, así que las busqué para leerlas. Dios Todopoderoso dice: “Los deberes vienen de Dios; son las responsabilidades y las comisiones que Dios confía al hombre. ¿Cómo, entonces, debe entenderlos el hombre? ‘Puesto que este es mi deber y la comisión que Dios me ha confiado, es mi obligación y mi responsabilidad. Es justo que la acepte como mi obligación ineludible. No puedo declinarlo ni rechazarlo; no puedo elegir. Sin duda, debo hacer lo que me corresponde. No es que no tenga derecho a elegir, sino que no debo elegir. Esta es la razón que un ser creado debe tener’. Esta es una actitud de sumisión(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “Sea cual sea tu deber, no discrimines entre lo superior y lo inferior. Supongamos que dices: ‘Aunque esta tarea es una comisión proveniente de Dios y la obra de Su casa, si la hago, la gente podría menospreciarme. Otros llevan a cabo una obra que les permite destacar. Se me ha asignado esta tarea que no me permite destacar, sino que me hace trabajar entre bastidores, ¡es injusto! No haré este deber. Mi deber tiene que hacerme destacar ante los demás y permitirme forjarme un nombre, y aunque no me forje un nombre o me haga destacar, aun así, debería poder recibir algún beneficio de él y sentirme cómodo físicamente’. ¿Es aceptable esta actitud? Ser quisquilloso es no aceptar cosas de Dios; es tomar decisiones de acuerdo con tus propias preferencias. Esto no es aceptar tu deber; es rechazarlo, es una manifestación de tu rebeldía contra Dios. Tal quisquillosidad es adulterada con tus propias preferencias y deseos. Cuando consideras tus propios beneficios, tu reputación y otras cosas similares, tu actitud hacia tu deber no es de sumisión(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). Por las palabras de Dios comprendí que los deberes son la comisión de Dios para la gente, que son su responsabilidad, y que no deberíamos clasificar a los deberes por rango. Es más, no deberíamos elegir los deberes según nuestras preferencias por el bien de nuestro orgullo y estatus; en cambio, deberíamos aceptar, someternos y verlos como una obligación que no podemos eludir. Esto es lo que significa ser una persona con conciencia y razón, y es la actitud que una persona debería tener hacia sus deberes. Tras leer la exposición de las palabras de Dios, me di cuenta de que mi actitud y mi perspectiva hacia mis deberes eran incorrectas. Categorizaba los deberes en rangos y creía que ser un líder o un obrero significaba que una persona perseguía la verdad, que le daba estatus y posición y que, donde sea que fuera, los hermanos y hermanas la respetaban. Hacer deberes de este tipo parecía más glorioso, mientras me parecía que un deber de acogida solo requería trabajar duro y no me daba ninguna oportunidad de renombre ni de ganar estatus o posición, y que aquellos que cumplían este deber nunca serían admirados por otros. Debido a mi punto de vista falaz, cuando el líder dispuso que yo cumpliera un deber de acogida, busqué excusas para negarme. Siempre consideré mi orgullo en lugar de las necesidades de la obra de la iglesia. ¿Tenía algo de humanidad en absoluto? No debería tener mis propias elecciones ni demandas en lo que respecta a mis deberes. El líder dispuso que yo hiciera un deber de acogida basándose en las necesidades de la obra de la iglesia, y yo debería haber comenzado por aceptar y obedecer ese arreglo.

Más tarde, leí la enseñanza de Dios sobre cuando Noé construyó el arca, y vi que Noé no inventó excusas al enfrentar la comisión de Dios y que aceptó y se sometió incondicionalmente. Construyó el arca mientras predicaba el evangelio y persistió con constancia durante 120 años. Aunque no podía compararme con Noé, debería seguir su ejemplo y ser una persona sumisa. Después de esto, le dije al líder que estaba dispuesta a cumplir el deber de acogida, pero, poco después, por la pandemia del COVID-19, el deber de acogida se pospuso temporalmente. Durante la primera reunión después de que se terminara el aislamiento, el líder dijo: “Ahora que se ha terminado el aislamiento, nos gustaría arreglar que retomes tu deber de acogida”. En ese momento me sentí realmente avergonzada porque, además de los dos diáconos que estaban presentes, también había dos hermanas que eran trabajadoras del evangelio. Comencé a albergar quejas contra el líder y pensé: “¿Por qué tuviste que decir esto delante de tantos hermanos y hermanas? Ahora todos saben que estoy cumpliendo un deber de acogida, ¿cómo podré dar la cara nuevamente?”. Sentía que me ardía el rostro y pensé que mis hermanos y hermanas parecían estar burlándose de mí por no perseguir la verdad y haber sido asignada a un deber de acogida debido a ello. Luego, en la reunión, los hermanos y hermanas hablaron activamente sobre cómo predicar el evangelio y resolver nociones religiosas, pero no entendí nada y solamente seguí pensando en que algunos de ellos eran líderes y obreros y otros eran trabajadores del evangelio, mientras que yo solo tenía un deber de acogida. Cuanto más pensaba en ello, más molesta me sentía. Durante la reunión, sentí que el tiempo avanzaba muy lentamente y las palabras “cumplir un deber de acogida” no paraban de resonar en mi mente. Después de la reunión, las ideas sobre lo que los hermanos y hermanas pensarían de mí inundaban mi mente, y creía que, como todos sabían que yo estaba cumpliendo un deber de acogida, había perdido mi imagen y mi estatus por completo. Durante los días que siguieron, no me sentía motivada para hacer nada y caminaba con la cabeza gacha a todos los lugares a donde iba. Me daba mucho miedo encontrarme con mis hermanos y hermanas porque temía que supieran que estaba cumpliendo un deber de acogida.

Los días siguientes, reflexioné: “Que el líder dispusiera que yo hiciera un deber de acogida se debió claramente a las necesidades de la iglesia, pero, ¿por qué tengo miedo de que el resto se entere? ¿Por qué no estoy dispuesta a someterme a que me asignen este deber de acogida? ¿Qué clase de carácter corrupto es la causa de esto?”. Después, leí un pasaje de las palabras de Dios: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia. Podrías dejarlos en un bosque primitivo en las profundidades de las montañas y seguirían sin dejar de lado su búsqueda de reputación y estatus. Puedes colocarlos en medio de cualquier grupo de gente e, igualmente, no pueden pensar más que en reputación y estatus. Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de reputación y estatus es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que recorren la senda de la fe en Dios, también persiguen la reputación y el estatus. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan. ¿Por qué están pensando siempre en esas cosas? Tras leer las palabras de Dios, tras escuchar sermones, ¿realmente no entienden todo esto? ¿De verdad no son capaces de discernirlo todo? ¿Realmente las palabras de Dios y la verdad no pueden cambiar sus nociones, ideas y opiniones? No es así en absoluto. El problema radica en ellos, se debe enteramente a que no aman la verdad, porque, en su corazón, sienten aversión por la verdad y, como resultado, no la aceptan en absoluto, lo cual viene determinado por su esencia-naturaleza(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, comprendí que los anticristos valoran mucho la reputación y el estatus. Sin importar qué hagan en cualquier grupo de personas, todo lo hacen para ganar la admiración y la adoración de los demás. La reputación y el estatus son los objetivos que persiguen a lo largo de sus vidas. Reflexionando sobre mi propia búsqueda, comprendí que mis opiniones eran las mismas que aquellas de un anticristo. Yo también ponía la reputación y el estatus por sobre todo lo demás. Desde mi infancia, mis padres me habían enseñado que una persona debe tener ambición y dignidad y no dejar que otros la menosprecien, y que “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar” y “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”. Estos venenos satánicos se habían arraigado profundamente en mi corazón, y yo creía que poder ser admirada por otros en cualquier grupo era lo que traía la gloria. Cuando estaba en la escuela, intentaba salir primera en los exámenes para ganar la admiración y los elegios de los maestros y compañeros de clase. Solía quedarme despierta hasta tarde haciendo la tarea y, después de cada examen, me sentía orgullosa al recibir los certificados de mis logros. Después de empezar a trabajar, para ganar el reconocimiento de mis superiores y los elogios de mis colegas, hacía horas extra e incluso trabajaba en mis días libres. En verdad tenía muchas ganas de trabajar duro. Tras encontrar a Dios, continué viviendo de acuerdo a estos venenos y, sin importar el deber que estuviera haciendo, lo primero que consideraba era si podía ganar reputación y estatus, y si sería capaz de ganarme la estima del resto. Sentía que ser una líder en la iglesia haría que otros me respetaran y me garantizaría una posición y estatus y que, donde sea que fuera, me admirarían. Por eso acepté gustosa hacer ese deber y estuve dispuesta a sufrir y pagar un precio para cooperar activamente. Cuando me asignaron el deber de acogida, sabía sobradamente bien que el PCCh estaba arrestando cristianos a diestra y siniestra y que la situación era extrema, y que los hermanos y hermanas necesitaban con urgencia un lugar seguro donde hacer sus deberes. Pero yo solo consideraba mi orgullo y mi estatus y pensaba que cumplir un deber de acogida pasaba inadvertido y haría que el resto me menospreciara, así que busqué excusas para negarme. Estaba fuertemente atada por la reputación y el estatus y, en todo lo que hacía, siempre imaginaba qué pensarían de mí los hermanos y hermanas y posicionaba la reputación y el estatus sobre todo lo demás. Era realmente egoísta y despreciable, ¡indigna de ser llamada humana! Recordé el período de mi destitución e introspección. En ese tiempo, todos los días deseaba cumplir mi deber. Pero ahora que Dios me había dado la oportunidad de hacer un deber, era selectiva y vivía siempre en pos de mi orgullo, sin lograr en absoluto ver a mi deber como una comisión de Dios. Como el líder había dispuesto que yo cumpliera un deber de acogida, debía aceptarlo de parte de Dios y cumplir el deber bien y con seriedad para que los hermanos y hermanas pudieran tener un entorno seguro en el que hacer sus deberes. Oré a Dios, arrepentida: “Dios, este deber ha llegado a mí por Tus orquestaciones y arreglos, pero aún así estoy limitada por mi orgullo y me encuentro siendo selectiva y poco dispuesta a someterme. ¡Carezco de conciencia en verdad! Dios, estoy dispuesta a someterme y cumplir bien este deber para satisfacerte”.

Por medio de esta reflexión comprendí que mi rechazo a hacer un deber de acogida provenía de otra opinión falaz: pensaba que el deber de acogida pasaba inadvertido y que lo realizaban hermanos y hermanas ya mayores con calibre pobre, y que aquellos que hacían deberes de liderazgo perseguían la verdad y el resto los admiraba donde sea que fueran, y estos deberes mostraban que una persona tenía posición y estatus. Leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Todo el mundo es igual ante la verdad. Quienes son ascendidos y cultivados no son mucho mejores que los demás. Todos han experimentado la obra de Dios alrededor del mismo tiempo. Aquellos que no han sido ascendidos ni cultivados también deben perseguir la verdad mientras cumplen con el deber. Nadie puede privar a nadie del derecho a perseguir la verdad. Algunos son más entusiastas en su búsqueda de la verdad y tienen cierta aptitud, por lo que son ascendidos y cultivados. Esto obedece a las necesidades de la obra de la casa de Dios. Entonces, ¿por qué tiene estos principios de ascender y usar a la gente la casa de Dios? Debido a que existen diferencias en el calibre y la calidad humana de la gente, y cada persona elige una senda distinta, esto conduce a diferentes resultados en la fe de las personas en Dios. Los que persiguen la verdad se salvan y se convierten en el pueblo del reino, mientras que los que en absoluto aceptan la verdad, los que no son leales al hacer su deber, son descartados. La casa de Dios cultiva y utiliza a las personas en función de si persiguen o no la verdad y de si son leales al hacer su deber. ¿Existe alguna distinción de jerarquía entre las diversas personas en la casa de Dios? De momento, no hay jerarquía en cuanto a estos diversos puestos, valía, estatus o prestigio de las personas. Al menos mientras Dios obra para salvar y guiar a la gente, no hay diferencia entre los diversos rangos, puestos, valía o estatus de las personas. Lo único distinto es la división del trabajo y las funciones desempeñadas en el deber. Por supuesto, durante este tiempo, algunas personas, de forma excepcional, son ascendidas y cultivadas para realizar tareas especiales, mientras que otras no reciben dichas oportunidades a causa de diversas razones como problemas con su calibre o su entorno familiar. ¿Pero acaso Dios no salva a quienes no han recibido dichas oportunidades? No es así. ¿Son su valía y su puesto inferiores a los de los demás? No. Todos son iguales ante la verdad, todos tienen la oportunidad de perseguir y recibir la verdad, y Dios trata a todos de forma justa y razonable. ¿En qué punto hay distinciones notorias en los puestos, la valía y el estatus de las personas? Cuando la gente llega al final de su senda y la obra de Dios ha terminado, y al fin se forma una conclusión en las actitudes y puntos de vista que cada persona muestra en el proceso de perseguir la salvación y mientras hace su deber, además de en sus diversas manifestaciones y actitudes hacia Dios, es decir, cuando hay un registro completo en Su cuaderno. En ese momento, como los desenlaces y los destinos de las personas serán diferentes, habrá también distinciones en su valía, sus puestos y su estatus. Solo entonces pueden vislumbrarse estas cosas y constatarse de manera aproximada, mientras que ahora todo el mundo es igual(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios nos dicen que todos son iguales ante la verdad y Sus palabras y que no hay ninguna distinción fundamental entre posiciones que se consideran altas o bajas. En la casa de Dios, las personas son asignadas a hacer distintos deberes según su calibre, sus fortalezas o las necesidades de la iglesia, y la única diferencia entre los individuos es el deber que realizan. Sin embargo, independientemente del deber realizado, cada posición y estatus son iguales. Ser un líder o un obrero no significa que una persona tenga una posición más alta que el resto, y una persona que realiza un deber de acogida no tiene una posición ni un estatus más bajos que aquellos que hacen otros deberes. Pero yo había creído que ser líder u obrero señalaba quiénes perseguían la verdad y que, donde sea que fueran, eran respetados por los demás, mientras que hacer un deber de acogida solo era trabajo pesado y por ello se encontraba por debajo tanto en posición como en estatus. ¡Mis opiniones estaban realmente equivocadas! Recordé a una hermana mayor de la iglesia que había estado cumpliendo el deber de acogida desde que encontró a Dios, pero sus intenciones eran correctas, era leal en su deber y tenía la guía de Dios. Al mismo tiempo, algunos habían sido líderes y obreros durante muchos años, pero, porque no perseguían la verdad, solo buscaban la reputación y el estatus, atendían motivaciones personales, llegaban al punto de trastornar y perturbar la obra de la iglesia y atacar y excluir a otros por ganancia personal. Al final, terminaban siendo identificados como personas malvadas o anticristos y expulsados de la iglesia y, en consecuencia, perdían su oportunidad de salvación. Por estos hechos, vi que todos son iguales ante la verdad. Que alguien sea salvado no tiene nada que ver con los deberes que realiza, ni con su edad, ni su estatus. Lo importante es si la persona persigue la verdad y si es leal en sus deberes. Dios es justo y mira si las personas tienen la verdad y si su carácter ha cambiado. Este es el estándar con el que Dios mide a las personas.

Unos meses después, el líder me pidió que diera acogida a los hermanos y hermanas que estaban haciendo deberes relacionados con textos. En mi corazón, comencé a pensar para mis adentros: “Yo solía ser la supervisora del trabajo relacionado con textos, y estas personas eran miembros de mi equipo, pero ahora solo les estoy dando acogida. ¿Qué pensarán de mí?”. Cuando lo pensé así, me di cuenta de que otra vez pensaba en mi orgullo y mi estatus. Así que oré silenciosamente a Dios y recordé un pasaje de Sus palabras: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad-verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Gracias a las palabras de Dios llegué a comprender Sus intenciones y también descubrí una senda de práctica. En el pasado siempre había vivido por el orgullo y el estatus, pero hoy debía aceptar las orquestaciones y arreglos de Dios y someterme a ellos, considerar los intereses de la iglesia y hacer bien mi deber. Así que acepté de inmediato. Unos días después, los hermanos y hermanas que hacían los deberes relacionados con textos vinieron a mi casa para una reunión. Cuando los vi, no sentí que mi orgullo estuviera herido, sino que sentí que hacer cualquier deber es una exaltación de parte de Dios. De ahí en adelante, cooperé con diligencia y pensé cómo mantener un buen ambiente para que los hermanos y hermanas pudieran reunirse y hacer sus deberes en un espacio seguro y pacífico. Al practicar de esta manera, sentí paz y tranquilidad en mi corazón y comprendí que el deber de acogida también provee lecciones que aprender y verdades que buscar.

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